domingo, 25 de noviembre de 2018

¡Hasta esto hemos llegado, ya: "qué nivelazo"...!



Resulta paradójico y hasta jocosamente pasmoso cómo el conspicuo genio para los columnismos políticos por aquí más vendidos hoy Enric Juliana, que acaba de publicar sus ultimísimos análisis desde un reciente nuevo libro suscrito al alimón -o en comandita- con Pablo Iglesias, nos dictó ayer cierta clave muy actual: "(...) cerramos una semana especialmente tóxica en las relaciones de polític@s con la s@ciedad... El estrepitoso fracaso del pacto entre PP y PSOE para la renovación del CGPJ ha demostrado que los pactos de Estado son imposibles en el actual cuadro de tensión político. No se puede ir acusando de 'golpista' al presidente del Gobierno y a la vez pactar con él jefe del Ejecutivo el nombre del nuevo presidente del Tribunal Supremo sin provocar un cortocircuito en la opinión pública. Eso es lo que ha pasado."
[Como su cruzada única es el propagar visión tuerta del cuánto 'en Madrid... se va encanallando todo', ya no habría juzgado para nada relevante algún otro dato más, también: a la Generalitat... en Barcelona le ha llegado un president Torra confeso 'vicario' del precedente (fugado ahora por reo de cierto 'golpismo con rebeldía, sedición o incitaciones'... a ello, tras proclamar 'DUI' catalana sin eco exterior ninguno) que resulta el imprescindible soporte de la infimísima mayoría con que Sánchez ocupa la jefatura del Gobierno una vez censurado aquel M. Rajoy contra quien antes perdió toda competencia electoral directa...]
Pero hay más opiniones convergentes que citar; aun cuando interese hacerlo sin adelantar mención de su autoría, por centrarnos en lo dicho y no sobre por quién haya sido (digamos [argumentos contra] lo pe[s]cado, ¡pero no [importará] tanto quién sea p[r]e[di]cador[a]...!):
"De momento se llama a las palabras, a la manipulación, a las noticias falsas y a las bufonadas que imprime el BOE y que tienen muy corto recorrido.
   

   
Lo que ayer era una propuesta de gobierno se convierte hoy en todo lo contrario. Incluso filosofan sin darse cuenta. Así ocurre que las verdades de un líder de la oposición se transforman en otra cosa cuando pasa a ser presidente. La ministra Carmen Calvo alcanzó lo excelso en la identificación del 'yo' al sublimar lo que dijo el secretario general Pedro Sánchez hace unos meses diferenciándolo de lo que pretende el presidente del gobierno Pedro Sánchez; dos personas distintas y un solo dios verdadero. Ya estamos preparados, pues, para que sean tres y alcance los vericuetos teológicos de la Santísima Trinidad, 'una y trina'.
Es de chiste, y sugiero que para estos tiempos sombríos no perdamos el sentido del humor. Todas las ocurrencias del presidente, tan alabadas por el serrallo de los medios adictos, consienten titular a toda pastilla las genialidades progresivas del inefable Sánchez y luego poner en sordina que con probabilidad no se van a ejecutar: ni Franco saldrá ya del Valle de nuestras vergüenzas, ni los bancos pagarán a la hora de la verdad el sobrecosto hipotecario, ni subirán las pensiones en el grado que prometió, ni nada de nada que vaya más allá del castillo de naipes.
   
Aun hoy: 43 años después de 'los 40'...

La última genialidad del jugador de baloncesto, que eso fue el tal Sánchez, es el Mundial de Fútbol organizado entre España, Portugal y Marruecos; ¡sólo que se olvidó hacérselo saber a Portugal...!, porque él es así cuando hay que encestar: se lanza la pelota y entra, o no, por el aro. ¿Hay cosa más cómica que lo del escuchar a quien es presidente [de Gobierno ahora] pidiéndole 'moderación' al PP?
Unos socialistas pidiendo moderación a las bancadas peperas es como un chiste de Gila. '¿Es la guerra?', preguntado al enemigo. ¡Qué más quisiera el PP achicado por pesos de sus corrupciones que tener un líder con algún poco más de envergadura y no del estilo Sánchez; porque no sabe, ni oye o entiende, y a quien le basta con su prepotencia de marrullero sin principios! Lo que tiene hoy el PP es un recluta de culo duro -'de hierro', dirían en Italia- aspirante a llegar hasta general chusquero, con un estado mayor que parece sacado de una feria de tratantes del ganado.

