lunes, 21 de agosto de 2023

Sobre la ciencia y la Vida: diálogo de Cardona (entre José L. SAMPEDRO y Valentín Fuster)

 
[Por estas mismas fechas veraniegas, hace ahora justamente 16 años, en el castillo-parador de Cardona se reunieron para mantener una reposada tertulia el sabio cardiólogo Valentín Fuster y su paciente -a más de nada menos distinguido amigo- el profesor José Luis Sampedro: sobre un breve fragmento escogido de lo que allí entonces ellos trataron podemos contar ahora con los testimonios que Olga Lucas, en una recomendable publicación, así nos dejó documentados
 
"— (...) ¿Cuál es el motor, la energía que lleva a hablar de moralidad? Ésta es mi pregunta: ¿de dónde viene y por qué?
 
 — Bueno, Valentín, puedo contestarte en lo que a mí respecta. Cuando era niño, en el catecismo que nos imponían, el Ripalda o el Astete, se nos planteaba el sentido de la existencia con la pregunta «¿Para qué nos creó Dios?». Y la respuesta categórica: «Para servirle y adorarle en esta vida y después gozarle en la otra». Naturalmente, con el tiempo comprendí el alcance de tamaña barbaridad. Me parece una afirmación tan monstruosa que en sí es suficiente para destruir la creencia en ese Dios. Imaginar que el Dios, creador de los cien mil millones de estrellas y demás, de pronto un día se da cuenta y dice «anda, que no me adora nadie, a ver, necesito que alguien me adore» y entonces crea ese gusano que es el ser humano y le dice «adórame», es lo más impropio de la idea divina. Para eso no se necesita ser Dios, es una visión magnificada de ricachón de pueblo que exige adulación todas las mañanas.
 
Para mí el sentido de la existencia, por el que me preguntas, es una ampliación cultural, una expansión cultural de algo que es puramente biológico, tú lo has dicho, y está en los cerebros primitivos. Me refiero al afán de supervivencia. Somos portadores de vida y sobrevivir, sostener esa vida es nuestro primer objetivo. Luego, la cultura sobrepone a eso toda una serie de ampliaciones, de consideraciones. Para mí el vivir es hacerse lo que se es. ¿Qué es lo que soy? No lo sé, pero me tengo que hacer lo que soy. Eso es lo que da sentido a mi existencia, ése es el eje de mi existencia, del cual si me separo lo empiezo a notar. Me salen mal las cosas, me equivoco, no sé, algo se resiente, aunque tenga éxito. 
 
 — ¿Y dónde está el sentido de la moral en lo que me estás diciendo?
 
 — El sentido moral está exactamente en que yo estoy vivo, tengo que vivir, y tengo que vivir la vida que es la mía, está en la fidelidad a lo que soy, en adaptarme a lo que me rodea, en acomodarme, aceptar, sumarme al conjunto, en hacerme parte del Universo. Y para hacerme conscientemente parte del Universo, para convertirme en un ser que comparte la vida universal íntegramente tengo que hacer con mi vida lo más que pueda como tal vida, es decir, realizarme al máximo.
 
 — Esto lo entiendo, pero ¿tú crees que engloba el concepto de moralidad?
 
 — El concepto de moralidad oficial, no, pero el vital sí. El concepto de moralidad oficial, en el fondo, si empiezas a rascar, es la codificación de los intereses de los poderosos, sean poderosos religiosos, o sean poderosos políticos. La ley es la expresión de la voluntad del fuerte, digan lo que digan. 
 
 
 — Ya, pero ¿en qué concepto encajarías tú la contribución a la sociedad de la que hemos hablado antes?
 
 — Ah, bueno, pues es uno de los aspectos de la realización de mi vida. Si pienso que no vivo solo y que estoy inmerso en una sociedad, tengo que compartir. Mi vida personal es una parte de la vida colectiva, la cual es una parte de la vida universal. Y en eso estamos.
 
