jueves, 11 de agosto de 2011

El disparate económico de Rubalcaba, también

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En vez de recuperar fiscalidad tirada, el candidato socialista nos acaba de proponer un Pacto "para reducir los salarios y beneficios...", otra nueva de las propuestas correctitas -igual mente...- que parece solo llevaría al que nuestra economía española fuera peor si se llevase a cabo: 'trataremos de explicar lo más breve y sencillamente posible por qué creemos que lo que afirma Rubalcaba es simplemente un dislate.

El valor monetario de todo lo que se produce en una economía conforma el llamado Producto Nacional (dejaré ahora de lado el hecho importante de que, al centrarse solo en valores monetarios, no se mide el producto que no tenga expresión monetaria, como el que se genera, por ejemplo, mediante el trabajo doméstico). Inmediatamente que se genera, ese producto -del PNB o PIB...- se convierte en renta por su mismo valor.

Esta renta es el total de los pagos que se han debido realizar a los factores que ha sido necesario utilizar para obtener el producto. Los factores que se suelen utilizar para producir los bienes y servicios son los recursos naturales, el trabajo y el capital (el capital físico -maquinarias, instalaciones…- y el capital financiero).

El pago de los recursos naturales se llama en economía renta, el del trabajo sueldos y salarios (que incluyen los que se perciben directamente más las cotizaciones sociales) y el pago por la utilización del capital es el tipo de interés (en los cursos de economía se demuestra fácilmente que la retribución del capital físico tiende a ser igual a la del capital financiero).

Sin embargo, para simplificar podríamos resumir esos diferentes pagos en dos grandes conceptos: los sueldos o salarios (retribución del trabajo en todas sus modalidades) y rentas del capital o beneficios (incluyendo tanto las rentas del capital como las de la tierra o recursos naturales). Y más concretamente, los beneficios así entendidos se denominan excedente de explotación bruto porque es la retribución final que perciben los propietarios del capital en todas sus formas una vez que se ha hecho frente a todos los costes de la producción (que o son sueldos y salarios u otros conceptos que en realidad son también rentas del capital).

Lo que acabo de decir lleva a dos ideas fundamentales y que a veces, como ahora con la propuesta de Rubalcaba, se ocultan para engañar a la gente:

- La primera es que la producción y la distribución de la renta se producen al mismo tiempo. Como he dicho, para producir es necesario retribuir en el mismo momento en que se produce a los propietarios de los factores (a los trabajadores o a los propietarios del capital), así que al producir se está ya repartiendo de una manera u otra el ingreso. Esto es importante porque los políticos que no quieren poner sobre la mesa el problema de la desigualdad suelen decir “primero hay que producir la tarta y luego repartirla, así que dediquémonos ahora a producir que cuando hayamos producido ya repartiremos”. Como acabamos de ver, eso puede ser cierto en repostería pero no en economía.

- La segunda idea es que, dado un determinado volumen de producción, si sube la “parte salarial” bajan los beneficios y si baja suben los beneficios. Es verdad que puede ocurrir que una parte de los salarios y de los beneficios vayan al Estado y que éste puede corregir el reparto inicial, pero eso será, si se produce, en segunda instancia (por eso llamamos a esa acción del Estado re-distributiva) y por eso no cambia lo que acabo de decir. Lo que no puede ocurrir, pues, es que suban al mismo tiempo los salarios y los beneficios, o que ambos bajen si se mantiene igual el volumen de producto

Por tanto, si Alfredo Perez Rubalcaba propone que bajen los salarios y los beneficios solo puede estar proponiendo dos cosas:

a) que baje el producto a generar y, por tanto, el ingreso total, lo cual es una barbaridad en la situación en la que estamos (otra cosa es que debamos obtener nuevos ingresos pero no de las actividades económicas hasta ahora dominantes, pero de este asunto no me puedo ocupar ahora), o

b) que trabajadores y propietarios del capital renuncien a una parte de sus ingresos para dárselos al Estado, lo cual no tiene mucho sentido hoy día y, además, en términos económicos no cambia lo anterior porque, más tarde o más temprano, van a salarios o beneficios...

Pero la propuesta de Rubalcaba resulta aún más delirante, sobre todo, si se tiene en cuenta el papel que tienen los salarios y los beneficios en la economía. Con independencia de otras consideraciones de equidad o de discurso alternativo, en economías como las actuales, ambos son fundamentales.

Los salarios lo son no solo porque constituyen el único ingreso y, por tanto, la única fuente de satisfacción de necesidades de los trabajadores, sino también porque fundamentalmente ha de ser con los salarios con lo que se pueda comprar la producción que realizan las empresas. Imaginen por un momento el sueño de los empresarios torpes -salarios muy, muy reducidos-: ¡no podrían vender sus productos!

