miércoles, 12 de julio de 2023

Sendas corrientes tradicionales prolongadas de visión sobre la realidad, en Oriente y al Oeste...

 
"El gran poeta japonés Basho (1644-1694) compuso una vez un poema en la forma conocida como haiku -y hokku- de 17, o más bien 15, silabas ['Yoku mireba, / Nazuna hana saku / Kakine kana'] que traducido dice más o menos: 'Cuando miro con cuidado, / ¡veo florecer la nazuna / junto al seto!' 

Es probable que hubiera ido caminando por el campo cuando advirtió algo; se acercó entonces, lo miró detenidamente, y descubrió cómo era nada menos que una planta silvestre insignificante o en general inadvertida para los caminantes. He aquí el hecho simple que describe, sin expresar en ningún momento un sentimiento específicamente poético, a no ser quizás con las últimas silabas, del 'kana'. Esa partícula, ligada con frecuencia con un nombre, adjetivo o adverbio, significa cierto sentimiento de admiración, elogio, tristeza o alegría, y puede ser vertida en ocasiones justamente a otras lenguas mediante un signo de admiración. En este haiku todo el verso termina por tal... 

El sentimiento que prevalece a su final quizá no sea comunicable para quienes desconocen el idioma japonés (...) En primer lugar Basho era, como lo son la mayoría de los orientales, un poeta de la naturaleza: la estiman tanto que se sienten uno con ella, y perciben todos los latidos de sus venas. La mayoría de los occidentales, en cambio, tienden a separarse de la misma. Piensan que nada tienen común, a no ser algunos aspectos deseables, y que sólo existe para ser utilizada por el hombre. Pero para ellos la naturaleza está siempre muy cercana... 

El poeta puede leer el más profundo misterio de la vida o del ser en cada pétalo. Basho acaso no tendría conciencia del caso, pero seguro que su corazón en ese momento vibraba por un sentimiento parecido a lo que los cristianos llaman amor divino, alcanzando las mayores profundidades de la vida cósmica. Tal es el Oriente... 
 
 
Veamos ahora qué puede ofrecer Occidente para una situación similar, escogiendo al célebre literato inglés Tennyson (1809-1892) en un corto poema que algo muy cercano al de Basho glosaba ['Flower in the crannied wall, / I pluck you out of the crannies; / — Hold you here, root and all, in my hand. / Little flower — but if I could understand / What you are, root and all, and all in all. / I should know what God and man is'], o sea: ' Flor en el muro agrietado, / te arranco de las grietas; / te tomo, toda y con las raíces, en mis manos, / florecilla, pero si pudiera entender / cuanto eres -con todo incluso tus raíces o total en la totalidad-, / sabría lo que Dios y el hombre son.'      

Muy verosímil es que Tennyson experimentara un sentimiento parecido al de Basho, pero la diferencia entre los dos estriba en cómo el poeta japonés no arranca la flor. La mira, simplemente. Está en sus pensamientos absorto. Siente algo en su espíritu, pero no lo expresa. Deja que un signo de admiración señale todo lo que quiere decir. Porque no tiene palabras para expresarlo; su sentimiento es demasiado pleno, demasiado profundo y no pretende conceptuarlo (...) Tennyson, en cambio, es activo y analítico. Primero separa la flor del lugar donde ha crecido en el terreno al que pertenece, por lo cual la planta debe morir, sin parecer importarle tal destino; su propia curiosidad debe quedar satisfecha. Como algunos científicos, quiere hacer la disección de la planta... 

Basho ni siquiera toca la nazuna, simplemente la mira, y lo hace con 'cuidado'. Eso es todo. Se mantiene inactivo, en contraste con el dinamismo del europeo. El oriental silencio no significa simplemente ser mudo, y quedarse sin habla. Es, en muchos casos, tan elocuente como las palabras. Occidente gusta del verbalismo. No sólo eso: transforma el verbo en carne haciendo que dicha encarnación se muestre algunas veces demasiado (burda y voluptuosamente) por sus artes o religión... 

