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El profesor está por aquí ahora de visita, para debatir sin miedos, tras haber causado polémica reiterada con sus comentarios respecto a la ruina del Reino de España y consiguientes riesgos. Pero para poner en justa dimensión las capacidades de su augurio prospectivo, conviene remontarse un poco más atrás recuperando un breve suelto que publicábamos hace ya 4 años al respecto de la tan manida Crisis (por entonces negada desde alto vocerío mediático de aquellos mejorpensantes gurús que, sin casi ninguna excepción, aun tildaban como 'derrotistas' e incluso 'antipatriotas' a cuantos desmintieran cualquier 'cuento de la leche'... con tantísima sedicente 'vaca gorda' en paradisíacos bienestares) tras el Euro...
< < Del recién galardonado como Nobel en Economía, Paul Krugman, son bien conocidas hoy sus dos últimas tomas de postura principales, tanto contra los planes –Bush&Paulson, ‘Del dinero a cambio de basuras‘- para rescatar al sistema financiero norteamericano… como aplaudiendo una receta europea de emergencia –‘Gordon lo ha hecho bien’- con la (posteriormente copiada también por Estados Unidos y, en contra de lo que sostenía nuestro Gobierno inmediatamente antes, de igual modo ya para este Reino de España…) nacionalización parcial bancaria.
No obstante, resultaría de la mayor actualidad rescatar además algunas otras citas literales de cuanto nos había dejado tan bien escrito –¡10 años atrás!- con muy premonitoria obra, en su día inspiradora cuando en 2000 anduvimos preparando los Manifiestos fundacionales ante la naciente plataforma de ATTAC-Madrid [*].‘The return of Depression economics’, New York /London, 1999 [**]:
“…El tema de este libro es tan nuevo –la fase más ‘caliente’ de crisis tan sólo empezó con una devaluación del ‘baht’ de Thailandia en julio de 1997- que incluso tal fenómeno todavía no ha adquirido ningún nombre generalmente aceptado. En las primeras fases fue sugerida toda una variedad de metáforas tomadas del mundo de las enfermedades: la ‘gripe asiática’, el ‘contagio asiático’, el ‘bahtulismo’ (mi propia contribución)… pero se ha visto cada vez con más claridad que aunque su daño se haya concentrado en Asia (hasta ahora), no era simplemente ninguna historia de allá: si algo como ello pudo suceder en los países que el Banco Mundial describía en 1993 aún como dechados de ‘ortodoxias pragmáticas’, los cuales habían tenido ‘un éxito notable en la creación y mantenimiento de su estabilidad macroeconómica’, ¿quién sabe cuál pueda ser el próximo país...?
A veces se ha hecho referencia a esto como una ‘crisis del mercado emergente’; pero Japón, cuyo tamaño representa el doble del conjunto de la economía en los demás países afectados, hace mucho que ya ‘emergió’. Un libro publicado por George Soros el pasado otoño (y editado en el Reino Unido como ‘The Crisis of Global Capitalism’) se titula ‘The World Financial Crisis’; pero sus acontecimientos han ido mucho más allá del ‘mercado financiero’ e incluso, cuando éste recupere la calma, los efectos reales de la crisis –el daño al crecimiento, a los empleos y a su nivel de vida- persistirán. Es por ello por lo que propongo otro nombre: la Gran Recesión […]
En los últimos años las economías de 7 países que concentran una cuarta parte de la producción mundial han experimentado recesiones económicas que tienen una misteriosa semejanza con la Gran Depresión de los años treinta. Igual que entonces, la crisis ha surgido de súbito en medio de un cielo despejado, mientras la mayoría de los entendidos seguían prediciéndonos un auge continuado, incluso cuando la recesión tomó fuerza. Como entonces, los remedios económicos convencionales han demostrado ser ineficaces, y perjudiciales tal vez. El hecho mismo de que algo semejante pueda ocurrir en nuestros días debería causarle hoy escalofríos a cualquiera que tenga sentido de la historia […]
“…El tema de este libro es tan nuevo –la fase más ‘caliente’ de crisis tan sólo empezó con una devaluación del ‘baht’ de Thailandia en julio de 1997- que incluso tal fenómeno todavía no ha adquirido ningún nombre generalmente aceptado. En las primeras fases fue sugerida toda una variedad de metáforas tomadas del mundo de las enfermedades: la ‘gripe asiática’, el ‘contagio asiático’, el ‘bahtulismo’ (mi propia contribución)… pero se ha visto cada vez con más claridad que aunque su daño se haya concentrado en Asia (hasta ahora), no era simplemente ninguna historia de allá: si algo como ello pudo suceder en los países que el Banco Mundial describía en 1993 aún como dechados de ‘ortodoxias pragmáticas’, los cuales habían tenido ‘un éxito notable en la creación y mantenimiento de su estabilidad macroeconómica’, ¿quién sabe cuál pueda ser el próximo país...?
