(En realidad, ésta fue una entrada del blog hecha el 8.04.2016)
Entre quienes de abundancia viven,
solo yo aparezco desprovisto.
Mi espíritu sigue turbándose,
como pasa con cualquier ignorante.
Todo el mundo está esclarecido,
solo continúo yo en tinieblas.
Todos resultan penetrantes
y quedo sólo yo siendo tan torpe,
igual que quien deriva por alta mar.
Toda la gente tiene qué hacer,
solo aquí yo soy un inútil.
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Alcanza una total vacuidad,
para conservar la paz.
Tras de las bulliciosas apariciones,
en toda cosa, contempla siempre su retorno.
Aquí hoy Formentera e Ibiza, pitiusas del Marenostrum, desde SaTalaia por Al Ándalus
Todos los seres crecen, agitada mente,
pero luego cada cual vuelve a sus raíces.
Volver hasta la raíz es hallar reposo.
Reposar serán más vueltas al destino,
llegar a él logrando eternidades,
conocer la eternidad o ser iluminado.
Quienes no hayan conocido eternidades
irán, ciega mente, hacia su desgracia.
Quien conociere la eternidad en cambio
podría dar ya cabidas también para todos.
Quienes den a todo cabida serán grandiosos.
Quien fuera de grandiosidad, celestial
sería.
Quienes celestiales al fin sean, cual el Tao
son.
Quien está siendo como el Tao, es
perdurable.
Aunque su vida pueda extinguirse no perece.
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Can Puget (o Madina Yevisah) les hospedó a Mª Teresa León &Alberti
Sabio es conducir asuntos desde la inacción,
e incluso predicando sin palabras,
con un corazón que no se haya ofuscado.
(Lao-tsé, o su 'Tao Te Ching', hace 2.500 años)
La luz vence tiniebla
por campiñas, lejanas.
El aire huele a pan nuevo
y un pueblo se despereza.
Ha llegado la mañana.
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Sol horizontal -muy liminar, efímera mente...- sobre Dalt Vila
Todo el mundo contará su pena,
pidiendo la comprensión,
¿quién cuenta las alegrías
no comprende al que sufrió?
De lo que pasa en el mundo,
por Dios, que no entiendo ná:
el cardo siempre gritando
y la flor siempre callar.
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Jardines colgantes Boas, de Nouvel, frente a marina del ibicenco dique Botafoc
Las flores de tu balcón
lloran por verte,
que lo sé yo!
... ...
Que grite la flor,
se callen los cardos,
y todo aquél quien era enemigo
sea ya mi hermano.
Vayamos por esa senda,
a ver qué lucero encontramos,
luz que ahora está ya en la tierra
y los hombres apagamos.
Señor de los espacios infinitos,
Tú que tienes la paz entre las manos,
derrámala -Señor, te lo suplico-
y enséñales el amar a mis hermanos.
Enséñanos lo bello de la vida,
y a ser consuelos en todas las heridas;
amar con blanco ardor toda la tierra
buscando siempre la paz, Señor,
u odiar la guerra.
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(Lole y Manuel, con el 'Nuevo día', de hace 40 años)