¿Qué hace Tennyson? Mirando la flor arrancada, que probablemente comience a marchitarse ya, se formula interiormente una pregunta: '¿Lo entiendo?' Basho no se muestra inquisitivo en absoluto. Siente cómo se revela en tan humilde nazuna todo el misterio que ahonda fuentes de la existencia. Se muestra embriagado por su sentimiento y lo expresa en un grito inefable, inaudible. A diferencia de tal actitud, Tennyson sigue con una reflexión: “Si pudiera entender... sabría qué... son [Dios y el hombre]” Su llamado al entendimiento es característicamente occidental. Basho acepta, pero él resiste... 
 
 
Su individualidad permanece aparte. No se identifica con Dios ni entre la naturaleza. Tampoco hay empatía, reunificación o simpatía. Su conocer 'científicamente objetivo' es, y el del asiático totalmente 'subjetivo' (aun cuando ésta no sea palabra bastante adecuada, porque siempre opone sujeto al 'objeto'. Más bien, permanecería en otra 'subjetividad' absoluta, por la cual contempla nazuna y ésta lo contempla también a él)... 

Basho dice: 'miro con cuidado' [en japonés: 'yoku mireba']; las palabras implican cuánto no es ya un observador, sino que la flor ha cobrado de sí misma conciencia expresada silenciosa y elocuentemente. Tal elocuencia por parte de la flor con el silencio encuentra un eco humano en esas 17 sílabas del haiku. Sean cuales fueren las profundidades del sentimiento, el misterio de la expresión y aun la filosofía que haya en ello -para quien ha experimentado como real todo esto- son inteligibles...

Mas con Tennyson parece que no hay, primariamente, ninguna profundidad en el sentir: es todo intelecto, lo que resulta típico por la mentalidad occidental, partidaria de la vía del logos. Ha de tener algo que decir, a fin de abstraer o intelectualizar su experiencia concreta. Debe salir del campo de los sentimientos al del entendimiento, para sujetar la vida y el sentimiento a una serie de análisis, satisfaciendo su occidental espíritu de investigación. {Se ha seleccionado a esos dos poetas como ejemplos para sendos puntos de vista básicos y característicos sobre la realidad; Basho pertenece a Oriente y, en cambio, Tennyson es del Occidente (...) al comparar así ambos descubrimos cómo cada uno expresa su trasfondo tradicional} 

* Según esto, la mentalidad occidental es: analítica, selectiva, diferencial, inductiva, individualista, intelectual, objetiva, científica, generalizadora, conceptual, esquemática, impersonal, autoafirmativa, legalista, organizadora, impositiva, dispuesta a imponer su voluntad sobre los demás, etc. 
 
 
* Y frente a estos occidentales los rasgos de Oriente pueden caracterizarse definiéndola como: sintética, totalizadora, integradora, no selectiva, deductiva, no sistemática, dogmática, intuitiva (más bien afectiva), no discursiva, subjetiva, espiritualmente individualista y socialmente al grupo dirigida, etc.   

El oriental Lao-Tzé, referente primero (con el 'Tao Te King') de chino taoísmo y por ende también luego para linajes -tanto continentales como japonés, Chan o Zen- del budismo, decía: 'Sólo yo aparezco desprovisto / entre quienes de abundancia viven. / Mi espíritu sigue turbándose, / como pasa con cualquier ignorante. / Todo el mundo está esclarecido, / sólo continúo yo en tinieblas. / Todos resultan penetrantes / y quedo solo yo siendo tan torpe, / igual que quien deriva por alta mar. / Toda la gente tiene qué hacer, / sólo aquí yo soy un inútil' (Occidente, para contraste frente a esto, tiene su par de ojos agudos y penetrantes hundidos en las órbitas examinando el mundo exterior como los de un águila que se remonta por lo más alto del cielo. Y en la nariz prominente, los labios delgados o el conjunto del contorno facial, todo sugiere una intelectualidad altamente desarrollada y disposición al actuar comparable con aquélla del león. En verdad, león y águila son símbolos por antonomasia de las excelencias occidentales)...