A veces se ha hecho referencia a esto como una ‘crisis del mercado emergente’; pero Japón, cuyo tamaño representa el doble del conjunto de la economía en los demás países afectados, hace mucho que ya ‘emergió’. Un libro publicado por George Soros el pasado otoño (y editado en el Reino Unido como ‘The Crisis of Global Capitalism’) se titula ‘The World Financial Crisis’; pero sus acontecimientos han ido mucho más allá del ‘mercado financiero’ e incluso, cuando éste recupere la calma, los efectos reales de la crisis –el daño al crecimiento, a los empleos y a su nivel de vida- persistirán. Es por ello por lo que propongo otro nombre: la Gran Recesión […]
En los últimos años las economías de 7 países que concentran una cuarta parte de la producción mundial han experimentado recesiones económicas que tienen una misteriosa semejanza con la Gran Depresión de los años treinta. Igual que entonces, la crisis ha surgido de súbito en medio de un cielo despejado, mientras la mayoría de los entendidos seguían prediciéndonos un auge continuado, incluso cuando la recesión tomó fuerza. Como entonces, los remedios económicos convencionales han demostrado ser ineficaces, y perjudiciales tal vez. El hecho mismo de que algo semejante pueda ocurrir en nuestros días debería causarle hoy escalofríos a cualquiera que tenga sentido de la historia […]
La pregunta es, por lo tanto, si Europa y Estados Unidos pueden encontrarse en semejantes apuros; los países del Primer Mundo, ¿somos vulnerables? Y la respuesta es que, si le pudo pasar a Japón, nos puede pasar a nosotros (la economía estadounidense, de hecho, se acercó peligrosamente a una catástrofe ya en el otoño de 1998)… Es fácil contar historias sobre cómo todos nosotros podremos convertirnos en japoneses. El crecimiento de Europa se ralentiza y está muy cerca de una deflación real: ¿qué sucederá si el BCE espera... hasta que esa deflación se haya integrado en la inflación, antes de reducir sus tipos de interés? La Bolsa en Estados Unidos ha subido a unos niveles que parecen ya muy difíciles de justificar; ¿podría otro ‘crash’ deprimir tanto la demanda de los consumidores como para que ni el FED pueda compensar sus efectos? […]
Aunque la depresión en sentido propio no haya vuelto, una economía de la depresión –los tipos de problemas que caracterizaron buena parte de la economía mundial en los años 30, pero que no se habían vuelto a ver desde aquel entonces- se ha reinstalado de una forma pasmosa. Hace solo 5 años era muy difícil que alguien pensara que los países modernos se verían obligados a soportar recesiones apabullantes por temor a especuladores monetarios; que un gran país avanzado podría verse con persistencia incapaz de generar gasto suficiente para mantener los empleos de sus trabajadores y fábricas; o que incluso la misma Reserva Federal de los estados Unidos en américa se preocuparía por su capacidad para contener un pánico del mercado financiero. La economía mundial se ha convertido en un lugar mucho más peligroso de lo que imaginábamos […]
¿Qué quiere decir que la Economía de la depresión ha vuelto? Esencialmente significa que, por primera vez en 2 generaciones, los fallos de la economía por el lado de su demanda –gastos privados con insuficiencia para utilizar toda la capacidad productiva disponible- se han convertido en una limitación, clara y actual, de la prosperidad para grandes partes del mundo… Nosotros –y me refiero a los economistas mas también a responsables de la política o al público en general- no estábamos preparados para esto […]
