jueves, 7 de agosto de 2025

Sigue sumiso Dictado 'Único' [de prejuicios], no científico, nuestra [des]información del Clima...


Nuevamente, como por estas fechas cada vez, deberemos afrontar rancia Cantinela [de las dizque 'serpientes'...] del Verano... Así pues, cuando los propagandistas del cambio climático aprovechan otra simple ola de calor para repetir sus cansinas letanías catastrofistas sobre unos apocalipsis que nunca llegan, entran ganas de volver a recordarles lo mismo de hace años: en invierno hace frío y en verano mayor calor...

En este antiquísimo mundo nuestro, tan impermanente, hay algunas cosas que no serían tampoco ningún gran 'Cambio' nuevo: para el planeta solar que habitamos han venido sucediéndose desde siempre glaciaciones o "Calentamientos" por una manera del todo natural, los humanos tendemos a pretender retener lo que ya nos ha sido habitual (aumentando dicho intento cuanto más edad cumplimos)... aunque no seamos poderosos como lo precisaría tamaño 'detenerlo'... y cualquier forma de Vida subsistirá sólo adaptándose al entorno cambiante.

  
  

"Ante las habituales campañas del persistente alarmismo climático, que hiberna como los osos para resurgir con fuerza cada verano aprovechando unas olas de calor propias de tal estación («época más calurosa del año»), la creatividad jamás ha sido el fuerte para esta ideología climática; así que ya conocen las consignas: temperaturas jamás registradas, voraces incendios forestales, insectos transmisores de enfermedades que jamás habrían aparecido de no ser por el cambio climático… En fin, un rosario de desgracias. La escala cromática de los mapas en los telediarios continúa su evolución alarmista: del azul, naranja y rojo ha pasado a una constelación de rojos cuyos tonos más oscuros son prácticamente marrones.

Y las temperaturas del mar... tampoco se libran. Verano tras verano, los medios publican el mismo artículo con datos inventados: el Mediterráneo «hierve». En realidad, medir la temperatura de un fluido sujeto a todo tipo de corrientes horizontales y verticales y con un volumen tan inmenso no es tan fácil. La mejor estimación nos la ofrece el sistema de boyas Argo, disponible sólo desde hace unos 20 años, según el cual el ritmo de calentamiento del Mediterráneo (0-700 m profundidad) es de 0,04ºC (4 centésimas de grado) al año [1]. De continuar esta tendencia, en una década supondría un calentamiento de 0,4ºC (cuatro décimas de grado centígrado), cifra absolutamente imperceptible para los peces y para el ser humano [¡Disfruten del baño!]...


   

Un mal año para la ideología climática    

Este año, sin embargo, los publicistas del cambio climático andan cabizbajos: el Apagón de abril puso de manifiesto la estupidez y peligrosidad de cierta obsesión por algunas energías renovables, intermitentes, inestables, caras e ineficientes; asimismo la sequía, utilizada recurrentemente como eslogan climático, acabó sin que la AEMET hubiera sabido predecir ni su comienzo ni su final. Así, para colofón de las lluvias que comenzaron el otoño pasado, el mes de marzo fue el tercer marzo más lluvioso desde 1961.

Pero antes del seguir entrando en materias, satisfaría dar primero las buenas noticias climáticas, ésas que alegran a las personas normales e irritan a los caraduras que viven del cuento climático y a sus pobres víctimas sugestionadas. En efecto, durante este año se han publicado algunos estudios interesantes que continúan desmontando propaganda climática:
  

 
- Recientemente, la revista Science se hacía eco de una reconstrucción paleoclimática de temperaturas que muestra que «la mayor parte de Europa era más templada y húmeda en el período preindustrial del Holoceno de lo que es hoy» [2]. El estudio lo achacaba a variaciones en la radiación solar, ese elefante en la habitación ignorado por la ideología climática, obsesionada por ese maravilloso gas residual llamado CO2, sin el que no habría vida en nuestro planeta. Además, el aumento de CO2, alimento por antonomasia de las plantas, facilita el crecimiento de las mismas: por cada aumento de CO2 de 100 ppm (0,01%) aumenta la producción de alimentos vegetales un 40% [3].

