miércoles, 19 de junio de 2024

En esta nuestra política-Ficción son demasiado visibles los hilos que muévense por super-ricos

  
Vivimos en un mundo de política-ficción. Un mundo en el que los hilos que mueven los intereses de los super-ricos son cada vez más visibles. ¡Pero se espera de nosotros que hagamos como si no viésemos esos hilos... Y lo más sorprendente: mucha gente parece realmente ciega ante todos estos espectáculos de marionetas!

1. El «líder del mundo libre», el presidente Joe Biden, apenas puede mantener la atención durante más de unos minutos sin desviarse del tema o salirse del escenario. Cuando tiene que caminar ante las cámaras, lo hace como si estuviera desempeñando el papel de un errático robot. Todo su cuerpo está atenazado por la concentración que necesita para caminar en línea recta. Sin embargo, se supone que debemos creer que está manejando cuidadosamente los resortes del imperio occidental, haciendo cálculos críticamente difíciles para mantener a Occidente libre y próspero, al tiempo que mantiene a raya a sus enemigos -Rusia, China, Irán- sin provocar una guerra nuclear. ¿Es realmente capaz de hacer todo eso cuando le cuesta poner un pie delante del otro?

2. Parte de ese complicado acto de equilibrio diplomático que supuestamente está llevando a cabo Biden, junto con otros líderes occidentales, está relacionado con la operación militar de Israel en Gaza. La «diplomacia» de Occidente -respaldada por transferencias de armas- ha provocado el asesinato de decenas de miles de palestinos, en su mayoría mujeres y niños; la inanición gradual de 2,3 millones de palestinos durante muchos meses; y la destrucción del 70% del parque de viviendas del enclave y de casi todas sus principales infraestructuras e instituciones, incluidas las escuelas, universidades y hospitales... Sin embargo, nos hacen creer que Biden no tiene ninguna influencia sobre Israel, a pesar de que Israel depende totalmente de los Estados Unidos para obtener las armas que está utilizando en su destruir Gaza.
 
 
Debemos creer que Israel está actuando únicamente en «defensa propia», pese a que la mayoría de las personas asesinadas son civiles desarmados; y que está «eliminando» a Hamás, pese a que Hamás no parece haberse debilitado, y aun cuando las políticas de hambruna de Israel se cobrarán víctimas entre los jóvenes, los ancianos y las personas vulnerables mucho antes de matar a un solo combatiente de Hamás.

Hay que creer que Israel tiene un plan para el «día después» en Gaza que no se parecerá en nada al resultado que estas políticas parecen destinadas a conseguir: hacer de Gaza un lugar inhabitable para que la población palestina se vea obligada a marcharse.

Y encima de todo esto, debemos creer que, al dictaminar que se ha ya presentado un caso «plausible» del Israel estar cometiendo genocidio, los jueces del más alto tribunal del mundo, la Corte Internacional de Justicia, han demostrado que no entienden la definición jurídica del delito de genocidio. O, posiblemente, que les mueve el «antisemitismo».
 
 Biden tiene constantes episodios en público del andar gagá...
  
3. Mientras tanto, los mismos líderes occidentales que arman la matanza israelí de decenas de miles de civiles palestinos en Gaza, incluidos más de 15.000 niños, han estado enviando armamento a Ucrania «contra Putin» por cientos de miles de millones de dólares para ayudar a sus fuerzas armadas. «Hay que ayudar a Ucrania», nos dicen, porque es víctima de una potencia vecina agresiva, Rusia, decidida a la expansión y al robo de tierras.

Debemos ignorar las dos décadas con expansión militar hacia el este, a través de la OTAN, que finalmente ha llamado a la puerta de Rusia en Ucrania, y el hecho de que los mejores expertos occidentales en Rusia advirtieron durante todo ese tiempo que estábamos jugando con fuego al hacerlo y que Ucrania sería una línea roja para Moscú.