Aunque la depresión en sentido propio no haya vuelto, una economía de la depresión –los tipos de problemas que caracterizaron buena parte de la economía mundial en los años 30, pero que no se habían vuelto a ver desde aquel entonces- se ha reinstalado de una forma pasmosa. Hace solo 5 años era muy difícil que alguien pensara que los países modernos se verían obligados a soportar recesiones apabullantes por temor a especuladores monetarios; que un gran país avanzado podría verse con persistencia incapaz de generar gasto suficiente para mantener los empleos de sus trabajadores y fábricas; o que incluso la misma Reserva Federal de los estados Unidos en américa se preocuparía por su capacidad para contener un pánico del mercado financiero. La economía mundial se ha convertido en un lugar mucho más peligroso de lo que imaginábamos […]
¿Qué quiere decir que la Economía de la depresión ha vuelto? Esencialmente significa que, por primera vez en 2 generaciones, los fallos de la economía por el lado de su demanda –gastos privados con insuficiencia para utilizar toda la capacidad productiva disponible- se han convertido en una limitación, clara y actual, de la prosperidad para grandes partes del mundo… Nosotros –y me refiero a los economistas mas también a responsables de la política o al público en general- no estábamos preparados para esto […]
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¿QUE ES LO QUE HOY ESTÁ EN JUEGO?
¿QUE ES LO QUE HOY ESTÁ EN JUEGO?
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El riesgo más inmediato sobre vuelta de una economía de la depresión es hoy, por supuesto, la posibilidad de que aun siga el malestar propagándose: que Argentina, o Sudáfrica, o Turquía, o (¡Dios nos ayude!) China se añadan a la lista de bajas; que la deflación en Europa u otro ‘Crash’ bursátil en Estados Unidos generen condiciones al estilo japonés para todo el mundo desarrollado […]
Incluso ahora, hay todavía muchas lumbreras que no aceptan esta idea de que la reciente serie de crisis económicas pone de manifiesto un verdadero 'problema del sistema'. En lugar de ello, señalan la debilidad de cada uno de esos países y errores en las políticas de sus líderes. Los bancos de Japón eran demasiado imprudentes, los gobernantes de Indonesia demasiado corruptos, los déficits presupuestarios de Brasil demasiado grandes. Sigan las políticas correctas, que harán la cosa bien... Y sin ninguna duda, todo país que ha padecido los problemas de la economía de la depresión, aunque fuese ampliamente elogiado por las políticas que aplicaba antes de que las cosas fueran mal (y muchos de estos países lo fueron), ha resultado tener, después de un análisis más riguroso, graves defectos. Pero uno tiene que tener siempre cuidado con el tipo de intervenciones que lleve a cabo.
Imaginemos algún tramo de autopista que recientemente ha sido escenario de cierto número anormal de accidentes. En casi todos los casos se encontrará un factor casual: el conductor había bebido en demasía, sus neumáticos estaban ya desgastados, reaccionó mal ante un deslizamiento, etc. Sin embargo, aunque excepcionalmente haya malos conductores, ello no absuelve a la carretera: es menos probable que los mejores tengan accidentes en cualquiera, pero las buenas carreteras no exigen ninguna perfección a sus usarios. Y, de modo semejante, un buen sistema económico no tiene por qué exigir políticas 'perfectas' de su gente tampoco […]
Digámoslo así: si Estados Unidos (que con mucho ha sido despreocupadamente próspero casi tanto como Asia y Latinoamérica son castigadas) tuviera que ir también a menos, podemos estar completamente seguros de que después de producirse tal hecho las lumbreras explicarán con todo lujo de detalles la causa de que hayamos merecido nuestro destino. Por supuesto, todos aquellos ‘hedge funds’ sin regular, entradas de pequeños inversionistas mal informados en una especulación de alto riesgo, el exceso de disponibilidad del crédito al consumo y la tasa de ahorro nula resultante nos estaban anunciando los desastres que cabía esperar.