Su principal discípulo, el influyente filósofo Zhuang Tzi, relataba la historia de konton o hun tun ['Caos']: sus amigos le debían muchos de sus logros y querían agradecérselo, concluyendo que Caos no tenía órganos sensoriales para distinguir el mundo exterior, un día tras otro se los fueron dando hasta que lograron transformarlo en una persona sensible como ellos. Pero mientras andaban felicitándose por su buen éxito, Caos se les murió. Ese grupo de amigos tan bien intencionados mas incapaces del distinguir las cosas con claridad sería Occidente, y el Caos a su vez Oriente (...) Denis de Rougemont menciona como características de los dos rasgos prominentes para las culturas occidentales -en 'Man’s Western Quest'- la persona libre, subjetiva, responsable con sus máquinas determinadas objetivamente o lógicas; lo cual es significativo por tratarse de conceptos contradictorios... y Occidente se necesita esforzar por su reconciliación..." 


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A este post le precedió, anterior mente (30/06/23):

                                 ... y a este post le sigue, ulterior mente (14/07/23)

5 comentarios:

  1. Aunque la complementariedad del Yin y el Yang se remonta a una época muy remota, es formulada explícitamente en un período relativamente tardío. Yang representa el sol, que aparece en su grafía, la luz, y Yin la sombra, escrito con el elemento 'nube', frío. En el período de los Reinos Combatientes fue cuando el Yin y el Yang empezaron a ser considerados como soplos primordiales que por su alternancia e interacción dominan la evolución del universo. Dice Lao-tzí:

    "El Tao engendra al 1, / el 1 engendra e 2, / el 2 al 3, / el 3 engendra los 10.000 seres. / Esos 10.000 albergan en su seno el yin y el yang, / cuyas energías vitales (qi) chocan para tornarse en armónica unidad. / Lo más aborrecido de los hombres / es la orfandad, la miseria, la indignidad; / mas ved que así es como reyes y duques se nombran a sí mismos. / Pues las cosas crecen cuando las amenguas / y menguan cuando las acreces. / Lo que otros me han enseñado, / también yo lo enseño a los demás. / Quien abusa de su fuerza no tendrá buen fin; / de esto haré la guía de mi doctrina"...

    Yin y Yang representan el principio de la diferencia que crea atracción, así como del devenir y de la multiplicidad que producen mediante sus combinaciones; pero también son prueba de la Unidad que subyace en el mundo. En el 'Yi Jing' o 'I Ching' (Libro de las Mutaciones y los Cambios) se dice: “Un Yin, un Yang, eso es el tao ”. Un texto del siglo III a. C. que fue muy influyente durante los Han precedentes dice: "El día y la noche componen un ciclo; eso es la Vía Circular. El tránsito de la luna a través de sus 28 moradas, que conecta Cuerno y Eje; eso es la Vía Circular. Como las esencias [de Yin y Yang] atraviesan alternativamente las 4 estaciones hacia arriba y hacia abajo, se encuentran entre sí; eso es la Vía Circular. Algo se agita y brota; al brotar, nace; al nacer, crece; al crecer, madura; al madurar, declina; al declinar, muere; al morir, deviene latente [precediendo otro nacimiento]; eso es la Vía Circular.

    ... ... ... [continuará]

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    1. ... [continúa]

      Aunque Yin y Yang eran inicialmente palabras neutras, en una cultura tan patriarcal como la china se asociaron muy pronto con lo femenino (yin) y lo masculino (yang). A partir de la polaridad unificada y unificadora que ponen de manifiesto el Yin y el Yang, se establece la doctrina de los “cinco agentes” (wuxing), traducida a veces por “5 elementos”. Dice el 'Libro de la historia': "Los 5 agentes son: agua, fuego, madera, metal, tierra. Pertenece a la naturaleza del agua el humedecer y fluir hacia abajo; pertenece a la del fuego arder y elevarse por los aires; pertenece a la de la madera el combarse y enderezarse; pertenece a la del metal el ser dúctil y adaptarse a la forma que se le da; pertenece a la de la tierra el prestarse a la labranza y la cosecha. El agua que humedece y fluye hacia abajo se vuelve salada; el fuego que arde y se eleva amargo; la madera que se comba y se eleva se vuelve ácida; la tierra, al ser cultivada, adquiere un sabor dulce.

