miércoles, 19 de mayo de 2021

Pulverizado el Estado de Derecho... ahorita en España, so pretexto de 'la pandemia del Covid'

   

Usemos las ponderadas palabras del profesor Juan M. Blanco, escuetamente: "La humanidad ha sufrido muchas pandemias; pero ninguna como la presente. Y no por la gravedad, sino por la singular manera de afrontarla. Desde la desaparición del 'telón de acero', Europa no había contemplado semejantes trabas a la circulación, incluso dentro de un mismo país. Ni el mundo tal supresión de derechos y libertades. En algunos lugares, como Australia, llegaron al amenazar con penas de cárcel a los ciudadanos que regresaran hasta su propio país.

El presente desatino comenzó de forma improvisada con la aplicación de unas ideas novedosas, insólitas, impulsadas por grupos de expertos que señalaron la eliminación del virus como primordial objetivo. Al precio que fuera. Si antaño preocupaban los enfermos, el foco se desplazó rápidamente al número de “positivos”, fueran asintomáticos o no, algo desconcertante pues el riesgo de muerte por Covid de una persona de edad avanzada es 1.000 veces superior al de una persona joven y sana. 

Pero la mística por 'el PCR' condujo a sumar ambos casos por igual, sin un tratamiento diferencial. Pocas cosas poseen tanto hechizo como las malas ideas. Librarnos definitivamente del virus parece un plan atractivo, tentador. 
  
  
Pues en la práctica desemboca en una perpetua búsqueda de un ilusorio 'El Dorado', en una
coartada para mantener indefinidamente restricciones. Porque el virus ha venido para quedarse. Mucho más eficiente es adaptarse a él, vacunar con especial empeño a los vulnerables, crear suficiente inmunidad para que la enfermedad constituya un riesgo limitado, como muchas otras. Sin embargo, la perspectiva de eliminar los virus de la faz de la Tierra causaba ya furor en ciertos colectivos.
 
El frustrante camino hacia la erradicación

Los intentos de erradicar gérmenes causantes de enfermedades comenzaron en los años 50 del siglo XX, resultando todos infructuosos. Pero en 1980 tuvo lugar un éxito inesperado, el único hasta hoy: la erradicación del virus de la viruela. El director de la campaña, Donald Henderson, explicó que el virus reunía todas las condiciones favorables: no poseía reservorios en animales, su enfermedad cursa siempre con síntomas identificables perfectamente, sin necesidad de pruebas, y existía una vacuna transportable sin refrigeración al lugar más recóndito, que garantizaba una inmunidad al 100% de por vida (obsérvese que el SAR-COV-2 no posee ninguna de estas cualidades).

Henderson declaró que no veía en el horizonte ningún otro germen susceptible de erradicación, que consideraba más razonable minimizar los daños de las enfermedades pues cualquier estrategia demasiado agresiva podría “comprometer los derechos humanos”. Había dado en el clavo: no es razonable intentar eliminar un virus si los daños causados a la sociedad van a ser superiores a los beneficios; mucho menos si la probabilidad de éxito es casi nula. También advirtió que aceptarse acríticamente unos modelos matemáticos que no consideran los efectos adversos de las intervenciones públicas, “podría transmutar una epidemia -perfectamente manejable- hasta desastre nacional”. Henderson falleció en 2016 sin poder comprobar que sus temores estaban muy bien fundados.
 
'Negociael Gobierno, con la
UE, reformas 'Hasta... 2026'
[impuestos, pensiones, etc.]
sin pasarlo por el Congreso:
¡de 'botellón' ladran mientras
o 'sin aforo...', en Bozal ando
[Pero de Vox&Ayuso 'largan']!
  
Mientras tanto, el éxito de la viruela había desencadenado una fiebre del oro, hervideros de [más o menos] expertos buscando su propia 'mina', indicando a la OMS un sinfín de gérmenes como su objetivo. Eliminar microorganismos se convirtió en una obsesión, sin considerar los costes económicos, sociales o políticos que podría generar cada intento. Quizá el atractivo de pasar a la historia como salvador de la humanidad se había tornado irresistible.
 