Baste decir que le quiere imponer galones al Suárez Illana, el hijo de Adolfo (aquel mismo a quien tras su derrota en Castilla-La Mancha se quitó de encima Aznar reenviándole a los latifundios de su suegro)... Y no digamos ya el rey del lanzamiento de huesos de aceituna, Teodoro García Egea, su mano derecha. Casado no sale de ganador ni de colocado y no lo tiene fácil para un electorado harto de las filigranas galaicas de Rajoy. Un partido que en el colmo de la impunidad dedicó fondos del Estado para espiar a los suyos.

   
Ya bastaría con lo que supone espiar a un dirigente del propio partido; pero además hacerlo con el aparato del Estado tiene su aquél, y ayuda para entender el porqué de las reverencias hacia 'el partido' de Cospedal y los suyos. Curiosa paradoja la de estos neoliberales de cartón piedra y procesión con mantilla evocando la reverencia del gozo estalinista hacia el Partido, ellos, que se santiguan cada vez que alguien pronuncia la palabra 'comunista'.
¿En qué se diferencian Mª Dolores de Cospedal y Dolores Delgado, ministra en Justicia más chanchullos varios? Por las formas o el atrezo; para todo lo demás la misma cara de hormigón armado. Ya sé qué raro suena, pero habría que hacerle un homenaje al comisario Villarejo, sin cargo a los contribuyentes. A él se deben las mejores radiografías del tumor canceroso en el que tales golfos de estado han convertido una democracia poco asentada como es la nuestra.
Entre tantos 'colegueos' con Villarejo, dignos de los delincuentes, y trampas para elefantes en las que han metido a jueces del Supremo habría la suficiente pólvora para que saltara por los aires. Pero hay algo en lo que coinciden Sánchez y Rajoy, líderes frágiles e inseguros por la soberbia: nunca muevas un peón... porque puede complicarte la partida. El mejor silencio es el de aquel a quien pagas bien y le tienes colocado. Y, sobre todo, tampoco dimitas, pues eso sería pecado.

En un tiempo récord el presidente [del gobierno] Sánchez se ha enajenado la pastueña tranquilidad de los jueces del Supremo. De todos, piensen lo que piensen, a derecha e izquierda. Por naturaleza es un cuerpo muy sensible al poder, como ha ocurrido siempre, dispuesto a ser debidamente orientado. Históricamente han pasado por todo, pero que los manejen 'por detrás' (y, además, que jaleándoli) es algo que afecta a la dignidad de las personas, lo cual en algunos casos está por encima de la solemnidad del cargo. 'Por detrás' es una expresión castellana polisémica, que va desde lo banal hasta la pornografía dura.
A los diputados y senadores actuales les pierde la boca; por eso algunos hablan, otros insultan e incluso habría quien escupe. Entra dentro de la lógica del discurso: si usted alimentó a la fiera no puede luego llamarse a andanas. En el fondo seguimos gobernados, es un decir, por el bipartidismo. Fíjense cómo se han podido entender por la manipulación del Tribunal Supremo, hasta que un descerebrado de la tribu convirtió el whatsapp en viral. Cuando los partidos grandes se enquistan aparecen las tribus, aunque a ellos les gusta más que lo llamen 'familias', como en la mafia.

