... En el capítulo inmediato anterior se habían transcrito ya los distintos textos correspondientes al extracto para la Segunda Parte de tan destacable compendio... cuyo índice sigue a continuación:
Previamente otro capítulo inicial había reproducido también fragmentos de la Primera Parte, en relación con "Quiénes [y qué] Somos...", así como una somera presentación para el conjunto de la obra...
Y en esta Tercera Parte se insiste con más citas extractadas entre otras que ha reunido el autor mediante su antedicho valioso "Antimanual..." (siempre muy reivindicativo de algunos discursos usualmente ninguneados, desde t@ntas inmensas mayorías de sesudos tratados académicos dominantes, y en cambio aquí literalmente transcritas):
- La conciencia
WILHELM REICH.-
"Freud descubrió, por un método particular, al que dio el nombre de 'psicoanálisis', el proceso que domina la vida del alma. Sus cuatro más importantes descubrimientos, que anularon y conmocionaron una gran cantidad de antiguos conceptos (lo cual le atrajo al principio el odio de la gente), son los siguientes:
La conciencia (psicológica) no es más que una pequeña parte del campo psíquico; es tributaria de los procesos psíquicos inconscientes que, por esta razón, escapan al control de la ciencia: todo acontecimiento psíquico -incluso aunque aparezca desprovisto de sentido, como el sueño, el acto fallido, los despropósitos de los psicóticos o de los alienados- tiene una función y un «sentido» perfectamente comprensible si se consigue insertarlo en la historia del desarrollo de la persona humana. Debido a este descubrimiento, la psicología que hasta entonces había vegetado bajo la forma de una especie de física del cerebro («mitología del cerebro»), o como la hipótesis de un espíritu objetivo misterioso, alcanzaba repentinamente un puesto entre las ciencias naturales.
El segundo gran descubrimiento de Freud era el de una sexualidad infantil muy activa, completamente independiente de la función de reproducción; la sexualidad y la reproducción, lo sexual y lo genital no son, pues, en absoluto, idénticos; la disección analítica de los procesos psíquicos ha puesto en evidencia, por otro lado, que la sexualidad o, más bien, la energía, la libido, que es de origen somático, es el motor central de la vida del alma. Las premisas biológicas y las condiciones sociales se van a encontrar en el terreno psíquico.
El tercer gran descubrimiento de Freud fue que la sexualidad infantil, de la que también forma parte lo esencial de las relaciones padre-hijo (complejo de Edipo), es generalmente reprimida porque el niño teme que sus padres lo castiguen por actos y pensamientos sexuales (aquí se encuentra el sentido profundo de la «angustia de castración»); de este modo, la sexualidad queda apartada de la acción y borrada de la memoria. La represión de la sexualidad (infantil) la suprime de la conciencia sin por ello arrebatarle su energía, por el contrario, la refuerza y la influye de tal modo que se manifiesta en muchas turbaciones patológicas de la vida del alma. Como esta regla se aplica, sin excepción, a todos los hombre vivos, Freud podía decir que su paciente era la humanidad entera.
Y su cuarto descubrimiento importante en este contexto fue el de que las instancias morales en el hombre no tienen origen supra-terrestre alguno, sino que son el resultado de medidas pedagógicas que, desde la más tierna edad del niño, toman los padres o sus representantes. En el centro de estas medidas pedagógicas se encuentran las que se dirigen a la represión sexual del niño. El conflicto que opone al principio los deseos de los niños a las prohibiciones de los padres se prolonga después en el conflicto interior de la persona entre los impulsos y la moral. Las instancias morales, que pertenecen al inconsciente, chocan en el adulto contra su conocimiento de las leyes de la sexualidad y de la vida psíquica inconsciente, favorecen la represión sexual («resistencia sexual») y aplican la resistencia del mundo contra el descubrimiento de la sexualidad infantil."
('La psicología de masas del fascismo', 1933)
- La razón
"El miedo crea los dioses:
No es difícil el dar razón ahora / de lo que motivó entre las naciones / a creer la existencia de los dioses, / y las ciudades inundó de altares / y estableció los ritos religiosos, / estas pompas augustas que en el día / se hacen en las empresas importante / por todas las naciones de la Tierra: / y cuál sea la causa y el origen / de este horror infundido a los mortales / que erige en todo el orbe de la Tierra / a las divinidades nuevos templos / y con días festivos las obsequia.
