viernes, 2 de diciembre de 2016

Nuestra decadencia en 'correcciones políticas' hacia, otra más inerme, Sociedad adolescente

  
    
Muy bien sabemos el que la verdad es como una sardina, siempre viene con espinas... Razón esa por la cual suelen gozar de tanto predicamento los camelos e infundados  cuentitos -o aun supersticiones- más inverosímiles: toda persona tendría la virtud taumatúrgica del que cuando le llegue a faltar alguna verdad podrá inventársela, y sobre todo si para su mayor tranquilidad fuera, sin empacho de cuantísimo simplona o ilusa -burda mente...- sea.
 
Además la palabra veraz no es agradable, mientras que las más agradables tampoco serían veraces... Y por fin, de 10 cabezas en Españafrente a cada 1 que piensa otras 9 hay embistiendo (lo cual sirve -tan bien- para tertulian@s, u otras lumbreras, que [pr]opinan sus cainitas palos orales) toda vía...
  
Mario Vargas Llosa nos acaba de sintetizar, no obstante, algunas 'verdades del barquero' que no convendría nunca desatender con respecto a ese tan básico mal por el que adolecemos entre consenso -implícito, parajódica mente, hoy...- demasiado excesivo.
  
“Primero fue Brexit' y luego elección de Trump el presidente para EE.UU. Sólo faltaría que Front National con Le Pen gane comicios en Francia para quedar claro cómo ese Occidente, cuna de culturas en libertad y del progreso -asustado por grandes cambios que ha traído al mundo la globalización- quiere dar marchas atrás radicales; refugiándose por lo que ya Popper bautizaba ‘llamadas de la tribu’ (nacionalismo y todas las taras que le son congénitas: xenofobia, racismo, autarquía, proteccionismos), como si detener el tiempo o retrocederlo fuera tan sólo cuestión de mover manecillas del reloj…
  
No hay novedad en las medidas que Trump propuso a sus compatriotas para que votaran por él; lo sorprendente es que casi 60 millones de norteamericanos le creyeran y respaldaran en las urnas: todos los grandes demagogos de la historia atribuyen males que padecen sus países a perniciosos extranjeros, en este caso inmigrantes; empezando por mexicanos -atracadores, traficantes de drogas o violadores-... y terminando en musulmanes terroristas más chinos colonizadores de mercado estadounidense con sus productos subsidiados y pagables por salarios del hambre…
  
El ímpetu que ha permitido a Trump ganar estas elecciones, pese a oposición de casi toda la prensa o clase más democráticamente pensante, muestra cómo hay en él algo mayor del simple demagogo y elemental desinformado: las pasiones contagiosas de los grandes hechiceros políticos con simples y fijas ideas que arrastran masas, la testarudez obsesiva en aquellos caudillos ensimismados por su propia verborrea encantando a sus pueblos.
  
Ahora, nuestros países tendrán que renovarse y recrearse constantemente para no quedar ya rezagados. Este mundo nuevo requiere arriesgar -o reinventarse- sin treguas, trabajar mucho, impregnarse de buena educación y no mirar atrás ni dejarse ganar por una nostalgia retrospectiva. El pasado es irrecuperable como descubrirán pronto quienes votaron hace poco en -el Reino Unido y- los EE.UU. (¿más Francia?). No tardarán en advertir que quien viva mirando a sus espaldas se convertirá en estatua de sal, como dice la parábola bíblica.
  
El Occidente de la Revolución industrial, grandes descubrimientos científicos o derechos humanos, libertades de prensa, sociedad abierta y elecciones libres, pionero del mundo en el pasado, ahora se rezaga. No al estar menos preparado para enfrentar futuro -todo lo contrario- sino por propia complacencia y cobardías: temor sentido al descubrirse cómo prerrogativas antes creídas exclusivamente suyas –un privilegio hereditario- ahora están al alcance de cualesquier países, por pequeños cuanto sean, si aprovechan oportunidad que globalización y hazañas tecnológicas ponen por primera vez ante todos.
  
