jueves, 4 de noviembre de 2010

TOLSTÓI HA MUERTO, ¡VIVA TOLSTÓI...!

. Colores el finde, subiendo en claro entre ventiscas de nieve desde
Ezcaray al San Lorenzo, con vetusto Grupo montañero Standard.
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"León Tolstói era un ser de Otro Mundo: genial escritor, inigualable novelista, prodigioso cuentista, áspero misántropo que amaba a la Humanidad contradictoriamente, defensor a ultranza de la 'No violencia activa', huraño impenitente que fue ídolo de masas, monstruo sagrado con dudas de fe, hombre difícil de prosa sencilla e inimitable, maestro de literatos y emblema de revolucionarios, ejemplo de cualquier persona de bien… Este mes se cumplen cien años de su muerte.
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En España, donde apenas celebramos el centenario del nacimiento de Mariano José de Larra, ignoramos por completo el de José de Espronceda y nos hemos limitado a homenajear el de la muerte de Miguel Hernández con una incompleta edición de sus 'Obras completas', un disco de Serrat y un acto en Orihuela, a Tolstói le hemos recibido con una más que grata noticia: la editorial Alba ha publicado una nueva y magnífica traducción, obra de Víctor Gallego, de 'Anna Karénina', seguramente la mejor novela de la Historia.
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Toda la narrativa de Tolstói es asombrosamente buena. 'Guerra y Paz' es una novela ingente, inconmensurable, única. La mayoría de sus cuentos –es indispensable leer 'Cuánta tierra necesita un hombre', 'El diablo', 'El padre Sergio' o 'Las memorias de un loco'– son tan buenos como los de Antón Chéjov. Hasta sus obras más 'menores...' poseen cierta pátina indeleble de genialidades. Pero entre toda su tan descomunal producción sobresale, con justicia, 'Anna Karénina': un festín novelístico de primera magnitud.
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Recién publicada, Fiódor Dostoievski la calificó de 'Obra maestra sin tacha'. Flaubert se quedó anonadado tras su lectura. Thomas Mann creía que era la mejor novela social de siempre. Vladimir Nabókov la colocó a la cabeza de las grandes historias de amor. William Faulkner la veneraba. Pero es mucho más que todo eso. 'Anna Karénina' lo es todo; es una novela que hay que leer para advertir su grandeza; hay que disfrutarla si se quiere ser humano, entender el mundo de locos en que vivimos. Es uno de esos libros, como la dantesca 'Divina Comedia', las cinco grandes tragedias de Shakespeare, 'El Quijote' o el 'Fausto' de Goethe que han hecho de nosotros lo que somos, sentimos y pensamos.

