martes, 22 de octubre de 2019

¿Llegaremos a vivir al fin... antes de la muerte?


Nada es más absurdo que podamos dilapidar durante nuestra vida sino el contado tiempo disponible; lo dijo León Felipe, clara mente (así: «Por la mañana nos bautizan; a mediodía, el Sol ha borrado nuestro nombre; y al atardecer, quisiéramos bautizarnos nosotros») en sintonía con su muy admirado Walt Withman, quien compartió la corriente del transcendentalismo -filosófico- desde orientalistas entornos de Ralph W. Emerson como también lo hizo el -admirado públicamente por Gandhi e insumiso raro sabio- protoecologista Henry David Thoreau.

                         
  
"(...) Consideremos el modo en cómo pasamos nuestras vidas... Este mundo es un lugar de ajetreo. ¡Qué incesantes bullicios! Casi todas las noches me despierta el resoplido de la locomotora. Interrumpe mis sueños. Ninguna excepción el domingo. Sería maravilloso ver a la humanidad descansando por una vez. No hay más que trabajo, trabajo, trabajo. No es fácil conseguir un simple cuaderno para escribir ideas; todos están rayados para los dólares y sus céntimos. 

Un irlandés, al verme tomar notas en el campo, dio por sentado que yo estaba calculando mis ganancias. ¡Si un hombre se cae por la ventana de niño y se queda inválido, o si se vuelve loco por temor a los indios, todos lo lamentan principalmente porque eso le incapacita para… trabajar! Yo creo que no hay nada, ni tan siquiera el crimen, más opuesto a la poesía, a la filosofía, a la vida misma, que todo este incesante trabajar.

(...) Si un hombre pasea por el bosque por placer todos los días, corre el riesgo de que le tomen por un haragán, pero si dedica el día entero a especular talando bosques y dejando tierras áridas antes de tiempo, sí se le estimará por ser un ciudadano laborioso y emprendedor. ¡Como si la ciudad no tuviese ya más interés en sus árboles que cortarlos!

La mayoría de los hombres se sentirían insultados si se les empleara en tirar piedras por encima de un muro y luego volver a traspasarlas al otro lado, con el único fin de ganarse sueldos. Pero hay muchos individuos empleados en cosas menos provechosas aún ahora mismo. Por ejemplo, antes del amanecer, una mañana de verano, divisé a un vecino mío caminando con su yunta de bueyes que cargaba lentamente una piedra grande colgando del eje. Parecía envuelto en un halo de laboriosidad; comenzaba su jornada de trabajo y le sudaba la frente (como reproche para todos los gandules y vagos)... Se paró frente al lomo de uno de sus bueyes y dio media vuelta para ostentarle su misericordioso látigo mientras ellos avanzaban hacia él. Y pensé: he ahí un trabajo que debe proteger el Congreso americano, un esfuerzo viril y honrado, tanto cuanto el discurrir diario del sol sobre nosotros que nos hace tener pan fresco cada mañana o que la sociedad cultive cordialidades, algo que todo el mundo respeta y venera: aquél era un ser humano llevando a cabo cierta faena, si bien algo penosa, necesaria... 

Ciertamente sentí un leve reproche porque yo me limité a observar desde la ventana, sin estar afuera ni realizar ningún trabajo semejante. Pero luego pasó ese día y por la noche crucé al patio de otro vecino que tiene muchos criados despilfarrando dinero, en tanto que no hace nada de provecho; allí reconocí la piedra de por la mañana junto a cierta estructura extravagante, pretendiendo adornar el patio de Lord Timothy Dexter, e inmediatamente se desvaneció a mis ojos la dignidad en el trabajo del carretero. A mi parecer, el sol luce cada día por alumbrar labores más provechosas que aquélla. Debo añadir que poco después el tal Dr. Dexter se fugó dejando deudas por toda la ciudad y, tras pasar por los tribunales, se habrá establecido sin duda en cualquier otra parte para poder convertirse de nuevo en un mecenas de las artes.  

(...) Respecto a mis propios negocios, resulta que aquellas clases de tareas como agrimensor que podría yo con la mayor satisfacción hacer no satisfacen a quienes me contratan; preferirían que hiciera un trabajo burdo y no demasiado bien, o ni lo suficientemente bien hecho. Cuando hago notar que hay distintas maneras de medir, mi patrón pregunta generalmente 'qué le proporciona más metros', no 'cuál es el más exacto' (...) Significativo es el hallarse pocos hombres tan bien empleados, y trabajando tan de acuerdo con sus intereses, que un poco de fama o dinero no les arranque de su tarea actual. 

