martes, 20 de agosto de 2024

"Me sentí hondamente turbado con mi reciente volver a Israel": el futuro nos juzgará la 'Nakba'

 
Desde una Prensa (hebrea) de Tel Aviv se nos ilustra [no tan "complaciente...mentecomo con las de acá, ni alemanas, o yankees...] acerca de Netanyahu y su "Guerra" por Gaza; los testimonios más contundentes ¡a la vez que rigurosos! de la historia sobre tal barbarie hoy [reflejando especularmente los Horrores del 'Exterminio' nazi] a (judíos) excombatientes de las IDF -sólo- se los podremos leer... Son ell@s quienes ven y previeron el prolongadísimo 'Genocidio' (actual, en contra de Palestina), levantando Actas notariales -incontestables- de los antecedentes y desarrollo del victimismo hacia otra 'Solución Final' por la "Victoria Total, ya" prometida:  
 
 
"Como ex soldado en las Israel Defence Forces (IDF) e historiador del Genocidio, me sentí profundamente perturbado por mi reciente visita a Israel. El 19 de junio de 2024, tenía previsto dar una conferencia en la Universidad Ben-Gurion del Néguev (BGU) en Beer Sheva, Israel. Mi conferencia formaba parte de un evento sobre las protestas universitarias mundiales contra Israel, y tenía previsto abordar la guerra en Gaza y, en términos más generales, la cuestión de si las protestas eran expresiones sinceras de indignación o estaban motivadas por el antisemitismo, como algunos habían afirmado. Pero las cosas no salieron como estaba previsto.

Cuando llegué a la entrada del aula de conferencias, vi a un grupo de estudiantes reunidos. Pronto se supo que no estaban allí para asistir al evento, sino para protestar contra él. Los estudiantes habían sido convocados, al parecer, por un mensaje de WhatsApp enviado el día anterior, que anunciaba la conferencia y llamaba a la acción: “¡No lo permitiremos! ¿¡Hasta cuándo seguiremos traicionándonos a nosotros mismos!?”

El mensaje continuaba alegando que yo había firmado una petición que describía como un “régimen de apartheid” a Israel (de hecho, la petición se refería a un régimen del apartheid en Cisjordania). También me “acusaron” de haber escrito un artículo para el New York Times, en noviembre de 2023, en el que afirmaba que, "aunque las declaraciones de los líderes israelíes sugerían una intención genocida, todavía había tiempo para impedirlo" (el que Israel perpetrara un genocidio). En este sentido, me declararon culpable de los cargos que se me imputaban. El organizador del evento, el distinguido geógrafo Oren Yiftachel, fue criticado de manera similar. Entre sus delitos figuraba haber sido director de la ONG de derechos humanos “antisionista” B’Tselem, a nivel mundial respetada.

Mientras los participantes del panel y un puñado de profesores, en su mayoría de edad avanzada, ingresaban al salón, los guardias de seguridad impidieron que los estudiantes que protestaban entraran, pero no les impidieron mantener abierta la puerta del salón de conferencias, gritar consignas con un megáfono y golpear con todas sus fuerzas las paredes. Después de más de una hora de interrupción, acordamos que tal vez el mejor paso adelante sería pedirles a los estudiantes que se unieran a nosotros para conversar, con la condición de que dejaran de interrumpir la protesta. Un buen número de esos activistas finalmente entraron y durante las siguientes dos horas nos sentamos y conversamos. Resultó que la mayoría de esos jóvenes, hombres y mujeres, habían regresado recientemente del servicio de reserva, durante el cual habían estado destinados en la Franja de Gaza.

No fue un intercambio de opiniones amistoso ni “positivo”, pero sí revelador. Estos estudiantes no eran necesariamente representativos del conjunto del estudiantado israelí. Eran activistas para organizaciones de la extrema derecha pero, en muchos sentidos y por lo dicho, reflejaron un sentimiento mucho más extendido del país.

No había estado en Israel desde junio de 2023, y durante esta reciente visita me encontré con un país diferente al que conocía. Aunque he trabajado en el extranjero durante muchos años, Israel es donde nací y crecí. Es el lugar donde vivieron y están enterrados mis padres; es donde mi hijo ha formado su propia familia y viven la mayoría de mis amigos más antiguos y mejores. Conociendo el país desde dentro y habiendo seguido los acontecimientos incluso más de cerca de lo habitual desde el 7-O, lo que encontré a mi regreso del todo no me sorprendió, pero fue profundamente inquietante aun así.

Al reflexionar sobre estas cuestiones, no puedo dejar de recurrir a mi experiencia personal y profesional. Serví en las Fuerzas para Defensa de Israel (IDF) durante cuatro años, un período que incluyó la 'Guerra del Yom Kippur' de 1973 y destinos en Cisjordania, el norte del Sinaí y Gaza, terminando mi servicio como comandante de una compañía de infantería. Durante mi estancia en Gaza, vi de primera mano la pobreza y la desesperanza de los refugiados palestinos que se ganan la vida a duras penas en barrios congestionados y decrépitos. Recuerdo con mayor nitidez el momento en que patrullaba las calles sin sombra y silenciosas de la ciudad egipcia de Arish (que entonces estaba ocupada por Israel), atravesado por las miradas de la población temerosa y resentida que nos observaba desde sus ventanas cerradas. Por primera vez, comprendí lo que significaba ocupar a otro pueblo, ya entonces.

El servicio militar es obligatorio para los israelíes judíos cuando cumplen 18 años –aunque hay algunas excepciones–, pero después, aún pueden ser llamados a servir nuevamente en las IDF, para tareas de entrenamiento u operativas, o en caso de emergencias como una guerra. Cuando me llamaron a filas en 1976, era estudiante de grado en la Universidad de Tel Aviv. Durante ese primer despliegue como oficial de reserva, fui gravemente herido en un accidente de entrenamiento, junto con una veintena de mis soldados. Las IDF encubrieron las circunstancias de este evento, que fue causado por la negligencia del comandante de la base de entrenamiento. Pasé la mayor parte de ese primer semestre en el hospital de Beer Sheva, pero volví a mis estudios, graduándome en 1979 con una especialidad en Historia.

Estas experiencias personales hicieron que me interesara aún más una cuestión que me había preocupado durante mucho tiempo: ¿qué motiva a los soldados a luchar? En las décadas posteriores a nuestra 2ª Guerra Mundial, muchos sociólogos estadounidenses sostenían que los soldados luchaban, ante todo, por los demás, en lugar de por un objetivo ideológico mayor. Pero eso no encajaba del todo con lo que yo había experimentado como soldado: creíamos que estábamos en esto por una causa mayor que superaba a nuestro propio grupo de amigos... Cuando terminé la licenciatura, también me había comenzado a preguntar si, en nombre de tales causas, al soldado se le podría obligar a actuar de modo considerado reprensible en otra situación.
 
 
En un caso extremo, escribí mi tesis doctoral en Oxford, publicada más tarde como libro, sobre el adoctrinamiento nazi del ejército alemán y los crímenes que éste perpetró en el frente oriental durante la 2ª G. M. Lo que descubrí contradecía la manera en que los alemanes de los años 80 entendían su pasado. Preferían pensar que el ejército había librado una guerra “decente”, mientras la Gestapo y las SS perpetraban genocidios “a sus espaldas”. Los alemanes tardaron muchos años en darse cuenta de lo cómplices que habían sido sus propios padres y abuelos en el Holocausto y en el asesinato en masa de muchos otros grupos en Europa del Este y la Unión Soviética.

Cuando estalló la primera Intifada o levantamiento palestino a finales de 1987, yo daba clases en la Universidad de Tel Aviv. Me horroricé por la orden que dio Yitzhak Rabin, entonces ministro de Defensa, a las IDF para “romper los brazos y las piernas de los jóvenes palestinos que arrojaran piedras a unas tropas fuertemente armadas. Le escribí una carta advirtiéndole que, basándome en mis investigaciones sobre el adoctrinamiento de las fuerzas armadas de la Alemania nazi, me temía que bajo su liderazgo las IDF se nos estuvieran encaminando por un camino igualmente resbaladizo.

Como había demostrado mi investigación, incluso antes de su reclutamiento, los jóvenes alemanes habían interiorizado elementos fundamentales de la ideología nazi, especialmente la idea de que las masas infrahumanas eslavas, lideradas por insidiosos judíos bolcheviques, estaban amenazando a Alemania y al resto del mundo civilizado con la destrucción, y que, por lo tanto, Alemania tenía el derecho y el deber de crear para sí misma un “espacio vital” en el este y de diezmar o esclavizar a la población de esa región. Esta visión del mundo se inculcó luego a las tropas, de modo que cuando marcharon hacia la Unión Soviética percibieron a sus enemigos a través de ese prisma. La feroz resistencia que opuso el Ejército Rojo de la URSS no hizo más que confirmar la necesidad de destruir por completo a sus soldados o civiles por igual, y muy en especial a los judíos, quienes se consideraban principales instigadores del bolchevismo. Cuanto más destrucción causaban, más temerosas se volvían las tropas alemanas de la venganza que les podría esperar si sus enemigos prevalecían. El resultado fue la muerte de hasta 30 millones de soldados y ciudadanos soviéticos.

Para mi sorpresa, unos días después de escribirle, recibí una respuesta de una sola línea de Rabin, en la que me reprendía por atreverme a comparar a las FDI con el ejército alemán. Esto me dio la oportunidad de escribirle una carta más detallada, explicándole mi investigación y mi ansiedad por el utilizarse a las IDF como herramienta de opresión contra civiles inermes que vivían en la ocupación. Rabin respondió de nuevo con la misma declaración: “¿Cómo te atreves a comparar a nuestras IDF con la Wehrmacht?”. Pero en retrospectiva, creo que este intercambio reveló algo sobre su posterior trayectoria intelectual. Porque, como sabemos por su posterior participación en el proceso de paz de Oslo, por imperfecta que fuera, acabó reconociendo que, a largo plazo, Israel no podía soportar el precio militar, político y moral de la ocupación.

