Hoy, como cuando -hace tantísimos años que una inmensa mayoría no habíamos nacido, aún- A. Machado lo advertía en vísperas de nuestra última Guerra cainita [In]Civil, "¿Tu verdad? No. ¡La verdad, y ven conmigo a buscarla, la tuya guárdatela!"... "Españolito, que vienes al mundo, te guarde Dios: 1 de estas 2 Españas habrá de helarte el corazón"... "De 10 cabezas -hoy, en España- embisten 9; y 1 piensa"...
Nuestra repentina fragmentación política exige alcanzar [novedosos] Pactos hoy, a fin del inmunizársenos contra sectarismos que ya costaron en el pasado tanta infelicidad y retrasos. Durante unos 150 ultimísimos años los españoles apenas hemos vivido en democracia 100, solo, y casi fue siempre con un régimen bipartidista. Este reciente y nuevo fragmentarse nuestra representación política nos plantearía (como expone Benito Arruñada) una prueba de madurez que fuimos incapaces de superar en otros momentos:
“Causa
perplejidad cómo [tras conocerse resultados definitivos de aquel, aun muy próximo,
20-D…] a los líderes del PSOE les
resulta imposible negociar frente al rival Partido Popular y, sin embargo, están dispuestos para
pactar con Podemos. La paradoja es más notable pues su distancia con este segundo
es mayor, no ya sólo por sus propuestas de acción política sino en su respeto
al marco constitucional, tanto nacional como europeo. Para no hablar sobre
alguna posición de Podemos ante los derechos humanos en Venezuela e Irán.
Según
algunos, el giro del PSOE a la izquierda es mero cálculo electoral; pero el Partido
pequeño no siempre sale perdiendo en coaliciones gubernamentales. Además, ese calcular
solo explicaría que no entraran en el Gobierno o ni llegasen a un acuerdo del
abstenerse, pero no su negativa a negociar con el PP… Negarse a negociar tiene
poco sentido cuando la mayoría de los
ciudadanos desean un acuerdo centrado, no frentista y divisivo. Además, la
sangría de votos del PSOE sería mortal si su futuro gobernar quedase atado a
los oportunismos de Podemos.
Tampoco
cabe pensar el que tales incapacidades de diálogo obedezcan a la poca
democracia interna de los Partidos y, en concreto, al que dialogar perjudique a
sus líderes. La brecha del diálogo se sustenta en el sentir desde la base y las
intelectualidades de izquierdas. Solo aquellos de sus líderes con más experiencia
son favorables a dialogar ante las derechas, quizás porque su paso por el poder
les ha hecho más ecuánimes y menos instintivos al enjuiciar a los demás. Tal
vez experiencias enseñan que la naturaleza humana es más compleja de lo que recogen
maniqueísmos al uso.
Por
último, lo más importante, el que la dificultad débase al que hoy populares y socialistas
aspiren a poder aplicar políticas diferentes es poco verosímil. Al fin y al cabo,
tanto en materias económicas como sociales el margen del elegir está hoy
acotado por su común respeto a las restricciones que imponen la pertenencia al Euro
y la Unión Europea; e incluso sucede algo parecido en materia de soberanía
nacional. Es más, si parece insalvable alguna diferencia real es su aceptación dudosa
por Podemos: no dicen estar contra Europa ni el Euro, pero sus propuestas
podrían bien ser incompatibles con ambos.
Por todo ello, la causa de la negativa socialista podría ser más profunda y residir
en que muchas de las izquierdas creídas ‘Progresistas’ quizás
[tan solo '¡no decente...!' o '¡miserable y ruin...!' e] inmoral consideran a quien, como antagonista, tildan...
por ser [¡ni ya de -sus más opuestos- ‘reaccionarios’,
según en cambio sería menos ilógico!, sino meros] ‘Conservadores’. Sucedería, pues, en España hoy
algo similar a lo que -con un trabajo ya clásico, Graham, Haidt &Nosek-
constataron hace años para los ‘demócratas’ estadounidenses: estos no creían
(ni, aparentemente, creen) que los ‘republicanos’ deseen construir una sociedad
más justa, ni que les importen el Medio Ambiente o ningún Bienestar de aquellos
individuos menos favorecidos. Sienten así que discrepan en los objetivos, y no tan
solo respecto a unos medios empleados con el fin de alcanzarlos.
