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Aquí ahora vagando vamos, o lo intentamos –como al paso nos peta, por cada encrucijada- con apoyos en cualquier hipotético decálogo para caminantes, tras el programa siempre muy utópico mas a un mismo tiempo irremediablemente necesario sobre serenidades del ánimo. Y, sin embargo, algo más quedó aun sin resolver...
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"...La derrota es lo que te hace crecer como persona. La derrota enseña lo que el éxito oculta. Es la lucidez del perdedor, la nitidez de aprender que nuestra vida es una gran maestra y enseña más que muchos libros. Reconduciéndonos al plano puramente personal, toda depresión produce un embotamiento en la afectividad; mientras que la tristeza (que no proviene de una enfermedad depresiva) es lucidez por la melancolía. En la frontera de una etapa que se cierra y otra que se abre, podemos hacer balance existencial: haber y debe, arqueo de caja, recuento de cómo han ido las cosas.
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Cada segmento de nuestra travesía nos da una información precisa y a veces las cuentas no salen. El hombre es un animal descontento. Cualquier análisis de la realidad personal tiende a ser siempre deficitario, por exigencias del guión. Esa exploración retrospectiva aborda fundamentalmente 5 notas de la sinfonía personal: personalidad, amor, trabajo, cultura y amistad; cada una de ellas va dejando un rastro concreto.
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Tener una personalidad madura es un trabajo noble y decisivo y es el puente levadizo que lleva al castillo de la felicidad. Todos tenemos 3 caras: lo que yo pienso que soy (autoconcepto), lo que los demás piensan de mí (imagen), y lo que realmente soy (la verdad sobre mí mismo). Los otros 4 ingredientes tienen cada uno vida propia y nos abren un panorama espectacular, con paisajes diversos y valles y quebradas que invitan a la reflexión. Pero lo que hemos de tener muy claro es que la vida no irá bien sin grandes dosis de olvido. Saber perdonarnos los fallos y errores del pasado significa tener buena salud mental.
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La vida necesita talento y capacidad para superar los reveses y traumas que se han ido produciendo a lo largo de ella. En el mundo antiguo existía la expresión poliorcética, que era el arte de la fortificación en la guerra. La fortaleza es la virtud de los que soportan y resisten. Es fácil orientar la vida en las distancias cortas, pero sólo las personas singulares y de gran solidez son capaces de diseñar la vida para las distancias largas. Es necesario tener una visión larga de la jugada existencial. Las voluntades débiles emplean discursos o teoría, solo; mientras que otras más fuertes lo traducen en actos coherentes y positivos.
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Los traumas de la vida afectan a los grandes argumentos para ella. No hay que olvidar que en el amor casi todas las cumbres son borrascosas. Hay que descifrar el jeroglífico de cada biografía, lo que no se ve, lo que se esconde debajo de las apariencias.
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Cada uno necesita resolverse como problema. El hombre maduro es aquel que ha sabido reconciliarse con su pasado. Ha podido superar, digerir e ir cerrando las heridas de atrás. Y a la vez, ensaya su mirada hacia el futuro prometedor e incierto. Esa es una de las tareas que hacemos los psiquiatras en la psicoterapia; hacer la cirugía estética de la historia personal, para que haga una lectura mas positiva de lo que ha sido su trayectoria.
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La vida es como un bumerán: movimientos de ida y vuelta; o sea, lo que siembras, recoges. La vida es un resultado, y a la larga sale lo que hemos ido haciendo con ella. Lo importante es que no pasen los años tirando de la existencia; sino saber llenarla de un contenido que merezca la pena e insertándola dentro del programa personal que cada uno debe ir trazando. Lo esencial no es vivir muchos años; sino vivirlos satisfactoriamente, con el alma. La vida es plena si está llena de amor y uno consigue poseerse a si mismo. Ser dueños de unos mismos será pilotar en formas adecuadas aquellas travesías que se han ido escogiendo, procurando ser fiel a cada cual y sus principios.
