El último número 22 del 'Argumentos Socialistas' nos ha planteado un polémico textículo -"A Fondo", de Mesa Gª- que merecerá la pena considerar:
La Filosofía de la
Historia pretende más que un estudio de la misma. Ésta describe los
hechos y busca darles una explicación en su contexto. Sin embargo, la Filosofía
de la Historia busca encontrar alguna causa común o última entre todos los hechos
y, por lo tanto, encontrar el fundamento último del desarrollo histórico.
Este artículo trata sobre una Filosofía de la Historia. En concreto, busca analizar la Teoría del Patriarcado. Y pretendemos dos cosas.
* En primer lugar, refutar esa teoría...
* Y seguido, demostrar cómo existe un Feminismo de/por Élite, cuya finalidad social y última es defender los intereses de las mujeres que forman parte de la oligarquía, creando para ello una ideología en su entorno.
Este artículo trata sobre una Filosofía de la Historia. En concreto, busca analizar la Teoría del Patriarcado. Y pretendemos dos cosas.
* En primer lugar, refutar esa teoría...
* Y seguido, demostrar cómo existe un Feminismo de/por Élite, cuya finalidad social y última es defender los intereses de las mujeres que forman parte de la oligarquía, creando para ello una ideología en su entorno.
Refutación de la teoría del patriarcado
Entendemos por Teoría del Patriarcado la explicación que
defiende que en la Historia siempre ha existido un gobierno de los hombres
sobre las mujeres, de forma interclasista, y que dicha situación es la explicación
última del desarrollo histórico. Es decir, la división fundamental de la sociedad
sería que los hombres conformarían un grupo social dominante por su sexo frente
a las mujeres dominadas. Este hecho, además, sería la causa última del proceso
histórico y explicaría lo ocurrido en la Historia como una permanente lucha no ‘de
clases’, como diría el clásico, sino ‘de género’ (masculino-femenino).
Así, del mismo
modo que la Filosofía de la Historia de la izquierda situó en la propiedad,
desde Rousseau, la causa última de los hechos históricos y luego afinó en las
relaciones de producción con Marx, la Teoría del Patriarcado pretende explicar
la Historia como un conflicto permanente de sexos. De esta forma, el machismo
como fenómeno social se explica en la Teoría del Patriarcado ya no como
consecuencia sino como la causa de todo el proceso histórico: ‘los hombres’
oprimen y son oprimidas ‘las mujeres’.
Es evidente que
las mujeres han estado discriminadas, pero la Teoría del Patriarcado va más
allá
Comencemos por
analizar si la Historia puede explicarse de acuerdo con la Teoría del
Patriarcado. Resulta evidente que las mujeres han estado discriminadas y han
tenido menos derechos, y por lo tanto debemos admitirlo como una realidad
histórica. Pero este hecho por sí solo no da la razón a la Teoría del
Patriarcado, sino que ésta sólo sería verdadera si dicha dominación fuera causa
última, no sólo de sí misma, sino también de todos los demás fenómenos
históricos. Es decir, si ser hombre o mujer era más relevante socialmente que
pertenecer a un grupo social económico o a otro.
Y aquí es donde entra el problema. Pues si bien el poder, en su
extensión más amplia posible, ha sido desigualmente repartido entre hombres y
mujeres, sin embargo, de ser cierto el Patriarcado, no debería haber hombres
sin poder social ni mujeres con él. Y tampoco situaciones sociales objetivas,
no excepcionales, en que haya mujeres con más poder que hombres. Y, sin
embargo, esto ha sido así en todos los momentos de la historia, al menos desde
la aparición de la agricultura. Las aristócratas estaban por encima de los
esclavos o de los plebeyos y las burguesas por encima de los obreros. Por
tanto, no puede ser el Patriarcado la causa última del proceso histórico,
sino una consecuencia, en todo caso, y del mismo modo como lo sería, por
ejemplo, la desigualdad económica o cultural.
Pero ¿negamos
entonces que las mujeres hayan estado en una posición social por debajo de los
hombres? No, en absoluto ¿Entonces por qué hay machismo? ¿Cuál sería la causa
última de la diferente distribución de poder entre hombres y mujeres?
