sábado, 22 de julio de 2023

La vida sobre un muro (en palimpsesto)...

 
Probablemente, lo más crucial siempre sea el atinar con alguna clara lectura del palimpsesto de la vida en las polis; como, por ejemplo, algo que hoy nos llegaba desde La Cabrera (de Madrid, entre la Pradera del Amor y El Roble...) hasta esta Valdecañada (Bierzo, ante Valle del Silencio y la Cabrera de León):
   
 
"En el pueblo donde paso el verano nadie diría que mañana sus habitantes, como los demás españoles, están llamados a votar en unos comicios que, seguramente, van a resultar cruciales. Ningún cartel colgado, ninguna pared empapelada, ningún mensaje despunta en sus calles limpias. Para quienes venimos de la gran urbe parece insólito, aunque ahora las campañas electorales son mucho más pulcras que las de antes cuando, brocha en mano, los militantes de los partidos colocaban el rostro de sus líderes en cuanta superficie veían vacía. Y, sin embargo, este lugar alberga los muros de un túnel que atraviesa la antigua N-I, ahora convertida en avenida, llenos de mensajes que se han ido acumulando con el tiempo, unos sobre otros, de manera que lo que vemos hoy se superpone a lo que se escribió años atrás. Puedo certificarlo, pues conservo fotografías tomadas de tanto en tanto, atraído por la estética final que configura ese amontonamiento de ideas, nombres, amores y odios; de vida, en fin.

En esos muros la política no está ausente, aunque se mueve en el terreno de la abstracción con un sesgo extremista, para nada electoral. Son lemas y signos alejados de la trifulca cotidiana que nos acompaña desde hace ya meses. Ahí está, por ejemplo, una esvástica y unas SS tachadas, que alguien descalificó con la inscripción «viva la república, hijos de puta»; y más abajo un «Madrid será la tumba del fascismo», así como, con mayor tamaño, un «Sierra Norte Antifascista», sin que por ello quede oculto un ya casi desdibujado «viva Franco». Claro que estos mensajes son minoritarios, porque lo dominante es el narcisismo de quienes quieren inmortalizar su nombre –como Pedriyo, Stephany, Cris, Anastasia, Olga, Manuel, Blanca, Lucía y Sofía– o su apodo –como Kext, Baba y Luci–. También sus odios –como el machista que califica a varias mujeres de «mamapinga», «cara papaya» y «maricona»–. No faltan los lemas lúdicos –«follar es lo mejor»– y hasta un elogio del onanismo. Resaltan los mensajes amorosos –«Miguel y Lucía, siempre te amo», «David te quiero»–. Se comprueba que, en el muro, la vida es más compleja que los debates que nos envuelven. Disfrutémosla, pasado mañana, en este cálido y apacible verano."
 
 
No nos representan [sus cuentos]; ni tampoco en nuestro nombre, para nada, van echándonos [t@ntísima] cuenta. Nosotros mismos, ¡tan solos!, realizaremos los únicos esfuerzos reales por todo aquello cuanto pueda ser mejor...
 




3 comentarios:

  1. 'SPAIN IS DIFFERENT': cómo España ha esquivado (por ahora) las tendencias electorales predominantes en la Unión Europea.

    Tras pasarse nuestros 40 años de Dictadura Franquista más otros 45 con esta "Monarquía Parlamentaria" (es decir, Partitocrática Sin Separación de Poderes) poco tenemos que ver con otros Reinos Constitucionales (donde -¡sí!- rige, de uno u otro modo, la Democracia mínima que implica Imperio de la Ley): seguimos entre band@s cainitas premodernas pasionalmente identificadas con gregarios nichos "cerrados y bloqueados" (electoralmente) a los voceríos del pastoreo: "Decidme, niñ@s, de quiénes sois (parroquianos obedientes)..."; "Tened alarma, que vienen lobos (de Vox, Bildu y Putin...)"; etcétera. Y así Machado sigue siendo mejor que cualquier demoscopia previendo resultados actuales: "De 10 cabezas en España, embisten hasta 9 y no más que 1 piensa", o "1 de las 2 Españas te va a helar el corazón"...