Es que ya desde entonces los mortales, / aunque despierto el ánimo, veían / los simulacros sobrenaturales / que la ilusión del sueño exageraba / a su imaginación: así, creyendo / que movían sus miembros y que hablaban / con imperiosa voz, proporcionada / a su gran porte y fuerzas desmedidas, / por vivos y sensibles lo tuvieron. / También los suponían inmortales; / pues siendo su hermosura inalterable, / con la misma belleza se ofrecían / a ellos los fantasmas celestiales; / y porque siempre con tan grandes fuerzas / creían imposible que triunfase / de ellos acción alguna destructora: / también por muy dichosos los tenían, / pues no les inspiraba sobresalto / el temor de la muerte; y porque en sueños / los veían hacer muchos prodigios / sin quedarse por ellos fatigados./ La morada y palacio de los dioses / pusieron en los cielos, porque es donde / parece que voltean Sol y Luna; / de allí viene la noche, de allí el día, /y los astros errantes allí brillan / y los volantes fuegos por la noche; / los nublados, rocíos, lluvias, nieve, / vientos, rayos, granizo y raudos truenos, / y los murmullos largos de amenazas. / ¡Oh raza de los hombres sin ventura! / ¡Cuando a los dioses concedió existencia / y los armó de cólera inflexible, / cuántos gemidos asimismo entonces, / qué heridas a nosotros, y qué llanto / a nuestra descendencia ocasionaron!
¿Qué espíritu, además, no apoca el miedo / de los dioses? ¿A qué hombre no se hielan / los miembros de pavor cuando la tierra / abrasada retiembla con el golpe / horrible de los rayos, y recorren / todo el cielo murmullos espantosos? / ¿No se estremecen pueblos y naciones? / Sobrecogidos los soberbios reyes, / ¿no abrazan las estatuas de los dioses / temblando aquel instante formidable / de expiar sus acciones criminales / y todos sus tiránicos mandatos?
¿Y cuando barren los furiosos vientos / al jefe de la escuadra por los mares / con sus bravas legiones y elefantes, / pávido no hace votos a los dioses / para obtener a fuerza de plegarias / tranquilidad y vientos favorables? / En vano todo; porque arrebatado / por algún violento remolino, / en los escollos va a encontrar la muerte: / ciertamente parece que se burla / de los humanos acaecimientos / una fuerza secreta, y se complace / en pisar con ludibrio las segures / y los fasces hermosos. Por fin, cuando / debajo de los pies vacila el orbe, / cuando caen las ciudades desplomadas, / y están amenazando otras ruina, / ¿por ventura, es extraño que los hombres / se llenen de desprecio hacia sí mismos, / y reconozcan un poder más grande / y una fuerza divina extraordinaria / que a su gusto dirija el universo?"
(libro V en el 'De la naturaleza de las cosas', siglo I a. de C.)
EPICTETO.-
"Lo que depende de nosotros y lo que no depende:
I. Hay unas cosas que dependen de nosotros y otras no... De nosotros dependen la opinión, la tendencia, el deseo, la aversión, y, en una palabra, cuantas son obra nuestra. No dependen de nosotros, en cambio, el cuerpo, los bienes adquiridos, la reputación, los cargos, en una palabra, cuantas no son obra nuestra (...)
XV. Recuerda que deberías comportarte como en un banquete. ¿Ha llegado a ti algo que estaba circulando? Extendiendo la mano, tómalo con buenas formas. ¿Pasa por delante?, no lo retengas. ¿Aún no llega? No impulses tu deseo, espera a que te llegue; y lo mismo con relación a tus hijos, a tu mujer, a los cargos, a la riqueza, y serás algún día un digno convidado de los dioses. Y si no tomas las cosas que te son servidas en la mesa, sino que las desprecias, entonces no solo serás un convidado de los dioses, sino también un hombre pero con igual poder. Pues actuando así, tanto Diógenes como Heráclito y sus semejantes eran llamados divinos merecidamente, ya que de hecho lo eran..."
(siglo I d. de C.)