- Por otro lado, el último informe del Instituto Meteorológico Danés, que cubre Groenlandia (por el momento, según Trump), muestra cómo en la estación occidental de dicha inmensa isla hoy son las temperaturas muy parecidas a las de hace casi un siglo [4]:
- Asimismo, otro estudio publicado hace pocos meses reconocía que «en las últimas dos décadas, la pérdida de hielo marino en el Ártico se ha ralentizado considerablemente, sin que se haya registrado una disminución estadísticamente significativa desde 2005 en la superficie de hielo marino de septiembre» [5]. Recuerden que, cuantitativamente, el hielo ártico es bastante irrelevante, pues supone sólo el 0,07% del hielo del planeta. Además, al estar flotando en el océano su eventual derretimiento no afectaría al nivel de los mares [principio de Arquímedes]. La masa de hielo verdaderamente relevante del planeta (1.250 veces superior a la del Ártico) es la de la Antártida, pero al tener el hielo un grosor medio de más de 2 km, protegido por una temperatura media del aire de -55ºC (¡sí: bajo cero!), parece que podemos dormir tranquilos. De hecho, la Antártida posee uno de los climas más estables del planeta y su temperatura se ha mantenido constante desde que hay registros. Es más: un estudio publicado en Nature sugiere que hace unos 1.000 años en el continente (durante cierto Período Cálido Medieval) la temperatura era superior a la actual [6].

 

Volviendo a la AEMET    

En el artículo del año anterior sobre Cambio Climático se citaba extensamente a Ignacio Font (1914-2003), uno de los más prestigiosos meteorólogos del s. XX, quien, tras casi medio siglo en activo, primero en el Servicio Meteorológico Nacional y luego en el Instituto Nacional de Meteorología que acabaría dirigiendo (hoy AEMET), nos legó en su magnífica obra 'Climatología de España y Portugal' un apéndice de gran valor para comprender por qué el problema de la predicción climática «es irresoluble» [7]. En aquel entonces la AEMET no era la agencia de propaganda que es hoy, sino una institución científica seria.
 
 
En la mencionada obra, Font desmitificaba los poco fiables modelos matemáticos de predicción del clima y la pretenciosidad de científicos que apenas tienen un conocimiento «precario» sobre un problema complejo y multifactorial como es el clima. Este asunto tiene enorme relevancia, pues esos modelos son la base para las catequesis de ideología del cambio climático que ha encontrado en esta sociedad cientificista el caldo de cultivo perfecto para hacer pasar por ciencia lo que no es más que ciencia-ficción, y por científicos serios a charlatanes entregados a inconfesables intereses (entre ellos, los suyos propios).

Algunos podrían pensar que las conclusiones de Font, escritas en el año 2000 y en aquel entonces completamente ortodoxas, habrían quedado obsoletas un cuarto de siglo después. Sin embargo, no es así. En efecto, otro extenso artículo del 2023 de Richard Lindzen, doctorado en Harvard y catedrático de Ciencias Atmosféricas en el MIT durante 30 años (hoy emérito), y su colega William Happer, catedrático emérito de Física de la universidad de Princeton, manifiesta las mismas preocupaciones que manifestaba Font en aquel entonces [8].
 
El artículo de Lindzen y Happer primero critica la política pro Cero emisiones de CO2, tildándola de «desastrosa para millones de personas en todo el mundo», pues «eliminaría los fertilizantes basados en nitrógeno, esenciales para alimentar a la mitad de la humanidad, reduciendo así la cantidad de alimento en el mundo, especialmente en las zonas más proclives a las sequías, y eliminaría la fuente de energía más fiable, eficiente y barata». Esto es lo que Font resumía como «el colapso de la economía mundial».

Lo segundo que hacen Lindzen y Happer es criticar los modelos matemáticos que pretender predecir el clima y cuyos resultados se presentan a los medios como profecías de inevitable cumplimiento. En este sentido, Lindzen cita a otros prestigiosos físicos atmosféricos, como Christy y Koonin, que ponen el dedo en la llaga: las predicciones de los modelos fallan cuando se comparan con observaciones reales. Por lo tanto, «son inapropiados para ser utilizados como predictores del clima». Font lo denominaba «el irresoluble problema de la predicción climática».
 
 
Tal y como mencionaba antes, a mayor complejidad del modelo, peor capacidad predictiva tiene. En este sentido, Lindzen y Happer afirman que «uno de los problemas más sorprendentes» es que los modelos más recientes (utilizados en el AR6 del IPCC) «son en realidad más inciertos que los anteriores».

