viernes, 24 de octubre de 2025

Confucio y Lao-Tzé: sendos caminos hacia la armonía

   
En los tiempos que nos ha tocado vivir por nuestro “mundo occidental” y con el imparable ascenso de oriente y lo suyo a primeros puestos, en muchos de los rankings existentes, para cualquier ámbito, parece interesante traer este breve y muy simple artículo sobre Confucianismo y Taoísmo, dos términos que suelen confundirse demasiado, conceptualmente al menos...

Durante la historia de la humanidad hay momentos en los que las palabras de un sabio iluminan siglos. Desde la antigua China, hace más de 2.500 años, dos hombres dejaron una huella que aún guía el pensamiento oriental: Confucio (Kǒngzǐ, 孔子) y Lao-Tzé (Lǎozǐ, 老子). Ambos buscaron respuestas a una misma pregunta -¿cómo puede el ser humano vivir en armonía consigo mismo y con el mundo?-, pero sus respuestas fueron tan distintas que dieron origen a dos de las tradiciones filosóficas más influyentes del planeta: el Confucianismo y el Taoísmo.
 
El contexto: un tiempo de caos y búsqueda

Lao-Tzé y Confucio y  vivieron en la época de los Reinos Combatientes, un período de guerras, corrupción y pérdida de valores en la antigua China. Las antiguas normas morales se desmoronaban y el pueblo sufría las consecuencias.

Frente a ese panorama, Confucio buscó restaurar el orden a través de la virtud, la educación y el respeto a las jerarquías. Lao-Tzé, en cambio, creyó que el problema estaba precisamente en el exceso de leyes y artificios: el hombre, dijo, debía volver a la sencillez natural y dejar que las cosas siguieran su curso según el Dao, el Camino eterno.
 
Dos sabios, un mismo propósito

Aunque sus enseñanzas se expresan en lenguajes muy distintos, ambos compartían una profunda fe en la bondad del ser humano y en la posibilidad de alcanzar la armonía mediante el cultivo interior.

Confucio veía en la educación moral la vía para regenerar la sociedad: si cada persona cumplía con su deber y actuaba con rectitud, el orden renacería de manera natural. Lao-Tzé, más introspectivo y místico, proponía desapegarse de las pasiones y del ego, fluir con el ritmo del universo y actuar sin forzar (wu wei, 无为), en equilibrio con la naturaleza.

Ambos coincidían en que el verdadero sabio no impone ni domina, sino que guía con su ejemplo y su serenidad.
 
  
Diferencias esenciales entre sus caminos: Dos visiones complementarias

Confucio nos habla del deber, de la familia, del gobierno justo y de la responsabilidad moral. Su ideal es el del hombre virtuoso que construye una sociedad ordenada y armoniosa.

“Gobierna con virtud —decía— y serás como la estrella polar: firme en su lugar, mientras las demás giran a su alrededor.”

Lao-Tzé, en cambio, nos invita al silencio y a la humildad. Su ideal es el del sabio que no lucha, que fluye como el agua y encuentra la fuerza en la suavidad.
“El sabio no compite, y por eso nadie puede competir con él.”

Confucio mira hacia el mundo de los hombres; Lao-Tzé, hacia el misterio del universo. Pero ambos, desde perspectivas opuestas, apuntan a una misma meta: el equilibrio entre el orden y la libertad, entre la razón y la intuición.
 
Legado y actualidad

Más de dos milenios después, sus ideas siguen vivas. El confucianismo moldeó la educación, la política y la ética familiar en Asia durante siglos. El taoísmo, por su parte, inspiró la espiritualidad, la medicina tradicional china, el arte, la poesía y disciplinas como el Taichí o el Gigong.

En el mundo actual —tan rápido, complejo y saturado de información—, la voz de ambos sabios nos recuerda que la verdadera sabiduría no consiste en acumular poder ni conocimiento, sino en cultivar la virtud y la serenidad.
 
Epílogo: dos caminos, un mismo destino

Lao-Tzé y Confucio encarnan dos maneras de buscar la armonía: uno a través del deber y la justicia, el otro mediante la quietud y la aceptación. Podríamos decir que Confucio enseña a vivir con los demás y Lao-Tzé enseña a vivir con uno mismo.

Y quizás la mayor enseñanza de ambos sea que el equilibrio interior y la paz social no son metas separadas, sino dos rostros de una misma sabiduría.

Nosotros también tenemos en occidente filósofos a los que acudir, en tiempos convulsos como los actuales, cosa que sería muy aconsejable hacer. Pero me ha parecido interesante, ahora que lo oriental está (y estará) muy de moda, hacer esta pequeña aportación para tratar de contribuir al entendimiento entre culturas, en este mundo y gobernanza global que se nos avecina inexorablemente, por mucha resistencia que, por parte de algunos, se esté poniendo…….

¡Salud y sed felices!
 
  

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