sábado, 27 de abril de 2024

Alguna vez habrá que reconsiderar lo de aquel acuerdo Ucrania-Rusia que casi pudo firmarse

  
Por mucho que aún a la desesperada tanta inútil sangría bélica se prolongue, nunca terminará con esa "victoria total" que siempre prometen ambos bandos... Pese a tanta propaganda sin sentido por cualquier otro enésimo paquete de ayudas armamentísticas recientes como se continúe insistiendo todavía en dilapidar, una "Guerra -continuadora de la política por otros medios-..." jamás podrá tener ninguna función distinta que preparar los escenarios del "subsiguiente Día después", para el cual es imperioso ir preparando con tiempo adecuados planes realistas; y además eso ya era lo que tuvieron muy claro desde un principio en Ucrania los dos más directos contendientes [pueden verse detalles -adjuntos en el Anexo 2º final...- sobre un borrador de Tratado de Paz que se había llegado a negociar, conjuntamente con Rusia, para firmarse Alto al Fuego hace ya 25 meses]...

Sin embargo, el conflicto de Ucrania tiene todo el aspecto de convertirse en un colosal error estratégico de EEUU. Occidente no sólo perderá la guerra... sino los restos de autoridad moral de que gozaba, y si en pleno pánico la OTAN crea una escalada de última hora para intentar camuflar su derrota, no sólo el mundo no volverá a ser el mismo, sino que, además, entrará en otra gran Guerra: o sea, que así la Tierra se ha vuelto un lugar más peligroso...

Nos lo sintetizaba con claridad una sencilla recapitulación sobre la situación actual a que se ha terminado llegando: "ésta nunca fue una guerra entre Ucrania y Rusia, sino un conflicto entre EEUU y Rusia sobre ucraniano suelo, en el que los norteamericanos ponían dinero y Ucrania más muertos que sus enemigos. Europa, mientras, se convertía en la víctima colateral económica por el servilismo de la UE hacia los intereses yanquis.

En el mismo sentido, las razones reales de la guerra nunca tuvieron nada que ver con una utópica defensa del débil o de los ideales de libertad y democracia (¿en Ucrania?), sino con el bastardo interés geopolítico norteamericano de erosionar a Rusia. No lo digo yo, sino varios senadores norteamericanos que lo reconocieron hace unos meses [1] al afirmar sin empacho que la ayuda militar a Ucrania había sido «la mejor inversión para la seguridad de EEUU de la historia» [2], pues habiendo invertido «sólo un 3% del presupuesto militar anual hemos conseguido degradar el ejército ruso en un 50% sin perder una sola vida americana [3]...». 

Aun errando en los números (a fin de cuentas sólo son políticos), las escandalosas declaraciones de estos senadores ponen de manifiesto que Occidente no sólo ha perdido el juicio, sino también el alma: para el gobierno norteamericano sólo tienen valor las vidas americanas (o peor aún, el impacto electoral de la pérdida de vidas americanas), pero los cientos de miles de vidas ucranianas perdidas para lograr nada son «una buena inversión», unos meros peones sacrificados en el tablero de ajedrez con la esperanza de debilitar temporalmente al adversario. ¿Estos son los valores que Occidente afirma defender?
 
Una guerra provocada y alargada por EEUU y sus socios

Contra toda evidencia, la consigna occidental insistía en calificar como «no provocada» la invasión rusa. En realidad, EEUU había estado provocando a Rusia con sucesivas anexiones de la OTAN y, en especial, con la iniciativa de incorporar a Georgia y Ucrania, aprobada en la Cumbre de la OTAN de Bucarest en 2008 a pesar de que el propio embajador de EEUU en Moscú, William Burns (hoy director de la CIA) había hecho saber que la incorporación de Ucrania era «la más roja de las líneas rojas» no sólo para Putin, sino para toda la clase dirigente rusa: «Durante más de  dos años de conversaciones con las principales figuras políticas rusas, desde los mayores defensores de una línea dura en el Kremlin hasta los más acerbos críticos de Putin, no he encontrado a nadie que no considerara la pertenencia de Ucrania a la OTAN como un desafío directo a los intereses de Rusia» [4].

6 años después, en 2014, EEUU apoyó un golpe de Estado contra el presidente ucraniano democráticamente elegido y, tras colocar a un gobierno afín, animó a Ucrania a no respetar los Acuerdos de Minsk, acuerdos que, para más inri, la excanciller Merkel sugeriría años más tarde que no fueron más que un engaño a Rusia «para ganar tiempo» y rearmar a Ucrania [5].

Desde este golpe de Estado del 2014, la OTAN había estado entrenando y armando al ejército ucraniano (un país no miembro), que amenazaba cronificar el conflicto civil en el Este del país (que hasta enero de 2022 había provocado 14.000 muertos [6] y ni un solo titular en Occidente) y recuperar Crimea, sede de la única base naval en mares cálidos de Rusia. A ojos rusos, por tanto, la invasión se consideró un ataque preventivo ante una amenaza existencial para disuadir a los ucranianos de buscar la confrontación, garantizar su neutralidad y asegurar la implementación de los Acuerdos de Minsk. 
  
 
Rusia preveía un conflicto de pocos días o semanas (como el de Georgia en 2008), seguido de una rápida negociación y de otro Acuerdo como el que estuvieron a punto de suscribir en Turquía en abril del 2022, cuando todavía apenas había bajas por ambos bandos. Sin embargo, cuando Ucrania estaba a punto de firmar dicho Acuerdo, EEUU y Reino Unido decidieron torpedearlo para desgastar a Rusia, como confirmaron sucesivamente el ex primer ministro israelí [7] y el ministro de Exteriores turco (las negociaciones se habían llevado a cabo en Turquía). Con toda razón, el general alemán retirado Harald Kujat, antiguo jefe de Estado Mayor del Ejército alemán y expresidente del Comité Militar de la OTAN (CMC), ha sido rotundo al afirmar que «todos los muertos ucranianos y rusos desde el 9 de abril de 2022 se deben a que [Occidente] impidió a Ucrania firmar el Tratado de paz con Rusia [8]...». No lo olviden.
 
