Hacia
mediados del primer milenio a. C, los Upanishad más recientes presentaban ya una forma
muy elaborada, que anunció un YOGA
sistemático; y esa mencionada Samkhya-kárika
daba su comienzo con ‘el hombre víctima es para
3 especies de habitual desventura…’
Esta
convicción, ya presente desde los textos más antiguos, encontró definitivo
teorizador en Buda (siglos V - VI a.
C.); el cual haría con todo ello el primer apartado para sus predicaciones cardinales, tan centradas en ‘Las 4 Nobles Verdades’ que conducen a una liberación. Mas cualquier opinión india tradicional estaba
ya de acuerdo con él en proclamar esas desconfianzas respecto al mundo, y hacia
todo lo real o la misma inteligencia –discursiva- humana, ya que (ver sutra II, 15) ‘todo es dolor para el sabio’.
La
doctrina (darsana) sistemática y sus
preceptos se habían expuesto en un canónico tratado -del maestro Patanjali- conocido como ‘Yoga-sutra’,
que comprendió 195 aforismos divididos en 4 capítulos [el último de los
cuales ya parece alguna más tardía posible adición] en torno al s. III a. C.
Así,
el YOGA consistirá en un detenerse las funciones del conocimiento consciente
con el esfuerzo y su
ausencia de sed (pasión); mas, ante
todo, estarían ‘Los 5 obstáculos’: la ignorancia, egoísmo (creencia en
una existencia del Yo), el amor, las ansias de vivir, los odios.
Sobre
todo la ignorancia sería base de todos los demás, consistiendo en suponer eternidad,
pureza, felicidades o lo sustancial a cuanto –real mente- solo es temporal,
impuro, desventurado y sin sustancia; cuando desaparezca, también lo hará todo su
vincularse con multiplicidad esclavizadora y dolorosa, sobreviniendole la verdadera
libertad (kaivalya): o sea, una justa situación final…
Ejercitándose ‘Los 8 miembros (angas)
del YOGA’ –o sea, Yama, Niyama, Asanas, Pranayama, Pratyahara, Dharana,
Dhyana y Samadhi- se destruye
la impureza, encendiendo sabiduría para llegar hasta percibir distinción
entre aquello eternamente válido y lo temporal e ilusorio.
- Yama consistiría en abstenerse
de toda violencia, las mentiras, el hurto, actividad sexual, y apego –es
decir, dependencia respecto- a los bienes materiales.
- Niyama consistirá en practicar
pureza, serenidad, ascesis, estudio y sumisión…
- Asana (cualquier postura
del cuerpo) debe ser estable o apta de modo que no pensar más permita; será en fin
perfecta cuando haya desaparecido todo el esfuerzo por adoptarla: no se producirían ya movimientos
ninguno; pues olvidar el cuerpo es lo importante.
- Pranayama (control para el respirar) es una cesación de sus movimientos, o
inspiraciones y espiración, ya después del haberse adoptado las asanas.
- Pratyahara es el detenimiento
-de las actividades- en los órganos para sus 5 sentidos, o percepciones externas, que son
-completa mente- sometidos: el manas,
poder de síntesis para todo dato sensible convergente desde los mismos cerrando
‘puertas del alma’, rechaza y excluye la invasión perturbadora del mundo
exterior aislándose al meditante.
- Dharana es la concentración
relajada del pensamiento
(todavía ligado a las imágenes) en un punto materialmente localizado.
- Dhyana es una fijación
centrada
(para todas las facultades de pensar) sobre algún solo asunto.
- Samadhi sería el puro reflejo para
la realidad objetiva, vaciado de toda forma determinada;
comprende, pues, cesación en todas las actividades intelectuales discursivas,
detenimiento, unión e identificación con lo Último así como coincidencia real
entre cognoscente y conocido: más que un conocimiento, con el sentido corriente
del término, es una experiencia -vivida- o ‘estado de ser'...
‘La
sabiduría [final] lo contiene todo, salvadora es’ (Yoga-Sutra II 4); quien
haya llegado al samadhi está, de un modo
definitivo, ‘aislado’ (kevala) y
libre…
YOGA no es propiamente
una ‘doctrina’, sino más bien un ‘método’ -aplicable a múltiples contextos- del
control de las energías físicas, intelectuales o morales; para conducir al aislamiento
y separación desde todo cuanto es limitado, comprendidas nuestras propias
naturalezas individuales, librándonos así del dolor o cambio sobre la base de una
nueva conciencia.
No
puede aprenderse a través de muy propia experiencia, independiente, o los
libros; ni tan sólo es práctica, sino una iniciación, y requiere absoluta dirección
del maestro (guru) ya iluminado
profundamente…
Habitualmente
se distinguen 3 grandes corrientes, para el contexto hindú, del Yoga-sutra:
* RAJA YOGA - carga máximo acento en
los estados y disposiciones espirituales, siendo mucho más flexible sobre aquellas cuestiones de sus posturas, aun insistiendo con la respiración.