Desde 1989 doy clases en EE.UU. He escrito profusamente sobre la guerra, el genocidio, el nazismo, el antisemitismo y el Holocausto, tratando de entender los vínculos entre la matanza industrial de soldados en la 1ª Guerra Mundial y el exterminio de poblaciones civiles por parte del régimen de Hitler. Entre otros proyectos, pasé muchos años investigando la transformación de la ciudad natal de mi madre –Buchach, en Polonia (hoy Ucrania)– de una comunidad de coexistencia interétnica a una en la que, bajo la ocupación nazi, la población gentil se volvió contra sus vecinos judíos. Si bien los alemanes llegaron a la ciudad con el objetivo expreso de asesinar a sus judíos, la velocidad y la eficiencia de la matanza se vieron facilitadas en gran medida por la colaboración local. Estos lugareños estaban motivados por otros resentimientos y odios preexistentes que se remontan al auge del etnonacionalismo en las décadas anteriores y la opinión prevaleciente de que los judíos no pertenecían a los nuevos estados nacionales creados después de la 1ª G. M.

En los meses transcurridos desde el 7 de octubre, lo que he aprendido a lo largo de mi vida y mi carrera se ha vuelto más dolorosamente relevante que nunca. Como muchos otros, estos últimos meses han sido un desafío emocional e intelectual. Igual que muchos otros, miembros de mi propia familia y de las de mis amigos también se han visto afectados directamente por la violencia. No hay escasez de dolor dondequiera que uno mire.

El ataque de Hamas del 7 de octubre fue para la sociedad israelí una tremendísima conmoción, de la que no ha empezado a recuperarse. Fue la primera vez que Israel perdió el control de una parte de su territorio durante un período prolongado, y las IDF no pudieron impedir la masacre de más de 1.200 personas (muchas de ellas asesinadas de las formas más crueles imaginables) y la toma de más de 200 rehenes, entre ellos decenas de niños. La sensación de abandono por parte del Estado y de inseguridad constante (decenas de miles de ciudadanos israelíes siguen desplazados de sus hogares a lo largo de la Franja de Gaza y en la frontera libanesa) es profunda.

Hoy en día, en amplios sectores de la población israelí, incluidos aquellos que se oponen al gobierno, reinan dos sentimientos supremos.

El primero es una combinación de rabia y miedo, un deseo de restablecer la seguridad a cualquier precio y una desconfianza total en las soluciones políticas, las negociaciones y la reconciliación. El teórico militar Carl von Clausewitz señaló que la guerra era la extensión de la política por otros medios y advirtió que sin un objetivo político definido conduciría a una destrucción ilimitada. De manera similar, el sentimiento que ahora prevalece para Israel amenaza por convertir la guerra en su propio fin; en esta línea, la política es un obstáculo para alcanzar objetivos en lugar de un medio para limitar la destrucción. Se trata de una visión que, en última instancia, sólo puede conducir a la auto-aniquilación.
 
 
El segundo sentimiento reinante –o, más bien, su falta de tal– es la otra cara del primero: la absoluta incapacidad para sentir empatía por gente masacrada de Gaza entre la sociedad israelí actual. La mayoría, al parecer, ni siquiera quiere saber lo que está sucediendo en Gaza, y este deseo se refleja en la cobertura televisiva. Los informativos de la televisión israelí suelen empezar estos días con informes sobre los funerales de los soldados caídos en los combates en Gaza, invariablemente descritos como héroes, seguidos de estimaciones de cuántos combatientes de Hamas fueron “liquidados”. Las referencias a las muertes de civiles palestinos son raras y normalmente se presentan como parte de la propaganda enemiga o como causa de una presión internacional no deseada. Ante tanta muerte, este silencio ensordecedor parece ahora una forma de venganza en sí misma.

Por supuesto, el público israelí se acostumbró hace tiempo a la brutal ocupación que ha caracterizado al país durante 57 de los 76 años de su existencia, pero la escala de lo que está perpetrando en Gaza en este momento el ejército israelí es tan inaudita como la total indiferencia de la mayoría de israelíes ante lo que se está haciendo en su nombre. En 1982, cientos de miles de israelíes protestaron contra la masacre de la población palestina en los campos de refugiados de Sabra y Shatila, en el oeste de Beirut, por parte de las milicias cristianas maronitas, facilitadas por el ejército israelí. Hoy, ese tipo de respuesta es inconcebible. La forma en que se ponen los ojos vidriosos cuando se menciona el sufrimiento de los civiles palestinos y las muertes de miles de niños, mujeres y ancianos es profundamente inquietante.
 
Al encontrarme con mis amigos en Israel esta vez, sentí con frecuencia que tenían miedo de que yo pudiera perturbar su dolor y que, al vivir fuera del país, no podía comprender su dolor, su ansiedad, su desconcierto y su impotencia. Cualquier sugerencia de que vivir en el país los había insensibilizado al dolor de los demás –el dolor que, después de todo, se estaba infligiendo en su nombre– sólo producía un muro de silencio, un repliegue en sí mismos o un cambio rápido de tema. La impresión que recibí fue constante: "no tenemos espacio en nuestro corazón o pensamiento, no queremos hablar ni que nos muestren lo que nuestros propios soldados, nuestros hijos o nietos, nuestros hermanos y hermanas, están haciendo ahora mismo en Gaza; tan sólo debemos centrarnos en nosotros mismos, en nuestro trauma, nuestro miedo y nuestra ira".

En una entrevista realizada el 7 de marzo de 2024, el escritor, agricultor y científico Zeev Smilansky expresó este mismo sentimiento de una manera que me resultó chocante, precisamente porque provenía de él. Conozco a Smilansky desde hace más de medio siglo y es hijo del célebre autor israelí S. Yizhar, cuya novela de 1949 'Khirbet Khizeh' fue el primer texto de la literatura israelí que abordó la injusticia de la NAKBA: expulsión de 750.000 palestinos desde lo que se convirtió en el Estado de Israel en 1948. Hablando sobre su propio hijo, Offer, que vive en Bruselas, Smilansky comentó:

“Offer dice que para él cada niño es un niño, no importa si está en Gaza o aquí. Yo no me siento como él. Nuestros niños de aquí son más importantes para mí. Hay una catástrofe humanitaria terrible allí, lo entiendo, pero mi corazón está bloqueado y lleno de nuestros niños y nuestros rehenes... No hay lugar en mi corazón para niños de Gaza, por muy aterrador e impactante que sea y aunque sé cómo una guerra no es la solución.

Escucho a Maoz Inon, que perdió a sus dos padres [asesinados por Hamas el 7 de octubre]… y que habla de manera tan hermosa y persuasiva sobre la necesidad de mirar hacia adelante, de que necesitamos traer esperanza y desear la paz, porque las guerras no lograrán nada, y estoy de acuerdo con él. Estoy de acuerdo con él, pero no puedo encontrar la fuerza en mi corazón, con todas mis inclinaciones izquierdistas y mi amor por la humanidad, no puedo… No solo es Hamas, son todas las gentes de Gaza... los que están de acuerdo en que está bien matar a niños judíos, que es una causa digna… Con Alemania hubo reconciliación, pero se disculparon y pagaron reparaciones, ¿y qué [pasará] aquí? Nosotros también hicimos cosas terribles, pero nada que se acerque a lo que sucedió aquí el 7 de octubre. Será necesario reconciliarse, pero necesitamos cierta distancia.”

Este era un sentimiento generalizado entre muchos amigos y conocidos liberales de izquierdas con los que hablé en Israel. Por supuesto, era muy diferente de lo que los políticos y las figuras de los medios de comunicación de derechas han estado diciendo desde el 7 de octubre. Muchos de mis amigos reconocen la injusticia de la ocupación y, como dijo Smilansky, profesan un “amor por la humanidad”. Pero en este momento, en estas circunstancias, no es eso en lo que se centran. En cambio, sienten que en la lucha entre la justicia y la existencia, la existencia debe triunfar, y en la lucha entre una causa justa y otra –la de los israelíes y la de los palestinos– nuestra propia causa debe triunfar, sin importar precio. Para quienes dudan de esta dura elección, el Holocausto se presenta como la alternativa, por irrelevante que sea para el momento actual.

Este sentimiento no surgió de repente el 7 de octubre. Sus raíces son mucho más profundas:

El entonces jefe del Estado Mayor de las IDF, Moshe Dayan, el 30 de abril de 1956 pronunció un breve discurso que se convertiría en uno de los más famosos de la historia de Israel. Se dirigía a los asistentes al funeral de Ro'i Rothberg, un joven oficial de seguridad del recién fundado kibutz Nahal Oz, establecido por las IDF en 1951 y que se convirtió en una comunidad civil dos años después. El kibutz estaba situado a unos cientos de metros de la frontera con la Franja de Gaza, frente al barrio palestino de Shuja'iyya.
 
Premier israelí, Benjamin Netanyahu, visita Rafah, en Franja de Gaza, 18/7/24
 
Rothberg había sido asesinado el día anterior y su cuerpo fue arrastrado a través de la frontera y mutilado, antes de ser devuelto a manos israelíes con la ayuda de la ONU. El discurso de Dayan se ha convertido en una declaración icónica, utilizada tanto por la derecha como por la izquierda política hasta el día de hoy:

“Ayer por la mañana asesinaron a Ro'i. Deslumbrado por la calma de la mañana, no vio a quienes lo acechaban al borde del surco. No acusemos hoy a los asesinos: ¿cómo culparlos... por su ardiente odio hacia nosotros? Llevan ocho años ya viviendo en los campos de refugiados dentro de Gaza, mientras ante sus ojos hemos transformado en nuestra propiedad la tierra y las aldeas en las que ellos y sus antepasados ​​vivieron.

