lunes, 24 de julio de 2023

Otras maneras de pensar que, tan bien, son posibles: introducción a 'el camino del Tao'

   
Según la convención, yo no soy simplemente aquello que ahora estoy haciendo, sino también lo que haya hecho; y eso nos da una versión tal que le hace al pasado parecer casi más mi 'yo' real que cuanto estoy haciendo, yo, en estos momentos. Efectivamente: lo que soy parece fugaz e intangible, pero lo que fui ya es algo fijo y definitivo, la base firme para predecir qué más en el futuro seré; y así (tanto individual cuanto social mente...) resulto estar más íntimamente identificado con lo ya no existente aquí, en lugar de por aquello que realmente ahora es... 

E importa reconocer, asimismo, el cómo los recuerdos que constituyen la identidad histórica de un hombre no son sino tan sólo alguna selección: entre la infinidad real de todas las experiencias o sucesos han sido espigados algunos, apenas, abstrayéndolos como lo significativo; y esta significación se determinó por normas convencionales, desde luego...

Tal abstraer parece una necesidad ante las comunicaciones, puesto que nos permitiría representar nuestras experiencias por sencillas 'tomas' realizadas en la mente con rapidez (como se denota por el asumir que a cada instante sólo es factible pensar una cosa). Así la comunicación por medio de signos convencionales nos da una traducción abstracta, mediante yuxtaposiciones de instantáneas, para un universo en el que sin embargo las cosas ocurren conjunta y simultáneamente; es decir, cuya realidad concreta nunca cabe ser totalmente descrita con esos términos. Alguna visión perfecta utilizando estos medios de una pequeña partícula del polvo, por ejemplo, llevaría un tiempo interminable; pues debiera explicarse cada punto de su volumen...

Hay analogía entre nuestra visión central y los pensamientos conscientes, procediendo por una sucesión de tomas puntuales, o la otra periférica y ese misterioso proceso que nos permite regular tan increíble complejidad en el cuerpo sin para nada pensarlo. Hay que hacer notar, además, cómo les llamamos complejos a nuestros cuerpos cuando tratamos de comprenderlos en base al pensamiento lineal, con las palabras y conceptos: es como tratar de distinguir todos los detalles en una gran sala iluminándola por un rayo brillante sólo, algo tan complicado cuanto pretender beber agua con un tenedor en lugar de una taza... 
 
 
En este sentido la lengua escrita china tiene una leve ventaja sobre la nuestra, y acaso es sintomática para cierta diferente manera de pensar: es todavía secuencial, por serie de abstracciones que deben tomarse cada una sucesivamente, pero sus ideogramas están un poco más cerca de la vida que las palabras transcritas con letras porque son esencialmente imágenes (y como el proverbio dice, "1 sola figura vale por 100 dichos"); compárese, por ejemplo, cuan fácil nos es mostrar cómo se hace un nudo complicado con la gran dificultad para decirlo tan sólo mediante palabras...     

Nadie pretende que los occidentales no usemos la 'visión periférica'. Por ser humanos la usamos continuamente, y todo artista, obrero u atleta pone algunos aspectos especiales de sus potencialidades en funcionamiento; pero no es académica ni filosóficamente respetable: todavía no hemos comenzado a darnos cuenta de sus posibilidades y rara vez, o nunca, se nos ocurre que una de sus aplicaciones más importantes es para el 'conocimiento de la realidad'; éste tratamos de lograrlo mediante los engorrosos cálculos de la teología, metafísica e inferencia lógica... 
 
Si nos volvemos hacia la sociedad antigua china encontramos dos -'filosóficas'- tradiciones que desempeñan papeles complementarios, las Confucianista y Taoísta; en general, la primera se ocupa del lenguaje convencional para que bajo sus auspicios eduquen a los niños de modos que sus naturalezas originalmente díscolas y caprichosas se vean obligadas al ajuste en el lecho procústeo del orden social: cada individuo se define a sí mismo, y/o su puesto en la sociedad, según fórmulas confucianas. La segunda, paralelamente, se interesa más por el conocimiento no convencional; para comprender la vida directamente, en lugar de prestar atención a los términos lineales y abstractos del pensamiento representativo. Aunque ambas comparten algo del característico pragmatismo chino...

