"PERJUDICAR a la NECEDAD... -Nietzsche dijo- es tarea de toda Filosofía"
Según destaca Michel Onfray, singular autor del proyecto para una 'contra-historia de la filosofía', en realidad, nuestra "relación con la filosofía depende de quien nos enseña la disciplina. De eso no se libra nadie... Y así, todo es posible. Lo peor o lo mejor... El programa oficial básico, por cierto, como mínimo está constituido por nueve nociones: la Naturaleza, el Arte, la Libertad, el Derecho, la Técnica, la Razón, la Conciencia, la Historia, la Verdad, y de una serie de filósofos: una treintena de obras que van desde Platón (428-347 a. de C.), el más antiguo, hasta Heidegger (1889-1976), el que más recientemente ha fallecido; porque para las autoridades académicas, un buen filósofo es el muerto [...]
Lo mejor es la enseñanza 'socrática'. ¿Y qué es eso? Sócrates (470-399 a. de C.) era un filósofo griego que enseñaba en las calles de Atenas, en Grecia, hace casi veinticinco siglos. Su palabra se dirigía a los que se acercaban a él en la plaza pública, en la calle. Él los inquietaba haciéndoles comprender con genuina ironía y un verdadero dominio de la palabra que sus certidumbres no soportaban mucho tiempo el examen y la critica. Tras haberle frecuentado, y discutido con él, los individuos volvían metamorfoseados: la filosofía les abría inmensas posibilidades y cambiaba el curso de su existencia [...]
El maestro 'socrático' pone su saber, su ironía, su dominio de la palabra, su cultura, su gusto teatral y su talento al servicio de la puesta en escena del pensamiento, a vuestro servicio, al servicio de vuestras inquietudes, de vuestros interrogantes, a fin de que en vuestra existencia podáis utilizar la asignatura para pensar mejor, ser más críticos, estar mejor preparados para comprender el mundo y, eventualmente, actuar sobre él [...] Para ese tipo de profesor, no están, por un lado, los temas nobles, propiamente filosóficos (el origen del tiempo, la naturaleza de la materia, la realidad de las ideas, la función de la razón, la formación de un razonamiento, etc.) y, por otro, los demás que no lo serían [...]
Con independencia del quien lo transmita, la filosofía tiene tras de sí casi 30 siglos de pensamiento y pensadores, en la India, en China (un mundo, ése, de l@ que no se nos enseña en Europa; puesto que tradicionalmente por aquí hacemos comenzar la filosofía sin razón en Grecia, por el siglo VII antes de Jesucristo con los 'presocráticos', aquellos que enseñaban ya desde antes que Sócrates: Parménides, Heráclito, Demócrito, entre muchos otros), e igualmente en el gran imperio de Roma y todo el resto de Occidente. Dichos sistemas de pensamiento, tales ideas, esas personas nos proponen suficientes preguntas y respuestas como para que saquemos provecho de un libro, un texto, unas páginas o una figura cimera entre todo ese universo singular.
En los programas oficiales se transmiten valores seguros, clásicos. La mayoría de las veces alteran poco el orden social, moral y espiritual, cuando no lo fortalecen claramente. Pero también existen, y en cantidad muy considerable, más filósofos marginales, raros, subversivos, que saben vivir, reír, comer y beber, a los que les gusta el amor, la amistad, la vida en todas sus formas: Aristipo de Cirene (hacia el 435-366 a. de C.) y los filósofos de su escuela, los 'cirenaicos' [tan 'escépticos' como 'hedonistas'], Diógenes de Sínope (s. v. a. de C.), y los 'cínicos', Gassendi (1592-1655) y los 'libertinos', La Mettrie (1709-1751), Diderot (1713-1784), Helvecio (1715-1771) con los 'materialistas', Charles Fourier (1772-1837) entre otros 'utopistas', Raoul Van Eigem (nacido en 1934) más los 'situacionistas', etc.
