lunes, 27 de mayo de 2019

España, ¡con t@ntas Castas!, se aleja de agendas europeas y centró debatir electorero en Cataluña

  
'Mientras por aquí aún en España se discutía sobre si acaso eran galgos o podencos; es decir, si debía ser el Tribunal Supremo o el Congreso quien tuviera que suspender de sus funciones a los parlamentarios independentistas, el mundo contenía el aliento por una guerra que puede marcar el siglo XXI: el conflicto entre EE.UU. y China por la hegemonía del planeta mediante el control de la tecnología, lo que afecta de forma decisiva a las cadenas globales de valor. Y que tiene en Huawei una especie de archiduque Francisco José de Austria tras su asesinato en Sarajevo. Ni un minuto ha dedicado la política española a este asunto. Probablemente, porque se trata de una cuestión menor pese a que el 34,3% del PIB depende de la exportación de bienes y servicios al resto del mundo. 'Peccata minuta'. 

Tampoco el futuro de la Unión Europea ha centrado los debates electorales. Entre otras cosas, salvo excepciones, porque el parlamento europeo sigue teniendo algo de Erasmus ciertamente tardío para muchos políticos. Sin duda, porque este asunto, pese a afectar a una comunidad de 508 millones de habitantes, tampoco es relevante. Tanto herr Manfred Weber (Partido Popular Europeo) como Frans Timmermans (socialdemócrata), los 'candidatos mejor colocados' para presidir la Comisión Europea, eran unos perfectos desconocidos pese a que España es el cuarto país de la UE por tamaño (sin Reino Unido). Aquí lo importante es quién sale alcalde del pueblo.

No se trata, en todo caso, de un problema genuinamente español. Tampoco Europa, enfrascada en una crisis de identidad sin precedentes, ha sido capaz de tener una posición estratégica sobre qué hacer con China, que hace una década puso en marcha un plan a largo plazo con el objetivo de situar al país en 2025 como primera potencia mundial mediante subsidios y una política monetaria expansiva para que sus empresas ganen cuota de mercado y sean líderes en supercomputación, inteligencia artificial, nuevos materiales, impresión 3D, software de reconocimiento facial, robótica, automóviles eléctricos, vehículos autónomos, microchips inalámbricos o desarrollo de la red 5G, como ha recordado el historiador Thomas L. Friedman. 'Peccata minuta'.

Verborrea política

Mientras España discutía sobre qué hacer con los políticos presos (a la vuelta del verano la discusión girará sobre su indulto), el populismo sacaba músculo —se ve con las elecciones del súper domingo— y ponía en marcha una auténtica Internacional de la verborrea política. Líderes de la extrema derecha se reunían en Milán para subvertir algunos de los principios fundacionales de la Unión Europea. En particular, en una cuestión clave como es la inmigración, que debería estar en el centro del interés general no solo por razones humanitarias, sino, también, por motivos económicos. 

La crisis demográfica está afectando ya a los potenciales de crecimiento de los países centrales del euro, lo que contribuye a hacer realidad lo que en los años 30 se llamaba 'estancamiento secular', y que en el caso de Europa se manifiesta a través de un cóctel explosivo: baja productividad y envejecimiento acelerado, lo cual es especialmente relevante para una economía basada en las exportaciones, lo que no sucede en EEUU y Japón, con mercados domésticos más desarrollados que satisfacen la demanda interna.

Lo que se sabe, y en contra de la tendencia a mitificar los avances técnicos, es que tanto las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) como los procesos de digitalización hacen la vida más fácil, pero no son capaces de aumentar de forma relevante la productividad total de los factores. Al menos, al mismo ritmo que lo hicieron las tres revoluciones industriales anteriores.

La productividad por hora trabajada en EEUU, como ha puesto de manifiesto la profesora Matilde Mas, creció entre 1995 y 2004 en una tasa del 3% anual, fundamentalmente por el impulso de las TIC, pero, a pesar de que la revolución digital continuó a buen ritmo, se desaceleró al 2% durante el periodo 2004-2010. Pero es que todavía fue peor entre 2010 y 2016, periodo en el que tan solo creció al 0.5% anual. Como se ve, un problema poco relevante. Y eso que España sufre ya la mayor caída de la productividad en 20 años. 'Peccata minuta'.


