jueves, 19 de enero de 2023

Extracto [sobre el recorrido histórico] en "L' HOMME REVOLTÉ", por Albert Camus (1º)

  

INTRODUCCIÓN


Desde el momento en que, falto de carácter, corre el criminal a procurarse una doctrina, desde el instante en que se razona el crimen, prolifera como la razón misma, toma todas las figuras del silogismo. De solitario que -como el grito- era el pasional, este otro -premeditado- se ha hecho universal como la ciencia. Juzgado ayer, hoy dicta la ley. La realidad del momento es el nuevo crimen, lógico [...] Una época que tan sólo en 50 años desarraiga, somete o mata a 70.000.000 de seres humanos debe ser juzgada [...] 
  
Monumento conmemorativo de Albert Camus, en París
  
Pero los campos que concentran esclavos bajo el estandarte de la libertad y las matanzas justificadas por el amor al hombre o la inclinación a lo super-humano dejaban sin amparo, en cierto sentido, al juicio. El día en que el crimen se acicala con los restos de la inocencia, de resultas de una curiosa inversión propia de nuestro tiempo, es la inocencia la que se ve forzada a procurar sus justificaciones.

Hace sólo 30 años, antes de decidirse a matar, se habría negado mucho, hasta el punto de negarse a sí mismos por medio del suicidio [...] Actualmente, las ideologías ya no niegan sino a los otros [...] el asesinato es la cuestión. Este ensayo se propone continuar, ante la rebeldía y el crimen, una reflexión empezada en torno al suicidio y a la noción del absurdo. Pero, de momento, esta reflexión no nos proporcionó más que dicha única noción; la del absurdo. Y a su vez, ésta tan sólo nos aporta contradicción [...] cuando se pretende ante todo obtener de él una regla de acción: hace al crimen, cuando menos, indiferente; y, por consiguiente, posible...

Se decidirá entonces no actuar, lo cual equivale al menos al aceptar el asesinato ajeno [...] Se imaginará igualmente sustituir la acción por diletantismo trágico; y, en este caso, la vida humana no es sino una apuesta. Cabe por último proponer el emprender una acción que no sea gratuita. En este último caso, careciendo de un valor superior orientando la acción, habrá que dirigirse hacia el sentido de la eficacia inmediata: no siendo nada verdadero ni falso, bien o mal, las reglas consistirán en mostrarse lo más eficaz; o sea, lo más fuerte [...] Así en el corazón de la negación y del nihilismo, hágase lo que se haga, el crimen tiene su lugar privilegiado... en nombre de la lógica.

Suicidio y crimen son aquí dos caras de un mismo orden, el de una inteligencia desdichada que prefiere al sufrimiento de una condición limitada la negra exaltación en que tierra y cielo se aniquilan. Pero [...] no se pueden dar coherencias ningunas al crimen si se le negó al suicidio: una mente imbuida de la idea del absurdo admite, sin duda, el de fatalidad; pero no podría consentir ningún crimen por razonamiento. A partir del momento en que se reconoce la imposibilidad de la negación absoluta, y vivir en cierto modo es reconocerla, lo primero que no se puede negar son las vidas ajenas...

El absurdo es en sí mismo contradicción [...] Única actitud coherente fundada en la no significación sería el silencio [...] ante un espejo... «Son mis enemigos -dice Nietzsche- esos que quieren derribar, y no crearse a sí mismos». Él derriba, pero para intentar crear. Y exalta la probidad, fustigando a los sibaritas «de hocico de cerdo». Para huir de la complacencia, el razonamiento del absurdo encuentra entonces la renuncia, por las extrañas ascesis de la rebelión...

El error de toda una época ha sido enunciar, o suponer enunciadas, sus reglas generales para cualesquier acciones a partir de una emoción desesperada [...] Grito que no creo en nada y todo es absurdo, pero no puedo dudar en cambio de mi grito; y necesito, al menos, creer en mi protesta. La primera y única evidencia que me es dada así, dentro de la experiencia del absurdo, es la rebelión [...] Esa rebeldía nace del espectáculo de la sinrazón... Pero su impulso ciego reivindica el orden, en medio del caos, y la unidad en el corazón mismo de lo que huye o desaparece.   

