“(…) En el desarrollo de las autoconciencias o su habilidad para
reflexionar sobre los propios conocimientos residen grandes dificultades de la
humanidad; son una bendición más otras maldiciones, al mismo tiempo. Ser y saberse
feliz es rebosar las copas de la vida; pero también existirá su reverso, como ser
desgraciado, sabiéndolo (…) Tal sería la idea fundamental taoísta sobre, ‘como condición del estar presente, quedarse ausente’…
De iguales maneras, por ejemplo, a menos que haya enfermado no habría
por qué preocuparse sobre los funcionamientos del propio cuerpo: sucederán con
maneras automáticas. Funcionan un día tras otro y, cuanto mejor estén, hay que pensar menos en ellos; pues cuando más pienses peor andarán.
La segunda palabra en el título del ‘Tao Te King’ –o sea, ‘Te’-
se suele traducir como ‘virtud’, con el mismo sentido que las virtudes curativas
de la planta: significa la ‘excelencia’ de las cosas, en el sentido del que un
árbol sobresale con respecto al serlo, y nadie sabe verdaderamente cómo para
ello hace (…) ‘Te’ sería, pues, una
manera de hablar sobre un ser humano que aprendió a vivir en armonías con el ‘Tao’.
Es como aquella situación en la que flotamos por un río y éste nos
lleva con él. Algunos nadan contracorriente pero, aun así, el agua se los
lleva. Otros han aprendido ya que lo clave para el asunto estaría en dirigirse
flotando a favor; mas éstos, igual, son arrastrados: la única diferencia será cómo quienes
nadar aguas abajo solo escogen mejor
saben su verdadero ser llevados; mientras los que intentan irse
a la contra pensarían avanzar, nadando con sentidos propios, diferentes.
En realidad, se puede luchar contra la corriente y pretender no fluir
con ella; pero lo cierto es que así ha de ser. Una persona sabedora del que debe
ir por tal cauce, conseguirá en todo lo que hace adquirir las fuerzas. El río entero
está tras ella y puede, sutil mente, dirigir su curso igual que la embarcación usa
del timón; todavía mejor, como emplea los vientos algún velero... Cuando éste vira navegando,
incluso contra el viento, en todo caso lo hace sin dejar de utilizarlo.
El arte para la navegación a vela es taoísmo perfecto... Y requiere habilidad consumada. Aquellos que reman en bote gastan esfuerzos, pero quien tenga inteligencia para su vela izar aprovechará cierta magia de la naturaleza (…)
El arte para la navegación a vela es taoísmo perfecto... Y requiere habilidad consumada. Aquellos que reman en bote gastan esfuerzos, pero quien tenga inteligencia para su vela izar aprovechará cierta magia de la naturaleza (…)
En estos instantes usted no ha nacido y, por tanto, tampoco
puede morir. El usted que aquí ahora está no habrá de morir nunca, aquel que
muera será del todo diferente; y así va pasando cada vez hasta el día en que al
fin suceda. Esta idea similar es a la filosofía del Heráclito que nos dijo cómo
nunca podremos entrar dos veces en el mismo río, pues aquél sería diferente siempre
(...)
La noción de ser una ola, o cresta de agua que se mueve, también
es alguna ilusión, pues el agua solo arriba y abajo va... El lema chino Wu–Wei, que podemos traducir como ‘inacción...’ o/y ‘sin pensarlo...’ ,
significa no permitirle a nuestros pensamientos en serie acoplársenos con tales formas
que nos aferren por su cadena de continuidad (…)
Si por un lado insistimos en cómo sólo el aquí ahora existe, y ello
es todo por cuanto cualquiera debe preocuparse, nos induciremos exactamente a ese
mismo estado de conciencia que alcanzaríamos con la percepción del estar fluyendo
todo sin permanecer nunca nada; así que descansemos… Ambas posibilidades o situaciones,
tanto si avanzamos por un río fluyendo con él como en casos del estar sentados a
sus orillas dejando que fluya, ilustrarán una misma sensación; sólo las metáforas
difieren (...)
No es posible morir si antes tampoco se ha nacido, igual que uno
nunca podrá divorciarse cuando jamás llegó a estar casado. Todo es una cuestión
de donde se traza la línea para definir quién y qué somos… ¿Que se trazaría justo
con todo aquello sobre lo cual seremos conscientes, de nosotros mismos, o que la propia
consciencia discernir nos pueda? Eso es lo que normalmente llamamos nuestro ego.
La cuestión es cuánto de nosotros mismos podemos percibir, ¿y quién
lo percibe? Ese aspecto nuestro es no nacido en el sentido de que nadie puede aprehenderlo
nunca o definirlo, ni darle su nombre, y tampoco podría configurarlo. Pero sin
embargo aquel aspecto en cada uno, de nosotros, que más importa verdaderamente será eso.