No es entre los árabes de Gaza donde realmente debemos buscar la sangre [de Roi], sino... en nosotros mismos. ¿Cómo habremos podido cerrar los ojos y nunca hemos afrontado con franqueza nuestro destino, ni la misión de nuestra generación en toda su crueldad? ¿Hemos olvidado que este grupo de muchachos, que habita en Nahal Oz, lleva sobre sus hombros las pesadas puertas de Gaza, en cuyo otro lado se agolpan cientos de miles de ojos y manos que rezan por nuestro momento de debilidad, para que puedan destrozarnos? ¿Hemos olvidado eso?

Somos la generación de los asentamientos: sin casco de acero y boca de cañón no podremos plantar un árbol ni construir una casa. Nuestros hijos no tendrán vida si no cavamos refugios, y sin alambre de púas y ametralladoras no podremos pavimentar carreteras ni cavar pozos de agua. Millones de judíos que fueron exterminados por no tener tierra nos miran desde las cenizas de la historia israelí y nos ordenan que nos asentemos y resucitemos una tierra para nuestro pueblo. Pero más allá del surco de la frontera se alza un océano de odio y de ansias de venganza, esperando el momento en que la calma atenúe nuestra disposición, el día en que escuchemos a los embajadores de la hipocresía conspiradora, que nos llaman a deponer las armas…
 
 
No nos inmutemos al ver el odio que acompaña y llena las vidas de cientos de miles de árabes que viven a nuestro alrededor y esperan el momento de poder derramar nuestra sangre. No apartemos la mirada para que nuestras manos no se debiliten. Este es el destino de nuestra generación, esta es la elección para nuestras vidas: estar preparados, armados, fuertes y resistentes. Porque si la espada cae de nuestro puño, nuestras vidas serán segadas.

Al día siguiente, Dayan grabó su discurso para la radio israelí, pero faltaba algo. Había desaparecido la referencia a los refugiados que observaban a los judíos cultivar las tierras de las que habían sido expulsados, a quienes no se debía culpar por odiar a sus desposeedores. Aunque había pronunciado estas líneas en el funeral y las había escrito posteriormente, Dayan decidió omitirlas de la versión grabada. Él también conocía esta tierra antes de 1948. Recordaba las aldeas y pueblos palestinos destruidos por dar espacio a colonos judíos... Comprendía muy claramente la rabia de los refugiados al otro lado de la valla, pero también creía firmemente en el derecho y la urgente necesidad de un asentamiento y un Estado judíos. En la lucha entre abordar la injusticia y apoderarse de la tierra, eligió su lado, sabiendo que condenaba a su pueblo a depender para siempre de las armas. Dayan también sabía bien lo que el público israelí podía aceptar. Fue debido a su ambivalencia sobre dónde recaía la culpa y la responsabilidad por la injusticia y la violencia, y su visión determinista y trágica de la historia, que las dos versiones de su discurso terminaron atrayendo a orientaciones políticas muy diferentes.

Décadas después, tras muchas más guerras y ríos de sangre, Dayan tituló su último libro '¿Devorarán las espadas para siempre?', publicado en 1981, con el cual detallaba su papel para la consecución de un acuerdo de paz con Egipto dos años antes. Por fin había aprendido la verdad de la segunda parte del versículo bíblico del que tomó el título del libro: “¿No sabes que el fin será amargo?”

Pero en su discurso de 1956, con sus referencias al "cargar con las pesadas puertas de Gaza..." y a los palestinos esperando un momento de debilidad, Dayan estaba aludiendo a la historia bíblica de Sansón. Como sus oyentes habrían recordado, Sansón el israelita, cuya fuerza sobrehumana provenía de su pelo largo, tenía la costumbre de visitar prostitutas en Gaza. Los filisteos, que lo veían como su enemigo mortal, esperaban tenderle una emboscada contra las puertas cerradas de la ciudad. Pero Sansón simplemente levantó las puertas sobre sus hombros y salió libre. Fue sólo cuando su amante Dalila lo engañó y le cortó el pelo que los filisteos pudieron capturarlo y encarcelarlo, dejándolo aún más impotente al sacarle los ojos (como supuestamente hicieron también los habitantes de Gaza que mutilaron a Ro'i). Pero en un último acto de valentía, mientras sus captores se burlan de él, Sansón pide la ayuda de Dios, toma las columnas del templo a las que lo habían conducido y las derrumba sobre la alegre multitud que lo rodea, gritando: “¡Déjame morir con los filisteos!”.

Esas puertas de Gaza están profundamente arraigadas en la imaginación sionista israelí, son un símbolo de la división entre nosotros y los “bárbaros”. En el caso de Ro'i, afirmó Dayan, “el anhelo de paz le tapó los oídos y no escuchó la voz del asesino que acechaba al acecho. Las puertas de Gaza pesaron demasiado sobre sus hombros y lo derribaron”.
 
 
El 8 de octubre de 2023, el presidente Isaac Herzog se dirigió al público israelí y citó la última línea del discurso de Dayan: “Éste es el destino de nuestra generación. Ésta es la elección de nuestras vidas: estar preparados, armados, fuertes y resistentes. Porque si la espada cae de nuestro puño, nuestras vidas serán segadas”. El día anterior, 67 años después de la muerte de Ro'i, militantes de Hamás habían asesinado a 15 residentes del kibutz Nahal Oz y tomado ocho rehenes. 

Desde la invasión israelí de Gaza en represalia inmediata el barrio palestino de Shuja'iyya frente al kibutz se convirtió en una enorme montonera con escombros, donde 100.000 personas vivían, quedando despoblado.

Uno de los raros intentos literarios del exponer la lógica sombría de las guerras para Israel es el extraordinario poema, por Anadad Eldan en 1971, 'Sansón rasgándose la ropa' con el que tal antiguo héroe se abre paso a toda velocidad hacia Gaza y afuera dejando solo desolación a su paso. Conocí este poema por primera vez en el destacado ensayo en hebreo de Arie Dubnov, “Las puertas de Gaza”, publicado en enero de 2024. Sansón, el héroe, el profeta, el conquistador del enemigo eterno de la nación, se transforma en su Ángel de la muerte, una muerte que, como recordamos, termina provocando también sobre sí mismo en una gran acción suicida que ha resonado a través de las generaciones hasta el día de hoy.

[“Cuando fui
a Gaza me encontré con
Sansón saliendo rasgándose la ropa,
en su cara arañada los ríos corrieron
y las casas se doblaron para dejarlo pasar,
sus dolores arrancaron árboles y se enredaron en las raíces
enredadas. En las raíces había mechones de su pelo. Su cabeza brillaba como una calavera hecha de roca y sus pasos vacilantes desgarraron mis lágrimas Sansón caminó arrastrando un sol cansado destrozó los cristales y las cadenas en el mar de Gaza se ahogaron. Oí cómo la tierra gemía bajo sus pasos, cómo le rajó las entrañas. Los zapatos de Sansón chirriaban cuando caminaba...”]

Nacido en Polonia en 1924 como Avraham Bleiberg, Eldan llegó a Palestina cuando era niño, luchó en la guerra de 1948 y en 1960 se trasladó al kibutz Be'eri, a unos 4 km de la Franja de Gaza. El 7 de octubre de 2023, Eldan, de 99 años, y su esposa sobrevivieron a la masacre de unos cien habitantes del kibutz, cuando los militantes que entraron en su casa inexplicablemente los perdonaron. Después del 7 de octubre, tras la milagrosa supervivencia de este oscuro poeta, otra obra suya fue ampliamente difundida en los medios israelíes. Parecía como si Eldan, cronista veterano del dolor y tristeza provocados por la opresión e injusticia, hubiera predicho la catástrofe que se abatió sobre su hogar. En 2016, había publicado una colección de poemas bajo el título 'Six, the Hour of Dawn (Seis, la hora del amanecer)', a la hora en que comenzó el ataque de Hamás. El libro contiene el desgarrador poema 'On the Walls of Beeri (En los muros de Beeri)', en el que lamenta la muerte de su hija por enfermedad (en hebreo, el nombre del kibutz también significa “mi pozo”).

Tras el 7 de octubre, el poema inquietantemente parece pronosticar la destrucción y transmitir una cierta visión del sionismo, como algo que se originó en la catástrofe y la desesperación diaspóricas, que llevó a la nación a una tierra maldita donde los niños son enterrados por sus padres, pero que mantiene la esperanza de un nuevo y esperanzador amanecer:

“En los muros de Be'eri escribí su historia
desde los orígenes y las profundidades deshilachadas por el frío
cuando leyeron lo que estaba sucediendo con dolor y sus luces
cayeron en la niebla y la oscuridad de la noche y un aullido engendró
oración, porque sus hijos han caído y una puerta está cerrada
por la gracia del cielo respiran desolación y dolor
¿quién consolará a los padres inconsolables?, porque una maldición
susurra que no haya ni rocío ni lluvia, puedes llorar si puedes
hay un tiempo en que la oscuridad ruge pero hay amanecer y resplandor.”

Al igual que el panegírico de Dayan para Ro'i, 'En los muros de Beeri' significa cosas diferentes para distintas personas. ¿Debe leerse como un lamento por la destrucción de un hermoso e inocente kibutz en el desierto, o es un grito de dolor por la interminable y sangrienta venganza entre los pueblos en esta tierra? El poeta no nos ha dicho su significado, como suele suceder con los poetas. Después de todo, escribió esto hace años en señal de duelo por su amada hija. Pero dados sus muchos años de trabajo silencioso, preciso y punzante, no parece descabellado creer que el poema fuera un llamado a la reconciliación y la coexistencia, en lugar de a más ciclos de derramamiento de sangre y venganza.

Resulta que tengo una conexión personal con el kibutz Beeri. Allí creció mi nuera, y mi viaje a Israel en junio tenía como objetivo principal visitar a los gemelos (mis nietos) que había traído al mundo en enero de 2024. Sin embargo, el kibutz había sido abandonado. Mi hijo, mi nuera y sus hijos se habían mudado a un apartamento vacío cercano con una familia de supervivientes (parientes cercanos, cuyo padre sigue aún retenido como rehén), lo que creaba una combinación inimaginable de nueva vida y dolores inconsolables en un mismo hogar.
 
