sábado, 20 de noviembre de 2021

Alarmismo radical visualiza Riesgo terrorífico incitando Apoyar toda imposición draconiana

 
¿Cómo habría llegado a sernos posible ya esta "NUEV...A NORMALIDAD" aquí, tan increíble apenas menos de 2 años atrás, con prolongado despliegue -fallad@ visto "nul@" e inconstitucional... por la vigente Justicia suprema- en varios estados de "Alarma"... como coartada del 'cambiar' hacia Excepcionalidades liberticidas -¡e inéditas!- y que anuncian habérsenos llegado sin visos del admitir caducidad futura prevista? 

¿Cómo llegamos ya, sobre todo, a esta mansa tolerancia de sumisión generalizada irracional: atenta sólo al responder (como mascotas usadas para probar sus reflejos en otros "experimentos de Pavlov"...), demostrando emotividades cegadas ante cualesquier muy precisas dudas metódicas o prudentes consideraciones cautelosas de pros y contras para las políticas públicas?   
   
   
Sin embargo, poco a poco, las cosas nos podrían quedar más claras: contamos con alguna "investigación" -aún pionera...- detallando mecanismos conductistas para estampida de la razón supuestamente tan "inexplicable" antes...

Veamos: "uno entre los fenómenos más llamativos para esta pandemia ha sido el mayoritario apoyo de la población a las medidas adoptadas por los Gobiernos. Allí donde se aplicaron estrictos confinamientos, prohibiciones radicales, flagrantes recortes de derechos y libertades, las encuestas reflejaron un respaldo popular masivo. Parece que la gente se decanta abrumadoramente por esas restricciones duras, extremas y, sin embargo, en países como Suecia, con medidas muy suaves, prácticamente recomendaciones… las encuestas también mostraron unas aprobaciones similares. ¿Entonces, acríticamente aclama la masa cualquier estrategia frente a su pandemia, sin importar cuál sea? La respuesta es más compleja, pero mucho más interesante, que un mero sí o no...
  
  
En 'Limitations of polling data in understanding public support for COVID-19 lockdown policies', Colin Foad y sus coautores descubren una provocativa explicación: la intensidad de las restricciones constituye la referencia básica que utiliza la mayoría para evaluar el peligro de la enfermedad. Así, donde las medidas han sido extremas, la gente tiende a sobreestimar el riesgo personal y muchos acaban por desarrollar comportamientos algo paranoicos: evitando salir de casa o acercársele a las gentes, desinfectan de manera compulsiva y utilizan permanentemente su mascarilla aun cuando la inmensa mayoría se halle vacunada.

Por el contrario, donde las medidas fueron laxas, focalizadas en los grupos vulnerables, la población tiende a percibir un riesgo mucho más moderado, sin mostrar semejantes paranoias. Al final las mortalidades han sido similares, con independencia de la intensidad de las restricciones, y la gravedad de la enfermedad la misma; pero es muy distinto el imaginario de la masa, que se ancló al gobierno, atendiendo a su reacción.
  
   
Donde se aplican medidas extremas, la neblina del confinamiento tiende a narcotizar el pensamiento racional, fomentando una extremada obsesión a eliminar los contagios a cualquier precio, aunque sean leves o asintomáticos, como si el consecuente aumento de la mortalidad por otras enfermedades, el deterioro de la salud mental, el menoscabo de la socialización, la creciente pobreza o la pérdida de empleo pertenecieran a un universo paralelo. La gente apoya las medidas draconianas porque juzga la enfermedad extraordinariamente peligrosa pero, al mismo tiempo, esta percepción de riesgos extremos proviene de la propia radicalidad de las medidas. Este círculo vicioso convierte las restricciones en la profecía que se cumple a sí misma.   

Al concluir que “el peligro debe ser descomunal porque el gobierno nos ha encerrado”, muchos encuestados manifiestan implícitamente una excesiva confianza en los políticos y unas carencias de criterios propios. Si supieran que los gobernantes rara vez toman las decisiones con algún criterio firme, que para afrontar esta pandemia se limitaron a... copiar lo que hacen otros gobiernos o se decantaban por aquellas medidas que ante cada situación mejor permitiría eludir toda culpa, seguramente buscarían mejores puntos de referencia para valorar el riesgo.
  
   
Todavía peor, el miedo al Covid-19 muestra una marcada asimetría: se dispara con celeridad pero se reduce con mucha lentitud al levantarse las prohibiciones, un fenómeno conocido como histéresis o persistencia. Dado que no hay interruptor que apague instantáneamente el pánico, la retirada de las restricciones tiende a ser muy lenta y gradual, largamente diferida en el tiempo, en parte por la reticencia del público. Incluso se producen marchas atrás, que vuelven a avivar el miedo y a prolongar todavía más la percepción de excepcionalidad. Así, aunque la pandemia sanitaria finalice, la sensación pandémica resulta interminable.  