El Confucianismo preside, pues, una tarea socialmente necesaria del forzar a la espontánea originalidad de las vidas al adoptarse sus rígidas reglas convencionales: razonable, humanista, nada fanático, es uno de los sistemas de convención social más viables que haya conocido el mundo (Junto con la propensión a 'dejar en paz' también propia del Taoísmo, propició algún tipo de mentalidad suave y bonachona... que, al absorber luego el Budismo, contribuyó mucho en hacerlo -a éste- más 'práctico'; es decir, lo convirtió en una forma [Mahayana] de vida posible para los seres humanos con familia, trabajos cotidianos, instintos y pasiones normales)...
  
  
Uno de sus principios fundamentales reivindica: "es el hombre quien hace que la verdad sea grande, nunca la verdad lo que a él engrandece". Por esta razón siempre se consideró que la 'humanidad' o el buen corazón ('jen') es superior a la 'justicia' o rectitud ('y¡'), pues el hombre mismo es mayor a cualquier idea que pueda -él- inventar. Los hombres razonables (es decir, los que se comportan como ser humano, verdadero) serán siempre capaces de irse llegando a un compromiso; pero quien se ha deshumanizado convirtiéndose a ciego adorador de una idea o un ideal es fanático, cuya devoción por las abstracciones en enemigos de la vida lo convierte...

La función del Taoísmo consiste, mientras, en reparar el inevitable daño de dicha disciplina; y no sólo restaurar sino también desarrollar la 'cualidad del ser uno mismo así' o espontaneidad original, que recibe nombre de 'tzu-jan'. Es un camino de liberación... 

Mas un liberar que nunca llega por medios revolucionarios, pues notorio es cómo la mayoría de revoluciones establecen tiranías peores a lo que derrocan: no nos liberamos de una convención despreciándola, sino al evitar ser engañados por ella; o siendo capaces de utilizarla como instrumento, en lugar del ser utilizados, al revés...

Occidente carece de alguna institución espiritual que pueda corresponder al Taoísmo pues nuestra tradición judeo-cristiana identifica un Dios-Absoluto con el orden moral y lógico de la convención: es muy distinta cosa el sentir un conflicto frente a convenciones socialmente sancionadas y sentirnos en desacuerdo con raíces o fundamentos mismos de la vida, contra lo Absoluto. Este último sentimiento fomenta una sensación de culpa tan descabellada que debe acabar por negar la propia naturaleza o rechazando a Dios; y como lo primero nos es imposible (tal cual sería el masticarnos los dientes), en última instancia, su alternativa resultaría ya inevitable. 
 
 "El Yin y el Yang..." -en las Filosofías chinas- de Confucio y Lao Tsé...
 
Pero esa rebelión contra Dios, como es natural con las revoluciones, da lugar a tiranías del Estado absolutista: cuando aquel trono de lo Absoluto queda vacante se usurpa por algo relativo, al convertir en absoluto algún concepto, una convencional abstracción. Mas resulta improbable que tal trono hubiese quedado vacante si, en cierta manera, ya lo hubiera estado antes; es decir, si esta tradición occidental hubiera tenido algún modo de aprehender lo Absoluto directamente, aparte los términos del orden convencional... 

En el Taoísmo, como para otros caminos de liberación, no debe confundirse con algo abstracto lo Absoluto: el Tao, según se le llama, es la Realidad última, lo concreto natural y espontáneo. Por lo tanto, para poder comenzar entendiendo con qué trata tal corriente al menos tenemos que admitir lo posible de alguna concepción del mundo diferente a esta occidental, algún conocimiento distinto de los obtenidos mediante nuestra conciencia superficial; la cual sólo puede aprehender su realidad en forma de un pensamiento, esto es, consecutivas abstracciones (lo que se llama en chino 'nien') todas las veces...

Filosofía tradicional atribuye tanto Confucianismo como Taoísmo a una fuente anterior, que se halla en la base misma de pensamiento y cultura chinas, remontándose a fecha entre 3000 y 1200 a. de C. Tal obra es el 'I Ching' (o 'Libro de los cambios'): aparentemente se usaba como un libro de adivinación con oráculos basados en 64 figuras abstractas, cada una compuesta por 6 líneas de 2 clases (cual Yin o Yang), divididas (las 'negativas') y enteras ('positivas'); hoy podrá verse análogo al moderno 'test de Rorschach', útil para diagnosticar los estados del paciente, según las espontáneas imágenes que 'vea' en un complicado manchón de tinta...