No imaginemos, porque se presenten prioritariamente pensadores poco excitantes -o porque el profesor que nos los transmita tampoco parezca excitante-, que toda la filosofía se reduce a siniestros personajes ni tristes individuos tanto más dotados para pensar cuanto para ser torpes en la vida y desfasados en la existencia. La filosofía es un continente lleno de gente destacable con ideas o pensamientos diversos contradictorios mas útiles para el éxito de nuestra existencia, a fin de que podamos regocijarnos continuamente en nuestras vidas y construirlas día tras día.
Al profesor le corresponde proporcionar el mapa y la brújula, a nosotros trazar nuestro camino en esta geografía farragosa, pero apasionante..." Por ello pues, para poder abrirnos más el espectro de informaciones disponibles a la hora del seguir abordando luego cada cual aquella singladura particular e intransferible de su reflexión personal, seguidamente se citan unos racimos de textos (con variado tratamiento filosófico sobre distintas cuestiones planteadas) extractados entre otros que ha reunido el autor mediante su antedicho valioso compendio (siempre reivindicativo de unos discursos usualmente ninguneados -desde las inmensas mayorías de sesudos tratados académicos dominantes- y en cambio aquí literalmente transcritos):
- La naturaleza
"¿Dónde están los bárbaros? Que nada bárbaro o salvaje hay en aquella nación, según lo que me han contado, sino que cada cual considera bárbaro lo que no pertenece a sus costumbres. Ciertamente parece que no tenemos más punto de vista sobre la verdad y la razón que el modelo y la idea de las opiniones y usos del país en el que estamos. Allí está siempre la religión perfecta, el gobierno perfecto, la práctica perfecta y acabada de todo. Tan salvajes son como los frutos a los que llamamos salvajes por haberlos producido la naturaleza por sí misma y en su normal evolución: cuanto en verdad, mejor haríamos en llamar salvajes a los que hemos alterado con nuestras artes, desviándolos del orden común.
Tres de ellos, ignorantes de lo que costará algún día a su tranquilidad y ventura, el conocer las corrupciones de acá, y de que de este trato les vendrá la ruina, la cual supongo se habrá iniciado ya, bien míseros por haberse dejado engañar por el deseo de la novedad y haber abandonado la dulzura de su cielo para venir a ver el nuestro, fueron a Ruán, en la época en que nuestro difunto rey Carlos IX allí estaba. El rey habloles largo tiempo; y se les mostró nuestra manera de ser, nuestra pompa, la forma de una hermosa ciudad. Tras esto, alguien pidió su opinión, queriendo saber qué les había parecido más admirable; respondieron tres cosas, de las cuales he olvidado la tercera, lo que lamento profundamente; mas aún conservo dos en la memoria. Dijeron que, en primer lugar, hallaban muy extraño que tantos hombres grandes y fuertes, barbados y armados, como rodeaban al rey (parece ser que hablaban de su guardia suiza) se sometieran 'y obedecieran a un niño, en lugar de elegir mejor' a alguno de ellos para mandar; en segundo (tienen una manera de hablar tal que llaman a los hombres mitad unos de otros), que habían observado que había entre nosotros, hombres ricos y colmados de toda suerte de comodidades mientras sus mitades mendigaban a sus puertas, descarnados de hambre y pobreza, y que hallaban extraño que esas mitades menesterosas pudieran sufrir tal injusticia sin acogotar a los otros y sin pegar fuego a sus casas.
Hablé largo tiempo con uno de ellos; mas tenía un intérprete que me seguía tan mal y era tan necio e inepto para entender mis ideas que no pude disfrutar con él. Cuando le pregunté qué ventaja obtenía con la superioridad de la que gozaba sobre los suyos (pues era un capitán y nuestros marineros llamábanle rey), díjome que era el primero en marchar a la guerra; a la pregunta de cuántos hombres lo seguían, mostrome una extensión de tierra, para significar que eran tantos como podían caber en tal espacio, pudiendo ser unos cuatro mil o cinco mil hombres; a la de si fuera de la guerra expiraba toda su autoridad, contestó que le quedaba el hecho de que cuando visitaba los pueblos que de él dependían, abríanle senderos a través de la vegetación de sus bosques por donde pudiera pasar cómodamente. No está mal todo esto: mas ¡qué decís! ¡No llevan calzas!"
