viernes, 22 de junio de 2018

Un buen vivir podría ser solo en confianzas... ¡por... nada, y sin sentido!; mas es factible, sí


     
"...Al salir de todo gran libro siempre conocemos ese leve malestar, un momento de incomodidad, como si se pudiera leer en nosotros mismos o el libro amado nos concediese rostro límpido hasta lo indecente. Y no hay quien vaya por las calles llevando tal desnudo, del semblante descarnado con la dicha (...) habría que aguardar algún poco más, esperando a que el polvo de las palabras se nos esparza durante unos días

De tu lectura no retienes nada, o apenas frases cualesquiera. Eres como un niño que, tras de mostrársele algún castillo, sólo viera detalles: unas hierbas entre piedras, como si la fortaleza tuviera su verdadero poder en el temblor de un hierbajo. Los libros queridos van mezclándose con el pan que comes. Corren igual suerte a las de rostros apenas vislumbrados, o los limpios días en el otoño, y cualquier otra belleza de la vida (...) ignorando puertas hacia consciencia, deslizan a través de ti por la ventana del ensueño y se cuelan hasta una estancia que nunca visitas, más retirada o profunda.
 
Copyright: F. J. L.

Horas y horas de lectura por tan ligeras tinturas del alma o esa variación ínfima de lo en ti más invisible, para tu voz, tus ojos y maneras de hacer e ir. ¿De qué sirve leer? Para nada o casi; es como amar y jugar, tal que orar (rosarios de tinta negra serían los libros, con cada cuenta rodando por entre tus dedos, palabra tras palabra). ¿Y eso qué será exactamente? Guardar silencio; es decir, de sí mismo, en él alejarse. Tal vez (...) no sepamos como se debe: siempre hay demasiado ruido en nuestros labios, o demasiadas cosas en nuestros corazones..."
   
(interviú en 'Ara', 9-9-2015, a la singular voz de Ch. Bobin) 
    
 
"ELOGIO DE LA NADA

                                                Ilumina lo que amas / sin tocar su sombra.
  
(...) Me preguntas: '¿qué da sentido a tu vida?' (...) Es preciso dar al otro cuanto él espera, no lo que deseas para ti... Porque cuanto espera nunca es lo que tú eres, en absoluto, sino siempre otra cosa (...) 
  
¿Quién es un adulto? Pues aquel que ausente de su palabra está ya... y miente, ocultándolo; no sobre aquello, esto ni lo otro, sino de cuanto es. Los niños únicamente se vuelven adultos cuando son capaces para semejante mentira profunda, esencial (...) como si escribiéramos a partir de un saber. En realidad sucede algo muy opuesto, al contrario: apenas podemos escribir bien de cuanto ignoramos. O solamente si vamos hacia lo desconocido; y no a conocer, sino por amarlo (...)
   
Cuando caemos enamorados ya no podemos pensar. Estamos demasiado entretenidos quemando la casa. Y no reservamos ningún pensamiento para nosotros. Los enviamos todos hacia nuestro amor, cual palomas, estrellas o ríos. Al andar enamorados, vamos ebrios (...) Vaciamos los bolsillos, perdemos el nombre, descubrimos con entusiasmo la certeza de no ser nada (...)
      
Sí, sólo el amor da sentido a mi vida; e insensata la vuelve. ¿Cómo lo expresaría? Mi vida se me escapa, sólo en mis ausencias viene hasta mí; entre las claridades de un pensamiento indiferente a los míos, con la pureza de una mirada que se despreocupa sobre mis deseos. Mi vida florece lejos de mí, cuando me ausento, separándose si acudo al mundo; nos reunimos contemplando el cielo, material, pintado de azul y oro. Las luces que lo salpican son cartas de un amor sin pertenencia ni avidez que no pide nada, salvo estar ahí; dándote lo eterno, de pasada (...) En verdad no soy su destinatario (...)
    