    En efecto, como argumenta el investigador principal del Real Instituto Elcano Ignacio Molina, "aunque cualquier análisis comparado de 27 países es una tarea imperfecta en la que el reduccionismo y las simplificaciones son inevitables, la tendencia de los últimos años permite trazar con brocha gorda dos grandes fenómenos a nivel europeo: la debilidad para los partidos tradicionales de centro derecha o centro izquierda y el ascenso de la extrema derecha. En España, exactamente ha ocurrido lo contrario.

    Un simple vistazo a los titulares de la prensa extranjera en la antesala de las elecciones españolas deja claro que el principal foco de atención era la posible llegada de un partido de ultraderecha al Ejecutivo. Hay motivos de sobra para ello. Tras un periodo de respiro —abierto por el Brexit y cerrado por la pandemia— durante el cual las formaciones ultras parecían haber reducido su presencia en Europa, estas han experimentado un resurgir en el continente. Giorgia Meloni gobierna en Italia; la AfD alemana ganó recientemente su primera elección local; una serie de protestas en Francia ha vuelto a propulsar a Marine Le Pen en las encuestas; partidos de extrema derecha sostienen coaliciones gobernantes en Finlandia y Suecia; en Austria, el FPÖ lidera los sondeos, y el Gobierno polaco del PiS va rumbo a su reelección este mismo año.

    La principal explicación de esta tendencia ha sido la debilidad de los partidos tradicionales, un fenómeno amplio que comenzó a raíz de la gran crisis financiera de 2008. A vista de halcón, la socialdemocracia parece la más damnificada. Actualmente, los partidos de centro izquierda solo son el partido mayoritario del Gobierno en cuatro países de la UE (Alemania, Portugal, Dinamarca y Malta) frente a 11 en el caso del centro derecha (Grecia, Austria, Chipre, Rumanía, Croacia, Suecia, Irlanda, Lituania, Letonia, Finlandia y República Checa).

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      De los restantes, cinco están gobernados por liberales (Francia, Países Bajos, Estonia, Bélgica y Luxemburgo), tres por la extrema derecha (Italia, Polonia y Hungría) y uno por los verdes (Eslovenia). Por último, dos están en proceso de formar Gobierno (España y Eslovaquia) y uno cuenta con un Ejecutivo experimental que rota cada 18 meses (Bulgaria).

      Sin embargo, cuando uno va repasando país por país, el centro derecha está en una situación igual o peor que el centro izquierda. En Alemania, perdieron el poder y no avanzan. En Italia, prácticamente han desaparecido. En Francia, también están muy hundidos. En Holanda, salvo que consideres al partido liberal de Mark Rutte (quien acaba de anunciar su retiro de la política) como centro derecha, también está casi desaparecido. Con la excepción del arrasador triunfo de Kyriakos Mitsotakis en las recientes elecciones griegas, el centro derecha carece de un gran referente como antaño lo fue la alemana Angela Merkel.

      Ganan los clásicos.-
      Pese a que el escenario español sigue siendo uno de incertidumbre, con una posible repetición electoral en el horizonte, los partidos tradicionales han dejado clara su fortaleza. En conjunto, PP y PSOE rozan el 65% de los votos emitidos, lo que supone —descontando el sistema bipartidista de Malta— la segunda mayor suma de dos formaciones de centro izquierda y centro derecha de los Veintisiete.

      Se trata de una excepción ibérica, porque la mayor suma corresponde a Portugal, que en las elecciones de 2022 otorgó un 41,4% de los votos al Partido Socialista de António Costa y un 29,1% a su tradicional rival de centro derecha, el Partido Social Demócrata (PSD). Actualmente, las encuestas reflejan un empate técnico entre ambos partidos, en torno al 30% de los votos. A continuación, pero con mucha distancia de por medio, se encuentran el partido ultraderechista Chega y el izquierdista Bloco de Esquerda (BE), una situación muy similar al panorama electoral español.