Dos siglos de rebeldía... es la historia del orgullo europeo [...] El hombre resulta la única criatura que se niega a ser lo que es...  
  

I.- El hombre rebelde
 
Un hombre que dice no. Pero si niega, no renuncia: es también un hombre que dice sí [...] afirma una frontera de un buen derecho [...] Desde el momento en que habla, reclama con impaciencia un valor [...] convertido en el bien supremo para él. Instalado antes en un compromiso, el esclavo se lanza («ya que así es…») al Todo o Nada de golpe. La conciencia nace a la luz con la rebelión.

La conciencia nace con la rebeldía [...] el paso del "sería necesario que..." al "quiero que eso sea" sobrepasa al individuo, lo saca de su soledad y le proporciona una razón de obrar en la medida en que se identifica con una comunidad natural (tampoco se trata de comunidad ninguna de intereses). El surgimiento del Todo o Nada muestra cómo la rebelión, aunque nazca en lo que tiene de más estrictamente individual el hombre, pondrá en tela de juicio la noción misma de individuo. Si, en efecto, acepta morir prueba con ello que se sacrifica en beneficio de algo que juzga rebasa destino propio.  

Comparándola con el resentimiento, auto-intoxicación de una impotencia prolongada (según Max Scheler), la rebelión ayuda al desbordarse del ser [...] Se envidia lo que no se tiene, en tanto el rebelde defiende lo que sí es. No es realista [...] El resentimiento se convierte en acritud o arribismo, según crezca en un alma débil o fuerte [...] El rebelde no trata de conquistar, sino imponer [...] se limita a rechazar la humillación sin pedirla para los demás...

Es el movimiento mismo del amor [...]  Aparentemente negativa, ya que no crea nada, la rebelión es profundamente positiva, ya que revela lo que, en el hombre, hay siempre que defender...
  
  
El problema de la rebeldía parece no cobrar sentido preciso sino dentro del pensamiento occidental [...] en los grupos en que una igualdad teórica esconde grandes desigualdades de hecho [...] la rebelión es propia del hombre informado, poseyendo la conciencia de sus derechos [...] se trata de una conciencia cada vez más amplia que de sí misma adquiere la especie humana a lo largo de su aventura...

El hombre rebele es el situado antes o después de lo sagrado y dedicado a reivindicar un orden humano en el que todas las respuestas sean humanas, es decir, formuladas razonablemente. A partir de este momento, toda interrogación, toda palabra, es rebeldía, mientras que, en el mundo de lo sagrado, toda palabra es acción de gracia.
 
Para ser, el hombre debe rebelarse, pero su rebeldía ha de respetar ese límite que descubre en sí misma y en el que los hombres, al unirse, empiezan a ser. El pensamiento en rebelión no puede, pues, prescindir de la memoria [...] en una embriaguez de tiranía o servidumbre.   

En la experiencia del absurdo, el sufrimiento es individual. A partir del movimiento de la rebeldía cobra conciencia como ser colectivo, es la aventura de todos. El primer progreso de un espíritu imbuido de rareza consiste, pues, en reconocer que la comparte con todos los hombres; porque la realidad humana, en su totalidad, sufre tal distanciamiento con respecto a sí y al mundo. El mal que sufría un solo hombre se hace peste colectiva: Me rebelo, luego existimos.   


II.- La rebelión metafísica 

La rebeldía más elemental, metafísica, expresa paradójicamente la aspiración a un orden [...] se levanta contra un mundo quebrado para reclamar su unidad...

Su historia no puede confundirse, pues, con la del ateísmo. El rebelde desafía más que niega [...] La rebelión humana termina siendo metafísica: derribado aquel trono de Dios, el hombre rebelde reconoce por fin cómo la justicia, orden o unidad vanamente buscados en su condición, le incumbe ahora con sus propias manos ya crearlos y, de tal modo, justificar la caducidad divina.
 
II.1.- Los hijos de Caín

La rebeldía metafísica propiamente dicha no aparece para la historia de las ideas, de manera coherente, sino a fin del siglo XVIII

No se puede olvidar que el Prometeo portador del fuego, último término de la trilogía esquiliana y el mayor de los mitos respecto a la inteligencia en rebelión, anuncia el reino del hombre rebelde... perdonado [...] Él mismo es un semidiós. Se trata de un ajuste de cuentas particular...  Rebelarse contra la naturaleza es lo mismo que hacerlo contra sí, darse de cabeza contra la pared. La única rebeldía coherente es entonces el suicidio.

