lunes, 18 de diciembre de 2023

Jaleando los 'derechos [bélicos]' contra Rusia y Gaza, guerra (de Materias Primas) arriesgamos

    
No hace mucho que ya nos referimos al tema justificando con evidencias determinadas conclusiones preocupantes:
 · aparte de las consideraciones climáticas, está ya en una grave Crisis de inviabilidades progresivas evidentes nuestro viejo modelo del crecimiento económico, basado en aquellas energías por ahora realmente desarrolladas... 
 · proliferan los síntomas de un agotamiento acelerado tanto con respecto a las dichas fuentes naturales energéticas aprovechadas como en el rendimiento de su Explotación... 
 · (...) y otro cuello de botella para desarrollar un mundo "verde o digital" son algunas escaseces en material geológico clave (uranio, cobre, litio y cobalto)...

 

 

Ahora continuamos en la misma línea:

 
"China acaba de establecer restricciones a la exportación de grafito como respuesta a los controles de exportación de semiconductores y alta tecnología por parte de EE.UU. 

Dichas restricciones se suman a otras recientes a la exportación de germanio y galio, y suponen un nuevo y peligroso paso en la guerra tecnológica. China es el mayor productor y exportador (y casi exclusivo refinador) mundial de grafito, un mineral esencial para la fabricación de baterías de vehículos eléctricos, lubricantes para maquinaria en industrias petroquímica, aeroespacial y defensiva.
 
 
En un intento por cubrirse las espaldas ante posibles reclamaciones ante la Organización Mundial de Comercio, China ha alegado que la restricciones (que afectan a 3 tipos especiales de grafito), se imponen para “para salvaguardar la seguridad y los intereses nacionales” y que “no están dirigidas contra ningún país en concreto”. El uso de la excusa de la seguridad nacional como argumento no convierte estas medidas en compatibles con la OMC, pero es el mismo argumento alegado por EE.UU. cuando decidió imponer aranceles al acero en época de Trump.  

Hay que recordar que la OMC concluyó que dichos aranceles eran ilegales, pero en enero de 2023 (es decir, ya en la era Biden) EE.UU. replicó, sentando un peligroso precedente, que “durante más de 70 años los EE.UU. han mantenido la posición clara e inequívoca de que las cuestiones de seguridad nacional no pueden examinarse en el sistema de solución de diferencias de la OMC y que ésta no está facultada para cuestionar la capacidad de un Estado miembro para responder a una amplia gama de amenazas a su seguridad”. 

Y añadía, en un párrafo que veremos muy repetido en los próximos años (por arrojadizo), que “resolver cuestiones de seguridad nacional en la OMC no sólo es incompatible con el propósito de una organización comercial, sino que no promoverá el interés común de los Estados miembros de la OMC como foro de debate y negociación”. Vamos, que la OMC no es quién para decirle a EE.UU. qué es -o no- seguridad nacional.

Por eso China se agarra ahora al clavo ardiendo de la “seguridad nacional”: porque le permite dañar a EE.UU. (principal importador mundial de grafito) y evita que éste pueda quejarse. Esto es, por cierto, una buena lección para la UE y su concepto de 'autonomía estratégica': si cualquier cosa puede ser cuestión de seguridad nacional, la seguridad nacional no significa realmente nada. La verdad es que, si EE.UU. fuese consistente en sus argumentos, los defensores del comercio lo tendríamos un poco más fácil.
 

El presidente chino, Xi Jinping -HUANG JINGWEN /XINHUA NEWS
 
Al mismo tiempo, este nuevo clavo en el ataúd de la cooperación internacional nos recuerda el peligro de la fragmentación (es decir, retrocesos en la integración mundial) sobre los mercados de materias primas. Este tema ha merecido un capítulo especial en el último informe de 'Perspectivas de la Economía Mundial del FMI', que realiza una simulación del posible escenario de fragmentación mundial en los mercados de materias primas llegando a 6 preocupantes conclusiones:

- En primer lugar, que el mercado de materias primas es más susceptible de fragmentación que otros mercados, ya que se compone de bienes difícilmente sustituibles, con baja elasticidad de demanda y de oferta muy poco variada (el 70% de la producción global de minerales se concentra en solo tres países).