      Pero si bien uno de los vecinos de España puede ser su reflejo, al otro lado de los Pirineos se encuentra su antítesis. En Francia, los dos partidos tradicionales de centro izquierda (Partido Socialista) y centro derecha (Les Républicains) navegan entre la irrelevancia y el riesgo de desaparición. En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, celebradas también en 2022, la candidata republicana, Valérie Pécresse, obtuvo menos de un 5% de los votos y la socialista, Anne Hidalgo, menos de un 2%. En Francia, el debate político continúa siendo, básicamente, Emmanuel Macron frente a Marine Le Pen. Es liberalismo europeísta contra derecha populista nacionalista. Pero es que los partidos tradicionales ni siquiera están en la lucha por ser el tercero. Ese puesto le corresponde al izquierdista La Francia Insumisa (LFI), de Jean-Luc Mélenchon.

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      Sin bastiones socialdemócratas.-
      La resiliencia demostrada por el PSOE y su homólogo portugués contrasta con la situación en el otro gran bastión regional socialdemócrata: Escandinavia. Estos partidos, tradicionalmente, han sido muy fuertes en los países nórdicos, con Suecia como el principal estandarte, dado que ha contado con un primer ministro de centro izquierda durante 60 de los 78 años que han transcurrido desde la Segunda Guerra Mundial —y, a menudo, con mayoría absoluta—.

      Sin embargo, una estrecha victoria del bloque conservador en las elecciones de septiembre del año pasado permitió la formación de una coalición de tres partidos de centro derecha junto al respaldo parlamentario de los Demócratas Suecos, la formación ultra, que obtuvo el 20,5% de los votos. Medio año después, y gracias también a una coalición a cuatro bandas que incluye a los ultras, los resultados en las urnas permitían que Finlandia formara el Gobierno más derechista de su historia democrática.

      El giro nórdico hacia la derecha es heterogéneo y abierto a interpretaciones. Dinamarca también celebró elecciones generales a finales de 2022 y los socialdemócratas obtuvieron allí una victoria ajustada con la que formar Gobierno. En Suecia, pese a quedarse fuera del Ejecutivo, el centro izquierda continuó siendo, con diferencia, el partido más votado. Por último, Finlandia vivió una campaña inusual en la que el gasto público se convirtió en el protagonista absoluto, una realidad muy diferente a la que enfrentan los partidos socialistas del resto del bloque.

      El resultado, en los tres casos, son gobiernos de coalición débiles y que necesitan del apoyo de los partidos de extremo ideológico en un escenario electoral muy fragmentado. El panorama es complejo, pero yo no diría que la socialdemocracia está condenada. En unos países resiste mejor que en otros, aunque cada vez con más competidores y en un mercado electoral más saturado.

      Un centro derecha que no arranca.-
      El futuro tampoco pinta muy bien para el centro derecha. En Alemania, el partido democristiano por antonomasia de Europa, la CDU, también está mostrando signos de debilidad desde la oposición. El Gobierno de coalición de Olaf Scholz, compuesto por socialistas, verdes y liberales, está siendo una decepción para la mayoría de los alemanes. Una encuesta reciente refleja que el 79% de los ciudadanos se dice descontento o muy descontento con el Ejecutivo tripartito. Sobre el papel, el partido con el que Angela Merkel estuvo 16 años al de la Cancillería tendría en estos momentos todo el viento a favor para arrasar en las encuestas.

      Pero aunque la CDU, efectivamente, lidera los sondeos alemanes, su intención de voto no se ha movido un ápice a lo largo del último año, estancada en torno al 27%. En su lugar, el hundimiento de los tres partidos gobernantes parece haber sido aprovechado casi por completo por Alternativa para Alemania (AfD), el partido ultraderechista sobre el que sigue existiendo un cordón sanitario por parte de todos los partidos políticos del país y que, según las últimas encuestas, ya supera el 20% del apoyo del electorado, el doble que en las últimas elecciones."

      (Lucas Proto, 'El Confidencial')

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