Son un síntoma inequívoco de la decadencia, esa muerte lenta en que se hunden aquellos países que pierden fe en sí mismos: renunciando a su racionalidad empiezan a creer en brujerías, como la más cruel y estúpida de todas, el nacionalismo. Fuente de las peores desgracias que ha experimentado el Occidente a lo largo de la historia, ahora resucita y parecería esgrimir -como los chamanes primitivos- la danza frenética o el bebedizo vomitivo con los que quiere derrotar adversidades de la plaga, sequías, el terremoto, miserias…
  
No solucionarán ningún problema, agravarán lo que ya existía y traerán otros aun peores. Ellos representan las renuncias al luchar, la rendición, el camino del abismo (…) Tampoco sirven los llantos en este caso; lo mejor sería reflexionar con la cabeza fría, admitir el error, retomar el camino de la razón y, a partir de ahora, enfrentar el futuro con más valentía y consecuencia…”
  
  
   
Es más, con la educación “debería buscarse formación de ciudadanos, mejor que solo empleados: personas no sólo con capacidad laboral, sino capaces para entender la sociedad. Educar formando ciudadanos significa también formar gobernantes. Toda ciudadanía es gobernante aunque delegue hacia sus representantes ese poder del gobernar. 
  
Para esto hace falta crearse una sociedad capaz del persuadir y comprender a otros, de ser persuadidos teniendo algunas actitudes en las que se comprendan o expongan los argumentos; y además, por supuesto, de saberes fundamentales. Aritméticas -o Gramáticas- como asuntos esenciales; pero, también, aquellas materias que aportan un pensamiento global…”
  
   
Asimismo lo han pormenorizado más, con muy didácticas pedagogías recientes, Javier Benegas y Juan M. Blanco -en sus Opiniones de 'Vozpópuli'- para que no podamos alegar inadvertencia excusable al respecto:
      
"En una genial novela, ‘La mancha humana’ de Philip Roth, la vida del decano universitario Coleman Silk se ha desmoronado al interrogar por 2 estudiantes que han faltado a todas sus clases: “¿Conoció alguien a estos dos alumnos? ¿Tienen existencia sólida, o se habrán desvanecido como negros humos?”, pregunta dentro del aula. Mas, desgraciada mente, uno de los aludidos resulta ser afroamericano; y, cuando llegan a sus oídos las preguntas, lo interpreta como un ataque racista.
 
Pese a no haber ningún ofensivo ánimo en su palabra puesto que jamás había visto al dicho discente, Silk es acusado por 'racista', cesado como decano y despedido... Sin otra posible Universidad a contratarlo dispuesta, su economía familiar se deteriora rápidamente. Padece los rechazos entre toda la comunidad, más repudio por amigos o conocidos; y en un colmo de las desdichas, a causa del estrés, luego su esposa sufrió una grave apoplejía que terminaba con el fallecimiento.
  
Aunque tal decano sea un personaje ficticio, refleja otras vivencias para infinidades de norteamericanos docentes censurados y expulsados desde Universidades, porque sus discursos -o siquiera tan sólo apreciación- turbarían a los alumnados, cada vez más sobreprotegidos e infantilizados. Al no haberse ajustado a lo correcto, política mente.
  
Hace poco más de dos años, según relataba Judith Shulevitz, estudiantes universitarios en Brown organizaron un debate abierto sobre agresiones sexuales. E inmediatamente otro grupo de alumnos, temeroso del que los intervinientes pudieran exponer ciertas ideas ‘negativas’, protestó ante su Dirección argumentando que la Universidad debía ser un ‘espacio seguro’ donde no se avivaran los traumas de las víctimas. Las autoridades académicas no cancelaron el acto, pero pusieron a disposición de los asistentes su propio ‘espacio seguro’: una sala contigua donde cualquiera pudiere acudir para recuperarse de algún punto de vista turbador, y, si se sentía con fuerzas, regresar al debate.
  
La estancia estaba equipada con cuadernos para colorear, juegos de plastilina, cojines, música relajante, mantas, galletas, chuches, incluso un video calmante en el que aparecían perritos jugando. También contaba con personal cualificado para posibles traumas atender. Cuando el evento finalizó, dos docenas de personas habían pasado por esta sala, una de las cuales explicó: ‘me sentía bombardeada por puntos de vista que van en contra de nuestra creencia más íntima’.
  
En otra ocasión, un profesor del Columbia College recomendó la visita a una exposición interesante de arte samurai japonés. Inmediatamente, uno de sus estudiantes protestó airadamente, tachando la sugerencia de políticamente incorrecta por poder herir sensibilidades en los alumnos chinos. Obviamente, la objeción era absurda; la invasión de China por el ejército imperial japonés había finalizado 70 años atrás. Para el estudiante, sin embargo, tal tiempo transcurrido era irrelevante. Siguiendo su lógica, el arte alemán ofendería en Francia, lo francés para España -por la invasión napoleónica- y cualquiera español a Flandes.
  
