domingo, 5 de mayo de 2024

"Sobre la desaparición de los rituales: una topología del presente" (Byung-Chul Han)

 
Otro nuevo libro reciente del tan prolífico filósofo alemán de origen surcoreano nos daría oportunidades para, igual que previas veces, considerar algunos aspectos relevantes en esta sociedad actual nuestra. Véanse con tal fin, seguidamente, diversos fragmentos extractados desde su muy rico texto... 
 
 
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Los ritos son acciones simbólicas. Transmiten y representan aquellos valores u órdenes que mantienen cohesionada una comunidad, sin comunicación, sirviéndole para re-conocerse [...] Respecto a las cosas, en opinión de Hannah Arendt, su durabilidad es lo que "independientes de la existencia del hombre" las hace. Tienen "la misión de estabilizar la vida humana", según Saint-Exupéry: "brindan a la desgarradora mutación de la vida natural [...] una mismidad humana e identidad estabilizante que se deduce del cómo día tras día, mientras el hombre va cambiando, tiene delante con inalterada familiaridad las mismas mesa y silla". Esa misma función cumplen los rituales. Estabilizan gracias a su repetición. Hacen que la vida sea duradera. La presión para producir actual priva a las cosas de su durabilidad. La destruye intencionadamente para producir, y obligar a consumir más. Demorarse por algo presupone algo duradero, no es posible si nos limitamos a gastar y consumir las cosas... 

Las emociones son más efímeras que las cosas. Por eso no dan estabilidad a la vida. Además, cuando uno consume emociones no está referido a las cosas, sino a sí mismo. Se busca la autenticidad emocional. Así es como el consumo de la emoción intensifica la referencia narcisista a sí mismo. A causa de ello cada vez se pierde más la referencia al mundo, que las cosas deberían proporcionar...

Hoy a favor de otra percepción que no es capaz del experimentar duración, una serial, la simbólica desaparece cada vez más. Aquélla, como captación sucesiva de lo nuevo, no se demora en ello. Más bien se apresura de una información, vivencia o sensación a la siguiente, sin finalizar jamás nada. Mientras que la simbólica era intensiva, esta percepción serial es extensiva; y, a causa de su carácter, presta una atención plana. La comunicación digital es extensiva y, en lugar de crear relaciones, se limita a establecer conexiones. El régimen neoliberal fuerza a percibir de forma serial e intensifica tal hábito. Elimina intencionadamente la duración para obligar a consumir más, en el constante update o actualización. La permanente presión para producir más conduce a una pérdida del hogar...

Atención profunda como técnica cultural se educa justamente mediante prácticas rituales y religiosas. No es casual que la palabra "religión" proceda de un relegere, fijar la atención. Y aprender de memoria se dice apprendre par coeur, en francés: al parecer, sólo las repeticiones llegan hasta el corazón. La repetición es el rasgo esencial de los rituales. Y se distingue de la rutina por su capacidad para generar intensidad. Según Kierkegaard, la repetición y el recuerdo representan el mismo movimiento, pero en sentidos opuestos. La repetición auténticamente "hacia delante... recuerda", no en retrospectiva; como reconocimiento es, por tanto, una forma de cierre: pasado y futuro se fusionan en un presente vivo. Así se opone tanto a la esperanza cuanto al recuerdo: "la repetición es un vestido indestructible que se acomoda perfecta y delicadamente a tu talle [...] solamente se cansa uno de lo nuevo, pero no de las cosas antiguas". El pan de cada día no excita, pero las excitaciones pasan enseguida: "es necesario tampoco engañarse con la idea fantástica del que la repetición tenga que ofrecer a uno algo nuevo, pues entonces le causará sólo hastío". Por el contrario, quien espera siempre lo nuevo y estimulante pasa por alto cuanto ya existe...
 