Los dos pilares de la propaganda occidental

El relato falaz sobre la guerra de Ucrania se ha apoyado en dos pilares. El primero es la penosa imagen que en Occidente tenemos de Putin, imagen que nunca tuvimos de ningún líder soviético. ¿Y por qué precisamente de Putin, entre tantos otros yonquis del poder psicopáticos como pululan por ahí, de Oriente a Occidente? La respuesta estriba en que, más allá del escalofrío que provoca el personaje, estamos ante una exitosa campaña de demonización de la propaganda anglosajona, que ha logrado hacer olvidar, por ejemplo, la presencia de Rusia en el G-8, las amigables risas entre Putin y Obama en el G-20 del 2012 [9], o la forma en que Bill Clinton describía al autócrata ruso en 2013 como una persona «muy inteligente» y un socio fiable. En efecto, preguntado por el entrevistador si se podía confiar en él a puerta cerrada, Clinton respondía: «Cumplió con su palabra en todos los acuerdos a los que llegamos» [10]. Por cierto, Clinton se refería al mandatario ruso educadamente como «Mr. Putin»... mientras hoy Biden le llama «loco hijo de puta...» [11], un gran avance de la civilización.

El segundo pilar sobre el que se ha apoyado la propaganda occidental es el desconocimiento de la realidad rusa. Para Occidente, Rusia siempre ha sido un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma, como decía Churchill, y un ejemplo de ello es la reacción a las recientes elecciones en las que Putin habría sido reelegido por un supuesto 87% de los votos, inmediatamente tildadas de fraudulentas por Occidente.

Naturalmente, tal fraude electoral es algo común en regímenes seudodemocráticos en la forma, pero autocráticos en el fondo, como es el caso de Rusia. Sin embargo, la pregunta es otra: ¿necesita realmente Putin cometer fraude para ganar las elecciones? Aquí nos enfrentamos a un dato incómodo, esto es, que Putin ha sido siempre muy popular en su país. Algunas de las causas de esta popularidad son espurias, como el férreo control que el gobierno ruso ejerce sobre los medios de comunicación, el culto a la personalidad sobre la figura del presidente o la inexistencia (o supresión) de personalidades opositoras relevantes. Pero además de estas desvirtuaciones propias de un régimen represivo, existen otras causas objetivas que también justificarían la popularidad de Putin en circunstancias más normales, y resulta crucial entenderlas sin que las emociones (manipuladas) nos nublen el entendimiento [ver Anexo 1º, más adelante]...
 
La derrota estratégica de la OTAN

En anteriores análisis bien fundamentados ya se había diseccionado la situación bélica en el frente y una más que verosímil derrota de Ucrania, desde febrero de 2023 tildada como «inevitable» [12] en contra de la opinión general. Ahora procede analizar las profundas consecuencias estratégicas que, según lo visto ya hoy, tendrá esta guerra para detrimento de Occidente.

La decisión de la OTAN de apoyar masivamente el esfuerzo ucraniano siempre tuvo como objetivo crear una herida a Rusia por la que sangrara durante un tiempo, pero era éste un objetivo táctico y cortoplacista. También se creyó que el conflicto socavaría el apoyo popular a Putin e incluso llegó a soñar con un cambio de régimen, una especialidad de la política exterior norteamericana. Asimismo, se creyó que las sanciones adoptadas bajo la coartada de la guerra causarían una debacle en Rusia.

Sin embargo, todo este voluntarismo sólo ponía de manifiesto, una vez más, que en EEUU faltan verdaderos estrategas y sobran aprendices de brujo. Que un país tan rico y enriquecedor (cuya Constitución creó aquel primer experimento de libertad ilustrada en la Historia) tenga gobiernos que adolezcan de una genética dificultad para comprender (y respetar) el mundo como funciona más allá de sus fronteras siempre sorprenderá. Desde luego, las arrogancias no ayudan, y cuando a ello se suma la ignorancia su resultado es el desastre.

Así, ninguno de los objetivos de EEUU se ha cumplido. En primer lugar, el apoyo popular a Putin se ha robustecido y no se vislumbra cambio de régimen alguno. Es más: puede que el cambio de régimen llegue antes a EEUU (con Trump) que a Rusia.
 
  
En segundo lugar, las sanciones de USA (United Sanctions of America) no han quebrado la economía rusa sino la europea, con la complicidad de la inepta burocracia de la UE. El coste de la energía para uso doméstico e industrial se ha multiplicado y las empresas europeas se han visto obligadas a vender sus activos en Rusia a precios de saldo asumiendo enormes pérdidas. Tras un período de adaptación, Rusia y sus recursos naturales acabarán en manos de Oriente.

Además, el carácter abusivo e ilegal de algunas de estas sanciones como la congelación de las reservas exteriores rusas, no ha dañado de forma significativa a Rusia a corto plazo; pero ha provocado sin embargo la irritación y hartazgo del resto del mundo que, una vez más, ve cómo el orden mundial anglosajón se basa en unas reglas que sólo se aplican para los demás: «Las reglas son para ti, no para mí». Sin duda, quebrar los principios más básicos de la confianza recíproca entre países tendrá consecuencias a largo plazo en detrimento del dólar, moneda del país deudor por excelencia y cuya naturaleza de reserva mundial tiene sus días contados (pregúntenle al BRICS). Probablemente, éste sea el mayor error auto-infligido de EEUU en toda su historia: Oriente (o sea, el 83% del planeta que no es Occidente) se ha dado cuenta de que el gigante norteamericano se apoya en unos pies de barro, esto es, en el dólar; y le ha declarado la guerra. La duración de la misma es incierta; el resultado, no.

En cuarto lugar, la masiva implicación de la OTAN y su triunfalista campaña de propaganda, prematura e imprudente, ha creado a la postre una imagen de impotencia de la propia organización "atlántica" [y, por tal, EEUU]. De hecho, la rapidez de adaptación del ejército ruso tras sus reveses iniciales, su paradigmático éxito en defensa estática y dos años de durísimo conflicto contra un durísimo enemigo le han convertido en el ejército más entrenado del mundo. A pesar del alto precio que ha pagado, lejos de quedar acomplejado (como les ocurrió con su retirada de Afganistán en 1989), la guerra de Ucrania le ha hecho ganar confianza y probablemente sea hoy un rival más temible que hace 2 años.

Un mundo más peligroso

El hecho de que la OTAN haya estado ayudando a Ucrania de forma tan explícita y alborozada proveyendo armas ofensivas y datos de inteligencia que han causado la muerte de decenas de miles de soldados rusos tendrá dos graves consecuencias. La primera será estar debilitando el principio de disuasión nuclear, elemento imprescindible para la seguridad mundial. En efecto, la OTAN ha jugado con fuego con una potencia nuclear con la certeza de que, al estar dirigida por un actor racional, éste no iba a apretar el botón. Como consecuencia de ello, los países cuya seguridad más dependa de la disuasión nuclear (como es el caso de Israel) se verán expuestos a mayores amenazas por parte de sus adversarios.

