domingo, 10 de octubre de 2021

Aterroriza con irracionalidad el Gobierno para culparme de sus propias ineficiencias impunes

   
Una vez que un gobierno decreta el cierre generalizado o la obligatoriedad de mascarillas, si los contagios aumentan, la culpa se les endosaría únicamente a los ciudadanos que no cumplan las normas... ¡Y qué decir de los que llevan 2 años prolongando Estado de Alarma inconstitucional, con limitación de innúmeros derechos básicos o normalidades previas, mas intentan estirar lo excepcional aun hasta 2022 al menos!
  
  
"Aunque la pandemia del 2020 ha constituido una amenaza global similar a lo ya vivido por última vez hace seis décadas, tanto la política cuanto las conductas de la gente y actitudes en su opinión pública fueron diametralmente opuestas, como si contemplásemos dos civilizaciones de galaxias distintas. La estrategia de 2020 iba a apartarse inesperadamente de la senda prevista, con medidas draconianas, extremas, nunca antes experimentadas, nada respetuosas con derechos y libertades. Muy pocos países, como Suecia, siguieron la línea de siempre: con distintas medidas, básicamente voluntarias. Curiosamente, la opinión pública percibió lo contrario: que era Suecia la que se apartaba del guion. El mundo se había vuelto súbitamente del revés.

Finalmente, el virus no pareció entender de leyes o restricciones pues los contagios describieron olas similares con medidas laxas o draconianas, con mascarillas o sin ellas. Las novedosas restricciones se mostraron irrelevantes y contraproducentes, como ya advertía la sabiduría del pasado. Entonces, ¿por qué casi todos los gobiernos reaccionaron con tal exageración en 2020? En buena medida porque así evitaban ser culpados por la pandemia, transfiriendo la acusación a otros. Y aquí está la clave: en 1957 nadie hubiese culpado a los gobernantes por los fallecidos en una epidemia, hoy sí.
      
       
['¡Dios mío, ya está aquí la pandemia!', exclamó Maurice Hilleman, jefe del servicio de enfermedades infecciosas del ejército de los Estados Unidos, el 17 de abril de 1957 al leer una noticia en el New York Times. 20.000 personas esperaban delante de los dispensarios de Hong Kong para ser atendidas por una gripe especialmente virulenta. 

Tras recibir muestras del virus, Hilleman confirmó sus peores temores: no había inmunidad ante esa cepa. Nada podía frenar la Pandemia de Gripe Asiática, que acabaría causando 4.000.000 de muertos en una población mundial que no llegaba al 40% de la actual. Se recomendó a los enfermos permanecer en casa y solo acudir al hospital si los síntomas se agravaban. 
  
   
Escuelas y empresas permanecieron abiertas, descartándose medidas extremas como confinamientos o uso obligatorio de mascarillas por considerarse ineficaces y contraproducentes. No hubo fractura social, ni pánico generalizado, presiones o bandos enfrentados, ni insultos o acusaciones, ni dogmas o herejías. Nadie vigiló o denunció a sus vecinos. Y la pandemia entonces no condujo a pérdida de libertades ni a grandes daños psicosociales.

Estados Unidos amplió a marchas forzadas la capacidad de los hospitales y, cuando llegó la enfermedad, el amigo Hilleman había desarrollado una vacuna razonablemente eficaz, que contribuyó a reducir la mortalidad. Se inoculó quien lo consideró oportuno, sin coacción, certificados, distinción o polémica entre vacunados y no vacunados. Tampoco surgió la ocurrencia de intentar eliminar el virus: sabían que adaptarse a él, minimizar los daños atendiendo bien a los enfermos y crear inmunidad por vacuna o exposición directa, eran las únicas vías para superar la crisis.]
  

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En 'Risk and Blame' (1992), Mary Douglas explicó que, para las sociedades premodernas, tribales, ninguna desgracia ocurría porque sí: siempre había culpables. Las muertes eran causadas por algún conjuro de brujería; los desastres por la ruptura de algún tabú. Pensaban que todas las calamidades eran evitables, fuera con un sortilegio o persiguiendo como chivos expiatorios a quienes violaron el tabú.