"Nada va de suyo: la ciencia, tanto en su principio como en su necesidad de coronamiento, se opone en absoluto a la opinión. Si en alguna cuestión particular debe legitimar la opinión, lo hace por razones distintas de las que fundamentan la opinión; de manera que la opinión, de derecho, jamás tiene razón. La opinión piensa mal; no piensa; traduce necesidades en conocimientos. Al designar a los objetos por su utilidad, ella se prohíbe el conocerlos. Nada puede fundarse sobre la opinión: ante todo es necesario destruirla. Ella es el primer obstáculo a superar. No es suficiente, por ejemplo, rectificarla en casos particulares, manteniendo, como una especie de moral provisoria, un conocimiento vulgar provisorio. El espíritu científico nos impide tener opinión sobre cuestiones que no comprendemos, sobre cuestiones que no sabemos formular claramente. Ante todo, es necesario saber plantear los problemas. Y dígase lo que se quiera, en la vida científica los problemas no se plantean por sí mismos. Es precisamente este sentido del problema el que indica el verdadero espíritu científico. Para un espíritu científico todo conocimiento es una respuesta a una pregunta. Si no hubo pregunta, no puede haber conocimiento científico. Nada es espontáneo. Nada está dado. Todo se construye."
('La formación del espíritu científico', 1938)
- La verdad
PLATÓN.-
"La mentira, privilegio del gobernante:
-- Porque si hace un momento hemos hablado correctamente, y la mentira es en realidad inútil para los dioses, aunque útil para los hombres bajo la forma de un remedio, es evidente que semejante remedio debe ser reservado a los médicos, mientras que los profanos no deben tocarlos.
-- Es evidente.
-- Si adecuado es que algunos hombres mientan, los que gobiernan un Estado serán éstos, y que frente a sus enemigos o frente a los ciudadanos mientan para beneficio del Estado; a todos los demás les estará vedado. Y si un particular miente a los gobernantes, diremos que su falta es igual o mayor que la del enfermo al médico o que la del atleta a su adiestrador cuando no les dicen la verdad respecto de las afecciones de su propio cuerpo; o que la del marinero que no dice al piloto la verdad acerca de la nave y su tripulación ni cuál es su condición o la de sus compañeros.
-- Es muy cierto.
-- Entonces, si quien gobierna sorprende a otro mintiendo en el Estado entre los que son artesanos (un adivino, un médico de males, un carpintero en maderas), lo castigará por introducir una práctica capaz de subvertir y arruinar un Estado del mismo modo que una nave.
-- Así será, siempre que los hechos se ajusten a nuestras palabras."
('Diálogo sobre la República', siglo IV a. de C.)
"Astucia de la zorra, fuerza del león: debéis, pues, saber que persisten dos formas de combatir: una con las leyes, otra con la fuerza. La primera es propia del hombre, la segunda de las bestias; pero como la primera muchas veces no basta, conviene recurrir a la segunda. Por tanto, es necesario a un príncipe saber utilizar correctamente la bestia y el hombre. Este punto fue enseñado veladamente a los príncipes por los antiguos autores, los cuales escriben cómo Aquiles y otros muchos de aquellos príncipes antiguos fueron entregados al centauro Quirón para que los educara bajo su disciplina. Esto de tener por preceptor a alguien medio bestia y medio hombre no quiere decir otra cosa sino que es necesario a un príncipe saber usar una y otra naturaleza y que la una no dura sin la otra.
Monumento conmemorativo de Albert Camus en París
Estando siempre obligado a saber utilizar correctamente la bestia por tanto, un príncipe deberá elegir entre ellas, la zorra y el león; porque el león no se protege de las trampas ni la zorra de los lobos. Es necesario, por tanto, ser zorra para conocer las trampas y león para amedrentar a los lobos. Los que solamente hacen de león no saben lo que se llevan entre manos. No puede, por tanto, un señor prudente -ni debe- guardar fidelidad a su palabra cuando tal fidelidad se vuelve en contra suya y han desaparecido los motivos que determinaron su promesa. Si los hombres fueran todos buenos, este precepto no sería correcto, pero -puesto que son malos y no te guardarían a ti su palabra- tú tampoco tienes por qué guardarles la tuya. Además, jamás faltaron a un príncipe razones legítimas con las que disfrazar la violación de sus promesas. Se podría dar de esto infinitos ejemplos modernos y mostrar cuántas paces, cuántas promesas han permanecido sin ratificar y estériles por la infidelidad de los príncipes; y quien ha sabido hacer mejor la zorra ha salido mejor librado. Pero es necesario saber colorear bien esta naturaleza y ser un gran simulador y disimulador: y los hombres son tan simples y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deja engañar."
('El Príncipe', 1512)
"¿Cómo acceder a lo verdadero?
