domingo, 16 de noviembre de 2025

"ANTI-MANUAL[ES] DE FILOSOFÍA[S]" /1° => ...sobre Quiénes [y qué] Somos...

   
"PERJUDICAR a la NECEDAD... -Nietzsche dijo- es tarea de toda Filosofía"

Según destaca Michel Onfray, singular autor del proyecto para una 'contra-historia de la filosofía', en realidad, nuestra "relación con la filosofía depende de quien nos enseña la disciplina. De eso no se libra nadie... Y así, todo es posible. Lo peor o lo mejor...  El programa oficial básico, por cierto, como mínimo está constituido por nueve nociones: la Naturaleza, el Arte, la Libertad, el Derecho, la Técnica, la Razón, la Conciencia, la Historia, la Verdad, y de una serie de filósofos: una treintena de obras que van desde Platón (428-347 a. de C.), el más antiguo, hasta Heidegger (1889-1976), el que más recientemente ha fallecido; porque para las autoridades académicas, un buen filósofo es el muerto [...]
 
Lo mejor es la enseñanza 'socrática'. ¿Y qué es eso? Sócrates (470-399 a. de C.) era un filósofo griego que enseñaba en las calles de Atenas, en Grecia, hace casi veinticinco siglos. Su palabra se dirigía a los que se acercaban a él en la plaza pública, en la calle. Él los inquietaba haciéndoles comprender con genuina ironía y un verdadero dominio de la palabra que sus certidumbres no soportaban mucho tiempo el examen y la critica. Tras haberle frecuentado, y discutido con él, los individuos volvían metamorfoseados: la filosofía les abría inmensas posibilidades y cambiaba el curso de su existencia [...] 

El maestro 'socrático' pone su saber, su ironía, su dominio de la palabra, su cultura, su gusto teatral y su talento al servicio de la puesta en escena del pensamiento, a vuestro servicio, al servicio de vuestras inquietudes, de vuestros interrogantes, a fin de que en vuestra existencia podáis utilizar la asignatura para pensar mejor, ser más críticos, estar mejor preparados para comprender el mundo y, eventualmente, actuar sobre él [...] Para ese tipo de profesor, no están, por un lado, los temas nobles, propiamente filosóficos (el origen del tiempo, la naturaleza de la materia, la realidad de las ideas, la función de la razón, la formación de un razonamiento, etc.) y, por otro, los demás que no lo serían [...]

Con independencia del quien lo transmita, la filosofía tiene tras de sí casi 30 siglos de pensamiento y pensadores, en la India, en China (un mundo, ése, de l@ que no se nos enseña en Europa; puesto que tradicionalmente por aquí hacemos comenzar la filosofía sin razón en Grecia, por el siglo VII antes de Jesucristo con los 'presocráticos', aquellos que enseñaban ya desde antes que Sócrates: Parménides, Heráclito, Demócrito, entre muchos otros), e igualmente en el gran imperio de Roma y todo el resto de Occidente. Dichos sistemas de pensamiento, tales ideas, esas personas nos proponen suficientes preguntas y respuestas como para que saquemos provecho de un libro, un texto, unas páginas o una figura cimera entre todo ese universo singular.

En los programas oficiales se transmiten valores seguros, clásicos. La mayoría de las veces alteran poco el orden social, moral y espiritual, cuando no lo fortalecen claramente. Pero también existen, y en cantidad muy considerable, más filósofos marginales, raros, subversivos, que saben vivir, reír, comer y beber, a los que les gusta el amor, la amistad, la vida en todas sus formas: Aristipo de Cirene (hacia el 435-366 a. de C.) y los filósofos de su escuela, los 'cirenaicos' [tan 'escépticos' como 'hedonistas'], Diógenes de Sínope (s. v. a. de C.), y los 'cínicos', Gassendi (1592-1655) y los 'libertinos', La Mettrie (1709-1751), Diderot (1713-1784), Helvecio (1715-1771) con los 'materialistas', Charles Fourier (1772-1837) entre otros 'utopistas', Raoul Van Eigem (nacido en 1934) más los 'situacionistas', etc.

No imaginemos, porque se presenten prioritariamente pensadores poco excitantes -o porque el profesor que nos los transmita tampoco parezca excitante-, que toda la filosofía se reduce a siniestros personajes ni tristes individuos tanto más dotados para pensar cuanto para ser torpes en la vida y desfasados en la existencia. La filosofía es un continente lleno de gente destacable con ideas o pensamientos diversos contradictorios mas útiles para el éxito de nuestra existencia, a fin de que podamos regocijarnos continuamente en nuestras vidas y construirlas día tras día. 

Al profesor le corresponde proporcionar el mapa y la brújula, a nosotros trazar nuestro camino en esta geografía farragosa, pero apasionante..." Por ello pues, para poder abrirnos más el espectro de informaciones disponibles a la hora del seguir abordando luego cada cual aquella singladura particular e intransferible de su reflexión personal, seguidamente se citan unos racimos de textos (con variado tratamiento filosófico sobre distintas cuestiones planteadas) extractados entre otros que ha reunido el autor mediante su antedicho valioso compendio (siempre reivindicativo de unos discursos usualmente ninguneados -desde las inmensas mayorías de sesudos tratados académicos dominantes- y en cambio aquí literalmente transcritos):  
 
   
- La naturaleza
 

"¿Dónde están los bárbaros? Que nada bárbaro o salvaje hay en aquella nación, según lo que me han contado, sino que cada cual considera bárbaro lo que no pertenece a sus costumbres. Ciertamente parece que no tenemos más punto de vista sobre la verdad y la razón que el modelo y la idea de las opiniones y usos del país en el que estamos. Allí está siempre la religión perfecta, el gobierno perfecto, la práctica perfecta y acabada de todo. Tan salvajes son como los frutos a los que llamamos salvajes por haberlos producido la naturaleza por sí misma y en su normal evolución: cuanto en verdad, mejor haríamos en llamar salvajes a los que hemos alterado con nuestras artes, desviándolos del orden común.

Tres de ellos, ignorantes de lo que costará algún día a su tranquilidad y ventura, el conocer las corrupciones de acá, y de que de este trato les vendrá la ruina, la cual supongo se habrá iniciado ya, bien míseros por haberse dejado engañar por el deseo de la novedad y haber abandonado la dulzura de su cielo para venir a ver el nuestro, fueron a Ruán, en la época en que nuestro difunto rey Carlos IX allí estaba. El rey habloles largo tiempo; y se les mostró nuestra manera de ser, nuestra pompa, la forma de una hermosa ciudad. Tras esto, alguien pidió su opinión, queriendo saber qué les había parecido más admirable; respondieron tres cosas, de las cuales he olvidado la tercera, lo que lamento profundamente; mas aún conservo dos en la memoria. Dijeron que, en primer lugar, hallaban muy extraño que tantos hombres grandes y fuertes, barbados y armados, como rodeaban al rey (parece ser que hablaban de su guardia suiza) se sometieran 'y obedecieran a un niño, en lugar de elegir mejor' a alguno de ellos para mandar; en segundo (tienen una manera de hablar tal que llaman a los hombres mitad unos de otros), que habían observado que había entre nosotros, hombres ricos y colmados de toda suerte de comodidades mientras sus mitades mendigaban a sus puertas, descarnados de hambre y pobreza, y que hallaban extraño que esas mitades menesterosas pudieran sufrir tal injusticia sin acogotar a los otros y sin pegar fuego a sus casas.

Hablé largo tiempo con uno de ellos; mas tenía un intérprete que me seguía tan mal y era tan necio e inepto para entender mis ideas que no pude disfrutar con él. Cuando le pregunté qué ventaja obtenía con la superioridad de la que gozaba sobre los suyos (pues era un capitán y nuestros marineros llamábanle rey), díjome que era el primero en marchar a la guerra; a la pregunta de cuántos hombres lo seguían, mostrome una extensión de tierra, para significar que eran tantos como podían caber en tal espacio, pudiendo ser unos cuatro mil o cinco mil hombres; a la de si fuera de la guerra expiraba toda su autoridad, contestó que le quedaba el hecho de que cuando visitaba los pueblos que de él dependían, abríanle senderos a través de la vegetación de sus bosques por donde pudiera pasar cómodamente. No está mal todo esto: mas ¡qué decís! ¡No llevan calzas!"

