jueves, 2 de febrero de 2017

Populismos del Mundo, re-unidos (y contra... Natura...): 'piensa local, mas... ¡actúa Global!'

 
  
'El espacio político lo dominaban 2 Partidos, uno de centro derecha (cristianodemócrata, liberal-conservador, popular) y el de centro izquierda (socialdemócrata), mientras que otros más pequeños arrastraban electorado menor (ecologista, liberal, etc.). Poco a poco, está emergiendo un Partido que defiende al capitalismo global y relativa tolerancia en temas como del aborto, derechos de los homosexuales, las minorías étnicas o religiosas, etc.; enfrente se posiciona el Populista contrario a la inmigración, en cuya periferia se sitúan grupos claramente racistas y neofascistas...'
  
Lo diagnostica Slavoj Žižek con precisión quirúrgica, desde su muy 'parajódica' lucidez, tan sabia como -insobornable mente...- analítica: "Un par de días antes de la toma de posesión de Trump, Marine Le Pen fue vista sentada en la Quinta Avenida y en el café de la Torre Trump, como si esperase ser convocada por el presidente electo. Aunque no se vieron, lo que pasó días después de la toma de posesión parece consecuencia de tamaño fallido encuentro: el día 21 de enero, en Coblenza, representantes de varios partidos de la derecha populista europea se reunieron bajo el lema 'Libertad para Europa'.
  
Tal encuentro lo lideró Le Pen, que instó a los votantes europeos al 'despertarse' y a seguir tras el ejemplo de británicos y estadounidenses; predijo que las victorias del 'BREXIT' y Trump desencadenarían una ola imparable de 'todos los dominós de Europa'. Trump dejó claro (al 'The Guardian') el cómo y cuánto 'no apoya ningún sistema de opresión a los pueblos: 2016 ha sido el año del despertar del mundo anglosajón. Estoy seguro de que 2017 será el año en que despertarán los pueblos de la Europa continental'.
 
¿Qué significa despertar en este contexto? En su 'Interpretación de los Sueños', Freud relata uno aterrador: es de noche y un padre exhausto se encuentra velando el ataúd de su joven hijo cuando se queda dormido y sueña que éste se le acerca en llamas formulando un terrible reproche: 'Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?'. Poco después se despierta, y descubre que una vela ha caído sobre la mortaja de su hijo y ésta ha comenzado a arder; el padre había introducido en su sueño del hijo ardiendo, el humo que olía para poder seguir durmiendo. Así pues, ¿se despertó el padre cuando el estímulo externo (el humo) se volvió demasiado fuerte para contenerlo en el escenario onírico?
  
¿O fue más bien al contrario, que el padre creó el sueño para seguir durmiendo, y evitar el desagradable despertar? Como quiera que fuese, lo que encontró en el sueño -la pregunta literalmente ardiente, el terrorífico espectro de su hijo formulando el reproche- fue aún más insoportable que la realidad, así que se despertó para huir a esa realidad exterior. ¿Por qué? Para continuar soñando, para evitar el insoportable trauma de la culpa por la dolorosa muerte del hijo. ¿Acaso no sucede lo mismo con el despertar populista?
 
Ya en los años 30, Adorno apuntaba que la proclama nazi '¡Alemania, despierta!' significó en la práctica exactamente lo contrario: ¡Seguid nuestro sueño nazi (aquél de los judíos como enemigo externo que destruye la armonía de nuestras sociedades) para poder seguir durmiendo! Dormir y evitar así el crudo despertar, ¡el despertar a los antagonismos sociales que afectan a nuestra realidad social! Hoy en día, la derecha populista está haciendo lo mismo: nos llama a 'despertar' ante la amenaza de la inmigración para que podamos seguir soñando, o en otras palabras, ignorando los antagonismos que recorren desde abajo a arriba nuestro capitalismo global.
 
El discurso inaugural de Trump fue, claro está, ideología en estado puro: un mensaje directo y simple, basado en una serie de incongruencias bastante obvias. Como dice el refrán, el diablo está en los detalles. En lo más elemental, el discurso de Trump suena como algo que podría decir el propio Bernie Sanders: hablo por toda la clase trabajadora olvidada, ignorada y explotada, soy vuestra voz, el poder está ahora en vuestras manos...
  