La segunda consecuencia, más tangible, será que EEUU y la OTAN no podrán participar en ninguna misión en el extranjero sin temer que su adversario vaya a ser abiertamente armado por Rusia con armamento moderno y provisto de datos de inteligencia que provoquen la muerte de soldados occidentales. Rusia no olvidará, como sólo saben hacerlo en Oriente, y la venganza suele ser un plato que se sirve frío...
 
ANEXO 1º: El misterio de la popularidad de Putin

Según la única empresa demoscópica rusa independiente, respetada en Occidente y de cuyos datos se nutre Statista [13], los más recientes sondeos antes de las elecciones presidenciales mostraban un último porcentaje de aprobación a Putin del 86%, no muy distinto del supuestamente obtenido en las elecciones [14]. Es más: en los últimos 20 años, Putin habría mantenido un apoyo que ha oscilado entre el 58% y el 88%. De ser ciertos estos datos, ¿cómo es posible? Para tratar de comprenderlo tenemos que hacer un breve repaso histórico.

En los años posteriores a la caída de la siniestra tiranía soviética, Rusia sufrió una crisis de identidad sólo comparable a la pérdida de los imperios europeos (por ejemplo, España en 1898, Austria en 1918 o Inglaterra tras la II Guerra Mundial). Fue la URSS desmembrada, su peso geopolítico se convirtió en una sombra de lo que había sido y el país bailaba al son que marcaba su antigua némesis, EEUU, vencedor claro de la Guerra Fría y única superpotencia en aquel momento. Para más inri, Rusia sufrió una humillante derrota en la Primera Guerra de Chechenia (1994-96).

Al orgullo nacional herido ―algo que un eslavo se toma en serio, como también han demostrado los ucranianos con su coraje― se sumó una crisis económica sin precedentes y una corrupción galopante. El PIB ruso cayó 50% en sólo 8 años hasta la tormenta perfecta de 1998, cuando el rublo sufrió una brusca devaluación, el país suspendió pagos y la inflación alcanzó el 84%. Esta hecatombe se debió en parte a la podredumbre del sistema comunista y en parte a la incompetencia de Boris Yeltsin, cuyas debilidades personales le convertían en un líder errático y maleable, idóneo para los intereses geopolíticos norteamericanos, pero desastroso para su pueblo. Bajo su mandato la corrupción alcanzó cotas grotescas con oligarcas que se apropiaron a precios de saldo de las principales empresas públicas soviéticas.
 
 
Con la llegada de Putin al poder en 2000 cambiaron las cosas: puso orden en la anarquía reinante, reforzó el imperio de la ley (que en Rusia siempre se aplica de forma selectiva) y acotó los abusos de los oligarcas. Desde luego, la corrupción continuó siendo un problema endémico, pero ésta se convirtió en algo ordenado y no caótico, si se permite la ironía. Es más: según una fuente británica fiable, la actitud de los primeros gobiernos de Putin denotaba un afán por recuperar lo que los oligarcas de la era Yeltsin habían «robado» al Estado [15]. Luego él crearía su propia clase oligárquica.

Otro factor relevante del éxito de Putin fue la bonanza económica, pues supo capitalizar el mercado alcista del petróleo, durante el cual el precio del barril pasó de 30 a 200 $ y cuyo comienzo coincidió por azar con su llegada al poder. Naturalmente, Rusia sigue siendo hoy un país relativamente poco desarrollado en términos de PIB per cápita, pero lo relevante a afectos de la popularidad de Putin es el crecimiento de dicho PIB desde su llegada al poder: en una década se duplicó [16] por dos en términos constantes (lo cual equivale a un crecimiento anualizado del 7%). 

El desempleo también se redujo desde un artificial 13% a una cifra real [17] del 3% en 2023 y los impuestos se simplificaron y redujeron, de modo que hoy en Rusia el impuesto sobre la renta tiene un tipo fijo del 13%. Y en otro orden de cosas, cabe añadir que, según Gallup -empresa norteamericana-, el 75% de los rusos están satisfechos con su nivel de libertad personal y el 71% se sienten seguros paseando de noche por sus calles [18]Finalmente, Putin recuperó el orgullo nacional de un país que deseaba verse respetado: los rusos suelen admirar a al líder fuerte, y lo hallaron en Putin. El cuidado culto a la personalidad que rodea su figura hizo el resto.

Estos datos ponen de manifiesto que, más allá de la opinión que nos merezca Putin en Occidente (algo que a él le trae al fresco y que posiblemente le beneficie en su propio país), objetivamente el pueblo ruso ha visto mejorar sus condiciones de vida desde su llegada al poder. Esto supone una sólida base de apoyo popular, apuntalada naturalmente por la machacona propaganda del propio régimen y por un victimismo crónico que EEUU no hace más que realimentar con la arrogancia explícita de su estrambótica política exterior desde 1991. No comprender esto es no comprender nada."
[4] The Back Channel, William J. Burns, Random House 2019
[15] Beyond Business, John Browne, Orion Books
 

 

ANEXO 2ºUna historia oculta de la diplomacia que se quedó corta... con lecciones para futura negociación

 

"A finales de marzo de 2022, apenas 4 semanas después de que comenzase la guerra una serie de reuniones presenciales en Bielorrusia y Turquía más compromisos virtuales por videoconferencia habían producido el llamado 'Comunicado de Estambul', con marco para un primer Acuerdo... Luego, los negociadores ucranianos y rusos comenzaron a trabajar en el texto de un Tratado, logrando sustanciales avances hacia su acuerdo. Pero en mayo las conversaciones se interrumpieron. La guerra continuó y desde entonces ha costado decenas de miles de vidas en ambos bandos. ¿Qué pasó? ¿Qué cerca estaban las partes de poner fin a la guerra? ¿Y por qué nunca llegaron a cerrar un trato?