('Ensayos'1580-1588)
 

"El hombre es un lobo para el hombre: es manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los obligue a todos al respeto, están en aquella condición que se llama guerra; y una guerra como de todo hombre contra todo hombre. Pues la guerra no consiste solo en batallas, o en el acto de luchar; sino en un espacio de tiempo donde la voluntad de disputar en batalla es suficientemente conocida. Y, por tanto, la noción de tiempo debe considerarse en la naturaleza de la guerra; como está en la naturaleza del tiempo atmosférico. Pues así como la naturaleza del mal tiempo no está en un chaparrón o dos, sino en una inclinación hacia la lluvia de muchos días en conjunto, así la naturaleza de la guerra no consiste en el hecho de la lucha, sino en la disposición conocida hacia ella, durante todo el tiempo en que no hay seguridad de los contrario. [...]

Puede resultar extraño para un hombre que no haya sopesado bien estas cosas que la naturaleza disocie de tal manera y hágales a los hombres capaces del invadir y destruirse mutuamente. Y es posible que, en consecuencia, desee, no confiando en esta inducción derivada de las pasiones, confirmar la misma por experiencia. Medite entonces él, que se arma y trata de ir bien acompañado cuando viaja, que atranca sus puertas cuando se va a dormir, que echa el cerrojo a sus arcones incluso en su casa, y esto sabiendo que hay leyes y empleados públicos armados para vengar todo daño que se la haya hecho, qué opinión tiene de su prójimo cuando cabalga armado, de sus conciudadanos cuando atranca sus puertas, y de sus hijos y servidores cuando echa el cerrojo a sus arcones. ¿No acusa así a la humanidad con sus acciones como lo hago yo con mis palabras? Pero ninguno de nosotros acusa por ello a la naturaleza del hombre. Los deseos, y otras pasiones del hombre, no son en sí mismos pecado. No lo son tampoco las acciones que proceden de esas pasiones, hasta que conocen una ley que las prohíbe. Lo que no pueden saber hasta qué leyes. Ni puede hacerse ley alguna hasta que hayan acordado la persona que lo hará."

('Leviatán', 1651)
 

"El mono del pequeño sombrero: de los animales al hombre la transición no es violenta, los verdaderos filósofos estarán de acuerdo en ello. ¿Qué era el hombre antes de la invención de las palabras y del conocimiento de las lenguas? [...]

Un animal de su especie que con mucho menos instinto natural que los otros (pues entonces no se creía rey) no se distinguía del mono y de los otros animales... más que como el mismo mono se distingue de ellos, quiero decir por una fisonomía que anunciaba más talento. Reducido al solo conocimiento intuitivo de los leibnizianos, no veía más que figuras, colores, sin poder distinguir nada entre ellos; tanto viejo como joven, pero siempre niño, balbuceaba sus sensaciones y sus necesidades como un perro hambriento o aburrido por el reposo pide de comer o pasear.

Las palabras, las lenguas, las leyes, las ciencias, las bellas artes llegaron, y por ellas, al fin, el diamante bruto de nuestro espíritu fue pulido. De un animal se ha hecho un hombre, de mozo de cuerda se ha pasado a autor. Un geómetra ha aprendido a hacer las demostraciones y cálculos más difíciles, como un mono a quitarse o ponerse su sombrerito y a subir sobre su dócil perro. Todo se ha hecho por signos, cada especie ha comprendido lo que ella ha podido comprender; es así como los hombres han adquirido el conocimiento simbólico, todavía llamado así por nuestros filósofos de Alemania."

('El hombre máquina', 1748)
 

"Las bestias no son bestias: es una pena, una pobreza de espíritu, haber dicho que los animales son máquinas que carecen de conocimientos y sentimientos, que siempre realizan sus cosas del mismo modo y no perfeccionan nada. ¡Qué equivocación! El pájaro que hace su nido en semicírculo cuando lo fija en una pared, que lo construye en forma de cuarto de círculo cuando lo hace en un ángulo, y en círculo perfecto cuando lo coloca en un árbol, no hace siempre lo mismo. El perro de caza que adiestramos durante tres meses, sabe mucho más pasado ese tiempo que antes de empezar a enseñarle. El canario al que enseñamos un aire cualquiera, no lo repite al instante, sino que necesita tiempo para aprenderlo, pero vemos que va corrigiéndose hasta que lo canta bien.

Porque el hombre habla, ¿juzgas que tiene sentimientos, memoria e ideas? Pues bien, sin pronunciar una palabra, verás que entro en mi casa entristecido busco un papel con inquietud, abro un cajón porque recuerdo que allí lo guardé, lo encuentro y lo leo con alegría. Sin hablar, conocerás que experimenté el sentimiento de la aflicción y el placer, que estoy dotado de memoria y de conocimiento.

Juzga, pues, con el mismo criterio al perro que ha perdido a su amo, lo busca por todos los caminos lanzando lastimeros ladridos, que entra en la casa agitado, inquieto, que baja y sube, y va de estancia en estancia hasta que al fin encuentra al dueño que ama y atestigua la alegría que siente mediante gruñidos, saltos y caricias.

Varios bárbaros atrapan a ese perro que aventaja al hombre en ser fiel a la amistad, lo atan en una mesa y lo abren en vivo para examinarle las entrañas, descubriendo en él los mismo órganos del sentimiento que tiene el hombre. Contestadme, mecanicistas, ¿la naturaleza les concedió los órganos del sentimiento a los animales con el fin de que no sintieran? ¿Teniendo nervios, pueden ser insensibles? ¿No supone esto contradecir las leyes de la naturaleza?

En cambio, hay otros filósofos que preguntan qué es el alma de las bestias. No comprendo esta cuestión. El árbol tiene la facultad de recibir en sus fibras la savia que circula por ellas, y de abrir los botones de sus hojas y sus frutos. ¿Me preguntaréis por eso qué es el alma de ese árbol que ha recibido sus dones, y el animal los del sentimiento, la memoria y un limitado número de ideas. ¿Quién creó esos dones, quién concedió esas facultades? El que hace crecer la hierba en los campos y gravitar la Tierra alrededor del Sol.

'Las almas de las bestias son formas sustanciales', dijo Aristóteles; después de él, la escuela árabe; luego, la escuela angélica, la Sorbona, y después de la Sorbona, nadie.

'Las almas de las bestias son materiales', dijeron otros filósofos, y estos tuvieron tan poca suerte como los demás. En vano se les preguntó qué es un alma material; es preciso que convengan en qué significa la materia que siente; mas ¿quién le concedió el don de sentir? El alma es material, insisten -es decir, la materia da sensación a la materia...- y continúan sin salir nunca del mismo círculo vicioso.

Escuchad a otras bestias lo que dicen razonando sobre las bestias: su alma es un ser espiritual que muere con el cuerpo. Pero ¿qué prueba tienen de eso? ¿Qué idea tienen de ese ser espiritual que está dotado de sentimiento, de memoria y en cierta medida de ideas y combinaciones, pero que nunca podrá saber lo que sabe un niño de 6 años? ¿En qué se basan para creer que ese ser, que según ellos no es corporal, muere con el cuerpo? Son más bestias aún los hombres que han supuesto que el alma no es corporal ni espiritual. Ese es el sistema más necio. Solo podemos explicar lo que es el espíritu diciendo que es algo desconocido, que no es corporal; así pues, el sistema de esos señores viene a decir que el alma de las bestias es una sustancia que no es corporal ni algo que sea corporal.

