miércoles, 3 de marzo de 2021

COVID-19: el peligroso experimento social que sólo genera réditos políticos, para gobernantes

    

 
La mayoría de los gobiernos de Occidente abordó la actual pandemia de Covid-19 aplicando medidas singularmente restrictivas, que carecían de precedente en la historia moderna. Centrándose únicamente en el número de contagios diarios, las autoridades desdeñaron otros problemas y otras enfermedades más graves, sin considerar los enormes costes sanitarios, psíquicos, sociales y económicos que tan agresivas medidas ocasionarían. Porque los confinamientos, y otros tipos de radicales restricciones generaron, no solo desempleo, pobreza y quiebra de empresas: también contribuyeron a agravar la incidencia de otras enfermedades que causan más fallecimientos que la Covid-19 y a exacerbar la prevalencia de los trastornos mentales. Para colmo de males, y en contra de la propaganda, los confinamientos apenas habrían contribuido a salvar vidas.

Nunca debe despreciarse la letalidad de una pandemia. Aun así, en 2020 la Covid-19 no ha sido principal causa de fallecimiento, ni siquiera la segunda. Atribuyendo al nuevo coronavirus todo el exceso de mortalidad durante 2020 (un 20% en España) y suponiendo que los fallecidos por el resto de enfermedades se mantuvieran estables, la Covid-19 habría causado en España 16 de cada 100 muertes durante 2020 frente a otras 24 las enfermedades coronarias y 22 el cáncer (Tabla 1).

 
Sin embargo, es improbable que el número de fallecidos por otras enfermedades se haya mantenido estable pues los confinamientos y las restricciones de movimientos también habrían generado "excesos de mortalidad" por enfermedades de coronarias, cáncer, sobredosis y suicidio, tal como nos muestran diversos estudios. Y buenas partes de todos esos incrementos en los fallecimientos se prolongarán aún para el futuro cercano.
  
Cáncer, corazón y salud mental
 
Todos los datos apuntan a un incremento de la mortalidad presente y futura por cáncer debido a las restricciones y al pánico causado por las alarmantes noticias. Durante el primer confinamiento en el Reino Unido (marzo a mayo de 2020), tres millones de personas aplazaron sus pruebas tumorales, una demora que convirtió muchos cánceres curables en incurables, según señalan P. Jenkins, K. Sikora y P. Dolan en “life-Years and lockdowns: estimating the effects on Covid-19 and cancer outcomes”. Los autores estiman que un retraso de seis meses en el diagnóstico incrementa la mortalidad en 9.280 personas, con una pérdida total de 173.540 años de vida.

 
También habría aumentado la mortalidad por enfermedades cardiovasculares por la considerable reducción de consultas, admisiones, diagnósticos y rehabilitaciones cardiacas y por la gran dificultad para realizar ejercicio físico y llevar una vida saludable. En “place and causes of acute cardiovascular mortality during Covid-19”, Jianhua Wu y sus coautores concluyen que, durante la pandemia, las muertes por enfermedades coronarias (sin relación con el coronavirus) se incrementaron un 8% en EEUU, respecto a su nivel habitual.

 
Pero los efectos más demoledores, y ocultos, se encuentran en el ámbito de la salud mental: los confinamientos y las restricciones han ralentizado los servicios y tratamientos psiquiátricos, por ser considerados no esenciales, mientras el deterioro psíquico causado por los encierros, la incertidumbre, el desempleo, la pérdida de ingresos, la sensación de soledad o aislamiento incrementaba la población necesitada de estos servicios exponencialmente, con especial incidencia en los jóvenes (Tabla 2)



 
Y estas tendencias aún se desbordarán previsiblemente en el futuro, aumentando desgraciadamente el número de suicidiosEn “the implications of COVID-19 for mental health and substance use”, N. Panchal y otros, destacan el gigantesco crecimiento del número de personas que sufren ansiedad o depresión en EEUU. El deterioro mental durante los confinamientos fue mucho más intenso entre las personas de ingresos más reducidos, aquellas que recibieron de manera desproporcionada el impacto de las prohibiciones. 


