jueves, 27 de enero de 2022

InconstitucionaIUPPSOERcogobernantedecreta bozal con Alarmas por lejano ir 'A LA GUERRA'


Ni lo verdadero como las Ciencias o la Ley con los razonamientos, ni aun decente ser, cuenta ya: NO¡en el aquí, para nada...!
 
 
  
- 'Nuestros' gobernantes, con apoyo desde 'oposición' que comparte Casta de "cogobernanza" mediante las CC.AA, han anunciado envío de tropas navales y aéreas al "frente" [con Ucrania]... incumpliendo la ley que precisa del en votaciones por las Cortes haberse aprobado antes...
  
  

 
- Durante 2020 y 2021 se nos han mantenido en España prorrogadísimos Estados de Alarmas... al fin "anulados", tan sólo mucho después de haberse mantenido íntegros, por ser "inconstitucionales"...
  
 
- Sufrimos la [des]economía más ruinosamente parada-endeudada en la Unión Europea... y ni somos independientes del gas ruso como la nuclearizada Francia pero, en contra de lo que hace una pujante Alemania, nos ponen a la orden del trasatlántico aliado de Marruecos... que son los USA...
 
  
  
  
 

 
  
- Y todo ello es tolerado entre la pastueña complicidad de quienes obedientes acatan [bovina mente] las monsergas de Alarmas para rebaños con bozales perennes, incluso en soledad al aire, dictadas por el [enésimo] "Decreto-Ley" del 23/12/2021 que restringe nuestros derechos incumpliendo mandato constitucional del haber votado -la "convalidación o derogarlo..."- por el Congreso dentro del "Plazo de 30 (Treinta) Días Tras De Su Promulgación"... ¡Cuando ya se acumulan después otras 35 jornadas más hoy: suma y siguen!
  


El avisarnos mediante un 'Ómicron se transmite con tal facilidad que muy pronto nos contagiaremos todos' lo afirman algunos que lucen ajustadas mascarillas al aire libre, o toman todo tipo de precauciones extremas, sin ser conscientes de la flagrante contradicción entre sus palabras y su actitud. Si el contagio es inevitable, ¿qué finalidad, no masoquista, persiguen dificultándose la respiración; en un intento de impedir algo que ocurrirá de todos modos? Quienes consideran eficaces las restricciones aunque saben cómo el virus se expandirá igualmente incurren, cuando menos, en una contradicción. Pero su obstinación es tan formidable que se aferrarán acríticamente a su posición, incluso aun siendo conscientes de la incoherencia.  
  
  
Esta insólita convicción no proviene de una comparación racional de beneficios y daños, mucho menos de un profundo altruismo, sino de algo más complejo: las reglas Covid se han convertido para ellos en verdaderas normas morales, en principios universales indiscutiblemente ciertos que deben guiar cualquier conducta. Su vulneración dispara en los devotos la indignación, rabia y un profundo deseo de castigar al culpable, algo bien reflejado en la 'policía de balcón'. Las restricciones y prohibiciones, impuestas en un marco de miedo y aislamiento, acabaron engendrando un nuevo universo moral; donde principios como la cercanía, la compasión o el cuidado fueron sustituidos por la distancia, la displicencia y la animadversión hacia el prójimo.
  
  
El imaginario Covid contiene elementos de credos puritanos y conductas que recuerdan a ciertos ritos religiosos. Los sacrificios para tomar distancia de un virus respiratorio traen a la memoria las privaciones ascéticas, incluida la autoflagelación, para apartarse del mal y del pecado. La reiterada narrativa catastrofista es un remedo de los relatos de apocalipsis, donde la clave no se encuentra tanto en el cataclismo como en la penitencia y el posterior amanecer o 'nueva normalidad'. El término 'negacionistas' resuena con ecos de ancestrales calificativos como 'infieles' o 'herejes'. Y esa litúrgica obsesión por la limpieza, por la pureza, encuentra paralelismo real o simbólico en algunas religiones. Si el virus no se transmite por superficies ni objetos, ¿qué hay detrás de la exacerbada compulsión por la desinfección?     
     