¿De dónde provienen tan contradictorios errores? De la costumbre que siempre tuvieron los hombres del examinar una cosa antes de saberse si acaso existe. Decimos la lengüeta, la válvula de un fuelle, el alma del fuelle. ¿Qué es, pues, esta alma? Es el nombre que doy a esa válvula que baja, deja entrar el aire, se levanta y le hace pasar por un tubo cuando hago mover el fuelle. Esta alma no es diferente del alma de una máquina. Pero ¿quién hace mover el fuelle de los animales? Ya lo he dicho, el que hace mover los astros. El filósofos que dijo 'Deus est alma brutorum' tenía razón, pero debió ir más allá."

('Diccionario filosófico'1764)

"Contra los amantes del orden:

    A. -¿Hay que civilizar al hombre o hay que dejarlo abandonado a su instinto?

    B. -¿Debo responder con precisión?

    A. -Sin duda

   B. - Si os proponéis ser su tirano, civilizadlo; envenenadlo como mejor podáis con una moral contraria a la naturaleza; ponedle trabas de todas clases; interceptad sus movimientos con toda clase de obstáculos; atadlo a fantasmas que lo atemoricen; eternizad la guerra en el interior de la caverna y que cada hombre natural encadenado a los pies del moral esté siempre. ¿Queréis que sea libre y feliz? No os metáis en sus asuntos: bastantes incidentes imprevistos se encargarán de conducirlo a la luz y a la depravación; y tened para siempre la seguridad de que no fue para vos sino para ellos mismos por lo que aquellos sabios legisladores os amasaron y os manipularon como lo fuisteis. Apelo a todas las instituciones políticas, civiles y religiosas: examinadlas profundamente; o me equivoco mucho o veréis a la especie humana plegarse, siglo tras siglo, bajo el yugo que un puñado de tunantes se habían prometido imponerle. Desconfiad del que quiere restablecer el orden. Ordenar es siempre convertirse en dueño de los demás molestándolos."

('Suplemento al viaje de Bougainville', en 'Viaje a Taiti', 1773)
 

"No se nace mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino. Sólo la mediación del ajeno puede constituir a un individuo en algún Otro. En tanto que existe para sí, el niño no podría captarse como sexualmente diferenciado. Entre las jóvenes y los varones el cuerpo es, en primer lugar, la irradiación de una subjetividad, el instrumento que realiza la comprensión del mundo: el universo es apresado a través de los ojos o las manos, pero no por las partes sexuales. El drama del nacimiento y el del destete se desarrollan de la misma manera en los bebés de ambos sexos que tienen los mismos intereses y placeres; en primer término, la succión es la fuente de sus sensaciones más agradables; después pasan por una fase anal en la que sus mayores satisfacciones están dadas por las funciones excretorias, que les son comunes; su desarrollo genital es análogo; exploran su cuerpo con la misma curiosidad y la misma indiferencia; obtienen el mismo placer incierto del clítoris y del pene; en la medida en que su sensibilidad se objetiva, se vuelve hacia la madre: la piel femenina, suave, lisa y elástica es la que suscita deseos sexuales, y esos deseos son aprehensivos; tanto la niña como el varón abrazan agresivamente a la madre, la palpan y la acarician; tienen los mismos celos si nace otro hijo, y lo manifiestan con las mismas conductas: cólera, enojos, disturbios urinarios; y recurren a las mismas coqueterías para obtener el amor de los adultos. Hasta los doce años la niña es tan robusta como sus hermanos, manifiesta las mismas capacidades intelectuales, y no hay dominio alguno en el cual le esté prohibido rivalizar con ellos. Si mucho antes de la pubertad, y a veces desde su más tierna infancia, se nos presenta como sexualmente especificada, no es porque una serie de misteriosos instintos la destinen ya a la pasividad, la coquetería y la maternidad, sino porque la intervención de terceros en la vida del niño es casi original, y porque desde sus primeros años su vocación le es poderosamente insuflada."     

('El segundo sexo', 1949)
 

"Los hombres maniatados: la desvergüenza de Diógenes no se comprende a primera vista. Si bien, por una parte, parece explicarse de una manera filosófico-natural (naturalia non sunt turpia), su centro de gravedad queda dentro del ámbito político, teórico-social. La vergüenza constituye la más íntima atadura social que nos liga, por encima de todas las reglas concretas de la conciencia, a los patrones generales de comportamiento. No obstante, el filósofo de la existencia no puede contentarse con los prefijados adiestramientos sociales de la vergüenza. Él desarrolla el proceso desde el principio; que el hombre tenga que avergonzarse realmente es una cosa que en absoluto viene dada por los convencionalismos sociales, tanto más cuanto que la sociedad misma es sospechosa incluso de apoyarse en perversiones e irracionalidades. El kzínico {es decir, el 'cínico' de la Antigüedad, por oposición al otro 'cínico' contemporáneo} deja las andaderas de uso general que se nos imponen a través de las prescripciones de vergüenza encarnadas profundamente [...]

Con su masturbación pública comete una desvergüenza con la cual se pone en oposición a los adiestramientos políticos de la virtud de todos los sistemas. Esta desvergüenza fue el ataque frontal a toda política familiar, la pieza nuclear de cualquier conservadurismo. Dado cómo él mismo, tal y como dice vergonzosamente la tradición, se canta su canción nupcial con sus propias manos, no sucumbió a la necesidad de llegar al matrimonio para satisfacer sus necesidades sexuales. Diógenes enseñaba de una manera práctica la masturbación, entendida como progreso cultural, no como regreso a lo animal. Según el sabio, se debe dejar vivir incluso al animal en la medida en que este es condición del hombre. El jocoso masturbador («también se podía expulsar el hambre frotándose el vientre») rompe la conservadora economía sexual sin realizar sacrificios vitales. La independencia sexual es una de las condiciones más importantes para la emancipación."

('Crítica de la razón cínica', 1983)
 

"La naturaleza no es natural. Trataremos de justificar nuestra oposición a la naturaleza: olvidamos con demasiada facilidad que ella misma, en sus manifestaciones más típicas -el campo, el bosque, la senda, etcétera- resulta de una conquista del hombre y de una paciente labor. No podemos escribir más que una historia del campo. El que contempla su armonía observa el fin o el aspecto externo, despreciando los medios, la maquinaria subyacente. Ha sido necesario, durante generaciones, desbrozar, plantar, talar, podar, alinear: los vegetales y los animales, a su vez, ponen a la vista opciones y operaciones. ¡En resumen, la naturaleza no es natural!

A esta pretendida realidad en sí -nacida del arte [por lo tanto, obra de la humanidad]-, que sobrepasaría al hombre, lo precedería e incluso lo inspiraría, y que él debería, en consecuencia, preservar y respetar, le reconocemos al menos una característica importante: ella se ofrece a nuestras elaboraciones. Constituye una suerte de material plástico que permite y pide transformaciones; en suma, la naturaleza invita, no a la conservación, sino a la artificialidad. No demanda sino ser manipulada, manejada, reglada."

('El dominio de lo viviente', 1988)
 
  
El arte
 

"Parentesco de la filosofía y las bellas artes: ¿Qué es la vida? A esta pregunta responde a su manera y con absoluta tranquilidad toda obra de arte verdadera y lograda. Ahora bien, las artes solo hablan el lenguaje ingenuo e infantil de la intuición, no el abstracto y serio de la reflexión: de ahí que su respuesta sea una imagen pasajera, no un conocimiento universal permanente. Así que, para la intuición, toda obra de arte responde a esa pregunta: cada pintura, cada estatua, cada poema, cada escena en el teatro; también la música aporta su respuesta y, por cierto, con mayor profundidad que todas las demás, pues ella expresa la esencia más íntima de toda vida o existencia en algún lenguaje inteligible de inmediato pero intraducible al diferente de la razón. De manera que todas las demás artes presentan ante quien pregunta una imagen intuitiva y dicen: ¡Mira aquí, esto es la vida! Su respuesta, por muy correcta que pueda ser, proporciona solo una satisfacción parcial en vez de una satisfacción completa y definitiva. Y es que aquellas ofrecen siempre un fragmento, un ejemplo en vez de la regla, no la totalidad que solo puede ofrecerse en la universalidad del concepto. Dar una respuesta para este, es decir, para la reflexión e in abstracto, a la mencionada pregunta, que sea duradera y que baste para siempre, es la tarea de la filosofía. Entre tanto, vemos aquí sobre qué se sustenta el parentesco de la filosofía con las bellas artes y podemos inferir en qué medida también la capacidad para ambas posee una misma raíz, si bien muy diferente en su dirección y en lo secundario."