 

Para arrojar luz sobre este episodio crítico de la guerra, que a menudo se pasa por alto, hemos examinado proyectos del Acuerdo intercambiados entre las dos partes, algunos de los cuales no habían sido informados anteriormente. También hemos realizado entrevistas con varios participantes en las conversaciones, así como con funcionarios que prestaban servicios en ese momento para gobiernos occidentales clave, a quienes les hemos garantizado el anonimato al discutir temas delicados. Y hemos revisado numerosas entrevistas o declaraciones contemporáneas e incluso más recientes de funcionarios tanto ucranianos como rusos que se hallaban de servicio en el momento de las conversaciones. La mayoría entre todos ellos están disponibles desde YouTube, pero no en inglés; y, por tanto, no son muy conocidos en Occidente. Finalmente, analizamos la cronología de los acontecimientos desde el inicio de la invasión en febrero hasta finales de mayo, cuando fracasaron las conversaciones. Juntando todas estas piezas, lo que nos encontramos resulta sorprendente y podría tener implicaciones significativas ante futuros esfuerzos diplomáticos para poner fin a la Guerra.

 


Algunos observadores y funcionarios (entre ellos, sobre todo, el presidente ruso Vladimir Putin) han afirmado que había ya un Acuerdo sobre la mesa que habría puesto fin a la guerra, pero que los ucranianos lo abandonaron debido a una combinación de presiones por sus patrocinadores occidentales y las propias suposiciones arrogantes de Kiev sobre una debilidad militar rusa. Otros han desestimado por completo la importancia de las conversaciones, alegando que las partes simplemente estaban cumpliendo con las mociones y ganando tiempo para realineamientos en el campo de batalla o que los proyectos de acuerdos no eran serios.

 

Aunque tales interpretaciones contienen núcleos de verdad, oscurecen más de lo que iluminan. Y no había ni una sola prueba irrefutable; esta historia desafía explicaciones simples. Además tales relatos mono-causales ocultan por completo un hecho que, ya en retrospectiva, parecerá extraordinario: en medio de la agresión sin precedentes desde Moscú, los rusos y los ucranianos casi finalizaron un Acuerdo que habría puesto fin a la guerra y proporcionado a Ucrania garantías de seguridad multilaterales, allanando caminos hacia su neutralidad permanente y, más adelante, la futura membresía en la UE.

 

Sin embargo, resultó difícil llegar a la Firma final por varias razones. Los socios occidentales de Kiev se mostraron reacios a involucrarse en una negociación con Rusia, particularmente una que les hubiera creado nuevos compromisos para garantizar la seguridad de Ucrania. El ánimo público en Ucrania se endureció con el descubrimiento de las atrocidades rusas en Irpin y Bucha. Y ante un fracaso del cerco ruso a Kiev el presidente Volodymyr Zelensky se volvió más confiado sobre que, con suficiente apoyo occidental, podría ganar la guerra en el campo de batalla. Finalmente, aunque el intento de las partes de resolver disputas de larga data sobre la arquitectura de seguridad ofrecía la perspectiva de una resolución para la guerra con estabilidad regional duraderas, apuntaban demasiado alto y prematuramente. Intentaron llegar al Acuerdo general incluso cuando un alto el fuego básico resultó fuera del alcance.

 

Hoy, cuando las perspectivas de negociaciones parecen sombrías y las relaciones entre las partes son casi del todo inexistentes, la historia de las conversaciones de la primavera de 2022 puede parecer una distracción con poca información directamente aplicable a las circunstancias actuales. Pero tanto Putin como Zelensky sorprendieron a todos con su disposición mutua a considerar concesiones de gran alcance para poner fin a la guerra. Y no es imposible que de nuevo en el futuro vuelvan a sorprendernos.

¿SEGURO O GARANTÍA?  

¿Qué querían lograr los rusos al invadir Ucrania? El 24 de febrero de 2022, Putin pronunció un discurso en el que justificó la invasión mencionando su vago cometido del “desnazificarse” al país. La interpretación más razonable de dicha “desnazificación” fue que Putin buscaba derrocar al gobierno de Kiev, posiblemente matando o capturando a Zelensky en el proceso.

 

Sin embargo, días después de que comenzara la invasión, Moscú empezó a buscar motivos para llegar hasta un Acuerdo; una guerra que Putin esperaba fuera pan comido ya estaba demostrando todo lo contrario, y esta temprana apertura para el diálogo sugiere que parece haber abandonado ya la idea sobre un cambio total de régimen. Zelensky, como lo había hecho antes de la guerra, expresó su interés inmediato en una reunión personal con Putin. Aunque se negó a tratar directamente con él, Putin sí nombró un equipo negociador. El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, desempeñó papel de mediador.

 

Las conversaciones comenzaron el 28 de febrero -¡ya!- en una de las espaciosas residencias rurales de Lukashenko cerca del pueblo de Liaskavichy, a unas 30 millas de la frontera entre Ucrania y Bielorrusia. La delegación ucraniana estuvo encabezada por Davyd Arakhamia, líder parlamentario del partido político de Zelensky, e incluía al ministro de Defensa, Oleksii Reznikov, al asesor presidencial Mykhailo Podolyak y otros altos funcionarios. La delegación rusa estuvo encabezada por Vladimir Medinsky, un alto asesor del presidente ruso que anteriormente se había desempeñado como ministro de Cultura. También incluía a viceministros de Defensa y de Asuntos Exteriores, entre otros.

 

En la primera reunión, los rusos presentaron una serie de duras condiciones, exigiendo efectivamente la capitulación de Ucrania. Eso fue un fracaso. Pero a medida que la posición de Moscú en el campo de batalla siguió deteriorándose, sus posiciones en la mesa de negociaciones se volvieron menos exigentes. Así el 3 y el 7 de marzo las partes celebraron unas segunda y tercera rondas de conversaciones, esta vez en Kamyanyuki (Bielorrusia), justo al otro lado de la frontera con Polonia. La delegación ucraniana presentó sus propias demandas: un alto el fuego inmediato y el establecimiento de corredores humanitarios que permitirían a los civiles salir de forma segura de la zona de guerra. Fue durante la tercera ronda de conversaciones cuando rusos y ucranianos parecen haber examinado proyectos por primera vez. Según Medinsky, se trataba de borradores rusos que la delegación de Medinsky portaba y probablemente reflejaron muy clara insistencia desde Moscú en el estatus neutral de Ucrania.

 

En ese momento, las reuniones en persona se interrumpieron durante casi tres semanas, aunque las delegaciones continuaron reuniéndose a través de Zoom. Con esos intercambios, los ucranianos comenzaron a centrarse sobre la cuestión que se convertiría en central para su visión del final de la guerra: garantías de seguridad que obligarían a otros Estados a salir en defensa de Ucrania si Rusia nuevamente atacaba en el futuro. No está del todo claro cuándo Kiev planteó por primera vez esta cuestión en conversaciones con los rusos o países occidentales. Pero el 10 de marzo el ministro de Asuntos Exteriores ucranio, Dmytro Kuleba (que se encontraba entonces en Antalya, Turquía, para reunirse con su homólogo ruso Sergey Lavrov), habló de una “solución sistemática y sostenible” para Ucrania; añadiendo que los ucranianos estaban “dispuestos a discutir” garantías, pues las esperaban recibir por los Estados miembros de la OTAN y Rusia.