  
Sin embargo, y dejando aparte el evidente choque entre estas proclamas y los primeros nombramientos de Trump (¿cómo puede Rex Tillerson, secretario de Estado de Trump y director ejecutivo del 'Exxon Mobil Co.', ser la voz de la explotada clase trabajadora?), hay una serie de detalles que dan a su mensaje un sentido concreto. Trump habla de las 'élites de Washington', no de capitalismo ni grandes banqueros. Habla de dejar de hacer de policía global, pero promete acabar con el terrorismo musulmán, impedir los ensayos armamentísticos norcoreanos y contener toda la ocupación china en las islas del Mar al Sur de China...
  
De modo que lo que obtendremos con todo esto es directamente militar intervencionismo global en favor del propio interés [norte]americano, sin la máscara de los derechos humanos y la democracia. En los años 60, el eslogan del incipiente movimiento ecologista era '¡Piensa global, actúa local!'... Trump promete hacer exactamente lo más contrario, esto es: 'Piensa local, actúa global'.
  
Hay cierta hipocresía en la crítica de los liberales al eslogan 'América primero', como si no fuera lo que hace en mayor o menor medida cada país, como si América no hubiera desempeñado un papel global precisamente porque le interesaba... Pero en '¡América primero!' subyace un triste mensaje: acabado su gran siglo, América se resigna a ser uno más entre el resto de países. La gran ironía es que los izquierdistas que durante tanto tiempo criticaron a Rusia Unida por sus pretensiones de convertirse en el policía global podrían acabar añorando los viejos tiempos en los que, con toda la hipocresía que conllevaba, Estados Unidos imponía valores democráticos al resto del mundo.
  
Pero lo interesante del discurso inaugural de Trump (y lo eficiente) es que sus incoherencias reflejan incoherencias de la izquierda liberal. No me canso al repetir que la derrota de Clinton fue precio que tuvo que pagarse por neutralizar a Bernie Sanders. No perdió porque se situara demasiado a la izquierda, sino precisamente porque era demasiado centrista para atraer la revuelta contra las clases dirigentes que hizo progresar a Trump y a Sanders. Trump les recordaba la realidad medio olvidada de la lucha de clases, aunque de una forma populista y distorsionada, claro está.
  
La rabia de Trump hacia las clases dirigentes fue una especie de reacción a lo que ha reprimido la política liberal de izquierdas moderada, más preocupada por temas culturales y políticamente correctos. Trump envió a esta izquierda su propio mensaje dado la vuelta. Por eso la única forma de responderle a Trump sería el apropiarse completamente de tanta rabia 'anti-establishment', y no rechazarla como una demasiado primitiva forma de basura blanca ('white trash').
   
Como era de esperar, la reacción liberal al discurso inaugural de Trump estuvo plagada de análisis más bien simples y apocalípticos -baste con mencionar a Chris Matthews, moderador de la MSNBC, que detectó en todo ello un 'trasfondo hitleriano'-. Una visión agorera de este tipo va típicamente acompañada por comedia: la arrogancia de la izquierda liberal encuentra su más auténtica expresión en ese nuevo género que es la tertulia cómico-política (Jon Stewart, John Oliver...), que representa la pura arrogancia de la élite intelectual liberal.
  
Pero el aspecto más depresivo del período poselectoral en Estados Unidos no son las medidas anunciadas por el presidente electo, sino cómo la gran mayoría del Partido Demócrata está reaccionando a esta histórica derrota: van del horror ante dicho 'lobo' malo -llamado Trump, que provoca pánico y fascinación- al otro extremo, la normalización de la situación, la idea de que no ha sucedido nada extraordinario, que es simplemente otro giro en la alternancia de presidentes republicanos y demócratas: Reagan, Bush, Trump...
  
En este sentido, Nancy Pelosi recuerda continuamente 'lo sucedido hace una década. Para ella, la lección está clara, el pasado es el prólogo. Lo que ha funcionado antes volverá a funcionar. Trump y los republicanos se extralimitarán, y los demócratas deberán estar preparados para aprovechar la oportunidad cuando aquello suceda'...
  
Tal postura ignora completamente el verdadero significado en esta victoria de Trump, las debilidades del Partido Demócrata que han hecho posible su victoria, y la radical y completa reestructuración del espacio político que anuncia esta victoria. En las Europas del Este y Occidental ya hay signos de un reordenamiento del espacio político a largo plazo.