('Ensayos', 1580-1588)
"El hombre es un lobo para el hombre: es manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los obligue a todos al respeto, están en aquella condición que se llama guerra; y una guerra como de todo hombre contra todo hombre. Pues la guerra no consiste solo en batallas, o en el acto de luchar; sino en un espacio de tiempo donde la voluntad de disputar en batalla es suficientemente conocida. Y, por tanto, la noción de tiempo debe considerarse en la naturaleza de la guerra; como está en la naturaleza del tiempo atmosférico. Pues así como la naturaleza del mal tiempo no está en un chaparrón o dos, sino en una inclinación hacia la lluvia de muchos días en conjunto, así la naturaleza de la guerra no consiste en el hecho de la lucha, sino en la disposición conocida hacia ella, durante todo el tiempo en que no hay seguridad de los contrario. [...]
Puede resultar extraño para un hombre que no haya sopesado bien estas cosas que la naturaleza disocie de tal manera y hágales a los hombres capaces del invadir y destruirse mutuamente. Y es posible que, en consecuencia, desee, no confiando en esta inducción derivada de las pasiones, confirmar la misma por experiencia. Medite entonces él, que se arma y trata de ir bien acompañado cuando viaja, que atranca sus puertas cuando se va a dormir, que echa el cerrojo a sus arcones incluso en su casa, y esto sabiendo que hay leyes y empleados públicos armados para vengar todo daño que se la haya hecho, qué opinión tiene de su prójimo cuando cabalga armado, de sus conciudadanos cuando atranca sus puertas, y de sus hijos y servidores cuando echa el cerrojo a sus arcones. ¿No acusa así a la humanidad con sus acciones como lo hago yo con mis palabras? Pero ninguno de nosotros acusa por ello a la naturaleza del hombre. Los deseos, y otras pasiones del hombre, no son en sí mismos pecado. No lo son tampoco las acciones que proceden de esas pasiones, hasta que conocen una ley que las prohíbe. Lo que no pueden saber hasta qué leyes. Ni puede hacerse ley alguna hasta que hayan acordado la persona que lo hará."
('Leviatán', 1651)
"El mono del pequeño sombrero: de los animales al hombre la transición no es violenta, los verdaderos filósofos estarán de acuerdo en ello. ¿Qué era el hombre antes de la invención de las palabras y del conocimiento de las lenguas? [...]
Un animal de su especie que con mucho menos instinto natural que los otros (pues entonces no se creía rey) no se distinguía del mono y de los otros animales... más que como el mismo mono se distingue de ellos, quiero decir por una fisonomía que anunciaba más talento. Reducido al solo conocimiento intuitivo de los leibnizianos, no veía más que figuras, colores, sin poder distinguir nada entre ellos; tanto viejo como joven, pero siempre niño, balbuceaba sus sensaciones y sus necesidades como un perro hambriento o aburrido por el reposo pide de comer o pasear.
Las palabras, las lenguas, las leyes, las ciencias, las bellas artes llegaron, y por ellas, al fin, el diamante bruto de nuestro espíritu fue pulido. De un animal se ha hecho un hombre, de mozo de cuerda se ha pasado a autor. Un geómetra ha aprendido a hacer las demostraciones y cálculos más difíciles, como un mono a quitarse o ponerse su sombrerito y a subir sobre su dócil perro. Todo se ha hecho por signos, cada especie ha comprendido lo que ella ha podido comprender; es así como los hombres han adquirido el conocimiento simbólico, todavía llamado así por nuestros filósofos de Alemania."