Y en este sentido, no es baladí recordar cómo los métodos 'rigurosamente científicos' de predecir el futuro sólo pueden ser aplicables en casos especiales: cuando las acciones no sean urgentes, y los factores en juego son mayormente mecánicos, o para circunstancias tan limitadas que resultan triviales. Con mucho, la mayor parte de nuestras decisiones importantes dependen de una 'corazonada'; o en otras palabras, desde lo percibido por alguna 'visión periférica' de la mente...

Lao-tzé lo resumió, hace más de 2.500 años, en su texto canónico: "El Tao que pueda decirse no es el eterno Tao (...) /  El Tao es algo confuso e impreciso, / ¡cuan confuso e impreciso! / Sin embargo, en su interior hay imágenes, / ¡cuan confusas e imprecisas! / Sin embargo, dentro de él hay cosas, / ¡cuan oscuras y confusas! / Sin embargo, dentro de él hay poder mental. / Porque este poder es muy real / dentro del Tao hay confianza"...
 
 
La diferencia importante entre dicho Tao y la idea usual de Dios se basa en que, mientras Dios produce por creación ('wei'), el Tao hace todo por 'no creación (wu-wei)'; lo cual puede significar algo parecido a cuanto llamamos 'crecimiento' y 'desarrollo'. Vale decir también: "El principio del Tao es la espontaneidad (...) / El gran Tao fluye por todas partes, / hacia la izquierda y hacia la derecha. / De él dependen todas las cosas para existir, / y él no las abandona. / Él no pretende para si sus perfecciones. / Ama y nutre todas las cosas, pero no las señorea"...
    
En la usual concepción occidental, Dios es imagen de lo que quisiera el hombre ser: gobernante y director consciente, dictador absoluto; en contraste con ello el Tao es enteramente oscuro y misterioso ('hsüan')"Cuando el hombre superior escucha el Tao, / hace cuanto puede por practicarlo. / Cuando el hombre medio oye el Tao, / a veces lo conserva, a veces lo pierde. / Cuando el hombre inferior oye el Tao, / se reirá de él en alta voz. / Si no riera, no seria el Tao"...  

O sea, el Tao es accesible sólo a la mente que puede practicar un sencillo y sutil arte del 'wu-wei (no forzamiento de las acciones)'; como Chuang-tzí lo glosó"El hombre perfecto usa su mente como un espejo. No aferra nada, ni rechaza nada. Recibe, pero no conserva". Y aun más enérgico lo había formulado, en el 'Tao Te Ching', su maestro ya: "Suprimid la sagacidad; descartad la pericia, / y el pueblo se beneficiará cien veces. / Suprimid la 'humanidad'; descartad la justicia, / y el pueblo recobrará el amor de sus semejantes. / Suprimid la destreza; descartad lo utilitario, / y no habrá ladrones ni bandidos... / No seáis afectados; / fomenta la sinceridad; / desdeña lo personal; / reduce los deseos"...

No se trata de reducir la mente a una vacuidad pueril, sino del poner en juego inteligencia natural espontánea e innata, utilizándola sin forzarla; ya que, desde los puntos de vista para las otras escuelas, tanta desconfianza occidental en la naturaleza humana -por razones teológicas o tecnológicas- parece ser mera esquizofrenia: heredando bíblicas divisiones contra sí misma, cuando trata de sujetar todo el orden humano al control por alguna razón consciente, olvida cómo nunca es posible confiar en el cerebro; pues todo poder para la razón depende de órganos que han crecido desde obras desplegadas con obvia 'inteligencia inconsciente'...
  
 
Lieh-tzi (del siglo IV a. C.) nos lo ha descrito: "Después (...) mi mente dio rienda suelta a sus reflexiones, y mi boca libre paso a su discurso. Ya nada supe acerca de lo bueno y lo malo, de ganancias y pérdidas, ni con respecto a mí ni a los demás... Lo interno y lo externo estaban fundidos en unidad. Después de todo ello no hubo distinción entre ojo y oreja ni oreja y nariz o nariz y boca: todos eran lo mismo. Estaba helada mi mente (...) Y en verdad ignoraba si yo cabalgaba el viento o en mí lo hacía él". Los taoístas sugieren que 'wu-hsin' (muy literal: 'no mente', o falta de autoconciencia) emplea en su totalidad la mente...
 