 

 

Lo que Kuleba parecía tener en mente era una garantía de seguridad multilateral, un Acuerdo mediante el cual potencias en competencia se comprometen con la seguridad de un tercer Estado, generalmente con la condición de que permanezca no alineado con ninguno de los garantes. Estos acuerdos en su mayoría habían caído en desgracia después de la Guerra Fría. Mientras que alianzas como la OTAN pretenden mantener una defensa colectiva contra un enemigo común, las garantías de seguridad multilaterales están diseñadas para evitar conflictos entre los garantes sobre el no alineamiento del Estado garantizado y, por extensión, garantizar la seguridad de ese Estado.

 

Ucrania tuvo una amarga experiencia con una versión menos estricta de este tipo de acuerdo: una garantía de seguridad multilateral, en lugar de una garantía: en 1994, ya firmó el 'Memorando de Budapest', adhiriéndose al 'Tratado de No Proliferación Nuclear' como estado sin armas nucleares y acordando renunciar al que entonces era el tercer arsenal más grande del mundo. A cambio, Rusia, el Reino Unido y EEUU prometieron que no atacarían a Ucrania. Sin embargo, contrariamente a una idea errónea muy extendida, en caso de agresión contra Ucrania, el acuerdo exigía a los firmantes sólo convocar una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, no salir en defensa del país.

 

La invasión a gran escala de Rusia (y la fría realidad de que Ucrania estaba librando una guerra existencial por su cuenta) llevó a Kiev a encontrar una manera de poner fin a la agresión y garantizar que nunca volviera a ocurrir. El 14 de marzo, justo cuando las dos delegaciones se reunían a través de Zoom, Zelensky publicó un mensaje en su canal de Telegram pidiendo “garantías de seguridad normales y efectivas” que no serían “como las de Budapest”. En una entrevista con periodistas ucranianos dos días después, su asesor Podolyak explicó que lo que Kiev buscaba eran “garantías de seguridad absolutas” que requerirían que “los signatario... no nos quedemos al margen en caso de un ataque a Ucrania, como ocurre ahora. En cambio, tomarían parte activa para la defensa de Ucrania en un conflicto”.

 

La exigencia de Ucrania de que no se la deje volver a valerse por sí misma es completamente comprensible. Kiev quería (y todavía quiere) tener un mecanismo más fiable que la buena voluntad de Rusia para su seguridad futura. Pero conseguir una garantía sería difícil. Naftali Bennett era el primer ministro israelí en el momento en que se llevaban a cabo las conversaciones y estaba mediando activamente entre las dos partes. En una entrevista con el periodista Hanoch Daum publicada en Internet en febrero de 2023, recordó que intentó disuadir a Zelensky de quedarse estancado en la cuestión de las garantías de seguridad. "Existe un chiste sobre un tipo que intenta vender el Puente de Brooklyn a un transeúnte", explicó Bennett. “Le dije: '¿EEUU les dará garantías? ¿Se comprometerá a que dentro de unos años, si Rusia viola algo, enviará soldados? ¿Después de abandonar Afganistán y todo eso...?' Concluí: 'Volodymyr, eso no sucederá'...”.

 

Para decirlo con más precisión: si EEUU y aliados no estaban dispuestos a ofrecer tal garantía (por ejemplo, en forma de membresía en la OTAN) a Ucrania desde antes de la guerra, ¿por qué lo harían después de que Rusia hubiera demostrado tan vívidamente su voluntad atacando a Ucrania? Los negociadores ucranianos desarrollaron una respuesta a esta pregunta, pero al final no persuadieron a sus colegas occidentales reacios al riesgo. La posición de Kiev era que, como implicaba el concepto de garantías emergente, Rusia también sería garante; lo cual significaría que Moscú esencialmente aceptara el que los otros garantes estarían obligados a intervenir si atacaba de nuevo. En otras palabras, si Moscú aceptase que cualquier agresión futura contra Ucrania significaría una guerra entre Rusia y EEUU, no estaría más inclinado a atacar a Ucrania nuevamente que a proceder así con un aliado de la OTAN.


UN GRAN AVANCE

 

A lo largo de marzo continuaron intensos combates en todos los frentes. Los rusos intentaron tomar Chernihiv, Kharkiv y Sumy, pero fracasaron espectacularmente, aunque las tres ciudades sufrieron graves daños. A mediados de mes, el avance del ejército ruso hacia Kiev se había estancado y estaba sufriendo numerosas bajas. Las dos delegaciones mantuvieron conversaciones por videoconferencia, pero volvieron a reunirse en persona el día 29, esta vez en Estambul, Turquía.

 

Después de la reunión, las partes anunciaron que habían acordado un comunicado conjunto. Parecían haber logrado un gran avance. Los términos fueron descritos ampliamente durante las declaraciones de prensa de ambas partes en Estambul. Pero hemos obtenido una copia del texto completo del borrador del comunicado, titulado “Disposiciones clave del Tratado sobre Garantías de Seguridad de Ucrania”. Según los participantes que entrevistamos, los ucranianos habían redactado en gran medida el comunicado y los rusos aceptaron provisionalmente la idea de utilizarlo como marco para un tratado.

 

El concreto Tratado previsto en el comunicado proclamaría a Ucrania como un Estado permanentemente neutral y no nuclear. Ucrania renunciaría a cualquier intención de unirse a alianzas militares o permitir bases militares o tropas extranjeras en su territorio. El comunicado enumeraba como posibles garantes a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (incluida Rusia) junto con Canadá, Alemania, Israel, Italia, Polonia y Turquía.

 

El comunicado también decía que si Ucrania fuera atacada y solicitara asistencia, todos los Estados garantes estarían obligados, tras consultas con Ucrania y entre ellos mismos, a proporcionar asistencia a Ucrania para restablecer su seguridad. Sorprendentemente, estas obligaciones se detallaron con mucha mayor precisión que el Artículo 5 de la OTAN: imponer una zona de exclusión aérea, suministrar armas o intervenir directamente con la propia fuerza militar del Estado garante...