 
A dispositivos neoliberales tales como la creatividad, innovación o autenticidad les es inherente forzarnos permanentemente a lo nuevo. Pero en último término lo único que generan son variaciones de lo mismo [...] y más rutina. Frente a las ilusiones de una "vida intensa" se trata de pensar sobre otra forma de vida que lo sea más que el continuo consumir y comunicar. Los rituales generan unas comunidades de resonancia que son capaces de armonías en algunos ritmos. El creciente narcisismo contrarresta esas experiencias de la resonancia; la cual no se reduce a ningún eco del yo, porque le es inherente la dimensión de lo distinto, y cuando ésta es cero surge la depresión. Los rituales son procesos de incorporación y escenificaciones corpóreas. La comunidad ritual es cierta corporación, siéndole inherente alguna dimensión corporal. La digitalización debilita el vínculo comunitario por cuanto tiene un efecto des-corporizante... 

En el rito funerario, por ejemplo, el auténtico sujeto del duelo es la comunidad que se lo impone ante su experiencia de una pérdida. Por contraposición a las emociones y pasiones, los sentimientos son capaces de hacerse comunitarios. La creciente atomización de la sociedad afecta también a la gestión de sus sentimientos: cada vez se generan menos comunitarios. La razón, que necesita mucho tiempo, retrocede hoy cada vez más frente a las pasiones a corto plazo. La sociedad ritual no necesita empatía, pues es una caja de resonancia. Es justamente una sociedad atomizada donde se exige ruidosamente la empatía. En el régimen neoliberal no sólo se explota el tiempo laboral, sino a las personas enteras; y, para ello, la gestión emocional resulta ser más eficaz que cualquier otra racional. Su psicopolítica trabaja para concitar emociones positivas y explotarlas, explotando en último término la propia libertad. En eso se diferencia con respecto a la biopolítica de la modernidad industrial, que opera con coerciones o mandatos disciplinarios...

La comunicación digital está convirtiéndose hoy, cada vez más, en un comunicar sin comunidad. Y lo que se da en llamar 'community' no es más que una forma atrofiada de la comunidad, e incluso un modo de convertirla en mercancía y consumirla. Carece de fuerza simbólica vinculante. La comunicación sin comunidad se puede acelerar, ya que es aditiva. Por contra, los rituales son procesos narrativos, y no permiten aceleración alguna. Los símbolos están detenidos; las informaciones no, existen en la medida en que circulan. El silencio no significa otra cosa que detención de las comunicaciones, y nada produce. La presión para producir acarrea presiones para perseguir rendimiento. El sujeto narcisista del rendimiento acaba destrozado por la fatal acumulación de libido del yo. Se explota voluntaria y apasionadamente a sí mismo, hasta quedar destrozado. Se mata a optimizarse. Su fracaso se llama depresión o burn-out, el "síndrome del trabajador quemado"...
  
 
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El culto a la autenticidad desplaza todas las cuestiones de identidad a personas individuales desde la sociedad, que así es atomizada. De tal modo el régimen neoliberal se apropia de la persona, transformándola en un centro de producción con eficiencia superior...

Hoy el mundo no es un teatro en el que se representan papeles intercambiándose gestos rituales, sino un mercado en el que cada cual se desnuda y exhibe, dejando paso a la exposición pornográfica de lo privado. El infierno neoliberal de lo igual está poblado por clones tatuados... 

Cuando desaparecen los gestos rituales y se pierden los modales vencen las pasiones y emociones. El narcisista culto a las autenticidades corresponsable resulta del progresivo embrutecimiento en la sociedad: nos vuelve ciegos para la fuerza simbólica de las formas, que ejerce una influencia no desdeñable sobre los pensamientos y sentimientos. No es el cuerpo lo que obedece al espíritu, sino éste quien sigue al primero. También se podría decir que los medios generan el mensaje [e incluso, según Mc Luhan, "the medium is the massage"]. En eso consiste la fuerza de los rituales: las bellas apariencias con los gestos de cortesía engendran un alma bella, y no al revés...
 
 
Los rituales objetivan el mundo, proporcionándole una referencia. Por el contrario, la presión para ser auténtico hace que todo sea subjetivo. Donde campa el narcisismo lo lúdico desaparece de la cultura, que se aleja de aquella esfera sagrada del juego; la vida pierde cada vez más alborozo y desenfado. La presión para rendir en el trabajo radicaliza la profanación de la vida. La seriedad sagrada del juego deja paso a la profana del trabajo...