* HATHA YOGA - concede importancia
muy grande a los aspectos corporales en el
método: por ejemplo, 6 modos preliminares de purificación externa e interna del
cuerpo, selección cuidadosísima respecto alimentación y posturas, observaciones
minuciosas al control sobre la respiración.
* TANTRA YOGA - considera
fundamentales algunas ayudas por ciertos sonidos, fórmulas del sostén (dharani) e incluso imágenes (mandalas); utilizando además de modo ritual el beber vino, comer
carne y la unión sexual (maithuna)...
Buda
no negó que se requieran precisos condicionamientos personales y ambientales para entrar
a sus vías, ‘en la corriente’ de salvación (srotapanna);
mas las externas -un poco igual que para el Raja Yoga...-
son miradas como preliminares con respecto del fin esencial. Esto último se
verifica por el campo de comprensión y conocimiento en algunas verdades, que a ‘iluminación’ (bodhi)
conducen, con lo cual se
vuelve ‘iluminado’ (buddha) quien busca.
Tales
condiciones preliminares corresponderían -menos o más...- al niyama y el yama del YOGA, siendo expresadas en ‘5 preceptos
fundamentales’ (impuestos
a todos): no causar violencias a ningún ser viviente ni mentir, robar o faltar
a la castidad del propio estado (continencia, para los monjes que meditan), y
tampoco hacer abuso de bebidas embriagadoras.
El
candidato a bodhi deberá superar éstos
por su decisión de, no sólo vivir con templanza incluso aunque permanezca en el
mundo anterior, sino abandonar éste completamente; quedando convertido en un errante (parivrajaka) que busca liberarse de toda dependencia o apegos
materiales. Todo eso sirve tan sólo de introducción a una búsqueda budista específica, la cual tiene por
objeto verdades que
realizar en modos vivos; lo clave para su libertad estaría en el plano del
conocimiento iluminador…
Las
verdades esenciales que han de realizarse son aquellas 4 que Buda predicaba con su primer ‘discurso-programa de Benarés’: I) todo
es dolor; II) el dolor viene del deseo; III) por tanto, para evitar nuestro
dolor hay que suprimir el deseo; y IV) existe un ‘óctuple sendero’ que conduce a tal supresión…
En
un nivel menos exterior, quien medita deberá eliminar todo deseo mundano, matar
los sentimientos hostiles a lo que sea, practicar ‘las 4 estaciones
espirituales’ (brahma-vihara), es
decir, derramar en todas las direcciones ‘los 4 sentimientos’: simpatía, compasión, participación en las alegrías
de los demás y, finalmente, equilibrio pacífico. Meditando debería siempre rechazarse
desde un principio e incesantemente tanto indolencia como dudas…
Por
fin, estos progresos pueden pasar a través de ‘los 8 estados interiores’ cada
vez más trascendentes, llamados dhyana, como en el YOGA [mientras que para el pali
(lengua de un budista canon ancestral) escribían jhana, término que otras lenguas fonetizarán luego de modos muy
diversos, aunque su contenido permanezca idéntico]: la palabra se traduce
frecuentemente por absorción (del
que medita en el objeto de la meditación).
La
formulación más simple de todo dicho itinerario espiritual se hallará
en uno, muy abstruso, entre los discursos largos (o Digha-Nikaya)
atribuidos a Buda… Y
al 'Nirvana',
de naturalezas misteriosas, debería conducirnos. Un texto desde la Siksasamuccaya
invitó a no violar el siguiente decreto: ‘conquistad esta condición tendente hacia
cesar de todas las percepciones concienzudas; al monje que lo consigue no le
queda ya nada más por hacer’.
Tal
estado último del meditante no puede describirse con palabras humanas; porque,
como sentenciaron los textos, las palabras 'formadas’ no son aptas
para expresar lo que -por inefable...- tampoco forma tiene...
El
término dhyana, modificado con la lengua pali a jhana por primera vez, después de su budismo asentarse para China se derivó hasta ch'an; y luego, al pasar hacia Japón,
como ZEN; mas el contenido permanecerá igual, pues en todos los casos trataríase de aquellos estados meditativos que se pretenden superiores a la
conciencia discursiva normal.
Esta
escuela budista, entre las principales para Japón, se distingue por una -radical- afirmación sobre alteridad total respecto demás métodos o conocimientos; y el experimental (definitivo) del ZEN avanzando con sendas
complementarias ideas: la vacuidad (sunyata)
y su ‘taleidad’ (tathata).
Esa
idea sobre 'vacuidad' fundamental, aplicada desde un principio por Buda disipando la ilusión respecto cualquier
existencia del 'Yo' personal, extiéndese -según otra doctrina ya sostenida en sectas indias madhyamika- para todos
los elementos (dharma) entre aquello
que nosotros declaramos erróneamente real.