Asimismo, Font describía en su libro los múltiples y complejos factores que incidían en el clima de nuestro planeta a largo plazo, de los que el CO2 es sólo uno de ellos. Lindzen y Happer van más allá y ponen de manifiesto que la evidencia paleoclimática muestra dos datos muy relevantes.
 

El primero es que el nivel de CO2 en la atmósfera es hoy de los más bajos... entre los últimos 600 millones de años. En este período, la concentración de CO2 en la atmósfera se ha movido entre un mínimo del 0,02% (por debajo de 0,015% no hay vida vegetal) y un máximo del 0,7%. Hoy se encuentra en el 0,04% (casi 20 veces por debajo del máximo), cifra sólo un poco superior al umbral de supervivencia por debajo del cual no habría vida vegetal ni vida humana por falta de alimento. En este sentido, el aumento del CO2 resulta tranquilizador.

 

El CO2 no determina la temperatura del planeta

El segundo elemento es que, con todas sus limitaciones, la evidencia paleoclimática muestra en determinadas épocas una relación inversa entre CO2 y temperatura. Cuando el CO2 estaba en sus máximos históricos de concentración atmosférica, las temperaturas del planeta se encontraban cerca de sus mínimos. En otros momentos de la historia de la Tierra, el CO2 tendía a subir unos 800 años después de la subida de la temperatura. Y esto nos indicaría quizá una correlación temporal inversa a la proclamada, es decir, que podría ser el aumento de temperatura el que produciría casi un milenio después un aumento del CO2, y no al revés. Por lo tanto, «ni las observaciones contemporáneas ni los registros geológicos apoyan la afirmación de que el CO2 sea el elemento de control del clima terrestre».
 

De hecho, en su primer informe (AR1, 1990), el propio IPCC lo reconocía incluyendo gráficos de temperaturas en distintas escalas temporales que mostraban con claridad períodos en los que la temperatura del planeta era claramente superior a la que tenía a finales del s. XX a pesar de que las concentraciones de CO2 fueran mínimas [9]. En el primer gráfico (aprox. últimos 10.000 años) se identifica con claridad el Máximo del Holoceno, mientras que en el segundo (aprox. desde el año 1.000 d.C hasta hoy) se identifica con claridad el Período Cálido Medieval, tras el que sobrevino, por razones que aún se ignoran, la Pequeña Edad de Hielo (aprox. 1350-1850), de la que estamos afortunadamente recuperándonos:
Este último gráfico del IPCC fue ratificado 20 años después en un conocido estudio de temperaturas del hemisferio norte (Ljungqvist, 2010) [10]:
Lindzen y Happer también coinciden con Font en dos cuestiones adicionales. La primera es en considerar que, en todo caso, sería «pequeño y benigno» el calentamiento global coadyuvado por un aumento de gases de efecto invernadero, puesto que la Historia muestra que los períodos con una temperatura de unos pocos grados centígrados más «han sido buenos para la Humanidad».

 

La "saturación" del CO2 

El segundo aspecto es el de la llamada «saturación del CO2», es decir, el hecho de que el CO2 se vuelve menos eficaz como gas invernadero a concentraciones más altas: «cada aumento de su concentración atmosférica de 50 ppm (0,005%) produce cada vez un menor cambio en forzamiento de la radiación o en la temperatura, de modo que si se dobla la concentración de CO2 en la atmósfera (de 400 ppm a 800 ppm), éste tendrá muy poco efecto de calentamiento. Este fenómeno de saturación explicaría por qué las temperaturas terrestres no eran catastróficamente altas con concentraciones de CO2 10 y 20 veces superiores a las actuales». Lo mismo afirmaba Font: «aunque las emisiones de gases invernadero sigan creciendo, el calentamiento tendrá un límite, alcanzado el cual (…) la temperatura media global se mantendría constante, independientemente de cualquier incremento posterior en la concentración de dichos gases».
 
 
Finalmente, Lindzen y Happer coinciden también con Font en la importancia de las nubes y en la dificultad que entraña «un sistema complejo y multifactorial» como es el clima, que Lindzen define sumariamente como «un sistema que consiste en dos fluidos turbulentos interactuando entre sí (la atmósfera y los océanos) en un planeta rotatorio que está calentado por el sol».