XIX. Ni hay ni puede haber más que dos vías para investigación y descubrimiento de la verdad: una que, partiendo de la experiencia y de los hechos, se remonta enseguida a los principios más generales, y en virtud de esos principios que adquieren una autoridad incontestable, juzga y establece las leyes secundarias (cuya vía es la que ahora se sigue); y otra, que de la experiencia y de los hechos deduce las leyes, elevándose progresivamente y sin sacudidas hasta los principios más generales que alcanza en último término. Esta es la verdadera vía; pero jamás se la ha puesto en práctica [...]
XXII. Uno y otro método parten de la experiencia y de los hechos, y se apoyan en los primeros principios; pero existe entre ellos una diferencia inmensa, puesto que el uno solo desflora deprisa y corriendo la experiencia y los hechos, mientras que el otro hace de ellos un estudio metódico y profundo; el uno de los métodos, desde el comienzo, establece ciertos principios generales, abstractos e inútiles, mientras que el otro se eleva gradualmente a las leyes que son en realidad {como ya lo explicó Aristóteles} más familiares a la naturaleza [...]
XXVI. Para hacer comprender bien nuestro pensamiento, damos a esas nociones racionales -lógicamente- que se transportan al estudio de la naturaleza, el nombre de Prenociones de la naturaleza, porque son modos de entender temerarios y prematuros; y en cambio a otra ciencia -que, al contrario, de las experiencias deriva- por legítima vía, una Interpretación de la Naturaleza [...]
XXVIII. Más aún, las Prenociones subyugan nuestro asentimiento con más imperio que las interpretaciones, porque recogidas sobre un reducido número de hechos, y sobre aquellos que más familiares nos son, hieren in continenti el espíritu y llenan la imaginación, mientras que las interpretaciones, recogidas aquí y allí sobre hechos muy variados y diseminados, no pueden impresionar súbitamente el espíritu, y deben sucesivamente parecernos muy penosas y extrañas de recibir, casi tanto como los misterios de la fe [...]
XXX. Aun cuando todas las inteligencias de todas las edades aunasen sus esfuerzos e hicieran concurrir todos sus trabajos en el transcurso del tiempo, poco podrían avanzar las ciencias con la ayuda de las Prenociones, porque los ejercicios mejores y la excelencia de los remedios empleados, no pueden destruir errores radicales, y que han tomado carta de naturaleza en la constitución misma del espíritu."
('Novum Organum', 1620)
- La [educación o/y el estudio de] filosofía...
"Aplicarse a objetos de la vida: la filosofía sólo puede conservar su influencia, o fuerza de convicción general, si se aplica a objetos de la vida y del mundo. Ella misma no contiene más que los gérmenes capaces de fecundar las vastas tierras de la humanidad. Es tarea del filósofo práctico favorecer, a partir de la filosofía, el desarrollo de esos gérmenes en su relación con los diferentes objetos de la vida. Si en todas partes hubiéramos alcanzado ya los principios superiores y primeros de la filosofía, como se lo imaginan quizá ciertos filósofos puramente especulativos, no tendríamos, desde luego, necesidad de un proceso tal de desarrollo: ahora bien, está lejos de ser este el caso.
Cada objeto particular posee su naturaleza propia, demanda exámenes particulares que la razón no podrá llevar a cabo sin tenerlo a la vista, y aquel que se fuerza a exámenes de ese tipo hace concordar, en tanto que filósofo, los objetos de esas investigaciones con las exigencias de la razón. La filosofía debe aproximarse con entera confianza al dominio de la vida; lejos de toda pretensión, debe mostrarse capaz de distraer a las gentes en los ratos de ocio, debe incluso mezclarse con los placeres de una humanidad refinada para hacer sentir de igual manera su valor en dominios que nada tienen de filosófico y extender su influencia a toda la facción cultivada de la nación de la que ella reclama su amor."
('El arte de pasearse', 1802)
"Enseñar una fuerza crítica: Declaración Universal de los Derechos Humanos compromete naturalmente a formar por la «instrucción» sujetos capaces de comprender la filosofía de esa Declaración y a sacar de ella las fuerzas necesarias para «resistir al despotismo». Estos sujetos filósofos deberían estar en condiciones de asumir el espíritu y la letra filosófica de la Declaración, a saber, una cierta filosofía del derecho natural, de la esencia del hombre que nace libre e igual en derecho a los demás hombres, esto es, también, una cierta filosofía del lenguaje, del signo, de la comunicación, del poder, de la justicia y del derecho. Esa filosofía tiene una historia, su genealogía es determinada, su fuerza crítica inmensa, pero sus límites dogmáticos no menos ciertos. El Estado debería hacerlo todo, y ha hecho mucho, para enseñar (no digamos necesariamente inculcar) esta filosofía, para convencer de ella a los ciudadanos: en primer lugar, por la escuela y a través de todos los procesos educativos, mucho más allá de la antigua «clase de filosofía»..."