Ocurre con Villarejo, que se convirtió en el culpable de todos los enjuagues para los gobiernos de turno -ya empezó con Zapatero, si no antes- para aliviarles del peso de la culpa y los delitos. Quien filtró el mensaje de Cosidó no sería ningún extorsionador, como Villarejo, sino alguien que (fuese la que fuera su intención) expuso ante todos 'el nivelazo' de una clase política en la que nadie se salva.
Estamos abocados a la abstención, ese monstruo mal parido del que nos nacen luego los líderes salvadores salidos de las cavernas."

('Qué nivelazo': Gregorio Morán, en 'Vozpópuli', 24.11.18)

  
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  ( POST-DATA )

Otro testimonio: "...en el mismo plano estaban el ministro Borrell de pie por el banco azul, con una gran dignidad señalando el dedo acusador, y la ministra de Justicia -Dolores Delgado- pidiéndole que se sentara: que se callara, que no hiciese ruido… Esa imagen representó a la perfección un debate interno que se vive en el Gobierno entre los que defienden deber plantarle cara al independentismo y quienes prefieren la sumisión.

(...) evidencia: si el modelo territorial hubiera sido bueno, habría en la actualidad más armonía e igualdad entre los españoles. El modelo autonómico de España, que tiene la virtud del descentralizar servicios, ha degenerado a un modelo de 'mini-estados' en los que, al final, las administraciones no trabajan para la ciudadanía; sino los ciudadanos para su administración. Es un sistema pesado, excesivo e ineficiente.

(...) el fenómeno más importante, a mi juicio, es que todos los partidos se han ido adaptando a ese modelo de la Junta de Andalucía que es un monstruo gigantesco y se come todos los presupuestos. El debate político andaluz es muy limitado y realmente consiste en quién se pone al frente de ese monstruo que lo impregna todo, ha sido asumido por todos y ocupa todo espacio."

viernes, 9 de noviembre de 2018

“Cada vez más a la escucha... y deberíamos educarnos, en discriminación sentimental"

 
 
(Se lo explica Chantal Maillard a la entrevistadora, Nuria Azancot, para una última entrega que nos ha legado 'El Cultural' y así dijo...)
  
Chantal Maillard, la más belga de las pensadoras andaluzas (y la más malagueña de las poetas orientales), es doctora en Filosofía Pura. También vivió largo tiempo en Benarés (India), donde se especializó en Filosofía y Religión india (“Vine a no saberme, vine a estar” escribió en sus diarios años más tarde), y hoy es profesora de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad de Málaga.
    
Especialista en la obra de María Zambrano, es además una traductora excepcional. Suya es la versión castellana de los deslumbrantes Escritos sobre arte de Henri Michaux que publicó Vaso Roto hace unos meses.

Ahora, casi a su pesar, coinciden en librerías un ensayo, ¿Es posible un mundo sin violencia?, y el poemario Cual menguando, protagonizado por Cual, su alter ego. Y ella se confiesa feliz, porque su reverso no siempre la acompaña: “No, Cual aparece cuando logro ausentarme de mí. Es mi lado más amable, el más divertido”. Y dice más. Que todos los trajes de su personaje (el de primavera, el de olvido, el de construir metáforas) le sientan bien, y que en este poemario, Cual menguando, “hay un punto más de rebeldía contra los géneros”. Que es su estrategia para encontrar fórmulas que se adapten mejor a lo que quiere decir. Y en este caso, se trata además de “recuperar la extrañeza. O cierta ingenuidad”, proclama. Con todo, no intenta trascender los géneros, sólo concertarlos sin que ninguno pierda su singularidad.

Por eso en las teatrales Cinco piezas breves que el libro también incluye, ha renovado su apuesta por el lenguaje, considerado como un arma de doble filo, ya que, “por un lado permite que la realidad se haga comunicable y nos hace perder de vista la auténtica dimensión de las cosas por otro. El lenguaje normaliza, y esto hace que perdamos la capacidad de extrañarnos. ¿Cómo recuperarla? Alterando el lenguaje -una opción que utilizo en los poemas- o trayendo a escena personajes que actúen de modo diferente, seres que, al margen de la norma (a-normales) nos desconcierten y nos lleven a sospechar de aquello a los que acostumbramos”.

