domingo, 7 de mayo de 2023

Extracto [sobre un recorrido histórico] en "L' HOMME REVOLTÉ", por Albert Camus (4º)

 [continúa tras de la 3ª parte


III.3.- El terrorismo individual

No es de sorprender en cuánto Rusia, nación adolescente parida con fórceps apenas un siglo antes por aquel zar lo bastante ingenuo como para cortar él mismo cabezas a revoltosos, haya terminado llevando hasta extremos de sacrificio y destrucción que los profesores alemanes no habían sido capaces sino con su pensamiento la ideología germana. En aquel país joven sin tradición filosófica, un «proletariado de bachilleres» hermano de los estudiantes trágicos a lo Lautréamont, se apoderó del pensamiento alemán y encarnó con la sangre sus consecuenciasrelevándoles entonces en la tarea del gran movimiento por la emancipación del hombre, para darle su rostro más convulso.

Hasta finales del siglo XIX, no pasarían nunca de unos millares. Por sí solos, no obstante, frente al absolutismo más compacto de la época pretendieron liberar -contribuyendo, en efecto, a librar provisionalmente...- a cuarenta millones de mujics; y casi la totalidad lo pagaron con el suicidio, ejecución, penal o la locura. La historia entera del terrorismo ruso se puede resumir con las luchas por un puñado de intelectuales contra la tiranía, en presencia del pueblo silencioso: con su sacrificio y hasta en sus negaciones más extremadas dieron cuerpo a un valor o una virtud nueva que no ha terminado, ni siquiera hoy día, de afrontar las tiranías y ayudar a la verdadera liberación.

Rusia, era un terreno conquistado: la primera universidad rusa, fundada el año 1750 en Moscú, fue alemana; la lenta colonización del país, iniciada -con los educadores, burócratas y militares alemanes- durante reinado de Pedro el Grande, se transformó en germanización sistemática por decisión de Nicolás I (...)  La religión del hombre, puesta ya en fórmulas por sus doctores alemanes, carecía de apóstoles y mártires aún; hasta que cristianos rusos, apartados de su vocación original, representaron aquel papel...

III.3.1- El abandono de la virtud

En los años 1820 entre los primeros revolucionarios rusos, decembristas, la virtud aún existía. El idealismo jacobino no había sido corregido entre tales nobles: «nuestros padres eran sibaritas, nosotros somos Catones», dijo Pierre Viasemski... Recordaban a otros anteriores, franceses, que se aliaron al Estado llano y renunciaron a sus privilegios; patricios idealistas, optando por el sacrificarse a ellos mismos, para la liberación del pueblo. «Sí, moriremos, decía Pestel la víspera de su insurrección, pero será una muerte bella». Y, así, el brillante cuadro de los insurrectos fue destruido a cañonazos en diciembre de 1825 sobre la plaza del Senado de San Petersburgo.

Eran ejemplares, ya que no eficaces, entre dicho clima de tal exaltación. Una locura de filosofía inflamó a los mejores espíritus; llegaron hasta poner en verso la 'Lógica' de Hegel. En su mayoría, los intelectuales rusos sacaron primero del sistema hegeliano la justificación de un quietismo social: cobrar conciencia de la racionalidad del mundo bastaba; en todo caso, al final de los tiempos el Espíritu se realizaría. Después, la pasión rusa retrocedió ante aquella complicidad de hecho en la intención con el absolutismo; y se lanzó al otro extremo...

Si todo es lógico, todo está justificado: hay que decir sí al azote, o la servidumbre, y a Siberia. Pero si también se trataba de los sufrimientos ajenos, les fallaba el valor: algo no está justificado en el mundo; y la historia, en uno de sus puntos al menos, no coincide ya con la razón. Bielinski se revuelve con y contra Hegel mismo. Comprendía que lo que deseaba no era lo absoluto de la razón, sino la plenitud del ser, y se negó a identificarlos. Quería la inmortalidad del hombre íntegro erguido en su persona viva; y no ninguna otra más abstracta, de la especie convertida en Espíritu. Litigaba, con la misma pasión, contra nuevos adversarios, y, de aquel gran debate interior.

Sacando conclusiones del individualismo rebelde, se debe afirmar lo que séase destruyendo la realidad, sin colaborar con ella: «mis héroes son destructores de lo viejo: Lutero, Voltaire, los enciclopedistas, terroristas, y Byron en 'Caín'». El socialismo individualista francés de Fourier, Proudhon [sepultado como 'utopico' por los dizque 'científicos' del prometer abolir clases...] o Saint-Simon que seguía unido a los valores éticos acabó sucumbiendo, en su gran debate con los pensamientos nicos; mas -importado, desde la década de 1840, por el gran Herzen a Rusia- repetiría el lenguaje de Bielinski: «la aniquilación de lo viejo es el engendramiento del porvenir».
  