La transgresión es en general inherente a los ritos festivos. La profanación de la cultura conduce a su desencantamiento. En lugar de formas irresistibles y cautivadoras aparecen contenidos discursivos. La magia deja paso a la transparencia. El narcisismo colectivo elimina las reservas eróticas en la cultura sin disimulo alguno. Su desaparición degrada y profana la vida reduciéndola a mera supervivencia...
  
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Sin las negatividades del cierre se produce una inacabable adición acumuladora de lo igual, una desmesura de positividad, una proliferación adiposa de informaciones y comunicación. Al eliminarse todas las formas del cierre a raíz de la sobreproducción y del exceso de consumo se provoca un infarto del sistema. El imperativo neoliberal de optimización del rendimiento no permite finalizar nada, y hace que todo sea provisional e inacabado, nunca concluyente. También el nosotros común, al ser una forma de cierre, se desintegra hoy en egos, que voluntariamente se auto-explotan como empresarios de sí mismos. Una destrucción sin escrúpulos del vínculo pretende obligar al ser flexible. Según Richard Sennett, "evita toda sensación del haber alcanzado una meta; porque con ello se objetivaría la propia vivencia convirtiéndola en alguna figura que asumiría forma y, por tanto, tendría una existencia independiente del yo..." 
 
 
La globalización disuelve todas las estructuras cerradas a fin del acelerar la circulación de capital, mercancías e informaciones. Elimina las fronteras y desubica el mundo, convirtiéndolo en un solo mercado, como no-lugar. Incluso la interconexión digital elimina el lugar. por eso es imposible habitarla. Navegamos en la red. P. Nádas dice: "quien fue bendecido por una conciencia individual se ve permanentemente obligado a decir más de lo que sabe, mientras que antes de la modernidad cada cual decía muchísimo menos de lo que por todos era sabido, se veía y escuchaba en común; cuando se hacía o percibía cualquier cosa en su aldea, las personas implicadas en tal acción eran devoradas ritualmente por la conciencia colectiva, y sus experiencias atribuidas al nombre genérico representativo del lugar." La comunidad ritual lo es de la pertenencia mutua y escucha común, al narrarse sin cesar sobre su gran historia repetida del mundo, en una pacífica concordia de silencio. Justamente cuando desaparece la cercanía primordial se comunica en exceso. La narración es una forma de cierre, tiene comienzo y final; las informaciones, tan sólo, inacabable acumulación...

Según Hegel "constituye un superficial desatino pensar que una vida bella y verdaderamente libre pueda derivarse, sin más, desde la simple evolución de un pueblo que sólo atiende al parentesco de la sangre y vive siempre con amistad en armonía" (pero así lo tiene como quimera toda retrotopía hoy tan manejada, como nos diagnosticó Zigmunt Bauman); "heterogeneidad, con lo foráneo, dentro de sí mismo" es constitutiva en la formación del espíritu. 'Ser' es el verbo para el lugar, y en árbol es una filiación. Pero por la versión consumista de la cultura -o hiper[mercado de la]cultura- "el rizoma que tiene como tejido la conjunción 'y... y... y...' cuenta con fuerza suficiente para desenraizar el verbo 'ser'...", explicaban Deleuze & Guattari...

La eliminación de los rituales hace sobre todo que desaparezca el tiempo específico "que puede llamarse propio y conocemos todos por nuestra experiencia vital: el de la discontinuidad que nos hace a cada uno joven o viejo, sin ser del reloj", en palabras de Gadamer. Así es hoy como envejecemos no habiéndonos hecho mayores, o nos quedamos en consumidores infantilizados que tampoco madurarán jamás, entre continuidades de la producción y del consumo sin ya ritos de paso vitales. Al tratar de producir más espacio y tiempo los perdemos. Sin la fantasía del umbral, sólo queda el infierno de lo igual. La lisura y la pulidez que no presentan resistencias aceleran toda circulación. Las transiciones, que requieren mucho tiempo, ahora se desintegran reduciéndose a rápidas vías de paso para continuos enlaces e interminables clics...
  
