Conviene “recordar ahora cómo fue aquel PSOE con Felipe González el que culminó transición
de franquistas hacia este actual neo-caciquismo
democrático, al implantar desde un principio, tras su aplastante victoria
electoral del 1982 en nombre de ≪el Cambio≫, unas prácticas de gobierno tan autoritarias,
opacas y clientelares que recordaron los modos del gobernar por el franquismo.
Se hizo gala, de entrada, de un pragmatismo carente de principios,
de un pactismo que no respetaba promesa ni programa alguno, atendiendo solo a
un marketing electoral de muy corta mira. Todo esto se desarrollo tras haber
consensuado antes, no solo el PSOE, sino también el PCE, un marco institucional
propicio al nuevo despotismo. Una Constitución que, además de imponer la
monarquía, hizo imposible cualquier representación que no fuera por los partidos monopolizada privilegiando el bipartidismo (primero UCD-PSOE y después PSOE-PP),
así como coincidencias en dirección o presidencia de un partido gobernante
con la del propio gobierno.
Se promovió también un centralismo extremo en el seno de dichos
partidos, sometiéndolos totalmente a las voluntades por su dirección, y
los lobbies del poder empresarial, generando terrenos propicios para corrupción o clientelismo. De este modo, la cúpula del partido gobernante
fue transformada en la instancia censora y disciplinaria suprema que
monopolizaba el poder en el país, sobre todo cuando al disponer de mayoría
parlamentaria conseguía anular la división de poderes, controlando las
instancias deliberativas y judiciales del mismo.
Tras 14 años de ejercer el poder con estas prácticas caciquiles,
el PSOE de González afianzó el nuevo régimen despótico, dejando el terreno
trillado para que, tras las tribulaciones de la transición, la derecha
vinculada al franquismo volviera al poder y siguiera imponiendo ya sin complejos
esas mismas prácticas de gobierno.
Su ausencia de autocritica y la posterior
redundancia en esta forma del ejercer el poder con los gobiernos de Rguez. Zapatero
despejan cualquier ápice de duda sobre la posición en las próximas elecciones generales del PSOE: trata
pura y simplemente de volver a poder, soslayando saneamiento político de
fondo que reclama la situación actual.
Menos dudas aun ofrecería la posición del PP orientado a mantener el
statu quo, al permanecer en el gobierno como sea siguiéndose practicando sin tapujos algunas políticas orientadas a otorgar nuevos nichos de negocios para las
elites empresariales mediante privatización o concesiones varias, unidas al
manejo caciquil del Estado e instituciones.
Junto a los recortes sociales y laborales asociados a la crisis económica, el PP también recorta derechos que
antes eran universales para limitarlos a los que puedan pagar por ellos (apoyo
judicial, sanidad, educación, etc.), o libertades (ley del aborto, ley
≪mordaza≫, etc.) con un empeño digno de mejor causa.
Se planteó así la paradoja de que la gente vota a partidos y
personas que, en vez de defender sus intereses, acaban defendiendo los de
determinadas castas o élites ajenas a la mayoría de sus votos; o del
comportamiento asimétrico de un Estado que se muestra débil y solícito con los
fuertes mas tan firme como agresivo frente a débiles...
(...) La clave del cambio postulado estribará en que buena parte de nuestra población
pasen del ser pasivo súbdito -refrendando uno u otro gobierno cada 4 años- a verdaderos
ciudadanos [entendiéndose por tales aquellas personas que adquieren una mínima conciencia cívica, es decir, del formar parte de una sociedad en la
que se consideran con el derecho a participar] políticamente activos, unidos en
la protesta firme contra el oscurantismo y despotismo vigentes e implicados en
promover los procesos o instituciones de participación para enjuiciarlos orientándose sus
tomas de decisiones.
