sábado, 2 de diciembre de 2023

Lo raro será la persona de izquierdas que actúe como si lo fuera: MUFACE, ¿qué broma es esa?

    
No estamos entre las personas que largan por boca[za]s de gansa[da]s, ¡para nada!; sabemos por experiencia -y muy directa mente...- de l@[s] que hablamos: trabajando en un Ente Público sufrimos al Comité de Empresa, con "liberados" por 'Sindicatos de Clase' que durante sus repetidos "Mandatos" como dizque 'Interlocutores Sociales...' consiguieron las mayores "Promociones de Categorías laborales" (hasta muy chusco extremo -parajódico...- del alcanzar sus estatus "Fuera de Convenio...", en Dirección de "Recursos Humanos", ¡ya!), imponiéndonos el disminuir una subida salarial por "compensación" de la del IPC -interanual-... a cambio de apuntársenos en Sanidad Privada [de ADESLAS] cuando seguíamos cotizando para la Seguridad Social aún también.
 
 
¡Y resulta que no era un caso para nada excepcional entre las Administraciones Públicas "del Reino de España..." en aquel año, ni lo sería hoy tampoco...!

Por eso merecerá la pena reproduciros aquí ahora estas atinadas palabras recientes de Alberto Olmos

"La iniciativa de 'Sumar' para eliminar este privilegio —que ahora retoma Mónica García como ministra— parece lo más sensato.

No sabemos nada y a veces hay que casarse con un funcionario para enterarse de las cosas. Como no existen suficientes funcionarios para que todos nos casemos con ellos, la mayoría de la gente no sabe que existe Muface. Se trata de una mutua (sea esto lo que sea) que (aquí vamos) permite a determinados servidores públicos elegir la atención sanitaria que prefieran. Por lo que sea, la sanidad que prefieren los funcionarios públicos españoles, en un porcentaje superior al 70%, es la privada. Muface tiene cerca de un millón y medio de mutualistas
 
 
¿Es broma, no?, pregunté cuando el emparejamiento me condujo hacia la iluminación. Resulta pintoresco que el Estado sostenga una sanidad universal y gratuita y, al mismo tiempo, sugiera a sus profesores de instituto (sin ir más lejos) tratarse los orzuelos, los esguinces y los desarreglos intestinales en la misma clínica que el Rey

Lo que empezó alrededor de los taburetes de una taberna llamada Casa Labra ha acabado en las salas de espera de la clínica Ruber. Está llena de socialistas, la Ruber

Primero, hay que dedicar un pensamiento a un Estado del bienestar que, gobierno a gobierno, asocia impuestos con sanidad y educación... 

Al punto de que cualquier mínima queja sobre una subida de impuestos se ve replicada con la acusación de provocar el cierre de un hospital. Mientras, ese mismo Estado entiende lógico que, quien pueda, se vaya a la privada, inmejorablemente si la privada la paga el resto del país. La sanidad es efectivamente igual para todos, sólo si eres pobre... y no te has sacado ninguna oposición.
 
 
Este cambalache, a nivel estatal, está suponiéndonos una institucionalización de la hipocresía

Ya ni nos sorprende que un ministro de izquierdas lleve a sus hijos a un colegio privado y pague médicos particulares, pero asombra que todo el sistema público sufrague la desigualdad, y la certifique, y la implante. Es como si los antitaurinos pudieran entrar gratis a los toros, y pagara Greenpeace. 

En segundo lugar, podríamos pensar que si la mayoría de los profesores de instituto (sin ir más lejos) son de izquierdas, sólo una minoría de profes liberaloides o fascistas vería con buenos ojos disfrutar de atención sanitaria exclusiva. Podríamos pensar, sí, que todos esos profesores que se manifiestan, se quejan, ponen banderas en sus balcones, van en bici, se dejan rastas, se compran camisetas reivindicativas, odian a Ayuso y enseñan literatura con cómics no dudarían ni un segundo en marcar la casilla “Sanidad Pública” en el documento correspondiente. La casilla que marcan casi todos ellos es la que dice “Sanidad Privada”, amigos. La leen dos veces para estar seguros. 

Hay un millón de funcionarios que ya, en defensa de la Sanidad Pública, prefieren la Privada Sanidad. Hay un millón de profesores que son de izquierdas en su trabajo y de derechas en su salud. Hay un millón de funcionarios que, cuando pueden saltarse una cola, se la saltan. Son humanos, es decir, no les interesa el resto de la Humanidad.
 
 
La rareza, sin duda, es encontrar cualquier persona de izquierdas que se comporte como si lo fuera, un profesor de instituto que acuda al mismo hospital que los padres de sus alumnos y que lleve a sus hijos al mismo hospital al que van sus alumnos. Yo tuve la suerte de encontrar esa rareza, por cierto. 

El caso más famoso de esta hipocresía hipocrática lo protagonizó la vicepresidenta del gobierno, Carmen Calvo, durante la pandemia. Aprovechando que casi ninguno de ustedes está casado con un profesor de instituto, trataron de hacerles creer que era obligatorio para ella ir a la clínica Ruber

Ya saben, es obligatorio conducir un BMW, también. Lo cierto era que ella misma, llegado el momento crucial, había elegido “desmantelar la sanidad pública de la comunidad de Madrid” marcando la casilla fatal. Curiosamente, Esperanza Aguirre siempre ha convalecido en hospitales públicos.

El mito del “desmantelamiento” de la Sanidad madrileña (un desmantelamiento agotador, pues les está llevando décadas, como saben) sugiere que las Aguirres y Ayusos favorecen la sanidad privada y sabotean la pública para que más gente acabe yéndose a la privada. No digo ni que sí ni que no. Lo que sí digo es que basta un papelito, un formulario, un humilde impreso ante tus ojos para elegir la privada sanidad. 
 
 
Es decir, no hace falta que un político ponga mucho de su parte para favorecer la sanidad privada. La sanidad pública y la educación pública la desmantelan, tuerca a tuerca y uno a uno, cada persona que evita entrar en ellas

La llegada de más de un millón de personas a la sanidad pública puede provocar que se colapse, nos dicen ahora. Estoy deseando que esto suceda. Entonces se destinarán más recursos a la sanidad pública. Prefiero que un millón de personas colapse la sanidad pública a que ese millón de personas ponga un cartel en su ventana (“La sanidad pública no se vende, se defiende”) y luego vayan todas a clínicas privadas

Nosotros, usuarios de lo público, no vamos a notar la diferencia. La notarán todos esos señoritos pijos de izquierdas que van a ver con sus propios ojos los hospitales públicos que llevan defendiendo todo el siglo XXI. 

¡Bienvenidos!

 ("Muface, ¿qué broma es esta?", 29/11/2023, en 'El confidencial')

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