 
   
En 'The righteous mind: Why Good People are Divided by Politics and Religion' (2012), Jonathan Haidt señala que la vertiente sagrada de la moralidad suele identificar el pecado con la suciedad; y la santidad con la limpieza. En algunas religiones esta identificación es meramente simbólica, como la pureza del alma o la limpieza moral; pero en otras se manifiesta de manera tangible, como la necesidad de abluciones para que el cuerpo se encuentre limpio antes de rezar. O en la prohibición del calzado dentro el templo por simbolizar la suciedad, la impureza mundana. Lo más interesante es que, Según Haidt, esta asociación de suciedad con pecado pudo haber cristalizado dentro de la cultura a través de la pugna de la humanidad con los gérmenes patógenos durante miles de años. Un combate que dio lugar al menos conocido sistema inmunitario...
 
DOS SISTEMAS INMUNITARIOS

En 'Parasites, behavioral defenses, and the social psychological mechanisms through which cultures are evoked' (2006), Mark Shaller plantea que no tenemos sólo un sistema inmunitario, sino dos. Además del biológico, explicado profusamente durante esta pandemia, la humanidad desarrolló una serie de mecanismos psicológicos, sociales y culturales que constituyen su primera línea de defensa contra los gérmenes. Se trata de otro, del comportamiento, resultado de la selección natural. Su funcionamiento permite detectar la presencia de patógenos y evitarlos.
 
 
El sistema inmunitario del comportamiento identifica determinadas señales (erupciones en la piel, deformidades, excrementos, aguas sucias, olores pútridos, fluidos corporales o simplemente un pedazo de comida que cae al suelo) como posible fuente de gérmenes nocivos y desencadena varias respuestas, entre ellas la del asco o repugnancia, que empujan al sujeto a apartarse. A lo largo del tiempo, este otro sistema inmunitario habría permeado algunos aspectos de la cultura, dejando llamativos elementos en muchos ritos religiosos. Y no solo en aquellos que exigen limpieza, física o moral; también en ciertas prohibiciones, como la carne de cerdo (antaño fuente de peligrosos parásitos) o la manera en que deben prepararse los alimentos para resultar admisibles.
  

 
Y, sin embargo, este sistema no parece haberse tomado muchas molestias con los virus respiratorios: suscita mucha menos repulsión una nariz constipada que unas erupciones cutáneas. Y no porque tantos virus causen dolencias más leves sino porque tal sistema es racional: solo actúa cuando percibe que los beneficios de eludir el virus compensan los costes. Dado que evitar los virus respiratorios conllevaría coste gigantesco, este sistema considera que no vale la pena intentarlo. Mejor dar paso directamente al otro sistema inmunitario: el biológico.
 
  
El sistema inmunitario del comportamiento es muy sensible ante señales de alarma porque está programado para 'minimizar los falsos negativos', esto es, para no pasar por alto ninguna situación peligrosa evitable. Por ello se dispara muchas veces sin motivo real. Algunos estudios anteriores a la pandemia comprobaron que la prominencia informativa sobre gérmenes contagiosos empujaba a los sujetos a un comportamiento más asocial, al aislamiento, a un fuerte recelo hacia sus conciudadanos y a una marcada inclinación a discriminar o estigmatizar a otros.
  
UNA INUSITADA PROMINENCIA 'INFORMATIVA'

La colosal fuerza con que las televisiones zarandearon informativamente el sensible sistema inmunitario del comportamiento, junto con la posibilidad de detectar el virus sin enfermedad, elevó la percepción de alarma hasta el paroxismo aun en momentos en que la mayoría de 'contagios' eran asintomáticos o muy leves. El pánico y el desconcierto contribuyeron a la deriva hacia un universo moral donde la sociedad se resiste a convivir con el patógeno, aunque sus efectos vayan siendo cada vez más leves, porque este virus parece haberse transformado simbólicamente en la encarnación del mal. 
  


  
En este cosmos, la 'vacuna' se percibe, no ya como un instrumento para prevenir la enfermedad, sino como un rito iniciático que confiere la condición plena de ciudadano. La mascarilla, el gel hidroalcohólico y la distancia social se han convertido en meros símbolos de virtud y superioridad moral; aun cuando en realidad este nuevo universo ha sacado lo peor del ser humano, ha fomentado las maldades más abyectas, como privar de sus derechos a quienes no se vacunan.
  