Cuando -antes- la AEMET no era una asociación de propagandistas, sino una institución científica seria, podía producir científicos de la talla de Font. Pretender eso hoy es imposible..."

  
  
[1] Frontiers | Heat content and temperature trends in the Mediterranean Sea as derived from Argo float dat
[2] Tree-ring stable isotopes from the European Alps reveal long-term summer drying over the Holocene
[3] MonetaryBenefitsofRisingCO2onGlobalFoodProduction.pdf
[4] Greenland Temperature Updates – Watts Up With That?
[5] Surprising, but not unexpected, multi-decadal pause in Arctic sea ice loss
[6] A warming pulse in the Antarctic continent changed the landscape during the Middle Ages | Communications Earth & Environment
[7] Predicciones fallidas - FdPCS  
[8] Happer-Lindzen-EPA-Power-Plants-2023-07-19.pdf
[9] ipcc_far_wg_I_chapter_07.pdf
 

domingo, 3 de agosto de 2025

PENSAR ESTÁ VOLVIÉNDOSE UN LUJO...

 
 
"Cuando era una niña, en la década de 1980, mis padres me enviaron a una escuela Waldorf en Inglaterra. En esa época, por allí se desaconsejaba a los padres que permitieran a sus hijos ver demasiada televisión y, en cambio, les decían que hicieran hincapié en la lectura, el aprendizaje práctico y jugar al aire libre. En aquel momento me molestó esta restricción. Pero quizá tuvieran razón: hoy no veo mucha televisión y sigo leyendo mucho. 

Sin embargo, desde mi época en la escuela, se ha impuesto una nueva forma de tecnología mucho más insidiosa y tentadora: Internet, sobre todo a través de los teléfonos celulares. Hoy sé que tengo que guardar el teléfono en una gaveta o en otra habitación si necesito concentrarme durante más de unos minutos.

Desde que hace aproximadamente un siglo se inventaron los llamados tests de inteligencia, hasta hace poco, las puntuaciones internacionales de coeficiente intelectual (CI) subían de manera constante en un fenómeno conocido como 'efecto Flynn'. Pero hay pruebas de que nuestra capacidad para aplicar ese poder cerebral está disminuyendo

Según un informe reciente, las puntuaciones de alfabetización de los adultos se nivelaron y empezaron a descender en la mayoría de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en la última década, y algunos de los descensos más dramáticos se observaron entre los más pobres. Los niños también muestran una alfabetización decreciente.
 

 

 
En un artículo publicado en el Financial Times, John Burn-Murdoch lo relaciona con el auge de una cultura post-alfabetizada en la que consumimos la mayor parte de los medios a través de los celulares, evitando los textos densos en favor de las imágenes y los videos cortos. 

Otras investigaciones han asociado el uso de celulares con los síntomas del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) en adolescentes, y una cuarta parte de los adultos estadounidenses encuestados sospechan ahora que podrían padecer esta condición. Los profesores de escuelas y universidades asignan menos libros completos a sus alumnos, en parte porque son incapaces de completarlos: en 2023 leyeron 0 libros casi la mitad de los estadounidenses.

La idea de que la tecnología está alterando nuestra capacidad no solo de concentración, sino también de lectura y razonamiento, está calando. Sin embargo, la cuestión para la que nadie está preparado es cómo esto puede estar creando otra forma de desigualdad.
    
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Piensa en esto comparándolo con los patrones de consumo de comida basura: a medida que las chucherías ultra-procesadas se han hecho más accesibles e inventivamente adictivas, las sociedades desarrolladas han visto surgir una brecha entre quienes tienen los recursos sociales y económicos para mantener un estilo de vida sano y quienes son más vulnerables a la cultura alimentaria obesogénica. Esta bifurcación tiene una fuerte influencia de clase: en todo el Occidente desarrollado, la obesidad se ha correlacionado fuertemente con la pobreza. Me temo que lo mismo ocurrirá con la marea de la post-alfabetización.

La alfabetización a largo plazo no es innata, sino que se aprende, a veces laboriosamente. Como ha ilustrado Maryanne Wolf, académica de la alfabetización, adquirir y perfeccionar una capacidad de “lectura experta” de formato largo altera la mente: literalmente. Reconfigura nuestro cerebro, aumentando el vocabulario, desplaza la actividad cerebral hacia el hemisferio izquierdo analítico y perfecciona nuestra capacidad de concentración, razonamiento lineal y pensamiento profundo. La presencia de estas características a escala contribuyó a la aparición de la libertad de expresión, la ciencia moderna y la democracia liberal, entre otras cosas.

