viernes, 30 de abril de 2021

Quienes hoy son los verdaderos 'negacionistas'

     
 
Espectacular la deriva del arrancar desde un inmovilista No es No... para seguir enrocándose con Mandato Único que como Negacionismo anatemiza cuanto no coree otro mero seguidismo a su Nueva Normalidad en un simplista Sólo Sí es Sí (o sea, 'por las Alarmas de la excepcional pandemia': ¡viva todo el Ordeno y Mando propio, SIN... sujección a ningunas Normas constitucionales vigentes cualesquiera, ni aun tan siquiera réplicas tolerables!)...
  
Si alguien -¡de verdad!- aceptara el
método científico aquí, se debería
poder tener un debate al respecto...
 
¡Y no censurarse todo argumentar
con linchamientos -totalitarios- o/y
goebbelsiana propaganda como ésa
que -jaleada por doquier, ahorita- es!
     
"El pasado 17 de marzo fallecía el presidente de Tanzania, John Magufuli, un personaje muy polémico por su singular modo de afrontar la covid-19. En mayo de 2020 ordenaba suspender las pruebas de detección del virus SARS-COV-2, un paso que implicaba la desaparición oficial de la covid-19 en Tanzania: en adelante, los casos registrados serían siempre cero. Y, no existiendo epidemia, cualquier medida era innecesaria.
Se ha acusado a Magufuli de negacionista, un término hoy viciado, convertido en mero insulto o descalificación. Así, se tacha impropiamente de negacionistas a quienes mantienen posturas o criterios distintos a los oficiales, como poner en tela de juicio la idoneidad de los confinamientos o la eficacia de las mascarillas en espacios abiertos. Sin embargo, este término sí puede aplicarse apropiadamente al presidente tanzano pues la negación consiste en cerrar los ojos ante una parte de la realidad, pretendiendo que no existe. Naturalmente, la desaparición estadística de la enfermedad no implica su erradicación, buen ejemplo de que la verdad oficial y la realidad suelen seguir caminos muy dispares.
 
 
Ahora bien, no es probable que Magufuli actuara movido por superstición, mucho menos por ignorancia científica, pues era doctor en Química. Se trataba, más bien, de una posición política enfocada exclusivamente en una vertiente del problema: los enormes perjuicios que se causaría en la población -que mayoritariamente se gana la vida en actividades informales, callejeras- por suspensión de la actividad económica. La prohibición de salir a la calle implicaba unos costes sociales enormes, seguramente hambre generalizada, incluso mortalidad por inanición.
 
[gracias a la enmienda... del PSOE]
🤨 
Pero resulta que tal 'Ley' -por la cual
venían sancionando, ya, desde Julio-
no pudo estar vigente... al ni tenerla
publicada -en el BOEhasta Marzo...
¿Y esto sería un Estado de Derecho?
😱
 
El enfoque era negacionista porque olvidaba la otra cara del problema: la propia enfermedad. Es cierto que, en comparación con otros países, la covid-19 ocasionaría menos muertes en una población muy joven como la tanzana. Aun así, Magufuli podía haber buscado un mejor equilibrio entre ambos males, una postura que, sin impedir a la gente ganar el sustento, contribuyera a mitigar la incidencia de la epidemia: informar correctamente a la población, recomendar medidas de higiene voluntarias y proteger a los vulnerables.
  
Occidente miró hacia el otro lado

Pero Tanzania no era el único país que enfocaba la pandemia desde una sola vertiente: casi todos los gobiernos occidentales practicaron el negacionismo con la misma intensidad… pero a la inversa. Si un negacionismo consiste en considerar solamente el daño causado por los encierros, olvidando la propia enfermedad, otro mucho más común es justo el contrario: incidir en el peligro de los contagios pero despreciar, pretendiendo que no existen, enormes perjuicios sanitarios, mentales, sociales, económicos y políticos que los confinamientos y las demás medidas restrictivas causan a la sociedad.
 