Ya hemos señalado
que no podría ser el Patriarcado pues eso implicaría que la división social se
hubiera hecho siempre sobre la base sexual y no resulta cierto. Por lo tanto,
si creemos que debe haber una causa última, es decir: si defendemos una
Filosofía de la Historia, tiene que ser otra. Y tiene que ser una que permita
explicar como una de sus consecuencias el diferente trato dado a mujeres y
hombres y, a su vez, por qué en la actualidad existe menos desigualdad que nunca.
Si como causa última de la Historia situamos la producción
económica, tal y como el marxismo hace, podríamos explicar
ambos problemas.
En primer lugar,
la posesión de los medios de producción divide la sociedad en grupos sociales
desiguales: los que los poseen y los que no. Lógicamente, tienen mayor poder
los que los poseen y menos poder los que están desposeídos. Y eso explica la estratificación
social objetiva en grupos que, de acuerdo con su posesión sobre los medios de
producción, tienen más o menos poder social.
Ahora bien, ¿qué
nos explicaría el que para una misma clase social las mujeres resulten perjudicadas
sistemáticamente, y no de forma individual? ¿Acaso eso puede explicarlo esta
causa última?
Esto también se podría explicar convincentemente. Si vemos la
historia de los distintos sistemas productivos, veremos cómo en ellos (a
excepción del Capitalismo, que por esto será tan importante en la liberación de
la mujer) la producción material ha sido la característica fundamental del
sistema productivo. A su vez, esta producción tenía como elemento básico la
fuerza de trabajo humano explotada por la limitación de la tecnología. Y aquí
es donde aparece el machismo. Habiendo dimorfismo sexual en la especie humana,
el hombre es mayor y más fuerte muscularmente hablando que la mujer, el
resultado es que su fuerza de trabajo se apreciará más que la de la mujer, que
quedaba relegada a funciones reproductivas y de intendencia.
No se trataba por
tanto de un machismo como causa, sino como consecuencia del trabajo explotado
por la forma de relación económica. Así, la mano de obra explotada era
masculina por su mayor fuerza física, y era ésta la causa de que los hombres
fueran más apreciados que las mujeres, del mismo modo que se seleccionaban las
plantas en la agricultura, los mejores especímenes en la ganadería o se mata a
los pollos y no a los pollos hembra –es que ponerlo en femenino quedaba feo…–.
En definitiva, los hombres eran los preferidos para ser explotados y por eso,
paradójicamente, tenían mayor relevancia social.
De tal forma -y resumimos estas partes- el Patriarcado es falso
pues no existió un sistema basado en
la explotación sistemática de los hombres, nunca; lo que implicaría al universal
masculino, sobre las mujeres. En vez de eso, fue la desigualdad en la propiedad
de los medios de producción la causa última del desarrollo histórico. Y como
tal, el machismo y la desigualdad de las mujeres es una consecuencia de aquel.
CApitalismo y liberación de la mujer
Pero hay más
hechos que falsifican la Teoría del Patriarcado y afirman la preeminencia de la
producción como causa última. Y el fundamental es la relación entre el presunto
Patriarcado y el desarrollo del Capitalismo. Fuera de toda duda, el Capitalismo
ha sido el sistema económico bajo el cual ha habido una mayor liberación de la
mujer. La pregunta, de ser cierta la Teoría del Patriarcado, es por qué esto
ha sido así si la causa última es el dominio de los hombres sobre las mujeres,
pues en el Capitalismo sigue habiendo hombres y mujeres.
Si analizamos la
historia de acuerdo con el desarrollo de las fuerzas productivas, tal y como
hemos defendido aquí, resulta posible e incluso sencillo explicar el motivo
por el cual el Capitalismo ha liberado a la mujer. Esto se debe a una serie de
factores.
Bajo el Capitalismo, la mujer consigue ser explotada en
igualdad con el varón
En primer lugar, el desarrollo del Capitalismo implica la
Revolución Industrial y con ella la aplicación de la tecnología al proceso
productivo. Esto conlleva que la fuerza física bruta de los seres humanos no
resulte indispensable para la inmensa mayoría de los trabajos puesto que es
sustituida por la tecnología. Por este motivo, la mujer se puede incorporar de
una forma masiva a la producción económica, pues la fuerza física ya no es
requerida para el trabajo. Y su consecuencia es que, al situarse en un plano
de igualdad en la explotación económica como fuerza productiva, la mujer tienda
a escalar socialmente hacia el puesto de los mismos hombres explotados:
igualdad en la explotación es igualdad social.