('El mundo como voluntad y representación', 1844)
 

"No hay belleza sin iniciación: la creencia propagada por los estéticos de que la obra de arte hay que entenderla puramente desde sí misma como objeto de intuición inmediata, carece de sostén. Su limitación no está solamente en los presupuestos culturales de una creación, en su «lenguaje», que solo el iniciado puede asimilar. Porque incluso cuando no aparecen dificultades en ese orden, la obra de arte exige algo más que el abandonarse a ella. El que llega a encontrar bello el «murciélago» tiene que saber lo que es el «murciélago»: tuvo que haberle explicado su madre que no se trata del animal volador, sino de un disfraz; tiene que recordar que una vez le dijo: mañana podrás vestirte de murciélago. Seguir la tradición significaba experimentar la obra artística como algo aprobado y vigente; participar en ella de las reacciones de todos los que la vieron con anterioridad. Cuando ello se acaba, la obra aparece en toda su desnudez con sus imperfecciones. El acto pasa del ritual a la idiotez, y la música de constituir un canon de evoluciones con sentido a volverse rancia e insípida. Entonces ya no es tan bella."
  
('Minima Moralia', 1951)
  

"Individualista, por tanto, antisocial y subversivo: así es como se define la posición ambigua del artista. Si su producción no está impregnada de un carácter personal fuertemente marcado (lo que implica una posición individualista y, en consecuencia, firmemente antisocial y en esa medida subversiva), no tiene ningún valor. En cambio, si ese talante individualista se extrema hasta el punto de rechazar toda comunicación con el público, si ese talante individualista se exaspera hasta no desear que la obra producida se exponga ante los ojos de cualquiera, o incluso hasta hacerla intencionalmente tan secreta, tan cifrada, que se hurte a toda mirada, entonces su carácter de subversión desaparece; se convierte en una detonación que, producida en el vacío, ya no emite ningún sonido. El artista se encuentra así solicitado por sendas aspiraciones contradictorias, dar la espalda al público y hacerle frente. [...] La casta dominante , apoyada en sus sabios (que solo aspiran a servirla e incluirse en ella, alimentados de la cultura elaborada por ella para su gloria y devoción), no pretende de ninguna manera, no nos equivoquemos, cuando pone a disposición del pueblo sus castillos, sus museos y sus bibliotecas, que este extraiga de ahíla idea de dedicarse a su vez a la creación. No son escritores ni artistas lo que la clase dominante, gracias a su propaganda cultural, se propone crear, son lectores y admiradores. La propaganda cultural se dedica, muy al contrario, a hacer sentir a los administrados el abismo que los separa de esos prestigiosos tesoros de los que la clase dirigente tiene la llave, y la inutilidad de toda intención de hacer obra creativa de valor fuera de los caminos señalizados por ella."

('Asfixiante cultura', 1968)
 

"Elogio de los individuos rebeldes: si el arte falla hoy en este país, y aparentemente también en su entorno, se debe a que no hay espíritu de rebeldía; no hay ideas nuevas que surjan de los artistas jóvenes. Estos pretenden lo mismo que sus predecesores, si bien intentando superarlos. En arte, la perfección no existe. Y siempre se produce una pausa artística cuando los artistas de un periodo determinado se contentan con reanudar el trabajo de un predecesor en el punto donde este lo ha abandonado y con intentar proseguir lo que hacía.

De otro lado, cuando uno elige algo que pertenece a un periodo anterior y lo adapta a su propio trabajo, esta línea puede resultar creadora. No es nuevo el resultado; aunque sí es nuevo en la medida en que procede de una línea original.

Sólo producido por una serie de individuos expresándose personalmente viene producido el arte: no es una cuestión de progreso. El progreso no es más que una pretensión exorbitante por parte nuestra."
 
('Escritos: Du champ du signe', 1978)


"El gusto, un juicio social: con vistas a conseguir determinar cómo la disposición cultivada y la competencia cultural, aprehendidas mediante la naturaleza de los bienes consumidos y la manera de consumirlos, varían según las categorías de los agentes y según los campos a los cuales aquellas se aplican, desde los campos más legítimos, como la pintura o la música, hasta los más libres, como el vestido, el mobiliario o la cocina, y, dentro de los campos legítimos, según los «mercados» {<escolar> о <extraescolar>} en los que se ofrecen, son establecidos un par de hechos fundamentales: por una parte, la fuerte relación que une las prácticas culturales (o las opiniones aferentes) con el capital escolar (medido por las titulaciones obtenidas) y, secundariamente, con el origen social (estimado por la profesión del padre); y, por otra parte, el hecho de que, a capital escolar equivalente, el peso del origen social en el sistema explicativo de las prácticas y de las preferencias se acrecienta a medida que nos alejamos de los campos más legítimos."

('La distinción: criterio y bases sociales del gusto', 1979)


"Entre el animal y el hombre: arteEl arte prehistórico más antiguo marca seguramente el paso del animal al hombre. Sin duda, en el momento en el que nació el arte figurativo, el hombre existía desde hacía mucho tiempo. Pero no bajo la forma que justifica la suerte de emoción que, siendo humanos, tenemos si nos sentimos semejantes y solidarios. Los antropólogos designan con el nombre de Homo faber al hombre del Paleolítico inferior, que no contaba aun con la posición erecta, que permanecía todavía muy lejos de nuestras múltiples posibilidades y no tenía de nosotros más que la habilidad de fabricar útiles. Solo el Homo sapiens es nuestro semejante, a la vez por el aspecto, la capacidad craneal y, más allá del cuidado de la inmediata utilidad, por la facultad de crear, lejos de útiles, obras en las que la sensibilidad aflora.

El aspecto del primer hombre no nos es conocido más que indirectamente por huesos, y su capacidad craneal es una representación de la mente. El arte prehistórico es así la sola vía por la cual, a la larga, el paso del animal al hombre se ha hecho sensible para nosotros. A la larga y también, hay que decirlo, a partir de una fecha bastante reciente. En efecto, este arte -en otras épocas ignorado...- solo ha sido hace poco el objeto de un descubrimiento en dos tiempos. Al principio, la primera revelación del arte parietal paleolítico no encontró sino indiferencia. Como en un cuento de hadas, la pequeña hija de Marcelino de Santuola, descubrió con 5 años de edad, en 1879, al interior de las cuevas de Altamira, cerca de Santander, maravillosos frescos policromados. Su pequeña estatura le había permitido errar sin esfuerzo en una sala tan baja que nadie aún entraba en ella. Desde entonces, los visitantes emergieron, pero la idea de un arte admirable, debido a hombres muy primitivos, no pudo imponerse. Había allí algo chocante, los sabios se encogieron de hombros, y se terminó por no ocuparse de esas inverosímiles pinturas. Desconocidas, despreciadas, no han obtenido sino tardíamente el paso de aduana de la ciencia: lo que solo fue después de 1900."

('El paso del animal al hombre y el nacimiento del arte', 1988)
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[Continuará -'ANTI-MANUAL[ES]...'/ > sobre Cómo podremos [juntos] Vivir...]

viernes, 24 de octubre de 2025

Confucio y Lao-Tzé: sendos caminos hacia la armonía

   
En los tiempos que nos ha tocado vivir por nuestro “mundo occidental” y con el imparable ascenso de oriente y lo suyo a primeros puestos, en muchos de los rankings existentes, para cualquier ámbito, parece interesante traer este breve y muy simple artículo sobre Confucianismo y Taoísmo, dos términos que suelen confundirse demasiado, conceptualmente al menos...