¿Por qué nuestros días habrían de tener algún sentido? No necesitarán salvarse (...) Ni hay pérdida en ellos, puesto que ya están perdidos de antemano, dado que pasan un poco más cada segundo. Hay una palabra que me molesta en tu pregunta: 'sentido'... Permíteme que la borre. Y mira en qué se convierte. ¡Qué buena pinta tiene ahora! Como aérea, o fugaz: '¿qué te da tu vida?'. Esta vez la respuesta es cómoda: todo; lo que, no siendo yo, sí me ilumina. Todo aquello cuanto ignoro y espero.
   
Es una flor sencilla, la espera; que crece por el borde del tiempo, desnuda, y cura todos los males. El tiempo en esperas lo es de liberación, y opera sobre nosotros, inconsciente mente; sólo nos pide dejarle actuar, tanto como necesite, cuantas noches precise: nuestro esperar (...) se colma siempre por sorpresa. Como si lo que aguardásemos fuera en todo caso inesperado y la verdadera fórmula del esperar fuese no prever nada, salvo lo imprevisible (...)
   

  
Todo árbol, estremeciéndose al atardecer, es maestro en este saber; que nos viene de lejos y apenas sería una confianza, un murmullo, alguna canción. Instruye por su modo de acoger cada instante como buena fortuna; el amargor de una lluvia, la demencia de un sol: le nutre todo. No se preocupa por nada, y menos aun por ningún sentido. Esperando con una espera temblorosa, radiante. Infinita. El mundo entero reposa en él. Como sobre nosotros, de quienes dependerá que se apague o inflame. Depende (...) del fervor de nuestra espera.
   
Un árbol, resplandeciente del verdor... o alguna cara, bien inundada por la luz: alcanza para cada día, y sobra incluso; ver lo que siendo está, ser cuanto se ve. Perderse dentro de los libros, o en el bosque. La naturaleza puede apagar cualquier libro, y las hierbas recubrir los pensamientos. El verde absorbe la tinta. Como agotamos un amor atravesamos una tierra. Y lo atravesado nos cambia. El paisaje afluye al cuerpo. Los vientos penetran en la sangre. El cielo remonta por nuestro corazón. Miramos pájaros afanándose sobre un árbol, abundante, frondoso. Se llaman y responden con el pico salpicado de sombra (...)
   
El de caminar es un arte contemplativo. Miramos lo que andamos atravesando, primera mente, y luego nos convertimos en ello. No somos más que un recorrido luminoso a través del mismo paisaje; o apenas casi nada ya, sino como alguna mariposa yerta, desgarrada por el viento. Ni luchamos contra el aire, ante su vacío, frente a los ángeles que por él están (...) Andamos en las mejores manos: las del viento, es decir, la nada inocente de cada día. Abandonados, recuperados, arrebatados. ¿Qué más? (...)
  
  
Queda el amor, que nos quita de todo, sin rescatarnos desde nada. La soledad está entre nosotros como un filo, profundamente hundido en las carnes. Nunca podrían sacárnosla sin matarnos, también a la vez, de inmediato. El amor no es nada más que tal quemadura, como lo blanco de una llama. Un claro en la sangre. Una luz en la respiración. Nada más. Y sin embargo (...) asomada sobre tamaña nada, incluso toda una vida sería ligera. Límpida: el amor no ensombrece lo que ama pues tampoco intenta tomar, sólo tocando sin hacerlo, y lo deja ir o venir. Mira como se aleja, con un paso tan fino que nunca oímos cuándo ha muerto: elogio a poco, alabanza de lo débil.
   
El amor viene, igual que se va. Siempre con su hora, jamás a la nuestra. Para venir, pide todo cielo y tierra, toda la lengua. No sabría caber en las estrecheces de algún sentido. Ni siquiera contentarse por una felicidad. El amor es la libertad. Y ésta junto a felicidades no va, sino con alegría, la cual como escalera de luz es para nuestro corazón. Conduce hasta mucho más arriba que nosotros mismos, e incluso de aquella misma: hasta donde no hay nada más que alcanzar, salvo lo inatrapable (...) ¿Acaso le preguntamos al pájaro la razón de su canto?" 
 

2 comentarios:

  1. Hoy es muy celebrable, sí, ¡este preciso Día, en si, más otro Verano: nuevo todo...!

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  2. "La belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra" (Jun'ichirō Tanizaki)

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