Moshe Dayan, ministro de Defensa en Israel, con Henry 
Kissinger, asesor de seguridad nacional de USA (1974). 
 
Además de ver a mi familia, también había venido a Israel para reunirme con amigos. Esperaba entender lo que había sucedido en el país desde que comenzó la guerra. La conferencia abortada en la BGU no estaba entre mis prioridades, pero cuando llegué a la sala de conferencias aquel día de mediados de junio, comprendí rápidamente que esa situación explosiva también podría quizás proporcionar algunas pistas para entender la mentalidad de una generación más joven de estudiantes y soldados.

Después de sentarnos y empezar a hablar, me quedó claro que los estudiantes querían ser escuchados y que nadie, tal vez ni siquiera sus propios profesores y administradores universitarios, estaba interesado en escuchar. Mi presencia y su vago conocimiento de mis críticas a la guerra despertaron en ellos la necesidad de explicarme, pero tal vez también a ellos mismos, en qué habían estado involucrados como soldados y como ciudadanos.

Una joven, que había regresado recientemente de un largo servicio militar en Gaza, subió al escenario y habló con fuerza de los amigos que había perdido, de la naturaleza malvada de Hamas y del hecho de que ella y sus camaradas se estaban sacrificando para garantizar la seguridad futura del país. Profundamente angustiada, empezó a llorar a mitad de su discurso y se retiró. Un joven, sereno y articulado, rechazó mi sugerencia de que las críticas a las políticas israelíes no estaban necesariamente motivadas por el antisemitismo. A continuación, se lanzó a un breve análisis de la historia del sionismo como respuesta al antisemitismo y como un camino político que ningún gentil tenía derecho a negar. Aunque estaban molestos por mis opiniones y agitados por sus propias experiencias recientes en Gaza, las opiniones expresadas allí por aquellos estudiantes no eran en absoluto excepcionales... Reflejaban a sectores muy amplios de la opinión pública en Israel.

Los estudiantes, que sabían que yo ya había advertido de que se produciría un genocidio, se mostraron especialmente interesados ​​en demostrarme que eran humanos, que no eran asesinos. No tenían ninguna duda de que las IDF eran, de hecho, el ejército más moral del mundo, pero también estaban convencidos del justificárseles totalmente cualquier daño a la población y los edificios de Gaza, que todo era culpa de Hamas, que los utilizaba como escudos humanos.

Me mostraron fotos de sus teléfonos para demostrar que se habían comportado admirablemente con los niños, negaron que hubiesen hambrunas en Gaza, e insistieron en cuánto tanta sistemática destrucción de todo (o sea, contra sus escuelas o universidades, los hospitales, edificios públicos, viviendas e infraestructuras) era necesaria y justificable. Consideraban que cualquier crítica a las políticas israelíes por parte de otros países y desde las Naciones Unidas era, simplemente, antisemita.

A diferencia de la mayoría de los israelíes, estos jóvenes habían visto con sus propios ojos la destrucción de Gaza. Me parecía que no sólo habían interiorizado una visión particular que se ha vuelto común en Israel –a saber, que la destrucción de Gaza como tal fue una respuesta legítima al 7 de octubre– sino que también habían desarrollado una forma de pensar que había observado hace muchos años cuando estudiaba la conducta, la visión del mundo y la autopercepción de los soldados del ejército alemán en la segunda guerra mundial. Habiendo interiorizado cierta visión del enemigo –los bolcheviques, o/y Hamas: infrahumanos ['Untermenschen'] 'animales' humanos– y de la población en general como menos que humanos e indignos de derechos, los soldados que observan o perpetran atrocidades tienden a atribuirlas no a sus propios militares, ni a ellos mismos, sino al enemigo.

¿Miles de niños fueron asesinados? Es culpa del enemigo. ¿Nuestros propios hijos fueron asesinados? Eso es, sin duda, culpa del enemigo. Si Hamas lleva a cabo una masacre en un kibutz, son nazis. Si arrojamos bombas de 2.000 libras sobre refugios de refugiados y matamos a miles de civiles, la culpa es de Hamas por esconderse cerca de sus refugios. Después de lo que nos hicieron, no tenemos más remedio que erradicarlos. Después de lo que les hicimos, sólo podemos imaginar lo que nos harían... si no los destruyésemos. Sencillamente, no tenemos otra opción.

A mediados de julio de 1941, apenas unas semanas después de que Alemania lanzara lo que Hitler había proclamado como una “guerra de aniquilación” contra la Unión Soviética, un suboficial alemán escribió a casa desde el frente oriental: El pueblo alemán tiene una gran deuda con nuestro Führer, porque si estas bestias, que son nuestros enemigos aquí, hubieran venido a Alemania, se habrían producido asesinatos como el mundo nunca ha visto antes… Lo que hemos visto… raya en lo increíble… Y cuando uno lee 'Der Stürmer' [un periódico nazi] y mira las imágenes, eso es sólo una débil ilustración de lo que vemos aquí y de los crímenes cometidos aquí por los judíos.”
 
 
Un folleto de propaganda del ejército publicado en junio de 1941 pinta un cuadro igualmente de pesadilla de los oficiales políticos del Ejército Rojo, que muchos soldados pronto percibieron como un reflejo de la realidad: “Cualquiera que haya visto alguna vez la cara de un comisario rojo sabe cómo son los bolcheviques. Aquí no hay necesidad de expresiones teóricas. Insultaríamos a los animales si describiéramos a estos hombres, en su mayoría judíos, como bestias. Son la encarnación del odio satánico y demente contra toda la noble humanidad... [Ellos] habrían puesto fin a toda vida significativa, si esta erupción no hubiera sido reprimida en el último momento.”

Dos días después del ataque de Hamás, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, declaró: “Estamos luchando ahora contra animales humanos y debemos actuar en consecuencia”, añadiendo después que Israel “destruirá un barrio tras otro en Gaza. El ex primer ministro Naftali Bennett confirmó: “Estamos luchando contra los nazis”. 

El primer ministro, Benjamin Netanyahu, exhortó a los israelíes a “recordar lo que Amalec les ha hecho”, aludiendo al llamado bíblico a “exterminar a hombres, mujeres, niños y bebés de Amalec. En una entrevista de radio, dijo sobre Hamas: “No los llamo animales humanos porque eso sería insultar a los animales”. 

El vicepresidente del Knesset, Nissim Vaturi, escribió en X que el objetivo de Israel debería ser “borrar la Franja de Gaza de la faz de la Tierra. En la televisión israelí, declaró: “No hay gente que no esté involucrada… debemos entrar allí y matar, matar, matar. Debemos matarlos antes de que nos maten a nosotros”. 

El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, subrayó en un discurso: “El trabajo debe completarse… Destrucción total

“Borrad de debajo del cielo la memoria de Amalec”, dijo Avi Dichter, ministro de Agricultura y ex jefe del servicio de inteligencia Shin Bet, al hablar de “desplegar la NAKBA en Gaza

Un veterano militar israelí de 95 años, cuyo discurso motivador dirigido a las tropas de las IDF que se preparaban para la invasión de Gaza las exhortaba a “borrar su memoria, sus familias, madres e hijos, recibió un certificado de honor del presidente israelí Herzog por “dar un maravilloso ejemplo a generaciones de soldados”. 

No es de extrañar que haya habido innumerables publicaciones en las redes sociales de las tropas de la IDF en Gaza llamando a “matar a los árabes”, “quemar a sus madres y “aplanar Gaza”... ¡No se ha conocido ninguna medida disciplinaria por parte de sus comandantes!

Esta es la lógica de la violencia sin fin, una lógica que permite destruir poblaciones enteras y sentirse totalmente justificado al hacerlo. Es una lógica de victimización: debemos matarlos antes de que nos maten, como hicieron antes, y nada fortalece más la violencia que un sentimiento de victimización justificado. Miren lo que nos pasó en 1918”, dijeron los soldados alemanes en 1942, recordando el mito propagandístico de la “puñalada por la espalda”, que atribuía la catastrófica derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial a la traición judía y comunista. Miren lo que nos pasó en el Holocausto, cuando confiamos en que otros vendrían a rescatarnos”, dicen las tropas de la IDF en 2024, dándose así licencia para la destrucción indiscriminada basada en una falsa analogía entre Hamas y los nazis.

Los jóvenes con los que hablé ese día estaban llenos de rabia, no tanto contra mí (se calmaron un poco cuando mencioné mi propio servicio militar), sino porque, creo, se sentían traicionados por todos los que los rodeaban. Traicionados por los medios de comunicación, a los que percibían como demasiado críticos, por los altos comandantes que creían que eran demasiado indulgentes con los palestinos, por los políticos que no habían podido evitar el fiasco del 7 de octubre, por la incapacidad de las IDF para lograr una “victoria total”, por los intelectuales y los izquierdistas que las criticaban injustamente, por el gobierno de los EE. UU. por no entregar municiones suficientes con la suficiente rapidez y por todos esos políticos europeos hipócritas y estudiantes antisemitas que protestaban contra sus acciones en Gaza. Parecían temerosos, inseguros y confundidos, y algunos probablemente también sufrirían de trastornos por el estrés postraumático.
 
Les conté la historia de cómo, en 1930, los nazis tomaron democráticamente el control de la Unión de Estudiantes Alemanes. Los estudiantes de aquella época se sintieron traicionados por la derrota de la 1ª G. M., las faltas de oportunidades a causa de la crisis económica y las pérdidas de tierras y prestigio a raíz del humillante tratado de paz de Versalles; querían hacer que su Nación volviese a ser grande, y Hitler parecía capaz de cumplir esa promesa. Los enemigos internos de Alemania fueron eliminados, su economía floreció, otras naciones volvieron a temerle y luego fue a la guerra, conquistó Europa y asesinó a millones de personas. Finalmente, el país quedó completamente destruido. Me pregunté en voz alta si tal vez los pocos estudiantes alemanes que sobrevivieron esos 15 años lamentaban su decisión de 1930 de apoyar al nazismo. Pero no creo que los hombres y mujeres jóvenes de la BGU comprendieran las implicaciones de lo que les había contado.