Se supone que no debemos hacer comparaciones entre la agresión rusa contra Ucrania y la agresión de Israel contra los palestinos. En este último caso, Israel es supuestamente la víctima, a pesar de que lleva tres cuartos de siglo ocupando violentamente el territorio de sus vecinos palestinos mientras, en flagrantes violaciones del derecho internacional, construye asentamientos judíos en el territorio destinado a formar la base de un Estado palestino.
 
   
Debemos creer sin pestañear que los palestinos en Gaza no tienen «derecho a defenderse» comparable al de Ucrania, ningún derecho a defenderse contra décadas de beligerancia israelí, ya sean las operaciones de limpieza étnica de 1948 y 1967, el sistema de apartheid impuesto a la población palestina remanente después, el bloqueo de Gaza durante 17 años que negó a sus habitantes lo esencial para vivir, o el «genocidio plausible» que Occidente está armando ahora y al que está dando cobertura diplomática. De hecho, si los palestinos intentan defenderse, Occidente no sólo se niega a ayudarles, como ha hecho con Ucrania, sino que los considera terroristas, al parecer incluso a los niños.

4. Julian Assange, el periodista y editor que más hizo por sacar a la luz los entresijos de las instituciones occidentales y sus planes criminales en lugares como Irak y Afganistán, lleva 5 años entre rejas en la prisión de alta seguridad de Belmarsh. Antes, pasó ya otros 7 años detenido arbitrariamente -según expertos jurídicos de las Naciones Unidas- en la embajada de Ecuador en Londres, obligado a pedir asilo allí por persecución política. En un interminable proceso legal, Estados Unidos busca su extradición para poder encerrarlo en un régimen de casi aislamiento durante un máximo de 175 años. Y, sin embargo, debemos creer que sus 12 años de prisión efectiva -sin haber sido declarado culpable de ningún delito- no tienen nada que ver con el hecho de que, al publicar cables secretos, Assange revelara que, a puerta cerrada, Occidente y sus dirigentes suenan y actúan como gangsters y psicópatas, especialmente en asuntos exteriores, y no como los administradores de un orden mundial benigno que dicen supervisar.

Los documentos filtrados que publicó Assange muestran en Occidente a dirigentes dispuestos a destruir sociedades enteras para favorecer el dominio de los recursos occidentales y su propio enriquecimiento, y deseosos de esgrimir las mentiras más escandalosas para lograr sus objetivos. No tienen ningún interés en defender el valor supuestamente preciado de la libertad de prensa, excepto cuando esa libertad se utiliza como arma contra sus enemigos.
 
   
Debemos creer que los líderes occidentales quieren de verdad que los periodistas actúen como guardianes, como freno a su poder, incluso cuando están acosando hasta la muerte al mismo periodista que creó una plataforma de denunciantes, Wikileaks, para hacer precisamente tales cosas (Assange ha sufrido ya un derrame cerebral por el esfuerzo de más de una década de lucha por su libertad).

Debemos creer que Occidente le dará a Assange un juicio justo, cuando los mismos Estados que conspiran en su encarcelamiento -y en el caso de la CIA, en su asesinato planificado- son los que él ha denunciado por participar en crímenes de guerra y terrorismo de Estado. Debemos creer que están siguiendo un proceso legal, no una persecución, al redefinir como delito de «espionaje» sus esfuerzos por aportar transparencia y responsabilidad a los asuntos internacionales.

5. Los medios de comunicación pretenden representar los intereses de los públicos occidentales en toda su diversidad y actuar como una verdadera ventana al mundo. Creemos que estos mismos medios de comunicación son «libres y pluralistas», incluso cuando son propiedades de los super-ricos así como de los estados occidentales que hace tiempo fueron vaciados para servirles a ellos.
 
   
Debemos creer que un medio de comunicación cuya supervivencia depende por completo de los ingresos de las grandes empresas anunciantes puede ofrecernos noticias y análisis sin miedo ni favoritismos. Debemos creer que un medio de comunicación cuya función principal es vender audiencias a las empresas anunciantes puede preguntarse si, al hacerlo, está desempeñando un papel perjudicial o beneficioso.