Sostienen el
que ninguna idea o razonamiento humano corresponde a nada verdadero, sólido y
real: fiarse de los medios tradicionales del conocimiento (pramana) significa, pues, a la vez confesa[r] -y reforzar- ignorancia (avidya) desastrosa; dado que la sola o
única ‘realidad’ es vacuidad universal apenas cualificable para nosotros, incalificada e intransmisible por ningún canal normal, inexpresada en sí misma.
Sin
embargo, esta vacuidad no sería sinónimo de su inexistencia, ni contemplada
como nihilismo ninguno; sino como un negativismo radical en la expresión de
aquella ‘taleidad’ (tathata), del ‘aquello'
que sea Nirvana (vacío eterno y
verdad absoluta, donde se adentró Siddharta Gautama
[o sea, Buda], llamado el Tathagata por ello);
es algo que no puede ser representado ni pensado, menos todavía nombrado, y que
sin embargo constituye misterio positivamente último.
Por
consiguiente, dichas ‘taleidad’ / vacuidad -meta final en la búsqueda- no son
objeto de intelección sino para intuir[se] (prajna);
o sea, de un descubrimiento en el cual quien busca es absorbido por aquel objeto
a buscar, entera mente.
Así,
pues, todo proceder discursivo de la razón humana -que distanciará sujeto u
objetos- es absoluta y esencialmente incapaz de dar soluciones; y si cualquiera
no adquiriese la prajna, tampoco toda
su inteligencia le haría un solo paso avanzar.
La consigna será: ‘quien cree conocerlo, en realidad, no lo hace; el que no (en
sentido corriente del término), sí lo conoce’ -o, al menos, se dispone mejor para
conocerlo a través de la misma renuncia-. Encontraríamos locuciones apofáticas
propias, entre todas las religiones, de múltiples místicas.
En
la práctica, lo más esencial se indica con esta directriz general continuamente
repetida: 'nunca penséis ejercitar la prajna ni no ejercerla; no pensar [por ella] poder realizar algo que
pueda imaginarse, porque así no la ejercitaríais'.
Concreta mente: tanto aquella escuela de meditación china del Ch'antsung -que para puente sirvió entre Japón e India en tales campos-
cual la secta del ZEN budista (con sus 2 formas, es decir, Soto y Rinzai...) afirman a una cómo el secreto iluminador no puede
transmitirse con la oración, los ritos o por medio de textos inteligibles; sino
que debe pasar directa y vitalmente del espíritu del maestro ya (buddha, esto es) iluminado al ‘fondo del alma' de sus
discípulos.
Esta
comunicación interhumana no es realizable mediante construcción lógica racional,
sino a través de actitudes en los maestros que parecen sorprendentes,
enigmáticas e incluso brutales y groseras; así como con aplicación intensa del
espíritu de cada discípulo a tan sólo alguna sentencia breve aparentemente contradictoria o
paradójica, un koan propuesto por el
maestro [como ejemplo: ‘conocemos ya el ruido producido por 2 manos que baten
una contra otra, ¿cuál es el ruido desde 1 mano, sola?’] con ecos
reconocibles del taoísta sabio Lao-Tzé (en el siglo V a. C)...
Privado
de todos los recursos habituales en reflexión, el meditador participará durante
largas sesiones para ZEN, inmerso entre
alguna luz atenuada de -locales aderezados expresamente y- desde solitarios lugares;
aprendiendo la observancia del silencio, sus largas poses con inmovilidad sentada
(zazen), así como un hábito del
rechazarse todo pensamiento normal.
Su
objetivo ha de ser no sólo renunciar a las ocupaciones exteriores habituales, agitación
inútil, sino también al mismo pensamiento en el ordinario sentido del término;
crear no –tan sola mente- vacuidades del hecho, sino en principio y de modos radicales renunciar a la corriente intelección:
empeño que acompañado iría de una voluntad encaminada en todo[s] -mediante sus koan...- al captar lo absurdo del
pensamiento estándose así disponibles a este ‘sin pensar’, ‘impensable’ o ‘no
pensante’ que constituye la iluminación (bodhi).
La
idea de separación y huida del mundo se ha remontado a las más antiguas
tradiciones monásticas egipcias (desde, ya, s. IV); conceptos del silencio
van en la base de todas las órdenes estrictamente contemplativas: cartujos,
trapenses, etc.; prescripción de inmovilidad y unas actitudes adaptadas a la
meditación han existido siempre; tendencias a meditar por la vanidad del ser se
observan entre todos los místicos cristianos, y sobre todo en aquella ‘nada’ que
ya decía san Juan de la Cruz.
Final
mente: nunca puede haber ZEN o YOGA sin frugalidades en la vida, el dominio
sobre las pasiones, no violencia, custodia de sentidos, así como silencio
interior y –también- externo. Ni los hay tampoco sin renunciar a sí mismo más
emprender esfuerzos bien perseverantes…”