jueves, 8 de octubre de 2009

‘69 razones para No Trabajar En Demasía’ [por cuentas ajenas], y especialmente con esta Crisis

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De serio discurso prodigado con excelente rigor por el periodista e "inventor de libros” manchego José Antonio Pérez Fernández (Madrid, 1948) ya hubo desde aquí noticia varias veces: más...
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En esta sociedad nuestra de la economía del mercado regida por representantes elegidos con permiso siempre de sus propietarios, copropietarios o sobre todos los multicopropietarios, cada prosa del ciudadano JAP suele difundirnos originales notas de insumiso librepensamiento -citando a los Marx y Engels con Locke, Weber, Galbraith o Adam Smith- ante t@nt@ tribun@ hacia muy acrítica corrección (de modo especial ahora frente aquell@s laic@s con mayores poderes y predicamento, que aquí hemos de soportar en todo su empeño del disciplinarnos como alguna parroquial grey ortodoxa más, tras la voz pro domo su ‘alternativo’ –pretendida mente- carisma único e infalible para respectivas coprosidades o global escatología) del sempiterno “valle de lágrimas” entre l@s list@s que más venden ‘Otro Mundo… Posible’ hoy en este Reino.

El cive Pérez no dejará títere con cabeza, sin dudas, cuando al rey que desnudo anda señalar le toca; en efecto [mas tampoco ha de callársenos cómo “…una buena parte del descrédito actual de las propuestas revolucionarias proviene de lo aburrido y dogmático que suelen ser aquellas organizaciones que las defienden. ‘Alguno piensa que ha venido a este mundo a disfrutar’, dijo con aire dolido el gurú de un grupo izquierdista, a modo de reproche hacia quienes no se tomaban su acción militante con el debido y cuasi religioso fervor. Escuchado esto, el autor (…) abandonó ese día para siempre tal organización]. E insiste por cierto lema de David H. Lawrence: “Si haces una revolución, alegremente hazla; no la hagas lívidamente (…) mortalmente serio, hazla alegremente.

Con su tomito ’69 RAZONES PARA NO TRABAJAR DEMASIADO’ parte del análisis concreto de situaciones concretas en el trabajo que “por cuenta, disciplina y beneficio ajeno” se halla disponible, realmente, aquí ahora: "...en XX estamos buscando cobradores de peaje a tiempo parcial (25 h.) con total disponibilidad en turno rotativo de mañana, tarde y noche, de lunes a domingo. La zona de trabajos es en el peaje de Alcobendas de la R-2. Incorporación inmediata. El salario de 8,42 euros para hora diurna y 10,07 las nocturnas. Necesario carnet y coche” [anuncio real en una ETT].

Luego de repasar cuanto sobre actuales Crisis a los de abajo ya se nos dijo (desde tan alta instancia como la del ministro español de Trabajo, y hasta por Obama), reflexiona que al menos el “… cargo constitucional de Jefe no electo del Estado podría haber dicho: Ciudadanos, 'como premio a vuestro sacrificio laboral, garantizo que al superar la crisis se os repartirán con equidad los beneficios de la producción’. Nada de eso, lo único que los gobernantes nos ofrecen a cambio de nuestro sacrificio es restablecer el equilibrio del sistema para dejarlo en el mismo punto donde estaba antes de producirse la crisis: en similar estado de riesgo de volver a ella”.

Pero con respecto a este nada progresivo ‘más de lo mismo’ (cada vez por su creciente precarizarse azacanado peor) inevitable será que nos asalten dudas ya planteadas a un filósofo latino cordobés, Séneca el Jóven, hace ahora 2.000 años: ¿No te avergüenzas de reservarte para las sobras de la vida, destinando a la virtud sólo aquel tiempo que para ninguna cosa sea de provecho?”… Así que parecería finalmente sensatísimo concluir en aquella máxima del querido sabio, ‘tío Henry’ [David Thoreau]: “Si vendemos nuestro tiempo, no queda nada por lo que valga la pena vivir”.

No obstante una cosa será lo que cada quien logra entresacar de provechoso con su muy particular lectura del libro recomendado por esta reseña y otra –más objetivamente garantizable, aunque no sepa reflejarlo- ese placer que la brillante literatura del autor puede procurarnos para el transcurso de tales recorridos...

Aparte de sesudísimas mentes [tan bien imprescindibles como las de Wittgenstein, Voltaire, Fromm, Brecht, LaoTsé, Camus, Vives, Sheik Saidi al Shiraz, Las Casas, Hesse, Diderot, Freud, Navarro, Enzesberger, Heródoto, Arendt, Lennon, Lucrecio, Darwin, Saulo de Tarso, Kropotkin, Siddharta Gautama, Erasmo, Gay-Lussac, Cioran, Goethe, Faulkner, Gramsci, Ortega y Gasset, Beveridge, Gandhi, Sócrates o bastantes más], cabrá disfrutar sabrosos ecos debidos a un Antipater de Tesalónica, paleovanguardista; al más goliardesco arcipreste alcarreño, Ruiz; al genial dandy Wilde; al irreductible zamorano Gª Calvo; al utopista Moro, mártir y santo; a la soriana poeta María Ángeles Maeso; al proto-cínico Diógenes de Sínope; al simpar ciudadrealeño matritense Quevedo; a un –diz que...- ‘risueño’ Demócrito de Abdera; etcétera, etc.

Y definitivo ese remate, al esencial dictum de Lord Russell usado para dejarnos bien abrochada una razón –‘Nada en demasía…’- que capicúa encerraría todos los argumentarios expuestos por tal obra: “Así que no nos vengan con cuentos”… ¡Amén!

1 comentario:

  1. He llegado hasta vosotros por la recomendación que hace D... Raven... desde Crisis y paro (X) en la Bitácora Almendron. Dudando y, más bien, recelando. Pero es justo reconoceros que tenía o teneis razón; mejor, 69 razones contundentes que os agradezco difundir. No es frecuente que leyendo algo podamos cambiar un poco opiniones Y enriquece.

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