Mientras que España discutía acaloradamente, en algunos casos, incluso, hiperventilando, sobre el futuro político de Junqueras y el resto de los presos del 'procés', el Tesoro se endeudaba un poco más. Tan solo en el primer trimestre del año —el Tesoro ha acelerado las emisiones para aprovechar la bajada de los tipos de interés— el endeudamiento público ha crecido en 26.666 millones de euros, hasta los 1,2 billones de euros. Es decir, 296 millones de euros al día. 

Al mismo tiempo, y como se sabe, algunos políticos prometían bajar impuestos, pero sin decir cómo se iba a ajustar el gasto público para reducir el déficit. Obviando, por ejemplo, que algo más de la tercera parte de lo que gasta cada año el sector público ya va a financiar las pensiones. Y con una tendencia creciente. Entre 2005 y 2019 el número de nuevas pensiones habrá crecido en 1,7 millones, pero, por el contrario, la población ocupada apenas habrá avanzado. En concreto, 19,47 millones frente a 19,20 millones aquel año de fuerte crecimiento. 'Peccata minuta'. 

Mientras que Cataluña seguía condicionando el debate político, el empleo precario no daba tregua. Nada menos que el 40,8% de la población activa (algo más de 9,1 millones de trabajadores) o tiene un empleo temporal o lo tiene a tiempo parcial, lo cual más allá del debate sobre la calidad del empleo y del modelo de sociedad, tiene importantes consecuencias sobre la cualificación de los trabajadores (el empleo temporal desincentiva la formación en las empresas), las cuentas públicas y, por ende, sobre el nivel de nuestra presión fiscal. Empleo basura conduce a recaudación basura, indefectiblemente, que restringe la financiación de los servicios públicos esenciales. 
 
    2015                                      2016                            2019        
 PODEMOS                         UNIDOS Podemos           UNIDAS Podemos     
69 congresistas                       71 congresistas              42 congresistas
Tampoco parece que esta cuestión sea relevante en el debate público, pese a que España tiene la mayor temporalidad de Europa. Hace demasiado que se celebraron las elecciones generales y todavía no hay fecha para el debate de investidura, y eso que 'ha habido un claro ganador'. Y eso, habría que añadir, que 'era urgente derogar la reforma laboral'...

Un fantasma recorre el mundo  

Mientras que España seguía enfrascada en la cuestión catalana, un fantasma muy distinto al que pensó Marx en el siglo XIX, avanza de forma inexorable. Como ha puesto de relieve el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), poco sospechoso de ser un agente estatalizador que reparte octavillas revolucionarias a las puertas de las fábricas, el peso de las grandes corporaciones sobre el PIB mundial no deja de crecer, lo que, sin duda, afecta al ensanchamiento de la desigualdad, ya que los gobiernos disponen de menos instrumentos fiscales en aras de promover la cohesión social. Además del efecto que tiene sobre las pequeñas empresas, con mayores dificultades para competir.

La existencia de grandes corporaciones con un enorme poder de mercado, en todo caso, no sería tan malo si no fuera por la conclusión a la que llega el FMI a través de una investigación realizada a partir de la información suministrada por un millón de empresas en 27 economías avanzadas. El creciente poder de mercado de las empresas ha tenido un "impacto negativo", todavía de forma limitada, pero "si no se controla podría en el futuro pasar una mayor factura al crecimiento económico y los ingresos de las personas". Es más, según el FMI, "las autoridades necesitan diversas políticas para preservar el vigor de la competencia en el mercado".