Por ejemplo, para Chuang-tzí: "El niño mira las cosas todo el día sin pestañear; ello es así porque sus ojos no están enfocados en ningún objeto particular. Anda sin saber adonde va, y se detiene sin saber qué está haciendo. Se confunde con lo que lo rodea y se mueve llevándolo consigo. Estos son los principios de la higiene mental (...) Si regulas tu cuerpo y unificas tu atención, la armonía del cielo descenderá sobre ti. Si integras tu conciencia y unificas tus pensamientos, el espíritu hará su morada en ti. 'Te' (la virtud, poder mental o carácter) te vestirá, y el Tao te protegerá. Serán tus ojos como los de un ternero recién nacido, que no buscan el porqué"...   

Según dicen tanto Taoísmo como Zen, el centro de la actividad para nuestra mente no está en su proceso del pensar, consciente o egoico; y el gran maestro Dogen (siglo XIII) recuerda, de Chuang-tzí (siglo IV a. C.), también: "El cuerpo romo hueso seco, / la mente como cenizas muertas; / eso es verdadero conocimiento, / no esforzarse por saber el porqué. / En la tiniebla, en la oscuridad. / el sin mente ('wu-hsin') no puede planear. / ¿Qué clase de hombre es ése? / 'Te' inferior es activa y con propósito. / 'Te' superior es no activa ['wu-wei'] y sin propósito"...

Mientras los confucianos prescribían una virtud que dependía de la observancia artificial de reglas y preceptos, los taoístas señalaban cómo esa virtud cívica es convencional y no genuina. Se ha repetido mucho el siguiente diálogo imaginario: "Dime, —dijo Lao-tzé— ¿en qué consisten la caridad y el deber para con nuestro prójimo? Consisten —respondió Confucio— en cierta capacidad de regocijarnos con todas las cosas; en el amor universal, sin elemento egoísta. Tales son las características de la caridad y el deber para con nuestro prójimo... 
 
 
¡Qué tontería! —exclamó Lao-tzé—. ¿No se contradice el amor universal consigo mismo? Tu eliminación del yo, ¿no es una positiva manifestación del yo? Señor mío, no dejes que el imperio pierda su fuente nutricia. Existe el universo, y su regularidad es constante. Existen el sol y la luna, y su brillo no cesa. Existen las estrellas, y sus constelaciones no cambian. Existen pájaros y bestias, que se agrupan sin cambiar. Existen árboles y arbustos, que crecen hacia arriba sin excepción. ¡Sé como ellos: el Tao sigue, serás perfecto! ¿Para qué entonces estas vanas disputas acerca de la caridad y el deber para con nuestro prójimo, como quien tocara un tambor para cazar a un fugitivo? ¡Ay, señor! has introducido mucha confusión en la mente del hombre".    

En suma, pues, impensable ingenio es el 'te': poder creador de las funciones espontáneas y naturales del hombre, que bloqueado queda cuando tratamos de dominarlo mediante métodos y técnicas formales. Como en la fábula: "Muy feliz era el ciempiés, hasta que un sapo, una vez, le preguntó '¿Qué orden al andar siguen tus remos?'. Lo cual forzó su mente a tal extremo que a una zanja, distraído, fue a caer mientras pensaba cómo hacer para correr"...

Las culturas del Tao proponen, pues, que nos convirtamos en la persona que sin quererlo es fuente de maravillosos accidentes. El Taoísmo es, así, el camino de liberación original de la China que se combinó con Budismo (Mahayana) de la India para producir el Zen... 

Su fin es propiciar liberaciones frente a la convención, en el sentido del poder creador de 'te', dejándolo libre para que actúe. Todo intento del describir y formular en palabras o símbolos mentales, que deben expresarse sucesivamente, lo tergiversan: "Si el lenguaje fuese adecuado, no haría falta más que un día entero para exponer el Tao. Como no lo es, lleva ese tiempo explicar los entes materiales; pero Tao es algo que aun está más allá: no se lo puede jamás expresar con palabras, ni con el silencio" [resumió Chuang-tzí]...   

  

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A este post le precedió, anterior mente (12/07/23):

                                 ... y a este post le sigue, ulterior mente (30/07/23):

6 comentarios:

  1. Tanto en la vida como en el arte las culturas del Lejano Oriente aprecian más que nada la espontaneidad o naturalidad ("tzu-jan"). Tal es el inconfundible tono de sinceridad que caracteriza la acción que no ha sido estudiada y planeada. En efecto, el hombre suena como una campana rajada cuando piensa y actúa con su mente dividida: una parte se mantiene a un lado para interferir a la otra, para controlar, condenar o admirar. Pero la verdadera mente o naturaleza del hombre en realidad no puede estar dividida. Según un poema 'zen', es "...como una espada que corta, pero que no puede cortarse a si misma; como un ojo que ve, pero que no puede verse a si mismo"...