Debemos creer que unos medios de comunicación firmemente enchufados al sistema financiero capitalista que puso de rodillas la economía mundial ya en 2008, y que nos ha estado precipitando hacia la catástrofe ecológica, están en condiciones de evaluar y criticar ese modelo capitalista desapasionadamente, que los medios de comunicación podrían de alguna manera volverse contra los multimillonarios que los poseen, o podrían renunciar a los ingresos de las corporaciones de su propiedad que apuntalan las finanzas de los medios de comunicación a través de la publicidad.

Debemos creer que los medios de comunicación pueden evaluar objetivamente los «méritos del ir a la guerra»... Es decir, las guerras emprendidas en serie por Occidente -de Afganistán a Irak, de Libia a Siria, de Ucrania a Gaza- cuando las corporaciones mediáticas están integradas en potentes conglomerados empresariales cuyos otros grandes intereses incluyen las fabricaciones de armas y la extracción de combustibles fósiles.
 
   
Debemos creer que los medios de comunicación promueven acríticamente el crecimiento sin fin por razones de necesidad económica y sentido común, a pesar de que las actuales contradicciones son flagrantes: un «crecimiento» eterno es imposible de sostener en un planeta finito en el que los recursos se están agotando.

6. En los sistemas políticos occidentales, a diferencia de los de sus enemigos, existe alguna elección supuestamente democrática significativa entre varias candidaturas que representan visiones del mundo y valores opuestos.

Debemos creer en un modelo político occidental de apertura, pluralismo y responsabilidad, incluso cuando en Estados Unidos y el Reino Unido se ofrece a los ciudadanos una pugna electoral entre dos candidatos y partidos que, para tener posibilidades de ganar, necesitan ganarse el favor de los medios de comunicación corporativos que representan los intereses de sus propietarios multimillonarios, necesitan mantener contentos a los donantes multimillonarios que financian sus campañas y necesitan ganarse a las grandes empresas demostrando su inquebrantable compromiso con el «modelo de crecimiento» sin fin que es completamente insostenible.
 
  
Debemos creer que estos líderes sirven al público votante -ofreciéndole una elección entre la derecha y la izquierda, entre el capital y el trabajo- cuando, en realidad, al público sólo se le presenta una elección entre partidos postrados ante el Gran Dinero, cuando los programas políticos de ambos no son sino para meras competiciones sobre quién puede apaciguar mejor a la élite de la riqueza.

Debemos creer que el Occidente «democrático» representa el epítome de la salud política, a pesar de que repetidamente arrastra a las peores personas imaginables para dirigirlo. En Estados Unidos, la «elección» que se impone al electorado es entre un candidato senil (Biden) que debería estar dando vueltas por su jardín, o tal vez preparándose para sus últimos y difíciles años en una residencia, y otro competidor tal cual (Donald Trump) cuya búsqueda incesante de adoración y enriquecimiento personal nunca debería haber ido más allá de presentar un reality show televisivo.

En el Reino Unido, la «elección» no es mejor: entre un candidato más rico que el rey británico actual incluso e igualmente mimado (el hoy premier Rishi Sunak) y otro competidor vacío ideológicamente hasta el punto del que su historial público es un ejercicio de décadas de cambio de forma (Sir Keir Starmer).
 

 
Todos, señalémoslo, están totalmente de acuerdo con el genocidio continuo en la franja de Gaza, todos permanecen impasibles ante los muchos meses de matanza y hambruna de niños palestinos, todos están demasiado dispuestos a difamar como «antisemitas» a cualquiera que muestre una pizca de los principios y la humanidad de los que ellos carecen de forma tan obvia.

Puede que los super-ricos no estén a la vista, pero los hilos que mueven son demasiado visibles. Es hora de liberarnos.

 
  
  

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