Padres e hijos, de Turgueniev, es referencia para 'nihilismo' al que dio nombre
  
III.3.2- Tres poseídos

La reivindicación de Stirner reapareció con el rechazo a toda historia y decisión para forjar el porvenir, ya no en función de ningún espíritu histórico, sino del individuo rey. Pero éste no podría elevarse por sí solo al poder. Necesita de otros; y entra entonces en la contradicción nihilista que Pisarev, Bakunin o Netcháiev trataron de solucionar, extendiendo cada cual más el campo de la destrucción y negatividad... hasta que con el terrorismo se anula tal contradicción por sacrificio y crimen simultáneos.

El término mismo 'nihilismo' fue forjado por Turgueniev en la novela, 'Padres e hijos'; y Pisarev proclamó que los nihilistas reconocían al protagonista, Bazarov, como su modelo: «soy un extraño para el orden de cosas existente, no tengo por qué mezclarme con él». El único valor residía, pues, en egoísmo racional: negando todo lo que no fuese autosatisfacción cínicamente, se decían materialistas y su libro en cabecera lo tenían con el 'Fuerza y materia' de Buchner; pero poniendo tal doctrina muy por encima de la materia, tenía un aire de religión y fanatismo: "Lamarck era un traidor, pues Darwin tenía razón"; en ellos  la razón se anexaba curiosamente los prejuicios de su creencia.

Optando por hacer un artículo de fe con la razón somera, nada más creían sino en ésta y el interés. Pero en vez del escepticismo eligieron el apostolado y se hicieron socialistas, en ello estriba su contradicción. Su solución personal consistió en dar a tal negación intransigencia y pasión de creyentes... Pisarev no retrocedía en el pensamiento, incluso frente al asesinato de una madre, hallando acentos justos para pontificar sobre la injusticia; y luego se volvió loco.

Bakunin encarnó, de modo espectacular, las mismas contradicciones: condena de antemano los atentados individuales, denunciando a «los Brutos de su época», pero sin embargo los respetaba. «Hasta la locura -confesó- no veía otra cosa que las categorías de Hegel». Y cuando salió de aquella iniciación fue con la exaltación de los neófitos: «mi yo personal murió para siempre, mi vida es la vida verdadera. Se identifica, en cierto modo, con la vida absoluta».

Más ruso que el propio zar, pese a sueños universales, no podía en su caso asentir a las apologías hegelianas del Estado de Prusia como depositario privilegiado para los fines del Espíritu... En los años 1840, por otra parte, Bakunin descubría las tendencias del socialismo y el anarquismo franceses: después de haber alabado la Unidad absoluta, se lanzó a los maniqueísmos más elementales; para terminar quiso «Iglesia universal o auténticamente democrática de la libertad [...] mediante un esfuerzo sobrenatural y doloroso, acallando por fuerza esa voz interior que me susurra lo absurdo de mis esperanzas».

«El Estado más pequeño e inofensivo es también criminal en sus sueños». La revolución será, pues, el bien: «el Mal es revuelta satánica, contra las autoridades divinas, en donde nosotros vemos germen fecundo de todas las emancipaciones humanas». Sus páginas ardientes ante la revolución del 1848 gritan apasionadamente ese gozo del destruir queriendo, como el ácrata Coeurderoy [en su libro 'Hurrah, o la revolución por los cosacos'] había dicho, «llevar antorchas a la casa del padre». Para los oprimidos, la revolución es Fiesta en el sentido sagrado de tal palabra.
  
  
Por ello, Bakunin es único en su tiempo al criticar con profundidad excepcional el gobierno de los sabios, ídolo para sus contemporáneos; contra toda abstracción, «tempestad y la vida, he ahí lo que necesitamos: un mundo nuevo sin leyes, y por lo tanto libre». Pero los estatutos de la 'Fraternidad Internacional' (1864-1867), que redactó él mismo, establecen ya la subordinación absoluta del individuo al comité central, durante su acción.

Esperaba para la Rusia liberada «un fuerte poder dictatorial […] de partidarios, iluminado por su libre colaboración, pero al que nada ni nadie ponga límites». Bakunin, igual que su enemigo Marx, contribuyó a la doctrina leninista. Y el sueño del imperio eslavo revolucionario (tal como evocado fue por él ante su zar) sería luego aquel mismo, hasta en los detalles de fronteras, realizado por Stalin: quien rechaza todo el pasado, sin conservar nada de lo que puede servir para vivificar la revolución, se condena a no encontrar justificación sino en un futuro; y mientras tanto encarga justificar lo provisional a la policía, pues en las hogueras de la negación total también se habrían fundido los valores éticos.