Y el mundo deja de ocurrir

Lo cierto es que Maillard no se siente feliz con las etiquetas. En realidad las odia, segura de que “en cuanto te la cuelgan llevas el precio incluido”. Y por eso niega la mayor y no se considera poeta, “aunque escriba eso que llaman poemas. En cambio puedo sentirme Cual de vez en cuando. Entonces el mundo deja de ocurrir para mí, o ante mí. Deja de haber diferencia entre el zumbido de una avispa y mi voz, entre el caminar de un insecto y el mío. Y eso está bien”.

Otro refugio puede ser recurrir al pasado para comprender la realidad, pero, aunque en Cual menguando leemos que “Contar es de memoria. Las palabras / también son de memoria”, para Maillard los recuerdos “entendidos como las huellas que no nos sirven para actuar” acaban siendo lastres en realidad. A su juicio, la memoria no deja de ser impresiones, huellas, en la conciencia. Y hay huellas imprescindibles, “a las que acudimos para reconocer las cosas. Llamamos inteligencia a ese reconocimiento”, y otras , en cambio, cargadas de sensación o sentimiento, “que nos traen de vuelta una y otra vez al mismo pliegue. Esto sólo resulta útil si el presente no nos compensa y si sabemos elegir el pliegue”. 

Acostumbrada a vivir entre mundos y géneros aparentemente ajenos, Maillard descubre el hilo conductor que relaciona sutilmente el poemario Cual menguando y ¿Es posible un mundo sin violencia?, su último ensayo. Y ese hilo es “Nosotros”. “Sí -explica- , ‘Nosotros' es por quienes se pregunta Cual al final de la primera pieza de Cual menguando, y acerca de lo que su interlocutor Fiam, en cambio, no tiene dudas. Ese mismo ‘nosotros' es el que reencontramos al final de la propuesta utópica que lanzo en este breve ensayo sobre la violencia. Un nosotros que trascienda esos límites a cercos de pertenencia para los que estamos acostumbrados”. 

Lo cierto es que en ambos libros resuenan palabras como entendimiento, guerra, violencia, poder... Son los temas que se enseñorean del libro de Vaso Roto, a partir de una certeza, la de que vivimos en un universo por naturaleza violento. Y Maillard arroja al lector desde estas páginas, como un reto, la pregunta de si somos capaces de no añadir a la natural violencia aquella que nos caracteriza como humanos, la que se ejerce por placer o por codicia. Si seremos capaces de ampliar el marco de nuestras pertenencias (territoriales, grupales, específicas, etc.) para que esto sea posible. 

Su apuesta no admite enjuagues: se trata de apostar de manera inequívoca por una ética de la compasión, que ella explica así: “La violencia que nuestras naciones ejercen -y de la que nos beneficiamos- siempre ocurre en otro lado: otras tierras, otras selvas o, simplemente, el sótano de otros edificios. La falta de empatía ocurre cuando pensamos que no nos concierne, y no nos concierne aquello que no consideramos como propio. Por eso es importante ampliar el cerco de pertenencia y reemplazar la moral del semejante -la del prójimo (próximo)- por una ética de la compasión, mucho más abarcante. En un mundo global, la moral de grupo resulta ser una fórmula anticuada”. 


La compasión difícil

No es el único desafío que plantea el libro. También urge a educarnos en la “discriminación sentimental”, consciente de que el hombre actual vive inmerso en la representación y que recibimos la realidad por los mismos medios (la pantalla) y de la misma manera que los seriales. “El problema -comenta- es que no nos han educado para ser espectadores maduros y esto permite que seamos manipulados a través de nuestras emociones”. Por eso, la educación sentimental que propone ayudaría a entender cómo se generan las emociones y cómo se transforman en ideas y creencias. Un aprendizaje que debería formar parte de la asignatura de educación política de la que carecen los actuales planes de estudios. 

