Hay que tener en cuenta que los disparos de misiles de alcance intermedio y corto de la OTAN por parte de Ucrania “dependen de directivas americanas para su precisión”, como informó The Washington Post en su edición del 9 de febrero de 2023, citando fuentes ucranianas y de Estados Unidos:
“Altos funcionarios ucranianos informaron que las fuerzas armadas ucranianas "casi nunca..." disparan sus armas modernas sin recibir coordenadas de posición concretas de los militares americanos desde sus bases europeas: los altos funcionarios norteamericanos admitieron en condiciones de anonimato que su ayuda en la dirección hacia objetivos ayuda a garantizar la exactitud y la máxima eficacia del gasto en munición”.
Rusia y China han tomado buena nota de la amenaza al más alto nivel. La declaración conjunta ruso-china tras el encuentro de mediados de mayo en Pekín entre Putin y Xi Jinping, condenó «Las acciones de Estados Unidos para desplegar misiles terrestres de alcance intermedio en la región de Asia-Pacífico». «Estados Unidos afirma que continuará con estas prácticas con el objetivo último de establecer despliegues rutinarios de misiles en todo el mundo. Ambas partes condenan enérgicamente estas acciones, que son extremadamente desestabilizadoras para la región y suponen una amenaza directa para la seguridad de China y Rusia, y reforzarán la coordinación y la cooperación para responder a la política hostil y poco constructiva de doble contención de Estados Unidos hacia China y Rusia.»
El ministro de exteriores ruso, Sergei Lavrov observa con preocupación que los misiles de la OTAN en Ucrania, “tendrán la capacidad de apuntar a puestos de mando (rusos) y emplazamientos de despliegue nuclear”. La semana pasada Putin advirtió a los países europeos que “antes de empezar a hablar de golpear en profundidad territorio ruso, tendrían que tener en cuenta que los suyos son países pequeños y densamente poblados”.
Rusia y Bielorrusia han realizado en mayo movimientos con sus armas nucleares tácticas para aumentar la rapidez de su disponibilidad. Si las bombas nucleares de Estados Unidos en Europa (bombas nucleares de aviación almacenadas en hangares) son utilizables en una cuestión de horas, las armas rusas precisaban de semanas para ser transportadas desde su estado (técnicamente descrito en ruso como “en el almacén”) a un estado operativo similar al de la OTAN. Eso ya se ha hecho y forma parte de la respuesta rusa a la escalada de la OTAN. Otros escenarios de respuesta que los expertos manejan en los debates de la televisión rusa, más con preocupación que con jactancia, son un ataque ruso al centro logístico de la OTAN sobre Rzezów, en Polonia, donde se concentran y distribuyen a Ucrania los misiles para atacar a Rusia, o la destrucción de los drones americanos que desde el Mar Negro les guían a esas armas, algo que el General retirado Evgeny Buzhinsky, uno de los principales comentaristas militares rusos, ha mencionado varias veces en la tele como hipótesis en los últimos meses.
“Si Europa se enfrentara a esas consecuencias, ¿qué haría Estados Unidos, teniendo en cuenta nuestra presente paridad estratégica en materia de armamento? ¿Buscan un conflicto global?”, se preguntaba Putin la semana pasada.
Esa pregunta tiene treinta años de historia en Moscú y no ha dejado de estar presente desde que quedara claro el objetivo -ahora abiertamente declarado por Estados Unidos, años atrás solo debatido y objeto de controversia entre expertos rusos– del "derrotar estratégicamente a Rusia"... La actual escalada forma parte del modus operandi gradual de la OTAN desde el fin de la guerra fría, primero su ampliación territorial (1999, 2004), luego el despliegue de misiles en Polonia y Rumanía, la retirada unilateral de acuerdos de desarme (Bush y Trump), el tanteo en Georgia (2008, ahora reeditado con la revuelta contra un gobierno georgiano pro occidental pero reacio a ser utilizado como segundo frente militar contra Rusia), la guerra por delegación en Ucrania (2014) y cuando Rusia reacciona, gran escándalo por tal dizque “agresión no provocada”.
Las responsabilidades de Rusia (y desde luego también de Ucrania) en la génesis y desencadenamiento de la guerra son claras, sin embargo son mucho menores que las de los Estados Unidos y sus vasallos europeos. La opinión pública occidental, que, en general, comprende las criminales responsabilidades de Israel y sus padrinos occidentales en la masacre de civiles en Palestina –unas responsabilidades que hasta su “justicia internacional” considera “plausible genocidio”– aún no entiende quién es el principal responsable de la carnicería de Ucrania. “Al fin y al cabo ha sido Rusia la que ha invadido”, se dice, como pueden decir sobre el ataque de Hamas a Israel del 7 de octubre. La comparación es inválida, porque Rusia, a diferencia de Palestina, es la más fuerte, “no es David, sino Goliath” y los ucranianos tienen derecho a la auto-determinación y a defenderse, se argumenta siempre. Rusia, efectivamente, es más fuerte que Ucrania, pero mucho más débil que las fuerzas sumadas de Estados Unidos y la Unión Europea que animan la guerra contra ella con armas y dinero desde mucho antes de la invasión rusa de febrero de 2022. Respecto a la autodeterminación de los ucranianos, ¿para cuáles de ellos? ¿Los de Crimea y el Donbas, tienen derecho a ella? En cualquier caso, esa autodeterminación ha sido pisoteada por todas las potencias que intervienen en el conflicto y también por el propio gobierno ucraniano… El debate es más complejo de lo que se ofrece al público. Con un debate serio las responsabilidades de la guerra sobre Ucrania serían, seguramente, adjudicadas en un 70% a Occidente con el restante 30% repartido entre la élite rusa y la ucraniana.
“Rusia tiene claramente la sartén por el mango, desarmando metódicamente a Ucrania, destruyendo las más modernas armas occidentales que le suministran y vaciando los arsenales de la OTAN”, dicen. “El triunfalismo occidental se está convirtiendo en pánico, abatimiento, desvaríos y poses. La apuesta de una fácil guerra por poderes contra Rusia se ha perdido”. Y esa realidad incrementa la temeridad. Eso obliga a Moscú a prepararse, económica e industrialmente al escenario de un conflicto aún más directo y largo con la OTAN. Ese conflicto quizás se extienda a otros frentes, fuera de Ucrania y fuera de Europa.