lunes, 4 de marzo de 2024

Kitaro Nishida, con su filosofía de la nada y el 'basho', precursor ante la 'Escuela de Kyoto'...

   
"El gran poeta inglés William Blake escribió que “si las puertas de la percepción se purificaran, al hombre se le aparecería todo como es, infinito.... Con estas palabras Blake expresó un impulso muy hondo en el ser humano; lo cual se expresa en el arte, la religión y sin duda en la filosofía, el impulso de la trascendencia. Experimentamos un mundo finito y limitado; ¡pero, si la percepción se pudiera purificar, vaya transformación habría...!

El escritor Aldous Huxley se inspiró en las palabras de Blake y escribió un libro llamado precisamente “Las puertas de la percepción”, donde habla de su experiencia de purificar las puertas con psicotrópicos [...] Jim Morrison, vocalista del grupo de rock ‘The Doors’ [o sea, ‘Las Puertas’] se inspiró luego en él, tomando el nombre de la banda del título de su libro. Su canción más conocida se llama ‘Break on Through’. En ella cantan “Break on through to the other side”. Como ‘break’ significa ‘romper’, hablan de hacerlo en algo para pasar ‘a través’ de ello ‘al otro lado’. ¿Qué es ese algo que hay que romper? [...] lo que decía Nietzsche sobre el velo de ‘Maya’ en “El nacimiento de la tragedia: para la filosofía hindú más antigua, la realidad última es ‘Brahman’, ser supremo unitario y abarcador... 
 
 
Sin embargo, nuestra experiencia no es de esa unidad sino de la dualidad, en un mundo fenoménico compuesto por opuestos contrarios. Vemos la realidad de tal manera debido a ‘maya’, una palabra que significa ‘magia’ o ‘la ilusión’ y que se refiere a la fuerza que nos hace ver el mundo así, casi como si hubiese un velo arrojado sobre toda la realidad... Para Nietzsche, lo apolíneo es un velo de ‘Maya’ que cubre lo dionisiaco, y es la fuerza que Jim Morrison en su canción dice que hay que romper para luego pasar al otro lado. Los psicotrópicos y los narcóticos en general logran purificar, o al menos transformar, la percepción. La religión también, especialmente cuando se combina con el arte –pensemos en las alturas de las iglesias góticas: cómo sus inmensos volúmenes difuminan la luz resaltando el iluminar así sus vitrales-, la música o el canto y el incienso; haciéndose bien, la religión puede tener efectos psíquicos muy fuertes.

¿Y la filosofía? En las antigüedades de la India y Grecia o del mundo helenístico, el intento de comprender la realidad estaba íntimamente ligado a la vida, al vivir bien. Pero no se trataba tanto de purificar la percepción como de hacerlo con las concepciones. Cambiando las ideas, la vida cambia. Aun cuando en siglos venideros la filosofía perdiere su orientación existencial, seguiría intentando entender la realidad, la cual casi siempre vería como distinta o más allá de la experiencia común y corriente.
 
 
Pero volvamos a la cita de W. Blake: dijo que “si las puertas de la percepción se purificaran al hombre todo se le aparecería como es, infinito (y, a continuación)... pero el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta solo ver estrechamente, a través de las rendijas de su caverna, todas las cosas” [...] Platón utilizó su alegoría de la caverna para ilustrar la condición de ignorancia y esclavitud en el ser humano, el y cómo salir desde la misma. En su cita Blake nos dice que lo esclavizador, de alguna manera, es la mente. 

Al parecer, la caverna de la cual hay que salir es la misma mente pues el hombre se ha encerrado en ella; y todo aquel mundo que ve a través de sus estrechas rendijas, lo conceptual, no sino pálido reflejo es de la realidad misma.

El famoso mitólogo Joseph Campbell dijo en una entrevista que la gente no busca tanto el sentido de la vida como una experiencia del estar vivo, o sea, no buscan comprender la realidad última sino experimentarla. ¿Nos puede acaso alguna filosofía permitir alcanzar, y experimentar, la realidad si nunca se hace más que mirar por las estrechas rendijas de la mente? [...] una respuesta muy interesante viene de un pensador, el filósofo japonés Kitaro Nishida, no muy conocido.
 
