Hace cuatro años vimos que hasta un premio Nobel reciente -cual Paul Krugmann- daba sus razones a quienes, hasta entonces tildados como 'agoreros de las cáscaras amargas', rebatían sostenibilidades para nuestra Moneda Común con los presentes [27] países en esta UE sin convergencias político-fiscales. Con más perspectivas tras de las últimas 'Crisis' y sus pretendidas medidas 'correctoras' aquí ahora, todos esos asuntos parecen poderse ver entre mucha mayor claridad, caigan quienes cayeren...
El pasado 6 de octubre pudo seguirse por Internet la presentación en
Barcelona para un reciente libro de Joseph Stiglitz, también premio Nobel, que había protagonizado otra sesión similar desde la madrileña Fundación Rafael del Pino 24 horas antes [aun visible, por Internet, completo]. El segundo acto se
celebró para la Escola Europea d’Humanitats de La Caixa, consistiendo en un
coloquio entre el autor y un ex-conseller d'Economia i Finances militante del PSC, Antoni Castells.
"Cualquiera
(...) comprenderá la satisfacción al escuchar a un premio Nobel de Economía mantener punto por punto todas las
tesis que sobre la Unión Europea, y más concretamente su misma Unión Monetaria,
he venido defendiendo desde hace lo menos 25 años (véase aquel 'Contra el euro: historia de una ratonera')... Es más, mi entusiasmo fue en aumento al comprobar también que un
miembro sobresaliente del PSOE, aunque sea del PSC, mostraba su total
conformidad con los planteamientos de Stiglitz, lo cual hubiese sido impensable
hace años.
Sostener tales aseveraciones comportaba el ostracismo y el ser
situado extramuros del sistema. Hay que suponer que Castells no siempre ha
pensado de la misma manera, de lo contrario, difícilmente hubiera ocupado
determinados puestos, entre otros, miembro del Tribunal de Cuentas Europeo. Sin
embargo, más vale tarde que nunca, y hay que ponderar su evolución, sobre todo
cuando la mayoría de los políticos y economistas para nuestro país continúan
defendiendo aún 'consensos desde Maastricht...' y el Euro.
Son ya
bastantes los que, al comprobar los nefastos resultados, cuestionan las
políticas aplicadas estos años en la Eurozona, pero muy pocos se atreven a
llegar al fondo de la cuestión pues, tal como dejó claro el otro día Stiglitz,
el problema es más hondo. No hay ninguna duda de que la política de la
austeridad ha originado los efectos contrarios a los pretendidos (lo dice ya
hasta el FMI) y de que el BCE, principalmente en la época de Trichet, fue a
contracorriente de los demás bancos centrales subiendo los tipos de interés
cuando ya estaba encima la recesión; incluso, en la etapa de Draghi se
actuó con mucho retraso.
Pero los análisis deben ir mucho más allá pues el
defecto no se halla solo en las políticas aplicadas, sino desde propios
diseños de la Unión, afectando a su propia esencia. De ahí que
los planteamientos de Stiglitz sean radicales. No constituyen una enmienda parcial, sino a la
totalidad; no es un envite, es un órdago; la flecha se dirige al corazón,
muestra la incongruencia del actual proyecto Eurocomunitario:
1) Una
integración monetaria no se puede realizar sin una integración verdadera, o sea, política.
2) La
condición para que una Unión Monetaria pueda subsistir es que no haya
desequilibrios en el sector exterior de los países -cosa sumamente difícil, por
no decir imposible- o que sí se implante Unión presupuestaria y fiscal capaz de
compensar estos desequilibrios mediante una política redistributiva.
3) La crisis
en Europa tiene su origen en el Euro. Tuvo sus características y causas propias
independiente de la de EE.UU, que solo fue su detonante.