Este
tipo de prevenciones morales ahora serían menos racionales en España: debido a restricciones
europeas, el margen para decisión de nuestro Gobierno es muy estrecho. Y la prevención se sustenta más bien por
prejuicios o resentimiento no del todo distintos a lo que izquierdas esgrimían
entre 1934 y 1936 para impedir el acceso de las derechas al Gobierno en la II República.
Apunta en esa dirección el que, contra toda evidencia, parte de la ‘Izquierda moderada’ necesite aun considerar
‘Derech(on)as extremas’ a los Partidos
del centro-derecha y liberales.
Ciertamente,
la repulsiva incidencia de corrupción en el PP ha proporcionado una excusa
útil, al concitar emociones de asco y rechazo que tentador es emplear como
palancas instintivas. No es casual que se haya llegado al hablar de lo necesario
del ‘depurársele‘ al PP. Mas no exigiendo, como
sería lógico y sus propios votantes exigen, cambios en su liderazgo; sino
condenando al ostracismo a toda su militancia y, por extensión, también a 7,2
millones de votantes que tan asqueados como el que más están con la corrupción entre
sus representantes. Yendo un paso más allá del estereotipo de las ‘Castas’ gobernantes, está jugándose a crear otra con los ‘intocables’ apestados, quizá sin querer.
La
oportunidad es arriesgada, y no solo en términos del interés público: el propio
PSOE ya se ha encontrado más de una vez en similares circunstancias. Pero estamos a tiempo para reconducir este
proceso de división, pues apenas se plantea ya una similar actitud en
términos de superioridad moral por la derecha [por ejemplo, ‘El País’ es
considerado brújula para su ‘corrección política’ incluso entre los
empresarios]… Ciertamente, sí existen sectores que simplifican la moral del
progresista típico; a menudo como un compendio de autoengaños sin sentido
alguno de la lealtad, autoridad o trascendencia. Sin embargo, dentro de los Partidos,
ahora se trata de posiciones minoritarias, aunque crecientes, como reflejan los
exabruptos desde algunos líderes populares.
La
solución racional pasa por reconocer las entidades morales del adversario, lo cual
requiere también entender la estructura instintiva de toda moralidad, tanto
ajena como propia. Es preciso comprender que ambas matrices morales
—progresista y conservadora— son imprescindibles para la convivencia. Busquemos
asentar ésta con racionalidad, más que intuiciones e instintos. Según argumenta un progresista como Joshua Greene,
para conflictos del tipo ‘Yo-contra-nosotros’ basta con la moral instintiva;
pero los que hoy nos aturden se plantean entre tribus culturales, y son del
tipo ‘Nosotros-contra-ellos’: el resolverlos requiere que la racionalidad tome
control sobre los instintos tribales (...)
Bajo un
bipartidismo, basta con la tolerancia pasiva del adversario, tanto si estamos
con el Gobierno como entre sus oposiciones. La fragmentación requiere una
tolerancia más activa: no cabe odiar a los enemigos pero tampoco basta el
soportar al adversario, sino que se
precisa dialogar pactando con él; y eso exige empatía o confianza. No basta
con aceptar su derecho al pensar, creer y ser diferente, sino valorar que las
diferencias morales nos enriquecen a todos.
Verdadera
mente, nunca se podrá llegar a dialogo desde ‘superioridades’ morales ni éticas... Y aun menos desde ninguna cosificación del adversario, a la
cual nos podrían llevar supremacismos culturales o étnicos que aún se nutren de
nuestros localismos y sectarismos.”
(diario El País: ‘Del vicio de la Superioridad moral’, 16.02.2016)
Quienes leen, escuchan o/y miran tan solo [aquello que, sin censurarse, les haya cabido] en sus muy partidistas medios nunca podrán ver por completo el bosque formado también con cualesquier árboles no propios.