('El hombre máquina', 1748)
"Las bestias no son bestias: es una pena, una pobreza de espíritu, haber dicho que los animales son máquinas que carecen de conocimientos y sentimientos, que siempre realizan sus cosas del mismo modo y no perfeccionan nada. ¡Qué equivocación! El pájaro que hace su nido en semicírculo cuando lo fija en una pared, que lo construye en forma de cuarto de círculo cuando lo hace en un ángulo, y en círculo perfecto cuando lo coloca en un árbol, no hace siempre lo mismo. El perro de caza que adiestramos durante tres meses, sabe mucho más pasado ese tiempo que antes de empezar a enseñarle. El canario al que enseñamos un aire cualquiera, no lo repite al instante, sino que necesita tiempo para aprenderlo, pero vemos que va corrigiéndose hasta que lo canta bien.
Porque el hombre habla, ¿juzgas que tiene sentimientos, memoria e ideas? Pues bien, sin pronunciar una palabra, verás que entro en mi casa entristecido busco un papel con inquietud, abro un cajón porque recuerdo que allí lo guardé, lo encuentro y lo leo con alegría. Sin hablar, conocerás que experimenté el sentimiento de la aflicción y el placer, que estoy dotado de memoria y de conocimiento.
Juzga, pues, con el mismo criterio al perro que ha perdido a su amo, lo busca por todos los caminos lanzando lastimeros ladridos, que entra en la casa agitado, inquieto, que baja y sube, y va de estancia en estancia hasta que al fin encuentra al dueño que ama y atestigua la alegría que siente mediante gruñidos, saltos y caricias.
Varios bárbaros atrapan a ese perro que aventaja al hombre en ser fiel a la amistad, lo atan en una mesa y lo abren en vivo para examinarle las entrañas, descubriendo en él los mismo órganos del sentimiento que tiene el hombre. Contestadme, mecanicistas, ¿la naturaleza les concedió los órganos del sentimiento a los animales con el fin de que no sintieran? ¿Teniendo nervios, pueden ser insensibles? ¿No supone esto contradecir las leyes de la naturaleza?
En cambio, hay otros filósofos que preguntan qué es el alma de las bestias. No comprendo esta cuestión. El árbol tiene la facultad de recibir en sus fibras la savia que circula por ellas, y de abrir los botones de sus hojas y sus frutos. ¿Me preguntaréis por eso qué es el alma de ese árbol que ha recibido sus dones, y el animal los del sentimiento, la memoria y un limitado número de ideas. ¿Quién creó esos dones, quién concedió esas facultades? El que hace crecer la hierba en los campos y gravitar la Tierra alrededor del Sol.
'Las almas de las bestias son formas sustanciales', dijo Aristóteles; después de él, la escuela árabe; luego, la escuela angélica, la Sorbona, y después de la Sorbona, nadie.
'Las almas de las bestias son materiales', dijeron otros filósofos, y estos tuvieron tan poca suerte como los demás. En vano se les preguntó qué es un alma material; es preciso que convengan en qué significa la materia que siente; mas ¿quién le concedió el don de sentir? El alma es material, insisten -es decir, la materia da sensación a la materia...- y continúan sin salir nunca del mismo círculo vicioso.
Escuchad a otras bestias lo que dicen razonando sobre las bestias: su alma es un ser espiritual que muere con el cuerpo. Pero ¿qué prueba tienen de eso? ¿Qué idea tienen de ese ser espiritual que está dotado de sentimiento, de memoria y en cierta medida de ideas y combinaciones, pero que nunca podrá saber lo que sabe un niño de 6 años? ¿En qué se basan para creer que ese ser, que según ellos no es corporal, muere con el cuerpo? Son más bestias aún los hombres que han supuesto que el alma no es corporal ni espiritual. Ese es el sistema más necio. Solo podemos explicar lo que es el espíritu diciendo que es algo desconocido, que no es corporal; así pues, el sistema de esos señores viene a decir que el alma de las bestias es una sustancia que no es corporal ni algo que sea corporal.
