Es
verdad que nadie hay perfecto, universal mente; ni nada suele ser en absoluto de inmaculados colores blancos o con una nítida negrura, solo...
Pero
aquí -en donde ningún actual problema tampoco es aquel nacionalislamismo de otra
tierra muy próxima, bajo monarcas alauitas, por ejemplo- “la historia de nuestra
literatura española está por hacer: lo actualmente al uso lleva las improntas
inconfundibles de nuestra sempiterna derecha” como (en ‘Obra inglesa de
Blanco White’, 1972) afirma el hermano de Luis y José Agustín, Juan, ahora
receptor del premio Cervantes 2014: según quien presidía jurado que así lo galardonó,
“desentendido al fin de tal canon, Goytisolo empezó
‘a componer una biblioteca personal con obras maestras del Medioevo y ese
grupo de los escritores post-renacentistas que integran el reino de las excepciones geniales’
(prólogo al ‘Cogitus
interruptus’, 1999)…
Se
podría establecer una relación —deliberadamente heterogénea— de esas ‘excepciones
geniales’ tan justamente releídas por Goytisolo que arrancando desde Fernando de
Rojas o Francisco Delicado, prosigue con Juan de la Cruz, Cervantes, Mateo
Alemán o Góngora, y se prolonga, por ejemplo, hasta Blanco White, Larra,
Clarín, Valle-Inclán, Lezama, Cernuda, Octavio Paz o Valente. No es que aloje a
esa varia y eminente nómina de escritores hispánicos en una misma estirpe
literaria, sino que le otorga a cada uno de ellos una palmaria excelencia como
disidentes de historia lastrada mediante integrismos y malformaciones. El expurgo
llevado a cabo es en este sentido de una denodada lucidez...
La
perseverante atención que ha prestado al mundo islámico tiene algo que ver con
esa voluntad crítica. En todo caso supone algo más que una preocupación
cultural: es el resultado de una ‘conciencia vigilante’, una toma de partido
moral provista de unos vigorosos aparejos reivindicativos frente a lo que ha
sido tradicional y oficialmente desfigurado. Tengo impresión de que la misma
historia del islam, cuyo repertorio imaginario ‘se limita por lo común a un número muy reducido de tópicos de identificación engañosa y fácil’ (en ‘De la Ceca a La Meca’, 1997),
hizo las veces de acicate para que Goytisolo iniciara una mantenida propuesta
de clarificación histórica. Se vale para ello de informaciones de primera mano,
de visitas y consultas de muy varia índole, cuyos más eficientes resultados han
ido mostrándose en artículos periodísticos y documentales televisivos, entre
los que sobresale la excelente serie ‘Alquibla’
(1989-1993).
Soslayando
en todo momento los estereotipos, ha indagado tanto en los avatares históricos del
islam como en nuestras propias andanzas y desventuras literarias:
con una bien esforzada capacidad desmitificadora (…) habría recurrido siempre a cotejar
sus tesis con la de algunos acreditados historiadores y filólogos para encauzar
más objetivamente las cuestiones planteadas. Los ejemplos son muy copiosos en
este sentido, pero basta recordar sus concordancias de criterio con Américo
Castro (con quien mantuvo una correspondencia sumamente ilustrativa) o las
sintonías críticas con Cernuda; o su defensa de Bartolomé de Las Casas frente a
las descalificaciones académicas, o sus coincidencias con Márquez Villanueva
acerca de los judeo-conversos y los moriscos españoles…”
Hace
años nos dejaba bien sentado cómo “el compromiso de un escritor debe ser
con la literatura: devolver a una comunidad lingüística a la que pertenece
un lenguaje distinto del que ya existía al empezar su creación, añadir algo a
lo que llamo el ‘árbol de la literatura’. Puede haber algunos escritores alejados de la
realidad social, como Borges, y ser geniales. Yo he procurado mantener un
compromiso político y social pero como algo complementario a mi compromiso con
la literatura. Por ejemplo, Quevedo era un canalla personalmente, misógino,
odiando a los sodomitas, a los negros, moros, denunciando a Góngora como judío
y homosexual... Era un mal bicho. Y sin embargo ha escrito algunos de los
sonetos de amor más bellos en la literatura española. Es un misterio. Como dije
antes, en literatura la corrección política no existe…
La
literatura brota siempre de la contradicción. Lo que en ella esperaría es que me
sorprenda. Decía Genet que ‘la dificultad es una cortesía del autor con el
lector’. Leer un libro que de principio a fin sea previsible, sin que obligue a
reflexionar y releerlo, no me interesa. Sólo me interesan los libros que provocan
un desafío. Lo que procuro no es tener un gran número de lectores, sino el mayor
número posible de relectores…
Ortega
y Gasset tenía toda la razón: ‘no se puede llamar Reconquista a algo que duró 7 Siglos...’ Toda cultura es la suma de las influencias exteriores que ha
recibido. En España esos ingredientes árabes y extranjeros forman partes de
nuestra cultura, y de hecho hay que reivindicarlo. Es lo que desde hace 40 años
he pretendido hacer…
Sí,
se ve tentativa para democratizar de una forma parcial a las autoridades del
gobierno en Marruecos; y hay mayor libertad de prensa, como no existe para
ningún otro país árabe con excepción del Líbano, así como reconocimiento de los
derechos a las mujeres. Pero sigue habiendo una distancia muy fuerte entre las
personas que poseen mucho y las que poseen muy poco. En este aspecto queda un
gran trecho por avanzar.