Los estudiantes eran aterradores y estaban asustados al mismo tiempo, y su miedo los hizo aún más agresivos. Este nivel de amenaza, así como un cierto grado de superposición de opiniones, parece haber generado miedo y obsequiosidad en sus superiores, profesores y administradores, quienes demostraron una gran renuencia a disciplinarlos de cualquier manera. Al mismo tiempo, una multitud de expertos de los medios de comunicación y políticos han estado aplaudiendo a estos ángeles de la destrucción, llamándolos héroes justo un momento antes de enterrarlos y darles la espalda a sus familias afligidas. 

Los soldados caídos murieron por una buena causa, se les dice a las familias. Pero nadie se toma el tiempo de articular cuál es realmente esa causa más allá de la mera supervivencia a través de cada vez más violenciaPor eso, también sentí pena por esos estudiantes, que no eran conscientes de cómo los habían manipulado. Pero salí de esa reunión lleno de inquietud y aprensión. Cuando regresé a Estados Unidos a finales de junio, reflexioné sobre mis experiencias durante aquellas 2 últimas semanas caóticas y problemáticas. Era consciente de mi profunda conexión con el país que había dejado. No se trata solo de mi relación con mi familia y amigos israelíes, sino también con el tenor particular de la cultura y la sociedad israelíes, que se caracteriza por su falta de distanciamiento o simple deferencia. Esto puede ser reconfortante y revelador; uno puede, casi instantáneamente, encontrarse en conversaciones intensas, incluso íntimas, con otras personas en la calle, en un café, en un bar.
   
Desde el desplazamiento de 700.000 palestinos en 1948, muchos están viviendo en la miseria y el desaliento en campamentos como Shatila (Beirut). ¿Es éste el sombrío futuro que podría afrontar hoy la población de Gaza?
  
Sin embargo, este mismo aspecto de la vida israelí también puede ser infinitamente frustrante, ya que hay muy poco respeto por las cortesías sociales. Existe casi un culto a la sinceridad, una obligación de decir lo que uno piensa, sin importar con quién se esté hablando o cuánto pueda ofenderse. Esta expectativa compartida crea tanto un sentido de solidaridad como de límites que no se pueden cruzar: "cuando estás con nosotros, todos somos familia; si te vuelves contra nosotros o estás al otro lado de la división nacional, estás excluido: puedes esperar que a por ti vayamos."
 
Quizá esa haya sido también la razón por la que esta vez, por primera vez, me sentí aprensivo ante la idea de ir a Israel y por la que una parte de mí se alegró de irme. El país había cambiado de maneras visibles y sutiles, maneras que podrían haber levantado una barrera entre yo, como observador desde afuera, y aquellos que han seguido siendo una parte orgánica de él. Pero otra parte de mi aprensión tenía que ver con el hecho de que mi visión de lo que estaba sucediendo en Gaza ha cambiado

El 10 de noviembre de 2023, escribí en el 'New York Times': “Como historiador del Genocidio, creo que no hay pruebas de que se esté produciendo un genocidio en Gaza, aunque es muy probable que se estén cometiendo crímenes de guerra, e incluso crímenes contra la humanidad. […] Sabemos por la historia que es crucial advertir sobre la posibilidad de genocidio antes de que ocurra, en lugar de condenarlo tardíamente después de que haya tenido lugar; creo que todavía tenemos tiempo para ello”.

Ya no lo creo. Cuando viajé a Israel, ya estaba convencido de que, al menos desde el ataque de las IDF a Rafah el 6 de mayo de 2024, ya no sería posible negar el que Israel estaba cometiendo crímenes de guerra sistemáticos, o crímenes contra la humanidad y acciones genocidas. No sólo era que este ataque contra la última concentración de habitantes de Gaza –la mayoría de ellos desplazados ya varias veces por las IDF, que ahora los habían vuelto a empujar a una denominada "zona segura"– demostraba un total desprecio por cualquier estándar humanitario, sino que también indicaba claramente que el objetivo final de toda esta operación desde el principio había sido hacer inhabitable toda la Franja de Gaza y debilitar a su población hasta tal punto que se extinguiría o buscaría todas las opciones posibles para huir del territorio. 

En otras palabras, la retórica repetida por los dirigentes israelíes desde el 7 de octubre ahora se estaba traduciendo en realidad: es decir, como lo expresara la Convención de Naciones Unidas sobre el Genocidio de 1948, Israel estaba actuando “con la intención de destruir, total o parcialmente”, a la población palestina [en Gaza], “como tal, matando, causando daños graves o infligiendo condiciones de vida destinadas a provocar la destrucción del grupo”.
 
 
Se trata de cuestiones que sólo pude tratar con un puñado muy reducido de activistas, académicos, expertos en derecho internacional y, como era de esperar, con ciudadanos palestinos de Israel. Más allá de este círculo limitado, este tipo de declaraciones sobre la ilegalidad de las acciones israelíes a Gaza son un anatema para Israel. Ni siquiera la gran mayoría de los manifestantes contra el gobierno, los que piden un alto el fuego y la liberación de los rehenes, las tolerarán.

Desde que regresé de mi visita, he tratado de ubicar mis experiencias allí en un contexto más amplio. La realidad sobre el terreno es tan devastadora y el futuro parece tan sombrío que me he permitido hacer algunas especulaciones sobre un futuro diferente. Me pregunto qué habría sucedido si el recién creado Estado de Israel hubiera cumplido su compromiso de promulgar una constitución basada en su 'Declaración de Independencia'. Esa misma declaración que afirmaba que “Israel se basará en la libertad, la justicia y la paz tal como la concibieron los profetas de Israel: asegurará la completa igualdad de derechos sociales y políticos para todos sus habitantes independientemente de su religión, raza o sexo; garantizará las libertades de religión, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las religiones; y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas.

¿Qué efecto habría tenido una constitución de ese tipo sobre la naturaleza del Estado? ¿Cómo habría atemperado la transformación del sionismo, que pasó de ser una ideología que buscaba liberar a los judíos de la degradación del exilio y la discriminación y ponerlos en igualdad de condiciones con las demás naciones del mundo a tan burda ideología estatal del etno-nacionalismo, por opresión a otros, apartheid y expansionismoDurante los pocos años de esperanza del proceso de paz de Oslo, la gente de Israel empezó a hablar de convertirlo en un “Estado de todos sus ciudadanos”, judíos y palestinos por igual. El asesinato del primer ministro Rabin en 1995 puso fin a ese sueño. ¿Será posible que Israel descarte algún día estos aspectos violentos, excluyentes, militantes y cada vez más racistas de su visión tal como la adoptan ahora tantos de sus ciudadanos judíos? ¿Será capaz alguna vez de re-imaginarse como sus fundadores la habían imaginado tan elocuentemente: como una nación basada en la libertad, la justicia y la paz?

Es difícil permitirse esas fantasías en este momento, pero quizá precisamente por el punto más bajo en el que nos encontramos ahora los israelíes, o mucho más para los palestinos, y la trayectoria de destrucción regional en la que los han metido sus líderes, rezo para que finalmente se alcen voces alternativas, porque “hay un momento en el que la oscuridad ruge, pero hay amanecer y resplandor”, como el poeta Eldan dice."

 


10 comentarios:

  1. La total "independencia" de los medios de información y de sus profesionales es uno de los pilares históricos en los que la libertad de prensa cimenta o legitima su credibilidad como elemento de "contrapoder". Valga para ejemplo el compendio que Alejandro Dumas hizo de los titulares que 'Le Moniteur Universel' iba publicando según se aproximaba Napoleón a París, después de huir desde su exilio forzado en la isla de Elba. Todo un ejemplo de "coherencia" que seguro deberá estar reproducido en huecograbado y colgado en las paredes de todas las redacciones de la "prensa libre":

    27 febrero 1815: "El Antropófago ha salido de su guarida".

    1 marzo: "El Monstruo se escapó de su destierro".

    2 marzo: "El Ogro corso ha desembarcado en Golfe-Juan".

    6 marzo: "El Tigre ha llegado a Gap".

    7 marzo: "El monstruo ha dormido en Grenoble".

    8 marzo: "El Tirano ha atravesado Lyon. Cunde el temor en las calles por su aparición".

    11 marzo: "Las tropas avanzan para detener por todos lados el progreso del tigre. Así concluirá su aventura miserable convirtiéndose en un vagabundo por las montañas".

    15 marzo: "El Usurpador ha sido visto a 60 leguas de la capital".

    17 marzo: "Bonaparte avanza con marchas forzadas, pero es imposible que logre alcanzar París".

    19 marzo: "Napoleón estará mañana frente a nuestros baluartes".

    20 marzo: "El Emperador Napoleón está en Fontainebleau".

    21 marzo 1815: "En la tarde de ayer, Su Majestad El Emperador hizo su entrada pública y llegó a las Tuillerías. Nada puede sobrepasar la alegría universal. ¡Viva el Imperio!"

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  2. Netanyahu y la lógica de Ben Gurión: TODO NOS VALE para asegurar la supervivencia de Israel:

    La mayoría de la opinión pública occidental cree que una paz permanente en Palestina pasa por la convivencia en el territorio de 2 Estados. Pero para eso, además de las voluntades de los actores políticos involucrados, hay un serio obstáculo: la presencia de más de 720.000 colonos judíos en Cisjordania y Jerusalén Este, zonas que, de acuerdo con la legislación internacional, no pertenecen a Israel. El Tribunal Internacional de Justicia de la ONU dictaminó la ilegalidad de su ocupación y la creación de asentamientos israelíes el pasado 19 de julio. Muchos de esos cada vez más numerosos colonos -actualmente representan el 10% de la población hebrea de Israel- son personas que sólo buscan allí viviendas más baratas que en el resto del país. Pero otros son sionistas intransigentes, a menudo ultrarreligiosos, que están convencidos de que esa tierra es suya por voluntad divina. Su desalojo podría provocar una guerra civil.