Hasta hace poco, todo el espacio político lo dominaban principalmente 2 partidos que captaban la masa de votantes casi al completo, un partido de centro-derecha (cristianodemócratas, populares o liberal-conservadores...) y algún partido del centro izquierda (socialistas, social-demócratas), mientras que otros partidos más pequeños arrastraban un electorado menor (ecologistas, liberales, etc.).
  
Sin embargo, poco a poco está emergiendo un partido que defiende el capitalismo global como tal y que expresa relativa tolerancia a temas como el aborto, los derechos de los homosexuales, las minorías étnicas y religiosas, etc.; enfrentada a éste se posiciona una formación populista contraria a una inmigración en aumento, en cuya periferia se sitúan grupos claramente racistas y neofascistas. Así que la historia de Donald y Hillary aún continúa: en su 2ª entrega, los nombres de la pareja cambian a Marine Le Pen y François Fillon.
  
Ahora que Fillon ha sido elegido como candidato de la derecha en las próximas elecciones presidenciales francesas, y con la (casi) completa seguridad de que, en la segunda vuelta de los comicios, la decisión estará entre Fillon y Marine Le Pen, nuestra democracia ha alcanzado su punto más bajo (hasta ahora). Mientras que la diferencia entre Clinton y Trump es la diferencia entre el aparato liberal y la rabia populista de derechas, en el caso de Le Pen contra Fillon estas diferencias se reducen al mínimo. Aunque ambos son conservadores en lo cultural, en temas económicos Fillon es un neoliberal puro mientras que Le Pen está mucho más orientada a proteger los derechos de los trabajadores.
  
En resumen, dado que Fillon representa la peor combinación existente hoy en día -el neoliberalismo económico y el conservadurismo social-, la tentación de inclinarse por Le Pen es grande. En favor de Fillon, el único argumento es formal: él representa oficialmente la unidad de Europa y una mínima distancia de la derecha populista -aunque, en cuanto al contenido, parece peor que Le Pen-. Representa, en definitiva, la decadencia inherente al sistema a la que hemos llegado tras un largo proceso de derrotas y retiradas.
  
Primero fue la izquierda radical la que tuvo que ser sacrificada por su desconexión con los nuevos tiempos posmodernos y sus nuevos 'paradigmas'... Le siguió la izquierda socialdemócrata moderada, pues tampoco ésta conectaba con las necesidades del [nuevo] capitalismo global. Ahora, en la última época de esta triste fábula, la propia derecha liberal moderada (Juppé) ha sido sacrificada por su desvinculación de los valores conservadores que deberían defenderse si nosotros, el mundo civilizado, le queremos ganar a Le Pen.
   
Cualquier parecido con la vieja historia antinazi de cómo observamos pasivamente cuando los nazis en el poder se llevaron a los comunistas, luego a los judíos, después a la izquierda moderada, luego al centro liberal, después incluso a honestos conservadores... es puramente accidental. La reacción de Saramago -¡abstenerse de votarles!- en este contexto es la única reacción apropiada.
  
La Polonia de hoy día representa otro caso en esta dirección, la prueba empírica de cómo la izquierda liberal dominante se opone al populismo autoritario, en lo que  sigue política contradictoria estando destinados a fracasar. Aunque esto es así por principio -'a largo plazo, todos... muertos', como dice J.M. Keynes-, podría haber muchas sorpresas a corto (o no tan corto) plazo: 'Según la visión convencional, a Estados Unidos (más probablemente también Francia y Países Bajos) 2017 les deparará un dirigente errático encarnando algunas políticas contradictorias que benefician sobre todo a los ricos.
 
Los pobres perderán, porque los populistas no tienen esperanza de recuperar puestos de trabajo en las fábricas a pesar de sus promesas. Continuarán las masivas oleadas de inmigrantes y refugiados, porque los populistas no tienen ningún plan para atajar la raíz de este problema. Al final, los gobiernos populistas caerán, incapaces de gobernar en modo efectivo, y sus líderes abocarán a juicios políticos -'impeachment'- o no saldrán reelegidos. Pero los liberales erraban.
  
El 'PiS' (Ley y Justicia, el partido populista de derechas del poder, en Polonia) ha pasado de ser ideológicamente nulo a convertirse en una formación que ha conseguido introducir cambios impactantes con velocidad y eficiencia récord (...)