Durante la historia de la humanidad hay momentos en los que las palabras de un sabio iluminan siglos. Desde la antigua China, hace más de 2.500 años, dos hombres dejaron una huella que aún guía el pensamiento oriental: Confucio (Kǒngzǐ, 孔子) y Lao-Tzé (Lǎozǐ, 老子). Ambos buscaron respuestas a una misma pregunta -¿cómo puede el ser humano vivir en armonía consigo mismo y con el mundo?-, pero sus respuestas fueron tan distintas que dieron origen a dos de las tradiciones filosóficas más influyentes del planeta: el Confucianismo y el Taoísmo.
 
El contexto: un tiempo de caos y búsqueda

Lao-Tzé y Confucio y  vivieron en la época de los Reinos Combatientes, un período de guerras, corrupción y pérdida de valores en la antigua China. Las antiguas normas morales se desmoronaban y el pueblo sufría las consecuencias.

Frente a ese panorama, Confucio buscó restaurar el orden a través de la virtud, la educación y el respeto a las jerarquías. Lao-Tzé, en cambio, creyó que el problema estaba precisamente en el exceso de leyes y artificios: el hombre, dijo, debía volver a la sencillez natural y dejar que las cosas siguieran su curso según el Dao, el Camino eterno.
 
Dos sabios, un mismo propósito

Aunque sus enseñanzas se expresan en lenguajes muy distintos, ambos compartían una profunda fe en la bondad del ser humano y en la posibilidad de alcanzar la armonía mediante el cultivo interior.

Confucio veía en la educación moral la vía para regenerar la sociedad: si cada persona cumplía con su deber y actuaba con rectitud, el orden renacería de manera natural. Lao-Tzé, más introspectivo y místico, proponía desapegarse de las pasiones y del ego, fluir con el ritmo del universo y actuar sin forzar (wu wei, 无为), en equilibrio con la naturaleza.

Ambos coincidían en que el verdadero sabio no impone ni domina, sino que guía con su ejemplo y su serenidad.
 
  
Diferencias esenciales entre sus caminos: Dos visiones complementarias

Confucio nos habla del deber, de la familia, del gobierno justo y de la responsabilidad moral. Su ideal es el del hombre virtuoso que construye una sociedad ordenada y armoniosa.

“Gobierna con virtud —decía— y serás como la estrella polar: firme en su lugar, mientras las demás giran a su alrededor.”

Lao-Tzé, en cambio, nos invita al silencio y a la humildad. Su ideal es el del sabio que no lucha, que fluye como el agua y encuentra la fuerza en la suavidad.
“El sabio no compite, y por eso nadie puede competir con él.”

Confucio mira hacia el mundo de los hombres; Lao-Tzé, hacia el misterio del universo. Pero ambos, desde perspectivas opuestas, apuntan a una misma meta: el equilibrio entre el orden y la libertad, entre la razón y la intuición.
 
Legado y actualidad

Más de dos milenios después, sus ideas siguen vivas. El confucianismo moldeó la educación, la política y la ética familiar en Asia durante siglos. El taoísmo, por su parte, inspiró la espiritualidad, la medicina tradicional china, el arte, la poesía y disciplinas como el Taichí o el Gigong.

En el mundo actual —tan rápido, complejo y saturado de información—, la voz de ambos sabios nos recuerda que la verdadera sabiduría no consiste en acumular poder ni conocimiento, sino en cultivar la virtud y la serenidad.
 
Epílogo: dos caminos, un mismo destino

Lao-Tzé y Confucio encarnan dos maneras de buscar la armonía: uno a través del deber y la justicia, el otro mediante la quietud y la aceptación. Podríamos decir que Confucio enseña a vivir con los demás y Lao-Tzé enseña a vivir con uno mismo.

Y quizás la mayor enseñanza de ambos sea que el equilibrio interior y la paz social no son metas separadas, sino dos rostros de una misma sabiduría.

Nosotros también tenemos en occidente filósofos a los que acudir, en tiempos convulsos como los actuales, cosa que sería muy aconsejable hacer. Pero me ha parecido interesante, ahora que lo oriental está (y estará) muy de moda, hacer esta pequeña aportación para tratar de contribuir al entendimiento entre culturas, en este mundo y gobernanza global que se nos avecina inexorablemente, por mucha resistencia que, por parte de algunos, se esté poniendo…….

¡Salud y sed felices!
 
  

domingo, 5 de octubre de 2025

¿Cómo podría 'estallar [el camino hacia] la Paz' [verdadera] en Gaza recordando al Ulster... ya?

       
   
En un día de verano con cielo de acero, me detuve en la Asamblea de Irlanda del Norte para ver a los legisladores debatir sobre los disturbios antiinmigrantes, mientras cada orador se esforzaba por eclipsar al anterior en indignación y fervor. Sin embargo, a mi entender, el dramatismo del debate del día quedó eclipsado por la propia escena improbable: tanta gente en un lugar como este.

Allí estaba la Primera Ministra Michelle O'Neill, hija de un miembro del Ejército Republicano Irlandés (IRA) y la primera católica en gobernar Irlanda del Norte, país que se separó del resto de la isla irlandesa hace un siglo como bastión de la supremacía protestante; mientras que -¡junto con ella...!- la Viceprimera Ministra, Emma Little-Pengelly, es hija de un ex traficante de armas paramilitar protestante. En las últimas filas vi a Gerry Kelly, antiguo terrorista del IRA en el tribunal penal de Old Bailey en Londres, ahora ministro con blazer que representa al norte de Belfast.

Estos políticos crecieron en comunidades que se enfrentaron encarnizadamente durante unos 30 años antes de finalmente alcanzar la Paz en 1998. El conflicto, eufemísticamente llamado "The Troubles", aún persiste incómodamente cerca de la superficie. Como era de esperar, se invocó en el debate, con el conservador de línea dura Timothy Gaston sugiriendo que la Sra. O'Neill era una hipócrita por denunciar la violencia antiinmigrante. ¿No había afirmado ella que no había habido alternativa al levantamiento republicano armado de "The Troubles"? "Con frecuencia escucho a gente que ve que la violencia ha funcionado para otros en Irlanda del Norte", dijo el Sr. Gaston con tono sombrío.
 
  
Aunque suene extraño, me sentí inspirado al ver este intercambio verbal en el imponente y sombrío salón de Stormont, el vasto complejo en la cima de una colina diseñado para un «Parlamento y un estado protestantes». Este antiguo monumento a la perpetua supremacía sectaria es ahora la sede de un gobierno en el que las comunidades comparten el poder.

Un Belfast pacificado contrastaba positivamente hoy con la incesante masacre para Gaza, lugar donde solía informar. Aquí había una paz negociada, por inestable que fuera. Irlanda del Norte está impregnada de esperanzas frustradas y agravios no resueltos, pero también es una prueba vívida de que una guerra sucia librada en torno a cuestiones de identidad puede canalizarse hacia una política pacífica, aunque tensa.

Ante el abismo de Oriente Medio —la campaña genocida de Israel en Gaza, la limpieza étnica en Cisjordania y la masacre de israelíes por parte de Hamás el 7 de octubre—, resulta desesperanzado siquiera mencionar la paz. El plan revelado esta semana por el presidente Trump fue ideado por los participantes más poderosos del conflicto y presentado como un "ultimátum" a los palestinos, cuyas esperanzas políticas quedaron sin respuesta. En otras palabras, es lo contrario de lo que funcionó en Irlanda del Norte finalmente. (Trump recibió con agrado la respuesta de Hamás a su plan el viernes).

No existe un paralelismo perfecto entre ambas luchas, pero vale la pena recordar que el conflicto de Irlanda del Norte también se descartó por irresoluble: demasiado complejo, demasiado enredado con la religión, demasiado sensible para un aliado importante. El camino hacia los 'Acuerdos del Viernes Santo' estuvo plagado de frustraciones, reveses y arriesgadas apuestas políticas.