Desgraciadamente, todos estos mecanismos tan perversos comienzan a operar también en las políticas para combatir el cambio climático. Cuanto más radicales o costosísimas y perjudiciales van siendo las políticas, cuanto más onerosos los acuerdos internacionales, más monstruosas se vislumbran las consecuencias del calentamiento en la fantasía del público; y su percepción más unidimensional se vuelve
   
   
Así, la crisis energética, las tarifas eléctricas desmedidas o el estancamiento económico parecen pertenecer, de nuevo, a algún otro universo distinto, desconectado, completamente eclipsado por la amenaza del apocalipsis climático, otra profecía -igual: 'autocumplida'...- que también posee su propia pasarela de santos y videntes.
 
Existe siempre más de una opción
 
Ni la pandemia ni el cambio climático han sido afrontados de manera racional sino impulsiva, sin debate, censurando al discrepante. Ha predominado una visión parcial y dogmática, que solo acepta un único camino, desdeñando los daños colaterales que las medidas pudieran causar. Proclamar que solo existe mi solución… o el Apocalipsis, refleja una mentalidad fanática, mesiánica y autoritaria, que favorece la fijación obsesiva en 'Único' propósito, sea la eliminación de los contagios a cualquier precio o la cancelación absoluta de las emisiones de Carbono
    
       
Sin abrir la mente a otras alternativas que podrían ser más adecuadas para la sociedad: resulta muy probable que sea peor el remedio... y no la enfermedad. Por suerte, la realidad siempre permite varias opciones, varios cursos de acción. 

Elegir la mejor, o la menos mala, tras sopesar todas las ventajas e inconvenientes constituye la vía racional afrontando los problemas. Muy alejada de este enfoque se encontraba la decisión de confinar a la población basándose únicamente en los consejos de famosos epidemiólogos. Porque las consecuencias sociales de las restricciones rebasan ampliamente los conocimientos de estos expertos, abarcando muchos y muy variados campos del saber.
   
  
Esos epidemiólogos quizá comprendieran la dinámica de los contagios pero seguramente desconocían la magnitud de los daños y sufrimientos que causan los confinamientos: notable incremento de la mortalidad por otras enfermedades, aumento de los trastornos mentales, deficiente aprendizaje de los niños, retrocesos para las libertades, deterioros de la convivencia o incremento de la pobreza y del desempleo. Alguno, como Neil Ferguson, emprendió una campaña activa a favor del encierro, ejemplificando que “a quién solo tiene un martillo… todo le parecen clavos”.

Sólo un equipo multidisciplinar de profesionales, y sin conflictos de intereses, podría superar esta visión parcial, dilucidando el conjunto de costes más beneficios sociales de cada estrategia para el Covid-19. Un cálculo que también compararía las vidas salvadas en cada una de las opciones. Pero un experto solo en contagios no está capacitado para decidir alegremente la paralización del pulso de toda la sociedad.   
   
   
Del '0 covid'... al '0 emisiones'...
 
Este mismo planteamiento se aplica al cambio climático. Con unos postulados más cercanos a una religión laica que a la ciencia, las medidas solo contemplan una vía para la salvación: cambiar completamente, no solo las fuentes de energía, sino también la conducta ciudadana, dirigirla hacia un nuevo puritanismo donde no caben viajes aéreos o consumo de carne.

Todo ello con el objetivo único de eliminar la emisión de carbono a marchas forzadas, sin considerar que los enormes recursos utilizados podrían aportar mayor bienestar si se dedicaran a paliar las posibles consecuencias del cambio de temperatura. Es imperativo, de nuevo, abrir la mente a opciones alternativas y compararlas rigurosamente entre sí. Porque un experto solo en clima no puede decidir alegremente el rumbo que debe tomar la humanidad, por muy apocalípticas que sean las predicciones de sus modelos matemáticos.
         
  
   
Pero hay un fuerte obstáculo para el triunfo del enfoque racional: esta pandemia ha mostrado cómo es demasiado fácil manipular(nos por) las emociones. Los políticos han descubierto que no es necesaria la discusión, el debate, el contraste de alternativas. 

Ahora saben que pueden avivar el miedo al cambio climático simplemente aplicando medidas muy radicales… y obtener de paso aplauso mayoritario: tal es el precedente envenenado que nos deja la gestión de la pandemia."
 
  
        
            MANIFIESTO 'NEGACIONISTA'

Este manifiesto va dirigido a españoles de todos los rincones del país –ya se digan de izquierdas o derechas, creyentes o ateos, monárquicos o republicanos- y desde esta humilde tribuna les animo a difundirlo por todos los medios posibles, ante la deriva totalitaria de las “democracias” parlamentarias europeas y mundiales y ante el temor de ver nuestra nación subyugada por la dictadura sanitaria que se va imponiendo en los países vecinos.

SÍ, NEGAMOS:

   1º) Negamos la imparcialidad, objetividad e independencia de los medios de comunicación que nos bombardean 24 horas al día, 7 días a la semana con alerta, pánico y miedo desde hace casi ya 2 años. Asimismo, aseveramos –en base a evidencias fácilmente verificables- que los mass media españoles comparten accionariado –y, por tanto, intereses- con las Big Pharma (Pfizer, ModeRNA) perteneciendo todos a los conglomerados empresariales Black Rock y Vanguard, entre otros.