En segundo lugar,
el Capitalismo ya no solo crea una producción de nuevos objetos físicos sino
que, a través del consumo, genera la conversión de la propia vida humana, tanto
en el tiempo de trabajo como en el ocio, en producción de beneficio. Para
desarrollar esta producción ya sólo es necesaria una capacidad económica. Y para
poseer esta, a su vez, es indiferente el sexo biológico, pues se trata de una
abstracción social. Así, no prima el sexo ya en las producciones.
Por último, la unificación entre el desarrollo tecnológico y la
creación de un mercado absoluto en todos los momentos de la vida lleva a dos
aspectos fundamentales de la liberación de la mujer que deben ser reseñados,
aunque parezcan muy simples. Por un lado, la aparición de los
electrodomésticos, que permite a la mujer dejar a un lado lo que hasta ahora
había sido su tarea prioritaria en la división social del trabajo. A su vez, la
creación de la educación obligatoria les permite liberarse parcialmente de la
crianza de los niños facilitando su presencia en el mercado de trabajo.
Y en fin,
la revolución sexual con los métodos anticonceptivos le permite manejar su
propia reproducción, con lo que es capaz de planificar su vida de acuerdo con
las condiciones sociales de producción. Todo ello lleva a que el sexo femenino
adquiera un nuevo protagonismo social en la producción económica, y que solo la
(in)cultura machista, todavía presente como residuo del pasado, le impida
alcanzarlo en su vida diaria y concreta.
De esta manera, y
no paradójicamente, en el Capitalismo está el triunfo definitivo de la
liberación de la mujer, pues en él ya es absolutamente despreciable la
pertenencia a un sexo o a otro en la relevancia productiva y de poder. Así, el
Capitalismo libera a la mujer en cuanto a su discriminación sexual, aunque no
como ser humano en su explotación absoluta.
Efectivamente, el feminismo que adopta el discurso de la Teoría
del Patriarcado tiene que reconocer que con el Capitalismo aquél ya no se
produce; y que de hecho, cada vez con mayor frecuencia, las mujeres ocupan los
cargos que hasta ahora merced a la división social del trabajo se reservaban a
los hombres. Por lo tanto, el Capitalismo significaría el fin del Patriarcado
y, de acuerdo a esto, el 'final feliz' de la historia...
Feminismo de élite
Y es ahí donde
surge lo que nosotros denominamos como feminismo de élite. No cabe duda de que
la igualdad de la mujer es un derecho social por el cual hay que luchar, pues
todavía no se ha conseguido. Del mismo modo, hay que luchar por la igualdad de
derechos del colectivo homosexual, contra el racismo o de cualquier otro grupo
injustamente tratado. Pero estas luchas no significan necesariamente que sean
luchas de contenido revolucionario, pues resulta evidente que una sociedad
capitalista, y cada vez se está dando más, pueda ser absolutamente no racista,
que defienda los derechos de los homosexuales o, también, que realice una
absoluta igualdad entre hombres y mujeres. Y esto es así porque en el Capitalismo
no existe un solo elemento determinante desde su producción económica para estas
diferencias, pues para él todos los seres humanos son mercancías que solo
sirven para la producción de beneficio, dando igual su individualidad.
Pero ¿a qué llamamos feminismo de élite? El feminismo de élite
es el defendido por sectores femeninos socialmente dominantes y que pretende
aumentar su poder alegando para ello un discurso feminista. Lo llamamos de
élite porque su objetivo último es que ciertas mujeres que ya están en la
oligarquía social, incrementen su poder en las grandes empresas o en los
movimientos sociales y políticos o en la universidad, defendiendo supuestos
reclamos feministas, como las cuotas, que solo les importan y benefician a
ellas. E igualmente, porque este movimiento feminista oligarca olvida los
problemas reales que actualmente tienen las mujeres en su camino hacia la
igualdad en la vida cotidiana, como por ejemplo, y por poner el caso más
evidente, la maternidad y el cuidado de los hijos en relación al desarrollo
laboral, preocupándose más del lenguaje inclusivo y de descubrir a la ultimísima
pensadora olvidada para multiplicar sus publicaciones.
