viernes, 8 de mayo de 2020

Confortantes palabras reconfortantes frente a todas las epidemias que ahora nos abruman...

   

Está claro que deberían ser las palabras verdaderas, para lograr hacernos libres (cueste lo que fuere), sin poderse rehuir las realidades más fatigosas pesando sobre nuestras vidas. Aun cuando ello no significa que se nos hayan acabado todos los recursos posibles frente a la necesaria búsqueda de sosiego, empatía, condolencias, ánimos o compasión por el duelo...  

En pleno Estado de Alarma (tetra-reprorrogada), durante tan prolongados confinamientos y reflujo de tantas libertades como hasta hoy nos parecían de simple normalidad ya no más reversible, intentaremos darnos algún respiro con el oportuno artículo desde "La Nueva España" por Fco. G. P. regalado para el caso:

 > > > > Fíjense qué dos palabras les traigo esta vez: "rostrituertos" y "capitidisminuidos". Podría haber usado dos de sus sinónimos, haber escrito 'enojados' y 'debilitados'. Pero prefiero hacer caso a la Real Academia Española (RAE) y así suplicarles a ustedes que dejen de estar rostrituertos y capitidisminuidos, si las circunstancias se lo permiten. De ese modo, podríamos volver a la conversación −tenemos tantas cosas que contarnos− para hallar en ella no un campo de Agramante sino un remanso, donde “el agua detenida en la corriente cuela poco a poco, como enseñaba tan bellamente el diccionario de Covarrubias, ya en el siglo XVII. 

Con la etiqueta  #QueLasLetrasTeAcompañen#, la (RAE) ha lanzado en las redes sociales la iniciativa de compartir palabras “que nos acompañen en estos tiempos difíciles y nos reconforten ante incertidumbre: pala-bras reconfortantes. La Docta Casa ha puesto las primeras piedras evocadoras o evocativas en orden alfabético y ustedes pueden llevar las suyas a Twitter, Facebook e Instagram para contribuir al proyecto. Los académicos quieren que nos apapachemos (mexicanismo que significa “abracemos”), que nos brecemos, o sea, que nos 'acunemos y mezamos'. Quieren que seamos generosos con los dingolondangos: 'expresiones cariñosas, mimos, halagos, arrumacos'. 
   
Así nos encontraremos 'desprendiendo luz', es decir, esplendentes, aunque también nictálopes, pues 'veremos bien en esta noche oscura'. 'Adaptémonos a este medio tan seco', primaveral, en los espíritus: seamos xerofíticos de un 'modo fraterno': hermanablemente. A ver si así llegamos a unimismar: al 'unificarse criterios', ay. Son palabras poco usadas, sí: pero que ya estaban en el diccionario (DRAE). No obstante, a veces la lista académica confunde entre palabra bonita −que nos suena tan bien, eufónica− y palabra reconfortante. Por ejemplo, propone somnílocuo, “que habla durante el sueño”: bonita sí que es, pero mejor dormir calladitos.

¿Es lo mismo confortar que reconfortar? Vamos a verlo. Siempre es recomendable y preciso aliviar, o sea, disminuir o mitigar las aflicciones del ánimo propias y ajenas. Para ello, nada mejor que confortar“Animar, esforçar [con esa grafía antigua de ce cedilla: dar o tomar fuerza], convertir nuestra actitud en algo confortativo, en algo que conforte. Lo cual es 'dar vigor, espíritu, aliento, fuerza y consuelo'. 
    

Ahora, ponemos delante de confortar el prefijo “re-” y lo interpretamos en la tercera acepción que recoge el DRAE, como un intensificador, un reforzador. Lo mismo que hacemos con recargar (aumentar, agravar las cargas) o reseco (demasiado seco), lo hacemos con nuestro verbo y nos da reconfortar. Es, entonces, "confortar de nuevo, con más energía y eficacia", si cabe, de lo que lo hacíamos hasta ahora. La eficacia −no lo olvidemos− es 'capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera'. Si amén de eficaces somos eficientes, si conseguimos nuestro propósito solo a base de palabras reconfortantes, miel sobre hojuelas.