 
Nishida nació en 1870, una fecha significativa ya que sólo 2 años antes Japón había terminado unos 230 seguidos de aislamiento. Entre 1639 y 1868 estuvo prohibido salir de su país a los japoneses y el entrar para los extranjeros. En 1853 llegaron 4 barcos estadounidenses armados de cañones exigiendo que se abriera Japón al comercio. Dándose cuenta de que la espada no iba jamás a ganar frente al cañón, los nipones accedieron, formalizando su apertura en 1868; y 2 años después nació Nishida. Así que la generación en la que creció y se formó fue una de mucha exploración y asimilación del mundo externo. Aprendió inglés y alemán entre otros idiomas, leyendo extensamente a los grandes autores de la filosofía occidental. Aunque, si Nishida no hubiera hecho más que asimilar el pensamiento occidental trabajándolo desde Japón como sucursalero, lo más seguro es que no estaríamos tratándolo aquí hoy. Sin embargo, Kitaro Nishida es ya el filósofo japonés más reconocido, con un pensamiento propio y bastante interesante; lo suficientemente innovador, de hecho, como para que se creara en sus alrededores una llamada ‘Escuela [metafísica] de Kioto’.

Japón, en efecto, fue aislado durante más de 2 siglos; pero eso no quiere decir que careciera de su propia cultura o formas de ver y experimentar el mundo. De hecho, uno de sus aportes más destacables precisamente se dedicó a purificar las puertas de la percepción, a saber, el budismo ‘zen’. Al abordar la filosofía occidental, Nishida no llegó hasta ella con ninguna mente vacía o en blanco; sino con una experiencia de vida profundamente saturada del mismo y sus enseñanzas. Hoy en día hay muchos libros sobre tal filosofía, pero los primeros exponiendo sus ideas para públicos occidentales los escribió su gran amigo y colega D. T. Suzuki. A él le dejó este trabajo de divulgación Nishida, prefiriendo por su parte buscar más bien alguna manera de comprender la experiencia del ‘zen’ dentro de marcos conceptuales de Occidente.
 
  
Mas hay dos cosas haciendo que tamaña tarea no sea nada fácil. La primera es que, además de suponer una filosofía, el ‘zen’ puede ser también cierta religión. En Occidente, la filosofía es una cuestión de creencias y razonamientos que atañen únicamente a la mente; en este sentido, uno puede sostener creencias acerca del ‘zen’ o lo que nos dice acerca del mundo. Pero también, y principalmente, dicha corriente del pensamiento puede ser asumible como alguna religión; en el sentido de que no se trataría sobre las creencias, sino de una transformación de las conciencias. Donde la filosofía occidental pone sus énfasis en el razonamiento, para el ‘zen’ japonés representa lo más importante la experiencia práctica: en tanto que una filosofía, se ocupa del conocimiento; pero sin embargo su conocimiento no es teórico, principalmente, sino práctico.

Y al delimitarnos al aspecto puramente filosófico vemos otra segunda cosa que dificulta la tarea de Nishida. Como él mismo dijo: “en Occidente han considerado el ser como fundamento de la realidad, mientras que en Oriente han tomado la nada como su fundamento”. Esta diferencia no es nada superficial sino que radica en el nivel más profundo. Nishida pasó toda su vida reflexionando sobre dicho tema y, no sólo encontró una manera de tratar en forma conceptual la experiencia del ‘zen’, sino que mostró de forma ingeniosa las incoherencias por pensar la realidad en términos del ser. Al finalizar nuestro examen a Nishida, veremos cómo utiliza su famosa noción de ‘basho’ para ello: sustituyendo, en el lugar del ser, la nada...  Pero antes [...] un poco sobre determinado concepto, del ‘satori’, pues será importante tenerlo en cuenta para ver su argumento.
 
 
La finalidad de las prácticas del ‘zen’ es una experiencia que se llama 'satori', similar a lo que describe William Blake del percibir el mundo tal como es: para ello, dice que se deben purificar las puertas. En este pensamiento budista nipón esa purificación se procura llevar a cabo mediante algunas combinaciones de meditación, interactuar con maestros y mucho trabajo físico (como lavando platos o trabajando en el jardín). Mas un razonamiento es otro tipo de actividad que no conduce al ‘satori’. El medio del mismo son los conceptos, y éstos únicamente se componen de abstracciones. Con ello distinguimos y categorizamos aspectos de la realidad, sí; pero lo que busca el ‘zen’ es una experiencia de aquella tal como muy concretamente sea, y no en abstracto sólo. En Occidente usamos la estructura conceptual binaria -mente/cuerpo, ser/nada, bien/mal, finito/infinito- que, como el velo de Maya’, nos hace ver de manera dualista una realidad unitaria e indiferenciada esencialmente. El raciocinio conceptual, tan importante para la filosofía occidental, es entonces inútil para el ‘zen’; pero, no sólo eso, sino que puede impedir de hecho el que se alcance ‘satori’. Para los maestros, es el ego del alumno lo que constituye su mayor problema; por lo cual en buena parte las actividades de la disciplina monástica procuran auto-negación, distraer al alumno de sí mismo, sustrayéndolo a su autoconciencia. Los razonamientos plantean un impedimento al ‘satori’, porque tienden a reforzar la conciencia de uno mismo, lo cual oculta o vela la naturaleza no dual de toda realidad.