Otro caso llamativo es lo del ex presidente de la Universidad en Harvard, el economista Larry Summers. Quien tuvo una muy desgraciada ocurrencia, por publicar estudios donde mostraba cómo el coeficiente de inteligencia entre los hombres presentaría dispersión y varianza mayores que para las mujeres, planteando como hipótesis si acaso tal hecho podía influir al asignarse puestos laborales en aquellas escalas más altas o bajas. Automáticamente fue acusado por 'machista' y -tras una durísima campaña, en su contra- se vio forzado a dimitir durante 2006.
  
El calvario para todos esos profesores ilustra la plaga de correcciones políticas, otra moda que invade los campus universitarios del mundo desarrollado; constituyendo un asfixiante censurar que, para no pocas ocasiones, provoca dramas absurdos perfectamente evitables. Lo peor, con todo, es condenarse la sociedad al oscurantismo, a ignorancia.
  
Al fin y al cabo, Summers pudo haberse ahorrado dicho calvario falseando el resultado sabido por su investigación: adaptándolo según la ‘realidad’ de lo políticamente correcto o, en definitiva y bien sencillo, renunciando a investigar. Por su parte, aquel profesor en Columbia debería pensárselo dos veces antes del recomendar más exposiciones de arte a sus alumnos; puesto que todas, con una u otra manera, herirán siempre sensibilidades de alguien. O respecto a los estudiantes de la Universidad en Brown, para evitarse sobresaltos debería ser prohibido el organizar debates abiertos.
    
    
El irresistible avance de la corrección política es una señal muy potente que nos advierte sobre infantilización de la sociedad occidental, reflejada con pavorosa nitidez en sus mismas Universidades, desde donde precisamente proviene.
  
Tanto despropósito llevó a Richard Dawkins, catedrático de biología evolutiva en Cardiff, al advertir ante sus estudiantes, entre no disimulada indignación: ‘La universidad no puede ser un 'espacio seguro'. Quien lo busque, que marche a casa, abrace su osito de peluche y se ponga el chupete hasta estar listo ya para volver aquí. Aquellos estudiantes que se ofenden por escuchar opiniones contrarias a la suya, quizás no estén preparados para venir a la Universidad’.
 
La corrección política es producto de aquel pensamiento infantil que cree obligar al monstruo a desaparecer con solo cerrar los ojos. Pero la maduración personal consiste justo en lo contrario: descubrir cómo el mundo no es bello ni bueno siempre, tomar conciencia de que los males existen, llegar al aceptar y encajar contrariedades o sufrimientos. Y, por supuesto, aprender a rebatir los criterios opuestos. En su esfuerzo por hacer sentirse todos los estudiantes cómodos y seguros, a salvo de cualquier potencial shock, aquellas Universidades están sacrificando la credibilidad o el rigor del discurso intelectual; reemplazando lógica con emoción, así como razón por ignorancia. Están, en definitiva, impidiendo que sus alumnos maduren.
  
Cuando se designan unos espacios universitarios como seguros, implícitamente están marcándose otros inseguros; y por lo tanto, tarde o temprano habrán de ‘asegurarse’ también ésos, hasta que cualquier opinión 'desconcertante' quede prohibida entre todos los campus. Pero, si esto es válido para la Universidad, ¿por qué no trasladarlo igual a toda nuestra Sociedad, en su conjunto? Así la represión debería ser extendida como alguna mancha de aceite, prohibiéndose palabras, términos y actitudes; o sea, estableciendo una siniestra policía del pensamiento.
  
Desde un punto de vista conceptual, la corrección política es incongruente, cae por su propio peso. Como no todo el mundo puede opinar igual ni posee la misma sensibilidad, tampoco es posible separar con rigor cuanto sea ofensivo y lo demás, establecer una frontera objetiva entre aquello correcto políticamente o las restantes correcciones. Hay personas que no se ofenden nunca; otras tienen, sin embargo, la sensibilidad a flor de piel. La ofensa no está en el emisor sino dentro de los receptores. Así, en la práctica, son las autoridades quienes acabarán dictaminando aquello que sería políticamente correcto y cuanto no. Aunque lo hagan a favor, naturalmente, del 'establishment' o los grupos de presión mejor organizados.
  