¿De dónde provienen tan contradictorios errores? De la costumbre que siempre tuvieron los hombres del examinar una cosa antes de saberse si acaso existe. Decimos la lengüeta, la válvula de un fuelle, el alma del fuelle. ¿Qué es, pues, esta alma? Es el nombre que doy a esa válvula que baja, deja entrar el aire, se levanta y le hace pasar por un tubo cuando hago mover el fuelle. Esta alma no es diferente del alma de una máquina. Pero ¿quién hace mover el fuelle de los animales? Ya lo he dicho, el que hace mover los astros. El filósofos que dijo 'Deus est alma brutorum' tenía razón, pero debió ir más allá."
('Diccionario filosófico', 1764)
"Contra los amantes del orden:
A. -¿Hay que civilizar al hombre o hay que dejarlo abandonado a su instinto?
B. -¿Debo responder con precisión?
A. -Sin duda
B. - Si os proponéis ser su tirano, civilizadlo; envenenadlo como mejor podáis con una moral contraria a la naturaleza; ponedle trabas de todas clases; interceptad sus movimientos con toda clase de obstáculos; atadlo a fantasmas que lo atemoricen; eternizad la guerra en el interior de la caverna y que cada hombre natural encadenado a los pies del moral esté siempre. ¿Queréis que sea libre y feliz? No os metáis en sus asuntos: bastantes incidentes imprevistos se encargarán de conducirlo a la luz y a la depravación; y tened para siempre la seguridad de que no fue para vos sino para ellos mismos por lo que aquellos sabios legisladores os amasaron y os manipularon como lo fuisteis. Apelo a todas las instituciones políticas, civiles y religiosas: examinadlas profundamente; o me equivoco mucho o veréis a la especie humana plegarse, siglo tras siglo, bajo el yugo que un puñado de tunantes se habían prometido imponerle. Desconfiad del que quiere restablecer el orden. Ordenar es siempre convertirse en dueño de los demás molestándolos."
('Suplemento al viaje de Bougainville', en 'Viaje a Taiti', 1773)
"No se nace mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino. Sólo la mediación del ajeno puede constituir a un individuo en algún Otro. En tanto que existe para sí, el niño no podría captarse como sexualmente diferenciado. Entre las jóvenes y los varones el cuerpo es, en primer lugar, la irradiación de una subjetividad, el instrumento que realiza la comprensión del mundo: el universo es apresado a través de los ojos o las manos, pero no por las partes sexuales. El drama del nacimiento y el del destete se desarrollan de la misma manera en los bebés de ambos sexos que tienen los mismos intereses y placeres; en primer término, la succión es la fuente de sus sensaciones más agradables; después pasan por una fase anal en la que sus mayores satisfacciones están dadas por las funciones excretorias, que les son comunes; su desarrollo genital es análogo; exploran su cuerpo con la misma curiosidad y la misma indiferencia; obtienen el mismo placer incierto del clítoris y del pene; en la medida en que su sensibilidad se objetiva, se vuelve hacia la madre: la piel femenina, suave, lisa y elástica es la que suscita deseos sexuales, y esos deseos son aprehensivos; tanto la niña como el varón abrazan agresivamente a la madre, la palpan y la acarician; tienen los mismos celos si nace otro hijo, y lo manifiestan con las mismas conductas: cólera, enojos, disturbios urinarios; y recurren a las mismas coqueterías para obtener el amor de los adultos. Hasta los doce años la niña es tan robusta como sus hermanos, manifiesta las mismas capacidades intelectuales, y no hay dominio alguno en el cual le esté prohibido rivalizar con ellos. Si mucho antes de la pubertad, y a veces desde su más tierna infancia, se nos presenta como sexualmente especificada, no es porque una serie de misteriosos instintos la destinen ya a la pasividad, la coquetería y la maternidad, sino porque la intervención de terceros en la vida del niño es casi original, y porque desde sus primeros años su vocación le es poderosamente insuflada."
