No hace falta tanta superferolítica ideología para llegar a ver la necesidad imperiosa de lo alterglobalizador. Hace mucho que científicos atentos a la materia nos advirtieron. Como, entre otra mucha ciudadanía que reclama, hizo el sabio gijonés Juan Luis Domenech con su rigurosa fundamentación:
El futuro de algunas de estas adaptaciones tan sólo puede ser la extinción y, como en el último caso, basta que la especie parasitada sea extinguida y se verá cómo el parásito –100% dependiente del anterior- se extingue con ella. En el delicado equilibrio ecológico basta que el ambiente cambie un poco (que la charca se deseque, que el bosque se queme, que la temperatura suba unos grados...) para que se extingan miles de especies... excesivamente adaptadas. Se sabe que se han extinguido el 99% de las especies que han existido en el planeta y que el ritmo de extinción actual es de unas 27.000 especies por año. Se piensa que el actual cambio climático está provocando otra extinción en masa.
La Venus de Brassempouy, o 'primera "cara" humana (26.000 años)
Si hay un destino cierto es el de la extinción de las especies y su agente principal no es el cambio del ambiente en sí mismo –por drástico o catastrófico que sea- sino la selección natural. Por el contrario las especies con menos “especialización”, las más “generalistas”, adaptadas a varios tipos de ambientes diferentes, tienen muchísimas más posibilidades de supervivencia: si una especie está adaptada al bosque, a la pradera y al desierto, ¿qué le importa que se quemen todos los bosques del mundo?. Estas especies son menos dependientes del entorno, son más autónomas y sus posibilidades de supervivencia y de progreso son mucho más elevadas. Son especies que se han escapado, en parte, de la selección natural.
No es de extrañar pues, que una de las definiciones de progreso más admitidas –concepto que ni siquiera es admitido por muchos biólogos- sea la de “progreso como independencia del entorno”, definición que ya proviene de los años 40 con Julián Huxley, que ha sido ratificada por otros, como J.M. Thoday en los 60, y cuyo principal defensor actual es Jorge Wagensberg.
Una de las principales características de tal independencia es la facultad de construcción (de nidos, de madrigueras, de presas, de catedrales...); también el mejor conocimiento del medio (más percepción; mayor capacidad de procesamiento de datos...); y también, como no, la asociación, pues la sociedad permite –mediante la conducta cooperativa, por ejemplo- rebelarse contra la implacable tiranía del entorno... parámetros todos ellos que conllevan, obviamente, un necesario incremento de la complejidad del sistema nervioso. .
Ahora si se puede afirmar –libres ya de todo prejuicio antropocéntrico- lo que todo biólogo sabía y nadie se atrevía a pregonar: que el hombre es la especie más progresiva. Es obvio, posee mayor conocimiento, mayor capacidad de acopio de información y procesamiento de datos y se ha independizado casi totalmente del entorno y de la selección natural. Es más, su tecnología está a punto para modificar a todas las (¿demás?) especies... construidas durante millones de años.
La selección natural produce cambio y transformación para adaptarse el entorno, lo que suele llevar a un simple “barajamiento” de genes y, no pocas veces, a la involución y a la extinción, pero nunca a la verdadera Evolución, con mayúscula. No puede: la adaptación al ambiente exige cambios muy pequeños y además es disgregadora. La verdadera Evolución, él autentico progreso es cosa de otros mecanismos, como la endosimbiósis, el acopio de nuevos genes o ciertas hibridaciones –tal y como preconizan autores de prestigio como Lynn Margulis, Dorion Sagan o Máximo Sandín-, grandes cambios obtenidos no pocas veces por cooperación y asociación, más que por competencia, supervivencia del más apto y selección.
Venus de Willendorf ( 30.000 años )
La asociación por lo tanto, ¡si puede!: es agregadora, integradora, constructiva, reúne las piezas disgregadas por acción de la selección natural, aumentando la “generalización” por pura definición.
Confiemos en que tales tendencias sociales no sean sólo aparentes o fraudulentas porque entonces este proceso de Globalización que hemos emprendido sería del todo anti-evolutivo y anti-progresivo."
(publicado en el 'Diario de Valladolid' con fecha 18-01-02)
Sí, las personas humanas parecen ser las únicas criaturas que suelen tropezar más de una vez en la misma piedra... ¡pero, de todas maneras, qué bien estaría tener alguna otra segunda oportunidad!
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