Y eso no se logra con un golpe de suerte electoral ni con
consignas ideadas desde la cúspide de los partidos políticos, sino sobre todo
por el trabajo diario de movimientos sociales que consigan animar a las
personas a influir, con distintas formas de protesta o participación, en la
toma de decisiones que les afectan y a establecer un marco institucional
propicio para ello (...) estos requisitos no existen todavía: un
verdadero proceso de revitalización para la democracia no puede prosperar sin que
madure -conveniente mente- deslegitimación del orden político en vigor evidenciando necesidades de cambiarlo.
Mérito distintivo básico del 15-M ha sido impulsar
conjuntamente ese proceso deslegitimador y una revitalización de la democracia
desde la base (...) Pero cuando la situación pide a gritos
culminar ese proceso democrático, a la vez deslegitimador y revitalizador, su impulso se ha
debilitado por las razones que comentaremos más adelante. Todo eso tiene que ver con otro segundo aspecto que se necesita
precisar para decidir con fundamento una política electoral: aclarar cuáles
son los objetivos que el propio movimiento social estima deber compartir.
Pues va de la noche al día si el movimiento se considera una mera plataforma para
la acción frente a las agresiones del sistema que, al carecer de estrategias con objetivos
generales propios, abocada se ve al trabajar para partidos políticos existentes y a formar otros nuevos. O si, por el contrario, constituye un movimiento con
estrategia u objetivo que marquen prioridades de organización y acción.
En el primero de ambos casos, la política electoral del movimiento conduciría a
pedir el voto para los partidos viejos o nuevos más afines, a los que más o
menos implícitamente serviría. En este segundo es donde cabria discutir una política electoral propia del movimiento social, acorde con sus objetivos y estrategias autónomos. Razonemos sobre tal caso.
En lo que concierne a los objetivos, debemos dar por supuesto que, por atender la doble meta deslegitimadora y revitalizadora antes mencionada, el
movimiento social pretende cambiar el modelo de Estado hacia una democracia mas
≪real≫, es decir, participativa o solidaria. Y para ello cabe hacer uso del
mecanismo electoral para conseguir la mayoría suficiente que permita abrir un
proceso reconstituyente orientado a establecer un marco institucional más
acorde con ese tipo de democracia.
Pero como la situación no está madura para ello todavía, queda
pendiente tarea de posibilitarla forzando el proceso deslegitimador del
statu quo e impulsándose los movimientos sociales fuertes y coordinados en alguna plataforma electoral amplia capaz de conseguir las mayorías necesarias, para -sí- acometer el
saneamiento político generalizado.
(...) Esta operación no tiene visos de madurar antes de las
próximas Elecciones generales. Y menos plausible aun resulta la posibilidad de
fundar o reforzar en ese plazo partidos capaces de acudir a la próxima
convocatoria electoral y de obtener la mayoría necesaria para impulsar dicho
proceso: ello no solo está abocado al fracaso, sino que en la medida en la que
se imponga arrastrara en su fracaso a la primera al restarle fuerza y
activistas. Pues la creación de partidos, antes de reforzar la mencionada
plataforma de movimientos sociales, sería como poner el carro delante de los
bueyes, al desactivarla derivando activistas y esfuerzos hacia los actuales
teatros electorales y parlamentarios, con resultados inevitablemente pobres...
(...) Abundan las experiencias que acreditan esta inviabilidad y desvelan funcionalidades de dichos teatros [para 'representación', electorera...] como verdaderos digestores -o liquidadores- en cuanto a los movimientos sociales.
Precisamente, la decisión de hacer del 15-M un partido político que concurra a las elecciones generales o europeas sacando un porcentaje ridículo del voto sería su sentencia de muerte. Esa su inmolación por un puñado de votos conseguiría, en el mejor de los casos, obtener algún diputado, lo que sería políticamente irrelevante (Así lo atestigua el escaso número de votos obtenidos por partidos nuevos —el Partido Anticapitalista o EQUO—, que saludaban como muy exitosa la posibilidad de sacar algún diputado).