 — Es interesante, aunque, claro, mi concepto es un poco distinto. Tú me estás hablando de una realización personal que no puede ser completa si es ajena a la sociedad porque, de lo contrario, te conviertes en un ser aislado y tu realización consiste en integrarte en el universo. Es interesante porque me parece un enfoque educativo, pero no es como yo lo vivo.
 
Yo lo vivo como una obligación, que es algo distinto, y con esto entramos en el punto de la religión católica.
 
Uno de los problemas más importantes de la religión católica es básicamente el negativismo. Es lo que está llevando al cisma dentro de la Iglesia católica.
 
 — Exactamente, un merecido cisma. 
 
 — Cuando yo me analizo viniendo de donde vengo, veo muy probable que mi intenso sentido de la obligación, de hacer algo por alguien no tiene su origen en ese sistema de premios y castigos tan propios de la religión católica. Y es curioso porque estamos hablando dos personas diciendo algo parecido y distinto a la vez. En mi caso es un sentido de la obligación, tal vez, pero no estoy seguro, enraizado en la religión y en el tuyo es el sentido de realización personal a través de la reflexión.
 
 — Seguramente, aunque, no creas, yo también tengo un sentido de obligación, pero es de obligación a la vida, que está mucho más, más arriba que ese Dios que considero una invención. Mi obligación es una obligación hacia mí, pero hacia mí dentro de un todo, dentro del cosmos, vamos. Mira, una cosa muy clara es ver el mundo como macrocosmos y la persona como microcosmos. Y no termino todavía porque queda una cosa.
 
 — No, ya, ya.
 
 — Es que tú me preguntaste dos cosas -continúa Sampedro-: una, el sentido de la vida y otra, la sabiduría. La sabiduría es mucho más que la ciencia y mucho más que la vida y todo lo demás.
 
 — Sin duda alguna -asiente Fuster-.
 
 — Para mí la sabiduría es la vivencia de la sintonización con el macrocosmos, vivir sintonizado consciente o inconscientemente con el mundo, con el Universo, con lo que te rodea, con el todo del que tú formas parte. Ser parte profunda de ese todo, eso es sabiduría.
 
 
 — A ver, a ver. Permíteme que sea yo quien te formule las preguntas porque me interesa mucho lo que dices... A mí, una de aquellas cosas que más me ha impactado como científico, nuestra ignorancia es. Y, dentro de nuestra ignorancia científica, uno de los terrenos más resbaladizos es precisamente el tema del Universo que tú has tocado someramente. Es un tema que a mí me interesó mucho durante algunos años. Cuando empiezre lo que se pontifica y lo que en realidad se sabe es muy grande. Eso está haciendo mucho daño. Nadie está libre de pecado en un mundo con tantos intereses creados. Me has dicho que tu concepto de Dios es...
 
 — Es una invención. Es lo que he dicho.
 
 — Explícate.
 
 — Un personaje de mi novela 'Congreso en Estocolmo' decía que el hombre crea a Dios a su imagen y semejanza, gracias a lo cual la censura previa se cargó inicialmente el libro entero. Luego conseguí que la novela pasara suprimiendo esa frase. Ni siquiera me sirvió haber tomado la precaución de especificar que el Piel Roja tiene un Dios gran cazador de bisontes y el esquimal de focas, etc.
 
Para mí el Jehová de los judíos es un poderoso dueño de grandes ganados que gobierna como un gran señor. Tú te lees en la Biblia el pasaje sobre Sodoma y Gomorra y te encuentras con que Dios llama a Lot y le dice: «Oye, vete a la ciudad de Gomorra y dime lo que pasa allí que dicen que pasa...», y te preguntas pero ¿cómo Dios, siendo Dios, no sabe lo que está pasando en Gomorra? Y Lot informa. Y Dios pide aclaraciones, etc., y le dice a Dios: «Señor, sí, allí los hombres pervertidos...». Esto lo cuenta la Biblia tan tranquila. ¿Te parece serio?
 