 


Aunque Ucrania fuese permanentemente neutral bajo el marco propuesto, el camino de Kiev hacia membresía en la UE abierto quedó, y los estados garantes (incluida Rusia) explícitamente “confirmarían su intención de facilitar la membresía de Ucrania en la Unión Europea”. Esto fue nada menos que extraordinario: en 2013, Putin había ejercido intensa presión sobre el presidente ucraniano, Viktor Yanukovich, para que se retirara de un simple Acuerdo de asociación con la UE. Ahora Rusia estaba aceptando “facilitar” la plena adhesión de Ucrania a la UE.

 

Aunque el interés de Ucrania en obtener estas garantías de seguridad es claro, no era obvio por qué Rusia estaría de acuerdo con algo como esto. Apenas unas semanas antes, Putin había intentado apoderarse de la capital de Ucrania, derrocar a su gobierno e imponer un régimen títere. Parece descabellado cómo de repente decidiese aceptar que Ucrania –por ahora más hostil a Rusia que nunca, gracias a las propias acciones de Putin– se convirtiera en miembro de la UE teniendo su independencia y seguridad garantizadas por (entre otros) EEUU... ¡Y, sin embargo, el comunicado sugiere que precisamente era eso lo que Putin estaba dispuesto a entonces aceptar!

 

Sólo podemos conjeturar por qué. La guerra relámpago de Putin había fracasado; eso quedó claro a principios de marzo. Quizás ahora estaba dispuesto a ir reduciendo sus pérdidas con tal de conseguir su más antigua exigencia: que Ucrania renunciase a sus aspiraciones de la OTAN y no acogiera nunca fuerzas de la OTAN en su territorio. Si no podía controlar todo el país, al menos podría garantizar sus intereses de seguridad más básicos, deteniendo la hemorragia para la economía rusa y restaurar la reputación internacional del país.

 

El mismo Comunicado también incluye otra disposición que, retrospectivamente, resulta sorpresiva: pide a las dos partes el buscar resolverse pacíficamente su disputa sobre Crimea durante los próximos 10 a 15 años. Desde que Rusia se anexionó la península en 2014, Moscú no aceptó discutir nunca su estatus, alegando que era una región de Rusia y no se diferenciaba de cualquier otra. Al ofrecer negociar sobre su estatus, el Kremlin admitió tácitamente que tal no era el caso.


LUCHAR Y HABLAR

 

En declaraciones que hizo el 29 de marzo inmediatamente después de la conclusión de las conversaciones Medinsky, jefe de la delegación rusa, se mostró decididamente optimista; explicando cómo las discusiones para el Tratado sobre la neutralidad de Ucrania estaban entrando en una fase práctica y que, teniendo en cuenta todas las complejidades que presenta por tener muchos garantes potenciales, era posible que Putin y Zelensky firmaran en la Cumbre de un futuro previsible.

 

Al día siguiente, dijo a los periodistas que "ayer, la parte ucraniana por primera vez declaró por escrito su disposición a cumplir una serie de condiciones muy importantes para la construcción de futuras relaciones normales y de buena vecindad con Rusia". Continuó: “Nos entregaron los principios de un posible Acuerdo futuro, fijados por escrito”.

 

Mientras tanto, Rusia había abandonado sus esfuerzos por tomar Kiev y estaba retirando sus fuerzas de todo el frente norte. Alexander Fomin, viceministro de Defensa de Rusia, anunció la decisión en Estambul el 29 de marzo, calificándola como un esfuerzo “para generar confianza mutua”. De hecho, la retirada fue forzada. Los rusos habían sobreestimado sus capacidades, y subestimado la resistencia ucraniana, por lo que ahora estaban presentando su fracaso como una elegante medida diplomática para facilitar las conversaciones de paz.


La retirada tuvo consecuencias de gran alcance. Reforzó la determinación de Zelensky, eliminó una amenaza inmediata a su gobierno y demostró que la vanagloriada maquinaria militar de Putin podía ser rechazada -si no derrotada- en el campo de batalla. También permitió la asistencia militar occidental a gran escala a Ucrania al liberar las líneas de comunicación que conducen a Kiev. Finalmente, la retirada preparó el escenario para el espantoso descubrimiento de las atrocidades a civiles que las fuerzas rusas habían cometido por los suburbios de Bucha e Irpin, en Kiev...

 

Los informes de Bucha comenzaron a aparecer en los titulares a principios de abril. El 4 de abril, Zelensky visitó la ciudad. Al día siguiente, habló ante el Consejo de Seguridad de la ONU por vídeo y acusó a Rusia de perpetrar crímenes de guerra en Bucha, comparando a las fuerzas rusas con el grupo terrorista Estado Islámico (también conocido como ISIS). Zelensky pidió al Consejo de Seguridad de ONU expulsar a Rusia, miembro permanente.

 

 

Sorprendentemente, sin embargo, las dos partes continuaron entre tanto trabajando día y noche sobre un Tratado que Putin y Zelensky debían firmar durante una Cumbre que se celebraría en un futuro no muy lejano.

 

Los dos bandos intercambiaron activamente borradores entre sí e incluso, al parecer, comenzaron a compartirlos con otras partes (En su entrevista de febrero de 2023, Bennett informó haber visto 17 ó 18 borradores de trabajo del Acuerdo; y Lukashenko también informó haber visto al menos uno). Hemos examinado de cerca 2 de dichos borradores, uno con fecha del 12 de abril y otro del 15, que según nos dijeron los participantes en las conversaciones fue lo último intercambiado entre las partes. Son en términos generales similares, pero contienen diferencias importantes, y ambos muestran que para el Comunicado no se habían resuelto algunas cuestiones clave.

 

Primero, mientras que el comunicado y el borrador del 12 de abril dejaban claro que los estados garantes decidirían independientemente si ayudarían a Kiev en caso de un ataque a Ucrania, en el nuevo borrador del 15 de abril los rusos intentaron subvertir este artículo crucial insistiendo en que tal acción ocurriría sólo “sobre la base de una decisión acordada por todos los estados garantes”, dando al probable invasor, Rusia, un veto. Según una anotación en el texto, los ucranianos rechazaron esa enmienda, insistiendo en la fórmula original, según la cual todos los garantes tenían la obligación individual de actuar y no tendrían que llegar a un consenso antes de hacerlo.