.
La razón por la que vivo gran parte del año en
Marrakech solo es por simpatías hacia el pueblo marroquí, y no por ningún
sistema político ni religioso. Iba Hemingway a España porque le gustaba España,
no por otra cosa. Oigo decir que aquí hay violaciones de derechos humanos… y da
la casualidad de que cuando publican listas, desde Amnistía Internacional, sobre
donde no se violan los derechos es en países como Islandia, o Noruega… pero no
me apetece nada vivir allí. La gente va tranquilamente a Estados Unidos con
todo lo que sabemos que ha ocurrido allí, la guerra de Irak, Guantánamo...
Además, así es posible a la vez trabajar y vivir, cosa que no me ocurría en
París o Madrid ni aun en mi Barcelona natal…"
Y con otra
entrevista reciente nos lo aclaró algo más aun: “Todo intelectual es, en
potencia, un disidente (…) Pero la literatura no salva –ni de la enfermedad, ni
de la muerte, ni de las desgracias que le puedan ocurrir- a nadie. Para mí no
es un instrumento de salvación, sino de indagación, de crítica, de oposición a
lo que uno cree erróneo, falso o asfixiante…
Por
ejemplo, tras mis experiencias de periodismo cultural en los años 90, cuando mis
viajes a Sarajevo y Chechenia. O, antes, a la guerra de Argelia. Después del
estar allí, sobre todo, comprobé la siniestra ocultación de la realidad a
través de las propias agencias de prensa. Y esto me llevó a un desencanto muy
grande con respecto a lo que leo en los periódicos y veo en televisión. Fue una
experiencia dura en la que descubrí que la especie humana es la más dañina en
el universo...
Es muy
triste ver cómo la historia se repite. La situación en Oriente Próximo es la de
Europa entre finales del siglo XVI y principios del XVII. Las mismas matanzas,
la misma inquisición, la misma brutalidad. Y de fondo, siempre, la religión. Yo
recibí con mucha alegría la Primavera Árabe, aunque advertí pronto que la
democracia no se establece de golpe, sino que es un camino largo lleno de paradas
y retrocesos. El ejemplo español es la mejor prueba de esto que digo. La
democracia se puede destruir por decreto, pero nunca se construye por decreto…
Hoy al
menos parece que las apariciones de Podemos en el ámbito de izquierda y
Ciudadanos entre la derecha son algo muy positivo, ráfagas de aire fresco en
unas atmósferas muy enrarecidas (…) Hay que concederles el beneficio de la
duda. No tienen experiencia política, pero son síntoma de indignación ciudadana
ante temas como la corrupción y el anquilosamiento institucional para
enfrentarse a las nuevas realidades. Por quienes tengo una total simpatía es
por las gentes de la Plataforma de
Afectados por la Hipoteca (PAH), dirigida por Ada Colau. Su labor me parece
admirable. Detener una parte de los desahucios es una gran hazaña. Vivimos un
mundo en el que la política es una parte de la economía…”
En fin,
durante su solemne toma de posesión, la semana pasada se le oyó: “A la llana y sin rodeos (…) como vio muy bien Manuel Azaña, una cosa es la actualidad
efímera y otra muy distinta la modernidad atemporal de las obras destinadas a
perdurar pese al ostracismo que a menudo sufrieron cuando fueron escritas. La
vejez de lo nuevo se reitera a lo largo del tiempo con su ilusión de frescura
marchita. El dulce señuelo de la fama sería patético si no fuera simplemente
absurdo. Ajena a toda manipulación y teatro de títeres, la verdadera obra de
arte no tiene prisas: puede dormir durante décadas como ‘La regenta’ o durante siglos como ‘La lozana andaluza’.