 
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El descanso sabático no sucede a la creación, más bien es lo que termina por dejarla concluida; sin él está incompleta. La escucha en silencio une a los hombres y genera una comunidad sin comunicación. Es la palabra misma lo que debe ayudar al hombre al aprender cómo callar y oír. Lo santo impone silencio. Giorgio Agamben recuerda que "Myein, 'consagrar' o 'iniciar', etimológicamente significa 'cerrar'... los ojos y sobre todo la boca. Al comienzo de los ritos sagrados el heraldo 'ordenaba' guardar 'silencio' (epittatei ten siopen)"...

Reposo y silencio no tienen cabida en las redes digitales, cuya estructura corresponde a una plana atención: en ella no sobresale, ni se ahonda, nada. Hoy hemos perdido casi por completo el descanso festivo, caracterizado por la simultaneidad de intensidad vital y contemplación. Émile Durkheim concluía: "el feriado ritual no es más que un caso particular entre las incompatibilidades generales que separan lo sagrado de lo profano". Si, como sucede hoy, el reposo se pone en relación estrecha con el trabajo al entenderlo como descanso de él, pierde su plusvalía ontológica. Entonces ya no representa una forma existencial autónoma y superior, por degenerar a un derivable del trabajo...

La sociedad no puede reavivar el sentimiento que tiene de sí misma más a que a condición de reunirse. Por ello sólo se dispersa para volverse a reunir cuando, de nuevo, siente la necesidad. En la fiesta como juego la vida se representa con un peculiar carácter de excedencia, pero sin aspirarse a ningún objetivo. En eso consiste su intensidad, cancelando y superando el tiempo por el que resulta posible demorarse, para celebrar lo festivo detenido; como no se podría, en cambio, hacer con el trabajo. Tampoco hay en ello ningún objetivo hacia el que dirigirse. A la fiesta le es inherente algo imperecedero por su tiempo sublime; análogamente a como le sucede al arte, cuya esencia de hoy, ayer y siempre supone "que en el momento vacilante algo para permanecer haya..." En griego antiguo "escuela " se decía scholé, es decir, ociosidad. Hoy la universidad, convertida en una empresa con sus clientes, ya no necesita rituales. La palabra "evento" significaba en latín "lo sobrevenido repentinamente". Pero los rituales o las fiestas son cualquier cosa menos eventuales y no vinculantes...
 
 
El tiempo libre para algunas personas es tan vacío que les provoca horror vacui. En la sociedad ritual la vida colectiva con las fiestas a veces alcanza unas formas excesivas, como una especie de desenfreno. Hoy es el trabajo lo que asume formas del desenfreno, por lo que su presión para producir conduce a desintegración de la comunidad. El hombre se asimila con el capital en la medida del perderse toda capacidad para el reposo contemplativo. El capitalismo no es narrativo, es decir, significativo. Sólo cuenta, y priva de toda significación al tiempo...

La palabra sinagoga viene del griego synagein, lo que como symbállein significa "juntar". Ni los visitantes de museos ni los turistas constituyen comunidades ninguna, sino masas o muchedumbres. "Haber visto" es la versión consumista de relegere. Pero ahí no se presta una atención profunda. Sus atracciones no dejan demorarse con ellas, ni permiten estancia ninguna: se pasa... de largo. Al capitalismo no le gusta la calma, que sería el nivel cero de producción; o en la sociedad posindustrial -todo silencio- su nivel cero de comunicación...
  
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La gloria del juego corre pareja con su soberanía, la cual revela un alma "que se sitúa por encima de toda preocupación sobre utilidad para producir" (Georges Bataille). El sujeto neoliberal, que se ve forzado a rendir, es un siervo absoluto; por cuanto, sin amo, a sí mismo explótase voluntariamente. Así sólo reconoce un juego débil, que se amolde a la lógica productiva, sirviendo para descansar del trabajo; mientras que cualquier otro más fuerte se caracteriza por la soberanía...
 