('El segundo sexo', 1949)
"Los hombres maniatados: la desvergüenza de Diógenes no se comprende a primera vista. Si bien, por una parte, parece explicarse de una manera filosófico-natural (naturalia non sunt turpia), su centro de gravedad queda dentro del ámbito político, teórico-social. La vergüenza constituye la más íntima atadura social que nos liga, por encima de todas las reglas concretas de la conciencia, a los patrones generales de comportamiento. No obstante, el filósofo de la existencia no puede contentarse con los prefijados adiestramientos sociales de la vergüenza. Él desarrolla el proceso desde el principio; que el hombre tenga que avergonzarse realmente es una cosa que en absoluto viene dada por los convencionalismos sociales, tanto más cuanto que la sociedad misma es sospechosa incluso de apoyarse en perversiones e irracionalidades. El kzínico {es decir, el 'cínico' de la Antigüedad, por oposición al otro 'cínico' contemporáneo} deja las andaderas de uso general que se nos imponen a través de las prescripciones de vergüenza encarnadas profundamente [...]
Con su masturbación pública comete una desvergüenza con la cual se pone en oposición a los adiestramientos políticos de la virtud de todos los sistemas. Esta desvergüenza fue el ataque frontal a toda política familiar, la pieza nuclear de cualquier conservadurismo. Dado cómo él mismo, tal y como dice vergonzosamente la tradición, se canta su canción nupcial con sus propias manos, no sucumbió a la necesidad de llegar al matrimonio para satisfacer sus necesidades sexuales. Diógenes enseñaba de una manera práctica la masturbación, entendida como progreso cultural, no como regreso a lo animal. Según el sabio, se debe dejar vivir incluso al animal en la medida en que este es condición del hombre. El jocoso masturbador («también se podía expulsar el hambre frotándose el vientre») rompe la conservadora economía sexual sin realizar sacrificios vitales. La independencia sexual es una de las condiciones más importantes para la emancipación."
('Crítica de la razón cínica', 1983)
"La naturaleza no es natural. Trataremos de justificar nuestra oposición a la naturaleza: olvidamos con demasiada facilidad que ella misma, en sus manifestaciones más típicas -el campo, el bosque, la senda, etcétera- resulta de una conquista del hombre y de una paciente labor. No podemos escribir más que una historia del campo. El que contempla su armonía observa el fin o el aspecto externo, despreciando los medios, la maquinaria subyacente. Ha sido necesario, durante generaciones, desbrozar, plantar, talar, podar, alinear: los vegetales y los animales, a su vez, ponen a la vista opciones y operaciones. ¡En resumen, la naturaleza no es natural!
A esta pretendida realidad en sí -nacida del arte [por lo tanto, obra de la humanidad]-, que sobrepasaría al hombre, lo precedería e incluso lo inspiraría, y que él debería, en consecuencia, preservar y respetar, le reconocemos al menos una característica importante: ella se ofrece a nuestras elaboraciones. Constituye una suerte de material plástico que permite y pide transformaciones; en suma, la naturaleza invita, no a la conservación, sino a la artificialidad. No demanda sino ser manipulada, manejada, reglada."
('El dominio de lo viviente', 1988)
- El arte
"Parentesco de la filosofía y las bellas artes: ¿Qué es la vida? A esta pregunta responde a su manera y con absoluta tranquilidad toda obra de arte verdadera y lograda. Ahora bien, las artes solo hablan el lenguaje ingenuo e infantil de la intuición, no el abstracto y serio de la reflexión: de ahí que su respuesta sea una imagen pasajera, no un conocimiento universal permanente. Así que, para la intuición, toda obra de arte responde a esa pregunta: cada pintura, cada estatua, cada poema, cada escena en el teatro; también la música aporta su respuesta y, por cierto, con mayor profundidad que todas las demás, pues ella expresa la esencia más íntima de toda vida o existencia en algún lenguaje inteligible de inmediato pero intraducible al diferente de la razón. De manera que todas las demás artes presentan ante quien pregunta una imagen intuitiva y dicen: ¡Mira aquí, esto es la vida! Su respuesta, por muy correcta que pueda ser, proporciona solo una satisfacción parcial en vez de una satisfacción completa y definitiva. Y es que aquellas ofrecen siempre un fragmento, un ejemplo en vez de la regla, no la totalidad que solo puede ofrecerse en la universalidad del concepto. Dar una respuesta para este, es decir, para la reflexión e in abstracto, a la mencionada pregunta, que sea duradera y que baste para siempre, es la tarea de la filosofía. Entre tanto, vemos aquí sobre qué se sustenta el parentesco de la filosofía con las bellas artes y podemos inferir en qué medida también la capacidad para ambas posee una misma raíz, si bien muy diferente en su dirección y en lo secundario."