 
Con pocas excepciones, Occidente miró hacia otro lado ante el notable aumento de la mortalidad por cáncer e infartos, ante el avance imparable de las enfermedades mentales, del número de suicidios, ante el colosal incremento del abuso de alcohol y drogas, ante la generalización de la pobreza, el desempleo y la quiebra de pequeñas empresas. Tampoco reparó en el profundo deterioro de la democracia causado por prolongadas vulneraciones, teóricamente “excepcionales”, de los derechos y libertades.
 
 

 
 
Se ha escrito que la pandemia pilló a los Estados desprevenidos, algo que no es del todo cierto. Desde hacía un par de décadas, muchos países poseían planes estratégicos para actuar en caso de pandemia, unos documentos generalmente bien elaborados y bastante sensatos, con una estrategia integral que atendía a todos y cada uno de los aspectos del problema. Los informes hacían gran hincapié en que, para aplicar una medida no farmacéutica, antes debían sopesarse beneficios y perjuicios. 
Estos planes priorizaban las recomendaciones sobre las medidas coactivas y no contemplaban en modo alguno los confinamientos, cierres perimetrales o suspensión de actividades económicas, ni siquiera para pandemias mucho más graves. Porque algunos remedios podían causar más daño que la enfermedad.
  
Marzo de 2020: ¿el mundo enloqueció?

Pero esos enfoques racionales y equilibrados desaparecen súbitamente por marzo de 2020, en uno de los episodios más insólitos de la historia moderna. Occidente quedó paralizado, congelado, arrinconó al instante los planes elaborados y comenzó a improvisar. Ofuscado por el contador oficial de contagios, y siguiendo la estela de China, se dispuso a aplicar cualquier medida, por draconiana, opresiva y peligrosa que fuera, con tal de reducir la cifra. No reparó siquiera en que el número total de casos refleja mal la gravedad de la pandemia pues existe un abismo entre las peligrosidades en el contagio de personas jóvenes con buena salud y otras en aquellas de avanzada edad o con dolencias previas [ni mucho menos, tampoco, consideró las otras "vícimas colaterales"; como es el caso, por ejemplo, con todas aquellas personas confinadas y fallecidas en geriátricos... antes del haber llegado a tener ninguna posibilidad para salir al objeto de recibir sus precisas atenciones hospitalarias]...
 
Mienten, pues ¡NO HAY "4ª Ola..."!
Lo afirman "Sus" Cuentas, Oficiales:
la 'CASTA' son l@s Negacionistas,
buscan -excepcional- poder perpetuo
TeleVacunando&prohibiendo solo
 
De un plumazo se ocultó que las medidas adoptadas no solo eran poco eficaces para reducir los contagios; también causarían a la larga más muertes de las que evitaban. La estrategia no resistía una rigurosa comparación de beneficios frente a sus perjuicios pero Occidente había caído en una peligrosa ceguera y un cortoplacismo extremo
 
 
La cifra de "contagios" era ya la única guía que impregnaba las decisiones políticas, la comunicación e, incluso, la propia estrategia para vacunaciones. Nadie recordó que los planes anteriores recomendaban adaptarse a la pandemia, minimizar sus daños, nunca acometer un estéril intento de suprimir el virus a cualquier precio... Presa del pánico por sólo alarmantes noticias, la mayoría de la población aceptó, e incluso alentó, esta insólita línea de actuaciones desde sus gobernantes.  
 
¡Toques de Quedar... para su Negocio...!
 
Aunque no existe aún una explicación completa de lo ocurrido, todo apunta a que, a pesar de tantos avances científicos, este mundo actual se encuentra mucho peor preparado para afrontar una pandemia que el de nuestros antepasados. Y no solo por el miedo; sobre todo por la enorme debilidad de nuestras convicciones
 
 
  
 
 
  
Las últimas décadas han contemplado indiferentes cómo se difuminaba la racionalidad, el valor de la objetividad, cómo se convertían en verdaderos dogmas lo que no eran más que opiniones y criterios muy discutibles y cómo se calificaba como herejía a cualquier desviación de esa ortodoxia del pensamiento. Las sociedades actuales, vacías de principios y valores, han perdido la capacidad de gestionar el miedo y se muestran especialmente proclives a creer cualquier disparate siempre que... lo diga la televisión.
 