Décadas de conversaciones furtivas e infructuosas precedieron al acuerdo, y parte del trabajo más duro vino después, cuando enemigos jurados tuvieron que gobernar juntos mientras los insurgentes se aferraban a sus armas ocultas. pues el desarme paramilitar fue de las últimas concesiones de confianza ganadas con esfuerzo, no el primer paso. (Recuerdo esto cada vez que veo exigencias para que Hamás entregue las armas inmediatamente).

Lecciones: Perseverar. Hablar con quienes se desprecian. Ejercer presión internacional, en particular desde Estados Unidos. No presionar por una solución militar antes de alcanzar un acuerdo político; el desarme podrá esperar.

Los norirlandeses tuvieron que trabajar con otros a quienes consideraban asesinos, terroristas o intolerantes y aceptaron un acuerdo que no era el ideal para nadie. La política en tiempos de paz es caótica. La reconciliación sigue siendo difícil de alcanzar. Pero prácticamente todas las personas con las que he hablado en Irlanda del Norte, de todos los orígenes, tienen una firme convicción en común: no vamos a volver atrás.
 
 
El resentimiento y la discriminación, latentes desde hacía tiempo, estallaron a finales de la década de 1960 cuando los católicos de Irlanda del Norte, durante mucho tiempo subyugados, inspirados por las protestas por los derechos civiles en Estados Unidos, salieron a las calles para exigir la igualdad de derechos de voto, vivienda y empleo. La policía respondió con brutales palizas, se mantuvo al margen mientras las turbas sectarias quemaban las casas de familias católicas y, finalmente, reintrodujeron el internamiento, encarcelando y torturando a personas sin juicio previo.

Oleadas de jóvenes voluntarios republicanos irlandeses, indignados porque nadie había defendido sus barrios, se unieron al IRA, que pronto se convirtió en una guerrillera letal, empeñada en expulsar a los británicos de Irlanda atacando tanto a las fuerzas de seguridad como a objetivos civiles. Las tropas británicas llegaron, supuestamente para calmar las calles, y pronto reforzaron una fallida campaña de contrainsurgencia con una guerra de inteligencia sucia. Paramilitares protestantes y lealistas, a menudo en connivencia con las fuerzas de seguridad, asesinaron a combatientes del IRA, políticos y líderes comunitarios y formaron escuadrones de la muerte para perseguir y matar a civiles comunes católicos.

La política detrás de la lucha resultó en un "empate -final- técnico": los nacionalistas, o republicanos, mayoritariamente católicos, querían una Irlanda unida, libre del dominio británico. Los unionistas, o lealistas, mayoritariamente protestantes, apostaban su identidad a su identidad británica y temían acabar siendo una minoría en conflicto en una Irlanda unida. El sueño más preciado de cada grupo era la pesadilla del otro.

Y, sin embargo, desde los primeros años de los disturbios, la gente buscaba discretamente una salida. En 1972, el año más mortífero de los combates, Gerry Adams, quien se convertiría en el líder del Sinn Féin, entonces brazo político del IRA, fue trasladado a Londres con una delegación del IRA para mantener conversaciones secretas con funcionarios británicos.

Fue un fracaso. Los británicos querían un alto el fuego duradero del IRA. El IRA exigió la retirada británica. Las conversaciones fracasaron. Hasta el final, ninguna de las partes suavizó sus posturas originales; las exigencias simplemente sonaban más plausibles a medida que se prolongaba el derramamiento de sangre.

Se necesitaron décadas de violencia para que los principales combatientes finalmente comprendieran que ni victoria militar decisiva ni retorno al statu quo anterior a la guerra eran posibles. Era necesario afrontar las injusticias y las aspiraciones contradictorias que desencadenaron los combates.
 

Con el paso de los años, las conversaciones encubiertas organizadas por clérigos, líderes sindicales y otros fracasaron. Los breves ceses del fuego del IRA en la década de 1970 no prosperaron. En lugar de declararlo una causa perdida, los intermediarios volvieron a intentarlo una y otra vez. No todo fue tiempo perdido: en retrospectiva, es evidente que incluso negociaciones fallidas ayudaron a sentar bases para la siguiente ronda.

La mayoría de los adversarios del IRA —gobiernos británico e irlandés, rivales nacionalistas que buscaban la unidad irlandesa sin violencia, e incluso unionistas acérrimos— mantuvieron conversaciones secretas con el Sinn Féin. Sin embargo, en público, los funcionarios del Sinn Féin eran tratados como intocables, mensajeros de terroristas. La ley británica prohibió la difusión de las voces del Sinn Féin, creando aquel espectáculo caricaturesco del Sr. Adams parloteando en televisión mientras un actor de doblaje repetía sus palabras.

Los combatientes del IRA insistieron en que no eran criminales ni terroristas, sino soldados de una causa justa. Al final, los mediadores se inclinaron tácitamente a esta opinión, años después de que los presos del IRA organizaran protestas autocastigantes para demostrarlo. En la huelga de hambre de 1981, Bobby Sands y otros 9 presos republicanos murieron de hambre exigiendo su reconocimiento como presos políticos. La primera ministra Margaret Thatcher no se dejó convencer. «El crimen es crimen, crimen es crimen», dijo con frialdad, y dejó morir a los huelguistas.

Dejando a un lado la intransigencia de la Sra. Thatcher, los funcionarios británicos finalmente se dieron cuenta de que no funcionaría tratar exclusivamente con líderes que habían renunciado a la violencia. Los pacifistas no podían lograr un alto el fuego por la obvia razón de que no tenían influencia sobre la gente armada. Les gustara o no —y muchos lo detestaban—, el progreso requería la participación del IRA y sus representantes del Sinn Féin.

Se necesitó una fuerte presión internacional para convencer a los militantes de que se sentaran a la mesa de negociaciones. En 1994, el joven y ambicioso presidente Bill Clinton le otorgó al Sr. Adams una visa estadounidense, ignorando la desaprobación de su gabinete y enfureciendo al gobierno británico. Fue un acto diplomático arriesgado que cambió las reglas del juego.
 
 
Cuando el Sr. Clinton abrió las puertas al Sinn Féin, los británicos se dieron cuenta de que la Casa Blanca ya no les concedería automáticamente la debida sumisión. En cuanto a los unionistas, ver al odiado Sr. Adams codeándose en Estados Unidos les demostró que su movimiento rival debía ser considerado, no aplastado.

Es difícil imaginar a un presidente posterior al 11-S asumiendo tales riesgos en nombre de los insurgentes que bombardeaban regularmente a un aliado de EE. UU. y disparaban a sus soldados. Pero es que fueron hombres considerados terroristas, en ambos bandos, quienes finalmente persuadieron a sus seguidores a intentar la paz.

Sabiendo cómo el breve viaje había reforzado la credibilidad de Adams en Belfast, Clinton y el líder de Irlanda, Albert Reynolds, que había presionado mucho para obtener la visa, informaron a Adams que ahora esperaban verle llegar a conseguir un cese del fuego por parte del IRA.

Para comprobar la solidez de las intenciones del Sr. Clinton, el Sr. Adams respondió que necesitaba una visa para Joe Cahill, un padrino del IRA y traficante de armas que había sido deportado hasta Estados Unidos. El Sr. Clinton se quedó perplejo, pero sabía que Adams se enfrentaba a una tarea complicada: persuadir al comando militar del IRA para que aceptara un alto el fuego. Deseoso del evitar una división del IRA, el Sr. Clinton aprobó la visa.

Las negociaciones más difíciles son con tu propio bando”, me dijo el Sr. Adams en Belfast el año pasado. “Dedicamos muchísimo tiempo —y con razón, esa era nuestra impresión— a hablar con nuestra propia gente”.

El Sr. Clinton no solo interactuó con militantes, sino que lo hizo de una manera que fortaleció la reputación del Sr. Adams entre los combatientes rebeldes. En los últimos años de los disturbios, un pragmatismo que rozaba el cinismo se había infiltrado en el proceso de paz: los líderes debían ser aceptados por su propia gente, o no tenía sentido hablar con ellos.
 