(...) La comunidad carece del soborno capaz de tentar al hombre sabio. Podéis juntar dinero suficiente para perforar una montaña, pero no podréis juntar dinero suficiente para contratar al hombre que se halle ocupándose de sus asuntos. Un hombre valioso y eficiente hace lo que sabe hacer, tanto si la comunidad le paga -por ello- como si no. Los ineficaces ofrecen sus ineficacias al mejor postor y están esperando siempre que les den un empleo. Como podemos imaginar, es raro que se vean contrariados.

Tal vez yo esté siendo más celoso que nunca de mi libertad (...) Por ahora voy teniendo éxito, pero preveo que si mis necesidades aumentaran mucho, el trabajo requerido para satisfacerlas ya se me convertiría en una labor penosa. Si tuviese que vender mis mañanas y sus tardes a la sociedad, como hace una mayoría, estoy seguro de que no me quedaría nada por lo que vivir. Confío en que jamás intentaré vender mi primogenitura por algún plato de lentejas. Lo que pretendo sugerir es que cualquier hombre ahora podría ser muy trabajador y no emplear bien su tiempo, en cambio
  

No hay mayor equivocación que consumir la mayor parte de la vida en sólo ganarnos algún sustento. Todas las grandes empresas se automantienen. El poeta, por ejemplo, debe alimentar su cuerpo con poesía igual que la máquina de vapor en el aserradero alimenta sus calderas con las virutas que produce. Debéis ganaros la vida amando. Pero lo mismo que se dice de los comerciantes que '97 sobre cada 100 fracasan', así las vidas de los hombres medidas por este patrón son generalmente un fracaso, y se puede predecir el desastre.

(...)  Con respecto a las ambiciones de los hombres en la vida hay diferencia importante entre dos tipos: unos están satisfechos con el éxito mínimo, porque sus modestas metas se alcancen de lleno; pero los otros, por más ínfima y desgraciada que sea su vida, elevarán constantemente su objetivo sobre los horizontes, aunque sea muy despacio. Preferiría con mucho ser del segundo, entre ambos, aunque como dicen los orientales: «La grandeza no se acercó a quien miraba siempre hacia el suelo; y todos aquellos que miraron a lo alto, se van empobreciendo». Es sorprendente que haya tan poco, casi nada, escrito, sobre los temas del ganarse la vida; cómo hacer de tales faenas no tan sólo algo valioso y honorable sino también apetecible y glorioso. Porque si ganarse la vida nunca fuera de tal modo, esto ya para nada sería vivir.   
  
(...) A menudo les acuso a mis mejores amigos de una inmensa frivolidad; pues mientras haya buenos modales y cumplidos no respetados, aquí tampoco nos enseñaremos unos a otros lecciones de honradez y sinceridad que sí muestran los animales, o elecciones de solideces y estabilidades procedentes de las rocas. La culpa, sin embargo, es habitualmente mutua. Ya que no solemos exigirnos más unos de los otros, por lo general

(...) Así son de vacías e ineficaces nuestras conversaciones cotidianas; algo superficial llevará siempre a cuanto aún lo es más. Cuando nuestra vida deja de ser íntima y privada, la conversación degenera en simple cotilleo. Es difícil conocer a un hombre que te cuente una noticia que no haya encontrado en un periódico ni se la contaran sus vecinos; una mayoría de las veces, lo único diferente quizás entre nosotros y nuestro amigo sea cómo él ha leído el periódico ya o salido a tomarse té, mas nosotros no. En la misma medida que nuestra vida interior fracasa vamos, con más constancia y desesperación, a la oficina de correos; puedo estar seguro del cómo el pobre tipo que se aleja con mayor número de cartas, orgulloso por sus abultadas correspondencias, no habría tenido nada desde sí mismo hace mucho tiempo. 

Creo que leer un periódico a la semana ya es demasiado; lo he intentado recientemente y me pareció que todo este tiempo no había vivido en mi región natal: el sol, las nubes, la nieve o los árboles no me dicen tanto; ni puedes servir a dos amos. Requiere al menos una jornada entera de atención el conocer y poseer lo que nos vale todo un día. Podemos, con razón, avergonzarnos del decir las cosas que leímos u oímos. No sé por qué mis noticias deberían considerarse tan triviales; teniendo en cuenta cuánto abrigamos sueños, e ilusiones, nuestros progresos no deberían ser tan insignificantes... Las noticias escuchadas no son interesantes en su mayoría, sino repeticiones vacías. 

(...) A menudo nos vemos tentados de preguntar por qué se le dará tanto énfasis a la experiencia personal que hayamos tenido: así son las noticias diarias. Los acontecimientos flotan en sus atmósferas, insignificantes como las esporas de los helechos, y caen sobre un talo abandonado o por nuestros montes que les proporcionan alguna base donde crecer cual parásitos; debíamos librarnos de tales novedades (...) Si somos sinceros, no tendríamos la menor curiosidad por estos tipos de sucesos; ni vivimos para divertirnos estúpidamente. 