Tampoco parece que este asunto esté en el centro de la agenda política. Lo único importante sigue siendo Cataluña. Y eso que desde hace años —y en esto coinciden los gobiernos de derecha e izquierda— está identificado que uno de los problemas centrales de la economía española tiene que ver con el tamaño de sus empresas. No en vano, el 92% de las sociedades tiene menos de 5 trabajadores y apenas 71.472 (el 0,2%) cuenta con más de 20 asalariados. Lo paradójico, en este caso, es que hay bastante consenso en cómo aumentar el tamaño medio de la empresa para hacerla más competitiva. Nada se hace. Cataluña marca la agenda. El mundo se equivoca y el cambio climático tendrá que esperar. Cataluña, siempre Cataluña.'
.     (Carlos Sánchez, 26/5/19, 'El Confidencial')


        2015                                       2019                               2019        
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miércoles, 22 de mayo de 2019

'Macarrillas de "afterwork" o el triunfo de la política adolescente...' (Esteban Hernández)

  
La irrupción de Pablo Iglesias y el éxito de Podemos trajeron grandes cambios a la política española. Su aparición subrayó que un ciclo se había terminado, que era preciso un giro, que había que renovar cúpulas políticas: supuso un aldabonazo, el cierre de una época y el inicio de otra.
Hubo no obstante, de entre todas las transformaciones que provocó, algunas profundamente perniciosas. Los partidos entendieron el mensaje de fondo, era necesario renovarse, pero lo hicieron por el lado más banal. Ya que Podemos significó la irrupción de otra política, de los líderes jóvenes y de la sangre nueva, cada formación decidió que en ese momento, más que ofrecer nuevas ideas, lo decisivo era colocar gente más joven al frente de los partidos. Todos hicieron ese movimiento, menos el PP, que para eso había ganado las elecciones.

Más contundencia

La política española, para bien y para mal, se convirtió en otra cosa, no solo porque surgieron más opciones electorales, ni por la fragmentación a que ese cambio condujo ni por la necesidad de pactos, sino por varias tendencias a las que se abrió la puerta (o se aceleraron) con este cambio generacional.
La mayoría de los expertos explicaron el éxito de Iglesias y Podemos por su presencia televisiva, y comenzaron a pensar que había que utilizar los medios de otra manera, que había que contar con una presencia más relevante en las pantallas, que había que comunicarse con los posibles votantes con un discurso más ágil y directo, con mensajes más contundentes, expresados con otra actitud. Al mismo tiempo, la sensación de estar en un tiempo de cambio llevó a segmentar más los mensajes, a buscar con más intensidad a grupos objetivos, como los ligados al feminismo o a los toros, por citar dos ejemplos diferentes. La popularidad de las tertulias televisivas, además, consiguió que mucha gente vinculada a los partidos entendiera que ese clima tenso era preciso para crecer, que no convenía amilanarse en esos escenarios y que la contundencia era un camino hacia el éxito.

El ingenio punzante

En ese contexto, las redes sociales y los medios de comunicación ayudaron a que esa tensión aumentase, porque comenzó una guerra virtual en la que las noticias circulaban por Twitter, Facebook o WhatsApp mucho más velozmente, con menos pausa, con menos tiempo para la reflexión y con el ingenio punzante y a menudo faltón como arma principal.
Además, creció la sensación de que los políticos tradicionales tenían poco que hacer. En primera instancia, porque los discursos ya no servían, lo único que importaba de los mítines era la conexión televisiva y las fotos con los recintos llenos, y no había tiempo ni espacio para expresar ideas, con lo que necesitaban candidatos más directos. En segundo lugar, porque esa tarea de selección interna de cuadros que habitualmente realizaban los partidos y que ya estaba en declive se hizo aún más débil. Las nuevas formaciones necesitaban dirigentes y candidatos, y cada vez más recurrieron al exterior para captarlos: desde empresarios hasta activistas contra los desahucios pasando por astronautas o toreros, nuevas caras concurrieron al terreno electoral.

La primera conclusión es que los partidos no han sabido renovarse con la sensatez precisa y que tampoco han sabido cambiar el paso cuando las cosas se han torcido electoralmente. Se nota en sus procesos de sucesión, pero también en la dirección que han tomado. La caída de Podemos generó una crisis interna profunda que se ha solventado muy deficientemente, la del PSOE tras las elecciones generales de 2016 se saldó con un muy feo golpe de Estado en directo, provocando una posible debacle de la que fue salvado por la resurrección de Sánchez, y la del PP, con el ascenso de un líder joven que lo ha llevado al peor resultado electoral desde hace décadas. 