Quienes
adensaron el silencio en torno a nuestro primer escritor y lo condenaron al
anonimato en el que vivía hasta la publicación del Quijote no podían imaginar
siquiera que la fuerza genésica de su novela les sobreviviría y alcanzaría una
dimensión sin fronteras ni épocas. ‘Llevo en mí la conciencia de la derrota
como un pendón de victoria’, escribe Fernando Pessoa, y coincido enteramente
con él (…) Desde las alturas de la edad,
siento mi aceptación del reconocimiento como un golpe de espada en el agua,
como una inútil celebración…
El mirar al centro desde la periferia es más lúcido que a la inversa y al evocar
la lista de mis maestros condenados al exilio y silencio por los centinelas del
canon nacional-católico no puedo menos que rememorar con melancolía la verdad
de sus críticas y ejemplar honradez. La luz brota del subsuelo cuando menos se
la espera…
Instintiva
reserva a los nacionalismos de toda índole y sus identidades totémicas,
incapaces de abarcar la riqueza y diversidad de su propio contenido, me ha
llevado a abrazar como un salvavidas la reivindicada por Carlos Fuentes ‘nacionalidad cervantina’. Me reconozco
plenamente en ella. Cervantear es
aventurarse en el territorio incierto de lo desconocido con la cabeza cubierta
con un frágil yelmo bacía. Dudar de los dogmas y supuestas verdades como puños
nos ayuda a eludir el dilema que nos acecha entre la uniformidad impuesta por
el fundamentalismo de la tecno-ciencia en el mundo globalizado de hoy y la previsible
reacción violenta de las identidades religiosas o ideológicas que sienten
amenazados sus credos y esencias.
En vez
del empecinarse en desenterrar los pobres huesos de Cervantes y
comercializarlos tal vez de cara al turismo como santas reliquias fabricadas
probablemente en China, ¿no sería mejor sacar a la luz los episodios oscuros de
su vida tras su rescate laborioso de Argel? (…) Sí, mientras se suceden las
conferencias, homenajes, celebraciones y otros actos oficiales que engordan a
la burocracia oficial y sus ‘vientres sentados’ (la expresión es de Luis
Cernuda) pocos, muy pocos, hoy se esfuerzan en evocar sin anteojeras su carrera
teatral frustrada, los tantos años en los que, dice en el prólogo del Quijote, ‘duermo en el silencio del
olvido’: ese ‘poetón ya viejo’ (más versado en desdichas que en versos) que
aguarda…
Alcanzar
la vejez es comprobar la vacuidad y lo ilusorio de nuestras vidas, esa ‘exquisita
mierda de la gloria’ de la que habla Gabriel García Márquez al referirse a las
hazañas inútiles del coronel Aureliano Buendía y de los sufridos luchadores de
Macondo. El ameno jardín en que transcurre la existencia para los menos, no
debe distraernos de la suerte de los más por un mundo en el que portentoso
progreso de las nuevas tecnologías corre parejo a la proliferación de
guerras y luchas mortíferas o el radio infinito de la injusticia, pobreza y hambre.
Empresa
es de los caballeros andantes, decía don Quijote, ‘deshacer tuertos y socorrer y acudir a los miserables’; e imagino
al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre
contra los esbirros de la Santa Hermandad que proceden al desalojo de los
desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho
traviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que toma él por encantados
castillos con sus puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a unos
inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad.
Sí, al
héroe de Cervantes y a los lectores tocados por la gracia de su novela nos
resulta difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado de paro,
precariedad, corrupción, desigualdad social creciente y exilios profesionales
de los jóvenes como en el que actualmente vivimos. Si ello es locura,
aceptémosla. El buen Sancho encontrará siempre un refrán para defenderla.
El
panorama a nuestro alcance es sombrío: crisis económica, crisis política,
crisis social. Según las estadísticas que tengo a mano, más del 20% de niños en la Marca España vive
bajo umbral de pobreza hoy, una cifra con todo inferior a la del nivel
del paro. Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede
ignorarlas sin traicionarse a sí mismo. No se trata de poner la pluma al
servicio de una causa, por justa que sea, sino de introducir el fermento
contestatario de ésta en el ámbito de la escritura...