    La historia de esta colonización no se puede entender sin la del nacimiento del propio Israel y de cómo el nuevo Estado entendió qué quería ser. Nadie influyó más en establecer las líneas básicas de la ideología nacional del país que David Ben Gurion, quien lideró la creación de Israel siendo primer ministro durante casi todo tiempo entre 1948 y 1963.

    David Grün (1886-1973) quien cambió su apellido a Ben Gurion, nació en Polonia cuando era parte del Imperio ruso. Era un político implacable cuando se trataba de conseguir sus objetivos. El primero de todos ellos, y por encima de cualquier otra consideración, fue fundar el Estado de Israel. Nada ilustra mejor su determinación que la anécdota terrible en la que, al recibir noticias que confirmaban el Holocausto en curso, especuló con que, entre salvar a 10.000 niños de los nazis enviándolos a Estados Unidos o solo a 5.000 y que viniesen a Palestina, él preferiría lo segundo, "aunque muriesen el resto". Sacrificar a esas almas era un precio que estuvo dispuesto a pagar para que otros tantas incrementasen la población de la futura nación.

    El país que quería Ben Gurion era uno en el que los judíos tuviesen mayoría y los árabes constituyesen una minoría subalterna. Su teoría de la relación entre ambas comunidades fue que los palestinos eran extranjeros y los judíos nativos. Según decía, lo que había pasado es que un pueblo había dejado su casa durante 2.000 años y al volver se encontró varias habitaciones ocupadas. A los intrusos se les podía permitir quedarse, pero sabiendo que la morada no era suya. Esta casa, como luego indicaría la bandera de Israel, iría "desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo".

    El problema que quitaba el sueño a Ben Gurion en vísperas de la independencia era que no había bastantes judíos para llenar todo el territorio de Palestina. La solución la trajo la guerra de 1948, promovida por los que no aceptaron la partición del territorio. Las tropas israelíes hicieron todo lo posible para echar a los palestinos, unos 700.000, de sus hogares, y luego impedir que volviesen cuando acabó el conflicto. Como justificación, Israel se inventó el mito de que se habían marchado de forma voluntaria animados por la propaganda de sus hermanos árabes. El Estado de Israel ya existía, pero todavía no tenía posesión de toda la casa: faltaban Gaza, ocupada por Egipto, y, sobre todo, Cisjordania, anexionada por Jordania. Para no atarse las manos en el futuro, la nueva nación nunca definió sus fronteras. Tal era el deseo de Ben Gurion de acrecentar la tierra de Israel que, a mediados de los años 1950, llegó incluso a concebir un plan en el que su país e Irak atacarían simultáneamente a Jordania y se repartirían el territorio conquistado. Cisjordania iría a Israel, pero los palestinos serían deportados en masa al otro lado del río.

    . . . . . . [continuará]

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    1. [continúa] . . .

      En 1967 Israel venció de forma aplastante a los árabes en la Guerra de los 6 Días, conquistando así el ansiado territorio. Pese a tener todas las cartas en sus manos -con una OLP débil después de que fuese expulsada de Jordania en 1970, y mucho antes de que existiese Hamás-, el Estado hebreo no tuvo interés alguno en crear un germen de administración palestina autónoma. Por el contrario, comenzó a colonizar Gaza y Cisjordania. Los principios fundacionales del Estado israelí seguían inmovibles. Nadie lo dijo más crudamente claro que la también laborista Golda Meir, primera ministra del país entre 1969 y 1974, quien afirmó que "los palestinos no existían". Eran unos intrusos y se podían ir por donde habían venido.

      El partido que llegó al poder en el vuelco electoral de 1977, el derechista Likud, tenía y sigue teniendo en sus estatutos la consigna de crear un país, el Gran Israel, "desde el río hasta el mar" (lema que antisionistas también repiten con intenciones muy distintas). A diferencia de la izquierda, Likud nunca tuvo dudas morales sobre sus objetivos e inmediatamente aceleró el proceso de colonización de los territorios ocupados. Además, el viraje a la derecha del país significó que la persecución del movimiento nacional palestino llegaría pronto hasta Líbano, país que invadió a sangre y fuego en 1982.

      Las masacres que se cometieron en esa guerra provocaron una indignación muy amplia en la sociedad israelí, que se movilizó para exigir una paz duradera. Esta opinión popular se transformó en poder político con el laborista Isaac Rabin, primer ministro entre 1992 y 1995, que firmó los fallidos Acuerdos de Oslo de 1993 con la OLP, que casi consiguieron romper con la lógica impuesta por Ben Gurion. Sin embargo, la oferta de Rabin no era muy generosa. La implementación de Oslo habría significado recortar aún más el territorio de un futuro Estado palestino. En todo caso, para los ultranacionalistas hebreos, Rabin había ido demasiado lejos. Lo asesinaron.

      Cuando Benjamín Netanyahu llegó al poder por primera vez, en 1996, dejó claras sus intenciones: liquidar los Acuerdos de Oslo, seguir colonizando Cisjordania e impedir la creación de un Estado palestino. Desde entonces, ha hecho todo lo posible por conseguir esos objetivos. No le fue mal durante mucho tiempo. Después de rehusar repetidamente las iniciativas saudíes para establecer 2 Estados a cambio del reconocimiento de Israel, creía estar cerca de triunfar gracias a los tratados que firmó (Acuerdos de Abraham) o estaba a punto de firmar con varios países árabes, cuando el 7-O truncó sus planes. Su respuesta ha sido dejar todas las consideraciones humanitarias al lado para conseguir una victoria militar a cualquier precio, mantenerse en el poder e intensificar aún más la colonización de Cisjordania.

      Decenas de miles de muertos después, la brutalidad de Netanyahu es extrema, pero incluso su abandono de los rehenes en poder de Hamás casa con la lógica desarrollada por Ben Gurion: que todo vale para asegurar la supervivencia del Estado de Israel, que este no tiene fronteras permanentes, y que a los palestinos no les queda otra opción que estar a la merced del proyecto sionista. Por desgracia para el razonamiento, aquellos se resisten a desocupar la casa y desaparecer.

      (Antonio Cazorla, catedrático de Historia en la Universidad norteamericana del Trent de Peterborough)

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    2. Hace 3 semanas que ME PROHIBEN ENTRAR EN ALEMANIA. Cuando les pregunté a las autoridades alemanas quién, cuándo y con qué argumento, recibí una respuesta formal de que, por razones de seguridad nacional, mis preguntas no recibirían ninguna respuesta formal. De pronto, mi mente se remontó a otra época cuando tenía 10 años y pensaba en Alemania como un refugio del autoritarismo.

      Durante la dictadura fascista de Grecia, estaba prohibido escuchar emisoras de radio extranjeras. De modo que, cada noche, alrededor de las 9, mis padres se acurrucaban debajo de una manta roja con una radio de onda corta, intentando escuchar la emisión griega dedicada de la Deutsche Welle. Mi imaginación infantil se eyectaba a un lugar mítico llamado Alemania -un lugar, me decían mis padres, que era “el amigo de los demócratas”.

      Años más tarde, en 2015, los medios alemanes me presentaron como el enemigo de ALEMANIA. Me sorprendí muchísimo; nada podía estar más alejado de la verdad. Como ministro de Finanzas de Grecia, me oponía a la insistencia monomaníaca del gobierno alemán en una austeridad universal dura, no simplemente porque pensaba que era catastrófica para la mayoría de los griegos, sino también porque creía que sería en detrimento de los intereses de largo pazo de la mayoría de los alemanes. El espectro de desindustrialización que hoy irradia una sombra deprimente sobre toda Alemania es consistente con mi prognosis.

      En 2016, a la hora de elegir una capital europea para lanzar DiEM25, el movimiento político paneuropeo que ayudé a fundar optó por Berlín. En el Teatro Volksbühne de Berlín, expliqué el motivo: “Nada bueno puede pasar en Europa si no empieza en Berlín”. Para reforzar la idea, en las elecciones del Parlamento Europeo de 2019 elegí simbólicamente ser el candidato de DiEM25, no en Grecia (donde podía ganar fácilmente), sino en Alemania.

      Dada mi relación de larga data con la tierra de Goethe, Hegel y Brecht, la decisión del gobierno de centroizquierda alemán de prohibir mi ingreso al país es más desconcertante de lo que mis seres más queridos y más cercanos pueden imaginar. Dejaré en manos de mis abogados la legalidad de que se me niegue el derecho a conocer el argumento detrás de la prohibición, y haré a un lado la amenaza a mi seguridad que implica la insinuación temeraria de que, de alguna manera, soy una amenaza para la seguridad nacional de Alemania. Tampoco ahondaré en lo que mi prohibición significa para una UE donde la libertad de movimiento y de asociación es una virtud singular. Por el contrario, quiero centrarme en el significado más profundo de la prohibición.

      El motivo para prohibirme el ingreso al país era un Congreso Palestino coorganizado por el partido alemán de DiEM25 (MERA25), varios grupos palestinos de apoyo y, más importante, la organización alemana 'Voz Judía por una Paz Justa'. Pero la cosa venía de mucho antes.

      En noviembre pasado, Iris Hefets, una amiga y miembro de la organización judía mencionada anteriormente, montó una protesta de una sola mujer en Berlín. Caminaba sola, en silencio, y sostenía una pancarta en la que había escrito: “Como israelí y como judía, paren el genocidio en GAZA”. Sorprendentemente, fue arrestada por antisemitismo. Poco después, la cuenta bancaria de su organización fue congelada -por funcionarios incapaces de entender la ironía, más bien el horror, de que el estado alemán incautara activos judíos y arrestara a judíos pacíficos en Berlín.

      . . . . . . [continuará]

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    3. [continúa] . . . . . .

