domingo, 21 de febrero de 2021

'El viaje' de Javier Heraud, medio Siglo después

   

    
Quien terminó siendo conocido como 'el Poeta guerrillero'... a lo que se consideraba -sobre todo, en realidad, y verdadera mente- adscrito es al, en las filas del combatirse por aquel programa cantado con "la Poesía es un arma... cargada de futuro", militar desde su razón o palabras indesmayables.

Y por ende, aun precisando de [con]vencer las prejuiciadas resistencias anteriores del líder rebelde que al fin lo terminó aprovechando (¡pues -hasta entonces- había insistido en el "rechazar a poetas, entre los conjurados, para su partida"...!), fue muy consecuente por seguir firme propósito enunciado desde su "Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse"...







 
En la Cineteca de Madrid hemos tenido el lujo de recibir al entusiasta equipo que nos ha venido a presentar su film "El viaje de Javier Heraud", desde Perú, superando parálisis global por los miedos que ahora ocupan casi todo: Ariarca Otero, sobrina nieta del poeta Javier Heraud (1942-1963), decide abrir el baúl de los recuerdos y reconstruir la historia de su tío abuelo acribillado en el río Madre de Dios, privando a la poesía peruana de una de sus voces más singulares y genuinas. Por la mirada de Ariarca, que también tiene 21 años, conocemos de cerca la vida y obra del artista. Ese baúl custodia una historia que, pese a la familiaridad de ambos con el autor, ni ella ni el director del documental casi conocían. 

Heraud escribió toda su obra desde los 18 años y en sólo tres más. Mediante su escritura se descubren los viajes de Javier a París, Moscú, Madrid y la Habana; sabiendo también por testigos cómo [bajo el seudónimo 'Rodrigo Machado', utilizado de alias clandestino] entró a militar en un grupo insurreccional que consiguió arribar al Perú desde Bolivia por la selva -soñando con el lograr tan sólo 'colaborar ayudando al levantamiento campesino autónomo ya desencadenado previamente' y... fue balaceado hasta destrozarlo tras capitular. Desapareció así una de las voces más valiosas de la poesía del Perú y pasó Heraud a ser otro eterno poeta, el llamado 'Rimbaud de la poesía peruana', joven.
 
   
  
En septiembre del 1961 —sólo dos años antes de la muerte del poeta, tiroteado por la espalda con hasta 19 balazos un 15 de mayo, cuando cruzaba el río Madre de Dios en balsa...— Mario Vargas Llosa entrevistó desde París por radio a Javier Heraud. El diálogo duró apenas 8 minutos pero en ellos el aún entonces ni veinteañero autor luego pronto trágicamente malogrado pudo ofrecer su opinión sobre la poesía en el Perú y su manera del entender el quehacer literario:
 
[V. Ll.] - ¿Cuál es el panorama de la poesía actual en el Perú?
 
[J. Heraud] - La poesía atraviesa en este momento por una de sus mejores etapas, es quizá la mejor poesía que se hace en habla española. Nombres como el de Washington Delgado, Alejandro Romualdo, Javier Sologuren, Gonzalo Rose, Gustavo Valcárcel, Carlos Germán Belli lo demuestran. La última generación, me refiero a Corcuera, Naranjo, Razeto, Calvo, está perfectamente unida y yo creo que lo más saludable que tiene la poesía peruana actual es su perfecta fusión, su cambio perenne y continuo.
 
- ¿Cuáles son las tendencias marcadas en la poesía peruana contemporánea?
 
- Mucho se ha hablado de las distinciones entre poesía social y poesía pura. Luis Alberto Ratto en un último libro sobre poesía peruana pedía un nombre no tan tajante, digamos, como poesía existencial que vendría a ser la poesía social y que es cultivada en el Perú por Romualdo, Valcárcel, Rose, y poesía pura, cultivada por Sologuren, Eielson, Belli, Bendezú. Yo creo que en la última generación, del 35 al 40, estas dos tendencias se unen perfectamente; ya no podemos decir si poetas como Naranjo, como Corcuera o Razeto, son poetas puros o son poetas sociales.
  
- ¿Cómo ve su propia poesía dentro de estas tendencias poéticas peruanas?
 
- Lo que yo veo es una intención que tengo en la poesía, yo me propongo hacer una poesía narrativa, descriptiva, clara, que se enriquezca con muchas cosas, con la música, con el aire, pero que no deje de ser poesía clara, poesía que pueda ser leída por todos.
 
- ¿Cuáles son los autores que más ha frecuentado?
 
- Debo anotar ante todo poetas como Vallejo, como Neruda; entre los españoles preferentemente a Antonio Machado, García Lorca y Miguel Hernández; de la poesía inglesa admiro a Dylan Thomas.
 
- Hasta hace poco se hablaba de la tremenda influencia de Neruda en la poesía peruana, ¿esta influencia sigue tan vigente como hasta hace 10 años?
 
- Bueno, yo creo que efectivamente hace 10 años sí se podía hablar de una influencia marcada de Neruda, pero el mismo proceso que ha sufrido Neruda, tan cambiante, ha disminuido mucho o favorecido la disminución de su influencia, sin embargo no hay que negar que Neruda marca el principio de todo poeta que se inicia en el Perú.
 