Al superar la magia y la brujería, la sociedad moderna comenzó a identificar ciertos fenómenos como imprevisibles e inevitables, donde no cabe ya buscar culpables. Y surgen los conceptos de accidente, muerte natural o catástrofe natural, propios de la mentalidad moderna. Así, la gente identificó la pandemia de 1957 como una catástrofe natural, sin culpables.
  
   
Sin embargo, durante el último cuarto del siglo XX el pensamiento occidental sufriría una sorprendente regresión hacia concepciones premodernas, hacia una 'cultura de la culpa' que erosionaría los conceptos de accidente o catástrofe natural. Comenzó a volver la idea de que todas las desgracias son evitables y, por tanto, culpa de quienes no hacen lo suficiente por impedirlas: hoy consideramos cada accidente como un caso de negligencia criminal, cada enfermedad como algunas amenazas del enjuiciamiento. Preguntamos siempre '¿de quién es la culpa?, y después ¿cuál será la indemnización?'.

Esta curiosa evolución se plasmó en la llamada revolución de los litigios, que afectó especialmente a Estados Unidos. Se dispararon las demandas judiciales por unos daños que, anteriormente, los jueces declaraban accidentales, no culposos. Surgieron los abogados 'cazadores de ambulancias', apostados en los servicios de urgencia para animar a los lesionados a litigar, aunque fuera contra quien fabricó el vehículo, construyó la carretera, puso las señales, colocó carteles que distraían la atención o no advirtió del peligro de circular con nieve.
  
   
Arreciaron también las demandas por negligencia médica en muchos fallecimientos que antaño se consideraban naturales e inevitables, impulsando a muchos facultativos a adoptar la medicina defensiva, una estrategia para guardarse las espaldas ante un posible litigio. Consiste en prescribir muchas más pruebas que las necesarias, recetándose medicamentos en exceso, así como las hospitalizaciones prescindibles... Y, sobre todo, atenerse a protocolos muy rígidos que permiten cubrir el expediente. El criterio del profesional acabaría sustituido por meras formalidades, extremadamente costosas en tiempo y de presupuesto, perjudiciales para el paciente, pero muy eficaces para una defensa legal.

La novedosa cultura de la culpa forma parte de un proceso generalizado del huirse de responsabilidad y creciente infantilización personal, en una sociedad que no acepta el infortunio, las enfermedades o la muerte. Donde abunda una personalidad que se desahoga con la queja, el pataleo o la transferencia de culpa a los demás, que ansía un mundo completamente previsible: sin incertidumbres, de 'Riesgos 0', con muchos derechos y pocas responsabilidades.
   
Canallas de la Casta Político-Médica quieren acabar con Atención Sanitaria real por el tocomocho del no currar salvo volviendo a re-vacunar para Mayores que [si no fueron ya Baja entre cuantos han abandonado en la pandemia]... al toreo con Teléf. son condenados.
      
La pandemia de 2020 golpeó a una sociedad dominada ya por estas actitudes premodernas, empujando a los gobernantes a responder con una 'sanidad defensiva', o de medidas sobrepasadas, que no resistían un análisis coste-beneficio pero servían muy bien como coartada ante cualquier acusación. Una vez que un gobierno decreta el cierre generalizado, o la obligatoriedad de mascarillas, si los contagios aumentan, la culpa se endosa a los ciudadanos que no cumplen las normas. Si descienden, el mérito es del gobierno. Por el contrario, los pocos gobernantes que basan sus estrategias en otras medidas voluntarias son culpados directamente de los fallecimientos aunque logren una tasa de mortalidad sensiblemente inferior.

En esta tesitura, casi todos los políticos apostaron por la estrategia más conveniente… para ellos mismos. Incluido Boris Johnson, que no resistió tamaña presión más que un par de semanas. Porque mantener una política sensata, que preserve libertades y derechos requiere hoy día unos niveles de convicción, responsabilidad y valentía tales que son prácticamente inexistentes en estas clases políticas. Las exageradas medidas cumplen a la perfección el papel de conjuro del hechicero: ineficaces para resolver el problema, pero muy apropiadas para endosar la culpa a otros.
  
  
Escapar del presente oscurantismo implica aceptar que nadie es culpable de una enfermedad; ni las autoridades, ni la gente. Y que no es lícito perseguir o señalar a quienes deciden no vacunarse porque, aunque la vacuna resulte recomendable para los adultos, la presión y la descalificación generan una ruptura de la convivencia, una violación de derechos y una regresión hacia un asfixiante régimen de intolerancia tales, que los estragos causados a la sociedad acaban siendo muy superiores al beneficio que produciría la inoculación forzada de estas personas. Es una mera decisión personal; no la rotura de un tabú.