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El psiquiatra es un perforador de superficies. Baja al cuarto de máquinas de la conducta. Intenta descubrir intenciones, planes, metas, el porqué de sus audacias y los retrocesos. No hay que perder de vista que la vida de cada uno tiene como sedimento la llamada experiencia vital. Ese pasado vivido a nivel personal con intensidad de protagonista de primera persona. Son cosas que me han pasado a mí. Que han dejado huella en mi biografía y que la van troquelando paso a paso. Me veo forzado a seguir hacia delante cueste lo que cueste. Pero cuento con un repertorio de usos psicológicos que parpadean a la hora de poner en práctica lo mejor que se ha ido almacenando en la bodega de mi intimidad.
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Los griegos decían que en la vida se podían describir tres etapas: una primera en la que uno es autor, otra que le sigue en la que uno es actor, y una última en la que uno es espectador. Cada una corresponde a un tiempo histórico: futuro, presente y pasado. Las secuencias al revés. Cuando uno es joven está lleno de posibilidades; todo puede ocurrir, pero cuando uno es mayor está lleno de realizaciones. Las posibilidades y sus realidades constituyen un arco en el que se sitúa la realización personal.
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Hay -desde lo tratado por la psiquiatría- varios trastornos capaces de hipertrofiar el pasado en forma enfermiza. Unos son los nostálgicos, que opinan que cualquier tiempo pasado fue mejor; otros, los depresivos, que dejan de vivir la vida como anticipación y programa y se instalan en la culpa retrospectiva de los hechos antiguos y mientras dura su fase depresiva, el cristal con que miran el pasado es siempre negativo; los neuróticos viven heridos por el pasado, no han podido superarlo, anclados en los peores recuerdos y vivencias, lo que impide mirar con esperanza hacia delante… fijación retrospectiva, pasillo del ayer en su peor versión. Una cuarta variedad de la patología del pasado lo constituye el 'síndrome del Peter Pan': negarse a crecer y a madurar.
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Quiero volver a los argumentos del principio para enfatizar esta idea central. La clave resulta vivir con ilusión y argumentos. Mirando hacia delante. Ser capaz de pasar las páginas azarosas, duras, frustrantes, aquellas que han frenado la marcha o nos han sacado de la pista por la que circulábamos y nos han metido en la circunstancia conflictiva, de retroceso evidente.
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La prosperidad está siempre en el porvenir. Pero su base debe ser ésa: sentirse uno a gusto consigo mismo, que es 'conditio sine qua non' para que se relacione bien con los demás. Tener una cierta paz interior, hilvanada en su fuero interno de coherencia e invención. Una mezcla de inteligencia bien compensada con sentimientos positivos, que son capaces de disolver todo aquello del pasado que hiere y pone sobre la mesa lo peor de uno mismo. El pasado debe servirnos para dos cosas; como arsenal de conocimientos que se han ido depositando en nuestra biografía y que constituyen ese subsuelo privado de la memoria que se llama experiencia de la vida. Sabiduría silenciosa y elocuente, callada y a voces, que actúa sin nosotros saberlo. Y también nos sirve para aprender en cabeza propia.
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Pasado, presente y futuro. Recuerdos, datos e ilusiones. Posibilidades y realidades. Amor por los cuatro costados. Porque la vida verdadera es encuentro con lo mejor de uno mismo. Encuadernar la biografía con indulgencia, sabiendo perdonarnos y cerrar sus heridas con suavidad y comprensión.
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La felicidad es la ley natural del ser humano, supone como una réplica u otra ley de la gravedad; todos aspiramos a ella. Hoy, para bastante gente, la felicidad queda reducida a bienestar, nivel de vida y posición económica. Pero la felicidad a la que debemos aspirar ha de ser razonable, no utópica, en la que el amor, el trabajo y la cultura den de sí al máximo. La felicidad no es alergia al sufrimiento, sino el sufrimiento superado, al sobrenaturalizar los reveses, golpes y ese verse uno zarandeado por la marea negra de la frustración, las derrotas y el árbol genealógico de los Buendía. Física y metafísica.
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El tiempo, ese testigo impertinente de nuestra vida, asiste y resiste a los embates de la condición humana."