Hay que esperar los últimos momentos del pensamiento antiguo para ver cómo la rebelión comienza a encontrar su lenguaje entre pensadores de transición, en nadie tan profundamente como Epicuro y Lucrecio. Éste último precisa: «La substancia de este vasto mundo está reservada a la muerte y a la ruina». O «de espera en espera -dijo Epicuro- consumimos nuestra vida y morimos todos esforzándonos»...

Epicurohay que morir, silencio del hombre prepara mejor el destino que divino verbo y [...] como un dios en medio de los hombres, cantará victoria: «He desbaratado tus emboscadas, oh destino, he cerrado todas las vías por las que podías alcanzarme [...] Y cuando haya sonado la hora de la inevitable partida, nuestro desprecio por quienes se agarran vanamente a la existencia estallará en este hermoso canto: ¡Ah, cuán dignamente hemos vivido!».

El átomo es el último refugio en que el ser, reintegrado a sus elementos primeros, proseguirá una especie de inmortalidad sorda y ciega, de muerte inmortal que figura la única felicidad posible. Tiene que admitir, con todo, que los átomos no se asocian solos; y antes del consentir en una ley superior para acabar en el destino que quiere negar, admite un movimiento fortuito de clinamen según el cual los átomos se encuentran y combinan. Su odio al destino y a la muerte se satisface con que los átomos forman el ser accidentalmente, y que accidentalmente se disipa en átomos.  
 
  
La piedad es «poder mirarlo todo con una mentalidad que no turba nada». Pero tiembla con todo por la injusticia que se le inflige al hombre [...] En el gran poema 'Sobre la naturaleza de las cosas' razona: ¿por qué se castigaría el mal, puesto que vemos suficientemente cómo no se recompensa el bien? Epicuro mismo, según la epopeya de Lucrecio, será un rebelde magnífico: «el primero fue que osó alzarse con sus ojos mortales contra la religión para levantarlos [...] y así a su vez ésta ya derribada por fin eraelevándonos hasta el cielo a nosotros, en la victoria»...

Con Caín, la primera rebelión coincide con un primer crimen [...] luego Cristo vino a resolver, precisamente, los dos problemas principales del hombre rebelde [...] mas como dios hombre optó por sufrir también, con paciencia, el mal y la muerte.

El gnosticismo, que es el fruto de una colaboración greco-cristiana, intentó durante dos siglos, en reacción contra el pensamiento judaico, acentuar dicho movimiento: por su origen, la Gnosis es conciliadora; pero la Iglesia condenó el esfuerzo y multiplicó rebeldes...

Paradójicamente, los blasfemos hacen revivir al dios celoso que el cristianismo quería expulsar del teatro de la historia [...] Dostoyevski, en imaginación, y Nietzsche, de hecho, ampliarán desmesuradamente el campo del pensamiento en rebeldía y pedirán cuentas al mismo dios de amor.
 
II.2.- La negación absoluta

Históricamente, de Sade, la primera ofensiva coherente: si el alma es bastante fuerte para edificar en el corazón de nuestro presidio humano alguna moral que ya no siga siendo ya de sumisión, en la mayor parte de los casos, resultará otra para dominación [...] Y se ha exaltado en él al primer teórico de la rebelión absoluta. La inteligencia entre grilletes pierde de lucidez lo que gana en furor...

II.2.1- Un hombre de letras

La más importante obra de Sade termina con una demostración respecto a la estupidez y el odio divinos [...] Que el crimen sea un atributo divino se ve lo bastante, según él, por la historia de las religiones; pero, si Dios mata y niega de tal modo al hombre, nada puede prohibir que a su vez éste niegue o mate a sus semejantes.    

Negará, pues, en nombre del instinto más fuerte -sexual- que grito mismo de la naturaleza es cual poder de destrucción [...] en ello se opone a su época. La libertad que reclama no es por principios, sino de los instintos...