Este pensamiento premoderno es completamente disfuncional en una sociedad tecnológica pues la culpa acaba asignándose de cualquier manera absurda y arbitraria, diluyéndose la responsabilidad por actos conscientes y deliberados; así, no se les exigiría cuentas a los gobiernos por las graves consecuencias políticas, sociales, económicas y sanitarias que sus sobrepasadas restricciones han causado y van a causar. Al fin y al cabo, se trata de una cultura de la culpa; no de la responsabilidad."

    
 
 



5 comentarios:

  1. "TEATRO PANDÉMICO, ACTO FINAL

    Todas esas estúpidas medidas 'anti-covid' que nadie quiere quitar tienen algo en común...

    Desde los carteles que recomiendan 'quédate en casa' hasta los asientos precintados, pasando por los libros en cuarentena, algo huele mal en el último acto del teatro pandémico (...)

    Pronto, uno empieza a encontrar ciertos puntos en común entre todas esas cosas que ya no se hacen 'por el covid'. Son las cosas que producen pequeños ahorros, las cosas que han caído en vacíos de responsabilidad, las cosas que molestan un poco pero por las que nadie va a protestar enérgicamente. Incluso las cosas que permiten hacer un poco de negocio. Las cosas que no le importan a nadie. O, mejor dicho, las cosas que no afectan a nadie que importe de verdad, y sí a mujeres, niños o parados (...) las cosas que no tienen 'lobby'.

    No pretendo ser exhaustivo, pero aquí va una pequeña lista de cosas que se hacen 'por el covid' y a las que ya nadie encuentra mucho sentido: los urinarios (o aseos) cerrados por mantener la distancia social; limpiar las máquinas del gimnasio cada vez que se utilizan; tener que hacer deporte con mascarilla; no bailar en la discoteca; tener que utilizar guantes (que no hay) en servicios con pantallas táctiles como Bicimad; la prohibición de comer o beber en el tren; no poder entrar al aeropuerto como acompañante; vecindarios donde no se ha celebrado ni una reunión de vecinos desde la pandemia, y, por supuesto, el clásico entre clásicos, la desaparición de las servilletas en los bares...

    En campos de fútbol como el Metropolitano o San Mamés, se puede beber, pero solo agua. Nada de bocatas en el fútbol. A no ser que seas vip, lo que muestra una vez más que las medidas también entienden de clases: si estás en el palco, puedes prescindir de la mascarilla y comer y beber lo que quieras.

    Las bibliotecas son otro lugar donde se agolpan las anécdotas. En algunas, los libros tienen que pasar varios días de cuarentena antes de poder volver a salir a las estanterías. En otras, siguen sin poder consultarse las revistas (...) Y los exámenes, porque en la escuela de idiomas a la que acudo, los papeles tienen que pasar 3 días en cuarentena antes de que el profesor pueda corregirlos (...)

    Todas las restricciones relacionadas con el consumo o los bares se han retirado muy rápido, pero en Servicios Públicos tengo la sensación de que vamos a 2 velocidades: no sé si porque la Administración no quiere ser vista como responsable o porque se le ha dado más prioridad a lo privado..."

    Héctor G. Barnés
    www.elconfidencial.com/espana/2021-10-11/estupidas-medidas-anticovid_3303079

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  2. EL GOBIERNO ADMITE AL FIN AHORA QUE NO EXISTEN AQUELLOS INFORMES CLAVE SOBRE LOS QUE DIJO HABER BASADO DESESCALADA

    En una respuesta remitida al Consejo de Transparencia y Buen Gobierno reconoce que no tiene las actas del Comité de Expertos que asesoraron al Ejecutivo al reanudar la actividad económica.

    El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, generó una gran expectación cuando anunció el 12 de abril de 2020 que recuperaría parte de la actividad económica de España. Eran los compases más duros de la pandemia, en pleno confinamiento. Aseguró que tomaba la decisión con el aval de un Comité de Expertos y Científicos que asesoraban al Gobierno en la desescalada en unas reuniones que deberían haber quedado reflejadas en actas. Sin embargo, el Gobierno admite ahora, 18 meses después y en un documento remitido al Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, que no dispone de estos informes clave en la reactivación empresarial e industrial.