 
"Sacrificio", de sacer facere, significa generar cosas sagradas; lo cual presupone renunciar al producir, cuya totalización en cambio profana la vida. El "soldado" es un siervo, literalmente "a sueldo"; por eso, a diferencia del guerrero soberano como jugador, le tiene miedo a la muerte. El juego fuerte anula o supera la economía del trabajo y producción: la muerte no es una pérdida, ni un fracaso, sino expresión de vitalidad o fuerza y placer extremos...

Una sociedad productiva está dominada por miedo a la muerte; contra lo cual parece ser garantía el capital, en tanto que acumulación de tiempo, pues con dinero se puede comprar (el que otra persona realice, por uno mismo) trabajo. Tras de la presión por acumular podría encerrarse miedo al morir: "muerte quitada de la vida es para ésta lo económico residual; y vida, devuelta desde la muerte, operación misma de lo simbólico" (Jean Baudrillard). Las sociedades arcaicas no conocen separaciones tajantes entre vida y muerte. Los ritos iniciáticos y sacrificiales son actos simbólicos que regulan múltiples tránsitos entre ambas...

Foucault explica cómo "mirar la muerte de frente sería un sentimiento anárquico que representa peligro para toda sociedad establecida"; ésta, por orientarse a la producción y el trabajo, trata de aumentar su capital humano mediante biopolítica de salud, percibiendo como amenaza cualquier soberanía con libertad para la muerte: "sólo podría suicidarme desde algún estado de gracia, con placer extremo, pero para nada entre ninguna depresión"...
 
 
Por ello se podría definir el arte de vivir como una praxis del suicidio, o darse la muerte, vaciándose a sí mismo de psicología; en fin, del jugar: "eso es tal verdadero arte del matar a la psicología para crear, con uno mismo y los otros, individualidades o seres de relaciones y cualidades que no tengan nombres"; eso significa escapar a la fantasía lúdica del escapar de sí mismo buscando formas de vida y juego todavía sin nombrarse. Juvenal, aquel escritor satírico romano, lo formulaba de manera muy certera: "Et propter vitam, vivendi perdere causas (a fin de permanecer con vida, perder lo que constituía el sentido de la vida)"...
  
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La dialéctica del amo y el esclavo considera la existencia humana exclusivamente desde la perspectiva del trabajo: Hegel nunca toma partido sino por el segundo, no en vano es un filósofo de la modernidad; lo que prima para él es el trabajo, como lo es pensar, propia mente... Siguiéndolo, también Marx mantiene tal primado: "el hombre se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza produciendo sus medios de vida [...] Lo grandioso de la 'Fenomenología...' hegeliana es que capta la esencia del trabajo [...] concibiendo al hombre real como resultado de su propio trabajar...

En vista de tal legado marxista, cobra especial relevancia la obra de su yerno Paul Lafargue, pues exige reemplazar los derechos humanos que son "urdidos con abogados metafísicos de las revoluciones burguesas" por "el derecho a la pereza": su rupturista manifiesto concluía con "¡Oh, Pereza, sé bálsamo de las angustias humanas! ¡Oh, madre de las artes y nobles virtudes, apiádate de nuestra larga miseria!". Mas también es elevado el trabajo a la categoría de motor para la historia por Alexandre Kojève: "esta educación creadora del Hombre por el Trabajo [en tanto que formación, crea la Historia, esto] es Tiempo" humano. Y un final para el trabajo significaría el fin de la historia. "Donde hablaba el hombre histórico de verdadero y falso, Nietzsche ya ve sólo 'grados de las apariencias', una gradación en valores superficiales de la vida"...
  
 
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Los poemas resultan en ceremonias mágicas del lenguaje. Un principio poético le devuelve a éste su gozo, por romper radicalmente con la economía para producción de sentido; por ese carácter improductivo "es la insurrección del lenguaje, contra sus propias leyes", según Baudrillard...

La agudeza es designada por Kant como "lujo de las cabezas", en ella el lenguaje se entrega al juego; por eso es florido como la naturaleza, que "parece realizar en sus flores un juego, mas en sus frutos un negocio". No es un enunciado que se pueda reducir a un significado unívoco, sino un lujo; es decir, una "luxación": se sale del "negocio" de la producción de sentido...