 

En segundo lugar, los borradores contienen varios artículos que se agregaron al Tratado ante la insistencia de Rusia pero que no formaban parte del comunicado y estaban relacionados con asuntos que Ucrania se negó a discutir. Estos exigen que Ucrania prohíba “el fascismo, el nazismo, el neonazismo y el nacionalismo agresivo” y, con ese fin, derogue (total o parcialmente) 6 leyes ucranianas que abordaban, en términos generales, aspectos polémicos de la historia de la era soviética. en particular el papel de los nacionalistas ucranianos durante la Segunda Guerra Mundial.

 

Es fácil ver por qué Ucrania se resistiría a permitir que Rusia determinara sus políticas sobre memoria histórica, particularmente en el contexto de un Acuerdo sobre garantías de seguridad. Y los rusos sabían que estas disposiciones harían más difícil para los ucranianos aceptar el resto del Tratado. Por lo tanto, podrían considerarse píldoras venenosas.

 

Sin embargo, también es posible que las disposiciones tuvieran como objetivo permitir salvar las apariencias a Putin. Por ejemplo, al obligar a Ucrania a derogar los estatutos que condenaban el pasado soviético y calificaban a los nacionalistas ucranianos que lucharon contra el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial como luchadores por la libertad, el Kremlin podría argumentar que había logrado su objetivo declarado de “desnazificación”, aunque el significado original de esa frase bien pudo haber sido el reemplazo del gobierno de Zelensky.

 

Al final, no está claro si estas disposiciones habrían sido un factor decisivo. El principal negociador ucraniano, Arakhamia, posteriormente restó valor a su importancia. Como lo expresó en una entrevista de noviembre de 2023 en un programa de noticias de la televisión ucraniana, Rusia había “esperado hasta el último momento que [podrían] presionarnos para firmar tal Acuerdo, que [adoptaríamos] la neutralidad. Esto fue lo más importante para ellos. Estaban dispuestos a terminar la guerra si nosotros, como Finlandia [durante la Guerra Fría], adoptábamos neutralidad y nos comprometíamos a no unirnos a la OTAN”.

 

El tamaño y estructura del ejército ucraniano también fue objeto de negociaciones intensas. Al 15 de abril, las dos partes seguían bastante distanciadas sobre el asunto. Los ucranianos querían un ejército de 250.000 personas en tiempos de paz; los rusos insistieron en un máximo de 85.000, considerablemente menos que el ejército permanente que tenía Ucrania antes de la invasión de 2022. Los ucranianos querían 800 tanques; los rusos permitirían sólo 342. La diferencia entre el alcance de los misiles era aún más marcada: 280 kilómetros, o unas 174 millas, (la posición ucraniana) y apenas 40 kilómetros, o unas 25 millas, (la posición rusa).

 

Las conversaciones habían eludido deliberadamente la cuestión de las fronteras y el territorio. Evidentemente, la idea era que Putin y Zelensky decidieran sobre esas cuestiones en la cumbre prevista. Es fácil imaginar que Putin habría insistido en conservar todo el territorio que sus fuerzas ya habían ocupado. La pregunta es si se podría haber convencido a Zelensky para que aceptara esta apropiación de tierras.

 

A pesar de estos desacuerdos sustanciales, el borrador del 15 de abril sugiere que se firmaría en 2 semanas este Compromiso. Es cierto que esa fecha podría haber cambiado, pero demuestra que los dos equipos planeaban actuar rápido. “A mediados de abril de 2022 estábamos muy cerca de finalizar la guerra con un Tratado de paz”, contó uno de los negociadores ucranianos, Oleksandr Chalyi, en una aparición pública en diciembre de 2023. “[Una] semana después de que Putin comenzara su agresión, concluyó que había cometido un gran error y trató de hacer todo lo posible para concluir un Acuerdo con Ucrania”.

 

 

¿QUÉ PASÓ?

 

Entonces, ¿por qué se interrumpieron las conversaciones? Putin ha afirmado que las potencias occidentales intervinieron y forzaron desacuerdo porque estaban más interesadas en debilitar a Rusia que en poner fin a la guerra. Alegó que Boris Johnson, entonces primer ministro británico, había transmitido el mensaje a los ucranianos, en nombre del “mundo anglosajón”, de que debían “luchar contra Rusia hasta que se logre la victoria y Rusia sufra una derrota estratégica”. 

 

La respuesta occidental a estas negociaciones, si bien estuvo muy alejada de la caricatura de Putin, fue ciertamente tibia. Washington y aliados se mostraron escépticos, profundamente, sobre las perspectivas de la vía diplomática que surgía de Estambul; después de todo, el comunicado eludió la cuestión del territorio y las fronteras, y las partes permanecieron alejadas en otras cuestiones cruciales. No les parecía una negociación que fuera a tener éxito.

 

Además, un ex funcionario estadounidense que trabajó en la política de Ucrania en ese momento nos dijo que los ucranianos no consultaron con Washington hasta después de que se emitiera el comunicado, a pesar de que el Tratado que describía habría creado nuevos compromisos legales para Estados Unidos, incluido un obligación de ir a la guerra con Rusia si ésta invadía Ucrania nuevamente. Esa estipulación por sí sola habría hecho que el acuerdo fuera imposible para Washington. Entonces, en lugar de abrazar el comunicado de Estambul y el posterior proceso diplomático, Occidente aumentó la ayuda militar a Kiev y presión sobre Rusia, incluso mediante un régimen de sanciones cada vez más estricto.

 

El Reino Unido tomó la iniciativa. Ya el 30 de marzo, Johnson parecía reacio a la diplomacia y afirmó que, en cambio, “deberíamos continuar intensificando las sanciones con un programa continuo hasta que todas y cada una de las tropas [de Putin] estén fuera de Ucrania”. El 9 de abril, Johnson apareció en Kiev, el primer líder extranjero que visitaba Kiev después de la retirada rusa de la capital. Según se informa, Boris Johnson le dijo a Zelensky que pensaba que “cualquier acuerdo con Putin iba a ser bastante sórdido”. Cualquiera, recordó haber dicho, “sería una victoria para él: si le das algo, simplemente se lo quedará, lo guardará y luego se preparará para su próximo asalto”. En la entrevista de 2023, Arakhamia molestó a algunos al parecer responsabilizar a Johnson por el resultado. "Cuando regresamos de Estambul", dijo, "Boris Johnson vino a Kiev y dijo que no firmaríamos nada en absoluto con [los rusos] y que sigamos luchando".