Nada complaciente, no teme perder lectores. Tampoco con su próximo proyecto, La compasión difícil, que publicará Galaxia Gutenberg en febrero. Un libro incómodo, en el que revela que le resulta cada vez más difícil compadecernos: “La compasión es cualquier cosa menos sentimentalismo; es ser capaz de padecer con otro. Es fácil compadecer con la víctima; no lo es tanto si se trata del verdugo, del asesino. No obstante, no puede hablarse de auténtica compasión si no somos capaces de entender que, en el fondo, no hay diferencia entre la víctima y el verdugo. De ahí que en la última parte del libro tengan lugar unas conversaciones con Medea. Una Medea anciana de siglos y ya de vuelta”.
@nmazancot
  
  
(Mas podemos añadir, útil: otra paralela conversación de la misma poeta editada por Alberto Gómez hace bien poco en el diario 'SUR'...)

¿Cómo ha evolucionado Cual, el ente protagonista del último libro, y para qué le ha servido a usted como escritora?

–Ha seguido a mi lado todo este tiempo (...) Al final de 'Hilos' la disminución de gestos, de palabras, había ido creciendo. Fue necesario tomar aire. Cual me permitió hacerlo, me hizo ver que era posible seguir viviendo con mayor despojamiento. Es un ser carente de todo deseo, sin necesidades. No tiene ideas. Vive pendiente de las musarañas, atento a todo lo que, enfrascados en nuestras intenciones o nuestros recuerdos, dejamos de percibir. No sé qué haría sin su compañía.

¿Es posible convivir con la muerte, comprenderla? 
 
–Todo ser viviente convive con su muerte. Desde que nació, en cada instante mueren las células que lo componen y nacen otras. Nada es en un individuo permanente. En nuestra cultura hacemos todo lo posible para evitar enfrentarnos a esa realidad, y esto es algo que nos pasa factura. La mejor manera de enfrentar la ausencia no es desviando de ella nuestra atención. Cuando no les otorgamos un lugar y un tiempo a los muertos en nuestra vida cotidiana ellos se alimentan en otros niveles de la conciencia y tarde o temprano afloran, dejándonos sin aliento. En otras culturas, los rituales cotidianos les procuran ese tiempo, de tal modo que el resto del día pertenece a los vivos. Así es más fácil convivir con ellos. 

¿No estaríamos entonces llorando «en los tiempos pautados», como criticaba en 'La mujer de pie'? 

–Tiene razón. La diferencia estriba en que hay quienes siguen las pautas establecidas por otros «porque hay que seguirlas» y quienes elaboran conscientemente sus propias estrategias de supervivencia. No se trata de reprimir el llanto, sino de que no nos inunde hasta ahogarnos... Si es que elegimos seguir con vida, claro, pues siempre está la opción contraria.