«Matar un hombre en el paroxismo de la pasión se comprende. Hacerlo matar por otro en la calma del meditar serio, bajo pretexto de un honorable ministerio, es incomprensible»: quien mate ha de pagar con su vida. No se puede al mismo tiempo elegir castigo a los otros y crimen para sí; hay que probar la virtud propia, lo cual es imposible, o en el caso contrario abrir las cárceles...

Cinismo es, en política, su verdadera posición: para un mundo sin más regla que la del crimen, bajo el cielo del crimen, en nombre de una naturaleza criminal, Sade no obedece en realidad más que a la ley insaciable del deseo: habrá que luchar y dominar, pues [...] Sade crearía lugares cerrados de los que imposible fuera evadirse, y en los que la sociedad del deseo y el crimen funcionase sin tropiezo, según un reglamento implacable. La rebeldía más desenfrenada, con reivindicación total de la libertad desemboca en el avasallamiento de las mayorías...

Pero desde el momento en que el crimen sexual suprime el objeto de voluptuosidad [...] hay que someter otro matándolo, y otro más de nuevo, y tras él la infinidad de todos los objetos posibles. Entonces, de destrucción en destrucción, no bastando ya para la sed de sangre el propio reino humano, habría que correr hasta el aniquilamiento universal [...] mas no puede destruirse todo...

Con dos siglos de anticipación, a escala reducida, Sade exaltó las sociedades totalitarias en nombre de la libertad frenética que, realmente, no reclama rebelión [...] El crimen, que quería que fuese fruto excepcional y delicioso del vicio desenfrenado, no es ya hoy día más que la triste costumbre de una virtud convertida en policíaca. Son las sorpresas de la literatura.  
  
   
II.2.2- La rebelión de los dandis

El héroe romántico se considera forzado a cometer el mal, por nostalgia de un bien imposible. Satán se alza contra su creador, por haberse valido de la fuerza para reducirlo.  El ser en rebeldía se alejará de su Dios agresor e indigno: ya que tal violencia se halla como raíz de la creación, le contestará con otra violencia deliberada [...] Esto define un nihilismo y autoriza el crimen [...] Sólo hace vivir el grito; la exaltación hace las veces de verdad...

Al no esperar ya la regla o la unidad de Dios, empeñada en unirse contra un destino enemigo, la rebeldía romántica busca una solución en su actitud; reuniendo en estética la unidad del hombre abandonado a su azar y destruido por las violencias divinas, para conservaal menos el orgullo [...] El objetivo era, pues, igualarse a Dios negándole toda sumisión; el dandismo es una forma degradada de ascesis...

«Vivir y morirse delante de un espejo» era, según [el post-romántico parnasiano simbolistaBaudelaire, la divisa. El dandi está, pues, obligado al asombrar siempre... con las audacias de la «excentricidad» [...] Creará el jardín de las flores del mal en el cual el crimen no figurará sino como una especie menos frecuente y el terror mismo se convertirá en fina sensación o espectacular objeto raro...

El dandismo confiesa la nostalgia de una moral. No es más que un honor degradado en pundonor: el arte es su moral. Pero en el seno del propio romanticismo la esterilidad de tal actitud se manifiesta a algunos rebeldes que proporcionan entonces un tipo de transición entre tal excéntrico (Increíble) y nuestros aventureros revolucionarios del siglo XX [...] con Byron y Shelley se bate ya, aunque ostensiblemente, por la libertad. La rebelión abandona poco a poco el mundo de las apariencias por otro, del hacer...
 
II.3.- El rechazo de la salvación

Aún el dandismo fue con relación a Dios; ante quien mantiene una especie de tenebrosa coquetería... Por el contrario, Iván Karamazov (según Dostoievski) toma el partido de los hombres y carga el acento en su inocencia: no se remite al misterioso Dios, ya, sino a un principio más alto como es la justicia. Iván rechaza explícitamente a Dios en tanto que principio de amor [...] rechazando la dependencia profunda que introduce una ortodoxia cristiana entre sufrimiento y verdad. «Toda la ciencia del mundo no vale las lágrimas de los niños»...