Los hábitos de pensamiento formados por la lectura digital son muy diferentes. Como muestra Cal Newport, experto en productividad, con su libro 'Céntrate' de 2016, el entorno digital está optimizado para la distracción porque diversos sistemas compiten por nuestra atención con notificaciones y otras exigencias. Las plataformas de las redes sociales están diseñadas para crear adicción, y el mero volumen de material incentiva intensos “bocados” cognitivos de discurso calibrados para la máxima compulsividad por encima del matiz o el razonamiento reflexivo. Los patrones de consumo de contenidos resultantes nos forman neurológicamente para hojear, reconocer patrones y saltar distraídamente de un texto a otro, si es que acaso utilizamos nuestros teléfonos para leer.
 
 
Cada vez más, el acto mismo de leer apenas parece necesario. Plataformas como TikTok y YouTube Shorts ofrecen una fuente inagotable de fascinantes videos cortos. Estos se combinan con memes visuales, noticias falsas, noticias reales, ciber-anzuelos, desinformación a veces hostil y, cada vez más, un torrente de contenido basura generado por la Inteligencia Artificial. El resultado es un entorno mediático que parece equivalente [del pasillo] de la comida basura para lo cognitivo y al que es tan difícil resistirse como a esos coloridos y poco saludables empaques de golosinas.

Un liberal clásico podría replicar: ¡claro, pero al igual que con la comida basura, depende del individuo tomar decisiones saludables! Sin embargo, lo que esto no tiene en cuenta es que, al igual que los efectos negativos sobre la salud del consumo excesivo de comida basura, los daños cognitivos de los medios digitales serán más pronunciados en la parte inferior de la escala socioeconómica.

Ya estamos viendo indicios de todo eso. Como señala Wolf, desde hace mucho tiempo está correlacionada la post-alfabetización con la pobreza. Ahora los niños pobres pasan más tiempo al día frente a las pantallas que los ricos: en un estudio de 2019, cerca de dos horas más al día para los preadolescentes y adolescentes estadounidenses cuyas familias ganaban menos de 35.000 dólares al año, en comparación con sus compañeros cuyos ingresos familiares superaban los 100.000 dólares anuales. Las investigaciones indican que los niños que están expuestos a más de dos horas al día de tiempo de pantalla recreativo tienen peor memoria de trabajo, velocidad de procesamiento, niveles de atención, habilidades lingüísticas y función ejecutiva que los niños que no lo están.

Sin rodeos: tomar decisiones cognitivas saludables es difícil. En una cultura saturada de formas de entretenimiento más accesibles y absorbentes, puede convertirse pronto en dominio de subculturas de élite la alfabetización prolongada...
 

 
Las élites, los grupos religiosos y los conservadores ya están adoptando límites autoimpuestos al uso de la tecnología. Entre 2019 y 2023, se abrieron en Estados Unidos más de 250 nuevas escuelas clásicas, muchas de ellas cristianas, con una ética centrada en alfabetización de “grandes libros” de formato largo. Abundan las nuevas guías e iniciativas de esta multitud, como el reciente libro 'The Tech Exit: a Practical Guide to Freeing Kids and Teens From Smartphones', de Clare Morell, miembro de un grupo de reflexión conservador.

No solo se trata de conservadores. Figuras notables de la tecnología como Bill Gates y Evan Spiegel han hablado públicamente de frenar el uso de pantallas para los hijos. Otros contratan niñeras a las que exigen que firmen contratos de “no teléfono”, o envían a sus hijos a escuelas Waldorf, donde esos dispositivos están prohibidos o fuertemente restringidos. Aquí la tijera de la clase social está muy afilada: la mayoría de las escuelas clásicas son instituciones de pago. Proteger a tus hijos del uso excesivo de dispositivos en la Escuela Waldorf de la Península te costará 34.000 dólares al año en los cursos de primaria.

Muchos estados de los Estados Unidos, entre ellos California, están restringiendo el uso de celulares por los alumnos, lo cual en teoría debería igualar las condiciones. Pero es optimista suponer que esas normas se aplicarán con la misma determinación en las escuelas privadas de salones pequeños con menos estudiantes que en las escuelas públicas masivas, por no hablar de los hogares de estos estudiantes.