Desde hace años, su poesía tiende a lo esquelético, a despojarse de adjetivos y grandilocuencias. Esto es aun más perceptible en 'Cual menguando'. ¿Cómo lleva su lucha contra los grandes conceptos?
–Ya he dejado de luchar contra ellos. Viven su vida, como otros entes de ficción con los que convivimos, sólo que no les hago mucho caso. Es curioso, a menudo me parece ver a las personas caminando con una esfera repleta de ideas encima de la cabeza. En sus encuentros veo cómo esas esferas se juntan e inician su danza, una danza que a menudo termina en combate... Otras veces las esferas ni siquiera llegan a rozarse o incluso se repelen porque sus paredes han sido reforzadas como murallas defensivas. Las creencias son de ese tipo.
¿También a usted, como a Cual, le resulta más familiar el vuelo de una mosca que las relaciones humanas?
–¡Y tanto!
¿Pero no siente deseos, necesidad de relacionarse con otros?
–Sí, por supuesto, pero de uno en uno. Tres son multitud, ya sabe. Aunque la verdad es que me siento más a gusto con los otros animales. Y no precisamente los domésticos, a los que hemos humanizado en demasía.
«Que el sol se haya levantado cada 24 horas desde que lo recordamos no significa que vaya a levantarse mañana». ¿Cuál es el riesgo de dar cosas por sentado?
–Averiguar constantes a partir de las repeticiones de ciertos fenómenos es una necesidad práctica. Pero de la regularidad a la necesidad hay un paso. Que algo se considere normal no nos asegura su permanencia. Nada es permanente. Incluso el sol podría no aparecer una mañana si la tierra variase su órbita a causa de un meteorito. Así es la propia existencia. Sabemos que somos mortales, pero actuamos como si fuésemos inmortales. Creer que ciertas cosas son perdurables mantiene bajo nuestro nivel de angustia, pero la sensación de seguridad tiene un precio: la vida pierde la intensidad que la conciencia de lo efímero le otorga. Y es así cómo el planeta se puebla de muertos vivientes.
En su último ensayo aborda el exceso de soberbia y creencias y la falta de comprensión global. Le devuelvo la pregunta: ¿Es posible un mundo sin violencia?
–Un sistema en el que la vida se sostiene y depende de la muerte de otros es un estado de violencia. Si aceptamos la vida, hagamos lo que hagamos colaboramos con esa violencia, así que al menos hagámoslo sin hipocresía. Ahora bien, la pregunta es: ¿Podemos vivir los seres humanos sin añadir violencia a la violencia? ¿Seremos capaces de considerar como semejantes a todos los seres, sin distinción de razas ni de especies, y reconocer la mutua dependencia? ¿Seremos capaces de compadecer a todo aquello que existe sujeto a la maquinaria infernal del hambre?

Hace referencia a la compasión. ¿En qué momento distorsionamos su significado original?
–Compadecer significa sufrir el padecimiento ajeno, o sea, empatizar. Hubo un momento, en la historia de los pueblos cristianizados, en que esta palabra se desvirtuó y se utilizó como sinónimos de apiadarse, pero la compasión no tiene que ver con normas morales. Es espontánea.
Como profesora que fue, ¿qué le parecen los plagios y falsos títulos que van descubriéndose entre quienes gobiernan o aspiran a hacerlo?
Hace tiempo que la política se convirtió en una pantomima. La realidad se ha convertido en un espectáculo, pero el problema es que no nos han educado para ser espectadores maduros. Hace falta no sólo una educación política sino también una educación en las artes de representación que nos permita distinguir la manipulación a las que son sometidas nuestras emociones a través de la pantalla.
¿El problema es que nuestras emociones son manipulables o que las hemos anestesiado? Somos capaces de ver cualquier tragedia humana y seguir comiendo, como si relegáramos esos acontecimientos al orden contra el que usted arremetía en 'Matar a Platón', a lo normal.
–Que la manipulación sea posible y, además, tan fácil se debe en gran medida a que, al recibir lo que acontece como si fuese ficción, por los mismos canales y recortado en el mismo espacio de la pantalla, las emociones que puedan surgir serán experimentadas siempre con cierto grado de placer. La pena o el terror que podamos experimentar al ver una película no son los mismos que experimentaríamos ante un hecho real doloroso o temible. Por eso vamos al cine a llorar o a temblar de miedo. La representación transforma las emociones ordinarias en emociones placenteras. ¿Qué ocurre entonces si asistimos a lo real como si fuese una representación? La empatía, la compasión, el terror, se neutralizan. Y podemos, en efecto, seguir comiendo...
¿Algún diagnóstico reciente de la ciudad?
–Málaga (...) está compartiendo el destino de todas las ciudades que se han convertido en atracción turística. Parece que se ha confundido la cantidad con la calidad y el progreso con el crecimiento y la acumulación. La verdadera cultura no es la que se compra, sino la que se cultiva. De eso sabían quienes, a la caída de la tarde, se sentaban a escuchar los vencejos o a conversar tranquilamente bajo un árbol.