 
Las implicaciones pueden ser desagradables. Por ejemplo, después de que el IRA bombardeara una pescadería en el corazón protestante de Shankill Road, el Sr. Adams ayudó a cargar el ataúd de uno de los atacantes. El primer ministro británico, John Major, quien había estado avanzando lentamente hacia un acuerdo británico-irlandés basado en parte en los puntos redactados por el Sr. Adams, se sintió indignado, pero su homólogo irlandés le instó a no reaccionar.

"Si este hombre no hubiera cargado ese ataúd, no habría podido realizar ese movimiento", le dijo el Sr. Reynolds al Sr. Major en un intercambio descrito por ambos en un documental de la BBC del 2001. "No nos serviría de nada, ni a ti ni a mí, si no hubiera cargado ese ataúd".

El Sr. Adams cumplió: el 31 de agosto de 1994, casi inmediatamente después de que el Sr. Cahill obtuviera su visa, el IRA anunció un alto al fuego. Los paramilitares lealistas pronto siguieron su ejemplo con un alto al fuego propio. La gente tocaba la bocina y bailaba en las calles de Belfast. Pero era demasiado pronto para celebrar, como pronto se darían cuenta...

Tras haber luchado arduamente por un alto el fuego del IRA, el Sr. Adams esperaba que las negociaciones entre todos los partidos comenzaran de inmediato. Necesitaba desesperadamente demostrar a los escépticos combatientes del IRA que el alto el fuego estaba trayendo un progreso político tangible.

En cambio, los funcionarios británicos y los unionistas exigieron que el IRA comenzara a entregar sus armas inmediatamente, antes de que pudieran comenzar las conversaciones. Un furioso Sr. Adams acusó a los británicos de cambiar de estrategia; pasaron demasiado tiempo en tal punto muerto

Incluso el acérrimo no violento John Hume, un nacionalista de Derry que ganaría el Premio Nobel de la Paz por su papel en el 'Acuerdo de Viernes Santo', presentía el peligro. Se levantó de su escaño en la Cámara de los Comunes para acusar al gobierno británico de haber estado desperdiciando 17 meses de alto el fuego. Mientras la cámara estallaba en aullidos de desprecio, el Sr. Hume espetó, con una bilis inusual: «Yo vivo con ello. Usted no».

La ansiedad del Sr. Hume era justificada. Unas semanas después, el IRA detonó un camión cargado de explosivos en los Docklands de Londres, matando a dos personas y rompiendo el alto el fuego. Después de que el IRA reactivado bombardeara un cuartel militar, matando a un soldado británico, un furioso Sr. Major denunció públicamente al Sr. Adams. «No me diga que esto no tiene nada que ver con usted», bramó el Sr. Major. «No les creo, Sr. Adams».
 
 
Los llamados "Enfrentamientos [o 'The Troubles'] del Conflicto..." se prolongaron sombríamente hasta 1997, cuando otro diplomático novato asumió el cargo. Recién elegido primer ministro británico, Tony Blair se lanzó a las negociaciones, ignorando las advertencias de sus asesores de que Irlanda del Norte era imposible. En tan solo unos meses, Blair y Clinton lograron que suficientes unionistas consintieran en abandonar toda exigencia del inmediato desarme republicano, convencieron al IRA para que firmara otro alto el fuego e incorporaron al Sinn Féin a las conversaciones. (Blair tiene un papel reservado en el plan de paz de Trump).

En oposición a los llamamientos al boicot unionista, David Trimble, líder del mayor partido unionista, se unió a las conversaciones. (Compartiría el Premio Nobel de la Paz con Hume). Trimble y sus colegas se negaron a hablar directamente con el Sinn Féin y desdeñaron a los negociadores republicanos en los pasillos, pero aun así Trimble contra viento y marea persistió, a pesar de las difamaciones y el acoso de su propio bando.

“En mi opinión, David Trimble fue el más valiente de todos en las negociaciones”, dijo David Adams, exlíder paramilitar leal que colaboró ​​con Trimble durante las negociaciones del 'Viernes Santo'... “Aguantó amenazas. Abusos. Multitudes afuera de su casa. Aun así, prosiguió adelante”.
  
  
El líder retirado de la mayoría del Senado, George Mitchell, quien había sido enviado a Irlanda del Norte como enviado del Sr. Clinton, finalmente fijó un plazo de dos semanas para un acuerdo. Las partes discutieron durante horas, y luego días, sobre cuestiones espinosas sobre los prisioneros, la policía y la cooperación norte-sur, pero fueron las armas del IRA las que amenazaron con romper el acuerdo una vez más. En el Sinn Féin seguían resistiéndose a dar plazo claro para el desarme.

Finalmente, en el último momento, el Sr. Blair le escribió al Sr. Trimble con una idea. Los unionistas deberían guardar silencio y unirse al gobierno del Sinn Féin, propuso el Sr. Blair. Si el IRA no avanzaba con el desarme, el Sr. Blair les aseguró que apoyaría cambios en el acuerdo. La salvaguarda del Sr. Blair fue suficiente apaciguando a los unionistas, quienes por fin aceptaron el acuerdo a regañadientes por fin.

El 'Acuerdo de Viernes Santo' creó un gobierno en Irlanda del Norte en el que los partidos unionistas y nacionalistas compartían el poder; el derecho de nacimiento a ser irlandés, británico o ambos; la capacidad de rechazar la soberanía británica y reunificar Irlanda mediante referéndum; y mecanismos para la reforma policial y el desarme paramilitar.

El 22 de mayo de 1998, los votantes de Irlanda del Norte adoptaron el 'Acuerdo de Viernes Santo' con un 71% de votos a favor.
 
 
Aún pasaron 7 años más antes del que al fin el IRA pusiese sus arsenales “fuera de uso” y declarara el fin formal de las hostilidades.

En noviembre de 1999, un variopinto grupo de antiguos adversarios se reunió en Stormont para formar un gabinete de poder compartido. El Sr. Adams se puso de pie para anunciar a Martin McGuinness como ministro de Educación. La multitud se quedó boquiabierta y silbó. Un asambleísta unionista gritó : "¡No puedo soportar esta obscenidad!".

El Sr. McGuinness fue el principal negociador del Sinn Féin y uno entre los más destacados defensores cruciales de la Paz. También fue un arrogante excomandante del IRA que ensalzó la "vanguardia" de su ejército secreto.

Pero resultó que el Sr. McGuinness tenía opiniones muy definidas sobre la educación. De escolar, reprobó el examen del "11+" que decidía el progreso académico, abandonó los estudios y tuvo dificultades para encontrar trabajos de baja categoría como católico. Una vez en el gobierno, anunció la eliminación del examen y financió escuelas integrando a estudiantes de distinta religión (católicos y protestantes), algo relativamente raro en Irlanda del Norte hasta el día de hoy.
 
  
Es una verdad extraña pero innegable que algunas de las figuras más extremas de los disturbios se convirtieron en los pacificadores y líderes comunitarios más eficaces. Quizá estas sean dos manifestaciones de un idealismo subyacente, o tal vez, si luchas lo suficiente, quieras construir algo bueno en tu vejez.

En sus últimos años, el Sr. McGuinness forjó incluso una amistad asombrosamente improbable con el reverendo Ian Paisley. Cada uno personificaba todo lo que el otro denostaba. Un férreo ministro presbiteriano, el Sr. Paisley había fomentado el frenesí sectario, liderado turbas anticatólicas en las calles y mantenido una tímida cercanía con paramilitares protestantes.

El Sr. McGuinness y el Sr. Adams cultivaron relaciones con el Sr. Paisley después de concluir que necesitaban que él vendiera el nuevo gobierno a los unionistas escépticos, justo el mismo tipo de ajustes en actitud pragmática que el Sr. Clinton experimentó por el Sr. Adams.