Las personas que pretenden 'ser de' [izquierdas o derechas, por ejemplo, sólo]... deberán cuidarse del no entenderlo como si por tal fueren condenadas a estar 'demediadas'; o sea, hemipléjicas, cojas, mancas o tuertas (inválidas
para funcionar en sus mitades) cual unas meras 'parroquianas' fidelizadas al "Dime, niñ@, de quién... eres!".
Pobres de quienes desatiendan cualquier aviso recibido en la realidad, por el mero hecho del que provenga desde sus izquierdas o derechas. Ya el sabio K. Marx repitió muchísimo lo que J. W. Goethe, tan bien, puntualizaba: "Las teorías, amigo mío, podrían ser grises... mas el árbol de la Vida será -perenne mente...- verde siempre".
¡Está ya Blasco en prisión por corruptos gobiernos de ambos: PSOE&PP...!
“…la Unidad Popular, o
como quisiera denominarse, es algo de mayor envergadura que una simple
yuxtaposición de siglas: Podemos e IU (…)
Considero que la
cultura de movilización y lucha debe ser repensada, reestructurada y
actualizada a fin del ser más ágil o eficaz, menos reiterativa y sobre todo capaz
para romper el aislamiento con la mayoría social a causa de los lenguajes, maneras
y tics (…) Por misma razón, las
culturas de resistencia deberían ceder el paso a la del Gobierno. La Unidad Popular,
o como lo llamemos, no puede centrarse básicamente en demandar del Poder sino
en debelarlo democráticamente, creando ya otro propio y específico.
Pero ello significa y
evidencia la centralidad del Programa. Sin comunes Programas no hay
alianza durable ni tampoco cultura del Gobierno. Y al hablar de Programa quiero
subrayar que no es ningún rosario de intenciones o deseo; sino acopio de trabajo
colectivo con procedimientos democráticos, medios económicos y, sobre todo,
símbolo muy esencial o razón de las alianzas sociopolíticas: basar el Cambio en
simple acuerdo sobre listas electorales o cargos es trivializar el proyecto; es
hacerlo inocuo..."
Y tras del episodio inmediato anterior de "Tamayazo en Cataluña" concluía, tan bien, Martín Seco: "En fin, queda demostrado una vez más que cuando se amanceba con el nacionalismo la ideología de izquierdas pierde siempre, y así terminará diluyéndose... Pues el nacionalismo es un dios muy celoso que, como aquello del Antiguo Testamento, no soportaría rivales. Y todo, todo, debe sacrificarse a sus intereses. 'Podemos' haría bien tomando buenas notas por ello."
Además, es "curioso el contraste entre un discurso que algunos quieren mantener acerca del antagonismo de los 2 grandes Partidos políticos (PP y PSOE), impidiendo cualquier Pacto ni acercamiento, y la realidad enmarcada más allá de por los programas electorales (el papel lo aguantaría casi todo) mediante su actuación en las respectivas etapas gubernamentales.
Los prohombres del PSOE quieren convencernos de que hay alguna brecha infranqueable, o una distancia infinita, entre ellos y el PP: señalan, como responsables únicos del sufrimiento infligido -en la sociedad española, los últimos años- a éste; mas olvidando que, a diferencia de Podemos y con Ciudadanos, ellos no son nuevos en esta fiesta y que, en materia económica, entre acción y reacción transcurre un largo espacio de tiempo, de manera que las responsabilidades en esta crisis se extienden mucho más allá del Gobierno de Rajoy (...)
El único cambio bastante obvio que se
desprende del resultado en las elecciones el 20-D ha sido la pluralidad de opciones
políticas y una superación por tanto del bipartidismo. Aunque, entiéndase bien,
ello no implica la desaparición de las dos formaciones políticas hasta ahora
hegemónicas, en cuyo caso estaríamos de nuevo inmersos en el bipartidismo. Lo
único que se habría modificado serían los actores.