    



"La vida baja como un ancho río"
 (Antonio Machado)
  
Yo soy un río,voy bajando por las piedras anchas, voy bajando por las rocas duras, por el sendero dibujado por el viento. Hay árboles a mi alrededor sombreados por la lluvia. Yo soy un río, bajo cada vez más / furiosamente, / más violentamente / bajo / cada vez que un / puente me refleja / en sus arcos.

 (...)

Y es aquí cuando más me precipito Cuando puedo llegar los corazones, cuando puedo cogerlos por la sangre, cuando puedo mirarlos desde adentro. Y mi furia se torna apacible, y me vuelvo árbol, y me estanco como un árbol, y me silencio como una piedra, y callo como una rosa sin espinas.

 (...)

Yo soy un río. Yo soy el río eterno de la dicha: ya siento las brisas cercanas, ya siento el viento en mis mejillas, y mi viaje a través de montes, ríos, lagos y praderas se torna inacabable.

 (...)
 

Llegará la hora en que tendré que desembocar en los océanos, que mezclar mis aguas limpias con sus aguas turbias, que tendré que silenciar mi canto luminoso, que tendré que acallar mis gritos furiosos al alba de todos los días, que clarear mis ojos con el mar. El día llegará, y en los mares inmensos / no veré más que mis campos fértiles, / no veré mis árboles / verdes, mi viento cercano, mi cielo claro, mi lago oscuro, mi sol, mis nubes, ni veré nada, / nada, únicamente el cielo azul, / inmenso, y todo se disolverá en una llanura de agua, en donde un canto o un poema  más  /  sólo  serán  ríos  pequeños que bajan, ríos caudalosos que bajan a juntarse / en mis nuevas aguas luminosas, / en mis nuevas / aguas / apagadas.

 (...)

 

Mi cuarto es una / manzana, / con sus / libros, / con su / cáscara, / con su cama / tierna para / la noche dura. / Mi cuarto es el / de todos / es decir, / con su / lamparín que / me permite reír / al lado de Vallejo, / que me permite ver / la luz eterna de / Neruda. / Mi cuarto, en / fin, / es una / manzana, / con sus libros, / sus papeles, / conmigo, / con su / corazón. / / Por mi ventana nace / el sol casi todas / las mañanas. / Y en mi cara, / en mis manos, / en el dulce / clamor de la luz pura, / abro mis ojos entre la / noche muerta, / entre la tierna / esperanza de / quedar vivo un / día más, / un nuevo día/ para / abrir los / ojos ante la / luz eterna.
 (...)



C. B., interminable amigo.

Keshava, ¿con qué objeto mataría
a los míos? No deseo la victoria,
los reinos ni los placeres.
(Bhagavad-Gita. I, 31)
 
No deseo la victoria. / La victoria es siempre pasajera, / no queda después  sino la muerte, / el regocijo, el gozo falso de la vida: / una hierba caída sobre el hombro, / un refugio que aguarda su retorno, / un escondido llanto después de la / batalla y la victoria. / Un vaso palpitante, / un cuerpo en perpetuo movimiento, / un cenicero vacío eternamente / son más efímeros que la victoria, / efímera y vana, cansada y agotante. / Difícil es remar a  remo suelto, / difícil llenar el vaso lleno, / difícil cambiar el tiempo ajeno. / No deseo la victoria ni la muerte, / no deseo la derrota ni la vida, / sólo deseo el árbol y su sombra, / la vida con su muerte.

 (...)

Descansar en el valle / que baña el río todas las tardes, / en las arenas que cubre el mar / todas las noches, / en el viento que sopla en los ojos, / en la vida que alienta ya sin fuego, / en la muerte que respira el aire lleno, / en mi corazón que vive y muere diariamente.
 
 

Porque mi patria es hermosa / corno una espada en el aire, / y más grande ahora y aún / más hermosa todavía, / yo hablo y la defiendo / con mi vida. / No me importa lo que digan / los traidores, / hemos cerrado el pasado / con gruesas lágrimas de acero. / El cielo es nuestro, / nuestro el pan de cada día, / hemos sembrado y cosechado / el trigo y la tierra, / y el trigo y la tierra / son nuestros, / y para siempre nos pertenecen / el mar, / las montañas y los pájaros.




El valle de
Tarma es grande.
Pero más grande
es mi corazón
cuando lo miro,
pero más amplio
es mi pecho cuando
aspiro aire, y aire,
cielo y cóndor,
martes y jueves,
más grande que el
río es el hombre,
más grande que el
valle son los ojos
de tantos caminantes
de costado.
 
Lentamente caminé‚
por la ciudad
Y por sus calles.
Cálidas piedras sostenían
mis zapatos,
sostenían mi cuerpo
tiernas manos anochecidas
como estrellas.

Un día me alejé de casa
Dejé a mi madre en la puerta
con su adiós mordiéndome los ojos.
(Mi hermano, el pequeño,
no comprendía nada y creía
que volvería pronto).
Yo sabía que ese viaje era
para mucho
y por eso abracé bastante
a mi padre y saludé
futuros matrimonios de mis hermanas.
El carro ya partía,
me fui, me marché, me largué
rápido de casa,
cumpliendo amenazas pasadas
que yo profería.
No quise despedirme de Amaranta
porque "el tiempo del amor no vuelve más".
Yo lo sabía,
y así entre amargura y desconsuelo,
me marché una tarde,
abandoné todo,
mi patria, mi país, mi casa,
"el mundo que a escondidas miro".
Y así llegué a La Habana,
recordando episodios transcurridos
entre cantos y risas.