Tal corrección política es una forma de censura, intento del suprimir cualquier oposición al sistema; y además ineficaz para poder afrontar las cuestiones que pretende resolver: injusticias, discriminaciones, maldades. No es más que un recurso típico de mente superficial que, ante las dificultades del abordar los problemas o la fatiga implicada en transformar el mundo, opta por cambiar simplemente sus palabras y sustituir cambios reales mediante lo lingüístico.
 
Lo expresó con forma certera el defensor de los derechos civiles W. E. B. Du Bois en 1928. Tras ser recriminado por un joven exaltado al usar la palabra ‘negro’, Du Bois respondió: ‘Es un error juvenil confundir el nombre con las cosas. La palabra sólo será signo convencional para identificar objetos o hechos, y son estos últimos lo que cuenta. Sí, hay personas que nos desprecian por ser negros; pero no van a despreciarnos menos haciéndonos llamar o 'afroamericanos'. No es el nombre... sino todo un hecho’. En efecto, ni las discriminaciones, los racismos o cualquier otro problema se resuelven por cambiar sus nombres. Como mucho, se logra tranquilizar la mala conciencia de algunos.
 
Hay mucha gente por el mundo, y demasiada en España, al parecer carente de la madurez emocional o capacidades intelectuales para escuchar una opinión política que se aparte desde su convicción propia sin considerarla un insulto personal. Al poner sentimientos por encima de los hechos y las razones, cualquier opinión válida puede desactivarse tachándola como racista, sexista, discriminatoria, etc. Quizás esas personas puedan sentir que la corrección política les hace sentirse más cómodas, pero a costa de instaurar cultura del miedo en los demás.
  
Clint Eastwood declaró ‘secretamente, todo el mundo se ha estado hartando de la corrección política, del peloteo: estamos entre algunas generaciones blandengues; parece que se lo cogen, todos, con papel de fumar’... Aun así, no era plenamente consciente del peligro que se avecinaba: tarde o temprano, el virulento efecto péndulo invierte las magnitudes, la gente acaba muy hastiada de tanta censura; y como reacción... votó a Donald Trump.
    
Renunciar al libre discurso, a libre pensamiento, para evitar herir la sensibilidad en alguno es peor que algo estúpido: más peligroso, porque pondrá en cuestión los principios para nuestra democracia. Deberemos ser respetuosos con todo el mundo, por supuesto... Pero también expresar -en libertad- nuestras ideas y argumentos. Si alguien se molesta, rasgándose las vestiduras, es muy probable que así esté mostrándonos un talante inmaduro; o sea, su carácter infantil e intolerante: ‘la libertad es derecho para decir a las gentes aquello que no quieren oír jamás’. Lo advirtió, en su novela ‘1984’, George Orwell..."
  
  
  
Por fin, para terminar aterrizando en algunos de los más flagrantes casos que -aquí ahora- nos aquejan con formas ostensibles e impúdicas pero casi desde cualesquier mentalidades consentidas, pasiva mente:

Abundan casos del presentarse “fórmulas vistas cual una 'verdad' [y aun absoluta], siendo ideas por las que se le suspende a cualquier alumno de 1º en Economía. Lo dicho por Merkel, personaje con más poder por la U.E, del que ‘ningún Estado puede gastar más de lo ingresado’, merece un suspenso. Eso es elemental para el caso de una familia, pero no tiene ningún sentido económico en un Estado. Y no tan sólo por poder tener éste ‘vida perpetua’, sino porque si deja de gastar, provocará que los ingresos para la gente disminuyan, algo no igual cuando se trata de una familia.
  