Este cambio es sin duda claramente
positivo, ya que nos libra de dos lacras, a cual más negativa, a las que nos
tenía resignados desde los orígenes nuestra Ley electoral: las mayorías
absolutas y el sometimiento al arbitrio y chantaje de los partidos nacionalistas,
aunque existe la amenaza de que esta última retorne de manera distinta, y por
donde menos cabría esperar. La contrapartida es la mayor dificultad para
alcanzar la gobernabilidad. De ahí que los partidos, especialmente los
antiguos, tengan que cambiar de chip.
Uno de los aspectos más repulsivos de los
políticos en la España reciente –tal vez fruto del bipartidismo- ha sido el
sectarismo que ha informado la mayoría de sus discursos, condenando como
nefasto todo lo que la formación política contraria realizase o propusiese,
incluso cuando fuese lo mismo que ellos habían ya practicado. La nueva etapa,
por el contrario, comporta y hace imprescindible buscar las semejanzas y
acordar las discrepancias. La gobernabilidad exige abandonar toda posición
dogmática y maniquea, así como maximalista.
Solo quien obtenga mayoría
absoluta, lo que no es previsible, puede pretender mantener intacta la
totalidad de su programa propio: el Pacto, negociación o consensos, requieren
renuncia. Los políticos, y también por qué no sus votantes, deberán
acostumbrarse a que la democracia, tal como afirmaba Richard Hofstadter, es “algún
equilibrio armónico de frustraciones mutuas”.
Hoy, más acá de
tantos dimes o diretes: lo básico es que NO se necesitarían otras Mayorías
partidistas, como con anterioridad, SIno Gobierno y actividad eficaz por parte
de nuestras Cortes parlamentarias.
- Tanto el
PP como Ciudadanos, igual, se concentran en pretender que NO se tengan en
cuenta por ninguna futura mayoría gubernamental 7’4 millones de votos (un 30%
recolectados) entre Podemos o sus adláteres (UP/IU, En Comú, Compromís,
Mareas...) e independentistas (DiL, ERC y Bildu)...
- El PSOE
a su vez querría Vetos por un modo análogo a cualesquier apoyos desde 7’2 millones
de Votos (29% sobre los totales) del PP (con sus anejos UPN más Foro Asturias)...
- Y más
aun, Podemos plantea su cordón sanitario para excluir toda participación decisoria por los
10’7 millones de votos (o sea, el 43% del total) que han escogido apoyar tanto
al PP/UPN+FA como a C’s...
Sin
embargo, NO sería preciso en los Partidos nada del ‘moderar’ sus Programas ni
‘coaligarse’ con otros -como parece ser alguna reclamación ahora muy común-
sino ‘madurar’ y ‘tolerar’ el que les resultará inexcusable tomar en cuenta
siempre al resto, tanto cuanto exigirán que debiere hacérseles a ellos mismos por los demás.
El método
práctico ha de pasar por consensos del Mínimo común (múltiplo), o 'sinergia', mejor
que trazo de líneas rojas para 'bloqueos' descalificando cuanto no se hubieran reconocido
'Máximos comunes (divisores)' aceptados entre los respectivos propios Programas.
Si aquí la
ciudadanía eligió a sus Representantes ya, distribuidos entre unos 4 Grupos partidistas
principales relativamente compensados (en equilibrio, es decir, sin posible
alianza -o conjunción mayoritaria- para nuevo 'rodillo' parlamentario ninguno)
aparte de otros mucho menores, HOY toca formar Gobierno y controlar desde las
Cortes todo cuanto a continuación por éste se nos haga.
Para eso
cobran cada día, sin que pudiere justificarse aplazar Tareas tanto durante
meses -o aun trimestres- de truculenta inacción remunerada, pese a cuantos mediáticos rituales cuentistas y pomposísimas liturgias nos entretengan tamaña demora irresponsable.
Y tampoco cabe aceptarles el que mientras tanto quieran
obligarnos al repetirse más Elecciones… hasta conseguir modificar
democráticas voluntades expresadas ya de sobra, ¡todas las cuales deberán
acatar -sin salvedades...- para un preciso cumplimiento, del encargo, y ahora mismo!