Pero la conveniencia política, sola, no bastó para explicar la buena relación entre el Sr. Paisley y el Sr. McGuinness. Presidiendo juntos el gobierno de Irlanda del Norte en 2007 y 2008, ambos disfrutaban con tanta ostentación de sus bromas privadas que los periodistas, incrédulos, los llamaron "los Hermanos Risitas". El Sr. McGuinness visitó la casa de los Paisley para llorar en privado su ataúd y se mantuvo en contacto con su viuda hasta su fallecimiento.
 
 
El Acuerdo 'del Viernes Santo' no puso fin a la partición ni reunificó Irlanda. No decretó una unión británica permanente para los seis condados. Lo único que se consiguió fue un proceso: un conjunto de pasos a seguir para que la gente pudiera decidir por sí misma con justicia.

Algunas personas de ambos bandos se sintieron, y aún se sienten, vendidas. El acuerdo abrió un camino hacia el sueño nacionalista de una Irlanda unida, pero solo mediante un referéndum administrado por los británicos. Algunos republicanos se negaron a cesar la lucha mientras los británicos permanecieran en el norte. El IRA se dividió, como temía Clinton. Pero los objetores acérrimos eran relativamente pocos, y a pesar de la violencia disidente ocasional, Adams y McGuinness consiguieron ir llevando una mayor parte del movimiento a la política.

Escuché al Sr. Adams hablar ante una multitud en Belfast hace unas semanas. Insistió en que un referéndum para una Irlanda unida llegaría "en nuestro tiempo". Animó a su audiencia a colaborar con los partidos rivales para lograr una Irlanda unida y recordó a la gente que apoyara a los unionistas pues "ellos también son nuestros: nosotros, con todas nuestras culpas, y enfrente, con todas las suyas".

El Sr. Adams ya tiene 76 años. Suele llevar una kaffiyeh en solidaridad con los palestinos. Cuando lo entrevisté, advirtió que había habido un "examen superficial de nuestro proceso de paz" y luego empezó a recordar lo difícil que fue para el Sinn Féin ser incluido en las conversaciones multipartidistas.

“Tuvimos que luchar mucho y con mucha fuerza”, dijo, “y en todo ese tiempo hubo gente que fue asesinada, encarcelada o maltratada”.

El Sr. Adams lideró un ejército con escépticos en la política, prometiendo que conseguirían lo único que anhelaban, pero aún no lo tienen. Su deseo de avanzar hacia el objetivo final es palpable: una Irlanda unida, libre del dominio británico, sellaría para la historia la acertada decisión de su elección. Le pregunté cómo creía que sería recordado, y respondió que no le importaba, porque estaría muerto.

En cuanto a los unionistas, consiguieron lo que querían a corto plazo: Irlanda del Norte sigue siendo británica. Pero tuvieron que renunciar a cualquier supremacía por las indignidades del poder compartido, iniciando un camino que bien podría llevarlos al único lugar al que nunca quisieron ir: fuera de Gran Bretaña. Los católicos ahora superan en número a los protestantes en Irlanda del Norte, y los nacionalistas han estado trabajando para preparar a la población para un referéndum sobre una Irlanda unida.
 
 
La verdad es esta: la política que asola lugares como Belfast y Jerusalén hiere profundamente, llega al corazón y las entrañas de la gente, toca la religión y los agravios heredados, lo que les dicen a sus hijos, la forma en que imaginan el mundo y a sí mismos. Todo eso es extremadamente difícil de afrontar, y a veces parecería más fácil seguir luchando: para quienes están en una posición ventajosa, quienes tienen más que perder cuando la gente comience a criticar políticamente, prolongar la guerra puede parecer más seguro que negociar la paz.

Pero nadie puede luchar eternamente. Estoy convencido del cómo ninguna campaña militar garantiza seguridad jamás a Israel. Al igual que en Irlanda del Norte, será una resolución política, negociada por quienes deben asumir las consecuencias, con plenos derechos para todos los seres humanos del territorio; de lo contrario, la guerra se prolongará, quizá se detenga en ocasiones, pero inevitablemente se reanudará.

Estados Unidos no le ha hecho ningún favor a Israel a largo plazo al proporcionarle impunidad diplomática y un flujo incesante de armas. Ahora, los palestinos sufren una deshumanización letal que eclipsa por completo la violencia de los disturbios. Su día de ajuste de cuentas político se ha demorado demasiado, y cuando finalmente llegue, todos se preguntarán por qué tardó tanto.
 
  
Posdata.- 

Extracto del texto recién publicado en el diario 'The Hindu' por T.S.Tirumurti, ex-Embajador Permanente representativo de India ante la ONU en Nueva York (2020-22) y primer Representante de India destacado en Gaza ante la Autoridad Palestina (1996-98): 

"(...) El escepticismo sobre el progreso del plan es comprensible dado lo ocurrido en enero de este año, cuando el alto el fuego negociado por el enviado especial de EE. UU., Steve Witkoff, detallado, secuenciado y acordado por ambas partes, fue roto unilateralmente por Israel tras el primer paso...

Lamentablemente, la falta de claridad en los plazos y la secuencia convierte el marco en una mera declaración de intenciones inconexas, en lugar de una vía creíble para la retirada de Israel de Gaza y el restablecimiento de la normalidad. Ni siquiera constituye un acuerdo de alto el fuego total, ya que, según el plan, los combates pueden continuar en paralelo a la implementación...

Esta deficiencia podría ser fatal si Estados Unidos y los principales actores regionales no asumen la responsabilidad principal frente a Israel. Por eso es importante el llamamiento del Sr. Trump a Israel para que detenga el bombardeo de Gaza. Por supuesto, Israel no ha escuchado a Estados Unidos, ni ahora ni en el pasado...

Para decir lo obvio, el plan se ha centrado en la liberación de todos los rehenes israelíes, vivos o muertos. Una vez que esto se logre dentro de las 72 horas posteriores al alto el fuego, serán los únicos árbitros del destino palestino EEUU e Israel, lo que, por cierto, es la realidad actual. Cualquier progreso, o la falta de él, de los palestinos en el cumplimiento de las condiciones será decidido por estos dos. No existe ningún mecanismo de supervisión.

Además, si bien la liberación de 250 presos de cadena perpetua y 1.700 detenidos palestinos a cambio de rehenes israelíes es bienvenida, dada la política de puertas giratorias de Israel de arrestar, encarcelar y liberar a palestinos a voluntad, esta estipulación del plan podría carecer de valor práctico sobre el terreno. Para comprender esta ecuación, al menos 18.000 palestinos han sido arrestados por Israel solo en Cisjordania desde el 7 de octubre de 2023.

Dado lo anterior, este plan elimina la presión internacional sobre Israel por sus matanzas diarias en Gaza, al trasladar la responsabilidad de detener la guerra a la implementación del plan por parte de Hamás y los palestinos. Si se observa que no lo implementan, la presencia continua de Israel en Gaza se legitima y sus continuos ataques estarán justificados. Cuando el Sr. Netanyahu ha declarado que las Fuerzas de Defensa de Israel permanecerán en Gaza, confiar a Israel la decisión sobre su salida de Gaza es imposible...

El plan económico autodenominado "Trump" es posiblemente una repetición de la idea de hacer una "Riviera..." del paseo marítimo de Gaza y construir "ciudades milagrosas modernas" para sacar de la pobreza a 2,3 millones de palestinos de Gaza, mientras miles de personas en Cisjordania están siendo desarraigadas de sus ciudades, tierras y medios de vida y empujadas a la pobreza...

Netanyahu ha jurado no conceder jamás un Estado palestino. Sus socios de extrema derecha han jurado anexar Cisjordania este año. Por lo tanto, no sorprende que el plan no se base en el derecho internacional, ni en las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ni siquiera en la reciente sentencia de la Corte Internacional de Justicia sobre las fronteras de 1967 para establecer un Estado palestino. De hecho, va en la dirección opuesta (...)"