Un culto ultrapuritano

La gran mentira de esta pandemia ha sido pregonar que los confinamientos, las exageradas restricciones y el objetivo de suprimir el virus estaban avalados por la ciencia, algo absurdo porque la ciencia no puede señalar las mejores políticas, ni establecer los fines; o mucho menos sustituir a los ciudadanos en su toma de decisiones a través del sistema democrático. Aunque algunos expertos esgrimieron la autoridad de la ciencia, la propuesta no era más que su opinión personal.

Resultó fácil convencer a ciertos colectivos beneficiados por las restricciones. Y también vender la idea a una sociedad bastante infantilizada, con pocos principios sólidos, que detesta cualquier riesgo, busca la seguridad antes que la libertad y acepta difícilmente la enfermedad y la muerte.

Recurso clave fue una difusión del miedo ["Covid y sinuosa estrategia del miedo"], pero también la construcción de algunos relatos coherentes con el imaginario del mundo actual, que conectasen las carencias de la gente y encajaran en sus mitos predominantes. Detrás de la fachada científica, los apóstoles del “Covid cero” predicaron una especie de doctrina ultra-puritana  pero sutil, que muy bien con ciertas corrientes actuales  enlaza muy bien

Y también un relato del Apocalipsis, cuya principal clave no sería tanto el cataclismo, la penitencia, como “el día después”, el luminoso amanecer de la “nueva normalidad” donde “saldremos más fuertes”, aun con menos pertenencias, en un mundo más sostenible, más ordenado.
  
Anuncian ahorita "recuperar pre-
mas... para toda nuestra vida No. 
Ni en atención sanitaria, ¿nunca? 
(O sí del Partido: Futbol & Polític@)
¡BASTA DE TIRANÍA "POR Covid":
discipliná... mente, con tapabocas,
y... 'libertad' a turista extranjer@!
 [Hasta en 'El PaisrenieganYA] 
  
{El pasado 2 de abril, el diario británico 'Daily Telegraph' publicaba un artículo que acusaba al Gobierno británico de utilizar tácticas psicológicas deliberadas para infundir miedo al Covid-19 entre la población. Esta práctica habría comenzado muy al principio de la pandemia pues en un Documento oficial del 22 de marzo de 2020 puede leerse: muchas personas no se sienten aun suficientemente amenazadas; quizá se mantienen tranquilas por la reducida tasa de mortalidad en su grupo demográfico… Es necesario lanzar mensajes emocionales y contundentes, hacia estos colectivos, con el fin de incrementar el nivel percibido en amenaza personal.” 
 
El objetivo detrás de los confinamientos 

A lo largo de la historia, aprovechando la peculiar forma en que las mentes humanas evalúan los riesgos, los gobernantes activaron miedos a todo tipo de amenazas mientras se ofrecían a proteger a la gente contra estos mismos peligros con el fin de lograr su agradecimiento y sumisión. El pánico nubla el pensamiento racional y vuelve más dependientes del poder a la gente, actuando como un mecanismo de control social. Como señaló Edmund Burke, “ninguna pasión priva a la mente de la capacidad de actuar y razonar con tanta eficacia como el miedo”...}

Muchas de las medidas adoptadas, y gran parte de las reacciones de la masa, parecen incoherentes, contradictorias, porque toda percepción del 'riesgo' adquirió una fuerte componente moral: escandaliza ver jóvenes celebrando el fin del toque de queda, aun cuando se trata de una actividad de bajo riesgo, pues se realiza al aire libre por un colectivo poco vulnerable. Pero pocos se rasgarían las vestiduras porque alguien ayudase a su anciana vecina a subir la pesada compra, aunque este acto implicaba un riesgo infinitamente superior. 

Parecerían importar menos los peligros objetivos que la bondad o maldad percibida en cada una de las acciones. El virus se contagia exactamente igual a cualquier hora; pero las actividades de horarios nocturnos, quizás al considerarse más 'pecaminosos' (por lúdicos)escandalizan mucho más.

Este nuevo ultra-puritanismo celebró la 'desaparición de los viajes, y su impura huella de carbono', la limitación del turismo, quizá una frivolidad, y la exaltación de ciertos símbolos, como la mascarilla al aire libre, que más parecen ritos de una nueva creencia que medidas de precaución. Convivimos con infinidad de virus y bacterias, potencialmente peligrosos, pero el SARS-COV-2 no parece un virus más, sino una encarnación de la impureza; la limpieza obsesiva, su ritual de abluciones.
  