 
    CON EL "GRAN CONFINAMIENTO"... Y 'SIN CONFINARSE ASÍ'...
  
La covid-19 no ha hecho más que exacerbar las tendencias de los últimos tiempos hasta el extremo de que ahora se descalifica como herejes, incluso asesinos, a quienes abogan por un planteamiento más equilibrado de la pandemia, un enfoque que pondere ventajas e inconvenientes de cada medida. 
  
  
La enfermedad surgió en un entorno social y cultural propicio para una visión unidireccional, negacionista, apocalíptica, que asigna invariablemente la culpa a un segmento de los ciudadanos y busca la redención en la intervención de unos gobernantes empeñados crear una nueva sociedad. De ahí ese peligroso mensaje de que, tras la pandemia, se construirá “un mundo mejor".

Mucho más dependientes del Estado

Aunque no existiera una estrategia consciente, muchos gobernantes -y grupos de presión- aprovecharon (toda) esta coyuntura de miedo, indefensión y credulidad para impulsar sus 'Agendas' a una velocidad que hubiera resultado imposible sin el concurso de la pandemia
 
 
Hay total inseguridad. Mandan lo que quieren: sin sujeción
a Norma ni tan siquiera dar publicidad o transparencia
[art° 116.6 en Constitución: Declaración de los
estados de alarma o excepción y del sitio no
modifican el principio de responsabilidad
del Gobierno y sus agentes reconocidos
en la Constitución y en las leyes.]
  
Percibieron rápidamente la facilidad de pescar en río revuelto, de avanzar hacia una “nueva sociedad” más dependiente del Estado, con mayor regulación de la vida privada, e incluso del pensamiento. Y hacia una economía menos competitiva, con acrecentado predominio de las grandes empresas tecnológicas. En definitiva, hacia un mundo con menguante democracia y decrecientes autonomía o libertad individuales.
 
  
Ya comienza a oírse que las medidas de distancia social permanecerán durante años, incluso con la mayoría de la población vacunada y los colectivos vulnerables a salvo. Y todo con el pretexto de que el virus seguirá aun circulando. Desgraciadamente, no hay vacuna para esa obsesiva fijación en el número de los contagios; o mucho menos contra esta pandemia ideológica, política y social que nos atenaza."

  
¡No hay nada como tener fe... para  
ver males menores en l@s dizque 
'Antifascistas...' que no quisieren 
acatar, ni siquiera, esos nuestros 
"Derechos Fundamentales..." desde 
Constitución [transaccionadadel 78.
   
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      Postdata (1 de mayo del 2021) =
  
Las terminales mediáticas más conspícuas desde La Moncloa compiten desatadas en Terrorismos del Súper Alarmar sobre cuentos de "paralizarse quirófanos (¡cuando a nadie se le puede operar ningún Covid...!) ante una -fake- extrema saturación", contra toda cuenta estadística oficial de [su] Sanidad... mientras que convocan mitines electorales en "zonas confinadas" y manifestaciones por este 1° de Mayo, así como 'abre Madrid' como vez única para salir en el próximo Puente (sobre todo escolar) de las Elecciones...
  
 
Las "atenciones asistenciales" que por la Seguridad Social se han llegado a imponer como habituales con los 'protocolos para esta Nueva Normalidad' resultan de un verdadero menosprecio al (demasiado...) 'paciente' hasta hoy nunca imaginable.  
   