Lo que es particularmente penoso en las crisis económicas de los 2 últimos años es que en general los países atrapados en ellas estaban siguiendo, según toda la información, mejores políticas de las que habían seguido en el pasado. Como dijo un abatido brasileño: ‘No hemos tenido nunca un Gobierno tan responsable, el entorno no fue nunca mejor para los negocios; ¿por qué nos pasa esto?’. Y eso era antes de la catástrofe de enero […]
Pero la teoría está completamente equivocada. Hubo excesos; muchas inversiones tendrán que perderse, aunque las economías se recuperen. Sin embargo, no existirá ninguna buena razón por la que dichas inversiones equivocadas del pasado tengan que dejar a trabajadores perfectamente buenos en el paro, y a fábricas perfectamente útiles en la ociosidad. Si la Bolsa de los Estados Unidos se derrumba mañana, nadie esperaría que Alan Greenspan protegiese a los accionistas frente a sus pérdidas; pero podríamos y deberíamos acusarle de negligencia si no hace todo lo posible para evitar que aquellas pérdidas de valores ocasionen un desempleo masivo […] Hasta que Brasil explotó, por entonces, los funcionarios de Washington y en otras partes comenzaban a manifestar una peculiar satisfacción. Corea parecía haber superado lo peor; Japón mostraba signos de cierto crecimiento; veamos, sus políticas estaban funcionando. Eso era como decir que el programa de seguridad en las autopistas funciona porque la mayoría de las víctimas en accidentes sobreviven e incluso logran caminar de nuevo. Nos queda largo trecho por delante para que podamos afirmar que hemos terminado con un resurgimiento de la economía de la depresión..
El riesgo más inmediato sobre vuelta de una economía de la depresión es hoy, por supuesto, la posibilidad de que aun siga el malestar propagándose: que Argentina, o Sudáfrica, o Turquía, o (¡Dios nos ayude!) China se añadan a la lista de bajas; que la deflación en Europa u otro ‘Crash’ bursátil en Estados Unidos generen condiciones al estilo japonés para todo el mundo desarrollado […]
Incluso ahora, hay todavía muchas lumbreras que no aceptan esta idea de que la reciente serie de crisis económicas pone de manifiesto un verdadero 'problema del sistema'. En lugar de ello, señalan la debilidad de cada uno de esos países y errores en las políticas de sus líderes. Los bancos de Japón eran demasiado imprudentes, los gobernantes de Indonesia demasiado corruptos, los déficits presupuestarios de Brasil demasiado grandes. Sigan las políticas correctas, que harán la cosa bien... Y sin ninguna duda, todo país que ha padecido los problemas de la economía de la depresión, aunque fuese ampliamente elogiado por las políticas que aplicaba antes de que las cosas fueran mal (y muchos de estos países lo fueron), ha resultado tener, después de un análisis más riguroso, graves defectos. Pero uno tiene que tener siempre cuidado con el tipo de intervenciones que lleve a cabo.
Imaginemos algún tramo de autopista que recientemente ha sido escenario de cierto número anormal de accidentes. En casi todos los casos se encontrará un factor casual: el conductor había bebido en demasía, sus neumáticos estaban ya desgastados, reaccionó mal ante un deslizamiento, etc. Sin embargo, aunque excepcionalmente haya malos conductores, ello no absuelve a la carretera: es menos probable que los mejores tengan accidentes en cualquiera, pero las buenas carreteras no exigen ninguna perfección a sus usarios. Y, de modo semejante, un buen sistema económico no tiene por qué exigir políticas 'perfectas' de su gente tampoco […]
Digámoslo así: si Estados Unidos (que con mucho ha sido despreocupadamente próspero casi tanto como Asia y Latinoamérica son castigadas) tuviera que ir también a menos, podemos estar completamente seguros de que después de producirse tal hecho las lumbreras explicarán con todo lujo de detalles la causa de que hayamos merecido nuestro destino. Por supuesto, todos aquellos ‘hedge funds’ sin regular, entradas de pequeños inversionistas mal informados en una especulación de alto riesgo, el exceso de disponibilidad del crédito al consumo y la tasa de ahorro nula resultante nos estaban anunciando los desastres que cabía esperar.