    La ilusión de la división proviene de que la mente intenta ser a la vez mente e idea de la mente, debido a una fatal confusión entre hecho y símbolo. Para poner fin a la ilusión, la mente tiene que tratar de actuar sobre sí misma, sobre su corriente de experiencias, desde el punto de vista de la idea de sí misma que llamamos el ego. Esto se expresa en otro poema 'zen' de la siguiente manera: "Quietamente sentado, sin hacer nada, llega la primavera y crece la hierba sola"...

    Espontaneidad es la manera natural de actuar propia de la mente y del mundo, como cuando los ojos ven por sí mismos y los oídos oyen por sí mismos y la boca se abre por sí misma sin que las mandíbulas tengan que ser separadas por los dedos. Como el 'Zen' vuelve a decirlo: "Las montañas azules son por si mismas montañas azules; las nubes blancas son por si mismas nubes blancas"...

    Tal contradictoria "naturalidad" parece muy misteriosa, pero acaso su clave reside en la frase de Yün-men: "Al caminar, camina no más. Al estar sentado, siéntate no más. Y sobre todo, no vaciles". En otras palabras, la mente no puede actuar sin renunciar al imposible intento de controlarse a sí misma más allá de cierto punto. Tiene que hacerlo, tanto en el sentido de confiar en su propia memoria y reflexión como en el de actuar espontáneamente, por sí misma, hacia lo desconocido; así, el 'Zen' constituye una liberación del dualismo del pensamiento y la acción, porque piensa como actúa: con la misma cualidad de abandono, entrega o fe...

    ... [continuará]

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    1. ... ... [es continuación]

      Esto quiere decir simplemente cuánto el 'Zen' se halla más allá del punto de vista ético, cuyas sanciones no hay que buscarlas en la realidad misma, sino en el mutuo acuerdo de los seres humanos; cuando intentamos universalizarlo o absolutizarlo, el punto de vista ético torna imposible la existencia, porque no podemos vivir un solo día sin destruir la vida de alguna otra criatura [En la cultura del Lejano Oriente los problemas de las relaciones humanas pertenecen a la esfera del Confucianismo más bien que a la del 'Zen', pero éste ha fomentado continuamente al Confucianismo desde la dinastía Sung (959-1278) y fue principal promotor para la introducción de sus principios en el Japón, comprendiendo la importancia de los principios confucianos para crear un tipo de matriz cultural donde podía florecer 'Zen' sin entrar en conflicto con el orden social; pues la ética confuciana es declaradamente humana y relativa, no divina ni absoluta]...

      La experiencia del 'Zen' para nada implica ningún tipo de acción determinada, puesto que carece de finalidad y de motivación, salvo dirigirse adelante sin titubeos ("mo chih ch'u") hacia cualquier cosa que haya que hacer: esto no se propone una eliminación de pensamiento reflexivo sino del "bloqueo" ante tanto las acciones cuanto el pensamiento, de modo que la respuesta de la mente sea siempre como una pelota en un arroyo montañés: "un pensamiento tras otro sin titubear" [Hay algo similar en práctica psicoanalítica de las asociaciones libres, empleada como técnica para quitar obstáculos al espontáneo curso del pensamiento que surge del "inconsciente"]...

      La palabra "bloqueo" es quizá lo que mejor traduciría el término "nien" tal como para el 'zen' se presenta en la frase "wu-nien": es decir, "sin pensamiento"; o mejor dicho, "sin segundo pensamiento" (y, también, "sin segundas intenciones"). El prelado Takuan, del siglo XVII, señaló cómo era este el verdadero significado de "apego" en el Budismo...

      ... ... ... ... [Alan Watts]

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  2. Más citas acera DEL ZEN Y LAS ARTES:

    Taoísmo, Confucianismo y Zen expresan una mentalidad que considera al hombre como parte integrante de su ambiente. La inteligencia humana no es un espíritu lejano que ha sido enjaulado sino un aspecto de todo el organismo muy complicadamente equilibrado que constituye el mundo natural, cuyos principios fueron explorados por primera vez en el 'Yijing' o 'I Ching' (es decir, el 'Libro -de las Mutaciones, o- de los Cambios'). El cielo y la tierra son por igual miembros de este organismo, y la naturaleza es tanto nuestro padre como nuestra madre, puesto que el Tao por medio del cual obra se manifiesta originariamente en el 'yang' y el 'yin': o sea, los principios masculino y femenino, positivo y negativo que mantienen el orden del mundo en equilibrio dinámico. La idea básica que hallamos en la raíz de la cultura del Lejano Oriente es que los opuestos son relativos y por ende fundamentalmente armónicos. El conflicto es siempre comparativamente superficial, pues no puede haberlo de fondo cuando los opuestos son recíprocamente interdependientes...