  
No es lo mismo permanecer encerrado en una gran mansión con posibilidad de teletrabajo que en un minúsculo y oscuro cuarto, sin perspectivas de encontrar empleo (Tabla 3). Por su parte, las muertes por sobredosis tuvieron un notable repunte a partir de abril de 2020, coincidiendo con el inicio de los confinamientos en los Estados Unidos.


   
¿Reducen los confinamientos las muertes por Covid-19?

Aun infligiendo tan enormes costes a la sociedad, estas draconianas medidas aun podrían justificarse si contribuyeran a salvar muchas vidas. Pero no es así.

En “four stylized facts about Covid-19”, A. Atkenson y sus colaboradores muestran que la trayectoria de la curva de contagios sigue un patrón bastante homogéneo y universal, con independencia de la intensidad de las medidas restrictivas. Así, al contrario de lo que predicen ciertos modelos matemáticos, el ascenso de los contagios alcanza un pico y una fase de descenso al cabo de un tiempo, tanto si el país aplica prohibiciones draconianas como si se limita a medidas laxas. Según estos autores, la curva de contagios no muestra nunca una tendencia explosiva porque los seres humanos modifican voluntariamente su conducta para reducir la exposición. O porque ciertas causas naturales, todavía poco conocidas, conducen al que la enfermedad se manifieste a través de olas que surgen y remiten de manera espontánea, como ocurre con la gripe estacional.

   
En “assessing mandatory stay-at-home and business closure effects” E. Bendavid y otros concluyen que las intervenciones laxas, aquellas con un fuerte componente de voluntariedad y recomendación, contribuyen significativamente a la reducción de los contagios mientras que, a partir de ese umbral, medidas adicionales mucho más restrictivas (como son los confinamientos, bloqueos, toques de queda o cierre de actividades económicas) no aportan reducción alguna de contagios o muertes e, incluso, podrían generar el efecto contrario.

  
Así, en la fase de aceleración de los contagios, muchos gobiernos aplican medidas draconianas. Si no funcionan, introducen otras nuevas, en un ejercicio de imaginación inconcebible hace tan solo un año. Pasado un tiempo, los contagios van remitiendo y la opinión pública tiende a establecer una "relación causa-efecto" que no es cierta pues los contagios habrían disminuido de cualquier modo. En ese contexto, los confinamientos y el cierre de actividades económicas solo generan considerables réditos políticos para los gobernantes: no sólo sirven de coartada para impedir ser culpados de las muertes, también les permite atribuirse el mérito de salvar a la población de una enfermedad.

Las medidas radicales, descartables

En el pasado, los expertos en salud consideraban prioritario que la sociedad continuara funcionando con la mayor normalidad posible durante una pandemia con el fin de evitar un desgarro del tejido social que agravase todavía más los problemas. Estaban convencidos de que las medidas más eficaces eran aquellas que toman los ciudadanos de buena voluntad tras recibir información objetiva. Las medidas radicales, como las actuales, quedaban completamente descartadas por considerarse muy peligrosas: el remedio podía ser mucho peor que la enfermedad.
 

Muerte durante la pandemia con [Reino Unido] y sin [Suecia]... confinamiento


Pero el mundo pareció enloquecer en marzo de 2020 y, siguiendo la estela de China, se inició en Occidente un devastador experimento que causará daños sociales, políticos y económicos especialmente graves y duraderos. Destruirá gran parte de los pequeños negocios, restando competencia a las grandes empresas. 

Empobrecerá a quienes no dispongan de recursos o posibilidad de adaptar su trabajo a las nuevas tecnologías, asignando la carga de desempleo, pobreza y miseria sobre los más débilesY, de formas irreversibles, incrementará considerablemente el porcentaje de población dependiente del Estado: de la voluntad de los políticos

En esta encrucijada, no sólo es la salud física y mental lo que está en juego. También el propio tejido social, el sustento de muchas familias y, sobre todo, los derechos y libertades de las ciudadanías.