('El mundo como voluntad y representación', 1844)
"No hay belleza sin iniciación: la creencia propagada por los estéticos de que la obra de arte hay que entenderla puramente desde sí misma como objeto de intuición inmediata, carece de sostén. Su limitación no está solamente en los presupuestos culturales de una creación, en su «lenguaje», que solo el iniciado puede asimilar. Porque incluso cuando no aparecen dificultades en ese orden, la obra de arte exige algo más que el abandonarse a ella. El que llega a encontrar bello el «murciélago» tiene que saber lo que es el «murciélago»: tuvo que haberle explicado su madre que no se trata del animal volador, sino de un disfraz; tiene que recordar que una vez le dijo: mañana podrás vestirte de murciélago. Seguir la tradición significaba experimentar la obra artística como algo aprobado y vigente; participar en ella de las reacciones de todos los que la vieron con anterioridad. Cuando ello se acaba, la obra aparece en toda su desnudez con sus imperfecciones. El acto pasa del ritual a la idiotez, y la música de constituir un canon de evoluciones con sentido a volverse rancia e insípida. Entonces ya no es tan bella."
('Minima Moralia', 1951)
"Individualista, por tanto, antisocial y subversivo: así es como se define la posición ambigua del artista. Si su producción no está impregnada de un carácter personal fuertemente marcado (lo que implica una posición individualista y, en consecuencia, firmemente antisocial y en esa medida subversiva), no tiene ningún valor. En cambio, si ese talante individualista se extrema hasta el punto de rechazar toda comunicación con el público, si ese talante individualista se exaspera hasta no desear que la obra producida se exponga ante los ojos de cualquiera, o incluso hasta hacerla intencionalmente tan secreta, tan cifrada, que se hurte a toda mirada, entonces su carácter de subversión desaparece; se convierte en una detonación que, producida en el vacío, ya no emite ningún sonido. El artista se encuentra así solicitado por sendas aspiraciones contradictorias, dar la espalda al público y hacerle frente. [...] La casta dominante , apoyada en sus sabios (que solo aspiran a servirla e incluirse en ella, alimentados de la cultura elaborada por ella para su gloria y devoción), no pretende de ninguna manera, no nos equivoquemos, cuando pone a disposición del pueblo sus castillos, sus museos y sus bibliotecas, que este extraiga de ahíla idea de dedicarse a su vez a la creación. No son escritores ni artistas lo que la clase dominante, gracias a su propaganda cultural, se propone crear, son lectores y admiradores. La propaganda cultural se dedica, muy al contrario, a hacer sentir a los administrados el abismo que los separa de esos prestigiosos tesoros de los que la clase dirigente tiene la llave, y la inutilidad de toda intención de hacer obra creativa de valor fuera de los caminos señalizados por ella."
('Asfixiante cultura', 1968)
"Elogio de los individuos rebeldes: si el arte falla hoy en este país, y aparentemente también en su entorno, se debe a que no hay espíritu de rebeldía; no hay ideas nuevas que surjan de los artistas jóvenes. Estos pretenden lo mismo que sus predecesores, si bien intentando superarlos. En arte, la perfección no existe. Y siempre se produce una pausa artística cuando los artistas de un periodo determinado se contentan con reanudar el trabajo de un predecesor en el punto donde este lo ha abandonado y con intentar proseguir lo que hacía.
