jueves, 18 de mayo de 2023

Extracto [sobre un recorrido histórico] en "L' HOMME REVOLTÉ", por Albert Camus (7º)

   [continúa tras de la 6ª parte

 
III.5.5La totalidad y el proceso

Renunciar a todo valor equivale entonces al renegar de la rebeldía por aceptar el Imperio y esclavitud. Criticar a los valores no podía dejar impune una idea de libertad: identificada con el dinamismo de la historia, no podrá disfrutar de sí misma hasta que se detenga ésta, en la Ciudad universal; mas antes, cada una de sus victorias suscitará una impugnación que la volverá vana. No son libres los individuos en un régimen totalitario, aun cuando el hombre colectivo se libere. Al fin, cuando el Imperio libre a la especie entera, reinará libertad sobre rebaño de siervos, que serían al menos libres con relación a toda trascendencia.

Milagro dialéctico, la transformación de cantidad en calidad, es optarse por llamar libertad a la esclavitud total. Como en ejemplos citados por Hegel y Marx, no hay transformación objetiva, sino cambio subjetivo de calificación. Librar al hombre de sujeción divina exige la más absoluta sumisión, al devenir, como antes a un altar. Verdadera pasión del siglo XX es la servidumbre. El Imperio es a un tiempo guerra, oscurantismo y tiranía; afirmando desesperadamente que verdad, fraternidad y libertad será: la lógica de sus postulados a ello le obliga. La intervención cínica de unos ejércitos occidentales contra la revolución soviética demostró entre otras cosas a los revolucionarios rusos cómo las guerras y el nacionalismo eran realidades lo mismo que la lucha de clases.

Movimientos revolucionarios de Alemania, Italia y Francia marcaron el punto culminante de la esperanza revolucionaria. Pero el aplastarse aquellas revoluciones con fortalecimiento consecutivo de los regímenes capitalistas hicieron de la guerra una realidad de las revoluciones. La filosofía de la Ilustración condujo entonces a la Europa del toque de queda. Las guerras, tibias o fría, son la esclavitud de una revolución transformada en imperial: si para retomar la fuente de las revueltas a sus principios falsos no renuncia ello sólo significa un mantenimiento, por varias generaciones y hasta la descomposición espontánea del capitalismo, de una dictadura total sobre cientos de millones de hombres; o, si quiere precipitar el advenimiento de la Ciudad humana, una guerra nuclear, tras de la cual sólo brillaría sobre ruinas definitivas. La revolución mundial, por ley misma de aquella historia que imprudentemente ha deificado, se ha condenado a la policía o las bombas.

Tal  necesidad la sitúa ante un último dilema: fraguarse nuevos principios o renunciar a esas justicia y paz cuyo reinado definitivo quería. Esperando dominar el espacio, el Imperio se ve forzado a reinar también sobre los tiempos. Negando toda verdad estable, precisa negar hasta su forma más baja, de la historia. Año tras año y a veces mes tras mes, 'Pravda' se corrige a sí misma, sucediéndose las ediciones retocadas de la historia oficial. En este punto, la comparación con el oscurantismo religioso no es justa siquiera. La Iglesia jamás llegó a decidir sucesivamente que la manifestación divina se hacía en 2, luego 3 ó 4, y de nuevo 2 personas; esperando que la voz tranquila de rebeldía en un niño proclame al fin cómo 'el rey va desnudo'... según lo que todo el mundo puede ver ya: que una revolución condenada para durar a negar su vocación universal, si no es renunciando a sí misma por ser universal, vive sobre principios falsos.

Las técnicas de propaganda tienden a forzar que coincidan reflexión y reflejo condicionado. Si no hay naturaleza humana, la plasticidad humana es en efecto infinita. El realismo político, en este grado, no es más que un romanticismo sin freno de la eficacia. Es explicable así por qué rechaza el marxismo ruso todo lo irracional, y sólo cálculo debe reinar en su Imperio; Freud, por ejemplo, era un pensador hereje o «pequeñoburgués» porque había dado a luz al inconsciente y le había conferido al menos tanta realidad como al súper-yo: podría definir la originalidad de otra naturaleza humana, en oposición a lo histórico y social.
     