    Por esta razón nuestras rígidas divisiones entre naturaleza y espíritu o sujeto y objeto, bien y mal, artista y medio, son extrañas totalmente a esta cultura. En un universo cuyo principio fundamental es la relatividad más bien que la guerra, no hay finalidad porque no hay ninguna victoria que conseguir, ningún fin que alcanzar. En efecto, todo fin, como la palabra misma lo dice, es un extremo, un opuesto, y existe sólo en relación al otro fin. Como el mundo no va a ninguna parte, no hay prisa. Mejor es que cada uno lo "tome con calma", como hace la naturaleza, y así en la lengua china los "cambios" de la naturaleza y la "calma" son la misma palabra: i (...) Al no apresurarse, a la vida sin finalidad no se le escapa nada, pues sólo cuando no hay ni meta ni precipitación los sentidos humanos están plenamente abiertos para recibir el mundo...

    Pues la mentalidad taoísta no hace ni fuerza nada sino que "cultiva" o "deja crecer" todo. Cuando se considera que la razón humana expresa el mismo equilibrio espontáneo entre 'yang' o 'yin' que el universo natural, entonces no se tiene la sensación de que los actos que el hombre ejerce sobre su ambiente constituyen un conflicto, o una acción proveniente desde fuera. Por lo tanto la diferencia entre forzar y cultivar no puede expresarse en términos de indicaciones específicas acerca de qué es lo que se debe hacer y qué lo que no, pues la diferencia reside principalmente en la calidad y en la manera de sentir la acción. Es difícil describir estas cosas a personas de mentalidad occidental porque la gente que anda de prisa pierde la capacidad de sentir...

    La ciencia occidental ha tornado inteligible la naturaleza en términos de simetrías y regularidades, reduciendo sus más caprichosas formas a elementos de otras regulares y mensurables. Como resultado de todo ello tendemos a ver la naturaleza y tratarla como un "orden" del cual se ha eliminado el elemento de la espontaneidad. Pero este orden es 'maya' (ilusión), y el "verdadero ser tal" de las cosas no tiene nada en común con tal aridez puramente conceptual de los cuadrados, círculos o triángulos perfectos, salvo por espontáneo accidente. Pero a ello se debe que la mentalidad occidental caiga en gran desaliento cuando las concepciones del orden cósmico entran en crisis, descubriéndose que como fundamento del mundo físico hay un "principio de incerteza". Ese mundo nos parece inhumano y sin sentido, pero si estuviéramos familiarizados con las formas del arte chino y japonés podríamos lograr una nueva o diferente apreciación del mundo en su realidad: tan viva como, en última instancia, inevitable...

    ... [continuará]

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    1. [es continuación]...

      El Zen, y, hasta cierto punto, el Taoísmo, parecen ser las únicas tradiciones espirituales suficientemente seguras de sí como para satirizarse a sí mismas; o que suficientemente libres de inhibición social se sienten como para reírse, no sólo de su religión sino, aun en medio de ella. En estas figuras lunáticas los artistas zen representan algo más que una parodia de su propio 'wu-shin' o forma de vida "despreocupada"; pues, así como "el genio es pariente de la locura", hay un sugestivo paralelo entre la cháchara sin sentido del loco feliz y vida sin finalidades del sabio zen: como aquel poema 'zenrin' dijo: "un ganso salvaje no se propone ser reflejado por el agua; tampoco ésta piensa en recibir su imagen"...

      Así, la vida sin propósito es el tema constante del arte zen de toda clase, lo cual expresa el estado íntimo del artista de no ir a ninguna parte en un momento intemporal. Todos los hombres pasan ocasionalmente por estos momentos, y entonces es justamente cuando consiguen ver el mundo con tanta vivacidad que su resplandor colma los intervalos de la memoria: la fragancia de las hojas que se queman en la niebla de una mañana de otoño, una bandada de palomas iluminadas por el sol contra un nubarrón, el sonido de una cascada invisible al anochecer, o el grito solitario de un pájaro desconocido en la espesura de un bosque. En el arte zen todo paisaje, todo bosquejo de rocas solitarias o bambúes al viento es un eco de tales instantes...