Cervantes
nos muestra el camino. Su conciencia del tiempo ‘devorador y consumidor de las cosas’ del que habla en el magistral capítulo IX de la Primera Parte del libro le indujo a adelantarse a él y a servirse
de los géneros literarios en boga como material de derribo para construir un
portentoso relato de relatos que se despliega hasta el infinito (…) la locura
de Alonso Quijano trastornado con sus lecturas es contagiable a su creador
enloquecido por los poderes de la literatura.
Volver
a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de
cordura, tal es la lección del Quijote. Al hacerlo no nos evadimos de la
realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella. Digamos
bien alto que podemos y cómo, los contaminados por nuestro primer escritor, ya no nos
resignamos a la injusticia.”
Paseábamos por la Rua da Senhora de Gloria, en la trasera de Alfama que llaman Santa Apolonia, cuando se abrió una ventana y una loca pegó un gemido como si la estuvieran follando (…) Pero no era una loca, sino un grupo de críos pequeños. Abrían la ventana, sacaban la cabeza, proferían gritos orgásmicos y volvían a cerrar la ventana muertos de risa. Estaban jugando a un juego sagrado, antiguo como la infancia: ESCANDALIZAR a los adultos… Ese mismo día, R. M. había escrito un artículo estúpido al otro lado de la Península, publicado en ‘El Periódico’. Se jactó de que la tiene más larga que nadie. Se refiere a su cola, concretamente la que forman sus lectores cada Sant Jordi.
ResponderEliminarEl publicista lerdo intenta escandalizar a los pobres escritores, a la gente que hace literatura, esos que dan lo mejor de sí mismos para recibir poquísimos lectores en un país de cultura decadente. Como tantos otros gilipollas (pienso en toda esa piara de tipos duros que hozan por la tele), es un niño de 12 años que saca la cabeza por la ventana y profiere gemidos orgásmicos para escandalizar a los paseantes. Para nuestra desgracia, la treta le funciona y, al instante, un montón de aludidos escritores levantaban la cabeza con dignidad y se dedicaban a otra de nuestras pasiones nacionales: ABRONCAR Y DEFENDER EL HONOR HERIDO.
Algo bueno de Lisboa es que contagia al paseante la indolencia y la ternura portuguesas, que no es ‘saudade’, sino ‘MEIGUICE’. Cunha Leão dijo que “la blandura del temperamento caracteriza a los portugueses, particularmente emotivos. Una de nuestras palabras-tipo es ‘meiguice’. La afectividad nos define, forma el tesoro de nuestra psicología, se encuentra en la base de la comprensión y del querer”. Es, pues, eso que se respira en Lisboa y nos enamora de los portugueses. Lo que crea una atmósfera tierna como miga de pan blanco en el interior de los cafés y las braserías de la ribera del Tajo. Eso que demuestra que, como escribió Jorge Días, “para el portugués, el corazón es la medida de todas las cosas”.
Pero la ‘meiguice’ tiene otra vertiente que se ve en el trato que profesan los lisboetas hacia los turistas RIDÍCULOS, esos que pisan los adoquines de la Baixa con botas de montaña, ataviados de ropa térmica del Decathlon como si anduvieran por los riscos de Machupichu: una mezcla de amabilidad y fastidio que, tras unas cuantas lecturas, podemos identificar también…
Yo no puedo dejar de pensar en el ridículo de las declaraciones que marcan la pauta de nuestros debates nacionales. Pienso, por ejemplo, en esos tertulianos que increpan al moderador a gritos, chillando “¡por alusiones, por alusiones!”, y no dejo de preguntarme cuánto más demoledor sería el silencio, la media risa disgustada ante las GILIPOLLECES que aluden constantemente.
Nos hemos acostumbrado a defendernos de las tonterías y de las provocaciones y hemos olvidado que lo único que destruye al provocador es la RESPUESTA SILENCIOSA. Tras mis días en Lisboa, quiero patrocinar la ‘meiguice’ en España como vacuna contra ‘ristos’ y ‘mejodes’, contra todos estos escándalos de poca monta que se han vuelto tan habituales desde la popularización de las redes sociales.
Si la ‘saudade’ -o vivir bajo el encantamiento dulce del recuerdo- ha salvado las ciudades portuguesas del proceso de horrorificación cutre que destruye la belleza de nuestros pueblos y ciudades españolas, la ‘meiguice’ nos puede todavía SALVAR DE SOFOCOS Y DISPUTAS ESTÉRILES provocados por la tribu de los gilipollas; tan hondamente asentada en España como alimentada por nuestra tendencia a limpiar la ofensa cuando cualquier tipejo se caga en nuestra madre.