- En segundo lugar, que la fragmentación de los mercados de materias primas no es solo potencial, sino que ya se está produciendo: las restricciones al comercio son estos años mucho más frecuentes en este tipo de mercancías, para las que además se ha reducido la inversión directa extranjera.

- En tercer lugar, que generaría peligrosas subidas de precios en minerales críticos para la transición ecológica y en algunos alimentos. Los aumentos repentinos de los precios de estos últimos productos podrían, además, perjudicar a muchos países de renta baja muy dependientes de las importaciones para alimentar a su población (algo que ya se está observando en las restricciones a las exportaciones de grano de Ucrania).

- En cuarto lugar, que la fragmentación de los mercados de materias primas no solo tendería a incrementar los precios, sino también su volatilidad, aumentando la incertidumbre y dificultando la acumulación de stocks para prevención de situaciones de crisis.

- En quinto lugar, que tendría efectos macroeconómicos considerables para muchas economías con alta dependencia de productos básicos (especialmente en países de renta baja y en mercados emergentes), con pérdidas de PIB a largo plazo superiores al 2%, muy desigualmente repartidas.

- Por último, que la fragmentación de los mercados de materias primas terminaría desincentivando la inversión en transición energética, que podría ser un 30% inferior a la necesaria en energías renovables y en vehículos eléctricos a nivel mundial para 2030.

En resumen, que la guerra tecnológica entre EE.UU. y otras guerras como la de Ucrania o la reciente crisis de Oriente Medio pueden provocar importantes restricciones al comercio de materias primas, cuyos mercados se están fragmentando; conviene no minimizar dicho peligro de fragmentación, ya que su traducción práctica podría ser la persistencia de la inflación (que creíamos ya superada), una mayor volatilidad de los precios, una crisis alimentaria (que generaría fuertes tensiones sociales) y un peligroso retraso de la transición energética. Problemas que, en el contexto económico actual, es justo lo último que necesitamos."


3 comentarios:

  1. LA DICTADURA SERÁ VERDE

    Delante del edificio donde vivo, en una ciudad de las afueras de París, hay ahora no 1, ni 2, sino 3 cubos de basura. Se supone que debo repartir mis residuos diarios entre estos tres contenedores. El primero es para el papel, el segundo para la basura normal y el tercero para los restos de comida. Para complicarme aún más la vida, tengo que tirar los vasos y las botellas al final de la calle, en un contenedor enorme y espantoso. No pude evitar investigar el verdadero propósito de esta clasificación.

    Para mi gran sorpresa, aunque no total, descubrí que estos residuos, sutilmente separados unos de otros al principio, acababan convergiendo en el mismo camión y luego en la misma planta incineradora. El director de esta planta me confirmó que no era económicamente viable recuperar los residuos para un destino rentable. El reciclaje es un mito para crédulos. La clasificación que me han impuesto las autoridades municipales no es más que un reflejo de la ideología dominante: el ecologismo, la religión pagana de nuestro tiempo para cristianos en desbandada, místicos ociosos y jóvenes en busca de lo absoluto.

    No soy hostil a la naturaleza, ni a la pureza del aire, pero preferiría que me dejaran elegir mi estilo de vida. Si vivo en la ciudad, es porque prefiero la ciudad, al precio de su contaminación. Y cuando vuelvo al campo, es porque quiero el campo. No necesito una ciudad en el campo. Es fácil ver por qué la ideología de la ecología me resulta completamente intolerable: en nombre de no sé muy bien qué diosa verde y de la santificación de la Tierra, mi vida cotidiana está regulada por una especie de dictadura blanda que me obliga a hacer el bien o el supuesto bien. En nombre de valores superiores a los de la humanidad. Digan lo que digan, no voy a comulgar con esta nueva moral y no voy a renunciar a situar al hombre por encima de la naturaleza; es lo que enseña la Biblia.