¿Quiénes hoy son los verdaderos
'negacionistas' aquí en todo esto?
[Con palmer@s, y sin auto-crítica,
seguiremos cada vez aún peor...]
  
{La repetición constante de informaciones aterradoras es una técnica muy antigua para atemorizar pero, en esta pandemia, la reiterada difusión de datos fuera de contexto ha constituido solamente la primera fase del proceso. El miedo facilita que los ciudadanos acepten, incluso algunos soliciten, medidas que recortan radicalmente sus derechos y libertades. Y la implantación de estas medidas ejerce como un constante recordatorio que refuerza el miedo, generándose un círculo vicioso que acaba multiplicando el temor.    

El pasado 5 de abril, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias en España, Fernando Simón, declaraba: “Salir de casa solo, aunque sea sin mascarilla, no entraña riesgo para nadie… pero durante el confinamiento había mucha presión para que tampoco se permitiera esto... ¿Por qué tanta presión para implantar una medida que no ayudaba a reducir los contagios? Porque, al igual que otras imposiciones, sirve a otro fin: enviar una señal capaz de modificar la percepción que la gente tiene de la pandemia.}    
 
Miedo frente a responsabilidad
 
Las insistentes noticias de contagios y fallecimientos no bastan para mantener a largo plazo el nivel exigido de temor pues muchas personas acaban saturándose y reducen su atención. Es muy necesario que los ciudadanos tengan la pandemia en sus mentes y permanentemente, que no la olviden un instante, que ciertos rasgos de la vida cotidiana les recuerden constantemente la enfermedad, ya sea porque no pueden salir de casa, por existir muchas actividades cotidianas prohibidas o porque deben llevar mascarillas en todo momento.

Aunque los confinamientos no ejerzan apreciables efectos sobre contagios y muertes, sirven para fomentar el miedo pues transmiten el mensaje del que sí existe un riesgo enorme: “El peligro debe ser desorbitado porque, de lo contrario, las autoridades no se atreverían a vulnerar tan gravemente los derechos y libertades”, piensan muchas personas; el verdadero propósito de los encierros NO es proteger a la población tanto como una especie de farol que pone sobre su tapete medidas desmesuradas,  incrementando percepción del riesgo.

{Los toques de queda nocturnos tampoco reducen la expansión de la enfermedad; más bien lo contrario pues concentran la actividad diaria en menos horas. Si embargo, tal como reconoció una fuente gubernamental británica al 'Daily Telegraph', el toque de queda fue diseñado para "enviar una señal clara a los jóvenes" de que el virus es peligroso, “no porque tal medida reduzca los contagios”.
    
  
Igualmente, la mascarilla obligatoria en espacios abiertos tampoco contribuye a reducir los contagios pero ejerce como constante recordatorio para que el sujeto no se olvide ni un instante de la pandemia. Llámese mascarilla, tapabocas o barbijo, usada en espacios abiertos no es tanto ninguna barrera contra el virus como una cincha para atar en corto, un moderno sambenito colgado por la actual Inquisición en detrimento del respirar sano.

Aun con todos estos recordatorios, la gente acaba relajándose y, de vez en cuando, es necesario duplicar la apuesta. Y aquí entran en juego las nuevas variantes del virus… ¡cada una más peligrosa que otra? El virus muta, varía de manera aleatoria; algunas cepas deberían ser menos letales pero estas quedan excluidas del discurso público por inconvenientes, pues informar bien podría rebajar el estado de miedo. Así, “nueva variante” y “menos letal” son hoy conceptos antagónicos.} 

La emergencia sanitaria se afrontaba con claros mensajes tranquilizadores en el pasado, llamando a una cívica responsabilidad y evitando en lo posible pánicos o histeria. Todos sabían que las únicas medidas capaces de ralentizar contagios y minimizar las muertes en una pandemia son aquellas que toman voluntariamente los ciudadanos para protegerse y proteger a los demás tras recibir información fidedigna. Confinamientos, toques de queda, cierres de actividades económicas quedaban antes descartados por ineficaces y dado sus enormes costes sociales
  
El principal engaño de la Propuesta Sanchista es
que nos la presenta como un "maná" europeo
cuando -más realmente...- va a comportar una
  
Lo que separa libertades de tiranía

Pero en 2020 algo cambió radicalmente. Mientras que algunos países, como Suecia, mantuvieron su continuidad, la mayoría rompió con esta costumbre establecida y tomó partido por una estrategia completamente ignota, no experimentada hasta el momento. Seguramente pensaban que los ciudadanos actuarían de forma irresponsable, que era mejor infundir grandes dosis de terror para impulsar al actuar de las maneras 'correctas'... Para ello era conveniente asustar también, aplicando la censura y la descalificación, a quien se atreviera a poner en cuestión el enfoque oficial.  