      
[Imagen del Hospital Gregorio Marañón madrileño durante
vacunación de 3.000 personas ... el reciente 27 de abril,
pasándose tras hacer una cola de horas por las calles hasta
llegar a ser atendidas: en 1 punto de inyección operativo]
  

Caso real del cómo la Seguridad Social plantea hoy "atención":
cita que para "15 meses después" de ser solicitada se comunica,
y condicionándolo al -acudir paciente- 'sólo si NO tiene Fiebre'
 [Teléfono es única oferta para ese caso normal cuando pide cita].

jueves, 8 de abril de 2021

Bauman: sobre cómo van liquidándonos tanto, luego de haber "licuado" economías y Sociedad

 
El sociólogo y filósofo que acuñó la expresión “Modernidad líquida” sostenía en su libro póstumo, "RETROTOPÍA" (2017), que los seres humanos perdimos fe respecto a posibilidades de alcanzar la felicidad humana en un Estado futuro ideal; por ende, se abandonaba la creencia en cualesquier utopías: el futuro llegó hace rato... y ya es visto en 'Black Mirror'. Todos los futuros, aún soñables, peores que lo actual serían.

De paso Bauman ha marcado un dato: esa tendencia que se inauguró en las distopías futuristas de mediados del siglo XX como "Un mundo feliz" de Huxley o "1984" de Orwell, se acentuó significativamente en los últimos tiempos. Todo lo escrito y filmado en materia de la ciencia ficción dibuja sociedades futuras invivibles, insoportables, mucho peores a las contemporáneas. La "Utopía" de Tomás Moro ha transmutado en el horror que presentan películas como "Código 46", "Minority Report" o "Elysium"... El detalle (¿in-empeorable?) sería que tales distopias de la ciencia ficción no se plantean en un futuro lejanísimo: tienen fecha cercana, todas están previstas para los próximos años, al alcance de quienes las consumen hoy.


 
 

Pero como la vida es impensable sin un sentido, lo que no ha muerto es la esperanza humana, su aspiración a una felicidad, precisamente la causa de que aquellos sueños fueran tan cautivadores. Y como sea, aquella utopía perdida, la sociedad ideal de libres e iguales podemos encontrarla... entre lo pasado: ya no por un futuro hacia delante, sino en el atrás que abandonamos e idealizamos desde comparaciones frente a lo actual frustrante y al horroroso futuro inmediato.

¿Qué tiene de novedoso que haya quienes creen encontrar en el pasado los modos y las formas de la felicidad? Los conservadores, retrógrados de todo tiempo y lugar han sido predicadores con ese tipo de fábulas redentoras o restauradoras; aunque lo novedoso es que sean los sectores progresistas quienes hoy son más proclives a frenar el reloj o tirar sus manecillas hacia atrás ante el fracaso de las utopías.


  


«El futuro es, en principio al menos, moldeable, pero el pasado es sólido, macizo e inapelablemente fijo. Sin embargo, en la práctica de la política de la memoria, futuro y pasado han intercambiado sus dos actitudes respectivas», dice Bauman. La desigualdad, la inseguridad, la incertidumbre acerca del empleo, la multiculturalidad, la superficialidad de la vida basada en el consumo, el riesgo de que nos volvamos inservibles porque la tecnología nos sustituya por máquinas, el miedo (en suma) a que todo aquello que durante tanto tiempo nos parecía muy sólido de pronto es claramente volátil o -mejor- fluido y dizque “líquido”… precisamente el adjetivo que ha incorporado él al dialogo público contemporáneo (en algunos aspectos, aun a su pesar).

«Hay una creciente brecha abierta entre lo que hay que hacer y lo que puede hacerse, lo que importa de verdad y lo que cuenta para quienes hacen y deshacen; entre lo que ocurre y aquello deseable», señala. Bauman defiende que habríamos regresado a la tribu, al seno materno, al mundo despiadado que describía Hobbes para justificar la necesidad del Leviatán (el Estado fuerte que nos evitaría la guerra de todos contra todos): a la más flagrante desigualdad en la cual «el ‘otro’ es una amenaza» o «la solidaridad se le antoja al ingenuo, al incrédulo, al insensato y al frívolo una especie de trampa traicionera» [¡todo ello, incluso, años antes de inventarse la "Pandemia" que todo lo cambia desde 2019...!]