Lo que es particularmente penoso en las crisis económicas de los 2 últimos años es que en general los países atrapados en ellas estaban siguiendo, según toda la información, mejores políticas de las que habían seguido en el pasado. Como dijo un abatido brasileño: ‘No hemos tenido nunca un Gobierno tan responsable, el entorno no fue nunca mejor para los negocios; ¿por qué nos pasa esto?’. Y eso era antes de la catástrofe de enero […]
Pero la teoría está completamente equivocada. Hubo excesos; muchas inversiones tendrán que perderse, aunque las economías se recuperen. Sin embargo, no existirá ninguna buena razón por la que dichas inversiones equivocadas del pasado tengan que dejar a trabajadores perfectamente buenos en el paro, y a fábricas perfectamente útiles en la ociosidad. Si la Bolsa de los Estados Unidos se derrumba mañana, nadie esperaría que Alan Greenspan protegiese a los accionistas frente a sus pérdidas; pero podríamos y deberíamos acusarle de negligencia si no hace todo lo posible para evitar que aquellas pérdidas de valores ocasionen un desempleo masivo […] Hasta que Brasil explotó, por entonces, los funcionarios de Washington y en otras partes comenzaban a manifestar una peculiar satisfacción. Corea parecía haber superado lo peor; Japón mostraba signos de cierto crecimiento; veamos, sus políticas estaban funcionando. Eso era como decir que el programa de seguridad en las autopistas funciona porque la mayoría de las víctimas en accidentes sobreviven e incluso logran caminar de nuevo. Nos queda largo trecho por delante para que podamos afirmar que hemos terminado con un resurgimiento de la economía de la depresión..
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¿QUÉ SERÁ LO QUE DEBEMOS HACER DE MODO DIFERENTE?
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Estados Unidos y Europa no se encuentran aún atrapados, por lo general, en ninguna falta de liquidez, de manera que su preocupación debe ser cómo evitar caer en una. La medida de precaución más evidente consiste en asegurarse de que la inflación no sea demasiado baja cuando los tiempos vengan buenos […] Según ese criterio, quiero esperar que cuando salga este libro el Banco Central Europeo hubiere actuado enérgicamente para reducir los tipos y estimular un crecimiento; si no lo hace, la ‘trampa de la liquidez’ podría estar reclamándose otras víctimas.
¿QUÉ SERÁ LO QUE DEBEMOS HACER DE MODO DIFERENTE?
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Estados Unidos y Europa no se encuentran aún atrapados, por lo general, en ninguna falta de liquidez, de manera que su preocupación debe ser cómo evitar caer en una. La medida de precaución más evidente consiste en asegurarse de que la inflación no sea demasiado baja cuando los tiempos vengan buenos […] Según ese criterio, quiero esperar que cuando salga este libro el Banco Central Europeo hubiere actuado enérgicamente para reducir los tipos y estimular un crecimiento; si no lo hace, la ‘trampa de la liquidez’ podría estar reclamándose otras víctimas.