Ha llevado a cabo las transformaciones sociales más importantes en la historia de la Polonia contemporánea. Los padres reciben una ayuda mensual de 500 zloty (120 $) por cada hijo después del primero, o para todos los hijos en el caso de las familias pobres (y el salario medio mensual es menos de 6 veces eso, aunque más de 2/3 entre todos los polacos no lleguen a él).
  
Como resultado, la pobreza se ha reducido entre un 20% y el 40%, o desde 70% al 90% para la infancia. La lista continúa: en 2016 el Gobierno introdujo medicación gratuita para los mayores de 75 años.
 
Ahora, el salario mínimo supera lo que demandaban sindicatos. La edad de jubilación se ha reducido de 67 años para hombres y mujeres a los 60 para mujeres y 65 para hombres. El Gobierno también planea reducciones fiscales para los contribuyentes de rentas bajas'.
   
El 'PiS' hace lo que Marine Le Pen promete para Francia: una combinación de medidas antiausteridad -transferencias sociales que ningún partido de izquierdas se atreve a considerar-, y restablecer el orden y la seguridad reafirmando la identidad nacional y enfrentando amenazas de la inmigración. ¿Quiénes pudieren superar a esta pareja que así abordaría las dos grandes preocupaciones para la gente corriente?
  
   
Podemos discernir en el horizonte una extrañamente distorsionada situación en la cual una izquierda oficial ejecuta políticas de 'austeridad' (mientras aboga por los derechos de la sociedad multicultural, etc.), en tanto que la derecha populista defiende medidas de antiausteridad para ayudar a los pobres (mientras maneja una agenda nacionalista xenófoba); la última expresión de lo que Hegel definió como 'die verkehrte Welt', el mundo al revés.
  
¿Y qué pasa si Trump se mueve en esa misma dirección? ¿Qué pasa si su proyecto de proteccionismo moderado y grandes obras públicas, combinado con las medidas de seguridad contra la inmigración y una nueva paz corrupta con Rusia, acaba funcionando? En francés, después de algunos verbos y conjunciones utilizan el 'ne (o sea, no)' llamado 'explétif'; se conoce también ese 'ne' como 'no negativo' porque nunca tiene valor negativo, ninguno, en -ni por- sí mismo. Se usa en situaciones en las que la oración principal tiene un significado negativo (en el sentido de malo o de negación) como expresiones de miedo, advertencia, dudas y negaciones. Por ejemplo: en 'Elle a peur qu'il ne soit malade' (ella tiene miedo de que él esté enfermo).
  
Lacan apuntaba que esta negación superflua refleja perfectamente la brecha que separa nuestro verdadero deseo inconsciente de nuestros deseos conscientes: cuando un cónyuge tiene miedo de que su pareja enferm@ esté, bien podría ser que -real mente- le preocupe porque no lo está (desearía que se pusiese). ¿Y no podríamos decir lo mismo de los liberales de izquierdas horrorizados por Trump? 'Ils ont peur qu'il ne soit une catastrophe'. Lo que realmente temen es que no sea una catástrofe.
  
Deberíamos liberarnos de este falso pánico, temiendo la victoria de Trump como si fuera el horror máximo por el que nos vimos obligados a apoyar a Hillary a pesar de sus obvias limitaciones. Las elecciones de 2016 representan la derrota final de la democracia liberal, o más concretamente, de lo que podríamos llamar el sueño izquierdo-fukuyamista, y la única forma del derrotarle a Trump y recuperar cuanto vale la pena de la democracia liberal es que un sector rompa con el tronco de dicha democracia liberal; en pocas palabras, pasar el peso de Clinton a Sanders. Las próximas elecciones deberían ser entre Trump y Sanders.

Resulta fácil imaginar algunos puntos del programa de esta nueva izquierda. Trump promete la cancelación de los grandes acuerdos comerciales que apoya Clinton, y la izquierda a ambos alternativa sería un proyecto de nuevos y del todo diferentes acuerdos internacionales. Acuerdos que impondrían el control de los bancos, acuerdos sobre mínimos ecológicos, sobre los derechos de los trabajadores, sanidad, protección de las minorías étnicas y sexuales, etc. La gran lección del capitalismo global es que los estados nacionales no pueden hacer el trabajo por sí solos; sólo una internacional política podría poner freno al capital global.
  