Según explica Baudrillard, "el chiste representa para lo inteligente una posibilidad de hacerse el tonto más de cuanto es, eludiendo su propia dialéctica y el encadenamiento del significado para lanzarse a un proceso de contigüidad delirante [...] muestra claramente cómo el lenguaje busca sinsentido... suponiendo que esté fascinado por su propio juego" de significantes entablando desenfrenadas relaciones de vecindad. Si el signo es totalmente absorbido por su sentido el lenguaje pierde todo encanto y esplendor. Se vuelve informativo, trabaja, en vez de jugar. 
 
 
La elocuencia y la elegancia del lenguaje se deben al exceso de significante, que hace parecer mágico, poético y seductor: "este orden superabundante es el de la seducción mágica y poesía [...] El largo trabajo de acoplamiento de los significados con la razón viene a frenar y reabsorber en cierta manera dicha profusión fatal"...

Lo misterioso no es sino el significante sin significado. Tampoco los conjuros mágicos transportan ninguno (son en cierto modo signos, como puertas, que conducen al vacío); ni a los signos rituales pueden, tampoco, atribuírseles sentidos unívocos. Hoy vivimos en una cultura de la información que, rechazando el significante por superficial, es hostil al gozo y a la forma...

Roland Barthes nos contrapondría el Japón ritualizado en un ceremonial imperio de los significantes. "el haiku no es pensamiento rico reducido a una forma breve, sino un acontecimiento fugaz que halla de golpe su forma justa [...] es precisamente una especialidad en los paquetes japoneses la desproporción entre futilidades de las cosas y el lujo del envoltorio [...] lo que transportan con una energía de hormiga son, en suma, signos vacíos". La liturgia del vacío pone fin a la economía capitalista de la mercancía. También el kimono [...] es opuesto al cuerpo pornográfico, que se muestra obsceno sin velo alguno. Y en la ceremonia japonesa del té se intercambian gestos, que generan una intensa compañía, mientras el alma enmudece...
 
 
A diferencia de la ley moral, las reglas rituales no son asimiladas con autoestima trabajable; sólo se obedecen por ética de la cortesía basada en algún convenio. La ley, por el contrario, presupone una instancia trascendente -como Dios...- que impone coerciones o dicta prohibiciones. El placer que reporta observar la regla se diferencia del de obedecer alguna ley o transgredirla, es debido a una pasión por el juego: es la "fuerza o vértigo que proviene de un ceremonial, y no del deseo (en cuya economía se basa el capitalismo)", para Baudrillard; "hoy situamos la ley moral por encima de signos. El juego de las formas convencionales es considerado hipócrita e inmoral: le oponemos la delicadeza del corazón; o sea, prácticamente, la indelicadeza radical del deseo"...

La cortesía es más arte, o forma en la exterioridad, que moral; según Barthes, "en el Japón para ofrecer un regalo yo me agacho hasta la incrustación y, al responderme, mi contraparte hace otro tanto: una misma línea rasa, la del suelo, reúne al que ofrece con quien recibe y el objeto del protocolo (caja que tal vez no tenga nada, o muy poca cosa)". Hoy se moraliza sin parar a diestro y siniestro pero, al mismo tiempo, la sociedad está embruteciéndose: desaparecen los gestos de cortesía, pues el culto a las autenticidades los desprecia, y son cada vez más inusuales. Frente a esa moral amorfa, debe defenderse una ética de las bellas formas...
  
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La  guerra como preciso duelo ritual refrenaba la violencia imponiéndole un ropaje formal hecho con estrictas reglas de juego: violencia dejando turno a la pasión por el juego. Según el código de honor para los caballeros, que marcó decisivamente la noción del militar europeo, no es honroso atacar al enemigo sin ponerse uno mismo en peligro en el campo de batalla. Por el contrario, es deshonroso matar alevosamente a un enemigo, por ejemplo envenenándole. Simetría y reciprocidad se guardan con rigor...