      Al final de los Reinos Combatientes, en los siglos III-II a.C., la alternancia de los soplos primordiales Yin y Yang se encuentra combinada con los wuxing concebidos como 5 fases o porciones del tiempo (día, estación, año, dinastía...) correspondientes a cualidades determinadas que se suceden cíclicamente en puntos de referencia situados en el espacio (...) Estos ciclos se vieron reflejados también en la continuidad de las dinastías. En el 221 a. C. el soberano de Qin, el primero en denominarse a sí mismo 'Primer Augusto Emperador', procura integrar su reino en la continuidad cíclica cosmológica, encontrando en esto una justificación a su sistema represivo de gobernar, ya que el extremo Yin del Agua se traduce en una política de castigos opuestos a los valores Yang. Cuentan los 'Registros del Gran Historiador', Shi-Ji (siglo II a. C.):

      "El Primer Emperador expuso su 'Teoría de las Cinco Potencias', según la cual Zhou había tenido la potencia del Fuego. Puesto que Qin había suplantado a Zhou y que [cada potencia] sucede a la que no puede conquistar, empezó a entrar en vigor la potencia del Agua. Cambió el calendario (...), eligió el negro como color de la ropa, de los estandartes y banderas, y designó el seis como número de base: todos los sellos y los gorros oficiales medirían seis pulgadas; los carros, seis pies. El doble paso era de seis pies, y los carruajes tenían seis caballos. El río Amarillo recibió el nuevo nombre de “Río cuya potencia es el agua” con objeto de saludar el advenimiento de la potencia del Agua. Con fuerza, dureza y extrema severidad, toda cuestión se resolvía mediante la ley. Por el castigo y la represión, por el rechazo de la humanidad y la benevolencia, del espíritu de conciliación y de justicia, se alcanzó la conformidad con la posición numérica asignada en la sucesión de las 'Cinco Potencias'. La consecuencia fue una aplicación de las leyes estricta y sin remisión"...

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  2. En el confucionismo se valoraba la búsqueda del "justo medio" como generador de armonía. Pues bien, los taoístas buscan, no tanto el medio, como el centro, identificando este centro vacío con el Origen. La Nada (wu, 无 ) o el Vacío no son términos puramente negativos, ya que designan el Origen de la existencia: del Dao (Nada) surge el Ser (有 ), el mundo visible, lo concreto y limitado. Ser (you) y no-ser (wu) se engendran mutuamente. Estos dos (no-ser y ser) tienen el mismo origen aunque diferentes nombres.

    Otra forma de evocar la Nada es como vacuidad, en imágenes como la del fuelle, el cubo de la rueda, el vacío de los recipientes o las puertas y ventanas: "Treinta radios convergen en el cubo de la rueda / Pero donde no hay nada es precisamente donde radica la utilidad del carro / Se da forma al barro para hacer un recipiente / Pero donde no hay nada es donde radica la utilidad del recipiente. / Se horadan puertas y ventanas para hacer una estancia / Pero donde no hay nada es donde radica la utilidad de la estancia. / Así, el “haber” (you) presenta comodidades que el “no-haber” (wu) transforma en utilidad." (Lao-tsú, en su 'Dao De Ching')

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  3. TIERRA Y MAR: ESTRATEGIAS DEL PENSAR

    (...) La percepción que tiene Hegel del agua y del mar está siempre regida por una necesidad compulsiva de lo fijo. Es la orientación hacia lo fijo lo que hace aparecer al mar como algo que "no ofrece sostén", elemento "inseguro".

