viernes, 22 de septiembre de 2023

Cómo el “mundo libre” [occidental] perdió las riendas, frente al polo liderado por la China...

     
  
Muchos nos preguntamos sobre los signos de debilidad y miopía que Occidente, y en especial la Unión Europea, está emitiendo en la actual "crisis ucraniana". Cinco décadas (medio siglo) de capitalismo neoliberal convirtieron a los estados y gobiernos de los regímenes políticos occidentales en algo muy débil e impotente. 

La transferencia a manos privadas del grueso del patrimonio económico nacional a partir de finales de los años setenta con Reagan y Thatcher, privó a los gobiernos de las riendas fundamentales para poder gobernar. La lógica del beneficio determinó luego, además, la deslocalización industrial hacia Oriente

Hoy la capacidad de gobierno es tan reducida que complica sobremanera las posibilidades de planificación a medio y largo plazo, así como cualquier propósito público de reforma y cambio estratégico. Es decir, de aquello que es fundamental para afrontar la "crisis del antropoceno".
 
Cristina Ridruejo nos recordó hace poco la situación en la España [¿'soviética'?] de hace 40 ó 50 años, cuando el Estado tenía un control sobre las telecomunicaciones (Telefónica), la importación, distribución y suministro de hidrocarburos con su red de gasolineras (Campsa, Repsol), la gran compañía eléctrica (Endesa), las líneas aéreas y ferroviarias nacionales (Iberia, Renfe) con sus infraestructuras correspondientes, la compañía nacional de tabacos (Tabacalera) y buena parte de la automoción (Seat) y la construcción naval y aeronáutica. 

Entonces existían bancos públicos importantes, las cajas de ahorro no eran especulativas y el principal medio de comunicación, la televisión, consistía en dos canales públicos. Con todas esas riendas en sus manos, había capacidad de gobierno y capacidad de informar sobre las políticas y estrategias a adoptar.

El vaciado de lo público es, sin duda, una de las razones de la decadencia política y económica de los regímenes oligárquicos occidentales que conocemos como “las democracias” neo-liberales. Su clase política está dando muestras de nivel sin precedentes en incompetencia

Lo que presenciamos actualmente en Alemania con la gestión del trío formado por el canciller Scholz, y sus ministros de exteriores Baerbock y economía Habeck, es seguramente el mejor ejemplo. No solo por la manifiesta deficiencia de inteligencia de esos personajes, sino por tratarse del suicidio de la primera potencia de la Unión Europea, ingenuamente considerada hasta ahora como “faro” de las demás.

Ante este panorama, llama mucho la atención el dinamismo y la capacidad de gobierno no solo de países como China, y hasta cierto punto Rusia, que han conservado (el segundo ha restablecido) las riendas políticas de la economía. En este momento es cuando muchos cortos de miras alegarán encendidos el problema de la falta de “democracia” en esos países. 

En tal alegato suele fallar no tanto la crítica a los sistemas de esos países, legítima y necesaria, como la ciega o tonta presunción de inocencia hacia los sistemas occidentales, que son ya oligarquías neoliberales en las que el voto no decide casi nada y el “poder del pueblo” (“democracia”) brilla por su ausencia.
 
 
Dice, con razón, Craig Murray (en 'Democracy’s Demise') que votar por Clement Attlee en la Inglaterra de la posguerra tuvo sentido y pudo abrir la puerta a las reformas sociales que siguieron. En general, “lo que teníamos aproximadamente entre 1920 y 1990, cuando votar realmente podía marcar la diferencia, no es lo que tenemos ahora. Ahora vivimos en una sociedad postdemocratica”. Y aun en España ni siquiera tuvimos esa franja, pues de la dictadura pasamos a la postdemocracia sin apenas transición. 

Hoy, cuando el BCE manda en política monetaria, la OTAN en política exterior y militar y la CE en casi todo lo demás (y se trata de tres instituciones no electas y puramente oligárquicas), la pregunta sobre lo que queda de soberanía y margen de juego para que la población cambie algo las cosas, es puramente retórica.

Así que el sistema occidental, que está derivando hacia la “ultraderechización de los Goldman Sachs boys” con Gobiernos es mucho menos superior en libertades a lo que nuestros corífeos del establishment pretenden y pregonan. Y además está mucho menos capacitado para gobernar el cambio hacia una sociedad más modesta y nivelada -por la crisis del antropoceno exigida- que sus rivales emergentes. 

Como decía Frédéric Lordon (en 'El capitalismo o el planeta'), no hay lucha contra el calentamiento global sin renuncia al “I Phone 24” y los demás cachivaches que el sistema brinda al consumidor para compensar su frustración. 

El sujeto del sistema occidental “realmente existente” ya no es el ciudadano, sino un individuo reducido a consumidor. La hipótesis de que este sujeto, espoleado por los medios de comunicación oligárquicos y las redes sociales censuradas, se oponga con uñas y dientes al cambio hacia una vida mas modesta y austera, que se requiere, no es ninguna tontería. Lo más probable es que cualquier gobierno occidental que formule un programa de decrecimiento cosechará una reacción, de los poderes fácticos del capitalismo, mediática y social, irresistible.

Cada vez está más claro que la solución que Occidente propone a la crisis del siglo XXI es la de un mundo en el que una minoría geográfica y social de digamos el 20% de la humanidad continuaría viviendo en las insostenibles condiciones actuales, mientras que el 80% restante estaría condenada a la miseria y a lidiar con las consecuencias de la crisis climática bajo la forma de pobreza, guerra y genocidio, algo que ya sugería abiertamente el “Informe Lugano” de Susan George en 1999, hace un cuarto de siglo. 