      Ya en el siglo XVII los japoneses alcanzaron la perfección con esta poesía "sin palabras" en el 'haiku', poema de 17 sílabas que deja un tema casi en el mismo momento de haberlo tomado. Para quienes no están acostumbrados a estos poemas japoneses, no parecen otra cosa que un mero comienzo -si no sólo el título- del poema; y al traducirlos es imposible comunicar el efecto de su sonido e imagen, que justo sería lo más importante. Desde luego hay también muchos que parecen tan presuntuosos como las pinturas japonesas en bandejas de laca barata destinadas a la exportación. Pero el oyente no japonés debe recordar que un buen 'haiku' es el guijarro arrojado al estanque de la mente del oyente, para evocar asociaciones de su memoria. E invita siempre al oyente a participar, en lugar del dejarlo mudo de admiración mientras el poeta se luce...

      Los poemas 'haiku' deben su desarrollo sobre todo a la obra de Basho (1643-1694), cuya manera de sentir el zen tendió a expresarse por un tipo de poesía totalmente afín al espíritu del 'wu-shih': "nada especial". "Para escribir 'haiku' —decía—, búsquese un niño de un metro de alto"; con lo cual aludía al hecho del cómo sus poemas tienen la misma inspirada objetividad que aquellas expresiones de asombro encontradas en los niños, y nos devuelven análoga manera de sentir el mundo al como lo vimos la primera vez con nuestros ojos azorados: 'Kimi hi take / Yoki mono miseru / ¡Yukimaroge!' ("Tú enciendes el fuego; / te mostraré algo lindo: / ¡Una gran bola de nieve!")...

      Basho escribía sus 'haiku' en el tipo más sencillo de lengua japonesa, evitando naturalmente el lenguaje literario e "intelectual", con lo cual creó un estilo haciendo posible que la gente del pueblo fuera poeta. Su contemporáneo Bankei hizo lo mismo con el Zen; pues, como dice uno de sus poemas 'Ikkyu': "Todo lo que se opone / a la mente y voluntad de la gente del pueblo / contradice la Ley de los Hombres / y la Ley de Buddha"...

      En efecto, el 'haiku' percibe las cosas en su "ser tal" y sin comentario, concepción del mundo que los japoneses dicen 'sono-mama'; "Tal como es", o "Simplemente así": "Yuyos en el campo de arroz, / cortados y abandonados... / ¡Fertilizantes!" (En el Zen cada hombre no tiene otra mente que lo que sabe y ve, lo cual está casi expresado en el siguiente 'haiku' de Gochiku: "La larga noche; / el sonido del agua / dice lo que pienso")...

      ... ... [continuará]

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    2. ... [es continuación]

      Al hablar de las relaciones del Zen con la poesía es inevitable traer a colación el nombre del monje y ermitaño zen 'soto' Ryokan (1758-1831). Es fácil tener la impresión del que acaso el amor a la naturaleza japonés fuera predominantemente sentimental, haciendo hincapié sobre todo en sus aspectos "lindos" y "bonitos": mariposas, flor del cerezo, la luna otoñal, crisantemos o viejos pinos; pero Ryokan es también el poeta de los piojos, las pulgas y está empapado completamente de lluvia fría: "En días de lluvia / el monje Ryokan / se apiada de sí".

      Su concepción de la "naturaleza" forma un solo conjunto: "El sonido del fregado / de la cacerola se mezcla / con la voz de las ratitas en los árboles." En cierto sentido Ryokan es un San Francisco japonés, aunque mucho menos evidentemente religioso. Aun cuando le roban sigue siendo rico, porque "Al ladrón / se le olvidó / la luna en la ventana." Y cuando no hay dinero, "El viento trae / suficientes hojas caídas / para hacer el fuego"...

      Si el Cristianismo es el vino y el Islam café, el Budismo es ciertamente té. La ceremonia monástica del té fue introducida en el Japón por Eisai y aunque su forma difería del actual 'cha-no-yu', ése fue su origen. Parece haber sido adoptada para usos seculares durante el siglo XV. Luego el 'cha-no-yu' propiamente dicho fue perfeccionado por Sen-no Rikyu (1518-1595), de quien proceden las tres principales escuelas del té que hoy florecen. El ceremonial no es aquel mismo corriente que se presenta en hojas y vertimos en agua caliente; es un té verde finamente pulverizado, que se mezcla con agua caliente mediante un batidor de bambú hasta convertirlo en lo que un autor chino llamaba "la escarcha del jade líquido".