  2º) Negamos que haya existido un auténtico debate científico sobre el origen, causa e impacto de la enfermedad denominada Covid-19, limitándose el discurso oficial (u oficialista) a dar voz únicamente a quienes reproducen el relato hegemónico (algunos de ellos, incurriendo en grave conflicto de intereses) y criminalizando a quien lo cuestione...

  3º) Negamos que el proceso de inoculación de los fármacos experimentales que llaman vacunas sea 100% garantista, seguro y eficaz, como muestran las estadísticas: incremento de miocarditis, pericarditis y otras enfermedades cardíacas, ictus, infartos y muertes repentinas en personas primovacunadas o doblevacunadas, aumento de los casos a pesar de altos índices de vacunación, etc.).
  
  
   4º) Negamos que sea necesario inocular a los menores de edad, grupo en el que la enfermedad es prácticamente inexistente y, por tanto, condenamos las campañas mediáticas obscenas para la vacunación de menores.

   5º) Negamos la existencia de transparencia en los servicios de salud de las Comunidades Autónomas, que no publican las cifras de fallecidos por Covid-19 indicando si las víctimas están vacunadas o no (sólo lo hace la Junta de Extremadura, resultando que aproximadamente el 85% de las muertes por Covid-19 se dan en personas primovacunadas, con la pauta completa o con la dosis de refuerzo).

  6º) Negamos la existencia de transparencia en los contratos firmados por la Comisión Europea y las multinacionales fabricantes de los fármacos, en los que se les exime a estas compañías de cualquier responsabilidad en caso de demandas por efectos secundarios graves.

   7º) Negamos aceptar que no se esté respetando la Ley de Protección de Datos y que se exija a los ciudadanos –a modo de tribunal de Inquisición- declarar públicamente si están vacunados contra la Covid-19 o no, como ya hizo el presidente del gobierno al líder de la oposición en el Congreso de los Diputados.
  

  
   8º) Negamos ponernos de perfil frente a las coacciones amenazas de los gobiernos a la población para que ésta se vacune en su totalidad y anualmente (pasaporte Covid o ‘Green Pass’, confinamientos selectivos de no vacunados, etc.), incurriendo en un grave apartheid sanitario que vulnera derechos fundamentales y nos recuerda –trágicamente- a las identificaciones que los judíos tenían que llevar en la solapa durante la Alemania nazi. Máxime cuando el Centro de Detección de Enfermedades de EEUU ya ha demostrado que tanto vacunados como no vacunados contagian y se contagian igual.

    9º) Negamos que exista libertad de prensa y de expresión en redes sociales, cuyos órganos de censura se encargan de eliminar y restringir las opiniones y cuentas de quienes no comulguen con el relato oficial.

 y 10º) NOS NEGAMOS a permanecer impasibles ante tamaña pérdida de libertades, depauperación de los servicios públicos (atención primaria, etc.), ruina de la economía y pérdida de puestos de trabajo,  y degradación de la calidad democrática en nuestro país aprovechando una emergencia sanitaria que se revela planificada por los poderes fácticos, plagada de incoherencias y sombras que nos hacen preguntarnos si alguna vez recuperaremos la añorada “vieja normalidad”.
  
   
  





4 comentarios:

  1. Son muchas cosas que se pueden comentar pero cualquier persona que no se ha querido vacunar, incluso sanitarios ,no se han vacunado. pero sobre alarmismo etc es más que cierto.como tb es cierto que es una epidemia que presiona a los sistemas sanitarios .tb es cierto que la extrema derecha, iglesias evangélicas y algunos gobiernos fascistas tipo Brasil utilizan el alarmismo de otros para llevar el agua a su molino .solo hace falta oír en España a ayuso o a los fascistas de vox salir en defensa de la libertad.da la risa .en fin hay que ver todo el mapa y no solo un punto

    Antoni... Gz. M.

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    1. Aquí cualquiera es libre de creer lo que quiera, y de temer... Otra cosa es que los virus hagan caso a esos placebos y supersticiones caprichosos, por dictarlos políticas correcciones (¡aunque sean inconstitucionales, acientíficas o/y absurdas!) ahorita desde la tele y tal...

      Salud,
      Alex

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    2. Crecimos sin Internet y sin propagarnos tantísimos malentendíos anticientíficos y también las mujeres, las muy pobres, lavaron en el río, y como no había detergentes ni suavizantes, no contaminaban los ríos, oiga...

      Carmen

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    3. ...y los viejos o/y viejas terminaban sus días en las casas atendidos hasta el final de sus fuerzas... en vez de ser dejados en confinamiento sin compañías médica o no hasta que llegaron las fuerzas armadas con solo el matarile de la 'sedación eutanásica' fulminante que diezmó la nómina de pensiones en un pis pas... bajo mando único del primer "Gobierno progresocialist@ y feminista" con Vicepresidencia en los Asuntos Sociales de Unidas Podemos... y anda ya...
      ...oe... oe... oe... oé...

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