Un orden para preservar el capitalismo no muy diferente al que propugnaba Hitler, como decía Immanuel Wallerstein.

El actual pulso mundial entre el mundo occidental y los países emergentes liderados por China y Rusia, del que la guerra de Ucrania podría ser el aperitivo, tiene algo de esto. Comparen las conclusiones de las últimas cumbres del G-7 [o G-20] con las de la última cumbre de los BRIC´s, y, seguramente, deducirán que la victoria de los emergentes es condición para un mundo menos injusto e inviable.

(Rafael Poch de Feliu, 18/09/2023)
 


3 comentarios:

  1. Permíteme que apostille tu reflexión con una cita de Norman Davies en 'Reinos desaparecidos'. Dice así:

    "Hay que recordar constantemente la fugacidad del poder, pues la transitoriedad es uno de los rasgos fundamentales tanto de la condición humana como del orden político. Tarde o temprano todas las cosas tocan a su fin. Tarde o temprano el centro no puede aguantar más. Todos los estados y naciones, por grandiosos que sean, florecen una estación y luego son sustituidos".

    Mikel

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    1. https://www.galaxiagutenberg.com/wp-content/uploads/2017/07/Reinos-desaparecidos_rus-web.pdf

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    2. "El pasado está, de hecho, salpicado de grandeza, pero por lo general abundan las potencias menores, pueblos menores, vidas menores y emociones menores (...)

      Por supuesto, la naturaleza humana seduce a todo el mundo con la idea de que los desastres solamente les ocurren a los demás. Las naciones imperiales así como las ex-imperiales son particularmente reticentes a reconocer cuán rápido avanza la realidad. Tarde o temprano acaba cayendo el golpe final. Tras la derrota del Gran Reich Alemán en 1945, se han escrito obituarios para varios estados europeos. Entre ellos está la República Democrática de Alemania (1990), la Unión Soviética (1991), Checoslovaquia (1992) y la República Federal de Yugoslavia (2006). Sin duda alguna habrá más. La difícil pregunta es: ¿quién será el siguiente? A juzgar por su disfuncionalidad actual, Bélgica podría convertirse en la siguiente alca gigante de Europa, o quizás Italia. Es imposible decirlo. Y nadie puede predecir con seguridad si la última criatura que se ha unido a la familia de naciones europeas, la república de Kosovo, se hundirá o seguirá a flote (...)

      Quienes piensen que no están sujetos al imperio de lo efímero viven en 'Nephelokokkygía' [un palabro acuñado por Aristófanes para forzar el que su audiencia se parase a pensar: 'Mundo fantástico y optimista en el que uno se encierra']... La educación moderna puede que tenga algo que decir al respecto. En los días no tan distantes en los que todos los europeos cultivados habían sido educados sobre una base que combinaba los evangelios cristianos con los clásicos antiguos, todo el mundo estaba muy familiarizado con la idea de la mortalidad, tanto para estados como para individuos. Aunque los preceptos cristianos eran ampliamente obviados, sí hablaban de un reino «que no es de este mundo». Los clásicos, propagando valores supuestamente universales, eran el producto de una civilización reverenciada pero muerta. La «antigua gloria de Grecia» o la «antigua grandeza de Roma» se habían evaporado miles de años antes; padecieron el destino de Cartago y Tiro, pero seguían vivos en la mente de la gente (...)

      HOY LOS BÁRBAROS HAN IRRUMPIDO EN EL JARDÍN. La mayoría de escolares nunca han conocido a Homero o Virgilio; algunos no reciben ningún tipo de enseñanza religiosa, y la enseñanza de lenguas muertas casi ha desaparecido del todo. La historia misma tiene que pelear por un exiguo espacio en el currículo junto a materias aparentemente más importantes como Economía, TIC, Sociología o Ciencia de los medios de comunicación. Proliferan el materialismo y el consumismo. Los jóvenes tiene que aprender dentro de un capullo lleno de falso optimismo. A diferencia de sus padres y abuelos, crecen con muy poco sentido del implacable paso del tiempo. La tarea del historiador, por ello, va más allá del deber de cuidar de la memoria general. Cuando unos pocos eventos del pasado se recuerdan de forma generalizada, en exclusión de otras materias igual de merecedoras, hay la necesidad de que determinados exploradores se desvíen de las sendas trilladas y recuperen algunos de los lugares de memoria no tan de moda. Se parece al trabajo de los ecólogos y ecologistas, que se ocupan de especies en peligro, y de quienes, estudiando el destino del dodo y el dinosaurio, construyen una imagen fiel del estado de nuestro planeta así como de sus perspectivas (...)

      El tema de la 'hybris' en la humanidad, por supuesto, no es nuevo [y Camus terminó alertándonos contra él, como conclusión en 'El hombre rebelde']. Es más antiguo que los griegos, que inventaron el vocablo, y que, en la época de su grandeza, descubrieron las estatuas de los faraones egipcios ya medio derruidas en la arena del desierto: ‘«Me llamo Ozymandias, rey de reyes: / ¡Contemplad mis obras, vosotros los poderosos, y desesperad!» / Nada más queda a su lado. En torno a la ruina / de aquellos despojos colosales, desnuda y sin límites / la llanura solitaria de las arenas se extiende hacia lo lejos’..."

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