Celebraba 70 años el diario soviético Pravda
   
Se puede someter a un hombre vivo y reducirlo al estado histórico de cosa. Pero si muere rehusando, reafirma una naturaleza humana que rechaza el orden de las cosas. Por eso, el acusado es exhibido y muerto ante la faz del mundo tan sólo si consiente diciendo que su muerte será justa. Debe morir con deshonra, o desaparecer. El sistema concentracionario ruso ha realizado, en efecto, el paso dialéctico del gobierno de las personas a la administración de cosas, pero confundiéndolas. Quien ame a sus amistades las ama en el presente y la revolución no quiere sino un hombre que todavía no está. Amar es matar al hombre perfecto que debe nacer por la revolución. En el reino de las personas, los hombres traban afecto entre sí; en el Imperio de las cosas, por delación se unen: la Ciudad que pretendía ser fraternal se vuelve un hormiguero de solos.

Desde tal punto de vista, la única revolución psicológica que ha conocido nuestra época tras de Freud ha sido efectuada por los NKVD y demás policías políticas, en general. Guiadas por una hipótesis determinista, calculando los puntos flacos y el grado de elasticidad en las almas, estas nuevas técnicas han creado literalmente la física del alma. El diálogo, relación de personas, se sustituyó por propaganda o polémica; que son dos especies de monólogo. Abstracciones han sustituido a las verdaderas pasiones que corresponden al dominio de la carne y lo irracional. «¡Qué miserable -exclamaba Marx- esta sociedad que no conoce mejor medio de defensa sino el verdugo!»; y ése no era todavía el filósofo ni aspiraba, por lo menos, a la filantropía universal.

La contradicción última de la mayor revolución en la historia es del nihilismo; se confunde con el drama de la inteligencia contemporánea que, aspirando a lo universal, acumula las mutilaciones del hombre. La totalidad no es la unidad; ni el estado de sitio, aun extendido, es reconciliación. En esa revolución el reivindicar la Ciudad universal no se mantiene si no es rechazando a los dos tercios del mundo y la herencia prodigiosa de los siglos, negando naturaleza y belleza en beneficio de la historia: amputándole al hombre sus fuerzas de pasión, dolor, dicha e invención singular... o grandezas. Principios que se dan los hombres acaban ganándole por la mano a sus intenciones más nobles. A fuerza de luchas incesantes, la Ciudad universal de los hombres libres y fraternales cede su sitio al universo único del proceso.

Marx reintrodujo en el mundo descristianizado, pero frente a la historia, culpa y castigo. A su manera, aquella no es más que largo castigo, pues verdadera recompensa no se saboreará sino hasta el fin de los tiempos. El juicio definitivo por la historia depende de juicios infinitos que habrán sido pronunciados desde ahora y serán entonces confirmados o invalidados. El mundo del proceso es uno en el cual éxito e inocencia se autentifican uno con otra, donde todos los espejos reflejan la misma mistificación. Se define por los 'Ejercicios espirituales' de San Ignacio: «para no extraviarnos nunca, deberemos estar siempre prontos a creer negro lo que yo veo blanco, si la jerarquía eclesial lo define así».

Al término de larga insurrección en nombre de la inocencia humana surge por una perversidad esencial afirmación de culpabilidad general. Todo hombre es un criminal, sin saberlo: el criminal objetivo es quien, precisamente, creía ser inocente; ¿se trata de objetividad científica? No, sino histórica: ¿cómo saber si el porvenir de la justicia está comprometido, por ejemplo, con la denuncia inconsiderada de una justicia presente? Esta objetividad no tiene sentido definible, pero el poder le dará uno al declarar culpable lo que no apruebe. La ley, cuya función estriba en perseguir sospechosos, los fabrica.