Clausewitz define que "la guerra no es otra cosa que política con otros medios, por un combate singular amplificado"; por el contrario, la matanza sin reglas, o pura violencia, destruye los espacios para lo político. Y las guerras modernas son una batalla de producción; así que no son ya libradas por jugadores soberanos, sino con soldados como siervos laborales: o sea, según Georges Bataille, por "los esclavos temerosos de la muerte y que sólo pueden jugarlas de modo lastimoso".... 
 
  
Walter Benjamin ha explicado también sobre las guerras contemporáneas cómo "cuando la utilización natural de las fuerzas productivas es retenida por el ordenamiento de la propiedad, entonces el incremento de tanto los recursos técnicos como ritmos y fuentes de la energía tiende hacia una utilización antinatural". De tal modo, la aplicación de un medio destructivo totalmente distinto no sólo representa un problema puramente técnico, sino que altera el carácter de la propia guerra. Así, como aclaró Mac Luhan, "el medio es el mensaje": la superioridad técnica se torna en superioridad moral...

La guerra de drones lleva las asimetrías al extremo. La degradación del adversario a criminal y su incriminación como tal es el prerrequisito para la matanza de objetivos seleccionados, que se hace similar a las acciones policiales volviéndose más brutal que la caza de animales salvajes. Carl Smith habla de que "la guerra en ambos lados tiene que incluir una cierta probabilidad o algunas mínimas posibilidades de conseguir victoria, y cuando no es así el enemigo ya tan sólo es objeto de unas medidas coercitivas". Hay algoritmos que ayudan a la producción maquinal de la muerte. La matanza como operación impulsada por datos tiene algo de pornográfico y obsceno, lo que hay enfrente se disuelve; un ex-jefe de la CIA lo define: "matamos personas basándonos en metadatos"...
  
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Como nos recuerda J. Huizinga, en las culturas arcaicas, también la transmisión del saber asumió las formas lúdicas. Para los griegos la filosofía muestra en sus orígenes un carácter agonal. Zenón de Elea la hizo combatiendo a sus contrarios con aporías. Para Heráclito el Oscuro la naturaleza y la vida representan griphos, un enigma por descifrar, y la guerra es el padre de todas las cosas. Los sofistas escenifican un arte de la controversia tratando de conseguir engañar, al adversario, con trampas y enredos. Problemata significa una cuestión a "resolver" en el sentido primitivo de solvere como "soltar" o liberarse de cadenas y celadas... 

Según Empédocles son el afecto (philia) y la discordia (neikos) los que, a modo de dos principios primordiales, determinan el curso del mundo; el diálogo 'El banquete' se ha estructurado como una competición ritual, hablando de árbitro el propio Platón; o, en el 'Gorgias', aparecen Sócrates y Calicles como dos duelistas pugnando: según Alain Badiou y Slavoj Zizek, "no habrá un interlocutor que al otro convenza sino vencedor y vencido, sobre todo a los ojos de jóvenes que lo presencian". Y el Sócrates platónico les reprocha esa falta de seriedad: "lo llamo 'juego' porque si uno aprendiese muchas sutilezas no por ello sabría más acerca de cómo son realmente las cosas, sino que sólo sería capaz de divertirse con la gente a propósito de los diferentes significados de los nombres, haciéndole zancadillas y obligándola a caer para entretenerse de la misma manera que gozan y ríen quienes quitan las banquetas de los que están por sentarse cuando los ven caídos boca arriba en el suelo". Pero hace ya mucho tiempo que, de camino al trabajo, el pensar se va alejando cada vez más desde sus orígenes como juego...
 