Entonces, satori es una experiencia que no se logra conceptualmente y gracias a ello el conocimiento de la realidad no puede trasmitirse con el lenguaje o expresarse conceptualmente. Es algo inefable que sólo puede, si acaso, experimentarse directamente. ¿Y todo eso, experimentable, qué es? William Blake lo describió con la palabra ‘infinito’, Platón como la esfera inteligible de Ideas, otros lo han denominado Dios o lo absoluto, el motor inmóvil, etc. El zen japonés lo llama ‘mu’, lo cual significa algo así como ‘la nada’ o ‘vaciedad’. Antes hablamos del velo de ‘Maya’. Un velo cubre y por tanto oculta algo. En el hinduismo, lo que oculta es Brahman pero si no hay nada ahí para ocultarse, como en el zen japonés, pues la metáfora del velo ya no tiene mucho sentido. La palabra ‘mu’ -o ‘la nada’- es precisamente eso, una palabra, un concepto, que señala pero no logra captar la realidad a la que se refiere. Es por eso que los maestros zen emplean los famosos koan en sus enseñanzas, preguntas extrañas, como la de ¿Cuál es el sonido de una sola mano aplaudiendo?, que tratan de poner al manifiesto lo inadecuado del razonamiento lógico. En Occidente, el concepto de ‘nada’ se interpreta como la 'ausencia' de algo, de un ser, de modo que tenemos el binomio ser-nada. Sin embargo, eso es una dualidad, y la realidad que se revela en la experiencia de satori está más allá de la dualidad. Así que, ‘mu’ no es un algo divino, sean Ideas o un Dios, pero tampoco es la simple nada, la 'ausencia' de algo. Como Nishida se dio cuenta a lo largo de su vida intelectual, expresar esto filosóficamente, en la lógica del ser de Occidente, no es nada fácil.
 
 
Con su primer libro; en el prefacio Nishida dice: “di el título de “Indagación del bien” porque me daba cuenta de que si bien la investigación filosófica constituye la primera mitad [del texto], el problema de la vida humana es el tema central que se extiende por toda la obra”. No es ningún tratado sobre ética sino, como la famosa obra de Spinoza, una indagación sobre la naturaleza de la realidad que, una vez comprendida, nos permite vivir bien. ¿En qué consiste?: “yo deseaba explicar todas las cosas sobre la base de la pura experiencia entendida como única realidad”. ¿Y qué es? En las primeras líneas del primer capítulo lo aclara: “Experimentar significa conocer hechos tales como estos son, conocer de conformidad con hechos renunciando por completo a las propias elaboraciones. (Lo que generalmente llamamos experiencia está adulterado con alguna clase de pensamiento, de manera que al decir pura [o mera] experiencia me refiero a la experiencia tal como ella es, sin el menor aditamento de deliberada distinción”). 

Nishida dice que cuando somos conscientes de algo, sean un hecho presente o recuerdos, ya deja de ser una experiencia pura; o sea, en el momento de hacernos atrás y juzgar esa conciencia... Dice: “Una experiencia verdaderamente pura no tiene significación [juzgadora] ninguna; es muy simplemente conciencia [testigo] presente de los hechos tal cual son”.
 
 
Tal caracterización de la experiencia pura se puede parecer mucho, de hecho es idéntica, a cómo Charles Sanders Peirce caracteriza su categoría de la primeridad. Para Peirce, todo fenómeno considerado como una simple totalidad consta de una cualidad que se aprehende mediante un sentir. Dice que semejante fenómeno “precede a toda síntesis y diferenciación: no tiene unidad o partes. Ni puede pensarse de manera articulada: afírmese, y ha perdido ya su característica inocencia, pues afirmar implica siempre alguna negación de alguna otra cosa. ¡Deténganse a pensarlo y se ha ido! 