Por añadidura, Iván encarna el rechazo a ser salvado solo. Se solidariza con los réprobos y, a causa de ellos, rechaza el cielo. El sufrimiento continuaría. No hay salvación posible para quien sufre la verdadera compasión... y del Todo o nada pasamos al Todos o nadie [...] «Sólo sé cómo el sufrimiento existe, que no hay culpables, que todo se enlaza, todo pasa y se equilibra». Pero si no hay virtud, tampoco puede haber ley: «Todo está permitido». Ahí comienza realmente el nihilismo contemporáneo. La rebeldía romántica se limitó a decir que, por insolencia, ella osaba permitirse lo que seguía prohibido... 

Una larga reflexión sobre nuestra condición de condenados a muerte desemboca únicamente en la justificación del crimen. Y al mismo tiempo, odia la pena de muerte [...] Toda indulgencia para el criminal, ninguna para el verdugo ejecutor de la justicia [...] A sabiendas, acepta su dilema: ser virtuoso e ilógico, si no lógico y criminal...

Por fin: ¿es posible vivir y mantener la rebelión? Iván concluye que no... salvo llevándose hasta su extremo... de la revolución metafísica [...] Atrapado entre virtud injustificable y crimen inaceptable, devorado de piedad e incapaz de amar, solitario privado del caritativo cinismo, la contradicción matará esta inteligencia soberana [...] «Si no hay Dios ni tampoco inmortalidad» [...] el socialismo es, sobre todo, la cuestión sobre una torre de Babel a construirse sin Dios; no por alcanzar los cielos, sino para bajarlos hasta la tierra...

La felicidad universal no se puede obtener sólo por la libertad del escoger entre bien y mal; sino hay que reinar primero, y conquistar [...] El Gran Inquisidor, viejo y cansado por su amarga ciencia, sabe cuánto los hombres son más perezosos que cobardes al preferir paz de la muerte a libertad del discernir el bien o el mal [...] los Grandes Inquisidores rechazan orgullosamente un pan del cielo con libertad por ofrecepan en la tierra sumisa: desde Pablo a Stalin, los Papas que han elegido al César han preparado el camino para los Césares que se eligen sólo a sí mismos...
 

  
II.4.- La afirmación absoluta

¿No estaremos entonces en lo absurdo? Eso es lo que aborda Nietzsche de frente...  

II.4.1- El Único

Stirner reía por el callejón sin salida; y desde 1845, fecha en que se publicaba El Único y su propiedad, empezó a despejar el terreno. El hombre, que frecuentaba la «Sociedad de los Emancipados» con los jóvenes hegelianos de izquierdas (Marx, entre ellos), no sólo tenía una cuenta que saldar con Dios, sino también con el Hombre de Feuerbach, el Espíritu de Hegel y el Estado, su consecutiva encarnación histórica lógica... Para él, eran todos esos ídolos nacidos del mismo «mongolismo», la creencia en ideas eternas [...] Dios no es más que una de las alienaciones del yo. Sócrates, Jesucristo, Descartes, Hegel, todos los profetas y filósofos, no han hecho nunca sino inventar nuevas maneras del enajenar lo que soy; eso que Stirner se ha empeñado en distinguir del Yo absoluto de Fichte reduciéndolo a lo más particular y más fugitivo que tengo, el Único. 

La historia universal hasta Jesucristo es un largo esfuerzo para idealizar lo real, encarnado en los pensamientos y consecuentes ritos de purificación antiguos; o a partir de Jesús, con tal objetivo logrado, el otro esfuerzo consiste, por contra, en realizar lo ideal. El furor de la encarnación, cada vez más, devasta el mundo a medida que el socialismo extiende su imperio como heredero -degenerado...- de Cristo [...] Sólo es verdadero el Único, enemigo de lo eterno...
  
«Aquel más allá (supuesto exterior) es barrido, pero el (otro) interior cielo devino verdaderamente [...] y la Revolución en reacción desembocó (nos dice, sobre la francesa) y eso prueba lo que era en realidad [...] La significación formidable de un grito de alegría sin pensamiento no pudo comprenderse mientras duraron las largas noches del pensamiento y de la fe»...  