Eso fue lo que el célebre Henry Ford contestaba a sus colegas cuando le reprochaban que hubiese aumentado el sueldo de sus trabajadores: “todos los capitalistas del mundo juntos -decía- somos insuficientes para comprar todo lo que producimos. Han de comprarlo nuestros trabajadores”.

Es verdad que ocurre, como señaló el economista polaco Michael Kalecki, que los empresarios a veces prefieren tener menos beneficios imponiendo desempleo, y por tanto bajos salarios, creciendo así más el poder político de los empleadores. Por eso es importante entender que cuando la gran patronal reclama recortes salariales no está buscando que la economía funcione mejor sino tener más poder. Por otro lado, los beneficios también son fundamentales en las economías capitalistas en las que se encuentra Rubalcaba y todos nosotros porque sin ellos no habría empresarios (grandes o pequeños) ni ahorradores que arriesgaran su capital (físico o financiero). Y, por tanto, sin beneficios no habría producción (me refiero, como he dicho, a lo que pasa hoy día en nuestras economías, no a lo que pudiera ocurrir si el sistema económico fuese otro, como yo desearía, por cierto, pero eso es otro asunto que no puedo desarrollar aquí).

Pues bien, es fácil comprobar entonces que la propuesta de Rubalcaba es un dislate porque lo que viene a proponer es que disminuyan los dos motores de los que hoy día depende el funcionamiento de la economía: si la llevara a cabo bajaría la demanda y con ello la producción y aún más los beneficios, y al bajar los beneficios bajarían el empleo, los ingresos, la producción… en un círculo vicioso fatídico.

¿Quiere eso decir qua hay que dejar las cosas tal y como están?

De ninguna manera. Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo hacemos otra propuesta diferente en un libro titulado HAY ALTERNATIVAS que saldrá publicado a mediados de octubre.: nosotros creemos que los gravísimos problemas que la economía mundial y la española en particular padecen hoy día tienen su origen en una distribución de la renta que se manifiesta en tres dimensiones principales: bajos salarios, bajos beneficios de la actividad empresarial productiva que crea empleo y elevadísimos beneficios de la actividad financiera, de la especulativa y de las grandes empresas con poder de mercado que en lugar de crear riqueza y empleo los destruyen.

En los últimos años la participación de los salarios en el total de la renta ha bajado mucho. Eso es justamente lo que ha provocado que la producción de bienes y servicios sea insuficiente y que, al mismo tiempo, haya tanto desempleo y en aumento, y tanta gente en el mundo que no puede satisfacer sus necesidades básicas. La caída de la participación de los salarios en la renta nacional en España ha sido de unos 10 puntos en la última década a pesar de que ahora hay unos 5 millones más de trabajadores ocupados, y de unos 13 puntos desde 1976. Por otro lado, y tal y como he dicho antes, eso ha tenido un efecto paralelo: el incremento de los beneficios o del excedente bruto.

Pero el problema que ha ocurrido es que la gran parte de ese beneficio no se ha dirigido a la extensión de la producción de los bienes y servicios que satisface las necesidades sociales porque los salarios bajos generan insuficiente demanda y eso ha impedido obtener en la actividad productiva la misma rentabilidad que proporciona la inversión financiera (que, a su vez, se ha privilegiado gracias al poder político de la banca que es la que anima este proceso). Y es por eso que podemos afirmar que los salarios escasos han provocado una deriva de los capitales hacia la inversión financiera y especulativa que ha terminado por generar la crisis en la que estamos.

Nuestra opinión es que efectivamente es imprescindible un Pacto de rentas en España pero no para empobrecer a todos, como ocurriría si se aplica la idea de Rubalcaba, sino para crear más actividad del tipo de realmente necesita la sociedad española. Concretamente, proponemos que se acuerde que los salarios recuperen en un periodo razonable de 5 a 7 años, su nivel de participación en la renta nacional más alto de la época democrática y que se adopten medidas para que eso no se traduzca en menos beneficios para las empresas que creen empleo dedicándose a desarrollar un nuevo modelo productivo más sostenible y eficiente. Lo cual se puede conseguir mediante acuerdos de incremento de la productividad.

Lógicamente, eso ha de llevar consigo medidas que recorten las rentas financieras y que penalicen el uso especulativo y financiarizado del ahorro y, al mismo tiempo, otro aspecto esencial al que no parece que se haya referido Rubalcaba: la dotación del capital social que se necesita para que trabajadores y empresarios productivos pueden fomentar la productividad y un nuevo modelo de producción y consumo. Para lo cual es necesario más gasto público y social, al menos el equivalente al que tienen los países de nuestro entorno.