Lo que fue para Adán el mundo aquel día que abrió sus ojos frente a él, antes de haber hecho distinción alguna o llegado al ser consciente de su propia existencia; eso es primero, presente, inmediato, fresco, nuevo, iniciador, original, espontáneo, libre, vívido, consciente y evanescente. Sólo acordémonos de que todas nuestras descripciones ya deben ser falsas”. El ‘mu’ del ‘zen’ japonés, la ‘experiencia pura’ de Nishida y la categoría de la primeridad en Peirce parecen -todos- referirse a la realidad como unitaria y no dual, una totalidad inmediata que anterior es a cualquier distinción entre esto y aquello.

No se sabe si acaso Nishida leyó a Peirce; mas está claro que si estudió al amigo y colega suyo, William James. De hecho, de él toma el concepto de ‘experiencia pura’: en su libro “Ensayos sobre empirismo radical” James plantea que hay un solo primordial material de la realidad mundana, que del todo se compone. 
 
 
Ese material lo llama “experiencia pura”. De dicho material “la atención recorta objetos, que luego la concepción nombra e identifica: en el cielo ‘constelaciones’; en la tierra ‘playa’, ‘mar’, ‘acantilado’, ‘arbustos’, ‘pasto’; del tiempo recortamos ‘días’ y ’noches’, ‘veranos, e ‘inviernos’. Decimos que es cada parte del continuo sensible, y todos estos ‘qué’ abstraídos son conceptos”. La experiencia pura, para James, es un indiferenciado continuo fragmentado en objetos, relaciones y conceptos por las necesidades o los fines humanos. Estos fragmentos tan sólo son abstracciones, las cuales no deberían confundirse con la realidad de donde provienen y dependen.

James dice: la experiencia pura es del flujo inmediato en la vida (que proporciona el material a nuestra reflexión posterior, con sus categorías conceptuales: solamente los recién nacidos u hombres que se hallan en un semi-coma por el sueño, las drogas, la enfermedad o los golpes, podemos suponer que tienen una pura experiencia en el sentido literal) de un eso que no es todavía ningún 'qué' determinado. Esto del recién nacido u hombre con estado de semi-coma refleja lo que dice Peirce sobre Adán en el Jardín del Edén. Su experiencia no es de una multiplicidad de cosas sino de un simple eso, como bloque inmediato y no diferenciado.
 
 
No extraña que esta idea de James le haya resultado muy atractiva a Nishida, pues embona muy bien con el concepto de ‘satori’ ya visto en el ‘zen’ japonés. Sin embargo, este último no hace al mismo referencias en su escrito. Más bien, y en sintonía con el trabajo del anterior, comenta cómo la propuesta de la experiencia pura resuelve varios problemas que provienen del empirismo clásico con Hume y Locke tanto cuanto de las soluciones a éstos propuestas por el idealismo alemán. El problema de las relaciones, en primer lugar: si una relación (causal, espacial, temporal o lógica) entre dos cosas (A y B) otra entidad tercera distinta es, entonces deberían establecerse relaciones adicionales de las entidades (A o B) con ella... y así sucesivamente, hasta el infinito; o si la relación es parte de alguna de ambas, tendríamos el mismo problema por seguirse con dos cosas cuyas relaciones entre sí se deben establecer... sin ser posible.
· Los empiristas tomaban una postura nominalista; o sea, que son ficciones las relaciones, conveniencias empleadas para explicar la experiencia pero no reales. Eso conduce a una famosa tesis de Hume sobre la causalidad, que no percibimos nunca entre las cosas ninguna relación causal, sino sólo asociaciones; o también que nunca percibimos el yo, sino tan sólo algún flujo de percepciones. De ahí los problemas del solipsismo y de un escepticismo generalizado; aquél, por cierto, que despertó a Kant de sus sueños dogmáticos. 
· Los idealistas, en vez de postular la realidad de las relaciones, ubicaban su sintética función en algún sujeto u otro fenómeno trascendental... más allá de la experiencia empírica.
 
La respuesta de James, a unos y otros, era el empirismo radical. Con dicha propuesta de la pura experiencia, se supera el escepticismo al negar el dualismo clásico entre sujeto y objetos, o conocedor y conocidos. Lo que niega es que sean fundamentales, u ontológicamente primordiales, dichos dualismos. Y evita el problema insistiendo en que las relaciones dadas empíricamente son, como datos de la experiencia primitiva, y no construcciones mentales.
 