     


Pero es que, para empezar, también el Leviatán ha fracasado, como lo ha hecho toda la -construcción conceptual de su- modernidad. Y en ese fracaso, la única salida que el mundo actual ofrece (¿pero a quiénes? ¿o cuándo? ¿y dónde?) es el individualismo extremo: la felicidad para mí. «El objetivo ya no es conseguir una sociedad mejor, pues mejorarla es a todos los efectos una esperanza vana, sino mejorar la propia posición individual dentro de esa sociedad tan esencial y definitivamente incorregible», lamenta.

El énfasis en un par de frases de pensadores muy diferentes tiende a ponerle algún cauce a la desesperanza: con Leo Strauss (en, quizás, la única coincidencia que se pueda encontrar entre ambos) Bauman afirma que “siempre hubo, hay siempre y siempre habrá cambios de perspectiva sorprendentes, inesperados que modifiquen radicalmente el sentido de todo conocimiento previamente adquirido. Ninguna visión del todo de la vida humana puede alegar ser final o universalmente válida: sin importar cuán 'final' parezca, toda doctrina será tarde o temprano superada por otra».


    


Y con Marx, esta referencia ineludible a la que Bauman jamás renunció enfatiza acerca de la posibilidad de transformar las cosas pero siendo conscientes de las limitaciones en lo real: “Los hombres hacen su propia historia, pero no a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos; sino bajo aquellas con las cuales directamente se encuentran, que existen y les han sido legadas por el pasado.”

Resulta chocante que algunas interpretaciones y comentarios sobre la obra póstuma del autor hayan concluido con el que comparta tal delirio retrotópico. Como si el señalamiento del que hay renuncias al proyecto de tal emancipación colectiva implicara forzosamente retroceder a los valores del pasado como solución; o si lo pasado fuera el lugar de la felicidad.


   


Por el contrario, a dicho camino, Bauman se negaba. “No hay atajos que nos lleven a ninguna pronta, hábil y cómoda contención de las corrientes de ‘vuelta a Hobbes, a las tribus, a la desigualdad o al seno materno”, explicó. Muestra con eficacia cómo también todo el pasado se modifica y es reescrito... para ser idealizable o condenado. Mentira es, dice Bauman, que el pasado sea “sólido, macizo e inapelablemente fijo”. Y rechazada esa vía, el autor ofrece algunos puntos de referencia para trazar la ruta hacia un mundo mejor. “La disyuntiva clara es”, afirma: “O juntos, o nada” (juntos: ¿quiénes? ¿cuándo? ¿dónde? ¿cómo?).

A esas preguntas apunta sin mucha precisión, aunque sea el tono bastante desesperanzado y no desarrollándose las potencialidades en toda su extensión. Y cierto es que en la balanza pesa mucho más ese tan descarnado retrato para todo el horror -inequitativo, vacuo y excluyente- del planeta globalizado en que vivimos; pero también cómo Bauman, por suerte, ofrece algunas respuestas.


    
Así parece entusiasmarse (módicamente, para ser rigurosos) con algunas utopías posibles; y hasta puntualmente cita la obra "Utopía para realistas" -de Rutger Bregman- que propone tres grandes líneas de acción para transformar el presente: la semana laboral de 15 horas, un mundo sin fronteras o (claramente, lo que a Bauman más le inspira) la renta básica universal.  

(...) Y esa -“O juntos, o nada”- es la final advertencia del pensador polaco: «Debemos prepararnos para un largo período... que seguirá marcado por más preguntas que respuestas, y por más problemas que soluciones […] Nos encontramos (más que nunca antes en la historia) en una situación de verdadera disyuntiva: o unimos nuestras manos o nos unimos a la comitiva fúnebre de nuestro propio entierro en una misma y colosal fosa común».


  
  
En suma, vale la pena tener a mano "Retrotopía". Incluso para (...) recordar, de nuevo, aquellos sabios versos {“Aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor. Mañana es mejor” [“Cantata de puentes amarillos”, 1973], Luis Alberto Spinetta} que a su modo retoma Bauman: jamás el tiempo pasado, solo por ser pasado, será mejor.

(Américo Schvartzman, 26/02/2018, Lavanguardiadigital.com de Argentina)