Y tampoco partidos viejos, como el PSOE o IU, están capacitados
para promover un saneamiento político general, cuando no han hecho autocritica
ni saneamiento interno alguno, así como olvidando que son los que consensuaron
el actual modelo de Estado y han venido colaborando con las
instituciones que participaron en rapiña de pelotazos, megaproyectos o
corrupciones diversas (Al igual que algunas formaciones nuevas capitalizarán votos
defraudados del PP y PSOE -o IU...- otras lo harán también con castigo a la izquierda; pero impensable resulta que lleguen hasta recuperar cuanto fueron los electorados para el PCE en 1977, con aquellos escasos réditos de todos conocidos).
La imposibilidad de que los Partidos lideren hoy con éxito una
plataforma por tal tipo arranca de que, definitoria mente, parten a
las gentes; mientras que todo el mundo que no tenga intereses mezquinos o
inconfesables debería estar de acuerdo con el propósito de parar los pies al
actual caciquismo democrático, que ha arruinado al país al impulsar la cultura
del pelotazo urbanístico y el latrocinio directo e indirecto de los
megaproyectos. Todo el mundo, salvo los caciques y sus serviles colaboradores,
ahora está siendo víctima del paro, los recortes o las preferentes, sin distingos
políticos ni culturales.
Salvo algún sádico, todo el mundo coincidirá en que la gente más
castigada con la crisis debería no quedarse por las calles ni tener que buscar la
comida en los contenedores de basura; y todo el mundo debería estar de acuerdo
en la necesidad del establecerse un marco institucional más propicio a buenas prácticas
políticas acordes con una democracia más transparente y participativa: buenas
prácticas que hagan que todo el mundo asuma que, si un gobierno decide y actúa
con opacidad y sin tener en cuentas a la ciudadanía, si evita el debate en los propios
órganos deliberativos del Estado y no incentiva, sino que castiga las
iniciativas ciudadanas de participación, control y legislación, ese gobierno no
debe llamarse democrático, sino despótico o autocrático, por mucho que haya
sido votado por una minoría suficiente del censo electoral que le permita
gobernar.
Solo después de haberse promovido cualquier Plataforma de movimientos sociales
capaz al difundir con éxito el sentir generalizado sobre necesidades del saneamiento
político y cambio institucional, e incluso concurrir a las elecciones logrando un
triunfo electoral lo suficientemente amplio para impulsar los cambios
necesarios, podría tener algún sentido práctico la eventual reconversión de tamaña plataforma en una organización unitaria que -contra lo habitual-
ejemplificara funcionamientos transparentes, abiertos y participativos.
Ello no
sería ya ninguna opción para más oposiciones, a la defensiva, sino de gobierno; cuyos riesgos -por burocratización,
o deriva despótica- deberían ser objeto de preocupación y control social. Pero tamaña situación está bien lejos del momento actual.
En resumidas cuentas, pues: que el actual sistema político está cada vez
más en crisis, pero no acaba de morir, ni lo nuevo termina por despuntar... En
esta situación será en la que alguna política de abstención -consciente mente- justificada
podría tener sentido como medio para socavar aun más las credibilidades del sistema, por hacer que la ciudadanía despierte tomando conciencia de su fuerza, y fortalecerse al propio movimiento social...
(...) Una propuesta de tal abstención como protestas activas debería explicar cómo su principal razón impulsora no es el rechazo a este o aquel partido político, sino al sistema político actual, pues ofrece caldo de cultivo adecuado para que los presentes despotismos hayan podido prosperar.
Así semejante abstención se presentaría como una rotunda forma del decir ≪no≫ al sistema subrayando necesidades de reformarlo para establecer otro nuevo que, a diferencia de lo actual, propicie las buenas prácticas políticas; haciendo que transparencia y participación sean moneda común. En la medida en que ganara terreno el ≪no≫ con esta especie de referéndum del rechazo al sistema político, ayudaría para formarse Plataformas de movimientos sociales que ya exijan un nuevo marco institucional más acorde a procesos de revitalización democrática propuestos, y haría las veces de potente revulsivo sobre los mortecinos panoramas electorales…
(…) La explicación de las razones que justifican el optarse por abstención activa o fundamentada en esta coyuntura política presente ayudaría para clarificar los objetivos y prioridades del movimiento social. Esa campaña otorgaría contenido al enunciado afán de hacer un escrache, o darle jaque, a este Sistema -político- para facilitar avances hacia los objetivos del saneamiento y replantear el mismo.