La novedosa estrategia desembocó en un insólito experimento social sanitario, con resultados poco alentadores. Los países o regiones que apelaron a la responsabilidad sin miedo, y a las medidas voluntarias no coactivas tuvieron resultado similar al resto. Así, el porcentaje de fallecimientos en Suecia o Florida no superaba tampoco lo medio para la UE y los USA, respectivamente. 
    
   
Pero el miedo generó otras consecuencias muy graves allí donde se desencadenó. Muchas personas no acudieron a los hospitales al notar síntomas de infarto por temor al contagio. Otras aplazaron sus revisiones de cáncer, poniendo en peligro su salud. Y el estado general de pánico contribuyó, junto con los encierros, a deteriorar la salud mental de mucha gente. Incluso un estudio de la Universidad de Nottingham apunta a que pudieron aumentar las muertes por enfermedades infecciosas, pues el prolongado miedo intenso debilita sistema inmunitario.

{Acostumbrados a anunciar constantemente el Apocalipsis, a asustar de manera reiterada a la población con un éxito formidable, los gobernantes consideraron que esa estrategia funcionaría también en una pandemia, sin ser conscientes de los tremendos daños colaterales que causaría tal irresponsabilidad. Agitado con una fuerza colosal, el miedo se tornó incontrolable, sus vientos soplaron en todas direcciones trasladando el pánico a cualquier aspecto de la pandemia, incluida la vacuna. Y, una vez abierto el tapón, ni el más hábil de los magos sería capaz de llevar todos los vientos de vuelta a su botella.

Por ello resultan admirables esos países y regiones que, resistiendo la arrolladora presión ambiental para restringir derechos fundamentales, decidieron aferrarse a los planes de siempre. Apelaron a las responsabilidades de la gente y al sentido común, no impulso primario, salvaguardando dignidad en los ciudadanos así. Porque el muro que marca el linde entre la responsabilidad y el miedo es el mismo que separa la libertad de la tiranía.} 
   
Recuperar la democracia
 
Hay que desoír y rechazar con energía los cantos de sirena de quienes, por motivos diversos, van pregonando el 'Armagedón' para mantener indefinidamente las medidas restrictivas. Una vez vacunados prácticamente todos los vulnerables, tal como ocurre en Europa, EEUU y otros países, la letalidad decae drásticamente hasta equipararse a la de otros gérmenes que conviven cotidianamente con nosotros. Si antes eran exageradas, estas restricciones "por Covid..." constituyen ahora ya un sinsentido que se debe levantar de inmediato, dejando necesaria precaución a las acciones voluntarias por responsables ciudadanías.
   
 

  
       
Si algo ha demostrado este cataclismo es que la libertad y los derechos fundamentales no están garantizados aquí en Occidente. Porque la democracia, o el Estado del Derecho, no se fundamentan tanto en leyes escritas como en convenciones, en normas y principios no escritos compartidos de manera generalizada. 

En su ausencia, cualquier Constitución se convierte sólo en papel mojado. Pues también se requiere una población consciente de sus derechos, con coraje y valentía para comprender cuánto el ejercicio de la libertad implica siempre asumir inevitables riesgos.

Las convenciones que sostenían nuestros derechos y libertades han saltado por los aires a la primera arremetida del pánico y no resultará fácil recomponerlas. Porque, aprovechando el temor de la población, las autoridades han rebasado ampliamente los límites que por el sistema democrático se han establecido para evitar que se ejerza  el poder de manera tiránica o despótica. 

Así se ha creado un gravísimo precedente, una peligrosa deriva que solo una actitud consciente, valiente y decidida de los ciudadanos podría enderezar."

    
¡Qué bien 'gobernanzadit@s',
andamos con bocas tapadas
y entre permanentes Alarmas,
por... Decretar tras Decretar!
Fatxa dícenle a quien lo cuente:
todo sería 'por nuestra Salud'.