    También Kant se sirve de la metáfora de la travesía marina para ilustrar su pensamiento. A diferencia de Hume, quien para salvar su nave la hizo fondear en la costa del escepticismo (donde, no obstante, empieza a pudrirse), Kant quiere confiar su nave a un piloto que "provisto de los seguros principios del arte del timonel, los cuales están sacados del conocimiento del globo, con un mapa completo del mar y un compás pueda dirigir seguramente el barco adonde le parezca bien" [Immanuel Kant: 'Prolegómenos a toda metafísica del porvenir que haya de poder presentarse como una ciencia']. El arte del timonel kantiano conquista el mar enmarcándolo en un sistema de principios y cartografiándolo totalmente en coordenadas inamovibles. El pensar occidental surge de la necesidad de tierra firme. Justamente esta necesidad compulsiva de tenacidad y univocidad hace que cada desvío, cada cambio, cada indeterminación parezca una amenaza.

    Si la "razón" se embarca como "última piedra de toque de la verdad" hacia el más allá del dictamen objetivo, cae en un espacio nocturno; tiene que orientarse en el "espacio de lo suprasensible inmenso, pleno de tinieblas" [Immanuel Kant: 'Cómo orientarse en el pensamiento']. Y para ello se guía solo por su "exigencia" de "tener que juzgar". Para estar "satisfecha" la razón necesita de una "máxima" que ofrezca un 'máximo' de constancia y universalidad. Tiene que aclarar la oscuridad inconmensurable. Si se las mira bien, tampoco las "tinieblas" son 'facticidad'. Son, en todo caso, el producto de una imposición.

    (...) La crecida del agua en el río, que al inundar sus orillas hace desaparecer las diferencias, no es percibida como amenaza. Es, antes bien, bello que el búfalo y el caballo apenas puedan diferenciarse uno del otro, que las cosas fluyan unas en otras. Bella es no la separación clara, sino la transición en la in-diferenciación: "El mar ya oscuro. / El graznido de un pato, / apenas blanco" (según 'haiku' de Bashō).

    En el Lejano Oriente el agua y el mar ocupan campos semánticos muy diferentes. Son símbolos de procesos y relaciones muy distintas. Muchas veces figuran como un medio de la in-diferenciación. El agua es in-diferenciada por cuanto 'en sí' no tiene una forma. Tampoco interioridad. Así, se opone a la 'ESENCIA', que se afirma, y al permanecer en sí misma se diferencia u opone al otro. El agua carece de forma propia. Pero es todo menos "amorfa". En realidad está siempre formada. Toma la forma de lo otro para revelarse. Es amable porque, en vez de asentarse, a cualquier forma se amolda. Dado que carece de toda firmeza, no impone. Es dócil y moldeable. No encuentra, por lo tanto, resistencia. Dado que no se afirma a 'sí misma', no se opone, ofrece resistencia ni rivaliza ('bu zheng', 不爭) [Lao zi: 'Tao te ching']. Así, la bondad suprema es como el agua ('shang shan ruo shui', 上善若水). Dado que no es nada, no tiene una forma fija, ni tampoco interioridad, está ausente, puede estar en todos lados, ser todo. Lo rígido se quiebra fácilmente, provoca resistencia. Quien impone, sufre imposición. El agua supera obstáculos cediendo. Se despliega doblándose. "La debilidad puede más que la fuerza; la agilidad puede más que la dureza".

    (...) Para los chinos el agua o el mar son símbolo de aquel pensamiento que se adapta o amolda situativamente a la transformación del mundo y a cambios de las cosas. El mundo no es 'abismal', sino 'múltiple' en sus manifestaciones. No es un ser, sino un 'camino' que se modifica permanentemente...