('Del derecho a la filosofía', 1990)
"Adiestrar al animal rentable: ¿Ha perdido la escuela el carácter repelente que presentaba en los siglos XIX y XX, cuando domaba los espíritus y los cuerpos para las duras realidades del rendimiento y de la servidumbre, teniendo a gala educar por deber, autoridad y austeridad, no por placer y por pasión? Nada es más dudoso, y no puede negarse que, bajo las aparentes solicitudes de la modernidad, muchos arcaísmos siguen marcando la vida de las estudiantes y de los estudiantes.
¿No ha obedecido hasta hoy la empresa escolar a la preocupación dominante del mejorarse más técnicas de adiestramiento para ser el animal rentable?
Ningún niño traspasa el umbral de una escuela sin exponerse al riesgo de perderse; quiero decir, de perder esa vida exuberante, ávida de conocimientos y maravillas, que sería tan gozoso potenciar en lugar de esterilizarla y desesperarla bajo el aburrido trabajo del saber abstracto. ¡Qué terrible notar esas brillantes miradas a menudo empañadas!
Cuatro paredes. El asentimiento general conviene en que allí uno será, con consideraciones hipócritas, aprisionado, obligado, culpabilizado, juzgado, respetado, castigado, humillado, etiquetado, manipulado, mimado, violado, consolado, tratado como un feto que mendiga ayuda y asistencia.
¿De qué os quejáis?, objetarán los promotores de leyes y de decretos. ¿No es la mejor manera de iniciar a los pipiolos en las reglas inmutables que rigen el mundo y la existencia? Sin duda. Pero ¿por qué los jóvenes aceptarían durante más tiempo una sociedad sin alegría ni porvenir, que los adultos ya solo se resignan a soportar con una acritud y un malestar crecientes?"
('Aviso a los estudiantes y escolares', 1995)
"Elegir alguna manera de vivir: [...] por tanto el discurso filosófico se origina en una elección de vida u opción existencial, y no a la inversa [...] esta decisión y esta elección jamás se hacen en la soledad; nunca hay ni filosofía ni filósofos fuera de un grupo, de una comunidad, en una palabra, de una «escuela» filosófica, y, precisamente, esta última corresponde entonces ante todo a la elección de cierta manera de vivir, a cierta elección de vida, a cierta opción existencial, que exige del individuo un cambio total de vida, una conversión de todo el ser, y, por último, cierto deseo de ser y de vivir de cierto modo. Esta opción existencial implica a su vez una visión del mundo, y la tarea del discurso filosófico será revelar y justificar racionalmente tanto esta opción existencial como esta representación del mundo. El discurso filosófico teórico nace, pues, de esta inicial opción existencial y conduce de nuevo a ella en la medida en que, por su fuerza lógica y persuasiva, por la acción que pretende ejercer sobre el interlocutor, incita a maestros y discípulos a vivir realmente de conformidad con su elección inicial, o bien es de alguna manera la aplicación de un cierto ideal de vida.
Quiero decir, pues, que el discurso filosófico debe ser comprendido en la perspectiva del modo de vida del que es al mismo tiempo medio y expresión y, en consecuencia, que la filosofía es en efecto, ante todo, una manera de vivir, pero que se vincula estrechamente con el discurso filosófico."
('¿Qué es la filosofía antigua?', 1995)
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... Y por fin, con todo esto así concluye una sencilla reseña del "Anti-Manual de Filosofía[s]" compuesta sólo extractando algunas citas entre las otras más que reunió su autor, Michel Onfray (siempre muy reivindicativo sobre algunos discursos usualmente ninguneados, desde t@ntas inmensas mayorías de sesudos tratados académicos dominantes, en cambio aquí literalmente transcritas) tras haberse terminado igualmente mediante las aportaciones relativas a su Parte Última cuyo índice sigue a continuación:

