Generalmente, como con casi todo, 'Anna Karénina' suele reducirse a una historia de adulterio entre la dama del título y un joven militar de buena familia. Hay otra gran trama principal: la de Levin y su esposa Kitty. Mientras aquella destruye su matrimonio, su familia, su prestigio social, su vida, sufre en definitiva una historia de pasión y desamor, éstos aprenden a amar, a vivir juntos, a crear un nido familiar, a reconciliarse con la vida. Bien pensado, es Levin, el 'alter ego' de Tolstói, un auténtico protagonista del libro, una genial reflexión sobre la existencia, la sociedad, el ser humano, el mundo, sobre todo lo que puede abarcar la mente humana.
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'Anna Karénina' es tan ingente porque es un trozo de universo metido en alrededor de mil páginas. Nunca se ha conseguido crear algo tan pleno y real. Cada personaje –Vronski, Oblonski, Dolly, Karenin, Mijáilov, Nikolai, Varenka, Seriozha, un eterno etcétera– es un ser humano de carne y hueso, con fondo, forma, alma… ¡Si hasta Laska, la perra de Levin, es más humana que muchos personajes de novelas contemporáneas! Nunca antes ni después un escritor ha conseguido crear tantas almas –cercanas, remotas, buenas, malas, frívolas, interesadas, generosas, gélidas, cálidas…–. Un átomo donde se condensa la humanidad entera...
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Cada página es un ejercicio narrativo poderoso, intenso, de una plenitud inhumana, casi divina, realizada por un místico heterodoxo, un ser que huía de los humanos y los quería con una desazón patológica. En 'Anna Karénina' se suceden las escenas... más intrascendentes con las más apasionantes como si estuviésemos en plena cotidianeidad: una partida de caza, una cena familiar, un baile de gala, una noche en la ópera, una asamblea de la nobleza rural, un día de siega, un nacimiento, una muerte, una tarde en el casino, una discusión sobre la existencia, otra sobre los campesinos… Siempre con un interés pasmoso para el lector que busque y sepa encontrar la verdad en las palabras de un genio.
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Por si fuera poco, en 'Anna Karénina' se dan la mano las más grandes proezas de la novela anterior y los cambios técnicos que ahora se atribuyen a escritores del siglo XX. Siendo un clásico, la más genial y decimonónica de las novelas decimonónicas, es mucho más audaz y adelantada que cualquiera de las que se han publicado después. Es un prodigio técnico, creativo, una hazaña colosal de un escritor en estado de gracia que, a la postre, era un hombre de carne y hueso pero al que en Rusia siempre se ha visto como un semidiós, como aquí a Cervantes, sólo que allí, y en casi todo el mundo, a Tolstói se le sigue leyendo con deleite, pasión y veneración.
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Después de 'Anna Karénina', Tolstói no volvió a escribir ninguna novela grandiosa –sí la mayoría de sus mejores cuentos y algunas insuperables novelas cortas como 'La muerte de Iván Ilich' o 'La Sonata a Kreutzer'–. Había tocado su techo. Y el de todos. Aun más, renegó de su magna obra por considerarla insuficientemente auténtica, poco edificante en lo moral. Nada extraño si consideramos que el propio novelista ruso siempre renegó de Shakespeare. Quizás poco inteligente sólo para lo que él se refería, quizás eternamente insatisfecho con todo, en especial consigo mismo, la cuestión es que ha sido de los pocos que no consiguió ver la inhumana grandeza de su mejor obra. Hasta en eso era único.
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Se cumplen cien años de la muerte de Tolstói, hombre que inspiró, entre otros, a Gandhi o Martin Luther King. Es uno de los escasos hombres que, sin ser un santo, dejó tras de sí un aura de especial humanidad y una obra magistral que perdurará por los siglos de los siglos. 'Anna Karénina' es su mejor novela, la mejor de toda la Historia. Seguramente no exista ningún otro libro tan perfecto, tan genial, tan ambicioso, tan pleno, tan semejante a lo que somos todos en conjunto. No leerla es ser un poco menos humano, es quedarse incompleto. Y el leerla es un placer, único, deliciosamente repetible."
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2 comentarios:

  1. El Teatro también es un espejo inmejorable para toda la espectacular complejidad que podemos encerrar con los efímeros episodios de nuestras comunes vidillas.

    Hace poco vimos una versión, con plenas resonancias del aquí ahora, para 'El mal de la juventú' que nos legó en aquella depresiva Viena entreguerras de los mal-dichos 'felices 20' quien forzosamente había de firmarse con su seudónimo de Brückner... Y moraleja impepinable que flotaba tras dos horas brillantes fue cómo solo tienes la salida de alguna clase de Suicidio (si no has domado sensibilidades deseantes insumisas) o... cualquier vulgar opción, siempre más generalmente normalizada (o sea, sin vergüenzas), del Acostumbr...aburguesarte (sic).

    Algo antes habíamos celebrado la magia dramática en un 'Arte de la comedia' por aquel gran dramaturgo y actor -justamente nombrado, ya cerca de su final en 1984, senador vitalicio por Sinistra Independente- que había sido Eduardo di Filippo ... sobre radical indiscernibilidad entre vida real o 'el gran teatro del mundo'...

    Ahora nos han dado aun otra vuelta de tuerca más cruel tras la reposición de una 'Con derecho a fantasma' mucho más implacablemente corrosiva que las dos antedichas por su función, al colarse inadvertida para mejor poder acabar acorralándote contra inevitables dilemas personales: ¡sobre precio y servidumbre del deseo, sentimiento e ideología hipotecados por lo que traía cuentas o no!

    Para no perderse tamaño melodrama excepcional, de miedo, en que se disparan por el respetables las reiteradas risas... nerviosas: a la salida, mirar las caras de cada cual según su respectiva suerte dentro de las casuísticas obviamente aludidas entre coartadas muy realistas, es toda una experiencia; desde la mueca sonriente con nudo en estómago lúcido al vergonzante imitar del protagonismo demostrado por quienes prefieren arrostrar hasta lo último el que -supuestísimamente...- nada saben. Como usual es, misma mente, por nuestras calles cada día.

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  2. Leí Ana Karenina en la edad en que me tragué todo libro vetusto, en el sentido de tocho, gordo, que me echaba a la cra... recomendados por la profe de literatura, claro está.
    16 años tenía.

    Ezcaray ¡Qué preciosa ciudad/pueblo!

    PAQUITA

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