4) En particular, el Euro
permitió que el desequilibrio del sector exterior de los países europeos
alcanzase niveles antes desconocidos, que de ningún modo se hubiesen producido
-al menos en esa cuantía- de no estar en la Unión Monetaria. Unos presentaban
superávit y otros déficit (Los excedentarios prestaban a deficitarios,
hasta que con ocasión de las hipotecas subprime
cundió la desconfianza, huidas de capitales y con ella la crisis, crisis de
la que Europa aún no ha salido, mientras parece que EE.UU sí lo ha hecho).
5) Ante los
desequilibrios del sector exterior, los países de la Euro-zona no cuentan con el
instrumento de ajuste más lógico, el tipo de cambio. Además, los tratados crean
un sistema asimétrico porque, en contra de las enseñanzas de Keynes, el ajuste
se impone solo a los deficitarios.
6) Alemania
y otros países del Norte no ajustaron sus balanzas de pagos y continúan
manteniendo cuantioso superávit, lo que no solo crea graves problemas al
resto de países de la Eurozona, sino a toda la economía mundial.
7) Así es el
sistema insostenible, con un equilibrio inestable. O bien se
avanza, hacia una unión política, o bien se retrocede y se desmonta la Unión
Monetaria.
8)
La constitución de la Unión política parece imposible. Los países
del Norte no aceptarán nunca la integración presupuestaria y fiscal ni considerables transferencias de recursos desde unos países a
otros que representarían. La palpable prueba son enérgicas repulsas que ha suscitado cualquier medida
-por muy pequeña que sea- tendente a socialización de pérdidas o riesgos,
como el mutualizarse Deudas.
9) El
retroceso puede ser total con la ruptura de la Eurozona o parcial admitiendo
ciertos grados de flexibilidad, por ejemplo, creándose 2 'Euros', uno en
los países del Norte y otro para el Sur. Esta 2ª opción, al igual que una salida de Alemania desde la Moneda única, representaría sin duda un alivio a
corto plazo; pero a medio plazo retornarían las contradicciones entre los
Estados miembros, a no ser que se constituyese la unión política.
10) Por tanto, la desaparición del Euro podría llegar mediante un divorcio amistoso en el
que, a la vista de las contradicciones, todos los países acordasen cómo volver
a las monedas nacionales de la forma menos traumática posible.
11) Lo más
verosímil, sin embargo, es que los mandatarios europeos -bien de las
instituciones bien de los gobiernos- adoptando la postura del avestruz:
continuar una huida hacia adelante, colocando parches, hasta que cualquier
nuevo detonante imprevisto dé lugar a un final estallido catastrófico en la economía
que haga saltar por los aires un edificio tan débilmente construido y tan
plagado de contradicciones. Con toda probabilidad, las consecuencias para todos
los países serán graves.
El título
del libro “El euro: cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa”
constituye un resumen, creo que acertado, de todos los puntos anteriores,
desarrollados por los intervinientes en el acto del día 6 en Barcelona. No se podría estar más de acuerdo con ellos. Por lo tanto, no hay mucho que añadir
excepto una cierta extrañeza de que alguien como Antoni Castells, que
desarrolla un discurso impecable con respecto a la Unión Europea y el Euro,
incurra en flagrante contradicción en otras ocasiones al referirse a Cataluña y
a España.
En cierto
momento de su intervención hizo una observación sumamente aguda. Indicó que los
creadores del Euro cometieron el error de creer que desequilibrios entre los países no tendrían importancia, para las balanzas de pagos, al igual que no la
tienen los de las regiones dentro de un Estado. Castells sabe perfectamente a
qué se debe tal diferencia: las regiones cuentan con una hacienda pública común
(capaz de compensar mediante una política redistributiva los desequilibrios
territoriales) de la que carece la Unión Monetaria.
Él mismo en otro instante
afirmó rotundamente que “una moneda necesita un Estado”, lo que es totalmente
cierto; pero precisa de un Estado, entre otras razones, porque necesita un
presupuesto fiscal y presupuestario unitario que sea capaz de corregir los
desequilibrios que la moneda única origina entre sus miembros. Cabe entonces
preguntarse por qué Castells quiere para España (ruptura de las Haciendas públicas) lo que critica de Europa."
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