      En el período previo a nuestro Congreso Palestino, una coalición de partidos políticos que representan a casi todo el espectro político alemán (incluidos líderes de mis ex camaradas en el partido 'La Izquierda') tomó la decisión extraordinaria de crear un sitio web dedicado para denunciarnos.

      Primero, nos calificaron como “trivializadores del terrorismo” frente a los ataques del 7 de octubre de Hamas en en ISRAEL. No les bastaba con que hubiéramos condenado como crímenes de guerra todos los actos de violencia contra civiles (más allá de la identidad del perpetrador o de la víctima). Querían que condenásemos la resistencia a lo que hasta Tamir Pardo, el exdirector del Mossad israelí, describía como un sistema de 'apartheid' diseñado para empujar a los palestinos al exilio o a una esclavitud permanente.

      Segundo, decían que “no nos interesaba hablar sobre las posibilidades de una convivencia pacífica en Oriente Medio en el contexto de la guerra en GAZA”. ¿En serio? Todos los participantes en nuestro Congreso defienden la igualdad de derechos políticos para judíos y palestinos -y muchos de nosotros, siguiendo el ejemplo del difunto Edward Said, apoyamos 1 Estado Federal único como la solución para el conflicto.

      Voy a dejar de lado sus acusaciones infundadas y a enfocarme en la pregunta central: ¿cómo pudo casi toda la clase política alemana abrazar esta denuncia, que preparó el terreno para la subsiguiente acción policial? ¿Cómo pudieron mantenerse en silencio cuando la policía arrestó a Udi Raz (otro camarada judío), cuando prohibieron nuestra conferencia y, sí, cuando me impidieron entrar a Alemania -y conectarme, inclusive, por un enlace de video a cualquier evento en el país?

      Su respuesta más probable es el semi-razonamiento oficial del Estado alemán, o Staatsräson: "protección de las vidas judías y seguridad para ISRAEL". Pero el comportamiento reciente del Estado alemán no tiene nada que ver con proteger a los judíos (especialmente a mis amigos Iris y Udi) o a Israel. El propósito es defender el derecho de Israel a COMETER CUALQUIER CRIMEN DE GUERRA que sus líderes elijan en el proceso de implementar una agenda cuyo objetivo es que la solución de 2 Estados que dice favorecer el gobierno alemán termine resultando imposible.

      Si estoy en lo cierto, hay algo más detrás del actual consenso político en Alemania. Mi hipótesis es que la clase política alemana tiene una afición por los catecismos nacionales que unen a sus miembros detrás de un deseo común: exportaciones netas como el punto fuerte de Alemania; China como el campo de juego de la industria alemana; Rusia como su fuente de energía barata, y el SIONISMO como prueba del que, moralmente, ha dado vuelta la página.

      Una vez que se establece un catecismo de tales características, debatir su racionalidad se vuelve prácticamente imposible. Asimismo, el miedo a ser denunciado por abandonarlo motiva la denuncia concertada de cualquier apóstata que lo cuestione.

      Aquí lo rescatable es que los alemanes jóvenes, al ver los cuerpos que se apilan en GAZA, no tienen miedo de que los denuncien si desafían un catecismo que ha puesto en peligro la democracia, el estado de derecho y el sentido común básico de ALEMANIA. Es por esto que, a pesar de la prohibición, no pierdo mis esperanzas.

      (Yanis VAROUFAKIS, ex ministro de Finanzas en Grecia y catedrático de economía en Universidad de Atenas, 1/5/24)
      .

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  3. El asesinato de cooperantes por parte de Israel es, NO ACCIDENTE, SINO PLAN PARA DESTRUIR... El aislamiento de GAZA es casi total. Las "leyes" de la GUERRA se han roto y el enclave ahora está POR COMPLETO EN MANOS DE ISRAEL. Después de 10 meses -con muchas decenas de miles de mujeres o niños palestinos muertos y mutilados – comentaristas preguntan por fin si algo no va bien... Al parecer, Israel cruzó una línea roja cuando mató a un puñado de trabajadores humanitarios extranjeros el 1 de abril, entre ellos 3 contratistas de seguridad británicos.

    Misiles, disparados durante varios minutos, alcanzaron a los vehículos de un convoy de la World Central Kitchen (WCK) que se dirigía a la costa de Gaza por una de las pocas carreteras aún transitables después de que Israel convirtiera en escombros las casas y calles del enclave. Todos los vehículos estaban claramente señalizados. Iban por un paso aprobado y seguro. Y el ejército israelí había recibido las coordenadas para rastrearles la ubicación. Sus portavoces afirmaron que se había visto una persona armada entrar en la zona de almacenamiento desde la que había partido tal ayuda.

    Pero ni esa débil respuesta podía explicar cómo el ejército israelí atacaba coches en que sabía que iban trabajadores humanitarios. Así que se apresuró a prometer investigar lo que su Jefe de gobierno Netanyahu dijo un «trágico incidente». Presumiblemente, fue igual que los más de 15.000 otros «trágicos incidentes» -que conocemos- por Israel cometidos contra niños palestinos día tras día desde Octubre pasado. Con medio año de retraso, toda la infraestructura médica de Gaza destrozada por Israel y una población al borde de la inanición, el diario 'The Independent' encontró de repente su voz para declarar con decisión en su portada: «Basta»... y 'Good Morning Britain', se sintió al fin obligado a opinar que se había llevado a cabo una «ejecución» de cooperantes extranjeros. Presumiblemente, 15.000 niños palestinos no fueron ejecutados, simplemente «murieron».

    Cuando se trató del asesinato del personal de la WCK, el popular presentador Nick Ferrari concluyó que las acciones de Israel eran «indefendibles». ¿Era defendible que Israel bombardeara y matase de hambre a niños en Gaza mes tras mes? Los políticos aseguraron a la opinión pública que Israel llevaría a cabo una «investigación independiente» de los asesinatos. Es decir, el mismo que nunca castiga a sus soldados aunque sus atrocidades sean televisadas; y el mismo cuyos tribunales militares declaran a casi todos los palestinos culpables de cualquier delito del que Israel decida acusarlos, si les permite un juicio...

    Los comentaristas parecían sorprendidos por la idea de que Israel hubiera elegido matar a extranjeros que trabajaban para WCK, aunque dichos mismos periodistas sigan tratando a decenas de miles de palestinos muertos como desafortunados «daños colaterales» en una «guerra» para «erradicar a Hamás». Pero si hubieran prestado más atención, estos expertos verían ese asesinato NADA EXCEPCIONAL. Ha sido elemento central de la estrategia de ocupación durante décadas y explica lo que Israel espera conseguir con su actual matanza de palestinos en Gaza.

    A principios de los 2000, Israel protagonizó otra de sus masacres, arrasando Gaza y Cisjordania en «represalia» porque palestinos habían tenido la temeridad de levantarse contra décadas de ocupación militar. Conmocionados por la brutalidad, grupos de voluntarios extranjeros, un número significativo de ellos judíos, se aventuraron en las zonas para presenciar y documentar los crímenes del ejército israelí actuando como escudos humanos para proteger a los palestinos.

    . . . . . . [continuará]

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    1. [continúa] . . .

      Llegaron bajo el manto del Movimiento de Solidaridad Internacional (ISM). Estaban dispuestos a utilizar lo que entonces eran nuevas tecnologías como las cámaras digitales, el correo electrónico y los blogs para llamar la atención sobre las atrocidades del ejército israelí. Algunos se convirtieron en una nueva clase de periodistas activistas, integrados en comunidades palestinas para informar de lo que los periodistas occidentales, integrados en Israel, nunca consiguieron cubrir. Israel presentó al ISM como un grupo terrorista y desestimó su documentación filmada como «Pallywood», una supuesta industria productora de ficción equiparada a un Hollywood palestino.

      Pero pruebas del ISM fueron desenmascarando cada vez más al «ejército más moral del mundo» por lo que realmente era: una empresa criminal para imponer el robo de tierras y la limpieza étnica de los palestinos. Israel tenía que tomar medida más firme. Pruebas sugieren que a los soldados les AUTORIZARON EJECUTAR EXTRANJEROS en los territorios ocupados. Entre ellos, jóvenes activistas como Rachel Corrie y Tom Hurndall; o James Miller, cineasta independiente que se aventuró en Gaza; e incluso un funcionario de Naciones Unidas, Iain Hook, destinado en Cisjordania.

      Esta rápida oleada de asesinatos -y la mutilación de muchos otros activistas- tuvo el efecto deseado. El ISM se retiró en gran medida de la región para proteger sus voluntarios, mientras Israel prohibió al grupo acceso a los territorios ocupados. Y denegó las credenciales a cualquier periodista que no estuviera patrocinado por un Estado o un medio de comunicación multimillonario, expulsándolos de la región. Al Yazira, el único canal árabe crítico cuya cobertura llegaba a las audiencias occidentales, vio cómo sus periodistas eran regularmente prohibidos o asesinados, y sus oficinas bombardeadas.

      La batalla para aislar a los palestinos, liberando a Israel para COMETER ATROCIDADES SIN VISIÓN, culminó con el bloqueo de Gaza por parte de Israel, que dura ya 17 años. Fue sellada. Con el enclave completamente asediado por tierra, los activistas de derechos humanos centraron sus esfuerzos en romper el bloqueo a través de alta mar. Una serie de «flotillas de la libertad» intentaron alcanzar la costa de Gaza a partir de 2008. Israel pronto consiguió detener a la mayoría. Estaban encabezadan por el Mavi Marmara, buque turco cargado de ayuda y medicinas. Comandos navales israelíes ASALTARON ILEGALMENTE en aguas internacionales en 2010, matando 10 cooperantes extranjeros y activistas de derechos humanos e hiriendo a otros 30.