Incluso más allá de Silicon Valley, algunas personas limitan la estimulación digital (como las redes sociales o los videojuegos) durante periodos de tiempo determinados como parte de la práctica de superación personal del ayuno de dopamina.
 

 
El enfoque 'ascético' de la salud cognitiva sigue siendo un nicho y se concentra entre los ricos. Pero a medida que las nuevas generaciones lleguen a la edad adulta sin haber vivido nunca en un mundo sin celulares, podemos esperar que la cultura se estratificará más cada vez. Por un lado, un grupo relativamente pequeño de personas conservará, y desarrollará intencionadamente, una mayor capacidad de concentración y razonamiento de larga duración. Por otro, una población general más amplia será efectivamente post-alfabeta, con todas las consecuencias que ello implica para la claridad cognitiva.

¿Qué ocurrirá si esto se cumple plenamente? Un electorado que ha perdido la capacidad de pensar [largo y tendido, al menos] resultará más tribal, menos racional, en gran medida desinteresado por los hechos o incluso por los registros históricos, estará más movido por las vibraciones que por argumentos convincentes y más abierto a ideas fantásticas y extrañas teorías conspirativas. Si esto te resulta familiar, puede ser una señal de lo lejos que ha llegado Occidente por este camino.

Para los operadores astutos, una población así ofrece nuevas oportunidades de corrupción. Los oligarcas que traten de moldear la política en su beneficio se beneficiarán del hecho de que pocos tendrán la capacidad de atención necesaria para seguir o cuestionar políticas en campos aburridos y técnicos; ahora lo que la mayoría quiere no es una investigación forense, sino un nuevo video corto que “humille” a la otra tribu. Podremos comprender cómo la clase gobernante se adapta, pragmática, al declive colectivo en capacidad racional del electorado; por ejemplo, conservando los rituales asociados a la democracia de masas, al tiempo que desplaza discretamente las áreas políticas clave fuera del alcance de una ciudadanía caprichosa y fácilmente manipulable. Yo no celebro esto, pero nuestra juventud nativa de la red parece no inmutarse: las encuestas internacionales muestran un apoyo decreciente a la democracia entre la Generación Z.

Para que quede claro: 
· no hay razón para que la oportunidad de marginar al electorado o de arbitrar la brecha entre las vibraciones y la política favorezca especialmente a los equipos conservadores o a los progresistas. Este mundo post-alfabetizado favorece a demagogos que sabrían cambiar entre los lenguajes políticos de la élite y el populista de los memes.
· en las redes sociales todo favorece a los oligarcas con destreza y a los que tienen más seguridad en sí mismos que integridad; nada se favorece a los que tienen poco dinero, poco poder político y nadie que hable en su nombre."
 
   

miércoles, 30 de julio de 2025

Razones de por qué nuestra "Democracia" se corrompe más que l@ demás del entorno UE

 
 
Lo 'normal' debería ser el que penalizásemos cualesquier irresponsabilidades y pagáramos por la responsabilidad... aunque aquí vemos diariamente cómo, de algunas maneras generalizadas, las cosas ocurren al revés... hasta extremos inverosímiles. 

Y a ello se refiere con particular agudeza (en su artículo "Cómo hemos llegado al borde del abismo", 27/07/2025, 'vozpópuli.com') el profesor Juan M. Blanco

"Una enfermedad muy grave debe aquejar a nuestro sistema político cuando se nos muestra incapaz de seleccionar mínimamente la calidad de los gobernantes y, todavía peor, carece de resortes para ponerlos en la calle cuando abuso y arbitrariedad campan por sus respetos. 
 
 
Nos encontramos ante un fallo sistémico extremadamente grave, pero la mayoría ha sido incapaz de identificarlo durante mucho tiempo. ¿Por qué? Sánchez no es el primer presidente del Gobierno que vulnera la Constitución o manipula el Tribunal Constitucional (y otras instituciones). Ha roto todas las reglas, sí, pero ya se las encontró quebradizas, con innumerables fracturasLo que ha hecho es pisar el acelerador a fondo, imprimiendo a la maquinaria un ritmo vertiginoso, sobrepasando los límites conocidos, con grave riesgo de estallido y quiebra de todos sus engranajes. 