  
Ahora bien, aun compartiendo muchos elementos simbólicos, esta nueva creencia no puede considerarse una religión. Hannah Arendt señaló que no era correcto llamar religiones a ciertas ideologías totalitarias, aun cuando pudieran llenar huecos similares en el alma humana. Nos encontramos ante un conjunto de creencias disparatadas, incoherentes, rudimentarias, muy propias de una sociedad bastante infantilizada. Una religión es algo mucho más serio.
  
  
No intenten convencer a los adeptos: los argumentos racionales no hacen mella en tan rocosa obcecación. Sólo la televisión podría ejercer alguna influencia en el corto plazo. Sin embargo, una vez acabada la verdadera pandemia, mucha gente ha ido abandonando poco a poco este improvisado universo moral, que probablemente se acabará extinguiendo y solo dejará vestigios en el folklore. Pero su finalización podría constituir un proceso largo y tortuoso pues el abandonar una creencia resulta mucho más dificultoso que fue su adopción. Lo describió bien Arthur Koestler en su autobiografía, aludiendo a los 7 años en que abrazó la ideología comunista: 'un credo aparentemente nace como acto espontáneo; pero es gradual y lenta su muerte. Toda fe manifiesta esa tenaz resistencia a morir. Para evitar el horror del vacío, el creyente está dispuesto a negar todo lo que sus sentidos le muestran como evidente'.
  
  
Koestler ofrece otra clave importante: 'Nunca estuvo mi vida tan cargada de significación como durante esos 7 años, la superioridad de un hermoso error sobre una ruin verdad'. Sería muy triste llegar a pensar que el principal atractivo de la 'ideología Covid...' fuera su capacidad de llenar de significado el vacío existencial de mucha gente."

 
  

4 comentarios:

  1. INFIERNO TRAGACIONISTA

    Durante las últimas semanas, las cifras diarias de fallecidos por coronavirus han resultado llamativamente abultadas; sobre todo si consideramos que las últimas variantes de la plaga cursan leves o inocuas en la mayoría de los casos. Tan abultadas que finalmente los mayorales del rebaño han reconocido que están computando como fallecidos por coronavirus a los ingresados en los hospitales por las más variopintas razones que dan un resultado positivo en una prueba de PCR.

    Se trata, en verdad, de un ‘protocolo’ médico por completo desquiciado. Fallecidos por cáncer o víctimas de accidentes de de tráfico están engordando absurdamente las estadísticas de
    fallecidos por coronavirus, que luego los mayorales del rebaño utilizan como excusa para imponer restricciones dementes o justificar la imposición del llamado ‘pasaporte Covid’ (en realidad una licencia para contagiar). Del mismo modo que, al principio de la plaga, las cifras de fallecidos se minimizaban porque los políticos querían ocultar su fracaso, después se han exorbitado para impulsar campañas de inoculación indiscriminada y favorecer así los designios de la industria farmacéutica. Pero en las cifras infladas de las últimas semanas podría ocultarse una realidad todavía más pavorosa.

    Diversos médicos han acudido a nosotros durante las últimas semanas. Son personas invadidas por el temor que nos hablan de un crecimiento innegable de ictus, infartos y otras afecciones cardiovasculares graves, también de neumonías, en personas completamente inoculadas. ¿Están provocando las terapias génicas experimentales reacciones adversas de desenlace funesto que se camuflan en las estadísticas como fallecimientos por coronavirus? Estos médicos que acuden a nosotros así nos lo aseguran; pero cuando los exhortamos a proclamarlo desde los terrados se escaquean, alegando que si hicieran tal cosa serían de inmediato represaliados. Entretanto, empiezan a publicarse noticias que reconocen que las terapias génicas experimentales aumentan el riesgo de sufrir diversos efectos adversos.