 


3 comentarios:

  1. ESPERANDO A GODOT

    Los viejecitos españoles, nuestros mayores, a los que tanto debemos y a los que tanto queremos, quizás tengan razón y motivos suficientes para responder a tan bonitas palabras con un gesto de amargura, siempre, claro está, que todavía no se hayan quedado en el camino. Los millares de fallecidos en los geriátricos y residencias de ancianos, así como los que murieron en sus casas porque se les negó el ingreso en un centro hospitalario, han quedado definitivamente ATRÁS como dolorosa excepción de lo repetido oficialmente para endulzar la pandemia.

    Desde la Fiscalía General del Estado y alguna Vicepresidencia del Gobierno se nos prometió enseguida una INVESTIGACIÓN con exigencia de responsabilidades si las hubiera. Hasta hoy. De vez en cuando leemos algo sobre la apertura de un expediente aquí o allá, pero eso nos sabe a poco. La transparencia y el simple conocimiento de la verdad saldrían mejor parados si se nos informara, al menos, de la cifra de muertos en cada residencia y si aquella debacle ha tenido ya, casi un año después, alguna consecuencia en los ámbitos administrativo o penal.

    ¿Cuántos viejecitos han muerto hasta ahora por el coronavirus? Está muy bien eso de la incidencia acumulada, la ocupación de camas en las “Uvi” y otras informaciones por el estilo, pero sin relegar al último lugar, casi en letra pequeña, la cifra de MUERTES, unas trescientas o cuatrocientas al día, que es lo más objetivo e indiscutible de la situación en la que nos encontramos. La base más firme sobre la que sustentar después las opiniones del lector. Y si no es mucho pedir, no sólo a los abuelitos les gustaría saber cuántos de los fallecidos antes y ahora pertenecen a la tercera edad o la cuarta.

    También sería interesante saber por qué, en las vacunas, los bomberos u otros colectivos similares gozan de preferencia sobre las relativamente ESCASAS personas de, por ejemplo, más de 90 años.

    A los ancianos no sólo se les trató mal al comienzo de la pandemia. Su discriminación NEGATIVA sigue siendo una triste realidad. El aviso para ser vacunados no acaba de llegar, como Godot en la obra de Samuel Beckett. Las Administraciones, tanto la Central como las Autonómicas, suelen ser muy diligentes en defensa propia, pero no siempre están o se las espera cuando las necesitan esos viejecitos que merecen todos nuestros desvelos, etc…

    (J.L. Manzanares, 'República de las ideas', hoy)

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  2. ¿ES DE 'QUITA Y PON' LA PANDEMIA (igual donde Sí confinan y donde No: véanse las curvas de mortalidades -paralelas- en UK y Sweden)...?
    http://off-guardian.org/2021/02/26/coronavirus-fact-check-10-why-new-cases-are-plummeting/

    Órdenes desde la OMS (***) para no contarse -ya, más- como contagios los "asintomáticos" por PCRs positivos (que, a su vez, han bajado del "en 35" hasta "por 22" ciclos...) están ocasionando que, "de repente", la Pandemia desfallezca; y vacunas NO han podido hacer tal milagro, cuando sólo las habían recibido -todavía- menos de 1 entre cada 10 personas...
    (*)
    https://web.archive.org/web/20210120083427/https://www.who.int/news/item/14-12-2020-who-information-notice-for-ivd-users
    (**)
    https://www.who.int/news/item/20-01-2021-who-information-notice-for-ivd-users-2020-05

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  3. Hace unos 75 años, Hermann Göring testificó en el tribunal de Nüremberg, y se le preguntó: "¿Cómo lograste que aceptara todo esto el pueblo alemán?"

    Respondió:

    "Fue fácil, no tiene nada que ver con el nazismo, sino sólo con la naturaleza humana. Puedes hacerlo en un régimen nazi, socialista, comunista, en una monarquía e incluso en una democracia.

    Lo único que se debe hacer para esclavizar a las personas es asustarlas.

    Si puedes encontrar una manera de asustar a la gente, puedes también hacer que hagan lo que quieras"

    ...

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