Casi... veinte años... no es nada; de acuerdo, mas...
Esta persistencia tratando de mantener lo insostenible solo corre pareja, siempre, con el firmísimo andar fluyendo que a diario podríamos -tan bien, y muy clara mente...- descubrir en todas nuestras cosas.
Pero, aun así, estate solo aquí en lo que ahora estás... Y enterándote...
Yendo de Fondeo as Morrendas xunto Ribeira de Piquín o Santalla d' Oscos
“ A D V E R T E N C I A (…)
'Ya ni
siquiera presentimos
y
luego nos quedamos asombrados...'
Vladimir Holan
el
tramposo Edipo, tiranos jugando como attilas
de Novecento (…)
Y ahora tú, amigo solitario, busca que te
busca (…)
En ascuas como ellos, también tú, rebuscando
(…)
Deja que caiga fuego (…) No permitas que
fallen los oráculos.
Ni que avance hasta
tu ahora ningún hombre sin recuerdos.
I
(…)
Vi que el abandono sucedía en aquel instante
en que por él me
preguntaba.
Vi que las cosas terribles que en mi mano
imaginaba ya habían
ocurrido.
(…)
II
Pues, realmente, ¿cuándo sucedió cuanto
ocurrió a espaldas de
Edipo, el
harapiento?
El momento en que sótanos desvelan
los sucesos, ¿no es acaso
el tiempo
único de los acontecimientos?
(…)
III
¿Podrías jurar tres veces que ningún
tambor les precedía?
¿O es que no hacen ruido los saleros
al caerse boca abajo?
Y si a la hora de los postres ya nadie
decía una palabra, ¿cómo es
que
no oíste a los gusanos trabajar en las manzanas?
IV
(…)
Y no se oyó.
Y fue anterior al que pronuncian las vasijas o (…) contra el suelo.
(…)
V
Se oía.
(…)
Y entonces (…)
VI
(…) ¿eras o no eras un verdadero amante de acertijos?
IX
(…)
¿Y aún quieres preguntarle al suelo dónde está el pasado?
X
El silencio,
el que contrata a sus peones por los alrededores del miedo
y los pone a trabajar para el olvido.
(…)
A veces me pongo a recordar cómo era aquel silencio anterior a
la rotura de las lilas, porque todavía no era abril en las afueras
y en algunos comedores los cubiertos nos rozaban levemente,
evitando los feroces modos del metal contra la médula.
(…)
XI
(…)
Pregúntale a la nieve por qué fue ella quien se quedó de piedra.
XII
El camino que se estrecha entre las peñas deja escaso sitio a
la razón: nadie entra ahí a discutir qué es lo primero.
(…)
¿Vienen o van a Delfos tus caballos? (…)
XIII
(…)
Más de uno se sacó los ojos.
XIV
(…)
Ver, no ver. Amar, no amar. Ni siquiera tal distribución en la
memoria compone una balanza que indulte el alba.
(…)
XV
(…)
¿Los ojos? ¿Y qué harán los ojos? ¿No ves que es ya insufrible
tanta claridad?
XIX
Nada, ni siquiera la vergüenza, cambia una verdad ya terminada.
Es la limpia llanura mate de los puzzles acabados veinte veces.
Por eso, nada. Ni un pelo de punta ante las fotos reveladas con
retraso.
(…)
XX
En la triple encrucijada de los fines
de semana cualquier nube se
aprieta
y se hace ojo que faena en los cestos de carbón.
Lo urgente es darse cara a cara con un
ángel cuyo rastro está
encerrado
en las leñeras.
(…)
Tu reflejo, en los ojos del ciego, es
una hoguera hipnótica de ideas y
poemas.
Ya no vives de sentimientos ni de
hechos.
XXII
(…)
Tienes que pasar por
esto, respondió (…) Y no cuentes con
nada
más para ponerte en marcha.
Pero, una y otra vez, De esta
tierra arrójame ya cuanto antes,
insistía
el ciego.
(…)
XXIII
(…)
¿Y el resto? ¿Y todo lo que dejabas
para después de la muerte?
(…)
XXIX
(…)
Una y otra vez el mismo verso de
vuelta abriendo el suelo: ¿valió
la
pena, viejo, de veras conocer valió la pena?
(…)
Por Vilagocende, al pie de actual gran fervenza
XXXIII
¿Eres o no eres, viejo, el resumen de
tus hechos?
(…)
XXXVI
Sólo son vestigios de peligro lo que
te hace vivir de nuevo:
La mirada que te agarra o azuza el
paso, la que inmóvil permanece
frente
a ti como los pozos.
La que ya no puede ser para olvidar,
la que brilla en los brocales,
deslizantes,
poro a poro.
La que te hace saber de nuevo que no
hay más luz que la que sube
presentida,
ni mayor dolor que ese quietismo sin excusa en los
cubos
y poleas del silencio.
(…)
XXXVII
Eres, viejo, el bebedor de los
arroyos: el infante entablillado que
con teas incendiarias
se desbocó una noche hasta unos ojos.
(…)
Eres el bebedor de los arroyos,
recuérdalo. No vuelvas a temblar en
julio
por la gota fría de unos vientos propios del invierno,
ni
vuelva la memoria a ser consecutiva de los días venideros.
(…) ”
[ extractado
a Mª Ángeles Maeso: ‘El bebedor de los arroyos’, 2000 ]
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