    Algunos optimistas auguran un inminente derrumbe del ‘relato’ oficial. Se equivocan. Muchas sociedades europeas se han convertido en infiernos distópicos, en donde la estigmatización de las personas no inoculadas ha alcanzado cotas monstruosas. Los políticos que han propiciado tales infiernos -pienso en gentuza proterva como Macron o Draghi- y destruido las vidas de los no inoculados (dejándolos incluso sin trabajo) saben que si ahora diesen marcha atrás tendrían que enfrentarse a denuncias que podrían llevarlos incluso a la cárcel. Así que no van a dar marcha atrás. Saben que cuentan con el respaldo de unas masas tragacionistas que, en medio de su tribulación, han hallado un consuelo abyecto en la persecución de sus compatriotas no inoculados; y van a seguir persiguiéndolos sin descanso, para que no haya población de control, para que no quede constancia de sus crímenes, para salir indemnes del infierno que ellos mismos han creado.

    J. Manuel de Prada

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  2. Desde hace medio año NINGÚN EXCESO DE MUERTES respecto a lo habitual cualquier año, al menos en Madrid, según el Informe MoMo de Sanidad (pero dale que te pego con las Fake-Alarmas truculentas por amordazarnos para siempre, a gusto de la CC.AA.STA y sus truculentos Mercadeos, contra estadística oficial del 'Gobierno de España cogobernante'-blablablá)...

    "Ni confinamiento ni restricciones han tenido efecto en reducción a mortalidad por COVID-19 según estudios de la Universidad JOHNS HOPKINS. Sin embargo, sí contribuyeron a reducirnos la actividad económica y escolaridad, aumentar el paro, causar disturbios políticos contribuyendo a violencia doméstica y socavar la democracia. Por tanto, se reclama revisión a políticas de confinamiento y bloqueo en movilidad, al estar mal fundamentadas y deberse rechazar ante pandemias como herramienta. El informe analiza cualquier mandato que directamente restrinja posibilidades de movimiento a personas, políticas limitantes del movimiento interno -para cerrar escuelas o negocios- y prohibir los viajes internacionales..."

    [Y en España, continuamos la inútil medida de mascarilla en exterior siendo campeones por confinamientos, pasaporte u otras inutilidades: ¡A L@S POLÍTIC@S ENCÁNTALES PONER RESTRICCIÓN!]

    Amnistía Internacional denuncia la dejadez del Estado para investigar lo sucedido en las residencias de mayores y desprotección de sus familias: según la organización, casi el 90% de los casos iniciados por Fiscalía se han archivado sin una investigación exhaustiva y adecuada, lo cual genera impunidad y obstaculiza el acceso a conocer la verdad. ¡Menos mal que hay algo aún allende las fronteras: las angustias de quien ha perdido alguien y no se le ha dado ni permisos para ir a verlo ni luego "habeas corpus" ni aun siquiera su autopsia no es menor que las de quienes creen tener a sus deudos en "cunetas" nunca encontradas todavía UN POCO DE "POR FAVOR", SI NO VERGÜENZAS... CON TANTO "MANDAR ÚNICO"... ENTRE APLAUSITO GLOBAL!

    El Gobierno logró con un truco que avalara el Congreso las mascarillas forzosas en la calle: el Ejecutivo forzaba que la obligación de los tapabocas fuese votada junto al "actualizarse las pensiones". Deberíamos entrenarnos en el practicar nuevAnormalidá con la "VOLUNTARIA SUMISIÓN" GENERALIZADA bajo decretos de la Gran Mentira Única... ¡VULNERANDO a ojos vistas lo que [con toda claridad] reza en CONSTITUCIÓN: o sea, tras pasar sólo 46 (en vez del "Máximo de 30) Días", siguientes AL DECRETARNOS!

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  3. MÉDICOS TELEVISIVOS

    Algún día (pero antes tendrá que pasar mucho tiempo) habrá que enjuiciar con ecuanimidad determinadas conductas inexplicables de nuestro gremio médico. Han sido, desde luego, admirables los actos heroicos que muchos médicos realizaron durante los meses más feroces de la plaga; pero también hubo actos miserables de otros médicos que se conformaron con aplicar ‘protocolos’ que abandonaban a su suerte a los enfermos. Y no dejará nunca de sorprendernos que, en los meses más crudos de la plaga, nuestro ‘personal sanitario’ no se uniera para denunciar la criminal actitud de quienes los obligaban a desempeñar su trabajo sin protección, mientras exhortaban a las masas cretinizadas a prorrumpir en aplausitos desde los balcones. También algún día tendrá que hablarse seriamente de las diversas regalías que muchos médicos (y las sociedades que los apacientan) reciben de la industria farmacéutica, a cambio de convertirse en sus heraldos. Y tendrá que hablarse, desde luego, del ‘silencio de los corderos’ (con sus ribetes de 'omertá') al que muchos médicos han resuelto acogerse, ante la misteriosa proliferación de determinadas afecciones durante los últimos meses.