      Israel siempre ha tenido 4 vertientes en su estrategia hacia los palestinos. En conjunto, han permitido perfeccionar su régimen de 'apartheid' y ahora le permiten aplicar sus políticas genocidas sin ser molestado: la 1ª consiste en AISLAR progresivamente a los palestinos de la comunidad internacional; la 2ª el hacer a los palestinos totalmente dependientes de la voluntad del ejército israelí, y crear condiciones tan precarias e impredecibles que la mayoría intenten ABANDONAR su patria histórica, dejándola libre para ser «judaizada»; en 3er. lugar, Israel persigue OBSTRUIR todo intento por personas ajenas -especialmente medios de comunicación u observadores de los derechos humanos- para escrutar sus actividades en tiempo real o pedirle cuentas; y en 4º lugar, para permitir todo esto, Israel ha necesitado DEMOLER pieza por pieza protecciones humanitarias consagradas en el derecho internacional para impedir que se repitieran las atrocidades habituales contra civiles durante la 2ª G. M.

      . . . . . . [continuará]

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    2. [continúa] . . .

      Este proceso, que llevaba décadas ya, se aceleró rápido tras el ataque de Hamás del 7 de octubre. Israel tuvo pretexto para transformar 'apartheid' en Genocidio. La UNRWA, principal agencia de la ONU para Refugiados, encargada de suministrar ayuda a los palestinos, estaba desde hacía tiempo en el punto de mira de Israel, especialmente en Gaza. Israel aprovechó la oportunidad para acusar a la UNRWA del estar implicada en el atentado del 7 de octubre, a pesar de no aportar ninguna prueba. Casi con el mismo entusiasmo, los Estados occidentales cerraron el grifo de financiación a la agencia de las NN.UU. La administración Biden parece dispuesta a poner fin a la supervisión de Gaza por parte de la ONU, dejando su principal función de ayuda en manos de empresas privadas. Ha sido uno de los principales patrocinadores de WCK, dirigida por un famoso chef vinculado al Departamento de Estado estadounidense. Esperaba que, mientras también ha estado construyendo su muelle frente a la costa de Gaza, fuera un complemento del plan de Washington para introducirse al fin con "ayuda" desde Chipre, por evitar a los palestinos que, en semanas, mueran de hambre.

      Hasta que Israel atacó el convoy y mató a su personal... WCK se retiraba de Gaza por el momento, y otros contratistas privados de ayuda retrocedieron, temerosos por la seguridad de sus trabajadores. El 1er. objetivo se ha cumplido. La población de Gaza está sola. Occidente, en lugar de ser su salvador, es ahora totalmente cómplice no sólo del bloqueo israelí de Gaza, sino también de su hambruna. El derribo de hospitales por parte de Israel, incluido el de Al Shifa, así como secuestro y tortura de personal médico, dejó a los palestinos de Gaza completamente expuestos. La erradicación de una asistencia sanitaria significativa significa que los partos, lesiones graves y enfermedades crónicas o agudas están convirtiéndose rápido en sentencia de muerte.

      El sitio web israelí 972 descubrió cómo decenas de miles de palestinos habían sido incluidos en «listas de asesinatos» generadas por el programa de IA 'Lavender', que usa definiciones poco precisas de «terrorista» con una tasa de error estimada incluso por el ejército en "sólo 1 de cada 10". Un oficial de inteligencia israelí les dijo: «Las IDF los bombardearon en sus casas de familia sin dudarlo, como primera opción. Es mucho más fácil. El sistema está construido para buscarlos en esa situación». O, como dice otro oficial de tal inteligencia, «No quieres malgastar bombas caras para el país en gente sin importancia –hay escasez [de bombas inteligentes]». Eso explica que familias enteras, compuestas por docenas de miembros, hayan sido masacradas con tanta regularidad.

      El diario israelí 'Haaretz' informó [31/3/24] de que el ejército ha operado «zonas de exterminio» sin marcar en las que cualquier persona que se mueva -hombre, mujer o niño- corre el riesgo de ser abatida a tiros. O, como informó un oficial de reserva que servía en Gaza: «En la práctica, un terrorista es cualquiera que las IDF hayan matado en las zonas donde operan sus fuerzas». Esta es la razón probable por la que los soldados abatieron a tiros 3 rehenes israelíes huidos que intentaban entregarse a ellos.

      Los palestinos recorren desesperadamente áreas cada vez más grandes con esperanza de hallar comida. Si tienen suerte del evitar morir en ataques o de inanición, corren riesgo de ser capturados por soldados y llevados a uno de los lugares negros de Israel. Allí, como admitió un médico israelí la semana pasada, se infligen a los reclusos horrores indescriptibles, al estilo de Abu Ghraib. Se ha logrado el 2º objetivo, dejando a los palestinos aterrorizados ante la violencia en gran medida aleatoria de militares y desesperados por encontrar salidas a la ruleta rusa donde Israel juega con sus vidas.

      . . . . . . [continuará]

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    3. [continúa] . . .

      Hace tiempo, Israel prohibió a los observadores de derechos humanos de la ONU acceder a territorios ocupados. Esto ha dejado el escrutinio de sus crímenes en manos de los medios de comunicación. Los reporteros extranjeros independientes tienen vetado entrar a la región desde hace 15 años, lo que deja campo libre a los periodistas de medios estatales y corporativos, donde tienen fuertes presiones para presentar las acciones de Israel de la mejor manera posible. Desde el 7 de octubre, Israel prohibió el acceso a Gaza de todo periodista extranjero, y los reporteros occidentales acatan dóciles. Ninguno alertado a su audiencia por este grave asalto a su papel de vigilantes.

      A portavoces israelíes, expertos en oscuras artes del engaño y la distracción, se les permite llenar el vacío en estudios de Londres. Información sobre el terreno procedente de Gaza que llegó al público occidental -cuando no fue suprimida por los medios al ser demasiado angustiosa o porque su inclusión enfurece a Israel- procede de periodistas palestinos. Han mostrado el genocidio en tiempo real. Pero por esa razón, Israel los ha ido eliminando uno a uno -según hizo antes con Rachel Corrie y Tom Hurndall-, además de asesinar a sus familiares como advertencia para los demás.

      El único canal internacional que tiene muchos periodistas en Gaza y es capaz de presentar sus reportajes en inglés con alta calidad es Al Yazira. La lista de sus periodistas asesinados por Israel no ha dejado de aumentar desde el 7-O: el jefe de la oficina in situ, Wael al-Dahdouh, sufrió la ejecución de la mayor parte de su familia, además de resultar él mismo herido; su homóloga en Cisjordania, Shireen Abu Akhleh, murió por disparos de francotirador del ejército hace 2 años. Y por fin, Israel aprobó en abril pasado una ley para prohibirles emitir desde la región.

      Al Yazira acababa de difundir un documental repasando hechos del 7 de octubre. Y mostraba cómo Hamás no cometió los crímenes más bárbaros de los que le acusa Israel, que de hecho en algunos casos era el responsable de las atrocidades más espantosas contra sus propios ciudadanos atribuidas a Hamás. El 3er. objetivo se ha logrado. Las luces se están apagando. Israel puede llevar a cabo en la oscuridad la fase potencialmente más fea de su genocidio, mientras los niños palestinos se demacran y mueren de hambre.

      Por último, Israel ha destrozado las normas del derecho internacional humanitario destinadas a proteger civiles de las atrocidades, así como las infraestructuras de que dependen. Destruyó las universidades, edificios gubernamentales, mezquitas, iglesias y panaderías, así como, lo más grave, instalaciones médicas. En este último año, los hospitales, antaño sacrosantos, se han convertido poco a poco en objetivos legítimos, al igual que los pacientes de su interior. El castigo colectivo, absolutamente prohibido como crimen de guerra, se ha convertido en norma para Gaza desde 2007, cuando Occidente quedó en silencio mientras Israel asediaba el enclave durante 17 años.

      Ahora, mientras los palestinos mueren de hambre o sus niños se convierten en huesos con piel, los convoyes de ayuda se bombardean y quienes buscan ayuda son abatidos a tiros, aparentemente todavía cabe debatir entre la clase política-mediática occidental sobre si todo esto constituye violar el derecho internacional. Incluso después de 10 meses en los que Israel bombardea Gaza, tratando su población como «animales humanos» y les ha negado alimentos, agua o electricidad -lo que constituye la definición misma de castigo colectivo-, el viceprimer ministro británico, Oliver Dowden, parece creer que, injustamente, se cargó a Israel «un nivel de exigencia increíblemente alto»; y David Lammy, secretario de Asuntos Exteriores en la sombra del partido laborista, supuestamente de la oposición, no tiene más que «serias dudas» del que se haya infringido derechos.

      . . . . . . [continuará]

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    4. [continúa] . . .

      Ningún partido propuso aún prohibir vender a Israel armas británicas, que se utilizan precisamente para cometer esas violaciones del Derecho internacional. Ninguno hace referencia a la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia según la cual es «plausible» que Israel esté cometiendo genocidio. Y mientras, la principal conversación política en Occidente sigue sumida en conversaciones delirantes sobre cómo revivir la legendaria «solución de los 2 Estados», en lugar deldetener un genocidio que se acelera.

      La realidad es que Israel ha hecho trizas el más fundamental de los principios del derecho internacional: la «distinción» -diferenciar entre combatientes y civiles- y la «proporcionalidad» -usar sólo la mínima cantidad de fuerza necesaria para alcanzar objetivos militares legítimos-. El sistema humanitario no es amenazado, se derrumbó. Cada palestino de Gaza se enfrenta ahora a una sentencia de muerte. Y con razón, Israel asume su ser intocable.

      Pese al ruido de fondo sobre «preocupaciones» expresadas desde la Casa Blanca, y rumores de crecientes «tensiones» entre aliados, EE.UU y la UE han indicado que el genocidio puede continuar, pero debe llevarse a cabo de forma más discreta. El asesinato del personal de la World Central Kitchen fue un revés. Mas la destrucción de Gaza -el plan de Israel con casi 2 décadas de duración- está lejos de terminar.

      (Jonathan Cook, 'Middle East Eye')
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