Por lo tanto, vamos allá con las palabras reconfortantes que generan las actitudes reconfortantes. Que cada uno de nosotros seamos alentador, analéptico (sí, vale: significa "estimulante, consolador"), cordial, energético, esperanzador, fortificante,  muy aliviador, reconstituyente, reparador, revitalizador, tónico, tonificante, vigorizador, vivificante. Para conseguirlo, hay que ofrecer brío, estrenuidad (se usa poquísimo, acaso porque sea la "cualidad del fuerte, ágil, valeroso, esforzado": virtudes que cotizan a la baja en los tóxicos, si bien a la alta en nuestros héroes), fortaleza, robustez. Ser campeones de reciura (que es la cualidad del con reciedumbre, o sea "fuerza, vigor y fortaleza", es decir recio), de rejo (que lo es "de la firmeza"). 

Convirtámonos en bálsamo, confortamiento, regazo, en una epítema del espíritu, en una dedada de miel: supera esta expresión, extranjerista. A ver si así nos letificamos (nos "alegramos y regocijamos", de leticia: "regocijo, alegría, deleite"). Que haya contento, alegría, que prime un regolaje: "buen humor, el buen temple de una persona". Que seamos ristoleros: "alegres, joviales, risueños". Incluso titiritainas a veces.


En el 'Hermano Lobo', ante Franco (2.8.1975)...

El fin, pues, de una conversación debería ser confortar y reconfortar. Hablemos, gastando palabras pero sin malgastarlas con toxicidad. Por eso, atacar a las palabras y a sus depositarios los libros, no defenderlas, pudrirlas o equivocarlas es un pecado gravísimo contra la memoria, la evocación. He aquí una especialidad de los totalitarios. Así que más gentileza o respeto, reciprocidad, honestidad, ternura y honor. 

Que venga un anglicismo a superar ahora todo este caudal de palabras españolas ubérrimo. < < < <

1 comentario:

  1. Del AMOR, el DESEO y el MIEDO en Tiempos de Crisis:

    Frente a la percepción de una amenaza externa, un ruido perturbador o la aparición brusca de una presencia inesperada, el niño y el cachorro acuden rápidamente a buscar el cobijo del cuerpo que les cuida. En “La política cultural de las emociones”, Sara Ahmed analiza cómo respondemos al miedo a través de la intensificación de la conducta y los sentimientos amorosos: “darle la espalda al objeto de miedo implica volverse hacia el objeto de amor, que se convierte en una defensa contra la muerte.”

    Ahora, en un contexto de crisis, nuestro cuerpo se “vuelve” hacia lugares más seguros. Para ser bienvenidos, protegidos, incluso para olvidar la posibilidad de la enfermedad o la muerte, el sentimiento amoroso se pronuncia. Claro que esta no es la única respuesta al miedo: también está la parálisis, la escapada, la negación… La propuesta de Sara Ahmed contiene otro nivel de lectura, y lo escribe así: “De esta manera, podemos ver que el miedo es lo que mantiene viva la fantasía del amor como la preservación de la vida”.

    Hasta aquí todo bien. Pero hoy el mundo 'Covid' demanda otra lectura urgente. Si estos días algunos nos “volvemos” hacia el sentimiento amoroso para intentar cuidar la vida, es importante que ese sentimiento amoroso no quede restringido al espacio conservador de la familia y la pareja. En los relatos oficiales que nos cuentan la vida en contexto de desescalada, no nos hablan de cómo amar y entrar en contacto con las personas con las que no compartimos inmediatez, vivienda o intereses económicos directos.

    Con responsabilidad y respeto hacia el bien común, creo que es necesario que nos sintamos libres para movilizar la imaginación en busca de otras éticas, otros modos de ser y de amar que no se conformen con el lenguaje único del telediario. La moral social de turno no es suficiente para cuidar la vida. También en tiempos de crisis, y sobre todo en tiempos de crisis, necesitamos subculturas que practiquen y exploren de otra forma los cuidados, el cariño, el deseo y el miedo.

    Sara Torres

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