 
En la Ilustración también
Kant somete al primado del trabajo su estética: sostiene que se debería evitar la música, por cuanto es incapaz de "ocupaciones del pensamiento", ya que "sólo juega con sensaciones" y no se aviene con el trabajo conceptual para la producción de conocimientos. Con su 'Crítica de la razón pura' parte de la total autonomía por el sujeto cognoscente; o sea, nosotros no somos quienes giramos en torno a los objetos, sino que más bien serían ellos los que debieran regirse por nuestras mentes: "Como con los primeros pensamientos de Copérnico: éste, viendo que no conseguía explicar los movimientos celestes si aceptaba que todo el ejército de estrellas giraban alrededor del espectador, probó si no obtendría mejores resultados haciendo girar a éste y dejando aquéllas en reposo... La metafísica puede hacer el mismo ensayo, por lo que atañe a la intuición de los objetos. Si aquélla tuviera que regirse por la naturaleza de éstos, no veo cómo podría conocerse algo a priori sobre tal naturaleza. Si, en cambio, es el objeto (en cuanto siendo de los sentidos) el que se rige por la naturaleza de nuestra facultad para intuición, sí puedo representarme fácilmente tal posibilidad"... 

Mas hoy el saber que producen los big data, o grandes volúmenes de datos, es ya inasequible a nuestra comprensión. La transparencia como imperativo dataísta impone la obligación de pasarlo todo a datos, es decir, de visibilizarlo; una presión para producir, sin liberar al hombre, sino las informaciones. Pero la dominación se hace pasar por libertad: el big data genera un saber dominador, que hace posible intervenir en las psiques humanas y manejarlas, destruyendo el espacio para los juegos y las narraciones; el trabajo algorítmico de cálculos no es más que puramente aditivo...

Pensar resulta más erótico que calcular, y es también Eros quien puede darle alas al pensamiento: "lo llamo Eros, el dios más antiguo según palabras de Parménides. El aleteo de tal divinidad me toca siempre que, al pensar, doy un paso esencial y oso adentrarme por lo intransitado", nos explica Heidegger...

Mas últimamente, como Bataille dijo, "ese pensar que se fundamenta en el trabajo y la presión está en quiebra; después de haber atribuido al trabajo y a lo útil el monstruoso papel que demasiado bien conocemos, va siendo ya hora de que un pensar libre recuerde cómo, en el fondo de todo, es juego". Porque, también según Baudrillard: "todos nosotros somos jugadores, es decir, esperamos ardientemente que de tanto en cuanto se desvanezcan por un momento las cadenas racionales que van lentamente ganando terreno; y que siquiera por breve tiempo el orden transcurra de modo totalmente distinto, que se produzca una maravillosa precipitación de los acontecimientos"...
  
 
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La seducción está estructurada como un combate singular ritual, todo se desarrolla por un "orden casi litúrgico del desafío en duelo"; Kierkegaard lo compara con la esgrima. El sexo, por el contrario, es una función encuadrada en el orden de lo natural. Igual que para los duelistas, la seducción implica un trato, su juego con el poder se caracteriza por la reciprocidad. De ahí que Foucault interprete los poderes desde perspectivas de la economía del placer: "ejercer poder sobre los otros, en una especie de juego estratégico abierto donde las cosas podrían invertirse, no es el mal; sino parte del amor, de la pasión, del placer sexual"... 

La seducción presupone una distancia escénica y lúdica que me conduce lejos de mi psicología; la intimidad del amor abandona ya su esfera. Es el final del juego y principio para la confesión, desconfiando de las escenificaciones. De la seducción es constitutiva la fantasía para imaginar al otro. La pornografía termina por sentenciar el final de toda seducción, en la misma se ha erradicado por completo al otro. Igual que se hace con el sexo, hoy se desnuda incluso el alma; la pérdida de toda capacidad para crear ilusiones, apariencias, teatro, juegos y espectáculo es un triunfo de la transparencia...

En la época de la univocidad hemos perdido la capacidad para percibir fenómenos como el misterio y su enigma. Ya las ambigüedades o ambivalencias nos producen malestar. Hasta el chiste se proscribe hoy a causa de su equivocidad. La seducción presupone la negatividad del secreto. Los poemas juegan con las imprecisiones, no permiten una lectura de nitidez pornográfica, se oponen a toda producción de sentido. Y también desaprueba las ambigüedades toda la corrección política...

"Pro-ducir" significaba originalmente poner delante o exhibir, hacer visible. El juego de la seducción, que requiere mucho tiempo, es eliminado cada vez más hoy en favor de la satisfacción inmediata del deseo...