II.4.2- Nietzsche y el nihilismo   

Según él, la pregunta del si acaso «¿puede uno vivir en rebeldía?» se convertía en «¿puede vivirse sin creer nada?». Su respuesta es afirmativa si, confiando a lo que va a venir, se siente en el mismo movimiento primitivo dolor y alegría: «negando a Dios, su responsabilidad, por tanto; sólo así libertaremos al mundo» [...] En lugar de una duda metódica practicó la negación metódica, la destrucción meticulosa aquellos ídolos con los que camufla todavía el nihilismo la muerte de Dios; quien quiere ser creador, según él, ha de ser primero destructor rompiendo los valores [...] y la moral, su faz última es, la que hay que destruir antes de reconstruir. 

Es sabido cómo le envidió públicamente a Stendhal su fórmula: «la única excusa de Dios es que no existe» [...] Pero Nietzsche coloniza en provecho del nihilismo los valores que, tradicionalmente, fueron considerados como sus frenos. Principalmente la moral; como la ilustró Sócrates, o tal cual nos ha recomendado el cristianismo, es una señal de decadencia: quiere terminar sustituyendo al hombre real con uno reflejo, no el de carne real: condena las pasiones y los gritos en nombre de un mundo armónico, es decir por otro imaginario sólo, en la impotencia para ver qué se hace y vivir lo que se ofrece. Esta dolencia está en la base de todo idealismo...

Con él, la rebelión parte del «Dios ha muerto» y se vuelve contra todo lo que tiende a entonces falsamente a reemplazar esa divinidad extinguida [...]  Si ataca el cristianismo es en tanto que moral. Deja intactos a Jesucristo y los aspectos cínicos de la Iglesia...

¿Cuál es lo profundamente corrupto que añadió el cristianismo al mensaje de su maestro? La idea del juicio, a toda enseñanza de Cristo ajena, más las nociones de recompensa o castigo correlativos [...] Mientras el único juicio de Jesús consistía en decir que los pecados de naturaleza no tienen importancia, el cristianismo histórico hará de toda la naturaleza una fuente del pecado. «¿Qué es lo que niega Cristo? Todo cuanto ahora lleva el nombre de cristiano»...  

Nihilista no es quien ya no cree nada sino aquel que no cree lo que es. Y por ser espíritu libre [...] El descubrimiento de Nietzsche consistió en decir que, si la ley eterna no es libertad, su ausencia lo es aún menos.  Dicho de otro modo, con él, la rebeldía conduce a la ascesis. Una lógica más profunda sustituye entonces el «Si nada es verdad, todo está permitido» de Karamázov por un «Si nada es verdad, nada está permitido»...

Ser libre es precisamente abolir los fines. El espíritu libre ama lo que es preciso. Adhesión total a una necesidad total, tal es su definición paradójica de la libertad. Nace de una voluntad decidida del ser lo que se es en un mundo que sea lo que es: «considerarse a sí mismo como una fatalidad, no querer hacerse distinto de como se es…» [...]  El dios moral, la piedad, el amor son otros tantos enemigos de la fatalidad a la que tratan de compensar. Nietzsche no quiere redención...

El movimiento de rebelión desaparecido en absoluta sumisión al devenir: amor fati sustituye al odium fati. «Todo individuo colabora con todo el ser cósmico, lo sepa o no, queramos o no». Se pierde así en el destino de la especie y el movimiento eterno de los mundos. «Todo lo que ha sido es eterno, el mar lo devuelve a la orilla» [...] Sólo es eterna la fuerza que no tiene finalidad, el «Juego» de Heráclito...
 
  
El mundo es divino por ser gratuito. Es por lo que sólo el arte, en su gratuidad uniforme, capaz es de aprehenderlo. Ningún juicio da cuenta del mundo, pero el arte puede enseñarnos a repetirlo, a lo largo de los eternos retornos como él [...] «Si hay un Dios, ¿cómo soportar no serlo?». Hay un Dios, en efecto, y es el mundo. Para participar de su divinidad, basta con decir sí. «No rezar ya, bendecir», y la tierra se cubrirá de hombres dioses. La transmutación de los valores consiste tan sólo en que se sustituye al valor del juez por el del creador, con el respeto y la pasión de lo que es: divinidad sin inmortalidad es definitoria de la libertad del creador...

Igual que aquel Empédocles arrojándose al Etna para ir en busca de la verdad donde se hallaba, en las entrañas de la tierra, Nietzsche proponía al hombre que se abismara en el cosmos para encontrar su divinidad eterna y convertirse a su vez en Dionisos. La voluntad de poder concluye así, como los Pensamientos de Pascal que tan a menudo nos ha recordado, en una apuesta...