    [continuará]

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    1. ... ... ... [continúa]

      El pensamiento del Lejano Oriente no gira en torno de lo idéntico. Así, no se sienten las transformaciones y los cambios como amenaza. Solo representan el curso natural de las cosas, al que hay que adaptarse. Se piensa en constelaciones a las que es imposible forzar con un principio de identidad. La orientación no sigue coordenadas invariables. Más bien, hay que reconocer a tiempo la respectiva constelación y reaccionar a ella de manera adecuada. En oposición a este pensamiento re-activo, re-actuante, el pensamiento occidental es un pensamiento activo, actuante que aborda el mundo desde un punto de vista firme, incluso que se lanza al mundo. Los sabios chinos no se lanzan al mundo como aquellos navegantes aventureros, sino que se amoldan a él. Hay que mantener el pensamiento tan flexible como sea posible de modo que se abra a la multiplicidad de posibilidades. El pensamiento oriental es amable en el sentido de que no se obstina con principios y fundamentos. Y su sabiduría es lenta. Debido a la 'AUSENCIA' de reglas fijas, el titubeo es parte de su (en términos occidentales) 'esencia'. La sabiduría es un 'conocimiento titubeante'. La lentitud y la amabilidad son el andar del pensamiento del Lejano Oriente. Bajo este punto de vista Nietzsche tampoco fue un pensador amable de la lentitud. En un fragmento escribe: "La mujer reacciona más lentamente que un hombre, y el chino más lentamente que un europeo" [Friedrich Nietzsche: 'Fragmentos póstumos (1885-1889)']...

      A pesar de su revisión radical, de su inversión del pensamiento greco-metafísico, Nietzsche sigue siendo un pensador occidental, es decir, un Odiseo. Las múltiples metáforas sobre el mar y la navegación hablan con elocuencia de su origen griego. El heroísmo y el accionar dominan su relación con el mar.

      (...) Como "artista de la separación" [pues "el camino del discernir qué verdad es frente a lo no-verdadero sólo se alcanza en el 'krinenin logo', discernimiento comprensor de ambos, y la decisión por uno entre ambos" (Martin Heidegger: 'El ser y el tiempo')...], el filósofo debe aislar a partir de la multiplicidad empírica algo constante, una ley o un principio general. Mediante la separación y la diferenciación, el pensamiento debe avanzar hacia una capa estable. En este aspecto no se diferencia fundamentalmente el artista de la separación kantiano del geólogo cartesiano, que cava para llegar a un fundamento estable, inconmovible. En 'El discurso del método' escribe Descartes: "mi propósito no era otro que afianzarme en la verdad, apartando la tierra movediza y la arena, para dar con la roca viva o la arcilla" [René Descartes: 'El discurso del método']. El dios cartesiano resulta no ser sino un guardián o garante de la certeza pensada como inmutabilidad: "También conocemos que hay perfección en Dios no solo en razón de la inmutabilidad de su naturaleza, sino también porque obra de una forma que nunca cambia. De tal modo que no debemos suponer otros cambios en sus obras [...] que los cambios que nosotros apreciamos en el mundo [...] sin que cupiese argüir el conllevar ello inconstancia alguna por parte del Creador" [René Descartes: 'Principios de la filosofía']. El pensar se esfuerza por secar el mundo pantanoso, por darle un contorno fijo, encajarlo en formas fijas. Se trata del intento de 'terrenizar', 'territorializar' el pensar, lo cual equivaldría a 'teologizarlo'. El pensamiento oriental, en cambio, sigue el impulso a situar el pensar más allá de formas fijas, 'desterritorializarlo', 'desterrenizarlo' u 'oceanizarlo'.

      La cocina oriental misma es una cocina desterritorializada. Todo se trocea pequeño. Los ingredientes más diversos, trozos de verdura, hongos, aves y pescados, se ensamblan en conjunciones ingeniosas. Al plato no llegan casi elementos firmes o enormes, que habría que 'separar' con un cuchillo afilado. El proceso de comer no es un 'perforar' con el tenedor, sino un 'abarcar' con los palillos...

      [extractado en 'Acerca de la cultura y la filosofía del Lejano Oriente: Ausencia', BYUNG-CHUL-HAN, 2019]

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