Netcháiev no se ha contentado con decir que hay que unirse «al mundo salvaje de los bandidos, verdadero y único medio revolucionario de Rusia»; su sueño más evidente fue fundar la orden asesina que permitiría propagar y hacer triunfal por fin esa divinidad negra a la que había decidido servir. Si la historia no está hecha más que de lucha entre revolución y contrarrevolución, fuera de todo principio no existe más salida que abrazar enteramente uno de dichos dos valores, para morir o resucitar en ellos. Con eso, por primera vez explícitamente, va a separarse del amor y amistad la revolución...

Pero así es el único valor que reclama la delación de todos, o hasta el sacrificio del amigo, al servicio de una idea abstracta. Fue preciso el advenimiento del reino de los 'Endemoniados' [Dostoievsky dixit...] para que, de un solo golpe, la revolución en sí misma sobrepase a quienes quería salvar. Y las amistades, que antes transfiguraron su derrota, deben ser sacrificadas remitiéndose al aún invisible día de la victoria.  La originalidad consiste, pues, en justificar violencias hechas a los hermanos. Netcháiev fundó la 'Sociedad del Hacha' y él mismo definió sus estatutos,  admitiendo que los jefes tienen el derecho de usar violencia o mentira para dirigir al subordinado, considerándolo como «un capital que puede gastarse».

El reclutamiento apeló tradicionalmente al valeroso espíritu de sacrificio. Ahora deciden que se puede chantajear o aterrorizar a vacilantes y engañar al confiado, estableciendo como principio el impulsar a los gobiernos hacia medidas represivas pero sin tocarse jamás aquellos oficiales más odiados por la población; y que, por fin, la sociedad secreta ha de aplicar toda su actividad al aumentar los padecimientos o miseria de las masas. Netcháiev, quien derivando hacia el cinismo político no atenta contra la vida de ningún tirano, mata sin embargo al camarada Ivanov por una emboscada en nombre de su común causa...

«Poco a poco -escribió Bakunin- llegó a convencerse de que, para fundar una sociedad indestructible, era preciso tomar en base a la política de Maquiavelo y adoptar el sistema de los jesuitas: para el cuerpo violencia sola, para el alma la mentira». En la medida que la intelligentzia no pudo atraer hacia ella al pueblo, se sintió sola de nuevo ante la autocracia: otra vez, el mundo se le reapareció bajo las especies del amo y el esclavo. El grupo de 'La Voluntad del Pueblo' erigirá el terrorismo individual por principio inaugurando la serie de crímenes que se prolongaría hasta 1905, con el Partido Socialista Revolucionario.
  
  
III.3.3- Los asesinos delicados

1878 es el año en que nacía el terrorismo ruso. Vera Zassúlich mató al general Trepov, gobernador de San Petersburgo, el día siguiente del proceso a 193 populistas. Aquel pistoletazo provocó una cascada de represiones y atentados, que se respondieron unos a otros...

Ese mismo año, el miembro de 'La Voluntad del Pueblo' Kravchinski con su panfleto «Muerte por muerte» puso el terror en principios; y las consecuencias siguieron a éstos; el emperador de Alemania más los reyes de Italia y España fueron víctimas de atentados; Alejandro II creó, con la Ojrana, el arma más eficaz del terrorismo de Estado...

En 1881, asesinato del zar. El año 1883, atentado contra el emperador de Alemania, cuyo autor fue decapitado. En 1887, ejecución de los mártires de Chicago, y congreso de Valencia de los anarquistas españoles: «Si la sociedad no cede, es preciso que mal y vicio perezcan, aunque debamos perecer todos con ellos».

Sólo el año 1892, se contaron más de 1.000 atentados con dinamita en Europa. Cerca de 500 en Norteamérica. El 1898, asesinato de la emperatriz de Austria. En 1901, el de McKinley, presidente de los EE.UU. Asesinatos de Plehve y el gran duque Sergio en 1905 marcan puntos culminantes de aquellos 30 años de sangriento apostolado terrorista terminando para la nihilista religión revolucionaria su era de los mártires [...] que quisieron en realidad crear una Iglesia de la cual brotaría un día el nuevo Dios.

El ejercicio terrorista era embellecido con el sacrificio que le hacían los terroristas: Savinkov, al evadirse de una cárcel zarista, decidió disparar contra los oficiales que habrían podido oponerse a su fuga, pero asimismo decidió matarse antes que dirigir su arma contra soldados. Un olvido tan grande de sí mismo, aliado a una preocupación tan profunda por la vida de los otros, permite suponer cuánto aquellos asesinos delicados vivieron el destino rebelde en su contradicción más extrema.