En cierto sentido, la rebeldía para Nietzsche conduce también a la exaltación del mal, que ya no es un desquite; se acepta como una de las caras posibles del bien, y fatalidad. En su mente, se trataba únicamente del orgulloso consentimiento a lo que no cabía evitar por el alma. No obstante, se conoce ya su posteridad y qué política debía prevalerse de aquel que se decía el último alemán anti-político [...] Creyó en el valor unido a inteligencia, y era a esto a lo que llamaba fuerza. En su nombre, luego, se han opuesto ambas facetas y esa virtud -que fue realmente suya- se ha transformado así en lo contrario: la violencia ciega...

Servidor empedernido de aquella «equidad suprema de la suprema inteligencia que tiene como enemigo mortal el fanatismo», a los 33 años de su muerte, su propio país lo erigió en maestro de mentira o violencia; e hizo verse ya odiosas las nociones y virtudes que su sacrificio había hecho admirables [...] fabricación metódica de infra-hombres resultante con la predicación del super-hombre...

«Cuando los fines son grandes -escribió Nietzsche, para su desgracia...-, la humanidad recurre a otra medida y no juzga ya el crimen como tal, aunque utilice los medios más espantosos». Su responsabilidad fue que había legitimado, por razones superiores de método en el cénit de su pensamiento, ese derecho al deshonor (del que ya dijera Dostoyevski que, al ofrecérselo a los hombres, estamos siempre seguros de verlos precipitarse hacia él). Pero su responsabilidad involuntaria va más lejos aún...  

Se dio cuenta clara de que el humanitarismo no era más que un cristianismo privado de justificación superior, que conservando las causas finales rechazaba la causa primera. Mas no vio que doctrinas de emancipación socialista debían tomar a su cargo, por lógica inevitable del nihilismo, aquello con que había soñado él mismo: la super-humanidad; la filosofía secularizó el ideal; pero vienen los tiranos y no tardan en secularizar las filosofías que les dan su derecho. Nietzsche había percibido ya tal colonización a propósito del Hegel cuya originalidad, según él, fue inventar un panteísmo en el que mal o error y sufrimiento no puedan servir ya de argumentos contra la divinidad. «pero el Estado, los poderes fácticos, inmediatamente han utilizado esta iniciativa grandiosa». 

Sin embargo, él mismo lo había imaginado [...] Un sistema en el cual lo criminal ya no podía servir de argumento contra nada y cuyo único valor residía en la divinidad del hombre. Esta iniciativa grandiosa requería también ser utilizada. En dicho sentido, el nacionalsocialismo no es más que un heredero de paso, el resultado rabioso y espectacular del nihilismo. 

Más lógicos y ambiciosos serán los que, corrigiendo a Nietzsche con Marx, optarán por no decir que sí más que a la historia y ya no a la creación entera. El hombre rebelde al que Nietzsche arrodilló ante todo el cosmos se postrará en lo sucesivo ante la historia. Nietzsche mediante su teoría del superhombre -como, previamente, con la sociedad sin clases Marx- sustituía el más allá por un más tarde; traicionando a los griegos y las enseñanzas de Jesucristo que, según él, sustituían el más allá por un enseguida. 

La diferencia, capital, es que [...] para Marx la naturaleza es lo que se subyuga por obedecer a la historia; y para Nietzsche aquello que se obedece, para subyugar a la historia: «el socialismo moderno tiende al jesuitismo secular, haciendo de todos los hombres instrumentos [...] Lo que desea es el bienestar […] en consecuencia se marcha en pos de una esclavitud espiritual como no se ha visto nunca»...

El marxismo-leninismo tomó realmente por su cuenta la voluntad de Nietzsche, mediante la ignorancia de algunas virtudes nietzscheanas. El gran rebelde crea entonces con sus propias manos, y para encerrarse en él, el reino implacable de la necesidad. Huido de la prisión de Dios, su primera preocupación estribará en construir otra por la historia y la razón, acabando así el camuflaje y consagración del nihilismo al que Nietzsche pretendió vencer...

 
Albert Camus, 1951: "EL HOMBRE REBELDE" 




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