Pero su temeraria conducta constituye un excelente test de estrés del sistema, una prueba que está mostrando con claridad todo aquello que la mayoría se negó a reconocer durante varias décadas: terrorífica degeneración institucional, profunda desintegración territorial, junto a descomposición avanzada de casi todos los controles o absoluta ausencia de neutralidad y objetividad en organismos clave (Tribunal Constitucional, CGPJ, Fiscalía del Estado, Tribunal de Cuentas, RTVE, CIS, etc.). Él no es exactamente la enfermedad, sino un síntoma... 

Las causas de dicha degeneración institucional no son nuevas: se remontan a los primeros compases de la injustamente ensalzada Transición. Tampoco son triviales, sino complejas y arraigadas, solo resolubles con profundas y atrevidas reformas. Y, aunque hubo errores garrafales en la Constitución, las causas de fondo no se encontraban en los textos legales, ni siquiera estaban escritas: se trataba de normas informales especialmente perversas.
  
 
Tales normas informales son ese conjunto de reglas no escritas, basadas en costumbres, convenciones o acuerdos implícitos sobre lo que es aceptable e inaceptable, que modelan el comportamiento de los participantes en el proceso político o legal. Cada sujeto se comporta dependiendo de lo que observa en los demás, de cómo cree que reaccionarán ante sus propios actos. Son estas normas, y no tanto las leyes, las que determinan la calidad de un sistema político.
 
Tras complejas evoluciones, en algunos países imperaron más normas informales sanas (las que impulsan a cumplir la legalidad y a mantener un juego limpio), pero en otros predominaron las normas pervertidas (que empujan a lo contrario). Por ello, los gobernantes actúan con menor rectitud en algunas latitudes, pero no en otras, aunque los textos legales puedan ser idénticos. Las normas informales se degradan siguiendo la 'regla del cristal roto': cualquier vulneración puntual y leve de principios o leyes que queda impune abre paso a ulteriores vulneraciones mucho más graves.

Señalaba Montesquieu que cualquier forma de gobierno degenera cuando sus principios se corrompen. Debido a principios informales especialmente corrompidos, el sistema político de la Transición quedó programado para recorrer la senda de la degradación y acabar en el punto donde nos encontramos, aunque quizá no tan pronto. Nuestras élites podrían haber corregido el rumbo, pero nunca movieron un dedo, quizá porque el futuro de España les importaba muy poco. Véanse algunas de tamañas normas informales perversas que se remontan a los primeros compases del régimen del 78 (y nos quedará pendiente aún profundizar en cada una planteando proponernos también, modestamente, algunas soluciones):
  
 
1. Equívoco sobre lo que es la democracia
 
Los políticos y los medios difundieron desde la Transición una idea equívoca sobre la democracia, creando en el público un grave y duradero malentendido, que dificulta la percepción de los fallos sistémicos. Porque la democracia no consiste solamente en un sistema multipartidista y elecciones libres. Requiere, además, un complejo sistema de controles y contrapesos que impongan límites estrictos a la actuación de los gobiernos con el fin de garantizar el respeto al Estado de Derecho, a las libertades y a los derechos fundamentales. 

Necesita instituciones neutrales y mecanismos eficaces de exigencia de responsabilidad y rendición de cuentas. La democracia no se caracteriza por lo que hacen los gobernantes, sino por lo que no se puede hacer. El mensaje de que solo importaba la decisión mayoritaria condujo al desprecio de los controles, a la colonización partidista de muchos órganos del Estado que deben ser neutrales y a la vulneración de principios constitucionales porque el “voto popular” parecía gozar de mayor legitimidad que las leyes o los principios fundamentales. 

Convertían así a la democracia en un fin en sí misma, casi en una religión que separaba a los buenos de los malos, cuando solo es un medio para preservar la libertad, lograr buenos gobiernos y políticas sensatas. El concepto de democracia se construyó como mera contraposición al régimen de Franco, olvidando que una democracia plena requiere muchos más elementos que una simple diferenciación del franquismo.
 
 
2. Pacto tácito por la corrupción
 
Surgió desde el principio una cultura de pacto no escrito entre los partidos para financiarse ilegalmente mediante comisiones por contratos y favores públicos, un sistema en el que, copiando el modelo italiano, todos los partidos participarían en mayor o menor medida, repartiéndose las ganancias. Se rompía así con la típica corrupción franquista, más individual y artesanal, estableciendo un modelo industrial con división del trabajo en el que la prevaricación y el cobro lo efectuaban personas distintas. 