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Una recomendación en esta linea. "La Mujer Justa" de Sandor Marai que actualmente representan en el madrileño Teatro de La Abadía, en versión adaptada por Eduardo Mendoza: el próximo jueves, día 24, al fin de la función -sobre las 22.30 h aproxim.- habrá un encuentro abierto con quienes la prepararon o/y están haciéndola...
ResponderEliminarEsa función actual de Marai/Mendoza tiene unas conclusiones bastante claras, como por ejemplo
ResponderEliminar'Entrelineas' (J. de Segovia) nos extractaba =
"No confíes en que una familia te dé la felicidad; nada puede hacernos felices. Y a las personas les cuesta mucho hacerse a la idea de que no hay esperanza, están solas. Muy pocas soportan la idea de que no hay remedio para ese final de su existencia, en el que tarde o temprano se precipita cada ser humano. Una mayoría alimenta ESPERANZAS, se agarra a lo que puede, busca refugio en las relaciones humanas, pero a sus intentos de fuga de la cárcel de la soledad no les pone verdadera pasión ni entrega, y entonces se refugia en mil ocupaciones falsas...
Ni siquiera ahora, que ya me he convertido en un lobo SOLITARIO, tengo el valor de reconocer que la culpa ha sido sólo mía. No es cierto que el sufrimiento nos purifique y nos haga mejores, más sabios y comprensivos: nos vuelve lúcidos, fríos e indiferentes...
Rencor, vanidad. Es lo que suele haber en el fondo de todas las miserias o las desgracias humanas. Y soberbia… Primero intentaba achacarlo a la avaricia, el egoísmo, la lujuria; después a los obstáculos sociales, a la ordenación del mundo; mas para los hombres no hay salvación. La mayoría de la gente no puede dar ni recibir amor, porque es cobarde y orgullosa, porque tiene MIEDO al fracaso: le da VERGÜENZA entregarse a otra persona y más aún rendirse a ella porque teme que descubra su secre... el triste secreto de cada ser humano, que necesita mucha ternura, que no puede vivir sin amor.
Las voces, las luces, las ALEGRÍAS y las sorpresas, las esperanzas y los miedos que encierra nuestra niñez, eso es lo que realmente amamos, lo que buscamos durante toda la vida.
La Mujer [PERSONA...] Justa [o 'ADECUADA'...] no existe: ninguna reúne todos los requisitos; no encontraremos esa figura única, particular, maravillosa e insustituible que felices nos haga. Simplemente HAY, SÍ, personas...; pero ninguna tiene, sola, todo lo que esperamos y deseamos..."
Saludos, A. C.
Nada se me ocurre discrepar de vuestros comentarios, A y C, reconociendo esa prosa del Sandor Marai al que ahora ya no dejaré de procurar leer en su 'El último encuentro'; gracias a vosotros.
ResponderEliminarPero por remangarnos y buscar lo que aun trate de ser operativo, acudamos tan bien hacia la poesía (en sentido primigenio, muy amplio, de la 'poiesis'; o sea como creación y desembarazadora de todo lo sensible...) que siempre profundiza más:
1) "¿Libertad? No conozco sino la libertad de estar preso en alguien / cuyo nombre no puedo oir sin escalofrío; / alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina, / por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, / y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu / como leños perdidos que el mar anega o levanta / libremente, con la libertad del amor, / la única libertad que me exalta. / ¡La única libertad por que muero!" -dijo Cernuda...
Y [como tampoco íbamos a tener ninguna solución ya por tal 'desideratum', entre "La realidad y el deseo"], concretándolo un poco, con programas:
2) "Mi táctica es / mirarte, / aprender como sos, / quererte como sos; / / mi táctica es / hablarte / y escucharte, / construir con palabras / un puente indestructible; / / mi táctica es / quedarme en tu recuerdo / no sé cómo ni sé / con qué pretexto, / pero quedarme en vos. / / ¿Mi táctica? Es / ser franco / y saber que sos franca, / y que no nos vendamos / simulacros / para que entre los dos / / no haya telón / ni abismos.
Mi estrategia es / en cambio / más profunda y más / simple / mi estrategia es / que un día cualquiera / no sé cómo ni sé / con qué pretexto / por fin me necesites." (Benedetti)