O cuando se dice que ‘para crear empleo hace falta bajar salarios’, lo cual desde puntos de vista en una empresa puede ser correcto, pero sobre la economía general es una barbaridad. James Galbraith ha demostrado cómo el empleo aumenta en tanto sube salario. Y cuando dicen que, como vamos hacia una sociedad cada vez algo más vieja, ‘las Pensiones públicas no podrían mantenerse... Deberíamos contratar Planes’ [privados]; lo cual es absurdo, porque, si la pública no puede mantenerse, uno privado tampoco…
  
Otro ejemplo, lo empobrecedor del creer que ‘todo se resuelve si aumenta el PIB’, cuando ni siquiera logramos llegar a saber cuánto pudiera éste ser: cierto economista quiso averiguar cómo habrían crecido las economías en Inglaterra el 1959 y halló 18 respuestas distintas; en fin, son -simplísimas- fórmulas que no pueden reflejar la realidad ni abordar tampoco problemas complejos, pero funcionan…
  
Esto es una patología de nuestro tiempo, no solo en la economía; como decía Baudrillard, el asesinato perfecto: se parece haber asesinado toda verdad, porque no habrá manera por la cual nuestra sociedad dilucide colectivamente aquello que verdadero es y qué son mentiras, aun cuando en el fondo daría igual…
  
Sí, es al máximo sorprendente que partidos de Izquierda no llevan propuesta económica potente alguna; mas, ya no solo Podemos, el PSOE o IU también (…) Imprescindible que se haga una propuesta económica vista solvente por la sociedad, no más ninguna ocurrencia de alguien, sino muy elaborada y teniendo peso. Pero eso no se ha hecho…
  
Soy pesimista con esas Izquierdas -u otros movimientos progresistas, más en general...- por nunca terminarse de aprender el soportar diálogo con la sociedad ni tampoco a construir algunos discursos y proyectos que sean vistos factibles, ya que van aun moviéndose demasiado entre retórica e improvisación. Su manera de dialogar con las gentes o la sociedad es, además, tan agria y poco humana que no puede verse como atractiva..."
  
    
  

3 comentarios:

  1. “El PS… firma un acuerdo con el PNV para conformar un gobierno de coalición. Al margen de su contenido, el simple hecho de su firma ya produce cierta extrañeza, puesto que la federación del País Vasco ha sido una seguidora de las más firmes del sanchismo defendiendo el ‘No, solo, es No’ y ‘¿qué parte no se ha entendido, del No?’. Los escrúpulos al abstenerse ante Rajoy desaparecen para pactar con Urkullu, no ya eso ni voto a favor, sino nada menos que gobierno en coalición.

    Parece que los reparos a pactar con los partidos de derechas pierden toda virtualidad en cuanto esas formaciones llevan además el apelativo de nacionalistas. En la investidura de Mas le ocurrió al PSC lo mismo. Cabría preguntarse dónde quedan ahora las ‘afinidades’ que tanto repetía Pedro Sánchez. ¿De quién son afines el PNV y la ex-CiU?, ¿del PP… o PSOE?

    Pero, con todo, lo más peligroso es el contenido del pacto. Se mueve por ambigüedades con las que se comportó el PS… los últimos 10 años respecto al nacionalismo, acentuadas con Sánchez y que han sido causa fundamental de la crisis en esta formación (…) Coquetear con el término, nación o derecho de autodeterminación, acaba siendo peligroso porque inmediatamente los nacionalistas llevan el agua a su molino, y se termina por consagrar privilegios o por reclamar la independencia.

    Se engañan quienes piensan que el problema nacionalista se soluciona a bases de concesiones. Desde la Transición éstas han sido permanentes, constante mente, sin que por eso se haya logrado una situación con estabilidad (…) Las cesiones no solucionan el problema sino que lo empeoran, al conceder más armas al secesionismo…

    La postura de Sánchez al frente del PSOE se orientó a conferir más protagonismo para partidos nacionalistas. Bien forzando al PP a negociar con ellos bajo pretexto de ser sus fuerzas afines, bien intentando pactar él mismo. En este contexto se incluyen su declaración sobre la ‘nación de naciones’ y el acuerdo que ahora sus seguidores del País Vasco firman con PNV.

    Comentaristas apuntan la diferencia entre los planteamientos de Urkullu y Mas o Puigdemont. Es cierto; pero no menos que País Vasco, al igual de Navarra, disfruta ya una situación privilegiada con el Concierto: sistema por el cual se rompe la unión fiscal del Estado. Conviene recordar cómo la deriva secesionista de Convergencia comenzó cuando se les negó lo que denominaron su Pacto fiscal. En el fondo era colocarse con igual situación a Euskadi, es decir, la total y definitiva quiebra de toda equidad fiscal o presupuestaria entre regiones.

