(En realidad, ésta fue una entrada del blog hecha el 8.04.2016)
Entre quienes de abundancia viven,
solo yo aparezco desprovisto.
Mi espíritu sigue turbándose,
como pasa con cualquier ignorante.
Todo el mundo está esclarecido,
solo continúo yo en tinieblas.
Todos resultan penetrantes
y quedo sólo yo siendo tan torpe,
igual que quien deriva por alta mar.
Toda la gente tiene qué hacer,
solo aquí yo soy un inútil.
... ...
Alcanza una total vacuidad,
para conservar la paz.
Tras de las bulliciosas apariciones,
en toda cosa, contempla siempre su retorno.
Todos los seres crecen, agitada mente,
pero luego cada cual vuelve a sus raíces.
pero luego cada cual vuelve a sus raíces.
Volver hasta la raíz es hallar reposo.
Reposar serán más vueltas al destino,
llegar a él logrando eternidades,
conocer la eternidad o ser iluminado.
Quienes no hayan conocido eternidades
irán, ciega mente, hacia su desgracia.
Quien conociere la eternidad en cambio
podría dar ya cabidas también para todos.
Quienes den a todo cabida serán grandiosos.
Quien fuera de grandiosidad, celestial
sería.
Quienes celestiales al fin sean, cual el Tao
son.
Quien está siendo como el Tao, es
perdurable.
Aunque su vida pueda extinguirse no perece.
... ...
Sabio es conducir asuntos desde la inacción,
e incluso predicando sin palabras,
con un corazón que no se haya ofuscado.
(Lao-tsé, o su 'Tao Te Ching', hace 2.500 años)
La luz vence tiniebla
por campiñas, lejanas.
El aire huele a pan nuevo
y un pueblo se despereza.
Ha llegado la mañana.
... ...
Todo el mundo contará su pena,
pidiendo la comprensión,
¿quién cuenta las alegrías
no comprende al que sufrió?
De lo que pasa en el mundo,
por Dios, que no entiendo ná:
el cardo siempre gritando
y la flor siempre callar.
... ...
Las flores de tu balcón
lloran por verte,
que lo sé yo!
Casi desnudo, como hijos de la mar, nacer junto al Mediterráneo
Que grite la flor,
se callen los cardos, y todo aquél quien era enemigo
sea ya mi hermano.
Vayamos por esa senda,
a ver qué lucero encontramos,
luz que ahora está ya en la tierra
y los hombres apagamos.
Señor de los espacios infinitos,
Tú que tienes la paz entre las manos,
derrámala -Señor, te lo suplico-
y enséñales el amar a mis hermanos.
Enséñanos lo bello de la vida,
y a ser consuelos en todas las heridas;
amar con blanco ardor toda la tierra
buscando siempre la paz, Señor,
u odiar la guerra.
... ...
(Lole y Manuel, con el 'Nuevo día', de hace 40 años)
Renueva vida, en pie, ¡y aun como siempre!
EL DOCTOR L...
ResponderEliminarEl Dr. L. ejerce algo en lo que no creo: la medicina tradicional china, que incluye la acupuntura. Voy a verle desde hace un tiempo, no mucho. El suficiente para decir que soy paciente asidua.
No tengo problemas, pero sí tengo problemas. Entonces, voy a ver al doctor L.
Atiende en una casona antigua donde hay un olor enervante a menta y a raíces. Tiene 80 años que parecen 60. En verano usa shorts de jean a mitad de muslo, cómicos. Eso es lo único cómico del doctor L.
Cuando me tiendo en mi camilla me habla del tiempo —“Tiempo es suyo; usted no es del tiempo”—, me da consejos que no intento descifrar (“Usted mucho fuego. Coma sandía”), o me dice: “Cuide salud ahora, vive 100 años”. Yo no estoy segura de querer vivir 100 años. Como todo el mundo, quiero ser inmortal.
Cada vez que me pone sus agujas dice: “Descansa”, y desaparece. A veces me pone alguna que produce una descarga eléctrica punzante y no me quejo. Entonces, él dice: “Buena mujer, buena aguja”, y yo me siento orgullosa de saber que mi dolor es mi perro: que me acompaña fiel, domesticado.
Cuando el doctor L. se va, yo hago algo que nunca hago, salvo cuando duermo: cierro los ojos. Y escucho que, desde las camillas cercanas, llegan quejidos, ayes.
La gente que va a ver al doctor L. tiene dolencias graves: hernias, pinzamientos. Yo no. Yo tengo, apenas, mi pequeño error de paralaje, mi desgracia leve. El río dentro de mí que se enturbia y enfría las venas como un mal presagio.
Mientras estoy tumbada escucho al doctor L. ir y venir como una abeja laboriosa entre todo ese sufrimiento humano. Y no pienso en nada. El doctor L. logra lo que no ha logrado nunca nadie, ni hombre ni mujer ni mar ni río: hacerme cesar.
A veces me pregunto por qué voy; si mi peregrinación al doctor L. no es una forma, como cualquier otra, de la inutilidad y de la fe.
Leila Guerreiro
Perfecto y de acuerdo... pero es 'Leila GuerrIEro', ¡grande columnista!
EliminarHace ya 60 días aquí mismo fue recordado cómo Don Alonso Quijano nos advertía por intermedio de su "amigo Sancho, según dijo el sabio Side Ahmet ibn'Angeli, las cosas en este mundo están sujetas a continua mudanza'...
ResponderEliminarEsa cita del Quijote tiene ya 511 años. Pero lo que no sabemos es hasta cuándo pueda remontarse la expresión original del citado Cid o Sidi, es decir, Caballero (en moro)...
ResponderEliminarParece, MAR, que luchas
-¡oh desorden sin fin, hierro incesante!-
por encontrarte o porque yo te encuentre.
¡Qué inmenso demostrarte,
en tu desnudez sola
-sin compañera... o sin compañero,
según te diga el mar o la mar-, creando
el espectáculo completo
de nuestro mundo de hoy!
Estás, como en un parto,
dándote a luz -¡con qué fatiga!-
a ti mismo, ¡mar único!,
a ti mismo, a ti sólo y en tu misma
y sola plenitud de plenitudes...
¡por encontrarte o porque yo te encuentre!
- Juan Ramón Jiménez
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