 — Eso me preocupa menos porque está claro que podemos reaccionar a los ritos, podemos reaccionar a los aspectos que acabas de mencionar, cada época describe a su manera el contexto histórico, describe los Nuevos Evangelios. Yo sí encuentro aspectos muy positivos e importantes en el cristianismo y judaísmo. Tu posición frente a la religión católica es de rechazo, la mía es la de intentar crear.
 
 — Más bien seleccionar. Yo respeto a los creyentes, pero rechazo al clero.
 
 —Sí, seleccionar. Y la pregunta que intento formularte es la siguiente: ¿te has planteado que el Universo pueda tener es un cierto orden inexplicable sin la creencia en un «Dios»? Y, por favor, al contestarme, olvídate de todo sistema ritual, de las guerras de religión, de toda esta historia. Estoy hablando en otro plano, en otro escenario. Estamos aquí sentados, tenemos una misión y yo te pregunto: ¿cómo te planteas tú todo esto?
 
 — Mira, yo me lo planteo diciendo que la fuente de absolutamente todo lo que existe es lo que yo llamo la energía cósmica, y que tú puedes llamar Dios, si lo prefieres. ¿Cuándo empezó la energía?, si es que empezó, ¿quién la creó?, si es que la creó alguien, ¿cómo saltó?, no lo sé. Por ejemplo, el Big Bang, será verdad o no, pero podría explicar la evolución de todo esto. Como la semilla. Algo tan pequeño como la semilla genera un árbol. Bueno, se puede aceptar todo eso, sin seguridad, pero lo cierto es que es fruto de la energía. Para que es mí el mundo es esencialmente vacío y energía, entendiendo por vacío no la nada, sino un ambiente, un ámbito por decir así, provocador, conjurador, convocador de la energía y que además está transido y traspasado y lleno de energías en forma de radiaciones. Cuando leo por un lado que la energía se estructura o se coagula en materia (porque según Einstein, la energía y la materia son convertibles), y cuando, por otro lado, leo que en cuestión de pequeñez, la nanotecnia está llegando a milésimas y millonésimas de milímetro, que los corpúsculos que utilizan los físicos son tan diminutos como meros puntos portadores de energía, creo que, efectivamente, el mundo es vacío y energía.
 
Lo creo, es mi verdad. Y, además, estoy contento; porque entre lo poco que sé de física y lo poco que sé de los orientales, tambiénles veo coincidir.
 
 
 — Fíjate -incide Fuster-, yo creo, en contraste contigo, que hay algo más.
 
Recogiendo todo lo hablado en estos dos días, creo que, en general, empleamos mucha energía, siguiendo con tu terminología, en desgranar conceptos. En cambio, estamos fallando en la creatividad desde el punto de vista de la sabiduría que has mencionado, no desde el punto de la ciencia que, como ya hemos visto, va adelante a buen ritmo.
  
Te pregunto: ¿cómo podríamos nosotros contribuir al cambio de esta sociedad en la que observamos un claro deterioro de los valores? ¿Qué podemos hacer nosotros en pro de la restauración de aquellos valores humanos que nos parecen imprescindibles para la buena convivencia y para la salud colectiva? Ahí, en esa falta de respuestas, en esa impotencia, es donde yo veo que falla la creatividad. Tú me dices: «Yo me hago a mí mismo y como ser inserto en la sociedad....», y yo te contesto: «Sí, eso es una visión y una definición del humanismo...», pero sinceramente, no veo en ello la solución. Para encontrar una solución, ha de haber algo más. A mí me ha influido mucho Teilhard de Chardin.
 
 — No. Yo no trato de convencer a nadie. Y también acepto que puede haber algo más, pero sitúo ese algo más en la punta de lanza del espíritu. Es, digamos, la avanzadilla del progreso, de la evolución, de la energía. 
 