    Pero hoy quisiéramos referirnos a otro asunto –si se quiere más anecdótico, pero en modo alguno menos importante– que algún día tendrá que ser muy severamente juzgado. Me refiero a los médicos que, desde que estallase la plaga, aparecen en la televisión y en otros medios de cretinización de masas, pontificando sobre el coronavirus y sus variantes, y exhortando a la población a inocularse las veces que haga falta. No entraremos a discutir los méritos de estos médicos televisivos; por lo general son mindundis con labia y fotogenia, pero valdría lo mismo si estuviese demostrado que son eminencias en su ramo. La cruda verdad es que estos médicos televisivos no saben apenas nada sobre el comportamiento de los virus, mucho menos sobre un virus de aparición reciente que aún no ha sido estudiado a fondo; y, por supuesto, tampoco saben nada sobre la composición y los efectos de las terapias génicas experimentales (vulgo ‘vacunas’) que alegremente recomiendan. Al hacer esta afirmación, no trato en modo alguno de desacreditarlos.

    ... (continuará)

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    1. (...es continuación)

      Para que se entienda lo que afirmo, diré –modestamente– que soy una persona que tiene unos conocimientos profusos de literatura, tanto clásica como moderna; pues he leído y meditado con aprovechamiento a los clásicos, he frecuentado a los maestros modernos y he picoteado aquí y allá del alud de novedades que cada semana inunda las librerías. Pero si mañana le diesen el premio del dinamitero a un paquistaní y me escuchasen pontificando sobre la literatura de esos andurriales pueden estar seguros de que mis exhibiciones eruditas serían una completa impostura. Y lo mismo que me ocurre a mí con la literatura paquistaní les ocurre a los médicos con las mutaciones del coronavirus y las terapias que se están inoculando.

      Los médicos no estudian apenas virología en su carrera, ni falta que les hace (pues un médico no es, en contra de lo que se pretende hacer creer a las masas cretinizadas, un científico, sino un técnico). Así que cuando pontifican sobre el coronavirus y sobre las ‘vacunas’, esos médicos televisivos están perpetrando una pantomima. Están simulando tener un juicio propio formado sobre cuestiones de las que apenas tienen conocimiento; cuestiones sobre las que se ‘informan’ en la prensa y en los telediarios, asumiendo (con típica actitud tragacionista) que la ‘información’ que se dispensa a través de estos canales es verídica. Estos médicos televisivos son, en fin, unos impostores redomados que ‘forman’ su ‘opinión’ a través de las mismas fuentes que cualquier persona corriente; y que desarrollan su labor médica (si es que su omnipresencia en los platós les permite todavía desarrollarla con probidad) aplicando maquinalmente unos ‘protocolos’ dictados ‘desde arriba’ y aprobados por las autoridades sanitarias, a su vez inspiradas en el llamado ‘consenso científico’ internacional; que es como finamente se designa a los dictados de la industria farmacéutica.

      Ciertamente, aún quedan médicos (aunque cada vez sean menos, y además estén mal vistos por sus propios colegas) que, en el desempeño de su benemérita labor, se siguen guiando (¡cuando les dejan!) por el ‘ojo clínico’ y no por estos ‘protocolos’ establecidos desde arriba. Pero estos escasos médicos con ‘ojo clínico’ son precisamente los únicos que no son empleados por los medios de cretinización de masas para divulgar el ‘consenso científico’ internacional. Pues para desempeñar esta labor indigna se requieren fantoches con ansias de lucimiento y notoriedad.

      Juan Manuel de Prada (XLSemanal, 6/03/2022)

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