    El término que se acuñó para abordar la situación fue el de “hibernación”. Prácticamente toda el tejido industrial y empresarial permanecía inactivo a consecuencia de la pandemia del Coronavirus y de las medidas adoptadas por el Gobierno para frenar sus embestidas. Cuando el presidente del Gobierno dio la rueda de prensa en la que anunció el plan que por primera vez abría las puertas a la desescalada para evitar el colapso económico ya habían muerto casi 17.000 personas como consecuencia del Covid-19, de acuerdo a los datos oficiales.

    Los periodistas interrogaron a Pedro Sánchez si contaba con el aval del Comité Científico para abrir las puertas a que una parte de la economía española saliera de aquella “hibernación”.

    El presidente del Gobierno fue tajante en la respuesta que dio a los periodistas sobre si contaba con el aval del Comité de Expertos y Científicos que aconsejaban sobre la desescalada: “Responderé telegráficamente: sí”, aseveró Pedro Sánchez. Las deliberaciones de dicho Comité deberían haber quedado reflejados en unas actas que nunca vieron la luz y que tendrían que estar en manos del Ejecutivo. Ahora, tras un largo recorrido de reclamaciones y recursos a través del Portal de Transparencia, el Ejecutivo admite que no cuenta con ningún informe en este sentido.

    (https://www.vozpopuli.com/espana/gobierno-informes-desescalada.html)

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    1. ¡Noticia fresca...! ¿Quién se creía que iban a decir esa vez alguna verdad...? Pero no pasará nada: un país entero mira para otros cuentos; o se lo toma tan sólo a chiste. ¿Qué dirán luego cuando toda esta impostura -sobre todo corruptoeconómica, manque la llamen sanitaria...- termine por estallar en la cutre realidad que nos aguarda inevitable?

      Hoy toda la bobaliconería
      de cráneos privilegiados
      que (de)forman "opinión
      publicada..." desde todos
      las púlpitos políticos o/y
      mediáticos repiten -¡cual
      papagallin@s!- lo del que
      nos endeudaremos hasta
      en "80.000 millones el año
      2022" [que dice Moncloa],
      sin pararse nadie a restar
      cómo los "Presupuestos"
      del Gobierno contabilizan
      en realidad otros 152.030
      millones a pagar MÁS de
      los ingresados... ¡Olé con
      el Reino de la Posverdad
      mendaz AN-ALFA/NUMÉRICA!

      [El proyecto de PGE para el año 2022
      que anuncia en alharaca el Gobierno
      incluye hasta 458.979.000.000€ gasto
      contra sólo 279.316.000.000€ ingresar
      (no financieros, antes de préstamos)
      contando con 27.633.000.000€ fondos UE]

      https://www.hacienda.gob.es/Documentacion/Publico/GabineteMinistro/Notas%20Prensa/2021/S.E.%20PRESUPUESTOS%20Y%20GASTOS/07-10-21-Presentacion-PGE-2022-CONSEJO-DE-MINISTROS.pdf

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  3. "Salimos [mucho] Peor"... del
    prolongado estado de Alarma
    que otros países... Tan sólo en
    Bulgaria y USA descendió tanto
    la 'esperanza de vida' como para
    España: logro del sólo aterrorizar

    https://www.eleconomista.es/actualidad/noticias/11407665/09/21/El-covid-destroza-el-avance-de-la-esperanza-de-vida-que-registra-su-mayor-caida-desde-la-II-Guerra-Mundial.html

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    1. Criminal abuso de las
      Alarmas por 'covid-19
      y nada más' arrastra el
      país, aterrorizado, a un
      desatender 91% de las
      'Causas de mortalidad'.
      Y venden Presupuestos:
      'preciosos' dice gobierno.
      A pesar de que casi el 90%
      de la población española ha
      recibido ya sus 2 dosis con la
      vacuna del Covid, el Gobierno
      destinará la mayor parte de los
      esfuerzos en la Sanidad para el
      próximo año a compras de más
      vacunas: gastará 8 veces más en
      adquisición de más vacunas que
      en la reforma que tanto necesita
      nuestras Atenciones Primarias...

      https://www.vozpopuli.com/espana/inversion-atencion-primaria-pge.html

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