Sería positivo para los españoles adoptar un poco de la portuguesa ‘meiguice’, esa AFABILIDAD que se engarza al sentido del ridículo propio y ajeno, haciendo a nuestros vecinos tan dignos de respeto.
(Juan Soto Ivars: ‘España is not Spain’, 29/4/15)
Juan GOYTISOLO, Juan Marsé, Jorge Herralde, Lluís Pasqual, Antonio Negri, Slavoj Zizek, Félix Ovejero, Álvaro Pombo, Patricio Pron, José María Guelbenzu, Isaac Rosa, Manuel Huerga, Isabel Steva "Colita", Cecilia Dreymüller, Michael Hardt, Oriol Bohigas, Maruja Torres, Pepe Ribas, Jordi Doce Chambrelán, Lars Physant, Marina Rosell, Jorge Ribalta y 135 personas más aparecen como firmantes.
ResponderEliminarSon todos artistas, críticos, escritores, arquitectos, periodistas, dramaturgos, coreógrafos, editores, etc. (profesionales de la cultura de BARCELONA e intelectuales de otros países) sin intereses partidistas, preocupados por la deriva de la política cultural en la Ciudad de Barcelona los últimos años.
Y han divulgado ayer un MANIFIESTO por una DEMOCRATIZACIÓN URGENTE Y REAL de las instituciones CULTURALES que no está vinculado a ninguna iniciativa política... Mas ‘por la sencilla razón de que, desgraciadamente, éste sería el único momento en que los responsables políticos escuchan’ lo deciden difundir ahora:
“La inflexión del 92 dio a la cultura un gran protagonismo en las políticas públicas de Barcelona. Uno de sus resultados positivos ha sido la creación de una red de instituciones culturales que, con su fuerte presencia en la ciudad, constituyen un importante PATRIMONIO CIUDADANO, no de partidos políticos ni de un determinado sector.
3 instituciones en particular han destacado por su impacto en la ciudad y su proyección internacional: la Fundació Tàpies, el CCCB y el MACBA, que han funcionado como un verdadero servicio público. Los sólidos programas de exposiciones, el debate y la educación, junto a la cooperación con agentes sociales diversos, constituían una trama indisociable cuyo papel en la ciudad ha sido el de contribuir a la emancipación crítica de la ciudadanía y no a la mera gobernanza de la sociedad. Sin embargo, en pleno siglo XXI, la tendencia a instrumentalizar los centros culturales parece ser un mal endémico.
Al repunte de una POLÍTICA CULTURAL CORPORATIVA Y PARROQUIAL que aspira a monopolizar el debate público, utilizando los museos como escaparate y propaganda partidista, se suma la CRECIENTE CAPTURA REGRESIVA de las políticas culturales POR LAS GUERRAS IDENTITARIAS. Los recortes en los presupuestos culturales públicos de los últimos 7 años han profundizado la precariedad estructural que está asfixiando la posibilidad de sostener proyectos institucionales significativos y transformadores.
El espacio para la institucionalidad cultural democrática se empequeñece. El reciente cambio en la dirección del CCCB por cargos de partido; el golpe de mano en el MACBA, dado con nula transparencia; las convocatorias de concursos para la dirección de museos y centros de arte, en las que se privilegia de manera equívoca el perfil local del director y cuyos jurados, de composición dudosa, son meramente consultivos y dejan las decisiones finales en manos de los cargos políticos —siendo ahora el MACBA el último ejemplo escandaloso— son algunos síntomas de la tendencia irrefrenable a vaciar los centros culturales de su responsabilidad intelectual.
Los profesionales de la cultura verdaderamente comprometidos con un proyecto democrático, emancipador y progresista no podemos quedarnos de brazos cruzados. Ante el ACTUAL ESTADO DE EMERGENCIA, debemos dejar a un lado la diversidad de criterios para afirmar que sólo son posibles nuestras diferencias si se garantiza la existencia de unas instituciones culturales democráticas que funcionen con autonomía y rigor al servicio de la sociedad. Hoy más que nunca es necesaria una amplia movilización de los intelectuales y trabajadores culturales frente al PROCESO DE ACULTURACIÓN que está promoviendo la actual tecnocracia dirigente.
No podemos ser cómplices de la desertización cultural de Barcelona. El capital cultural público acumulado está siendo dilapidado. Recuperemos las instituciones, salvémoslas de la regresión, del CONTROL PARTIDARIO Y ABANDONO.”
(en 'La Vanguardia', de hoy)