Todo el verano, e incluso el otoño, tal vez os hayáis olvidado inconscientemente del periódico y de las noticias; mas ahora descubrís que fue porque tanto cada mañana, como sus tardes, llenas estarían con aquéllas: vuestros paseos estuvieron llenos de incidentes. Os habían interesado, no ningunos asuntos en Europa, sino aquéllos del campo de Providence (Rhode Island). Si tenéis la suerte por existir, vivir y moveros dentro del estrecho ámbito al cual se filtran determinados acontecimientos constituidos comos noticias -menor que la fibra de papel donde son impresos- entonces dichas cosas llenarán vuestro mundo; pero si os moveis elevándoos por encima de tales planos o sumergidos muy por debajo, ya no las recordaréis más, ni ellas a vosotros. 

  
La realidad es que ver salir el Sol cada día y verlo ponerse, participar de tal modo en el curso del Universo para siempre os conservará sanos (¡Naciones!, ¿qué son ellas? ¡Tártaros, hunos o chinos!, pululan como insectos, el historiador lucha en vano por hacerlos memorables); muchos hombres pero ni uno sólo que auténticamente lo sea, son individuos quienes pueblan el mundo. Cualquiera, si piensa, puede decir con el espíritu de Lodin: Desde lo alto miro a las nacionesy observo cómo son convertidas en cenizas; mi vivienda en las nubes es tranquila. / Son placenteros los grandes campos de mi descanso. / Os lo ruego: dejadnos vivir sin ser arrastrados por perros, como hacen los esquimales, cruzando a través de colinas o valles y mordiéndose las orejas unos a otros. 

No sin un leve temor, a menudo me doy cuenta de la facilidad con que mi mente admitió tanto detalle sobre cualquier asunto trivial, o noticias desde las calles; y me asusto al observar con qué facilidad la gente abarrota sus mentes por tal basura, dejando introducirse en los terrenos que deberían ser sagrados para el pensamiento a rumores e incidentes insignificantes u ociosos, pues así son -en general- las noticias de los periódicos y conversaciones (...) Me pregunto si al entrar en casa prestarán igual atención para limpiarse sus orejas de la que habían tenido antes lavándose los rostros y manos. 

(...) ¡Es tan difícil olvidar todo eso inútil de guardarse por la memoria! Si debo ser un camino, prefiero serlo para torrentes -o arroyos del Parnaso- que por alcantarillas de ciudad (...) La mente puede profanarse con los hábitos del escuchar cositas triviales, de modo que todo nuestro pensamiento se teñirá por trivialidad

(...) No leáis el Times, leed 'Eternities': los convencionalismos serán, a la larga, tan malos como las mezquindades (...) no siendo que os limpiéis cada mañana, fertilizados con el rocío de verdades frescas y vivas. La sabiduría no logra llegar hasta nosotros por un mucho detallarse sino con los rayos de luz procedentes del cielo. Sí, todo pensamiento al cruzar la mente comportará desgastes irreversibles; y un profundizarse surcos por el uso que se les diera. ¡Cuántas cosas hay sobre las que deberíamos deliberar, para decidir, si las aceptamos o no! ¿Por qué habían de ser nuestras instituciones como esas nueces hueras que sólo sirven para pincharse los dedos? 

(...) Incluso si aceptamos que Norteamérica se ha librado de un tirano político, todavía sería esclava por otro económico y moral. Ahora que la república o 'res publica' está instituida, es hora de buscarse 'res privata' -los asuntos privados- para cuidar del que, como el Senado romano aconsejó a sus cónsules: «ne quid res privata detrimenti caperet» (¡ningún asunto privado sufra deterioros!). 

(...) ¿Qué supone ser libres respecto al monarca George y seguir esclavos del rey Prejuicio?, ¿cómo haber nacido libres y no vivir así? ¿Cuál es el valor de una libertad política sino hacer posible la moral? Somos una nación de políticos y nos preocupamos por sólo superficiales defensas para su libertad; nos sometemos al impuesto sin representación... Estamos pervertidos y limitados por devociones exclusivas al negociar comerciando con fábricas o agricultura, etc. que son sólo medios, no fines. 

(...) De tal manera el Parlamento inglés es también provinciano: simples paletos traicionándose unos a otros cada vez que se les presenta un asunto importante para resolver, como el irlandés, por ejemplo; sus naturalezas, en contacto con la propia bajeza de aquellos temas que tratan, se corrompen. Su «buena crianza» respeta sólo secundarias cuestiones (...) Os regalan la concha en lugar del interior; y ello no lo excusa si, para el caso de ciertos moluscos, las conchas tienen más valor que la carne. El hombre que me impone sus buenos modales actúa como si estuviera empeñado en mostrarnos el cuarto de sus colecciones; cuando si quisiéramos algo, sobre todo, lo que desearíamos más es... ¡poder verle, personal mente, a él! 
  