De otro lado, cuando uno elige algo que pertenece a un periodo anterior y lo adapta a su propio trabajo, esta línea puede resultar creadora. No es nuevo el resultado; aunque sí es nuevo en la medida en que procede de una línea original.
Sólo producido por una serie de individuos expresándose personalmente viene producido el arte: no es una cuestión de progreso. El progreso no es más que una pretensión exorbitante por parte nuestra."
('Escritos: Du champ du signe', 1978)
"El gusto, un juicio social: con vistas a conseguir determinar cómo la disposición cultivada y la competencia cultural, aprehendidas mediante la naturaleza de los bienes consumidos y la manera de consumirlos, varían según las categorías de los agentes y según los campos a los cuales aquellas se aplican, desde los campos más legítimos, como la pintura o la música, hasta los más libres, como el vestido, el mobiliario o la cocina, y, dentro de los campos legítimos, según los «mercados» {<escolar> о <extraescolar>} en los que se ofrecen, son establecidos un par de hechos fundamentales: por una parte, la fuerte relación que une las prácticas culturales (o las opiniones aferentes) con el capital escolar (medido por las titulaciones obtenidas) y, secundariamente, con el origen social (estimado por la profesión del padre); y, por otra parte, el hecho de que, a capital escolar equivalente, el peso del origen social en el sistema explicativo de las prácticas y de las preferencias se acrecienta a medida que nos alejamos de los campos más legítimos."
('La distinción: criterio y bases sociales del gusto', 1979)
"Entre el animal y el hombre: arte. El arte prehistórico más antiguo marca seguramente el paso del animal al hombre. Sin duda, en el momento en el que nació el arte figurativo, el hombre existía desde hacía mucho tiempo. Pero no bajo la forma que justifica la suerte de emoción que, siendo humanos, tenemos si nos sentimos semejantes y solidarios. Los antropólogos designan con el nombre de Homo faber al hombre del Paleolítico inferior, que no contaba aun con la posición erecta, que permanecía todavía muy lejos de nuestras múltiples posibilidades y no tenía de nosotros más que la habilidad de fabricar útiles. Solo el Homo sapiens es nuestro semejante, a la vez por el aspecto, la capacidad craneal y, más allá del cuidado de la inmediata utilidad, por la facultad de crear, lejos de útiles, obras en las que la sensibilidad aflora.
El aspecto del primer hombre no nos es conocido más que indirectamente por huesos, y su capacidad craneal es una representación de la mente. El arte prehistórico es así la sola vía por la cual, a la larga, el paso del animal al hombre se ha hecho sensible para nosotros. A la larga y también, hay que decirlo, a partir de una fecha bastante reciente. En efecto, este arte -en otras épocas ignorado...- solo ha sido hace poco el objeto de un descubrimiento en dos tiempos. Al principio, la primera revelación del arte parietal paleolítico no encontró sino indiferencia. Como en un cuento de hadas, la pequeña hija de Marcelino de Santuola, descubrió con 5 años de edad, en 1879, al interior de las cuevas de Altamira, cerca de Santander, maravillosos frescos policromados. Su pequeña estatura le había permitido errar sin esfuerzo en una sala tan baja que nadie aún entraba en ella. Desde entonces, los visitantes emergieron, pero la idea de un arte admirable, debido a hombres muy primitivos, no pudo imponerse. Había allí algo chocante, los sabios se encogieron de hombros, y se terminó por no ocuparse de esas inverosímiles pinturas. Desconocidas, despreciadas, no han obtenido sino tardíamente el paso de aduana de la ciencia: lo que solo fue después de 1900."
('El paso del animal al hombre y el nacimiento del arte', 1988)
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[Continuará -'ANTI-MANUAL[ES]...'/2º > sobre Cómo podremos [juntos] Vivir...]
















