miércoles, 27 de septiembre de 2017

Recapitulando, por 'El bebedor de los arroyos'...

  
 
  
Casi... veinte años... no es nada; de acuerdo, mas...

Esta persistencia tratando de mantener lo insostenible solo corre pareja, siempre, con el firmísimo andar fluyendo que a diario podríamos -tan bien, y muy clara mente...- descubrir en todas nuestras cosas.

Pero, aun así, estate solo aquí en lo que ahora estás... Y enterándote...
  
 
Yendo de Fondeo as Morrendas xunto Ribeira de Piquín o Santalla d' Oscos
    
 

 A D V E R T E N C I A (…)
 
'Ya ni siquiera presentimos                
y luego nos quedamos asombrados...'
  
Vladimir Holan                               
    

    He ahí (…)
    el tramposo Edipo, tiranos jugando como attilas de Novecento (…)
    Y ahora tú, amigo solitario, busca que te busca (…)
    En ascuas como ellos, también tú, rebuscando (…) 
    Deja que caiga fuego (…) No permitas que fallen los oráculos.
    Ni que avance hasta tu ahora ningún hombre sin recuerdos.


I

   (…)
   Vi que el abandono sucedía en aquel instante en que por él me
   preguntaba.
   Vi que las cosas terribles que en mi mano imaginaba ya habían
   ocurrido.
   (…)


II

   Pues, realmente, ¿cuándo sucedió cuanto ocurrió a espaldas de 
   Edipo, el harapiento?
   El momento en que sótanos desvelan los sucesos, ¿no es acaso
   el tiempo único de los acontecimientos?
   (…)

 
III
 
   (…)
   ¿Podrías jurar tres veces que ningún tambor les precedía?
   ¿O es que no hacen ruido los saleros al caerse boca abajo?
   Y si a la hora de los postres ya nadie decía una palabra, ¿cómo es
   que no oíste a los gusanos trabajar en las manzanas?
 
 
 


IV

(…)
Y no se oyó.
Y fue anterior al que pronuncian las vasijas o (…) contra el suelo.
(…)


V

Se oía.
(…)
Y entonces (…)
 

VI

(…) ¿eras o no eras un verdadero amante de acertijos?

 
IX

(…)
¿Y aún quieres preguntarle al suelo dónde está el pasado?


X

El silencio,
el que contrata a sus peones por los alrededores del miedo
y los pone a trabajar para el olvido.
(…)
A veces me pongo a recordar cómo era aquel silencio anterior a
la rotura de las lilas, porque todavía no era abril en las afueras
y en algunos comedores los cubiertos nos rozaban levemente,
evitando los feroces modos del metal contra la médula.
(…)


XI

(…)
Pregúntale a la nieve por qué fue ella quien se quedó de piedra.
 
  
 
  
           XII
 
El camino que se estrecha entre las peñas deja escaso sitio a 
la razón: nadie entra ahí a discutir qué es lo primero.
(…)
¿Vienen o van a Delfos tus caballos? (…)

 
XIII

(…)
Más de uno se sacó los ojos.
 

XIV

(…)
Ver, no ver. Amar, no amar. Ni siquiera tal distribución en la
memoria compone una balanza que indulte el alba.
(…)


XV

(…)
¿Los ojos? ¿Y qué harán los ojos? ¿No ves que es ya insufrible 
tanta claridad?


XIX

Nada, ni siquiera la vergüenza, cambia una verdad ya terminada.
Es la limpia llanura mate de los puzzles acabados veinte veces.
Por eso, nada. Ni un pelo de punta ante las fotos reveladas con
retraso.
(…)




XX

En la triple encrucijada de los fines de semana cualquier nube se
aprieta y se hace ojo que faena en los cestos de carbón.
Lo urgente es darse cara a cara con un ángel cuyo rastro está
encerrado en las leñeras.
(…)
Tu reflejo, en los ojos del ciego, es una hoguera hipnótica de ideas y
poemas.
Ya no vives de sentimientos ni de hechos.


XXII

(…)
Tienes que pasar por esto, respondió (…) Y no cuentes con
nada más para ponerte en marcha.
Pero, una y otra vez, De esta tierra arrójame ya cuanto antes,
insistía el ciego.
(…)

 
XXIII

(…)
¿Y el resto? ¿Y todo lo que dejabas para después de la muerte?
(…)
 

XXIX

(…)
Una y otra vez el mismo verso de vuelta abriendo el suelo: ¿valió
la pena, viejo, de veras conocer valió la pena?
(…)

 
Por Vilagocende, al pie de actual gran fervenza
 
 
XXXIII

¿Eres o no eres, viejo, el resumen de tus hechos?
(…) 

 
XXXVI

Sólo son vestigios de peligro lo que te hace vivir de nuevo:
La mirada que te agarra o azuza el paso, la que inmóvil permanece
frente a ti como los pozos.
La que ya no puede ser para olvidar, la que brilla en los brocales,
deslizantes, poro a poro.
La que te hace saber de nuevo que no hay más luz que la que sube
presentida, ni mayor dolor que ese quietismo sin excusa en los
cubos y poleas del silencio.
(…)

 
XXXVII

Eres, viejo, el bebedor de los arroyos: el infante entablillado que  
con teas incendiarias se desbocó una noche hasta unos ojos.
(…)
Eres el bebedor de los arroyos, recuérdalo. No vuelvas a temblar en
julio por la gota fría de unos vientos propios del invierno,
ni vuelva la memoria a ser consecutiva de los días venideros.
(…)   
  
  
 

  

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