    Lo más intolerable del ecologismo sin duda son sus pretensiones científicas. En lugar de decirnos francamente, «vamos a controlar tu vida porque estamos ávidos de poder», los ecologistas nos mantienen enjaulados en nombre de una presunta ciencia que dista mucho de estar verificada. Me viene a la mente un precedente: el comunismo. Si ahondamos en sus orígenes, nos encontramos obviamente con Karl Marx, que afirmaba que su obra era científica. Un «socialismo científico» que sustituyó al socialismo de los franceses, al que calificó de «utópico». Todos conocemos el resultado, que nos hace lamentar el gusto francés por la utopía. Pero ¡cuidado, peligro! En cuanto uno cuestiona los supuestos ecológicos, se le tacha de negacionista, a veces incluso de nazi.

    [continuará] ... ... ...

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    1. ... ... ... [continúa]

      ¿Cómo se atreve alguien a oponerse a "la ciencia"? ¿Cómo nos atrevemos a "sacrificar a la humanidad" futura? En realidad, no soy ni ecologista ni negacionista. No discuto el hecho de que el clima se esté calentando, porque las pruebas son abundantes. Pero no es la primera vez en la historia de nuestro universo. Las razones de este calentamiento global solo se comprenden muy parcialmente. No niego que las emisiones de dióxido de carbono contribuyan al efecto invernadero y, por tanto, al calentamiento global. Pero nos olvidamos deliberadamente de advertir que la contribución del dióxido de carbono al calentamiento global es solo parcial. Hay muchos otros factores implicados en el cambio climático que desconocemos o no podemos controlar. La popularidad de la teoría de que el calentamiento global está causado por el dióxido de carbono con exclusión de todos los demás factores se debe a razones ideológicas y no científicas. Al cuestionar el carbono, estamos atacando el capitalismo, la industrialización, el progreso y la modernidad. Idealizamos la Edad Media, la Prehistoria y al hombre de Neandertal, que, por lo visto, no conocía la guerra ni la violencia. Un montón de patrañas, por supuesto.

      En este ambiente verde y pseudo-racional, me asombra la renuncia de Occidente al progreso. Ahora es Asia la que cree en él. Los chinos y los indios están convencidos de que el progreso técnico nos permitirá controlar mejor los efectos de los gases de efecto invernadero, o bien, si, como es probable, no logramos controlar el clima, la tecnología nos permitirá proteger nuestras costas, nuestras ciudades y nuestra salud. En cambio, Europa, antaño cuna del progreso, se ha vuelto escéptica, incluso reaccionaria. China, que fue progresista hace mil años antes de caer en un largo sueño, es ahora la más despierta de las naciones. Los chinos debieron de reírse mucho cuando, en la cumbre del clima de Dubai, los europeos predicaban la prohibición del petróleo, el carbón y el gas, pese a que China ya ha iniciado la construcción de cuatrocientas centrales eléctricas de carbón. Cuatrocientas. Cada vez que separo mi basura en la calle, estoy reduciendo la economía nacional, pero también estoy mejorando la de China. Mis actos cotidianos y un tanto ridículos no influyen en el clima, pero me sumergen en el mundo de lo bueno y lo justo.

      El éxito de la ecología se explica, como he dicho antes, por el deseo de poder de los ecologistas. Pero también se debe a nuestro consentimiento servil: fingir que se respeta la naturaleza clasificando la basura proporciona una conciencia tranquila formidable al menor precio posible. Toda dictadura requiere un dictador, y los partidos ecologistas están dispuestos a desempeñar este papel. Pero la dictadura implica también la aquiescencia, el menoscabo del espíritu crítico, la renuncia a la aventura prometeica y, en definitiva, el abandono de lo que Occidente fue.

      Guy Sorman

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