Y, además, éramos europeos y nuestra economía era sólida como una roca y éramos el número no sé cuántos del mundo y los que estaban antes de nosotros en la clasificación temblaban porque les íbamos a pasar en un decir Jesús.
Frase que, por esas conexiones mentales extrañas que tengo de vez en cuando, me recuerda aquello de 'La venganza de D. Mendo': “¡Infeliz del varón, que nace, cual yo, tan guapo!”. Lo malo no es decir eso cuando eres guapo. Lo malo es decirlo cuando eres feo y te crees guapo. Eso es malo. Y peligroso.
Al final, la pobre lechera, que era bastante boba, “con este pensamiento enajenada, brinca de manera que, a su salto violento, el cántaro cayó”. Samaniego, que era un profeta, aunque no esté catalogado como tal, acaba diciendo: “¡Oh loca fantasía! ¡Qué palacios fabricas en el viento!…No anheles impaciente el bien futuro. Mira que ni el presente está seguro”.
Mientras estoy con Samaniego, recibo una carta de un amigo mío. Dice cosas interesantes:
2b) La famosa "deuda soberana". Por ejemplo, en España, los bancos y cajas tienen deuda soberana española, por un importe de 222.000 millones de euros. En otras palabras, han prestado dinero a España por esa cantidad.
Y mi amigo echa la culpa de todo eso a las presiones políticas. Según él, los 222.000 millones de euros que los bancos le han prestado a España son una especie de “bonos patrióticos”. El Gobierno de turno (y el anterior y el otro) se han dirigido a los bancos y cajas y les ha dicho: “La Patria os necesita”. Y los bancos y cajas, patrióticos ellos, han contestado: “¡Faltaría más!” Y se han puesto en cola para prestar dinero a España.
Total, que entre lo inmobiliario y "lo soberano...", las entidades financieras andan mal.
Según mi amigo, “nada (del dinero) o muy poco se ha quedado disponible para el deprimido sector privado, que es creador (el subrayado es mío) de puestos de trabajo”.
Mi amigo remata su argumentación, diciendo que, a él, “los bancos no le han hecho favor alguno, pero que quiere dejar las cosas claras”. Ahora ya no sé qué pensar. Porque yo estaba convencido -y sigo estándolo- de que las entidades financieras lo han hecho muy mal.
Vuelvo al primer párrafo: “¡Pobre próximo Gobierno, que va a tener que decir la verdad!” En realidad, la verdad es muy fácil de decir. Yo creo que solo hay que decir las siguientes cosas:
1. 'Hay que hacer reformas estructurales'. No sé qué quiere decir eso. Cuando me pasan cosas así, intento discurrir, a ver si se me ocurre algo, cosa que a veces sucede y otras no.
2. Después de discurrir, pienso que reformas estructurales deben ser las que afectan a la estructura, o sea, a “la distribución y orden de las partes importantes de un edificio”.
3. Cuando miro el edificio de España, veo que hemos puesto 17 pisos, (les llamamos "autonomías"), además de otro piso, el 18, propiedad de la Administración central.
4. El terreno -real- sobre el que se asienta ese edificio, que es alto -18 pisos son 18 pisos- es pequeño. Para colmo, me acabo de enterar que el Big Ben de Londres, desde 2003, se va inclinando 0,9 milímetros por año, que parece una nimiedad, pero que como desde 2003 hasta ahora han pasado 8 años, resulta que ya se ha inclinado 7,2 milímetros y que, como siga así, un día se cae.
Además, algunas de las Comunidades Autónomas (si el discurso le coge un poco bajo de tono, puede decir 'bastantes', ´muchas´, 'casi todas') han hecho cosas, no digo malas, sino mejorables (si el discurso le coge un poco bajo de tono, puede decir 'horrorosas', 'espeluznantes' o 'increíblemente absurdas/idiotas'); porque resulta que andamos mal de perras”.
Luego, como un poco de demagogia en los discursos siempre viene bien, puede también añadir: “Y, para colmo, los malvados mercados no nos quieren prestar dejar dinero o lo dejan caro, porque dicen que sí, que hacemos las cosas bien, pero que las podíamos hacer mejor”.
Estuve ayer en un programa de televisión. Me preguntaron si era moral que se efectuasen recortes en sanidad y educación. O sea, la preocupación de siempre. Les dije que no me gusta nada lo de los recortes, pero que con un modelo de Estado como el que tenemos y un comportamiento enloquecido de muchos de los que lo dirigen (¿?), habrá recortes en sanidad, en educación y hasta en el chocolate del loro, expresión, por cierto, que nunca he sabido de dónde ha salido.
Y les dije -no sé si se lo dije, pero se lo tenía que haber dicho- que si nos fijamos en la sanidad y en la educación, y en el chocolate, nos distraemos contemplando los síntomas y no atacamos la enfermedad...
1.- Voy a ver si lo de las 17 Autonomías sigue siendo válido.
Por supuesto, antes le debería llamar a Merkel y decirle: “Angela, pon la tele, que a las 9 salgo y quiero que te enteres de lo que voy a decir”.
[P.S. Lo de perder amigos es desagradable, pero ¿no habíamos quedado de acuerdo en que hay que ser honrados?]