    Se adentra el PS… por una senda en extremo peligrosa, dejar de ser partido nacional para volverse haz de fuerzas regionalistas. Esa misma trampa por la que ha sucumbido Izquierda Unida. En su declive ha tenido mucho que ver una previa conversión a reino de taifas: ‘Iniciativa’ en Cataluña, ‘Ezker Batua’ de Madrazo para el País Vasco y ‘Esquerra Unida del País Valencià’ generaron fuerzas centrífugas dentro de la Coalición que se fueron contagiando al resto de federaciones o sin duda colaboraron a debilitar IU. Detrás de tal tendencia se halla la posición puramente electoralista en agrupaciones o federaciones conviviendo con partidos nacionalistas al creer que asimilándose más a ellos obtendrán mejores resultados.

    Mas quizá en ese dislate ideológico u organizativo se lleve la palma Podemos (…) Es difícil no quedarse pasmado al contemplar a toda plana mayor de la formación -que pretende situarse por extremo de las izquierdas y ha criticado reiteradamente los aforamientos- manifestándose a puertas del Congreso porque van a conceder suplicatorio a un diputado de aquella vieja ‘CiU’, ¡muy progresista ‘Partit’, acusado de prevaricación!

    (…) Y mal entendemos que causantes de todo este proceso sean Izquierdas, cuando arma única con la que cuentan para luchar contras las fuerzas económicas es precisamente el propio Estado.”

    (Martín Seco: 'Desintegración de la izquierda' hoy)

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  2. Venimos de siglos formados entre catecismos e inquisitoriales persecuciones, a librepensadores que osaren desafección frente a la parroquia por donde se les fidelice, sea ésta (anti)clerical o no!

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  3. J. Benegas y J. M. Blanco han vuelto a insistirnos en sus explicaciones de 'Vozpópuli', hoy:

    "¿Hacia el colapso de las democracias?

    Si en vez de contemplar nuestro dedo observamos la Luna, descubriremos que la política se ha vuelto increíblemente compleja y enrevesada, imposible de abarcar para la gente corriente. De hecho, hoy es una materia cuya interpretación queda reservada a una élite de expertos que, en su fatal arrogancia, pretende estar en posesión de la verdad absoluta. Hace más de 2.500 años, el ateniense Pericles, que tenía las ideas bastante más claras, hizo una importante advertencia. En su 'Oración Fúnebre' expresó una idea sencilla pero crucial para el correcto funcionamiento democrático, y es que, si bien no todo el mundo es apto para gobernar, todas las personas deben poder entender y juzgar la acción de los políticos. Dicho a la inversa, si la democracia degenera en una materia sólo comprensible par una élite de tecnócratas e intelectuales biempensantes, ¿cómo va a legitimarla el ciudadano si ni siquiera la entiende?

    En línea con esta idea de la expropiación de la política, la democracia también ha sido tomada por grupos minoritarios, muy activos, en detrimento de una mayoría no organizada que, estoica, ha observado la imposición de una moral nueva, la 'corrección política', con la que se persigue y denigra a muchas personas por expresar opiniones legítimas. Se crean derechos diferenciales para cada colectivo o se censura y manipula el lenguaje hasta crear una jerigonza capaz de volver incomprensible la expresión popular más llana: 'Los perros y las perras son los mejores amigos y las mejores amigas de los hombres y de las mujeres'.

    Pero la crisis económica parece haber asestado el golpe de gracia al asfixiante régimen de lo políticamente correcto. Cada vez más gente siente que ha perdido las riendas de su vida, su libre albedrío, su condición de ciudadano en igualdad de derechos con otros y, también, esa capacidad de control sobre la política, que es la esencia de la democracia. Esta mayoría, harta de discriminaciones, ha reaccionado contra el 'establisment', contra las élites, contra los grupos minoritarios que las sustentan y, sobre todo, contra la corrección política, que no es verdad revelada sino una opinión discutible y, para colmo de males, incompatible con los principios de igualdad de derechos que forjaron Occidente. El hastío es tal que, en algunos casos, la gente prefiere opciones con cierto grado de incertidumbre al asfixiante 'statu quo'...

    Ante esta ruptura, los guardianes de la ortodoxia intentan frenar el descontento recurriendo a la autoridad de los expertos. Pero, cuando se trata de política, los meros datos no dicen nada si se carece de un esquema interpretativo solvente y, sobre todo, creíble. Y el público sospecha que el criterio de los expertos no es la verdad absoluta, porque a lo largo de las últimas décadas se han vendido con demasiada frecuencia al poder..."

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