En el régimen capitalista el hombre que se dice neutral es reputado favorable, objetivamente, a él. En el universo del proceso, conquistado al fin y acabado, un pueblo de culpables camina sin tregua hacia imposible inocencia, bajo miradas amargas de Grandes Inquisidores; ahí concluyó el itinerario sorprendente de Prometeo: clamando su odio a los dioses y amor al hombre, se aparta con desprecio de Zeus yendo hacia los mortales para dirigirlos en el asalto al cielo. Pero son débiles o cobardes; y hay que organizarlos. Les gustan el placer o la dicha inmediata; hay que formarles en el rechazar, para crecerse, la miel de los días. El verdadero y eterno Prometeo ha tomado ahora el rostro de una de sus víctimas...
    
    
III.6.- Rebelión y revolución

La revolución de los principios mató a Dios en la persona de su representante. La del siglo XX lo que le quedaba en aquellos mismos, y consagra el nihilismo histórico; escoger la historia, y sólo ella, es elegir el nihilismo contra las enseñanzas de una verdadera rebeldía. Si el hombre quiere hacerse Dios, se arroga el derecho de vida o muerte sobre los otros: fabricante de cadáveres, e infra-hombres, él mismo lo es; y no Dios, sino un servidor innoble de la muerte. Los pensamientos que pretenden guiar nuestro mundo en nombre de la revolución se han vuelto, realmente, ideología del consentimiento y no para ninguna rebeldía: terror es el homenaje que solitarios rencorosos acaban rindiendo a la fraternidad de los hombres.

El revolucionario es al mismo tiempo rebelde, o ya no más que policía y funcionario revuelto contra la rebelión; pero, si lo es, termina levantándose contra la revolución. De modo que no hay progreso, sino simultaneidad y contradicción creciente sin cesar. Todo revolucionario acaba siendo hereje u opresor. En el universo puramente histórico que ambas han elegido, rebeldía y revolución van a parar al mismísimo dilema: policía o locura.

La historia, sí, es uno de los límites del hombre. Pero por su rebelión éste pone, a su vez, en aquella otro límite como promesa de nuevo valor. Eso es lo que hoy día combate implacablemente la revolución cesarista, porque representa su verdadera derrota y una obligación de renunciar a sus principios. En 1950 la suerte del mundo no estriba, como parece, en el luchar entre producción burguesa o revolucionaria; sus fines lo mismo serían; sino entre las fuerzas de rebeldía y dicha revolución...

Reivindicación de toda rebeldía es la unidad, y para la revolución histórica otra totalidad. La primera parte del no, apoyada en un sí, la segunda de negación absoluta, condenándose a todas las servidumbres para fabricar un sí relegado hasta el término de los tiempos. Una es creadora, la otra nihilista. La primera tiene como fin el crear, para ser cada vez más; la segunda se ha obligado a producir, por negar progresivamente mejor.. La revolución, para ser creadora, no puede prescindir de una regla, moral o metafísica, equilibrando el delirio histórico. Sin duda, no tenía más que desprecio justificado por la moral formal y mistificadora que halla en la sociedad burguesa. Pero la locura consistió en extenderlo a toda reivindicación moral.

En sus mismos orígenes e impulsos más profundos hay cierta regla que no es formal y, no obstante, puede servirle de guía. La rebeldía le dirá cada vez más fuerte qué hay que tratar de hacer, no para empezar a ser alguna vez ante ojos del mundo reducido al consentimiento, sino en función de aquel ser oscuro que se descubre ya en el Movimiento insurreccional: esa regla no es formal ni a la historia sometida está; es lo que podremos precisar descubriéndola en estado puro, con la creación artística. Observemos sólo cuánto al «me rebelo, luego existimos» y «existimos solos» de otra rebeldía metafísica, ésta contra la historia suma cómo -en lugar del matar y morir para producir un ser que no somos- necesitamos vivir y hacer vivir para crear... el qué somos...  
    
Beria comisario supremo NKVD a cheka de la URSS
  

1 comentario:

  1. A propósito de Freud...

    No suelen ser tomadas en cuenta dos conclusiones literalmente reiteradas en sus escritos, muy paradójica mente:

    - El psicoanálisis es la forma filosófica, alegórica y metafórica de la psicología de finales del siglo XIX y del siglo XX...

    - Como terapia no funciona; pero, a la espera de alguna solución farmacológica, conserva todo su interés...

    ¡¡¡¡ ... !!!!

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