A largo plazo sería una buena idea intentar reducir alguna de las vulnerabilidades ya puestas de manifiesto por los recientes acontecimientos del mercado. El susto de los ‘hedge funds’ nos reveló que los mercados financieros modernos, creando muchas instituciones que desarrollan funciones semejantes a las de los bancos pero sin sacar en cambio ningún provecho por redes de seguridad del tipo bancario, han redescubierto en efecto una posibilidad actual de pánicos financieros tradicionales. Intentemos descifrar ‘quién debe a quién’, y construir algunos ‘nuevos cortafuegos’ antes de que la crisis ataque de nuevo […]
No me gusta la idea de que los países tengan que interferir en sus mercados, que tengan que limitar un libre mercado para salvarlo. Pero es difícil ver que cualquiera que haya estado atento pueda insistir todavía con que no es preciso hacer nada por el estilo; o sobre que los mercados financieros siempre recompensarán la virtud y sólo castigarán el vicio… Pocos días antes de escribir esto, un desesperado presidente Cardoso rechazaba la idea de ‘controles al capital’, insistiendo en que imponerlos sería renunciar a las esperanzas del Brasil para convertirse en un país de ‘primera clase’. Esta afirmación llegó cuando ya los periódicos financieros estaban especulando con que se podría no pagar su deuda, incluso declarándose un día festivo en la Banca, y cuando los pronosticadores se estaban planteando aumentar sus estimaciones para la caída esperada del PIB nacional […]
Sin embargo, aún más importante que el orgullo como obstáculo para una acción prudente es el prejuicio: me refiero a la adhesión por demasiadas personas influyentes a ciertas ‘opiniones ortodoxas sobre política económica’ que ya no son relevantes en nuestro cambiante mundo […] Y eso nos lleva al sentido más profundo que subyace en la vuelta a economías de la depresión: se supone que la expresión económica genuina es ‘no hay nada, de comida, gratis’; ella nos dice que los recursos son limitados, que para tener más de una cosa usted tiene que aceptar menos de otra y que no hay ganancia sin dolor.
No obstante, una economía de la depresión es el estudio de situaciones en las que ‘sí hay, alguna, comida gratis’, sólo si podemos resolver cómo echarle mano, porque hay recursos ociosos que podrían ponerse a trabajar. En 1930, John Maynard Keynes escribió: ‘nos hemos metido en un desorden colosal, cometiendo errores garrafales al control de una máquina delicada, cuyo funcionamiento no entendemos’. La verdadera escasez en su mundo –¡y la nuestra!- no era, por tanto, de recursos; ni siquiera de virtud, sino ... de inteligencia.
En definitiva, no llegaremos a la comprensión de lo que necesitamos a menos que estemos dispuestos a pensar con claridad sobre nuestros problemas y seguir esos pensamientos hasta dondequiera que nos lleven… Algunas personas dicen que los problemas de Japón, del Asia emergente, de Brasil, son estructurales, y que no existe ningún remedio rápido; pero creo que los únicos obstáculos estructurales importantes para la prosperidad del mundo son aquellas doctrinas obsoletas de las que están atiborradas las mentes de los hombres.”
No obstante, una economía de la depresión es el estudio de situaciones en las que ‘sí hay, alguna, comida gratis’, sólo si podemos resolver cómo echarle mano, porque hay recursos ociosos que podrían ponerse a trabajar. En 1930, John Maynard Keynes escribió: ‘nos hemos metido en un desorden colosal, cometiendo errores garrafales al control de una máquina delicada, cuyo funcionamiento no entendemos’. La verdadera escasez en su mundo –¡y la nuestra!- no era, por tanto, de recursos; ni siquiera de virtud, sino ... de inteligencia.
En definitiva, no llegaremos a la comprensión de lo que necesitamos a menos que estemos dispuestos a pensar con claridad sobre nuestros problemas y seguir esos pensamientos hasta dondequiera que nos lleven… Algunas personas dicen que los problemas de Japón, del Asia emergente, de Brasil, son estructurales, y que no existe ningún remedio rápido; pero creo que los únicos obstáculos estructurales importantes para la prosperidad del mundo son aquellas doctrinas obsoletas de las que están atiborradas las mentes de los hombres.”
* [ ver más en www.attacmadrid.org/d/1/dossiert.pdf y www.attacmadrid.org/informacion.php ]
** [ trad: ‘El retorno a la Economía de la Depresión’, Ed. Crítica, Barcelona, 2000 ]
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¡Salud! > >
[ sobre ‘Krugman, último Nobel: de La Gran Depresión…’ ( transcrito en el Obse.RB.A/M ), PGP-16.10.2008 ]
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