 
En fin, por todas esas razones y el trasfondo de la cultura ‘zen’, halló Nishida muy atractiva esa noción de la experiencia pura; y creo es algo que cualquiera puede apreciar intuitivamente si piensa en esa idea del que un mapa no es el territorio. Lo que tanto él como James nos están diciendo es que para que haya un sistema de representación con sus estructuras conceptuales dualistas (de objeto-sujeto, mente-materia, causa-efecto, etc.) debe haber anterior, primero, una realidad no dual; como su territorio, luego recortable por esos binomios. Eso, para ellos, sería lo que primordial es ontológicamente.

Pero, ¿no deberían objeto y sujeto -si no mente...- ocupar ese nivel ontológico de primordialidad más real, dado que su relación es cuanto posibilita la experiencia pura, en primer lugar?  Ya citamos lo que Nishida, en el prefacio, dice: “yo deseaba explicar todas las cosas sobre la base de la pura experiencia entendida como única realidad”. Y sigue: “al pasar el tiempo, llegué a comprender que no existe la experiencia porque haya individuos, más bien los individuos existen por existir la experiencia”... 
 
 
No habla de la experiencia por un individuo, sino del estado no-dual e indiferenciado real [total; y ello] es lo primordial, no sujeto ni objeto... Si el individuo fuera primero, y partiésemos de él para explicar la realidad, terminaríamos en escepticismos y solipsismos del empirismo clásico. En todo caso, si no hubiera sino este “uno primordial” tampoco sería muy llamativo este planteamiento; pues, por muy real que fuera, una comprensión de la realidad tiene que dar cuenta de la diversidad y multiplicidad experimentada. Mas Nishida da de ello cuenta con el concepto de contradicción que toma de Hegel, a quien de hecho menciona varias veces en el texto; y se podría pensar que su 'espíritu absoluto' sería el equivalente de la 'experiencia pura'... pero, sin embargo, parece serle otro mejor modelo el Dios de Spinoza.

Dice Nishida: “esta única realidad es oposición y conflicto infinitos, o también unidad infinita. Trátase de una actividad infinita, independiente, que a sí misma se realiza. Llamamos Dios a la base de tal actividad infinita. "Dios" es no algo que trascienda, sino la base de realidad misma”... La pura experiencia es a grandes rasgos el Dios de Spinoza, la base o punto de partida en todo y también para nosotros punto de llegada, el alfa y omega. En el hinduismo, se habla de la identidad de ‘Brahman’ y ‘Atman’, del alma cósmica con la individual: la idea es cómo este último vaya más allá de su ego superficial, el que percibe gracias al velo de ‘Maya’ (y que se identifique con su alma más profunda, el ‘Atman’, lo que ‘zen’ llama rostro original), identificándose de tal modo con ‘Brahman’ o Dios. Es lo que Spinoza describe al final de “La ética” como tercer género de conocimiento, el amor intelectual de Dios.
 
 
Aunque Nishida se apoya en estos y otros autores en su libro, no debe dejarse impresión del que su planteamiento sea un simple refrito a ideas planteadas por otros. Guarda diferencias con James, Hegel o los demás y, si leemos con detenimiento su texto, podremos apreciar la interesante visión que va intentando expresar. Sin embargo, tratándose de su primer libro, de su primer intento de pensar cabalmente la realidad, no extraña que su argumento haya quedado corto. Tras la publicación de "Indagación del bien" [1911] algunos lo criticaron por psicologismo... En otro escrito posterior de 1926 Nishida lo reconoció y, aunque nunca rechazó su idea de la realidad como en el fondo indiferenciada o no-dual, sí cambiaba de maneras al plantearla pasando del punto de vista de la experiencia pura a la voluntad absoluta (inspirado en Fichte); pero encontrando el mismo problema pasó luego por medio de una reflexión sobre aquel ‘hipokeimenon’ de Aristóteles, planteando la lógica del ‘Basho’, concepto por el que más conocido fue.

Sobre todo esto, continuará la explicación en otro siguiente capítulo..."


  
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A este post le precedió, anterior mente (25/02/24):


1 comentario:

  1. La gran tragedia de la Filosofía, como mero sistema de ideas, es que nunca puede traspasar el muro del silencio a-conceptual...

    Sin duda es seductora y entretiene, qué duda cabe; pero al final del día, si se es honesto, la claridad que proporciona es una sutil ilusión.

    F.J Alcaraz

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