Se contentarán, en nombre de los principios formales, juzgando inexcusable toda violencia inmediata... y la permitirán o se consolarán, en nombre de la historia, con que sea necesaria y añadirán entonces el crimen... Esto define los dos rostros del nihilismo contemporáneo, burgués o revolucionario. Para ellos, también, crimen se identifica con suicidio: entonces, una vida se paga con otra y surge desde tales holocaustos la promesa de un valor.

En medio de un mundo que niegan y los rechaza, como todos gran corazón , tratan de rehacer una fraternidad hombre tras hombre.  Kaliayev, condenado a la horca, declaró con firmeza: «Considero mi muerte como una protesta suprema contra un mundo de lágrimas y sangre». Era el reflejo, histórico esta vez, del «existimos» de un espíritu en rebeldíatodavía. Mediante tal valor, estos terroristas  demostraron, por última vez en nuestra historia, que la verdadera rebeldía es creadora de valores.
  
   
Después de 1905 empezó una decadencia. Los mártires no hacen las Iglesias: son su coartada, o cemento. Después vienen sacerdotes y beatos; los revolucionarios ya no exigirán intercambio de las vidas. Consentirán el riesgo de muerte, pero aceptarán también guardarse lo más posible para la revolución y su servicio; aceptarán, pues, para sí mismos, la culpabilidad total: el consentimiento a la humillación, tal es la verdadera característica de los revolucionarios del siglo XX, situando revolución e Iglesia humanas por encima de sí mismos.

Fueron Kaliayev y sus hermanos rusos o alemanes los que en la historia del mundo, considerando el reconocimiento universal primero necesario y después insuficiente, se opusieron realmente a Hegel. Quien acepta morir, pagar una vida con otra, sean las que sean sus negaciones, afirma con ello un valor que lo supera a él mismo en tanto que individuo histórico venciendo al nihilismo.

III.3.4- El chigalevismo

Pero ese triunfo no tendría futuro: coincidía con la muerte. Tal nihilismo sobrevivió, provisionalmente, en aquel mismo Partido Socialista Revolucionario; el cinismo político seguía marchando hacia la victoria. El jefe que mandó a Kaliayev hasta su muerte, Azev, practicaba el doble juego denunciando revolucionarios ante la Ojrana al mismo tiempo que hacía ejecutar ministros y grandes duques. El nihilismo, tras haber influido en el socialismo individualista, fue a contaminar al llamado científico que surgió con un grupo social-demócrata de Plejanov desde 1883: herencia conjugada de Netcháiev y Marx daría origen a la revolución totalitaria del siglo XX.

Lenin [cuyo hermano mayor fue ajusticiado por terrorista... y que había ido a la escuela en donde impartía clases el padre del socialista revolucionario Kerenski, hecho jefe de gobierno como un último intento zarista de parar la toma del poder bolchevique...] tomaen Tkachev, un compañero y hermano espiritual de Netcháiev, su concepción sobre la toma del poder que juzgó «majestuosa» y él mismo resumió así: «secreto riguroso, elección minuciosa de miembros, formación del revolucionario profesional» (Aquél profeta pretendía no imitar a los jacobinos más que su técnica de acción al negar, también él, todo principio y toda virtud; enemigo del arte y la moral, concilió sólo en su táctica lo racional e irracional: el objetivo consistía en realizar la igualdad humana mediante su toma del poder estatal. Propuso suprimir a todos los rusos con al menos 25 años como incapaces de aceptar las nuevas ideas del superestado moderno, donde la educación frenética del niño se realizaría entre adultos aterrorizados, alegando construir una humanidad por fin divinizada como única justificación... Y murió loco).

Aquí se había cerrado la rebeldía, cortada de sus verdaderas raíces e infiel al hombre por someterse a la historia, maquinando avasallar ya el universo entero [...] El 'endemoniado' Chigalev, tras desesperar en largas reflexiones, llegó a concluir: «Salido de la libertad ilimitada, llego al despotismo ilimitado [...] Una décima parte de la humanidad poseerá los derechos de personalidad, ejerciendo autoridad ilimitada sobre las otras que lo perderán todo siendo como un rebaño; sometidas a obediencia pasiva, volverán hasta la inocencia primera... o al paraíso primitivo, donde tendrán que trabajar». Era el gobierno de los filósofos con que soñaban esos utopistas; sólo que aquéllos ya no creían en nada.

Los nuevos señores como grandes inquisidores reinan al presente. Para que se hagan Dios los hombres, preciso es rebajarse las víctimas hasta volverse verdugos. Así la divinización del hombre por sí mismo rompió límites que la rebeldía había establecido y se introdujo en los caminos cenagosos de la táctica y el terror desde donde la historia no ha salido aún.  
                                                                

No hay comentarios:

Publicar un comentario