  
Un militante de izquierdas anticomunista me dijo una vez que lo bueno de Stalin era que consiguió asustar a las grandes potencias occidentales, y se podría decir lo mismo de Trump: lo bueno de Trump es que consigue asustar a los liberales. Tras la II Guerra Mundial, las potencias occidentales aprendieron la lección y se concentraron también en sus propias deficiencias, lo que les llevó a desarrollar aquel Estado del Bienestar. ¿Conseguirán nuestros liberales de las izquierdas algo parecido?
  
Por lo tanto, para acabar, volvamos a Marine Le Pen. En cierto momento dio en el blanco: 2017 será el año de la verdad para Europa. Sola, encajonada entre Estados Unidos y Rusia, tendrá que reinventarse o morir. Europa será el gran campo de batalla en 2017, y está en juego el corazón del legado de la emancipación europea."
  
 

5 comentarios:

  1. ¿No es una pasada incluir entre todos aquellos 'Populistas' como Putin, Trump, Churchil, Stalin, Roosevelt y Le Pen a Sanders, Otegui, Homs, Puigdemont o Iglesias? ¡No todo vale!

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  2. No son sino ellos, como puede verse por la hemeroteca reflejada, quienes han decidido resaltar la coincidencia de PODEMOS, BILDU, ERC y PDCAT con FN o UKIP en cuanto al defender asuntos nacional-identitarios: mensajeros que transmiten esas propias informaciones ni quitan ni ponen más nada...

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    En todo caso, muy bueno el ROTO, comentando aquellos "recortes" que no centran agendas de la 'Oposición': "¿lo más importante?, ¡conservar las raíces"!

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  4. EL HUEVO

    Es cierto: Trump produce fastidio y repugnancia y es la bestia física lo que levanta un asco tan humano. Quien habla de “coger a las mujeres por el coño” debería ser arrojado de la vida pública. En España hemos expulsado a tipos que no llegan ni a la suela de su grosería. Asquea el iletrado brutal, el matón que desprecia a los mexicanos porque son bajitos y morenos, que juzga a los afroamericanos como un sudista del siglo XIX. Y a pesar de todo, eso no es lo peor.

    Lo peor es que fue elegido por millones de ciudadanos que dan el mismo asco, aunque además dan pena. Millones de analfabetos culturales y castrados morales. También Hitler tomó el poder gracias a los votos de los demócratas alemanes y ya en el poder acometió la tarea de crucificar todo lo que le había humillado en su juventud: judíos ricos y cultos, gente de talento en partidos, prensa y universidades, jueces con principios éticos, en fin, todos aquellos que no eran como él, un psicópata ineducado, vil, inmensamente resentido. Pero tampoco esto es lo peor.

    Lo peor es que nuestra sociedad es la que ha creado a esa gente vil, resentida y brutal que elige jefes brutales y resentidos, gentes de toda edad y condición que están suplicando que les acaudille un Trump, un Putin, un Chávez, un Castro. Ese es el verdadero huevo de la serpiente. Ahí es donde va a nacer la próxima dictadura, la siguiente guerra. ¿Y cómo la hemos creado? Destruyendo la educación y la ciencia, corrompiendo la Universidad, ennobleciendo a los canallas, calumniando el estudio, el talento, el esfuerzo, la excelencia, usando como único medio de enseñanza esas pantallas cubiertas de grafitos obscenos que dominan a los inmaduros. Ahí está el huevo. ¿Quién lo puede aplastar?

    (Lo dijo Félix de Azúa, el 24.01.17, en El Pais)

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  5. “Hemos tenido que llegar hasta el enfrentarnos con los tradicionales enemigos de la paz social: o sea, monopolios empresariales y financieros más especuladores, banqueros sin escrúpulos, aquellos que promovieron los antagonismos de clase o el secesionismo y quienes se han enriquecido a costa de las guerras. Todos habían llegado a pensar que nuestro gobierno en Estados Unidos no era más que un mero instrumento al servicio de sus propios intereses. Ahora sabemos que un gobierno en manos del capital organizado es igual de peligroso que lo pueden ser otros gobiernos en las manos del crimen organizado….”

    Este discurso ahora sería tildado de ‘populista’, cuando -como nos recuerda J. Laborda- fue de Franklin D. Roosevelt, quien es, fue y será el Presidente más votado en toda la democracia estadounidense: ¡paradojas de la vida...!

    Juan Laborda

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