 — Bueno, a esto Teilhard de Chardin lo llama punto omega. Te menciono a Teilhard de Chardin porque era un jesuita francés que tuvo sus problemas con el establishment, pero (o tal vez porque) fue un científico que a mí me influyó mucho. Tengo la sensación, una intuición, alguien lo llamaría fe, de que hay algo, un alguien que nos está llevando a algún sitio; a este punto omega, ¿comprendes?, es una percepción interna. Me resulta difícil comprender dónde estamos y encarar el cómo estamos simplemente diciendo: bueno, todo esto es una consecuencia de la energía. Me cuesta aceptar esto sin más, como científico y como observador.
 
 — Lo comprendo.
 
 — Una de las personas que a mí me ha inducido mucho a la reflexión en estos temas es el doctor Francis Collins, el director del programa de genética del Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos. Es uno de los dos autores del mapeo genético humano. Nos conocemos y hemos hablado con motivo de un doctorado honoris causa que recibimos juntos en la clínica Mayo. Es un hombre muy interesante porque siendo creyente es un científico puro y cuando hablas con él te transmite lo mismo que os estoy transmitiendo yo ahora. Él ve la ciencia como una parcela dentro de algo que yo creo que has definido muy bien, que está muy por encima de él, pero también ve al individuo, a la persona. Es difícil condensar aquí en unas palabras la profundidad de lo que transmite el hombre, este ser pensante, este ser emocional.
 
Todos necesitamos andar de alguna manera por la vida. Yo te hacía esta pregunta acerca del «algo más» primero por el respeto que te tengo, naturalmente, como persona y como pensador y por lo mucho que me interesa el tema. Como científico y como persona ligada a la persona, creo en tu respuesta, en la energía, en el cosmos, pero también tengo la intuición de que hay también un 'reason for' (motivo, razón de ser), algo más que simplemente la energía.
 
 — Bueno, yo ahora quisiera decir una cosa. Admito ese «algo más», esa cosa diferente que dices tú, pero yo la sitúo en el ápice, en la llama más alta del espíritu del hombre. Es su punto de máxima tensión hacia delante, donde la energía en evolución creadora irrumpe en el mañana.
 
Hay un problema que tú has mencionado de pasada: «creo que esto nos lleva a algún sitio» o algo parecido has dicho. Se trata, pues, de si el proceso de evolución histórica tiene una finalidad en concreto o si el proceso no tiene finalidad. Personalmente creo que no tiene finalidad. Creo que la energía, la vida no actúa siguiendo un plan deliberado con una hoja de ruta, sino que actúa como el sembrador, por dispersión de energía, por multiplicación de oportunidades. La vida, por decirlo gráficamente, se levanta por la mañana y dice «bueno, vamos a seguir adelante» y coge un puñado de energía y hace «brrrrr» y la esparce por ahí. ¿Qué va a salir de esa siembra? Pues no sabemos.
 
 — Me ha gustado mucho cómo has resumido la cuestión. ¿Hay o no hay finalidad? Mi intuición es que sí, la tuya que no.
 
 — Pues sí, yo lo veo así: la vida se levanta y hace «brrrrr».
  
Luego unas cosas funcionan y otras no, una especie se crea, otra se destruye porque no cumple y así sucesivamente, pero la cosa marcha y la complejidad organizada sigue creciendo, aumentando, proliferando. Y puesto que tú sí crees en una finalidad, ¿te apetece detallarlo un poco más? ¿A qué finalidad te refieres?
 
 — No, ahí ya no entro -se niega Fuster-. No sólo porque es muy tarde. Sinceramente, creo que el decirte que tengo respuesta a ello sería de pedantería, por mi parte. Lo único que puedo decir es que hay algún fin relacionado con ciertos aspectos de la moralidad, con aquel cuarto aspecto de la función cerebral que hablábamos antes, el espíritu, la espiritualidad, algo o alguien que nos trasciende..."



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