      'Cha-no-yu' es apreciado sobre todo cuando se limita a un grupo pequeño o a sólo dos compañeros, y era especialmente estimado por los antiguos 'samurai' —igual que ahora lo es por parte de los fatigados hombres de negocios— como franco escape del alboroto mundano. El "Zen" del 'cha-no-yu' se destaca sobre todo por el carácter puramente secular del ritual, que no es litúrgico como la misa católica o las complicadas ceremonias del Budismo 'shingon'. Aunque los invitados evitan hablar sobre política, negocios o dinero, a veces se conversa -sin discutir- sobre temas filosóficos; pero los asuntos preferidos al arte o la naturaleza se refieren...

      Algunos, quizás, hallan el secreto del armonizar ambos mundos viendo cómo las "duras realidades" de la vida humana son el mismo producto sin objeto del Tao que los dibujos de las ramas contra el cielo. Dicho con las palabras de Hung Tzu-ch'eng: "Si la mente no está recubierta de vientos o por las olas, siempre vivirás entre montes azules y árboles verdes. Si tu verdadera naturaleza tiene la fuerza creadora de la Naturaleza misma, dondequiera que vayas verás peces que saltan y gansos que vuelan"...

      El Zen carece de meta. Es un viaje sin objeto ni destino. Estar vivo es viajar, pero el llegar a cualquier parte ya es muerto estar; porque, como dice nuestro proverbio: "El camino es mejor que la posada"...

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  3. Jianzhi Seng-Tzan, 3er. patriarca Ch'an, escribió un 'Canto al Corazón o Tratado de Confianza Pura en la Mente' (el 'Xin Xin Ming') hace ya casi 1.500 años: "El Gran Camino [Tao] no es difícil para aquellos que no tienen preferencias. / Cuando ambos, amor y odio, están ausentes todo se vuelve claro y diáfano. / Sin embargo, haz la más mínima distinción, y el cielo y la tierra se distancian infinitamente. / Si quieres ver la verdad, no mantengas ninguna opinión a favor o en contra. / La lucha entre lo que a uno le gusta y cuanto le disgusta es la enfermedad de la mente. /

    Cuando no entendemos el significado profundo de las cosas, / se perturba en vano la paz esencial para la mente. / (...) Mantente sereno, sin hacer esfuerzos, en la unidad de las cosas, / y tales falsos conceptos desaparecerán por sí solos. / Cuando tratas de parar tu actividad para conseguir la pasividad, / el propio esfuerzo te llena de actividad. / Mientras estés en un extremo o en el otro, nunca conocerás la Unidad. / Aquellos que no viven en el Camino único / fracasan en ambas: actividad y pasividad, afirmación y negación. / (...)

    Deja de hablar y de pensar, y no habrá nada que no puedas saber. / (...) No busques la verdad; tan sólo deja de mantener opiniones. / No permanezcas en el estado de dualidad; evita cuidadosamente esas búsquedas. / Si queda rastro de esto o aquello, de lo correcto o lo incorrecto, / la esencia de la Mente se perderá en la confusión. / Cuando el pensamiento está cautivo, la verdad se oculta, pues todo es oscuro y confuso, / la gravosa práctica de juzgar trae consigo irritación o hastío. / (...) Hay un Dharma, una verdad, una ley, no varias; / las distinciones surgen por las tenaces necesidades del ignorante. / Buscar la Mente con la mente discriminatoria es el mayor de los errores. /

    Para la mente unificada, en armonía con el Camino, cesan todos los esfuerzos enfocados hacia uno mismo. / (...) nada se aferra a nosotros y nosotros no nos aferramos a nada. / Todo está vacío, claro, auto-iluminado, sin el empleo del poder de la mente. / Aquí, el pensamiento, el sentimiento, el conocimiento y la imaginación no tienen ningún valor. / En este mundo de la 'Talidad' no existe ni el yo ni nada que no sea yo. / Para entrar directamente en armonía con esta realidad, / cuando las dudas surjan simplemente di: «No dos». / En este «no dos» nada está separado, nada está excluido. / No importa cuándo ni dónde: iluminación significa entrar en esta verdad. / (...) ¡Palabras! El Camino está más allá del lenguaje, / pues en él no hay ni ayer ni mañana ni hoy."

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