Somos plenamente conscientes de que para que se pueda llevar a cabo una propuesta de esta naturaleza es necesario cambiar más cosas: la correlación política de fuerzas para que los banqueros y grandes empresarios no impongan su lógica especulativo al resto de la sociedad y, por supuesto, al resto de las empresas; la actitud de los sindicatos y de los trabajadores hacia las empresas para que dejen de creer que el enemigo es la empresa o los empresarios cuando en realidad lo es un tipo concreto de empresario... que es enemigo de la gran parte de la clase empresarial, de la pequeña y mediana que es la que crea empleo; y también la actitud de los empresarios hacia los sindicatos, hacia la negociación y hacia el sector público; el funcionamiento de las administraciones públicas que ha de ser más ágil y eficaz; y, en general, la actitud de toda la población, que debe desembarazarse de los valores individualistas y pasivos que ha inculcado la política y la cultura neoliberal.

En cualquier caso, podremos matizar y concretar nuestra propuesta más adelante pero lo que quiero ahora poner de relieve es que moderar salarios, como propone Rubalcaba, es una medida que proponen los neoliberales que aumenta el poder político y los beneficios de los grandes propietarios aunque, como estamos viendo en otros países y en el nuestro desde hace años, lo hace a costa de generar menos actividad económica y menos empleo y ambos de peor calidad, lo cual es especialmente nefasto en momentos de recesión como los actuales. Y, al mismo tiempo, que disminuir beneficios sin matizar que los que hay que disminuir son los de la banca, los de las grandes empresas que destruyen empleo y tejido productivo y no los de las pequeñas y medianas que crean empleo, y que limitarse a proponer que disminuyan sin poner en marcha propuestas para que aumente la productividad, para lo cual es preciso que aumente nuestro gasto público, es otra barbaridad. Y que si, para colmo, lo que se propone, como hace el candidato socialista, es hacer ambas cosas a la vez la propuesta se convierte ya simplemente en un dislate.'


(Juan Torres, en "Ganas de escribir", hoy)
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1 comentario:

  1. "A principios de este turbulento 2011 Dani Rodrik, el profesor de Harvard publicó el libro 'La paradoja de la globalización', cuyo subtítulo se pregunta acerca del papel de la democracia en el futuro de la economía mundial. Este verano en que parece estrecharse el cerco a los márgenes de maniobra de los gobiernos (especialmente en los países avanzados democráticos sometidos a las presiones de los famosos mercados), con las agencias de 'rating' como sumos sacerdotes, el libro del heterodoxo y creativo economista adquiere más relevancia.

    Ciertamente, leer en las primeras páginas que uno de los principales mensajes es que si en un momento dado entran en conflicto los requerimientos sociales de los procesos democráticos frente a las exigencias de la globalización, deben ser estas las que cedan y las primeras las que acaben imponiéndose puede parecer a estas alturas una ingenuidad. Pero las argumentaciones a favor de las importantes complementariedades entre gobiernos con calidad institucional y mercados realmente creadores de riqueza son persuasivas, así como las críticas a las polarizaciones que jalean las contraposiciones entre unos y otros a menudo de forma interesada.

    La 'paradoja de la globalización' a que se refiere el libro acaba siendo que la forma a la vez más eficiente y socialmente deseable de globalización no es una máxima hiperglobalización que escape a cualquier mecanismo efectivo de gobernanza, sino fórmulas ponderadas que equilibren las fundamentales ganancias del comercio internacional y los compromisos razonables de los poderes públicos con sus sociedades en materias de bienestar y democracia.

    Algo que se contrapone con las influyentes narrativas unidireccionales acerca de la inexorabilidad de las dinámicas globales y la correlativa inevitabilidad de la decadencia de los márgenes de actuación y compromisos de los gobiernos, especialmente – y probablemente no es casualidad- los de base democrática.

    En los relatos del camino hacia la crisis tiene gran peso la dinámica, fustigada con motivo, de cómo familias, empresas y países se lanzaron a niveles de gasto y endeudamiento que no podían sostener. Pero una narración paralela nos habla de cómo se ha permitido 'sacar de la botella al genio' de una globalización en algunas dimensiones, asimismo sin las más razonables garantías del imprescindible complemento de buen gobierno.

    Y con el mismo énfasis que se insiste en reconducir a familias y gobiernos a niveles de gasto sostenibles, asimismo las sociedades, especialmente las democráticas, deberían aplicarse a reformular la globalización en los niveles en que fuese viable su gobernanza. Los excesos han sido imprudentes en ambos frentes, y pretender corregir sólo los de unos pero ampliar los de otros sería ignorar una lección crucial de esta crisis y poner la simiente de la siguiente."

    (Juan Tugores Ques, catedrático de Economía en la Universitat de Barcelona, LV -17.08.11)

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