Se revitalizaría entonces la divisa del 15-M ≪vayamos despacio, que vamos muy lejos≫, al dejar
de lado las prisas electorales que amenazan con supeditar o aun liquidar el
movimiento por algunos pocos de votos. La priorización de estos objetivos de fondo,
unida a la opción táctica de lanzar la campaña de abstención activa, ayudaría a
evitar la dispersión de metas y acciones, que ha contribuido a cansar y
dispersar la propia militancia del movimiento…
Debería quedar claro hasta qué punto abstenerse no es un objetivo de
fondo ni tampoco estrategia, sino una opción táctica o adaptada sólo a estos momentos para evitar que -al carecer de política electoral- el movimiento pierda toda iniciativa en lo actual, viéndose arrastrado y diluido por la euforia
electoralista de los partidos (...) Cabe subrayar también que una campaña de abstención razonada cogería a contrapié al sistema en su empeño de promover pasividad en su población durante toda la legislatura, al prolongar esa pasividad justo cuando el sistema exige que se interrumpa brevemente para ser refrendado mediante el voto.
Abstención, así, se plantearía como un acto para desobediencia civil consciente
justo cuando el sistema reclama a golpe de corneta participación de la gente
como votantes. Dicha campaña perseguiría -en suma- transmutar los pasotismos políticos alimentados
por el sistema, con acción deslegitimadora del mismo, reorientándose a menguar su representatividad.
Por último, la campaña de abstención consciente
contribuiría a revitalizar el empeño principal de las movilizaciones por hacerse
una sociedad más viva y participativa, al reafirmar la conciencia de que no hay
atajos ni golpes de sombrero políticos para conseguirlo. Pues hemos de recordar
que, más allá del marco institucional y formas del gobierno, una sociedad será
más o menos democrática en la medida que cuente con un mayor desarrollo comunitario
que amplifique las relaciones, los contactos e implicación de sus personas
en los asuntos públicos.
Toda sociedad evolucionará destruyendo y construyendo
relaciones sociales o comportamientos individuales que lleguen a reforzar o diluir sus
desarrollos comunitarios. Y una como la nuestra, cuya dimensión comunitaria
se halla bajo mínimos, apenas podrá defender sus derechos, ni menos imponer el
interés general frente a los afanes de rapiña en algunos.
Precisamente será esa lucha diaria contra el actual despotismo
democrático, que hizo suya el 15-M, lo que otorgue más peso a la ciudadanía en
el frágil equilibrio democrático, como también es la lucha contra la degradación
social, ecológica y territorial la que podrá empujar a la sociedad hacia
horizontes de progreso. A la vez que por fe ciega o en los
ceremoniales democrático-mercantiles, al eclipsar la implicación ciudadana, se abre camino hacia más regresiones y despotismo.
Es, en suma, el permanente afán por tejer o mantener redes sociales para contactos individuales (estableciéndose así algún tipo de marco institucional más propicio...) lo que pudiere contrarrestar tendencias hacia degradación entrópica que alcanzan también todos los rincones en la vida y su sociedad.
Hemos visto que una campaña de abstención activa podría rememorar estos objetivos
e impulsar estas tareas unidas a la creación de nuevos sistemas para control y
participación de poder, que han venido siendo un objetivo primordial y
distintivo del movimiento social surgido con el 15-M cohesionándose, así…"
.
Nunca delegaremos de nuevo
-tan pasivas mentes
...- en estos Partidos y sus l
íder
es con tribunas...
¡Nosotros mismos, realicemos el esfuerzo, regenerador (no podríamos -ya- confiarlo a 'bipartidistas imperfectos' de sobra para tercera edad reconocidos, ni tampoco al otro 'bipartidismo y medio' ahora emergente por hacerse con alternancia)...!