Ciertas mujeres,
que ya pertenecían a la oligarquía social, han incrementado su poder, mientras
se ignoran los problemas reales de muchas mujeres en su camino hacia la
igualdad
El feminismo de
élite, que es el que está detrás de todas estas teorías del Patriarcado, busca
así adquirir los mismos privilegios que ciertos sectores sociales masculinos,
también élite, tienen sobre otros sectores sociales tanto masculinos como
femeninos. Lo que quiere en realidad es que la oligarquía tenga un 50% de
oligarcas ‘y oligarcos’ – obsérvese
mi solidario uso del lenguaje inclusivo–, para con ello entrar en el reparto
de la dominación social.
Así, mientras cualquier mujer sabe que corre riesgo de perder su
puesto de trabajo al ejercer libremente su maternidad, sin embargo lo que ha
triunfado socialmente es decir ‘todos y
todas’ o defender la existencia del patriarcado (si no ‘heteropatriarcado’)... Es un feminismo
de élite porque lo que pretende no es defender los derechos sociales de la
mujer, que todavía siguen siendo vulnerados, sino defender a un sector
específico de mujeres que pertenecen a un grupo social privilegiado para
mantener y aumentar su propio control social y su poder en su ascenso en la
oligarquía social.
Pero, además, hay otro factor fundamental para la defensa de
este feminismo de élite; y es la creación de un nicho del mercado laboral
exclusivo para este sector oligarca de mujeres.
Así cualquier universidad que hoy en día se precie tiene que
tener unos estudios sobre Género, y cualquiera de estas mujeres de la
oligarquía puede escribir sus dos libros sobre autoras olvidadas en el tiempo y
exigir, con rubor o sin él, con razón o sin ella, su presencia fundamental en
la historia. Hipatia compite con Platón o con Aristóteles, y una monja
medieval, famosa por tener visiones místicas y seguramente un caso
psiquiátrico, compite intelectualmente con Tomás de Aquino, que por cierto
también tenía ‘visiones’ pero no sólo.
E igual ocurre en los partidos políticos, sindicatos y
movimientos sociales, donde ‘secretarías de igualdad y género’ desarrollan
nichos de promoción social. Y lo importante de todo esto es que no se lucha
objetivamente, aunque puedan creerlo ellas, por una igualdad de la mujer; sino
para reescribir la historia, y que
las mujeres de la élite social tengan una justificación ideológica de su
propia existencia como jerarquía dominante, lejos de la pura y dura explotación
social.
El objetivo es presentarse a sí mismas como esas excepciones
brillantísimas que han logrado triunfar en un mundo de hombres. Y mientras que
oligarcas ‘y oligarcos’ al 50% se reparten
el poder, el resto de la población dice todos y todas cuando en realidad
son unos pocos –y sí, seamos inclusivos, pocas– los privilegiados que dominan.
Una conclusión
La Teoría del
Patriarcado no explica en absoluto la historia. No existen hombres frente a
mujeres, como protagonistas en exclusiva; sino, al menos hasta el Nuevo Capitalismo, grupos sociales
determinados por la posesión o no de los medios de producción.
Además, la Teoría
del Patriarcado es un producto ideológico que pretende legitimar las
ambiciones oligarcas de un grupo social concreto, las mujeres de la propia
oligarquía. Este feminismo de élite tiene como objetivo último no la lucha por
los derechos de la mujer, todavía necesaria, sino sólo su propia promoción
social.
Y un epílogo
Estaba yo en un instituto, hará ya 15 años, cuando las
profesoras más progresistas del centro montaron una exposición: ‘Mujeres en la sombra’, se llamaba.
Consistía, y era justo, en destacar el trabajo de las mujeres en el campo de la
ciencia y que no había sido reconocido, pero sí el de sus maridos o familiares
masculinos. Curiosamente, todas aquellas mujeres olvidadas eran de buena
posición social.
Así que yo propuse algo, más; y era justo que, tras acabar esa
exposición, hiciéramos también otra: ‘Servidumbres
en la sombra’, donde mostrásemos a todos los criados (mujeres y hombres)
que dichas mujeres injustamente olvidadas a su vez habían tenido, sin poder
destacar nunca en ningún trabajo intelectual.
Por lo cual, ellas
me miraron y... ‘tú eres un
machista’ dijeron.
(E. P. Mesa: "Crítica del patriarcado y del ‘Feminismo de
élite’…")
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