Casi todos los políticos aceptaron este esquema, quizá porque, teóricamente, no beneficiaba a sujetos privados. Pero muchos descubrieron rápidamente que era muy sencillo desviar parte del caudal a sus propios bolsillos o implantar alguna trama de corrupciones personales, aprovechando que no hay mejor lugar para ocultar un árbol que en medio de un frondoso bosque.

La corrupción política generalizada fue degradando todos los resquicios del sistema hasta desembocar en un régimen de prebendas, privilegios, arbitrariedad y ausencia de rendición de cuentas, donde la posición de cada uno depende, no del mérito, el esfuerzo, la eficiencia o la buena gestión, sino de su relación con el poder político. 
 
 
Un entorno que difuminó paulatinamente la frontera entre lo público y lo privado y donde se cortan las leyes a medida de los que pagan. Valores como la honradez, la igualdad de oportunidades y el juego limpio fueron cotizando a la baja hasta prácticamente desaparecer. Ábalos, Cerdán, Begoña, el hermanísimo y compañía no inventan nada: hacen, con menos disimulo y mayor sensación de impunidad, lo que han visto durante toda su vida política.
 
3. España, concepto tabú
 
Uno de los elementos más insólitos de la Transición política fue la negación de la idea -nacional- de España por parte de las élites políticas... Aunque esta actitud había comenzado en la izquierda, pronto se extendió a buena parte del centro derecha, hasta el punto de que la palabra se convirtió en tabú para muchos sectores políticos y mediáticos, sustituyéndose por “el Estado”, “este país” etc.

Rechazar la idea de España, en lugar de promover un concepto renovado, adaptado a los tiempos, generó una Constitución sin raíces, flotando en el espacio, vacía de contenido simbólico. Y contribuyó a la redacción de un Título VIII que consagraba un modelo autonómico completamente abierto, ambivalente y asimétrico, sin límites definidos a las competencias transferibles. 
 
 
Ya en los años 80 algunos autores intuyeron que el sistema desembocaría en una especie de organización confederal a largo plazo, donde algunas regiones acabarían alcanzando una independencia de facto. Ahora bien, la larguísima mecha de la bomba evitaría a la generación de la Transición tener que asistir al espectáculo de tal descomposición final [aunque personajes como ZP y -sobre todo- Sánchez han acelerado el proceso con tal intensidad que, si nadie pone remedio, muchos podrán ser testigos de ambos acontecimientos]. 

De cualquier modo, hace ya mucho tiempo que los gobiernos se desentendieron de los intereses nacionales. Y la carencia de símbolos compartidos, que unifiquen sin excluir, favoreció una polarización identitaria de la población, una identificación partidista basada en puras emociones y no en verdaderas opiniones políticas, generando un electorado ladrador pero muy poco crítico, con nefastas consecuencias para la eficacia del voto como control del poder.

4. Selección perversa de los políticos
 
Los procesos de selección de candidatos fueron desde el principio perversos, dando lugar a una peculiar “ley de Gresham”: los malos políticos fueron expulsando de la circulación a los buenos. Los partidos arrinconaron el debate ideológico y, aprovechando la infinidad de puestos creados en la administración autonómica, se convirtieron en agencias de colocación
 
  
 
Los criterios para permanecer, medrar, obtener un cargo o ser incluido en una lista electoral no se basaron en la excelencia, el mérito, el esfuerzo, la valía personal o la cualificación profesional. Mucho menos en la honradez o en principios sólidos. Afinidades personales, carencia de espíritu crítico, conducta oportunista y conspiradora fueron atributos indispensables para el “éxito” dentro del partido. 

El silencio ante el abuso, la indigna adulación o la flexibilidad para cambiar de criterio a una orden son también apreciables méritos para ganar la confianza de esos líderes que sustituyen el debate de ideas por reparto de favores

Por su parte, la generalizada corrupción expulsó de la política a muchas personas honradas y capaces, abriendo paso a sujet@s con muy pocos escrúpulos, extremadamente vulgares, que nunca han trabajado fuera del partido. Sánchez y su camarilla no son más que el extracto puro, el veneno cien veces destilado en esos repugnantes alambiques..."