Además, todos los partidos han vivido su 'spin off'; ya fuera el PSOE con Rosa Díez, el PP con Vox o parte de Ciudadanos, y Podemos con Más Madrid...
En ese momento en que se sintieron presionados para cambiar, apostaron en general por dos movimientos. Uno de ellos ya se ha mencionado, ya que había que poner gente joven al frente, que diera la sensación de que existía renovación, de que se habían aclimatado a los tiempos. Pero esa transición también fue difícil de hacer, porque se resistieron a ceder demasiado poder las viejas élites de los partidos, como ocurrió con Aznar en el PP o con los González, Solana y demás en el PSOE.

Lo mismo, pero peor

El segundo ha sido todavía más pernicioso. Los partidos, cuando las cosas se han torcido, han optado por seguir haciendo lo mismo, pero peor: con más intensidad, con más espectacularidad, de forma más radical. La popularidad de las redes sociales y un periodismo a menudo partidista han contribuido a una radicalización de las formas, con muchos más numeritos, más agresividad verbal, más exageraciones, más acusaciones absurdas, mucho más de tensión gratuita y ruido sin sustancia.
Esta deriva tiene responsabilidades amplias, porque esas conductas hostiles han sido jaleadas en exceso. Un ejemplo revelador: tras el primer debate de las elecciones generales, la mayoría de los medios señalaron que Rivera fue el triunfador, como afirmaban las encuestas en línea, una buena parte de las opiniones en las redes y muchos de los columnistas que escribieron para el día después. Pero su éxito se basó no solo en la convicción con la que expresaba sus posturas, sino en las interrupciones cuando el turno de palabra no le correspondía, en las descalificaciones simplistas, en la exhibición de carteles, en la continua negación de las afirmaciones de los otros. Esas simples actitudes deberían haber servido para descalificarle, pero ocurrió todo lo contrario: las malas formas fueron jaleadas.

Un paso preocupante

Es un caso más de esa deriva negativa en la que nos encontramos, y lo sucedido ayer en el Congreso, con todo lo que se desató, es un paso más en ese camino. El Parlamento es el espacio de representación por excelencia, no un escenario para la parada de los monstruos. Seguro que muchos de los ciudadanos pueden sentirse identificados, sean de izquierdas, de derechas o independentistas, con quienes exhiben una actitud hostil, con sus camisetas reivindicativas, su tono altisonante, sus cartelitos y sus cosas, con su 'show'. Pero debería ser exactamente lo contrario, un espacio en el que no predominasen el diálogo y la confrontación entre personas, como parece hoy estar ocurriendo, sino entre ideas. No es un lugar que deba convertirse en la espectacularización de las diferencias, en la descalificación 'ad hominen' o en la escenificación para conseguir una foto, un vídeo o una frase para que sea difundida por redes.
Puede decirse de otra manera: la política no se ha vuelto joven sino más bien adolescente. Los macarrillas de 'afterwork', las pandillas juveniles, la puerilidad, la agresividad gratuita, el exceso de testosterona, las rabietas y los arrebatos, el estar permanentemente pensando en qué foto o vídeo se va a colgar en las redes es una parte más de nuestro día a día político. Y por lo que parece, esta legislatura tendrá bastante de eso en el Parlamento. ¡Por favor, ya basta, creced!: se pueden defender las ideas con firmeza y determinación sin recurrir a actitudes infantiles.
Una paradoja final: Veremos el resultado de las elecciones del domingo, pero de momento, las encuestas otorgan ventaja a candidatos como BorrellCarmena o Gabilondo, y las últimas elecciones generales fueron ganadas por Sánchez, que adoptó un perfil moderado. Quizá tanto ruido no sea tampoco buena idea desde un punto de vista pragmático.