Gobierno y Le....Gobierno y Gobierno y                                             El Gobierno y su Legislación: profesiones 'respetables'... las consi-deraba yo. ¡Mas pensad lo que supone dictar Normas para producir esclavos o exportar tabaco! (...) ¡Un comercio que surca los mares por comprarse nueces y pasas, e incluso esclaviza marineros con tal propósito! El otro día vi un barco naufragado en el cual se habían perdido muchas vidas con su cargamento de ropas, nebrinas y almendras amargas. ¿No son el mar o un naufragio lo bastante amargos como para que savia de la vida se vierta en ellos? Sin embargo, algunos que todavía se consideran estadistas o filósofos permanecen tan ciegos como para creer el progreso y la civilización depender de tales intercambios, precisamente; aun cuando más bien se parecen a las actividades de las moscas ante una cuba con melaza. Sería estupendo, alguien ha dicho, que los hombres fueran ostras; y aun más estupendo, le contesto yo, si fuesen mosquitos. 

(...) El teniente Herndon, enviado por nuestro gobierno a explorar el Amazonas extendiendo áreas para la esclavitud, advirtió cuánto allí hacía falta «población laboriosa o activa que conozca las comodidades de la vida y tenga necesidades artificiosas induciéndoles a extraer del país sus múltiples recursos». Pero (...) la necesidad básica en todo Estado donde viví fueron serias, elevadas, ambiciones de sus habitantes. Esto es lo único que desarrolla «los grandes recursos» de la Naturaleza y, a la larga, les exigirá explotarlos por encima de sus posibilidades; pues desde luego el hombre se mueve por cursos naturales de las cosas. 

Cuando preferimos a las patatas la cultura o el entendimiento en vez de ciruelas, entonces los grandes recursos del mundo se logran extraer y su resultante producción básica no son esclavos ni obreros ya, sino verdaderos hombres: aquellos frutos escasísimos que llamamos poetas, héroes, filósofos, redentores y santos.

En resumen e igual que se forman los ventisqueros cuando ha cesado el viento, así mismo, al cesar la verdad surgió una institución. Pero la verdad sigue soplando por las alturas y al final acabará por destruirla. Eso que llaman "política", en la práctica, es algo tan superficial y poco humano... como para que nunca se me reconociera interesado por ella. Los periódicos, según veo, dedican varias columnas gratuitamente a la política o asuntos del gobierno; y eso, diría yo, es lo que la salvaría. Pero como yo amo la literatura y en cierto modo también a las verdades, no leí nunca tales columnas; porque tampoco quisiera embotar, hasta ese punto, mi sentido de la justicia. 

(...) ¡Ésta es una época extraña del mundo, en que imperios, reinos o repúblicas vienen a pedir hasta la puerta de un hombre corriente y le cuentan al oído sus problemas! No puedo coger el periódico sin encontrarme con que un desdichado gobierno, acorralado y en sus últimos días, aparezca pidiéndome a mí por lector que le vote; tan inoportuno cual un mendigo (...) y en tal caso no dudo sugerirle que trabaje o ande a un asilo. ¿Y si no, por qué no mantiene su vida privada en silencio, como hago yo normalmente? Si alguien se negare a leer el Daily Times su gobierno se le pondrá de rodillas, pues ello la peor traición en este tiempo sería considerado.

Las cosas que más acaparan atención de los hombres como la política o/y rutina diaria son realmente funciones vitales para toda nuestra sociedad, pero deberían realizarse inconscientemente, como sucede con las correspondientes funciones del cuerpo físico. Son "infra-humanas", una especie del vegetar (...) la política es, por así decirlo, una molleja en su sociedad; está llena de arena o grava y los dos partidos políticos son sus dos mitades enfrentadas. A veces incluso son divididas en tres o más y se restriegan después unas contra otras, lo cual se manifiesta siempre por una sonoridad inusitada.

(...) Nuestra vida no es únicamente un olvidar sino, en gran medida también, recordar aquello de lo que nunca debimos ser conscientes, al menos no durante nuestras horas con vigilia. ¿Por qué no nos vemos, en vez de como dispépticos latosos para contarnos nuestras -malísimas...- pesadillas, a fin del mutuamente congratularnos por el glorioso amanecer cada día? No pido nada exorbitante, os lo aseguro." 
 
    

O en fin, dicho breve, tan bien poética mente:
 
  "Se queman los ojos como tú,
       cri, cri, cri.
   Por un trozo de cielo, como tú.

   Si se queman la garganta,
       cri, cri, cri,
   tienen ya algo que decir:

   Antes de la muerte,
       cri, cri, cri,
   ¿no habría que vivir?

   Antes de la muerte,
   diez minutos antes,
       crí, crí, crí,
   ¿no habría que vivir?"

                    (GRILLOS, en 'Vamos, vemos', de Mª A. Maeso)

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