 

Desde entonces, Putin ha utilizado repetidamente los comentarios de Arakhamia para culpar a Occidente por el colapso de las conversaciones y demostrar la subordinación de Ucrania a sus partidarios. A pesar del giro manipulador de Putin, Arakhamia estaba señalando un problema real: el comunicado describía un marco multilateral que requeriría la voluntad occidental de comprometerse diplomáticamente con Rusia y considerar una garantía de seguridad genuina para Ucrania; no era una prioridad para EEUU y sus aliados en ese momento ninguna de las dos.

 

En sus declaraciones públicas, los estadounidenses nunca despreciaron tanto la diplomacia como lo había hecho Johnson. Pero no parecieron considerarlo central en su respuesta a la invasión rusa. El secretario de Estado, Antony Blinken, y el secretario de Defensa, Lloyd Austin, visitaron Kiev dos semanas después de Johnson, principalmente para coordinar un mayor apoyo militar. Como dijo Blinken en una conferencia de prensa posterior: “La estrategia que hemos puesto en marcha (apoyo masivo a Ucrania, presión masiva contra Rusia, solidaridad con más de 30 países involucrados en estos esfuerzos) está teniendo resultados reales”.

 

Aun así, la afirmación de que Occidente obligó a Ucrania a retirarse de las conversaciones con Rusia carece de fundamento. Esto sugiere que Kiev no tuvo nada que decir al respecto. Es cierto que las ofertas de apoyo de Occidente deben haber fortalecido la determinación de Zelensky, y la falta de entusiasmo occidental parece haber disminuido su interés en la diplomacia. Sin embargo, en última instancia, en sus conversaciones con líderes occidentales, Zelensky no dio prioridad a la búsqueda de diplomacia con Rusia para poner fin a la guerra. Ni Estados Unidos ni sus aliados percibieron una fuerte exigencia de su parte para que participaran en la vía diplomática. En ese momento, dada la gran simpatía pública en Occidente, tal impulso bien podría haber afectado la política occidental.

 

Zelensky también estaba incuestionablemente indignado por las atrocidades rusas en Bucha e Irpin, y probablemente entendió que lo que empezó a llamar el “genocidio” de Rusia en Ucrania haría que la diplomacia con Moscú fuera aún más tensa políticamente. Aún así, detrás de bambalinas el trabajo sobre borradores del Tratado continuó e incluso se intensificó en los días y semanas posteriores al descubrimiento de los crímenes de guerra de Rusia, lo que sugiere que las atrocidades en Bucha e Irpin fueron un factor secundario en la toma de decisiones de Kiev.

 

La nueva confianza de los ucranianos en que podrían ganar la guerra también influyó claramente. La retirada rusa de Kiev y otras ciudades importantes del noreste y la perspectiva de más armas desde Occidente (con las carreteras hacia Kiev ahora bajo control ucraniano) cambiaron el equilibrio militar. El optimismo sobre posibles logros en campo de batalla a menudo reduce el interés de un beligerante en hacer concesiones en la mesa de negociaciones.

 

De hecho, a finales de abril Ucrania había endurecido su posición, exigiendo la retirada rusa del Donbás como condición previa para cualquier acuerdo. Como dijo Oleksii Danilov, presidente del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional de Ucrania, el 2 de mayo: “Un tal Tratado con Rusia es imposible; sólo puede aceptarse la capitulación”.

 

 

Y luego está el lado ruso de la historia, que es difícil de evaluar. ¿Fue toda la negociación una farsa bien orquestada, o Moscú estaba seriamente interesado en un acuerdo? ¿Putin se acobardó cuando comprendió que Occidente no firmaría los Acuerdos o que la posición de Ucrania se había endurecido?

 

Incluso si Rusia y Ucrania hubieran superado sus desacuerdos, el marco que negociaron en Estambul habría requerido la aceptación de Estados Unidos y sus aliados. Y esas potencias occidentales habrían tenido que asumir un riesgo político al entablar negociaciones con Rusia y Ucrania o poner en juego su credibilidad garantizando la seguridad de Ucrania. En ese momento, y en los dos años transcurridos, la voluntad de emprender una diplomacia de alto riesgo o de comprometerse verdaderamente a defender a Ucrania en el futuro ha estado notablemente ausente en Washington y las capitales europeas.

 

Una última razón por la que las conversaciones fracasaron es que los negociadores antepusieron el carro de una orden de seguridad de posguerra al caballo de poner fin a la guerra. Las dos partes pasaron por alto cuestiones esenciales de gestión y mitigación de conflictos (la creación de corredores humanitarios, un alto el fuego, retiradas de tropas) y en su lugar intentaron elaborar algo así como un Tratado de paz a largo plazo que resolvería las disputas de seguridad que habían sido la fuente de tensiones geopolíticas durante décadas. Fue un esfuerzo admirablemente ambicioso, pero resultó demasiado ambicioso.

 

Para ser justos, Rusia, Ucrania y Occidente lo habían intentado al revés, y también habían fracasado estrepitosamente. Los anteriores Acuerdos de Minsk firmados en 2014 y 2015 tras la anexión de Crimea por parte de Rusia y la invasión del Donbás cubrieron minucias como la fecha y hora del cese de hostilidades y qué sistema de armas debía retirarse y a qué distancia. Las principales preocupaciones de seguridad de ambas partes se abordaron indirectamente, en todo caso.

 

Esta historia sugiere que las conversaciones futuras deberían avanzar por vías paralelas, abordando los aspectos prácticos de poner fin a la guerra en una vía mientras que cuestiones más amplias se abordan en otra.


TENLO EN MENTE

 

El 11 de abril de 2024, Lukashenko, uno de los primeros intermediarios de las conversaciones de paz ruso-ucranianas, pidió volver al proyecto de Tratado a partir de la primavera de 2022. “Es una posición razonable”, dijo en una conversación con Putin en el Kremlin. “También para Ucrania era una posición aceptable. Estuvieron de acuerdo con esta posición”. 

 

Putin intervino también “Sí, ya lo estábamos, por supuesto”, dijo... Sin embargo, en realidad, los rusos y los ucranianos nunca llegaron a un texto de compromiso final. Pero fueron más lejos en esa dirección de lo que se pensaba anteriormente, alcanzando un marco general para un posible Tratado.

 

Después de los últimos dos años de matanza, todo esto puede ser mucha agua pasada. Pero es un recordatorio de que Putin y Zelensky estaban ya dispuestos a compromisos extraordinarios para poner fin a la guerra. Entonces, cuando Kiev y Moscú regresen a la mesa de negociaciones, la encontrarán plagada de ideas que aún podrían resultar útiles para construir una paz duradera."