En el caso de un iceberg,
sólo una séptima parte del mismo aflora por la superficie marina. Para el nuestro,
no es casi nada lo que a las vistas queda: sólo un poco de atención consciente, con
la que inspeccionamos el mundo, en forma generalmente lineal... Así pues, lo que no
sabríamos de nosotros mismos -ni nunca podremos controlar, por esa manera en la
cual pensamos que controlamos las cosas, voluntariamente- es nuestra parte central
y más grande (…)
Nuestras almas no son espectros personales, ninguno, en absoluto; sino aquellas redes de relaciones entretejidas en todo lo que -para, o ante, nosotros- es. Cualquier ‘ahora y aquí’ sería como cierto nudo en el sistema de cuerdas que las redes de pesca conforma, siendo un alma la red entera. Cada cual el mismo alma posee, aunque la experimentamos desde puntos de vista diferentes, por diversos lugares y en tiempos distintos.
Estas almas -que compartimos...- todo el proceso en su marcha son y, por
ello mismo, nos mantienen a nosotros en movimiento también. Cada individuo en particular
es alguna función de la energía como todo. Sea lo que fuere cuanto hace brillar
el Sol, también se hallaría encarnado en todos nosotros (...)
No existe algún ego separado,
que sea integrado, en el mismo. La sensación de ser ellos es, precisa mente, dichos procesos; y eso significará que ningún ego sería realmente tal, sino un
montaje: tan solo es una máscara con la que todo se manifiesta (...)
El asunto al completo es una ilusión en aquel sentido de la vetusta
palabra latina luderi, que significa jugar.
Se juega, pues, a estar en alguna confusión; y sólo podremos acabar sabiendo de verdad
lo que –nos- jugamos cuando también sepamos qué se juega por tales confusiones. Alternamos
-o vibramos- entre ambos extremos.
Realmente la cuestión será que usted, quien está en ello, es nonato e incognoscible; ningún objeto de conocimiento, ni algo que pueda ser aprehendido,
porque no necesita serlo. Igual a como el Sol no necesita brillar para sí mismo ni
un cuchillo cortarse, la dentadura morderse o el ojo verse, así mismo sucedería con
todo: este lo–que–sea... no necesitará
jamás tampoco aprehenderse a sí mismo, ni controlarse”…
( Alan Watts )
Y aun más, como bien dicho J. Mª Toro ha escrito, LAS HOJAS NO CAEN, SE SUELTAN:
ResponderEliminarNos ha parecido espectacular siempre la caída de algunas hojas. Sin embargo, ninguna hoja ‘se cae’… sino que, llegado el escenario de otoño, inicia la danza maravillosa del soltarse. Cada vez que se suelta es una invitación a nuestra predisposición al desprendimiento. Las hojas no caen, se desprenden mediante un gesto supremo de generosidad y profunda sabiduría: la que no se aferró a su rama, lanzándose al vacío por el aire, sabe del latido profundo entre toda una vida en movimiento y actitudes de renovación siempre. La hoja suelta comprende y acepta cómo el espacio vacío dejado por ella es matriz generosa que albergará un brote para otra nueva sucesora.
La coreografía por las hojas formada, soltándose abandonadas a la constante sinfonía del viento, traza un indecible canto de libertad; o alguna interpelación contundente para todos y cada uno de los árboles humanos que somos nosotros. Cada una de las hojas al aire nos está susurrando en el oído del alma ‘¡suéltate!, ¡entrégate!, ¡abandónate! y ¡confía!’. Cualquiera que se desató ha quedado unida, sutil e invisible mente, a la brisa de su propia entrega y libertad. Con ese gesto, la hoja realiza su más impresionante movimiento de creatividad, ya que por él está gestando el irrumpir para una próxima primavera.
Reconozco y confieso públicamente, ante todo ese público en hojarasca moviéndose a compás del aire por la mañana, cómo soy un árbol al que le cuesta soltar muchas de sus hojas. Tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote. ¡Me siento tan cómodo y seguro con estas hojas predecibles, estos hábitos perennes, las conductas fijadas, los pensamientos arraigados, mis entornos ya conocidos… Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría, generosidad y belleza de las hojas que ‘se dejan caer’.
Quisiera lanzarme a este abismo otoñal sumergido en un auténtico espacio de fe, confianza, esplendidez y donación. Sé que cuando yo soy quien se suelta, desde su propia consciencia en libertad, el desprenderse de la ‘rama’ es mucho menos doloroso y más hermoso. Sólo las hojas que se resisten, negándose a lo bien obvio, tendrán que ser arrancadas por un viento mucho más agresivo e impetuoso y caerán al suelo por el peso de su propio dolor.
(De ‘La sabiduría del vivir’…)
¡Es útil que nos lo recuerden así...!
Saludos,
Olivia
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PLAY TO LIVE, o LEARNING THE HUMAN GAME (como, inglés original, nos tituló Alan Watts) decían algo más claro de verdad...
ResponderEliminarY esotro -LAS HOJAS- encaja también sobre su fin: o sea, GAME OVER...
Gracias, Oli...!
Gracias por la imagen del pasillo con macetas en esa Can Mir Paget balear que visitaban Mª Teresa León y Rafael Alberti...! ; - )
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